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mitosjpenespanol · 2 years
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mitosjpenespanol · 2 years
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稲荷神 Inari y 狐 Kitsune
El zorro es un cánido con especial protagonismo en diversas culturas, incluida la japonesa. Es un animal rápido y escurridizo, con excelente visión y agudo oído; generalmente solitario, difícil de domesticar, inteligente y capaz de predecir los movimientos de sus presas. Por todas estas cualidades, al zorro se le ha otorgado carácter de dios, y poderes tanto benéficos como malignos.
Inari, deidad de los cereales
Inari es una deidad del panteón sintoísta que suele representarse como una mujer hermosa, un joven andrógino o un zorro, y tiene a sus servicio zorros que fungen como sus mensajeros; sus templos siempre están flanqueados por dos zorros protectores. La relación de Inari con los zorros se remonta al siglo XI. En su origen, Inari era una deidad del arroz, pero durante este siglo comenzó la asociación de este con el zorro. Los agricultores lograron entrenar a algunos zorros para que cazaran a los roedores y plagas que afectaban sus cosechas. De ahí que Inari obtuviera el patronazgo de los agricultores y las cosechas. Del mismo modo, a principios de otoño los zorros bajan de las montañas en búsqueda de alimento, coincidiendo con la temporada de la cosecha del arroz. Por esta coincidencia se cree que los zorros anuncian buena fortuna.
Inari es invocado cuando se desea que actúe contra una enfermedad, como el catarro y el resfriado, cuando una mujer desea concebir o se quiere pedir algún deseo que tenga que ver con riquezas. Se cuenta hace mucho tiempo, una mujer que no podía quedar embarazada fue al templo de Inari y rezó para poder concebir. Notó que las estatuas de los zorros que flanqueaban el templo empezaron a menear la cola; ella interpretó esto como una buena señal. Sus rezos, de repente, fueron interrumpidos por un mendigo que jalaba el borde de su yukata pidiendo comida. La mujer, que era muy compasiva, lo tomó de la mano y lo llevó a su casa, donde le dio de comer el último tazón de arroz que le quedaba.
Al poco tiempo la mujer supo que estaba embarazada, y a los nueve meses dio a luz a un bebé muy sano y alegre. Aquel mendigo era Inari, que puso a prueba su bondad y, comprobando la belleza del corazón de la mujer, le concedió el hijo que deseaba.
Inari también es benevolente con los niños cuando sus cabezas son afeitadas con cuchillas sin filo y ellos son bañados en agua muy caliente.
Cuando una persona ha sido bondadosa con un zorro, Inari entrega una recompensa que con el tiempo se desvanece. Por ejemplo, entrega una moneda de oro resplandeciente que, con el tiempo, se convertirá en hierba.
Pese a lo benéfico que puede llegar a ser el dios zorro y sus mensajeros, hay otros zorros, el nogistune y ninko, que se asocian con el mal.
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Nogitsune y Ninko  
Además de ser mensajero de Inari, el zorro también es considerado un yokai, un ser que puede traer desgracias a los humanos y tiene la capacidad de tomar forma humana. Por ser escurridizo, solitario y predecir los próximos movimientos de sus presas, se cree que puede leer los pensamientos de las personas y traerles enfermedades, además de jugarles bromas muy pesadas. En estos casos, se trata de Nogitsune, un zorro que no es mensajero de Inari, vive en estado salvaje y es un yokai, un ser sobrenatural ambivalente.
El zorro también puede metamorfosearse; comúnmente cobra la forma de una hermosa mujer que engaña a los hombres que se enamoran de ella. En este caso, estamos frente al Ninko, el zorro que se metamorfosea. Según la mitología china, el zorro representa la fuerza femenina, el yin, y por ello ataca a los hombres, para arrebatarles el principio masculino yang. También, en China existe la figura del zorro de nueve colas, el más poderoso de los zorros sobrenaturales. Si se llega a cazar alguno y se come su carne, se estará protegido del mal.
Hay algunos trucos eficaces para descubrir si una bella mujer o una persona de comportamientos extraños es en realidad un kitsune: cuando se reflejan en el agua, en lugar de verse su apariencia humana, se ve si apariencia de zorro; cuando un perro se acerca, su cola de zorro se asoma.
Kitsune - tsuki
Los zorros pueden causar posesiones demoniacas, llamadas kitsune - tsuki. Se dice que las mujeres de clase baja son las que sufren de estas posesiones, pues se tiene el perjuicio de que caen fácilmente en las supersticiones. El zorro entra por el pecho o las uñas de la desdichada mujer y, entonces, en ella habitan dos seres: ella misma y el kitsune. Este puede realizar acciones en contra de la voluntad del alma de la mujer, incluso hablar por su boca con una voz distinta.
Leyendas sobre zorros
Inari castiga a un tacaño
Raiko era un hombre muy rico que, a pesar de su buena fortuna, nunca hacía obras de caridad y pagaba muy poco a sus empleados. Solía llevar por dentro de su obi (fajín) muchas monedad de oro, a pesar de que estas eran tan pesadas que lo hacían caminar con dificultad. Su tacañería llegó a tal extremo que planeó despedir a todos sus empleados, pues así no "perdería" dinero.
Desde hacía tiempo que Raiko se sentía enfermo, pero era demasiado tacaño como para llamar a un médico y comprar medicinas. Resistió el dolor hasta que un día ya no pudo levantarse del lecho. Aquella noche, entró a su habitación un monje budista que se acercó con una sonrisa a Raiko y le susurró al oído: "¿Cómo estás? Hace tiempo que deseo que un oni (demonio) te lleve". Raiko se sobresaltó y exigió al monje que abandonara su casa. El monje se quedó parado allí y dijo: "Tengo el remedio para tu mal. El único modo de que recobres tu salud es que repartas tu fortuna entre los pobres y deshazte de tu fajín. ¡Ah! también, sé que planeas correr a tus empleados, no lo hagas y auméntales el pago".
