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Mi compañera

En días tan grises durante la pandemia yo no sabía qué hacer. Estaba perdida entre todo el tiempo que tenía libre antes de entrar a clases. Tenía todo el tiempo del mundo, pero yo no hacía nada al respecto. 

En estos días donde estaba sola no había nada que me llenara o me motivara. Era solitario, y esa soledad la había causado yo misma, distanciarme de mi propia familia no fue el mejor plan. Todos están haciendo cursos, mejorando, desarrollando nuevas habilidades, mejorando sus relaciones familiares, y yo estaba ahí, distanciada de todo lo que amo y que atesoro. 

Luego de pasar un tiempo reconsiderando mis decisiones y sobre el odio que me he tenido a mi misma desde hace un tiempo escucho algo caerse. En la mayoría de casos cuando algo así sucede no le hago caso, pero esta vez por motivos que desconozco yo fui a investigar. 

Vi una vieja guitarra en el cuarto de alado. Estaba llena de polvo, desafinada, pero por suerte tenía todas sus cuerdas intactas y no tenía un raspón visible. La tomé en mis manos, estornuda un poco y me rei. 

Hace mucho tiempo que no había tocado una guitarra. Luego de afinarla y sacarle el polvo me senté en el suelo. Cuando mis manos tocaron el primer acorde me sentí emocionada, exaltada, como si electricidad corriera por mis dedos al rasgar las cuerdas metálicas. Mientras iba tocando las notas de mi nueva canción favorita agradecí estar en ese momento sola en mi casa, prefería estar sola en ese momento tan íntimo con la guitarra. Mi compañera, la que me ayuda a expresarme. 

Toque por lo que parecieron horas. Buscaba cancion tras cancion. La música ayuda a las personas a sanar, la música te acompaña a todos lados, y honestamente no me he vuelto loca gracias a ella, sin embargo la diferencia entre escuchar música en mi computadora y yo ser la que genera aquellas bellas notas es abismal. Me hace sentir realizada, me motiva, me alegra la vida. Devuelve el color que me hacía falta en la vida. Arianna Avilés ya no solo veía grises.

https://www.youtube.com/watch?v=urrMzHw16Zw

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Super yo, ego, ello.

Caos, eso es lo que causó la pandemia. Después de varias semanas encerradas repitiendo todo como un robot, recobre mis sentidos. Estaba sentada luego de despertarme en mi cuarto. Tenía mis sentidos atontados. Salí de mi cuarto porque tenía que lavarme la cara y los dientes. El vidrio estaba empañado, al igual que mi vista no soportaba la luz del baño, me lavé la cara, procedí a limpiar el vidrio una vez que ya tuve la vista más clara. Mis ojos se encontraron en el reflejo del espejo, me vi a mi misma. Lo primero que cruzó por mi cabeza fue que estaba bastante despeinada, no había sorpresas ahí, me acababa de despertar, sin embargo, me veía demacrada. Ojeras negras, pálida, piel seca, entre otras cosas era lo único que podía ver a través del espejo. Sin esperarlo, mi reflejo empezó a hablar. Me decía, me recriminaba por mi aspecto. Por todo lo que hice durante estos días. La vergüenza que daba, y que realmente no podía creer quien estaba reflejada. ¿Era este mi momento más bajo? Mi cabeza empezaba a doler.  “¿Acaso no tienes un poco de decencia?” me decía mi reflejo.

Y no, no la tenía, salí del baño porque no podía aguantar reproches. Pensaba que estaba siendo lo suficientemente responsable conmigo misma.

 Mientras me lavaba la cara una vez más otra vez me vi en el espejo. Me dijo "Vas al baño, te bañas, comes, y duermes ¿Qué más necesitas? ¿Por qué yo debía de sentirme culpable? No estoy lastimando a nadie."

Luego de salir del baño no volví a mi cuarto, baje las escaleras para ir a tomar agua. Pase por unos espejos que nuevamente me susurraron lo poco considerada que estaba siendo, y lo irracional que era. 

Al bajar las escaleras me tropecé del susto empecé a llorar, pero esa no era la razón principal por la que lloraba, lloraba porque me di cuenta lo débil que realmente soy. Soy otra persona que no tiene la voluntad como para encargarse y poner asunto como otros dirían. 

“Patética, realmente patética” murmure lo suficientemente bajo para que nadie me escuchara.

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Te echo de menos, Tosan.

El encierro es algo a lo que estoy relativamente acostumbrada. Cuando te sobre protegen desde pequeña la idea de vivir encerrada hace solamente creerte que eres como Rapunzel encerrada en un castillo. Como Rapunzel, repetí las cosas que hacia como un ciclo sin terminarse. Todos los días, levantarme, ver anime, comer, dormir, etc. Así hice durante un mes completo. Eso me estaba comiendo desde adentro. 

La soledad te hace pensar, en todo lo que haces en o que piensas y sobretodo, en lo que no supiste valorar en su momento. Se siente esta soledad saber que por más que lo intentes no puedes salir de ese pozo que tu mismo cavaste.

Puede que de la cuarentena haya perdido muchas cosas. Tal vez no las supe valorar lo suficiente. No hay nada más lindo que despertarse y saludar a mi papá antes de irse al trabajo. La distancia y la paranoia por su parte hizo que me deprima más y me encierre en mi mundo, o mejor dicho mi cuarto.

Durante el primer mes sin muestras de afecto como un abrazo o un casto beso en la mejilla. Me sentí al comienzo sola. Mis hermanastras estaban cerca, pero no cerca de mí, nos teníamos que evitar para que no nos retaran. Y cuando me acostaba y lo único que sentía era frio, no tenia a nadie quien recurrir porque no podía sentarme a conversar con ellos. 

