Don't take
These beautiful things that I've got.
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I cry out for magic, I feel it dancing in the light.
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Wind from the Sea, 1947.
Andrew Wyeth
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Downstairs - Frank Gregory , 2021.
American,b. 1962 -
Oil on canvas , 22 x 16 in.
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Tadanori Yokoo,
Red Town, 2001
acrylic on canvas
Hara Museum
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Thamar estaba soñando
pájaros en su garganta.
Federico García Lorca.
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Siempre llamaba al océano la mar, que es como lo llama la gente que lo ama. A veces quienes lo aman hablan mal de él, pero siempre lo hacen como si fuese una mujer. Algunos pescadores más jóvenes, los que utilizan boya para los sedales y tenían botes a motor, comprados cuando los hígados de tiburón se pagaban a buen precio, lo llamaban el mar, en masculino. Y hablaban de él como un rival, o un lugar, o incluso un enemigo. Pero el viejo siempre se refería a él en femenino y como algo que concedía o rehúsaba grandes favores y que si hacía cosas malvadas y violentas era porque no podía evitarlo.
El viejo y el mar, Hemingway.
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Contra Gide y la escritura del intelectualismo, escogí a Hemingway y la literatura de los hechos.
George Steiner
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Seguro que debió de llenar psiquiátricos enteros de amantes desesperados.
Adeline Dieudonné
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—Lawrence es uno de esos tipos que dicen ser autosuficientes y que terminan siempre añadiendo, como post scriptum: —… No venga, no hace ninguna falta, pero, si quiere venir me daría una gran alegría…
Miguel Torga
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¡Qué triste es esto de escribir! ¡Secos como palos en la vida, y después nos sale la ternura por el pico del plumín! A mí me ocurre. Y como nadie me lee —o, al menos, no me leen los que más me gustaría que recibiesen mi ternura (mi madre, mi padre, mi hermana, esos amigos rudos que tengo en mi pueblo y esos pobres desgraciados que voy encontrando por este mundo)—, todo queda en letra muerta.
Miguel Torga
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And someone is calling my name from the back of the restaurant.
And someone is playing a game in the house that I grew up in.
And someone will drive her around down the same streets that I did.
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¡Cómo se pierde uno! El lenguaje que mi sangre entiende, es el de aquí. La comida que mi estómago desea, es la de aquí. El suelo que mis pies saben pisar, es el de aquí. Y, no obstante, yo ya no soy de aquí. Soy como esos árboles trasplantados, que no gozan de buena salud en el nuevo suelo, pero que se mueren si vuelven a su tierra natal.
Miguel Torga.
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Y así me fui, calle adelante, sintiéndome lo más cerca posible de mi propia realidad: un hombre desnudo, envuelto en tres metros de negrura, y traspasado por un terror profundo que no dice de dónde viene ni adónde va.
Miguel Torga.
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Dulce introducción al caos.
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Pero para hacerte entender, para darte mi vida, debo contarte una historia —y hay tantas y tantas— y ninguna de ellas es verdad.
Virginia Woolf.
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Aeropuertos, vicios caros. Son los restos del naufragio.
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