Raiko se enfadó aún más y de debajo de su almohada sacó una daga y utilizó la poca fuerza que le quedaba para intentar matar al impertinente monje. Pero Raiko sintió terror cuando el monje le confesó que todas las noches lo visitaba en su habitación para consumir su fuerza vital y que estaba por lograr su objetivo.
Los empleados escucharon sonidos extraños que provenían de la habitación de su amo. Entraron con linternas y pudieron ver a Raiko de pie aterrorizado, y la marca de una enorme garra que desgarró las sábanas.
Dejando a su señor profundamente dormido, los sirvientes siguieron un extraño reguero de sangre que terminaba en un agujero en un muro exterior. La luz develó la presencia de una gran araña que exclamó: "convenzan a su amo de entregar su fortuna y de dejar de molestar a los dioses, o morirá pronto". Tras escuchar el relato de sus empleados y tras el enfrentamiento con el diabólico monje, Raiko hizo todo lo que se le pidió: se deshizo de su obi, aumentó el sueldo de sus empleados y entregó su fortuna a los pobres. Inari había adoptado la forma de monje y araña para darle al viejo ávaro una lección.
Las existencias de un kitsune
Se cuenta que el sacerdote budista Genno llegó al páramo conocido como Nasu. Se iba a recargar en una gran piedra para dormitar un poco cuando, de repente, un espíritu le habló: "No descanses en esa piedra, pues es la Piedra de la Muerte. Hombres, animales, bestias; todas perecen cuando descansan en ella".
Genno sintió curiosidad y pidió al espíritu que le contara la historia de la Piedra de la Muerte. Entonces, el espíritu comenzó el relato: Hace mucho tiempo vivía en la corte japonesa una hermosa mujer a los que todos llamaban doncella Joya. Su sabiduría igualaba a su belleza, pues conocía muy bien los escritos de Confucio, la ciencia y la poesía china.
Una noche —continuó el espíritu— el mikado celebró un banquete de verano en el palacio y ahí se reunió toda la belleza, todo el ingenio y toda la sabiduría del reino. Mientras los invitados comían y bebían alegremente, unas nubes negras cubrieron el cielo y el palacio se llenó de oscuridad. Un viento helado recorrió todos los pasillos del palacio agitando las lámparas. Todos estaban temerosos hasta que alguien pidió a gritos que se encendieran lámparas. Así lo hicieron todos.
Al día siguiente, el emperador comenzó a sentirse mal, y con el paso de los días desarrolló una enfermedad misteriosa que lo tenía al borde de la muerte. Dado que ningún médico podía decir qué era lo que aquejaba al soberano, llamaron a un médico que acusó a la dama Joya de ser un espíritu maligno que había causado la oscuridad de hace ya varias noches y, por consiguiente, el malestar del emperador. Pronto la dama Joya perdió la simpatía de todos y con ello el poder que mantenía hechizado al emperador. Recobró su forma original, que era la de un zorro, y huyó hasta perecer en esta piedra, justo en este sitio— concluyó el espíritu.
Genno escuchó inquisitivo aquella voz fantasmal y la cuestionó una vez más: "¿Quién eres?". A lo que el espectro respondió: "Soy el demonio que habitó el cuerpo de la dama Joya y trató de matar al emperador. Ahora habito la Piedra de la Muerte".
El sacerdote sintió el deber de ayudar al espíritu a alcanzar el camino de la virtud, así que le ordenó que mostrase su verdadera forma de zorro. El espíritu volvió a hablar y dijo: "Durante la brillante luz del día me escondo, como los pálidos fuegos de Asama: pero en la noche regreso, confieso mi culpa con dolor y renovados deseos de pureza". El zorro no apareció.
Genno intentó una vez más invocarlo, pero esta vez lo haría con más fuerza, así que resolvió volver al día siguiente con flores e incienso. Así lo hizo; recitó frente a la Piedra de la Muerte los sutras de Buda, quemó el incienso y exclamó: "¡Piedra de la Muerte, yo te invoco! ¿Qué fue lo que provocó que en una existencia pasada adoptaras esta forma de piedra?" De repente, la piedra se abrió. De su interior surgió una espeluznante luz, y a través de esa luz Genno pudo ver a un zorro metamorfoseándose en mujer. Entonces, el espíritu dijo: Soy la primera existencia, aquella al que el príncipe Hazoku rindió pleitesía... En la gran Catai adopté la forma de Hoji, consorte del emperador Iuwao y, en la Corte del Sol Naciente, fui la inmaculada dama Joya, concubina del emperador Toba".
El espíritu confesó que quiso erradicar el linaje del emperador matándolo, y lo hubiese logrado de no ser por el mago que lo delató. Huyendo del castigo fue como pereció y reencarnó en aquella piedra. Terminó agradeciendo a Genno con estas palabras: "Prometo a aquel cuyas bendiciones me elevan a los cielos, prometo solemnemente que resistiré firme como la Piedra de la Muerte que descansa en el páramo, que desde ahora soy hijo de la virtud". Así habló el espíritu, y después se desvaneció para no volver jamás.
El engaño de un kitsune
Tokutaro era un muchacho que pensaba que los zorros no podrían engañarle, pues no era supersticioso y no creía que fueran tan inteligentes y astutos. No pensaban así sus amigos, quienes les temían y respetaban. Un día, los amigos de Tokutaro le propusieron a que fuese solo al páramo de Maki, un sitio conocido por ser frecuentado por zorros malignos. Si regresaba con bien y sin haber sido engañado por los zorros, le darían cinco medidas de vino y mil monedas de cobre. Si, por el contrario, los zorros lo engañaban, él daría ese pago a sus amigos. Con poca preocupación y seguro de sí mismo, Tokutaro aceptó la apuesta.
