Tumgik
spnimaginesonehots · 7 years
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spnimaginesonehots · 7 years
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spnimaginesonehots · 7 years
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Please, all of you who live in the USA... Please, stay safe.
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spnimaginesonehots · 8 years
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Todos los fics publicados aquí están ahora en AO3 y los trabajos que haga de ahora en adelante serán publicados primero ahí ¡y automáticamente compartidos aquí!
Sí, ya era hora, lo sé.
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spnimaginesonehots · 8 years
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True love doesn’t hurt so bad.
-No vayas con eso a clase -dijo Dean.
Estaban desayunando en casa, en unos minutos Sam tendría que ir al instituto y Dean bajaría al taller para trabajar. Sam se había puesto una sudadera roja.
-¿Por qué no?-Preguntó Sam, terminando los cereales.
-Sabes que tendrás problemas-respondió Dean, alargando un suspiro.
Dean se estaba refiriendo a uno de los pandilleros que estaba en ese instituto. Gabriel era el menor de los hermanos que formaban una pequeña banda que había en el barrio, sacaba dieces en todas las asignaturas y no por estudiar. Siempre encontraba la manera de copiar sin ser descubierto. Era el último año de instituto para Sam y al menos él ya no tendría que aguantar las gamberradas.
Dean no tenía ninguna queja de los pandilleros hasta hacía unos meses, cuando tres de ellos empezaron a repostar en su taller. Lucifer, Castiel y Gabriel solo tenían que enseñar la pistola para que Dean les rebajase el precio de la gasolina a la mitad o a cero. Sam le reñía porque los rumores decían que esa pistola ni siquiera la llevan cargada nunca, que solo es para asustar a la gente, que solo a los estúpidos les timan. Dean ganaba siempre esa discusión argumentando que no iba a apostar su vida ni la de su hermano a la dudable fiabilidad de unos rumores.
Sin embargo, ya no le salían las cuentas, cada vez había menos comida en el frigorífico. Si el viejo Bobby, ahora jubilado y viviendo a las afueras, se enterase de que se estaba dejando intimidar por tres idiotas... Probablemente le daría un golpe en la cabeza para que espabilase.
Sam estaba ahí sentado delante de él y no parecía dar su brazo a torcer. No, no se quitaría la sudadera.
-Cuando te compres un arma, puede que te haga caso -dijo el menor.
-Ya lo hemos hablado, Sam-se enfadó-. No pienso tener armas en casa, ¡de ninguna clase!
-Si no te impones, van a seguir robando-Sam se levantó y cogió su mochila.
-¿Crees que no lo sé, Sammy?-se levantó Dean, ya poco imponía su altura, pues el hermano menor le había alcanzado-. Pero no quiero rebajarme a eso, iré a la policía.
-Esa sí que es mala idea. Sabes que no harán nada, y si se enteran los capullos esos... Te pegarán una paliza, Dean. No quiero ni pensarlo-se tapó los ojos, triste por la posibilidad.
Dean le abrazó. Aquello les reconfortó a ambos.
-Tranquilo, encontraré la manera de librarme de ellos.
Con eso Sam se fue más tranquilo a clase, aunque Dean quedó igual. Aquella mañana se presentaron temprano esos hombres. El peor, sin duda alguna, era Lucifer. Era el mayor y el único que había estado en la cárcel. Luego estaba Castiel, aquel hombre era más joven, de la edad de Dean, y mantenía calmado al mayor. Gabriel no estaba, habría ido al instituto aquel día, tal vez a repartir marihuana entre los compañeros, porque a clase no entraba nada más que para los exámenes.
Dean salió de debajo del coche en el que estaba y se limpió con un trapo las manos caminando hacia ellos.
-Depósito lleno-espetó el mayor.
Castiel le miraba de arriba a abajo y no decía palabra. Luego desviaba la vista y eso era todo, todas las veces. Castiel llevaba gafas de sol siempre, pero Dean sabía que le miraba y eso le incomodaba, pero sentía que si tenía que dirigirse a alguno de los dos, lo menos peligroso era dirigirse a él.
-¿Me pagaréis esta vez?-Su voz sonó un tanto más apenada de lo que esperaba.
-¿Has oído, Cas?-rio Lucifer-. Creo que este chico quiere que le paguemos.
Castiel dio una última calada a su cigarrillo y lo tiró al suelo. Se acercó a Dean y le echó todo el humo a la cara.
-Tienes cojones, lo admito-dijo Castiel, llevándose la mano al bolsillo-. Pensé que no tendría que sacar la pistola una segunda vez.
Dean se echó atrás, con las manos algo elevadas y mostrando las palmas.
-No quiero problemas, de verdad que no. Necesito el dinero, no alcanzo a cubrir ciertos gastos, ya era difícil antes de que empezaseis a repostar aquí... Por favor.
