Tumgik
alma-sombria · 5 years
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La mayoria del tiempo siento que no encajo en ninguna parte. No pertenezco a ningun lugar.
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alma-sombria · 5 years
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alma-sombria · 6 years
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Soledad.
La niña caminaba por las oscuras calles del pueblo, caminaba con una ilusión, con una pizca de esperanza. Caminaba sola. Sabiendo que el mundo en realidad no era como en los cuentos de hadas y mucho menos como lo pintaban las decenas de películas que veía los fines de semana. Películas que miraba sola. Y si hubiera una palabra para describir a la niña… seguramente sería soledad.
Aquella niña era el fiel retrato de la soledad.
Ella no era una niña sociable ni amigable, mucho menos una niña, porque… ¿no se supone que a los dieciocho ya pasas a ser adulta? Pero ella misma se consideraba una niña, las razones eran diversas pero estaba segura de que las principales se debían a su ingenuidad y, obviamente, a que no estaba preparada para el mundo.
Y entonces sigui�� caminando, sin detenerse a los llamados de la fiel soledad que le susurraba que volviera a casa, a su habitación, a su caliente cama.
Pero ella no hizo caso.
Siguió caminando, sintiendo como el viento desnudaba sus más oscuros pensamientos y a la vez disipaba las ganas que sus lágrimas tenían de tocar sus labios.
Caminó y caminó. Dejó que las piedras se incrustaran en sus pies, dejó que el viento erizara su piel, dejó que su piel gritara por un abrigo, dejó que la naturaleza actuara sobre su cuerpo.
Y cuando ya no pudo más, cayó sobre un montículo de ramas y hojas más filosas que una navaja que se incrustaron en su piel con ímpetu, que rasgaron su alma y rompieron su corazón hasta arrancarles todas sus lágrimas.
Y ella lloró sobre el gran montículo de maleza, lloró por su vida perdida, por sus recuerdos, por sus sentimientos. Lloro y lloró, hasta que sintió que las lágrimas quemaron sus mejillas como ácido y su pecho se cerró peor que una caja fuerte.
Le dolieron los recuerdos.
La niña siempre supo que había algo malo en ella. Siempre se sintió más madura y consciente que sus compañeritas de grado pero a la vez mucho más ingenua que ellas. Siempre tuvo a alguien con quien pasar el rato pero aún así se le hacía imposible quitar el sentimiento de soledad que se arraigaba a su corazón.
Pero antes todo era distinto.
Porque ella era una niña, no entendía de mal, no entendía de tristeza ni preocupaciones.
No entendía la definición de soledad.
Y los años pasaron, ella estaba segura que en algún momento de su niñez había sido muy feliz.
Probablemente antes de cambiarse de escuela.
Oh… la niña ahí sí que conoció lo que era estar completamente sola.
Conoció lo que eran las burlas dirigidas a su persona. Conoció lo que era no tener ningún amiguito para jugar. Conoció lo que era no ser querida.
Conoció lo que era la soledad.
Pero aún así ella seguía sin tener idea sobre la existencia de aquella palabra.
Y la niña lloraba en silencio mientras volvía a su casa pero, al momento de poner un pie en la misma, su sonrisa de siempre volvía. Cuidaba de su hermana menor mientras su madre se desvivía trabajando para darles una buena vida, jugaba con su vecina en el descampado que rodeaba su casa, dibujaba e incluso se entretenía con su hermana hasta que su madre volvía a casa.
Otras, se iba a casa de su padre donde pasaba un buen rato con el mismo, donde jugaba y éste le cumplía sus caprichos.
Aún así la niña siempre supo que jamás viviría con él.
Pero luego volvía a la escuela, y las burlas a ella volvían así como la mala suerte. No entendía porqué no le agradaba a los demás.
Hasta que un día lo comprendió.
Varias estaciones pasaron, varias semanas, varias amistades, varias celebraciones…
Varios cambios.
Y la niña se miraba al espejo y comprendía todo.
Ya no se preguntaba qué estaba mal con ella o porqué la odiaban en cada lugar al que iba.
Porque la niña había crecido.