Llegada la noche, el hombre fue al páramo tan solo acompañado por una linterna. No tardó mucho tiempo para que notara la presencia de un escurridizo zorro entre las rampas de bambú. Cuando el zorro encontró sus ojos con los de Tokutaro, salió corriendo en dirección contraria. El muchacho continuó el camino y, a los pocos metros, se topó con una hermosa mujer. La chica se acercó a él y le dijo que era la hija del corregidor de Horikane y que se dirigía a su aldea a visitar a sus padres, pero que temía caminar sola por la noche. Entonces, sugirió que ambos caminaran juntos, ya que iban por el mismo camino. Tokutaro accedió, pero sospechó que se trataba del zorro que había visto momentos antes.
Los jóvenes caminaron juntos y llegaron a la casa de los padres de la chica, estos salieron y gustosos recibieron a los dos, pero mostraron sorpresa al ver a su hija, pues se acababa de casar y ahora vivía en una aldea lejana. Eso confirmó las sospechas de Tokutaro; tomó a la chica del brazo y la sacudió con violencia ante los ojos atónitos de sus padres. El hombre gritó que no se trataba realmente de su hija sino de un zorro tramposo y lo demostraría. Pidió a los padres que lo dejaran solo con ella para obligarla a mostrar su forma real. Tokutaro, entonces, tomó una vara y la golpeó con violencia. Dado que la chica no se transformaba y solo lloraba horrorizada y solicitaba desesperadamente la ayuda de sus padres, el muchacho resolvió quemarla hasta la muerte. La joven jamás se transformó en zorro.
Los padres vieron con horror que su hija había sido asesinada en su propia casa, tomaron por la fuerza a Tokutaro dispuestos a acusarlo de asesinato. Cuando estaban por salir de la casa, un monje budista se encontraba en la puerta, estaba por llamar alertado por los gritos. Tras escuchar el relato de los padres de la desafortunada mujer, rogó clemencia y pidió que dejaran que el joven se convirtiera en monje budista para expiar su gran pecado. Para alivio del muchacho, los padres aceptaron y fue entregado al monje. El budista pidió al muchacho que se arrodillase para afeitarle la cabeza. Tokutaro se aferraba a la túnica del monje y suspiraba aliviado.
Cuando el proceso de afeitado terminó, escuchó una carcajada estruendosa y abrió los ojos. Estaba arrodillado solo en el páramo, en medio de la oscuridad, y el zorro le había rasurado la cabeza. Había perdido la apuesta.
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El agradecimiento de un kitsune
Un día, unos niños trataban de cazar a un cachorro de zorro. Le arrojaban piedras y este ya estaba muy herido. Apenado, un hombre que pasaba por ahí les dijo a los niños que quería comprar a su zorrito y les entregó dos monedas de oro. Los niños se alejaron dejando tras de sí una estela de risas de complacencia. El hombre tomó a la zorrita —se trataba de una hembra—, y puso hierbas curativas en sus heridas.
El hombre sintió que era observado y se percató que un gran grupo de zorros lo miraba inquisitivamente. El hombre se puso de pie y la zorra corrió hacia el grupo. Este caminó a toda velocidad a su casa, perdiendo de vista a los zorros.
El alivio que sintió al estar finalmente en su casa se desvaneció de inmediato; su hijo se encontraba pálido en la cama, mientras su esposa lloraba a los pies de esta consolada por un anciano con atavíos de médico. El anciano, que sí era un médico solicitado por la apesadumbrada mujer, contó al hombre que el niño estaba gravemente enfermo, y que el tratamiento era comer un hígado de zorro, que le devolvería rápidamente la salud. El padre suspiró; solo daría de comer el hígado de un zorro a su hijo si el animal era cazado por un cazador profesional. Afortunadamente, uno de sus vecinos era un cazador profesional. Lo llamaron y el hombre de buena voluntad aceptó partir a la mañana siguiente para cumplir con la encomienda.
Los padres esperaron todo el día a los pies de la cama del niño moribundo. Finalmente, llamaron a la puerta. Tras de ella descubrieron a un bello joven que dijo: "Me ha enviado el cazador a entregarles el hígado de un zorro. Ahora debo irme". El muchacho se fue a toda velocidad y los padres se apresuraron a preparar el brebaje que el médico había ordenado.
Unas horas más tarde, alguien llamó de nuevo a la puerta. Se trataba del cazador que entre sollozos pedía perdón, pues no había podido cazar ningún zorro. Los padres estaban estupefactos, pensaron que el joven anterior era entonces un espíritu benevolente. Contaron al cazador lo sucedido a los tres agradecieron aquella buena fortuna.
Caída la noche, el cazador se retiró y, tras su partida, apareció una hermosa mujer que se acercó a los padres y dijo: "Yo soy la madre de la cachorra que curaste esta mañana. Como muestra de gratitud, he matado a uno de mis hijos para curar al tuyo, y mi esposo te ha traído su hígado", después, se transformó en zorro y salió corriendo a toda velocidad, desvaneciéndose entre el tupido follaje del paraje.
Inari sushi
Un tipo de sushi muy popular es el Inari sushi, que recibe este nombre debido a que va acompañado de pasta de soya frita, el alimento preferido de los zorros.
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Fuentes de las imágenes:
La primera imagen pertenece a @Dreoilin de DevantArt. Utilizada solo con fines educativos y sin ánimos de lucro.
Segunda imagen.
Tercera imagen.
Cuarta imagen.
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mitosjpenespanol · 2 years
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目一つ坊 Mehitotsubo
El Mehitotsubo es un yokai cuya forma es similar a la de un monje budista que tiene un solo ojo, como si fuese un cíclope. A veces tiene aspecto de niño y se cree que trae consigo enfermedades y pestes.