Castiel inclinó la cabeza a un lado, continuaba apuntándole. Los tres estaban en silencio. Dean ya estaba aguantando la respiración por los nervios. Castiel era más que consciente. Se debatió, pero no dio lugar a que nadie más lo supiera, nadie podía leer su expresión con los ojos ocultos tras esas gafas.
-Que sea medio depósito-sentenció, dándose la vuelta y guardando la pistola en los pantalones.
Dean alargó un suspiro, aliviado porque su vida no corriese peligro, pero triste por no conseguir prácticamente nada. Había sido humillado de nuevo. Y para colmo, Sam volvió a casa con la sudadera y el pelo llenos de pintura azul.
Aquella noche no pudo dormir. Decidió salir a pasear en lugar de dar vueltas en la cama. El taller estaba justo debajo de casa y tenía un cartel luminoso junto a la farola. Le gustaba apoyarse ahí los días de insomnio. Fue entonces cuando le vino una idea descabellada a la cabeza. Aquellos chicos no eran la única banda de la zona, antes peleaban con otra banda, cuando aún no habían establecido acuerdo en los territorios. Los grupos traficaban con secretos de sus rivales, así se aseguraban de que nadie molestase a los otros. Por supuesto, todo secreto tiene un precio. Dean pensaba que si conociese algo, algo sucio, o bastaba con algo de lo que alguno se avergonzase, podría hacer chantaje y que le pagasen lo que debían. También se conformaba con que no volviesen a pasar por su taller.
Era de locos, pero tenía que hacer algo.
Al día siguiente, después de la hora de comer, le dijo a Sam que iría a buscar una pieza para el coche que estaba arreglando. No soportaba mentir a Sam, pero era mejor así, no quería preocuparle. Condujo el Impala hasta el otro lado de la ciudad, allí estaría Crowley. No conocía su verdadero nombre, pero así llamaban al cabecilla de la banda.
Una chica, pelirroja y con la palabra Abbadon tatuada en el cuello, le acompañó a donde estaba aquel maleante.
-Este chico está interesado en secretos-dijo ella. El hombre enarcó una ceja con interés e hizo un gesto con la mano para que se fuera.
-¿Qué te trae por aquí?-Preguntó Crowley, acomodándose en su asiento y ofreciéndole uno a Dean.
-Hace varias semanas que unos chicos me están robando... Quiero que dejen de hacerlo.
-Ya veo... Y necesitas algo con lo que recuperar el status quo, ¿no es así?-Dean asintió con la cabeza gacha-. Bien, sé de un pequeño dato de utilidad, algo que solo sé yo, el afectado y ciertos miembros de su familia de especial selección... Pero deberás pagar por el secreto.
-¿Quién es ese afectado?
-Cas... Se hace llamar.
-Estoy dispuesto a pagar, tengo algo de dinero.
-Amigo, no tienes el dinero suficiente para pagar el secreto peor guardado. Vas a pagarme de otra manera.
-¿Y de qué otra forma voy a pagar si no?-Aquí ya se empezó a preocupar. ¿Era muy tarde para echarse atrás?
-¿Me harías un favor?
-¿Qué?
-Yo había pensado en una posición de rodillas y una caída de pantalones-sonreía con perversión y malicia.
Dean se levantó con algo de miedo. No estaba dispuesto a prostituirse, era lo que le faltaba por oír. Balbuceaba una respuesta torpe en forma de negación cuando se abrió la puerta y entró Cas.
-Menos mal que he seguido a este niño desde que se le ocurrió desafiarme. Debo confesar que no pensé que llegase tan lejos-luego se giró a mirar a la chica-. Gracias, Abby.
La chica miró a Crowley con vergüenza en los ojos.
-Secretos-se excusó.
-Ya hablaremos tú y yo -gruñó el hombre-. Y respecto a esta situación, creo que mi casi desliz justifica tu invasión de territorio. ¿Paz?
-Paz-sonrió Castiel. Luego agarró a Dean por el brazo y se le llevó de allí.
Abrió la puerta del Impala y le mandó sentarse, después se subió en el asiento del copiloto y le ordenó conducir. Llegaron hasta terreno neutro, un descampado en mitad de la ciudad que separaba los dos barrios. Castiel le dijo que apagase el motor, bajó su ventanilla y se encendió un cigarro. Dean esperaba que en cualquier momento le bajase del coche y le pegase hasta dejarle inconsciente. Después seguramente, se llevaría el coche y le dejaría allí. En su lugar, ocurrió esto.
-Tú hermano va al mismo instituto que el mío-dijo Castiel, Dean solo asintió-. Me lo dijo anoche, también me contó que le tiró un cubo de pintura azul. Le pagas los estudios tú, ¿a que sí?-Dean volvió a asentir-. A partir de mañana te pagaré la gasolina. No quiero más misiones suicidas, ¿entendido?-Dean asintió por tercera vez.
