Solo quiero pedirte un último favor: Vete, vete de mi cabeza, de mi habitación, de las flores y del olor del café: sal de mis canciones favoritas, de mis sábanas, de mi gato y de mi perro; lárgate de las tardes frías, de los veranos y de esas migas de pan sobre la mesa de la cafetería... deja de aparecerte en cada esquina a donde miro, por favor.
Piso las hojas secas, siento el sol en mi cara pero, con el viento frío rozando mis mejillas, pongo mi canción favorita y soy infinitamente feliz. Aquí adentro todo está mejorando.
Finalmente me doy cuenta: lo que sentí por ti no fue amor ni obsesión. Fue masoquismo, porque continué amándote con todas mis fuerzas incluso cuando lo único que hacías era romperme y enfríar cada caricia cálida que te entregaba.
como esas amapolas que abren caminos de asfalto y erosionan la pared al florecer, en lugar de ser ladrillo en un muro.
Ha ido abriéndome paso sin llamar la atención, sin que nadie lo note y en el más absoluto silencio.
Y aunque tal vez sé que como las amapolas, pronto he de marchitarme, levanto mi corola en alto pues he tumbado moldes y asfaltos, muros y escombros y he renacido y aún puedo sentir que la vida no me abandona. Porque siempre he sabido que ese es mi destino, vestir de cálido carmesí el frío mundo donde eché raíces.
Sé rebelde, viste de calidez y vida con esa sonrisa y esa fuerza en está época donde lo común es ser duro y gris asfalto.
La verdad es que con este frío solo se antoja estar en casa, dentro de la cama, con la compañía de tu mascota, leyendo un libro, degustando un café o te y admirando el paisaje desde tu ventana; que aunque esté helado el viento, nunca deja de ofrecernos un espectáculo bonito. Ya que la vida sigue, el mundo gira, la gente va y viene e incluso en algunas partes si salió el sol.
Aprovechar estos momentos de nuestra propia compañía, haciendo lo que mas nos gusta, sin duda es un regalo grandioso.