Sobre su origen se cuentan muchas historias diferentes. Una de ellas tiene como protagonista a un héroe del siglo XI, Kamakura Gongoro Kagemasa, descendiente del clan Taira, uno de los clanes más importantes de los periodos Heian, Kamakura y Muromachi. A los dieciséis años, Kagemasa luchó contra el clan Minamoto en la guerra de Gosannen 後三年合戦. Durante la batalla perdió un ojo debido a una flecha enemiga, sin embargo, siguió luchando valerosamente. Por esto, fue divinizado y venerado como un dios, pero después fue transformado a portador de enfermedades y desgracias y, finalmente, a yokai.
En Nagano, se cuenta que un dios, identificado como un monje budista, perdió un ojo por causa de una rama de sésamo. Es por esto que en algunas partes de Japón se evita cultivar ciertas plantas: sésamo, bambú, pino, castaño, etc., dependiente de la variación que tenga la historia.
Se cree que el Mehitotsubo trae enfermedades y pestes. Por eso, las familias en Japón utilizan varios métodos para espantarlo. A finales de año, que es cuando se cree que baja de las montañas a las aldeas, se cuelgan canastas con tramas que se asemejan a estrellas u ojos, cosas que ahuyentan a los malos espíritus. Otro método consiste en colgar sardinas con los ojos atravesados por clavos. Por otro lado, los niños son obligados a comer habas rojas, que fortalecen el sistema inmunológico y son detestadas por el Mehitotsubo.
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Fuentes de imágenes:
Sawaki Sushi "Mehitotsubo " Hyakkai - Zukan.
Escultura de Mehitotsubo en Japón.
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mitosjpenespanol · 2 years
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Mitología y cuentos de Japón
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京都 下鴨神社 kyoto shimogamojinja shrine
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京都 護王神社 kyoto goojinja shrine
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京都 北野天満宮 kitanotenmangu shrine
🎍新年明けましておめでとうございます🎍
 Happy new year
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mitosjpenespanol · 2 years
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力ばか Riki Baka
En un pueblillo japonés vivía un joven Riki, al que apodaron "Riki el tonto", pues tenía la mentalidad de un niño y la fuerza de un adolescente.
A los dieciséis años era corpulento, fuerte y alto; sin embargo, corría y jugaba junto con los niños pequeños. Los niños mayores, de siete en adelante, lo rechazaban, pues era incapaz de comprender las reglas de los juegos y memorizar las cancioncillas que los acompañaban. Su juego preferido era montar un palo de escoba como si fuese un caballo. Jugaba a cabalgar durante horas y descendía bruscamente desde un montecillo, riendo y gritando fuertemente, y corría desde las faldas del montecillo hasta su casa a toda velocidad.
Aunque los vecinos eran pacientes y buenos con él, pronto se quejaron de él por el escándalo que hacía cuando jugaba en el montecillo, y porque un día incendió una casa al dejar caer un fósforo. Cuando era reprendido, se inclinaba con humildad y se alejaba entristecido arrastrando su palo de escoba.
Un día Riki dejó de andar por el pueblo, nadie lo había visto de nuevo. Lafcadio Hearn, quien escribió esta historia y puso en su libro Kwaidan, buscó al leñador del pueblecillo para preguntar por el desdichado muchacho. - Murió. Riki Baka murió de alguna extraña enfermedad que impedía que su cerebro se desarrollara - Dijo el leñador.
Hearn escuchó también de aquel hombre que se escuchaba por ahí una historia muy extraña sobre Riki:
Cuando murió, su madre escribió su nombre en la palma izquierda del cuerpo; escribió Riki en Kanji (力 que significa fuerza), y Baka en hiragana (ばか, tonto). Posteriormente, rezó porque su hijo pudiese reencarnar en un cuerpo y mente saludables, y en condiciones económicas favorables.
Tres meses después nació un niño en la noble casa de Nasigashi - Sama. Era un hermoso y sano niño, perfecto, salvo por una extraña marca en su palma izquierda que decía claramente "Riki Baka". La familia sabía que esa marca significaba que el nacimiento respondía a la súplica de alguien.
Después de investigar, conocieron el caso de Riki y de su muerte reciente. La familia de Nasigashi - Sama se conmovió, pero su madre estaba consternada por la palabra "Baka" en el niño y quería borrarla. Para ello, debía frotar la piel con un poco de tierra de la fosa que cubría los restos mortales de la existencia anterior del alma. Fue así como la familia buscó a la madre de Riki, quien indicó el lugar del entierro, y la marca desapareció después de frotar la piel.
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あげておめでとうございます!
Créditos de la imagen: Kitao Shigemasa. Joven niño vestido como Daikoku. Museo de Bellas Artes de Boston.
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mitosjpenespanol · 3 years
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OBon お盆
Existe un ritual japonés en el que, al morir, el cuerpo del fallecido debe lavarse y afeitarse, vestirse con ropajes blancos y colocársele alrededor del cuello un monedero con tres o seis monedas, en preparación para cruz el río de los muertos, el “río de los tres cruces”, Snazu no Kawa (三途の川). En la orilla del río espera la “anciana de los tres cruces” a la que se le debe entregar el dinero. Si no lo recibe, quitará los ropajes al fallecido y los colgará en un árbol. Después de lograr atravezar el río, al espíritu le esperan los terribles tormentos del infierno budista, y la sentencia de Emma-Ô (閻魔王) , el señor de los muertos. 
En Japón, las almas de los muertos regresan al la tierra en el verano. En el periodo festivo OBon, que sucede entre julio y agosto, se realizan distintas fiestas a lo largo de todo el país, siendo la más importante la del mes de agosto, el día 13.
Aunque la muerte puede ser un tema sombrío para algunos, el periodo de OBon involucra infinidad de danzas que le otorgan un carácter único y festivo. El origen de estas puede encontrarse en la viaje leyenda budista de Mokenren. Buda le concedió el privilegio de visitar a su madre fallecida en el Gakidō “círculo de la penitencia”. Allí pudo ver cómo ella sufría de terribles castigos. Conmovido, le ofreció un plato de comida. Pero este se prendió en llamas cuando el pobre espíritu trató de comer un poco.