Entonces Castiel rompió a reír. Las gafas de sol reflejaban la luz de la calle. Sostuvo el cigarro entre los labios y sacó la pistola, le quitó el cargador y le enseñó que estaba vacío. Parecía estar llamándole estúpido a la cara, pero Dean no dijo nada. Castiel guardó el arma, dio una calada y echó el humo.
-La primera vez pensé que eras un puto cobarde, pero joder... ¡Has ido a ver a Crowley!-Seguía riendo-. Me has puesto cachondo, rubio.
Dean se sonrojó. Estaba aliviado porque nada malo fuese a pasar y todo estuviese solucionado, pero no entendía nada.
-Te diré un secreto y tú a mí uno. Tendremos el trato echo. Ni un solo contacto con ese lado de la ciudad, yo te pago. Nada de problemas. ¿Suena bien?
-Suena bien.
-Tú primero.
Las únicas cosas que a Dean se le pasaba por la cabeza eran los maltratos de su padre, la muerte de su madre... Cosas feas que deben quedarse en la familia y que no le confiaría a Castiel así como así. Indagó un poco en sus vergüenzas. Entonces recordó a Rhonda.
-Tenía diecinueve años. Una chica con la que salí me hizo ponerme sus braguitas. Me gustó -dijo sin más, no queriendo dramatizar ni darle importancia, así puede que Cas no se riese de él.
-¿Eres gay o solo te gusta travestirte?-ladeó una sonrisa.
-Solo fue una vez. Y no, no soy gay... Pero tampoco hetero.
-Bueno-dio una calada y tiró el cigarro por la ventana-, yo si lo soy. Eso era lo que iba a contarte Crowley.
Dean no hubiese supuesto jamás algo parecido. De repente entendió todas aquellas miradas de arriba a abajo que Castiel le echaba en el taller y se acomodó en el asiento con inquietud.
-Espera no haber creado problemas con eso...-trató de cambiar de tema, desviando la vista.
-Oh, no te preocupes por eso, guapo-Castiel se quitó las gafas y atrajo el rostro de Dean desde el mentón.
Dean vio por primera vez aquellos ojos azules. Le hipnotizaron, parecían los de un ángel. Creaban un contraste hermoso con la piel morena de Castiel y tentaban para no dejar de mirarlos nunca. Eran los ojos más bonitos que Dean había visto nunca. Hizo un esfuerzo sobrehumano para volver a ponerse recto en el asiento y con las manos en el volante. Castiel río otra vez.
-No te rías de mí.
-Lo siento, me gustas. Incluso si yo a ti no-dijo con una sonrisa-. Me encantaría echarte un polvo. Es demasiado fácil sonrojarte.
Dean estaba completamente rojo, esa forma de hablar era demasiado para él, le descolocaba.
-¿Tienes que hablar así? Me siento incómodo...
-Lo siento, no sé hablar de otra manera. Dime, ¿tengo alguna posibilidad contigo?
Dean dejó de mirarle, tímido, con las manos en el volante otra vez.
-Tengo que volver, Sam no sabe que estoy aquí y le he dejado a cargo de la gasolinera...
Castiel sonrió, pues Dean no había contestado con un no rotundo. Se puso las gafas y subió la ventanilla. Le dijo que arrancase el coche, que le contase a Sam que había hablado con él y de ahí el olor a tabaco, que habían llegado a un acuerdo. Al principio, a Sam no le gustó nada que Dean le hubiese mentido o corrido algún peligro. Luego simplemente le abrazó con fuerza y se alegró de que todo hubiese salido bien. Ninguno esperaba que de nuevo apareciesen a llenar el depósito a la mañana siguiente.
Castiel le pagó en metálico. Se bajó las gafas de sol lo justo y necesario para guiñarle un ojo.
-Aún espero una respuesta.
Dean se empezaba a sentir alagado por esos ojos que le observaban y se habían fijado en él. ¿Podría ser que detrás de esa fachada hubiese un chico encantador? Por favor, que así fuera.
-No sé, Cas, yo...
-Me portaré bien, lo prometo-dijo-. Solo un paseo. Nos cogeremos de la mano y tomaremos batidos de cereza-rio.
Dean debía de haberse vuelto loco, pero dijo que sí. Hacía mucho que nadie flirteaba con él, que nadie le tocaba ni se tomaba interés. A nadie le gustaba un chico pobre lleno de grasa de motor. Igual que a nadie le gustaba un pandillero que iba por ahí amenazando a gente con una pistola descargada.