Y se miraba al espejo y entendía que su apariencia y su forma de ser eran los problemas. Entendía que su cara de pocos amigos alejaba a las personas y entendía que su figura dejaba mucho que desear. Entendía que su personalidad introvertida y discreta era lo que molestaba a las personas.
Pero, más allá de eso, la niña había comprendido el significado de soledad.
Ella había entendido muchas cosas.
Entendió que ella era el problema y no los demás.
La niña sabía de sus intentos por cambiar y sabía de las veces que había fracasado.
Y allí tirada, en medio del montículo de ramas y hojas secas, soltó una risa ronca que desgarró cada una de sus cuerdas vocales.
Su mala suerte siempre le provocó gracia.
Pero pronto aquella risa se convirtió en un llanto desesperado, tal vez, si alguien hubiera estado allí junto a ella… Tal vez, y sólo tal vez, habrían podido intentar leer entre lágrimas los gritos de ayuda que sus labios se negaban a soltar. Ella lloraba, lloraba porque estaba dolida. Con ella, con la vida.
Y sintió como la soledad la envolvía entre sus fríos brazos y la consolaba, susurrándole al oído que todo estaría bien y que pronto todo acabaría.
La niña se dejó ser, pensando en sus desperdiciados años de secundaria, donde se suponía que conocería gente divertida y formaría grandes amistades.
Pero qué equivocada estaba.
Recordó todas sus amistades, todos sus errores cometidos y las veces que los errores de los demás la afectaron a ella. Sintió nuevamente su corazón desgarrarse ante tantas desilusiones que sus supuestas amistades le habían provocado y en cómo las cosas se desmoronaban más rápido que un castillo de cartas.
No había vuelta para ella.
La niña había sido absorbida por la peor de las oscuridades pues, su oscuridad, tenía nombre.
Y no hace falta volver a invocarla.
La niña era ingenua, ella tenía esperanza, siempre la tendría y eso era lo que la hacía estúpida, pues claramente el mundo no era color de rosa, entonces… ¿Por qué ella seguía insistiendo en eso?
¿Por qué después de tantas burlas, desilusiones y dolor seguía pensando que las cosas podían cambiar?
¿Por qué, a pesar de sentirse perdida en un túnel lleno de oscuridad, cerraba los ojos e imaginaba la luz al final de éste?
Ella no quería seguir siendo estúpida y aún así volvía a caer una y otra vez en las mismas redes que ya habían grabado su nombre en acero.
Siempre estuvo sola, siempre tuvo amistades y siempre terminó por perderlas pero, si había algo que tenían en común todas esas relaciones, era el hecho de que en ninguna había depositado su plena confianza. Jamás esas amistades le habían preguntado con sinceridad por cómo estaba o se habían ofrecido a escucharla.
Ninguna de esas amistades la habían visto llorar genuinamente.
Ella no se sentía como una amiga, sino que más bien se sentía como un basurero en el que las personas podían depositar sus problemas y llevarse de regalo un buen consejo que luego desecharían por el retrete.
Y la niña estaba cansada.
Y un día explotó.
Y ese día quedó sola.
Y no le importó.
Porque la soledad siempre estaría ahí para ella.
Los meses pasaron, la niña creció y entonces comprendió todo.
Comprendió que siempre había estado sola.
Comprendió que ya era adulta.
Y ella no quería crecer porque no estaba lista, ella seguía siendo una niña, ella no conocía el mundo, ella no entendía de grandes responsabilidades, ella no comprendía lo que era ser verdaderamente independiente.
Y aquello la asustaba.
No porque no supiera manejarse sola ya que aquello lo había aprendido hace mucho, sino que le asustaba fracasar.
Oh… cuanto le temía al fracaso.
La niña era muy indecisa y eso hizo que se generaran más problemas que le eran incapaces de sobrellevar. Se provocaron grandes discusiones que venían acompañadas de espesas lágrimas y dolores en el pecho.
La realidad no era para ella.
Y allí, sumida en sus pensamientos y ahogada en sus lágrimas, tomó una decisión.
Tal vez la decisión más firme y segura que tomaría en toda su vida.