Entristecido, Mokenren regresó a preguntó a Buda qué podía hacer para dar paz al alma de su madre. Buda le respondió que debía alimentar a los espíritus de los grandes sacerdotes de todos los países “el día décimoquinto del séptimo mes”. Mokenren obedeció y, cuando regresó al Gakidō, vio a su madre danzando de felicidad. Este es el origen de las danzas y bailes de OBon. 
Según la región donde se celebre, existen diferentes costumbres y tradiciones. La mañana del 13 de agosto, se colocan esterillas de fibras de arroz en los santuarios de las casas y se preparan alimentos para honrar a los espíritus. Al anochecer, las calles se llenan de la luz de las antorchas y en las entradas de las casas se colocan linternas de brillantes colores para dar la bienvenida a los espíritus. Algunas personas acuden a los cementerios a visitar los restos mortales de sus seres queridosy ponen flores en jarrones de bambú.
En algunos sitios se preparan unos vehículos con forma de animal hechos de berenjena y pepino llamados “espíritus de caballo”, que sirven para que las almas de los difuntos hagan su viaje de ida y vuelta. 
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La costumbre más popular y conocida en el resto del mundo es la ceremonia de “los fuegos de despedida”. En muchos sitios consiste en colocar linternas encendidas en los ríos para que sean arrastradas por la corriente. En Kioto, se hace una ceremonia conocida como “Fuegos de despedida de los cinco templos”. En cinco puntos de las montañas que rodean Kioto hay inscritos en sus laderas cinco grandes caracteres a los que se les prende fuego el último día de OBon. 
El OBon puede tener su origen en el Sraddha de la India; sin embargo, en Japón tiene un tono único, bello y melancólico…
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Comida de funeral, caballos de pepino y berenjena. 
Ceremonia de “fuegos de despedida de los cinco templos”. 
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mitosjpenespanol · 3 years
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Jizo ,Kamakura
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mitosjpenespanol · 3 years
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山童 Yamawaro
Se dice que en los bosques suceden muchos fenómenos extraños: las montañas parecen murmurar, los árboles caen sin explicación alguna causando un fuerte estruendo, y en algunas ocasiones pueden verse árboles consumiéndose por el fuego.
En otros sitios de Japón se le atribuyen tales fenómenos al tengu. Pero en la isla de Kyūshū se le atribuyen a Yamawaro, el niño de montaña. Este se describe como una criatura que tiene la estatura de un niño, su cuerpo está cubierto de pelo y se alimenta de los cangrejos que caza en la playa. Algunos dicen que tiene un solo ojo, aunque es probable que esto se deba a que lo confundieron con otro tipo de criatura.
El Kappa es un yokai que es comparable al Yamawaro. Es por eso que en ciertos lugares se cree que en la estación otoñal el Kappa sube a las montañas y se transforma en Yamawaro, y hasta que regresa a los ríos vuelve a su forma original.
Yamawaro acepta sake y arroz a cambio de ayudar a los campesinos en la siembre y la cosecha, de esta manera se puede vivir en el mismo territorio que él sin incidentes. Pero cuando las personas invaden su espacio de forma excesiva y dificultan su paso por los caminos, provoca incendios y enferma a las personas de lepra. Cuando las personas no son invasivas pero viven cerca de él, Yamawaro entra sus casas buscando la bañera. Las personas pueden darse cuenta de ello porque deja el baño sucio, lleno de lodo y con un hedor bastante malo.
Cuando algún viajero duerme en la montaña, principalmente en las cimas, que son las zonas del Yamawaro, debe pedir permiso para dormir; y de los frutos que recolecte, debe separar un poco y ofrecerlo al Yamwaro.
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Créditos de imagen: Fragmento de "Bakemononoe".
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mitosjpenespanol · 3 years
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mitosjpenespanol · 3 years
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鎌鼬 Kamaitachi
La comadreja (Mustela itatsi) es nativa de las zonas frías de Japón. Alcanza unos 35 centímetros de longítud y su pelaje es de color marrón anaranjado. Como muchos animales que habitan Japón, la comadreja ha sido relacionada con lo sobrenatural y se convierte en yokai.
Como yokai, la comadreja tiene hoces en lugar de patas que causan heridas profundas y dolorosas. El kamaitachi explica un extraño fenómeno que aún no ha podido ser explicado por la ciencia: un torbellino con un centro vacío que corta la piel al impactar con el cuerpo. Muchas personas fueron encontradas inconscientes en la calle. Al recobrar la conciencia, explicaron que sintieron un viento repentino golpearles; después de unos minutos, sintieron un dolor agudo en ciertas partes del grupo y después perdieron el conocimiento. Se le atribuyeron estos ataques al kamaitachi.
En cada zona de Japón hay variaciones en la historia del kamaitachi. En algunos sitios se dice que estos ataques en realidad los hacen "hoces salvajes", es decir, hoces abandonadas en el campo que se convirtieron en tsukumogami. En Gifu, los responsables eran tres dioses; uno que tiraba a la persona al suelo, otro que cortaba con navajas y otro que aplicaba un ungüento coagulante. En Nagano, se decía que al pisar un calendario se invocaba al kamaitachi y atacaría. En Kochi, quemar un calendario era la forma más eficaz para evitar su ataque.
En Pokémon, aparece un pokémon de nombre Sneasel, inspirado en el kamaitachi.
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mitosjpenespanol · 3 years
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見越し入道 Mikoshi Nyūdō
En la era Shōtoku (1711 - 1716), un comerciante de nombre Zenemon se dirigía a caballo a la ciudad de Nagoya. Era de noche, el camino lucía tranquilo y silencioso, salvo por el murmurar de las hojas de bambú al moverse con el viento.