Era de noche, Dean salió solo una vez que se aseguró de que Sam dormía. Castiel estaría esperando abajo. Condujeron hasta el descampado, se bajaron del coche y se tumbaron en el césped, mirando las estrellas.
-¿Qué harás cuando entre a la universidad?
Aquella pregunta no la esperaba.
-Me quedaré aquí, trabajando, como siempre. Con eso es con lo que pago todo. ¿Por qué eres pandillero? ¿Por qué el arma?
Castiel rio.
-El arma es cosa de Lucifer. Y prefiero llevarla yo a que la lleve él, como comprenderás. Mi hermano Miguel es el mayor, el empezó a formar la banda para seguir los pasos de papá después de muerto. Lucifer le siguió el rollo, pero la jodió cuando se empezó a manejar con la navaja. Ahora es él el cabecilla, estoy metido en esto porque no conozco otra cosa. Ellos son los que me dan de comer, y uno no muerde la mano del que te da de comer.
-Yo tengo la custioda de Sam desde los dieciocho. Esto fue lo mejor que nos pudimos permitir, pero no me quedaré siempre. El viejo Singer está a las afueras, cuando haya reunido suficiente dinero, después de que Sam consiga la beca, me iré con él.
-Serás el mismo mecánico, pero a las fueras... No es mala idea. El viejo Singer...-rio-. Ese tipo se hacía respetar. Ni siquiera Crowley se metía con él. Cuando te dejó a ti a cargo del taller, supe que serías buena gente-alargó un suspiro-. Siento haberte robado.
-Yo también-bromeó-. ¿Te largarías de aquí?
Castiel le miró y se recostó de lado. Le acarició el brazo hasta cogerle de la mano, entrelazando los dedos.
-¿Es una proposición?-se insinuó, aproximándose lentamente. A Dean se le erizó la piel, entrecerró los ojos y entreabrió la boca. Se besaron despacio, humedecieron los labios con los del otro, acabaron por jugar sus lenguas mientras se acariciaban la cintura y la espalda. Varios minutos pasaron en un silencio que solo era interrumpido por sus respiraciones y no por palabras. Se acurrucaron el uno con el otro hasta que ya era muy tarde en la noche-. Deja que conduzca, te llevaré a casa. Tienes que dormir.
Dean musitó algo ininteligible y luego le dio las llaves, el pobre estaba muerto de sueño. Tendría que dormir la siesta en el descanso.
...
-¿A dónde fuiste anoche?
Sam lo preguntó a la hora de comer, con la mirada clavada en el plato. Mierda. Pensaba que estaba durmiendo. Dean tragó el bocado que había dado y bebió agua.
-¿Te has metido en líos?-Insistió Sam.
Dean respiró hondo.
-No. Salí con Cas...-confesó-. Por favor, deja que me explique antes de decir nada. No es lo que parece...-observó a Sam cruzarse de brazos y morderse la lengua-. Sam...
-Hace dos días te apuntaba con un arma y nos robaba. Ahora sales con él. Está todo claro-hablaba cortante.
-Sam por favor...-se frotó el rostro-. ¿De verdad me crees tan idiota? ¿Por qué me juzgas así? Sí, eres un genio a la hora de estudiar, y te encanta y doy todo lo que tengo para que puedas hacer lo que yo jamás podré. Deja de cuestionar cada cosa que hago y confía un poco en mí, ¿quieres?
Sam se quedó en silencio.
-Lo siento...
-No pasa nada-suspiró-. Sé que te preocupas por mí... Pero te digo que no hay de qué preocuparse. ¿Vale? He podido conocer a ese hombre, y es bueno. Está metido en toda esa mierda porque son su familia, porque no conoce otra cosa y... Nadie más sabe que es gay, así que te agradecería que no le dijeras a nadie.
Aquello Sam podía entenderlo, pues sabía el infierno que pasó Dean cuando su padre se enteró de que también le gustaban los chicos además de las chicas. Menos mal que aquel hombre ya no tenía su custodia. También era consciente de que ir pregonando una orientación sexual en ese barrio podría ser peligroso.
-Te prometo que nadie lo sabrá por mí, Dean.
-Gracias, pequeño.
-Pero oye, ya que salís juntos... ¿Podrías dejarle caer que su hermano Gabriel me deje en paz?
Dean rio.
-Puedo intentarlo.
...
Llevaban una semana escapándose por las noches al descampado. Un par de veces, Cas llegó a entrar a casa y saludó a Sam. Fue una semana de largos paseos, largos besos, conocerse, reír, beber... Y nada más. Hasta que Sam le dijo que iba a quedarse a dormir en casa de un compañero de clase, que se quedarían hasta tarde preparando un examen. Dean le dejó en la puerta de casa de aquel chico y le deseó suerte. Inmediatamente después volvió a casa más veloz que una bala, Castiel ya estaría en la esquina, esperándole como siempre.