Rechazo, rechazo, rechazo. 

Lo único que quería era una muestra de afecto que al parecer todos me negaban. El día en el que finalmente recibí un abrazo lo primero que hice fue llorar. Las lagrimas empezaron a correr en mi rostro apenas mi papá me envolvió en sus brazos. Me quedé estática, y devolví el abrazo. Era como una niña pequeña en busca de algún tipo de muestra de afecto.Luego de que cada vez que trataba de acercarme a alguien me alejaban con la excusa de contagiarme, y que no querían arriesgarse a que me enferme, hasta finalmente obtuve mi abrazo. Y no sabia que más hacer que llorar ya que ese cariño me hacía falta.

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Mis lentes

El objeto frente a mí cada vez se distanciaba más aunque estaba seguro de que mis abrazos se acercaban. Sentado, inhale profundamente antes de palpar los lentes durante unos segundos. Inspeccione las lunas, miraba a contraluz si existía algún rayón causado por mi torpeza en ellas. Veía el marco de mis lentes un poco chueco, debe ser porque la noche pasada me dormí sobre ellos. Luego de comprobar que las lunas están sin rallar, vi que tenían una mancha. En mi velador tenía el pañuelo para limpiarlos. Delicadamente limpie ambas lunas hasta que me sentí satisfecho con los resultados. Estire mis brazos con los lentes en mano y los cuadre antes de lentamente posicionarnos en mi rostro. Las varillas se sentaron arriba de mis orejas, en ese pequeño espacio entre mis orejas y mi cráneo. Agarrando las esquinas del marco los traía hacia mi rostro, hasta que quedaron perfectamente posicionados

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Aullidos de mi perro

Mi perro Stan siempre fue mi compañero de casa. Siempre iba conmigo a cualquier lado que yo me encontraba, él era mi guía. Terrible fue el día en el que yo no lo sentí cerca mio. Escuchaba sus aullidos a lo lejos, pero él no estaba ahí. Y eso que los perros se decían ser los mejores amigo.. al parecer se han equivocado. 

Lo busqué horas por mi casa, no sabía dónde más podía estar. Sabía que no podía salir de mi casa sin él, era un inútil sin el. “Stan, ven aquí amigo” gritaba sin cesar, chiflaba hice de todo pero él  no venía a mí. No podía escuchar sus patas resonar contra las tablas de madera de mi casa. La garganta empezaba a dolerme, y mis sentidos se estaban nublando. El aullido seguía resonando en mis tímpanos. Pense para mis adentros si ¿tal vez será la dependencia que tengo con Stan que todavía puedo escucharlo? Pero... ¿cuántas veces mi audición me ha fallado? ¿Realmente lo estoy escuchando? No podria ser, es casi lo único que me queda, y en lo que mas dependo después de Stan. 

Supe en el momento que mis oídos empezaron a sangrar que algo no andaba bien, yo me había caído en la tina. Stan estaba aullando para buscarme ayuda. El nunca se había ido, con mi último aliento antes de perder la conciencia dije “buen muchacho”.

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Renacer

Si la vida es a colores, Arianna Avilés veía todo en escala de grises. Ya quisiera yo poder jactarme de tener una relación familiar perfecta, una relación que sigue parada y amigos que no te clavan el puñal en la espalda. Todo realmente comienza en mi adolescencia temprana, luego de que mi adorada familia se quebrara, tal y como un espejo al caerse al suelo. Escenas de secuestros que nunca pasaron, con personas que yo nunca conocí… O eso quería creer, los protagonistas de estas pesadillas no eran nada más que la mezcla de los rostros de la gente que forma y formaba parte de mi vida.  Estas pesadillas no eran nada más y nada menos que el producto de mi inconsciente pidiéndome a gritos que las sacara de mí. Fue un llamado a la escritura, tener que decir, expresar y contar todos esas historias sin finales felices que constantemente me he imaginado. No veo la necesidad de inventar monstruos, dragones, o serpientes parlanchinas para poder expresar que tan venenosa puede ser la lengua del humano.

#Autor #Escrito

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Lejos de algo que amo

A los 16 años por primera vez empecé a ver anime. Me obsesioné, todo el día me pasaba viendo distintos géneros de cada anime que me salía en listas de recomendados. Luego mi padre al enterarse de que estaba absorbida en estas series animadas me prohibió completamente ver estas series. Me destrozó por completo y me sentí vacía, tratando de llenar ese vacío algo más. Ahora gracias a la cuarentena retomé esta pasión y me siento más feliz que nunca. Muero por con mi carrera poder crear historias parecidas a las que constantemente me cautivan.

#Anime #Literatura #Escrito

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Experiencia

Cuando estaba pequeña en la primaria un día hicieron unos para los alumnos. Nos mandaron al auditorio y comenzaron los premios, eran varias maestras en el auditorio con carpas y unos sobres cerrado. A anunciar los ganadores y como era de esperarse no gane ninguna. Sin embargo a mi amiga que gano 2 categorías, una era por saludar en la mañana y la otra por sonreír antes de ir al colegio. Desde entonces trato de ser más amable y positiva.

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Obituario.

Arianna Manrique era una adulta con mente de adolescente. No era independiente, no era responsable, y para variar no era tan agradable.Ella esperaba con ansias que este día llegara. Lo tuvo anotado desde más pequeña el día donde su vida terminaría. Una persona llena de rencores y resentimientos a personas que se supone que eran cercanas a ella gente toxica, como le dirían algunos, terribles decisiones que tomo. De tanta toxicidad ella se volvió loca, física y mentalmente, vomitaba constantemente yodo radioactivo.Se convirtió en lo que juraba destruir. Solo su padre asistió.

#Obituario #Despedida #Literatura