A medio camino, un inesperado viento lo hizo caer del caballo. Trató de levantarse en vano, pues se sentía debilitado, sin fuerzas. Notó que su caballo también flaqueaba. Tratando de reponerse, vio en medio del camino a un bonzo pequeño, de un metro de alto. Se esforzó por encontrarle el rostro e inesperadamente el bonzo empezó a crecer. La mirada de Zenemon fue del suelo al cielo, viendo como el bonzo crecía y crecía. Alcanzó una altura tal que le pareció del mismo tamaño que aquellas esculturas de los guardianes de Buda que protegen los templos, de unos cuatro metros de altura.
El bonzo gigante empezó a caminar en dirección a Zenemon y su caballo. Este empezó a arrastrarse espantado intentanto escapar en vano. Se cubrió el rostro ante la pisada inminente de aquel monstruo humanoide; pero, al pasar este encima de él y de su caballo, se evaporó.
Zenemon logró recuperarse de aquel extraño evento. Respiró hondo, vio como su caballo recuperaba las fuerzas. Lo montó y cabalgó lejos de allí deseando encontrar posada pronto.
Al amanecer, encontró una choza y pidió descansar allí por un rato. El dueño le ofreció un poco de comida; durante la conversación, Zenemon preguntó si por aquellos lares sucedían cosas sobrenaturales, o particularmente, se aparecía un bonzo colosal. La sonrisa del dueño se borró e hizo una expresión de gravedad: "El bonzo gigante. Te topaste con el viejo mikoshi nyūdō."
Zenemon partió en la tarde rumbo a Nagoya. Pronto olvidó el evento y las palabras del dueño de la choza. Cabalgó y llegó a su destino sin mayores contratiempos. Fue a una posada a comer algo, pero en esa ocasión no pudo probar bocado alguno, pues un agudo dolor lo dejó retorciéndose en el suelo. Varios médicos lo atendieron sin ninguno lograr apaciguar su dolor. Tres días después de haberse encontrado con el bonzo gigante, Zenemon murió.
El mikoshi nyūdō es un yokai que aparece en los caminos que tiene como particularidad crecer desproporcionalmente a medida que la víctima lo observa. Aparece en el camino como un bonzo pequeño. Poco a poco se acerca y, conforme la persona trata de observarlo, comienza a crecer. Se dice que para evitar que siga creciendo simplemente hay que no verlo, o recitar "見こした" (te he visto). Cuanto más trata uno de encontrarle el rostro, más crecerá. El mikoshi nyūdō no causa daño alguno. Aunque parece que se avalanzará sobre uno y lo aplastará, no lo hace. Sin embargo, sí es presagio de muerte y enfermedad.
En Fukushima se cree que la comadreja se convierte en bonzo y atacá cortando el cuello de la persona con las hoces que tiene en lugar de patas. Aunque se dice que tomándola y golpeándola contra el suelo se evitará el ataque, es un poco difícil tomarla debido a sus filosas hoces.
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¡神话 Mitología y Cuentos de Japón cumple 5 años hoy!
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mitosjpenespanol · 3 years
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髪切り El cortapelos
Durante el periodo Edo, entre los siglos XVII y XIX hubo numerosos casos de mujeres atacadas cuando hacían mandados en la noche. Los extraños ataques consistían en que las mujeres sentían una extraña pesadez en la cabeza. Cuando ya podían andar con normalidad, regresaban a la casa y notaban que no traían el moño (el cabello que se ataba).
Aunque seguramente se trataba de criminales con alguna obsesión por el cabello, muchos concluyeron que era un monstruo invisible, el kamikiri. Fue descrito como un ser con forma de gallo y cuyas extremidades superiores terminaban en unas fuertes tijeras que recuerdan a un escarabajo llamado kamikirimushi, un insecto que tiene mandíbulas en forma de tenazas y unas largas antenas.
No hay registros formales que expliquen el origen del kamikiri, pero la tradición oral se encargó de conservar y transmitir los episodios en los que hombres y mujeres, principalmente mujeres, sufrieron de su ataque y regresaron a casa sin el moño o coleta. Muchos lo identificaron como kitsune, un yokai con forma de zorro, pues en el libro compilatorio Taiping Guangji de historias chinas, se describe un zorro que también corta el cabello de forma muy similar.
A mediados del siglo XIX sucedió en Japón la Restauración Meiji, periodo de profundos cambios entre los cuales sucedió la pérdida del poder de los samuráis. Estos abandonaron su característico peinado, y las mujeres hicieron sus peinados cada vez más sencillos. Con esto, el kamikiri dejó de manifestarse hasta que, finalmente, fue olvidado.
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mitosjpenespanol · 3 years
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Tanabata 
Las estrellas amantes
El dios del firmamento tenía una hija llamada Tanabata (u Orihime). Ella pasaba el tiempo tejiendo maravillosas prendas para su padre. Un día, mientras trabajaba arduamente en el tejido, vio a un atractivo pastor que cuidaba un buey. Tanabata se enamoró de él y el joven de ella. Sabiendo lo que su hija sentía, el dios del firmamento permitió que se casaran. 
De tanto amarse el uno al otro, cada uno descuidó sus labores: Tanabata dejó de tejer y el joven, Hikoboshi, abandonó al buey. El dios del firmamento resolvió separar a los esposos por un río celestial. Solamente una vez al año podrían verse, ayudados por un puente de aves sobre el río. 
Desgraciadamente, la espera era a veces en vano, pues si llovía demasiado, el río se volvía muy ancho y las aves no terminaban el puente. 
Esta bella leyenda, adoptada por Japón en la era Heian, aún es conmemorada en la actualidad. El séptimo día del séptimo mes se organiza un festival donde miles de colores de papel penden de los árboles con los deseos de los japoneses. Desde la adopción del calendario gregoriano, la fiesta se suele hacer cada siete de julio. Siendo de origen chino, la leyenda se ha extendido a la mitología y cultura de muchas otras naciones del extremo oriental asiático, por lo que hay festivales similares en otros lados, principalmente en regiones con gran influencia china. 