-Dean, ¿dónde estabas?-Dean salió del coche sonriendo-. ¿No vamos al descampado?
-No, esta noche no. Sube, tengo una sorpresa.
Abrieron la puerta y subieron las escaleras desde el taller hasta el apartamento. Castiel no se extrañó por que la casa estuviese en silencio, Sam siempre solía ir a dormir a esa hora si no tenía nada que estudiar. Entonces, cuando Dean hubo cerrado la puerta, besó a Cas con fuerza.
-Dean, ¿y...?
-No está -sonrió ampliamente, mostrando su dentadura, mordiéndose el labio inferior.
-¿No está?-se alegró.
-Y tengo condones y lubricante en mi mesita de noche...-Insinuó a su oído.
Castiel le agarró y le puso contra la pared bruscamente, besándole el cuello.
-Me encanta cuando hablas sucio...-empezaron a tirar de la ropa del otro, tropezando consigo mismos de camino al dormitorio-. Joder, Dean, que ganas tengo de follarte...
-Querrás decir de hacerme el amor-se burló.
-Yo te hago lo que tú quieras, pecas-le mordisqueó el labio.
Se habían quitado los zapatos, las camisas y las camisetas. Sus torsos estaban desnudos cuando Castiel empujó a Dean contra la pared. Se siguieron besando, desabrochando impacientemente los vaqueros del otro, tomando en la mano más hábil la erección por encima de la ropa interior. Castiel ondeaba las caderas entre sus piernas y se echaba hacia atrás para quitarle a Dean los pantalones y los calzoncillos. Después dejó que Dean le quitase a él los suyos. Todo se amontonaba en el suelo a su alrededor mientras ellos se besaban frenéticamente. Daban traspiés torpes hasta el dormitorio, Cas le empujó al colchón.
-¿Dónde está ese lubricante?-Preguntó, de pie y firme frente a él, sonriendo lascivamente.
-En la mesita de noche-señaló Dean desde la cama, impaciente y excitado, con una mezcla de incertidumbre y de ansia en el cuerpo-. Segundo cajón.
Castiel se apresuró a coger los objetos, arrodillándose en el suelo frente a la mesita y rebuscando en el cajón, apartando la ropa interior bajo la que estaban escondidos.
Volvió a ponerse de pie teniendo un preservativo en una mano y el lubricante en la otra. Dean estaba desnudo y dispuesto, esperándole en la cama con la respiración agitada y las piernas entreabiertas, apoyándose en sus antebrazos. Castiel se le quedó mirando, Dean también le miraba tragando saliva.
-¿Qué?-Preguntó Dean.
Castiel sonrió relamiéndose.
-Joder, qué bueno estás...-Dean desvió la mirada por ese comentario y Cas ya no pudo contenerse, dejó caer las cosas en el colchón y gateó sobre Dean-. Voy a comerte, eres irresistible.
-Cas... ngh...-Dean contuvo sus gemidos cuando Castiel empezó a lamerle los pezones, succionando ligeramente con los labios, mordisqueando apenas. Su boca dibujó un sendero a través de su pecho, su abdomen, sus caderas... Le hizo desesperar a propósito y entonces se detuvo antes de rozar su erección.
-Vaya, ¿qué tenemos aquí?-sonrió, Dean se estremeció, pero quedó en silencio-. ¿No respondes? Me ha dado la impresión de que quieres que haga algo... No sé el qué...
-Cállate, cállate-dijo Dean, cerrando los ojos con fuerza, tímido y vergonzoso.
Para Cas era terriblemente excitante que Dean pudiese decir cosas sucias, precisamente porque Dean nunca las diría. Era más que consciente de que le estaba torturando, pero podía asegurar que a Dean le gustaba.
-Vamos, Dean... ¿Cómo voy a saber qué tengo que hacer si no me lo dices?
-Lo sabes perfectamente, hijo de...-gruñó, pero seguía sin dar su brazo a torcer, ni siquiera terminó de decir aquella palabrota-. Cas...-sollozó.
-¿Sí...?
-Por favor...-jadeó-. Co... Cómeme...
Dean dijo aquello en voz baja, sonrojado, totalmente desesperado, sin poder abrir los ojos. Maldiciéndole porque no sabía que pudiese gustarle tanto que alguien le controlase de esa forma. Castiel alargó su brazo para acariciarle suavemente el rostro mientras lamía su glande. Le tomó de la mano entrelazando los dedos y continuó abarcando todo su miembro en la boca.
Dean agarró las sábanas y la mano de Castiel. Dio una bocanada de aire formando una o con sus labios, después dejó escapar un gemido gutural. Hacía demasiado tiempo que nadie le tocaba. Además, Castiel era muy hábil con su boca. Eso le hizo preguntarse con cuántos hombres habría estado, a cuántos habría hecho lo que estaba haciendo ahora para llegar a tal nivel de destreza.