Se puso en pie sintiendo como la maleza desgarraba sus pensamientos y como el viento volvía a desnudarla. Caminó nuevamente por las calles cual alma en pena y aquella idea le hizo gracia, tomó de la mano a la soledad por miedo a que ésta se perdiera y siguió su camino.
Ahora más firme que nunca.
Caminó horas y horas, calles y calles, lágrimas y lágrimas hasta que la soledad le indicó que pronto llegarían a destino. La niña sonrió sabiendo que había encontrado la solución a sus problemas.
Y, siendo consciente de sus pasos, del viento despeinando su cabello junto a sus ideas, de los rayos del amanecer quemando su respiración, del canto de las aves llenando sus oídos…
Llegó al precipicio.
La niña miró hacia abajo y una abierta y radiante sonrisa se extendió por su rostro, casi podía respirar la libertad y el peso de sus hombros desapareciendo.
Sólo se veía un fondo oscuro… ¿Qué habría al final? ¿Agua? ¿Rocas? ¿Maleza? ¿La nada absoluta? ¿La solución a sus problemas?
Pronto lo descubriría.
Se giró sobre sus talones y, abriendo sus brazos, respiró hondo y se dejó llevar por la fresca brisa de otoño. Se sentía una pluma mientras caía a la nada absoluta, el viento ocasionaba que su cabello le hiciera cosquillas y a su vez que su alma se llenara de paz.
Oh… ella debía ver eso.
Abrió sus ojos y se encontró con la misma soledad que la había estado observando desde recién nacida, le sonrió y le permitió caer junto a ella, incluso soltó una carcajada a causa de la gravedad impactando contra sus órganos.
Aquel precipicio era eterno.
Y la niña caía.
Ella ya no sentía el peso que sus lágrimas le ocasionaban, ya no sentía las voces de los demás detrás de su espalda, ya no se sentía comprometida con la vida… Ella ya no sentía nada.
Y siguió cayendo.
Jamás dejó de caer por aquel precipicio sin fin y, lo mejor de todo…
Jamás dejó de sentir aquella paz en su alma que siempre deseó.
Pero sola.
Ella cayó y experimentó aquella paz sola.
Siempre sola.
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alma-sombria · 6 years
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No entiendo a las madres que no dejan que sus hijas se vayan de viaje con su novio. Señora, a su hija ya se la requete cogieron en la sala de su casa, no necesita viajar para eso.
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alma-sombria · 6 years
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“Si nunca estuvieron solos juzgandose en su mente, nunca sabrán lo ruidoso que es el silencio.”
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alma-sombria · 6 years
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alma-sombria · 6 years
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No se tú, pero yo puedo decirle hermoso a cualquier persona en el mundo, excepto a el que esta frente al espejo.
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alma-sombria · 6 years
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“Necesito una sobredosis de autoestima”
— (via morir-matando)
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alma-sombria · 6 years
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alma-sombria · 6 years
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No solo hay adictos al cigarro o al alcohol, hay adictos al dolor, adictos a la comida, o al hambre, adictos a la soledad, o a la angustia. Hay adictos a otra persona, y hay adictos a su propio ego.
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alma-sombria · 6 years
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““Y a ti , a ti te deje entrar hasta en mi alma””
— (Vía @17numero )
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alma-sombria · 6 years
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“Bendito el que trabaja en lo que le gusta y hace el amor con la persona que ama.”
   Versuasivo
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alma-sombria · 6 years
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FELICIDAD !
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alma-sombria · 6 years
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Últimamente duermo mucho y al despertar sigo sintiéndome cansada.
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alma-sombria · 6 years
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Cuando sientes hambre, significa que estás perdiendo peso, como cuando quieres rascarte la herida, significa que está cicatrizando.
Pero cuando quieres rascarte la herida, no debes hacerlo. Entonces, cuando sientes hambre, no debes correr a comer si no quieres aumentar de peso.
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alma-sombria · 6 years
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Odio cuando me agarran esos bajones dónde me siento la persona más insuficiente y sola del mundo
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alma-sombria · 6 years
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