La hija del cielo y el pastor son representaciones simbólicas de las estrellas Altair y Vega, respectivamente, las más brillantes de entre las estrellas más cercanas a la tierra. La belleza del mito radica en la romántica y sensible manera que el ser humano encontró para explicar un fenómeno natural; el ser humano siempre ha visto reflejadas en la naturaleza las pasiones violentas de su espíritu…
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Notas: Esta versión de la leyenda ha sido extraida de los escritos de Frederick Hadland Davis. La historia presente variaciones dependiendo del mitógrafo.
- “Noche de Tanabata” por Oda Mayumi. 
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my neighbor totoro [となりのトトロ ] + nature & rain
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Shiryo
Espíritu de un difunto, el fantasma de un muerto.
Nemoto Yajiyemón era el daimyō de Echizen. Era un hombre justo, ahorrador y amable con todos. El día que murió, todos sus súbditos lloraron su partida, a excepción de los sirvientes de su palacio, que sabían que el el hombre había dejado una cuantiosa fortuna. Aprovecharon que la familia de Yajiyemón estaba inmersa en las celebraciones fúnebres y se organizaron para robar la fortuna del finado.
Con el pretexto de pagar algunas deudas pendientes, accedieron a los documentos privados y los modificaron para hacer creer que las deudas eran mayores que la fortuna que había dejado. Además, poco a poco sacaron los muebles y objetos del palacio hasta dejarla vacía.
No teniendo recursos para pagar lo supuestamente adeudado, la familia de Yajiyemón fue exiliada de Echizen, pues en aquel tiempo los descendientes eran los responsables de las faltas del padre fallecido.
La desdichada viuda fue llamada al tribunal para escuchar el decreto que oficialmente la expulsaba a ella y a sus hijos de la ciudad. Con gran pesar se dispuso a escuchar la sentencia. A su alrededor, los sirvientes que habían urdido el engaño fingían aflicción, pero en su interior esperaban que pronto terminara la reunión para disfrutar de la fortuna que acababan de robar.
Una joven sirvienta que desconocía lo sucedido empezó a sentirse mareada y a murmurar cosas incomprensibles. Su murmurar cada vez era más rápido y fuerte, lo que llamó la atención de los presentes. Exasperado, el funcionario del tribunal se detuvo, pero la joven comenzó a convulsionar y tanto él como los asistentes intentaron ayudarla.
Antes de que la joven fuese tocada, rápidamente se levantó con un semblante serio. Y con la voz de Yajiyemón, empezó a hablar: "Escúchenme. Yo soy Yajiyemón y he vuelto a contarles toda la verdad. Estoy lleno de rabia y dolor, pues mis sirvientes han ensuciado mi nombre y han dañado a mi falilia. Son ingratos ¡y también son unos criminales! Quiero que en mi presencia se verifiquen los libros del metsuké, pues yo no le debo nada a nadie. ¡Exijo que se le devuelva todo a mi esposa e hijos!".
Todos en el tribunal guardaron silencio. Estaban espantados. Finalmente, se mandaron traer los libros contables del funcionario de la administación y la muchacha, hablando como el difunto, explicó detalladamento lo registrado en el libro. Además, realizó los cálculos y escribió la información en un papel con la misma caligrafía que el hombre. Se comprobó que Yajiyemón no debía nada; por el contrario, había un exedente en la caja del tesoro, por lo que su fortuna debía ser reestituida y entregada a sus hijos y esposa, quienes injustamente estaban siendo exiliados.
Terminada la revisión, la mujer, con la voz y los movimientos exactos del finado, dijo: "Ha quedado demostrado que fui traicionado por los trabajadores de mi propia casa. Mi nombre está limpio, vuelvo al lugar de donde he venido". La joven puso los ojos en blanco y se desvaneció.
Durante dos días la doncella permaneció inconsciente. Cuando despertó, no recordaba lo ocurrido. El espíritu de Yajiyemón la había poseído. La mujer fue atendida por sacerdotes budistas para que recuperara sus fuerzas; se celebraron ceremonias por el descanso del daimyō y los empleados infieles fueron exiliados de Echizen.
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Fuente de la imagen: Utagawa Toyokuni "Actor Onoe Matsusuke como un fantasma, fragmento de tira que muestra a Matsusuke en varios papeles". Museo de Bellas Artes de Boston.
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La historia de Tomotada y Aoyagi
En la era Bummei (1469 - 1486) vivió el samurái Tomotada, quén trabajaba para el daimyō de Noto. Nacido en Echizen, desde muy joven trabajó como paje en Noto; el daimyō lo instruyó en el arte de la guerra para que se convirtiera en un gran samurái. Además de lograr aquello, Tomotada creció y se convirtió en un hombre bello, amable, decidido y admirado por sus compañeros y los servidores del palacio.
Cuando cumplió los veinte años fue elegido para cumplir una misión especial en la capital, Kyoto. Como en el trayecto debía pasar por Echizen, Tomotada pidió permiso para visitar la casa materna.
El día del viaje hubo una tormenta de nieve que dejó a todo el país cubierto de blanco. A pesar de que Tomotada tenía un estupendo caballo, este avanzaba con lentitud y cansancio debido al clima. El camino tenía tantos accidentes y lugares inciertos que no pudo llegar al hogar materno.
Reclinado en un árbol, tan agobiado como su corcel, Tomotada cerró los ojos por unos momentos; al abrirlos, notó que no muy lejos había una tenue luz, había una choza rodeada de árboles en medio de la tempestad de nieve, y se apresuró a llegar para solicitar posada. Una anciana abrió la puerta cuando escuchó los golpes que Tomotada daba en las ventanas. Al ver al bello extranjero, le permitió la entrada inmediatamente y lo acercó a una hoguera alimentada con ramas de bambú. El esposo de la anciana le ofreció un poco de comida.