Entonces Cas paró, no en seco, sino gradualmente para luego volver a su altura. Le miró directamente a los ojos. ¿Cómo alguien podía tener esos ojos tan preciosos, tan azules? Al mismo tiempo Cas se prendaba del verde esmeralda en la mirada de Dean. Ambos se preguntaban a la vez hasta que punto apreciaría el otro la belleza en sí mismo y en la del hombre al que miraba. Castiel sostuvo las muñecas de Dean por encima de su cabeza. La respiración del más joven se agitó más aún. La yema de los dedos de Castiel acarició suavemente la muñeca, el antebrazo, pasó por la axila y recorrió la curva inapreciable de su costado hasta la cadera. Le encantaba el cuerpo de Dean.
-No tienes que prestar tanta atención a cada centímetro-dijo Dean, casi sorprendido de tanto esmero y observación.
-¿Ah, no?-Dijo Castiel con cierto desdén oculto-. Pero yo quiero... ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que se repita este acontecimiento? ¿No tengo derecho a disfrutarlo al máximo?
-Sí, pero yo también estoy aquí. Cuenta al menos con mi opinión, ¿no te parece?
Castiel rio ante ese comentario. Le llamó adorable, reconociendo su razón. Le abrazó de la cadera y rodó en la cama hasta que Dean quedó encima de él. Dean se acomodó entre sus piernas.
-Tócame, Dean-pidió-. Seguro que tú me tocas como nadie lo ha hecho antes...
Qué forma tan ligera de traducir un te quiero, fue como si Dean lo leyera entre líneas junto a un confío en ti y un nadie me ha hecho el amor, otro quiero que seas la excepción a mi larga lista de amantes indiferentes y encuentros fríos ocasionales, y una pizca de por favor y gracias. Pero la manera en que Castiel lo dijo de seguro fue la mejor, y Dean le complació en todo. Primero besó sus labios con la inocencia con la que solo Dean podía besar, después y sin romper el beso, le envolvió en caricias con sus manos grandes pero algo inseguras. Dean descendió dando cortos besos, efímeros, hasta llegar a su erección, la que curiosamente trató con la misma suavidad con la que había tratado sus labios. Dean tenía una forma espectacular de practicar sexo oral, y no por ser sucio, sino más bien lo contrario. No succionaba, no hacía sonidos obscenos con su garganta, lo cual ya de por sí es difícil de controlar. Dean le tragaba con disfrute, sin prisa y sin pausa, con cierta delicadeza incluso. Castiel podía imaginar que tantos cuidados, llegados a un punto, le impacientarían y, o bien acabaría por masturbarse y eyacular en su cara y su boca, o bien acabaría por follarle él mismo la garganta. Sin embargo, de momento Castiel no tenía queja ninguna de esos labios carnosos y enrojecidos. Más bien no. Y enredaba los dedos largos en su cabello rubio.
Dean paró, gimió agudamente. Castiel clavó la vista en él y le preguntó si estaba bien, inmediatamente después se percató de dónde tenía Dean su mano libre. Iba más allá de su miembro y de sus testículos. Castiel tiró de él con brusquedad y Dean volvió a gemir en consecuencia, sacando el dedo de su interior, quedando debajo. Cas cogió el lubricante y se echó una buena cantidad en la mano diestra, la puso sobre la entrada de Dean y este se aferró a su brazo con ahínco.
-Sí, Cas...
Atento a su rostro, sus gestos y su voz, Castiel metió el dedo corazón con cautela. Hundió la cara en la piel de Dean al descubrir la estrechez, se esforzó por dilatarle antes de meter el dedo índice también. Dean ahogó un grito. Cas abrió los dedos, los cerró, los volvió a abrir, los movió como pudo y progresivamente para no hacerle daño a Dean.
-Cas... Por favor...
Supo lo que quería decir. Sacó sus dedos lentamente, buscó el condón entre las sábanas y se lo puso lo más rápido que pudo, embadurnándose más de aquel lubricante. Se recolocó entre las piernas de Dean, separándolas y presionando y restregando su miembro contra el ano de Dean. Dean alzó un poco las caderas, buscando más de ese contacto, suplicando por sentirle dentro. Cuando le penetró, fue una liberación para ambos.
Conforme Castiel entraba en él, más le abrazaba su interior.
-Dean...-jadeó Castiel-. Tienes que relajarte, me asfixias...
-Lo siento... Es que... -Dean respiraba con dificultad. No es que doliera, es que estaba tremendamente excitado y eso provocaba las contracciones de su entrada-. Me gusta mucho... ¿Puedes moverte, Cas?
Castiel soltó una risa entre dientes, un siseo que presagiaba que iba a hacer algo brusco. Efectivamente así fue, se apegó todo lo posible a las caderas de Dean, se apretó contra él, clavándose en su interior mientras le abrazaba para luego levantarle en peso y que acabase sentado en su regazo. Dean le rodeó la nuca y los hombros con los brazos. Contraía los dedos de los pies entre otros músculos a destacar, gimiendo y luego recuperando el aliento. Una vez en esa posición, Cas agarró el culo de Dean entre sus dedos, enrojeciendo y blanqueando la piel que presionaba, separando las nalgas de tan suculento trasero. Dean sentía cómo Cas tiraba de los pliegues de su entrada así, abriéndole. Sus piernas le rodeaban igual que lo hacían sus brazos. Entonces Cas le elevó tan solo un par de centímetros, sujetándole, bajándole de nuevo después. La fricción en el interior de Dean era maravillosa. Dean comenzó a gemir rota y agudamente en su oído, pronunciando su nombre alargando la vocal y convirtiendo la s en siseos interminables prueba de su agitada respiración. 
 -Muévete Dean...-pidió Cas. 
 -Ngh... No puedo...-sollozó, pues realmente era incapaz de moverse. 
-Joder...-se quejó en un gruñido y volvió a esforzarse por levantarle en peso. Le estampó contra la pared del cuarto. Dean seguía abrazado a él como un koala cuando sintió el tacto frío por toda la espalda y la penetración una vez más profunda. Se sentía torpe por no tener apenas práctica y Castiel era tan bueno en lo que hacía-. Dean... ¿Cuanto hace que no...? 
 -¡Calla!-chilló, pues le daba mucha vergüenza. Castiel vio en esa inocencia y sensibilidad una oportunidad que aprovecharía. Le lamió la oreja, la mordió, haciéndole estremecer-. No... ngh... Ah... Ahh... 
-Dímelo...-arremetió contra él con autoridad en sus acciones, su voz y su mirada. Dean no habría imaginado nunca cómo esos ojos angelicales podrían ser tan dominantes. 
-Ahh...-gemía, su voz estaba completamente rota y resultaba exquisito-. Cas...  
-Ya quieres correrte... ¿verdad?-jadeó Castiel, moviendo sus caderas a un ritmo acelerado, apoyándose en la pared mientras cargaba con su peso. Golpeaba su próstata y Dean gritaba de placer. Pronto Cas sintió una humedad repentina salpicándole, el rostro de Dean era la perfección personalizada. Tenía los ojos en blanco, manchaba su abdomen y el de Cas de una leche espesa. Realmente hacía tiempo que nadie le atendía como es debido-. Qué bonito eres, Dean... Te quiero... 
Dean abrió los ojos con sorpresa, todavía aturdido, aletargado. No alcanzaba a comprender qué estaba ocurriendo. Castiel seguía sosteniéndole, aguantando su peso, dentro de él. ¿Se atrevía a decir eso después de un orgasmo prematuro? Ni siquiera supo responder ni reaccionar como es debido, su estado no se lo permitía. Castiel salió de él y le ayudó a ponerse en pie, apoyar los pies en el suelo sin tambalearse. Le temblaron algo las piernas, nada más, pero era suficiente para que Castiel se embelesara con su imagen. 
-No sonrías así...-masculló Dean-. Me da vergüenza... 
-A ti todo te da vergüenza -sonrió más ampliamente-. Joder, Dean, recupérate pronto, estoy muy excitado... 
 Dean le miró de arriba a abajo, comprobando que era más que cierto. Las dos palabras que había pronunciado Castiel retumbaban en su mente. Dean le cogió de la mano y se sentó en la cama, teniéndole ahora de pie delante de él. Le acariciaba el abdomen, las caderas, las nalgas. Se inclinó a meterse en la boca uno de sus testículos y mientras le quitó el condón con la mano. 
-Dean, ¿qué...?-Quiso una explicación. 
-Estoy limpio, ¿y tú?-Con esas pocas palabras estaba dándole toda la seguridad que necesitaba y pedía una misma respuesta. Castiel asintió con el ceño fruncido. Dean tiró el condón al suelo y se metió su miembro en la boca. Esa húmeda y cálida cavidad no tenía punto de comparación con el estrangulador plástico-. Cas... ¿Cómo quieres que...? 
Ante la pregunta Castiel no dudó en si inhibirse. Además la situación no es que le diese el lujo de autocensurarse. 
-¿Terminar? Joder, Dean... quiero tantas formas... Me encantaría mancharte la cara y el cuello... Pero también la boca y que bebieses todo... Y ya no hablemos de ese precioso trasero que tienes... No preguntes porque lo quiero todo de ti, pequeño, lo quiero todo-selló sus palabras con un beso. Dean correspondió, Cas se inclinaba lentamente sobre él. Sus miradas se encontraron al separarse sus labios. 