Detrás de un biombo, pudo ver la silueta de una joven mujer. Intrigado, Tomotada observaba esperando que la mujer mostrara su rostro. Al notarlo, el anciano exclamó: "Disculpe señor, detrás del biombo está mi hija Aoyagi, ella es una pobre aldeana y no merece vuestra presencia. Le ordenaré que os sirva un poco de vino y perdone sus modales, ella no ha recibido ningún tipo de educación, pues somos muy pobres".
La mujer atendió las órdenes de su padre, y Tomotada pudo comprobar lo que la silueta ya le hacía deducir: Aoyagi era hermosa. A pesar de su ropa harapienta y su cabello desordenado, deslumbraba y se movía con tal gracia que Tomotada dudó que realmente no haya recibido ningún tipo de educación. Aoyagi sirvió el vino y los acompañó en la mesa evadiendo la mirada del samurái, pues ella también lo había encontrado muy atractivo.
Como la tormenta de nieve no terminaría pronto, el anciano lo invitó a quedarse en la choza por algunos días, hasta que el sol saliese de nuevo. El joven aceptó agradecido, y estaba feliz de poder estar cerca de aquella joven mujer que lo había deslumbrado.
Al pasar los días, los jóvenes se hicieron cercanos; de evadirse la mirada, comenzaron a mirarse fijamente por largo tiempo; después, intercambiaban unas cuantas palabras, hasta que comenzaron a dedicarse románticos versos el uno al otro. El anciano advertía constantemente a Tomotada que Aoyagi no sería una esposa digna, pues no tenía educación, además, como no estaba acostumbrada a las visitas de personas de la nobleza, sus modales eran rudos y su andar torpe. Pero Tomotada, por el contrario, admiraba la gracia y delicadeza de Aoyagi, y pensaba que ella debía de ser alguna enviada dividina.
Llegado el día de la partida, Tomotada no se sentía capaz de dejar a la mujer que amaba, así que la pidió en matrimonio a sus padres. Sorpendidos, los ancianos expresaron su preocupación, pues pensaban que el daimyō de Noto no aceptaría el matrimonio entre un samurái y una campesina, pero Tomotada no estaba dispuesto a partir sin ella. Preocupados pero agradecidos, los ancianos permitieron que el samurái se llevase a Aoyagi para hacerla su esposa.
Durante el viaje a Kyoto, Tomotada empezó a sentirse preocupado. Después de cumplir su misión, era importante conseguir el permiso del daimyō para casarse; además, temía que la belleza de Aoyagi llamara la atención, así que, en cuanto llegaron, se esforzó por ocultarla. Pero los cortesanos de Kyoto notaron el extraño compartamiento de Tomotada y finalmente desubrieron que ocultaba a una mujer hermosa.
El daimyō de Kyoto, adicto a los rostros hermosos, le ordenó a Tomotada que le llevara a la mujer que ocultaba. Este no pudo rehusarse. Tomotada estaba muy aflijido, había obrado mal al ocultarla y en tomar la decisión de casarse sin antes hablarlo con el daimyō de Noto. Sin embargo, amaba tanto a Aoyagi, más que a su señor, por lo que estaba dispuesto a huir si ella aceptaba.
Como en el palacio de Kyoto era imposible enviar cartas sin que estas fuesen interceptadas, escribió un mensaje a Aoyagi en forma de poema en chino, sabría que ella entendería lo que encerraba aquel poema.
Esperó pacientemente a recibir una respuesta, pero en su lugar recibió con pena la orden de presentarse ante el daimyō de Kyoto. Cabizbajo pero preparado para recibir su sentencia de muerte, escuchó las palabras del daimyō, leía el poema en chino que había escrito a Aoyagi.
Cuando levantó el rostro, pudo ver que aquel señor lloraba conmovido, nunca había leído un poema tan triste, y comprendió que había separado a dos personas que se amaban. En un acto de bondad, el daimyō perdonó la imprudencia de Tomotada y en ese momento ordenó que se celebrara la boda. Aoyagi apareció vestida como una verdadera princesa, resplandeciente y por sus mejillas corrían lágrimas de felicidad. Los cortesanos de Kyoto los colmaron de regalos y desearon su felicidad.
Tomotada y Aoyagi vivieron muy felices durante cuatro años. En el último año, mientras conversaban, Aoyagi gritó de dolor y se desplomó. Tomotada llamó a un médico que logró reanimarla, pero Aoyagi solo despertó para pronunciar estas palabras: "Me muero. No es algo imaginario, lo sé. Mi alma es el alma de un árbol y mi sangre es la savia de ese sauce llorón. En este momento están cortando mi árbol. Por ello ¡moriré!
El samurái no podía creer lo que escuchaba. Aoyagi se retorcía de dolor y, en un intento por detener su dolor, Tomotada la abrazó, pero en el lecho sólo quedaban sus ropajes y los broches que sostenían sus suaves cabellos. Su cuerpo se había desvanecido.
Tomotada se hizo monje budista. Se afeitó la cabeza y se hizo ermitaño. Viajó por todo Japón rezando por Aoyagi en cada templo que visitaba. En una ocasión que pasó por Echizen, decidió visitar la choza de los padres de Aoyagi. Para su sorpresa, no había rastro de choza alguna, en su lugar, había tres troncos de sauces llorones, dos gruesos y viejos, y uno delgado y joven, al ras de la tierra. Al pie de los troncos, Tomotada eirigió un monumento fúnebre, en el cual grabó textos sagrados.
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Créditos de la imagen: Susuki Kazon "La bella y el sauce llorón" (1908). La imagen pertenece a Japanese Art Open Database.
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