-Dos años...-susurró Dean. Al principio Castiel no le entendió, le llevó tres segundos comprender que ese era el tiempo que había pasado desde que alguien le tocó por última vez-. Y... yo también te quiero Cas...-se ruborizó. 
-Dean...-Castiel se esforzó por besarle todo lo dulcemente que sabía besar-. ¿Puedo volver a entrar? 
Dean asintió y Cas se hizo hueco entre sus piernas, volver a esa estrechez le hizo gemir como no había gemido en toda la noche. Besó a Dean, conteniendo así los gemidos entre los labios, sin cesar en el frenesí de sus caderas. Cogió su mano, entrelazaron los dedos con fuerza. Castiel no iba a tardar mucho más en alcanzar el clímax y la sola idea de hacerlo dentro de tan hermoso chico le acercaba más al orgasmo. Gritó más y más hasta que quedó en silencio unos segundos, aguantando la respiración en el primer espasmo que dio su cuerpo contra Dean. Un gemido gutural, y otro espasmo, y otro gemido gutural.
-Dean... Dean...
Se abrazaron y trataron de recuperar el aliento. Dean le besó a duras penas, queriendo pero sin poder hacerlo como es debido por falta de aire. Aunque para Castiel fue perfecto. Le ayudó a levantarse, sus piernas flaquearon y Cas le sostuvo.
-Vamos a la ducha, ¿de acuerdo?
Dean asintió. Se metieron juntos en el pequeño espacio, de pie y bajo el grifo abierto. Dean se enjabonó con cierto pudor, Castiel sonreía feliz de hacer un gesto tan cotidiano como aquel acompañado de Dean. Este se sorprendió cuando Castiel le rodeó con la toalla y le frotó los hombros, la espalda y los riñones con ella para que se calentara. Nunca le habían hecho eso, no que él recordase. Aunque sí que secaba a Sam así cuando era un niño, y sintió la necesidad de devolverle el gesto a Castiel. 
-¿Quieres agua?-Preguntó Dean.
-Sí, me muero de sed-caminó hasta la cocina-. ¿Estás bien?
-Sí, es que...-sirvió dos vasos-. Extrañaba esta sensación...
Después de beber casi de un solo trago, Castiel le miró frunciendo el ceño.
-¿Cuál?
-Pues... Amor, supongo. Seguridad.
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spnimaginesonehots · 8 years
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El roce hace el cariño.
Dean estaba esperando junto a Sam en el aparcamiento a Castiel, su prometido.
La historia era muy rara. En resumidas cuentas, Dean estaba en la ruina debido a su problema con el alcohol y su hermano Sam ya no iba a prestarle más dinero. Al contrario, le obligó a asistir a un programa de rehabilitación y controlaba cada sustancia, sólida o líquida, que entraba en la casa. Aún así las deudas eran demasiadas y si no conseguía pagarlas iban a terminar muy mal, pues el trabajo de mecánico no daba para pagar su mitad de la casa.
Afortunada o desafortunadamente, según cómo se mire, Gabriel, el compañero de trabajo de Sam, un extranjero, tenía un hermano que estaba dispuesto a pagar mucho por conseguir la nacionalidad. Gabriel y él se habían mudado hacía un año. Gabriel lo había tenido fácil, tenía una carrera de abogacía muy brillante y entró en el mismo bufete que Sam. Castiel, en cambio, apenas tenía preparación, se mantenía en dos trabajos inestables y maltratado por el racismo del país. Los dos hermanos reunieron una suma considerable y justa para cubrir las deudas de Dean. Ni Sam ni Dean estaban muy contentos. Sam por motivos legales, Dean por motivos más bien sexuales. Pero no quedaba otra.
De modo que allí estaban, en el aparcamiento detrás de la capilla, y Sam obligaba a Dean a repasar cosas básicas que una pareja debe saber sobre su otra mitad. Dean las tenía de sobra memorizadas. Castiel Novak era un hombre ruso cuatro años mayor que él, la fecha de su cumpleaños era el 20 de octubre, el único alimento que odiaba comer era la coliflor y adoraba las hamburguesas, se conocieron una noche que Gabriel cenó en casa y desde entonces estaban saliendo, al principio en secreto porque Dean había estado en el armario, pero como Castiel le había ayudado enormemente con su adicción pues le propuso casarse con él, y de paso Castiel conseguía la nacionalidad y ya no sufría más siendo explotado en el trabajo. Una verdadera historia de amor.
Entonces llegó el coche. Gabriel conducía, en el asiento del copiloto estaba Castiel. Cuando Dean le vio pensó que era guapo. Así por lo menos la historia sería plausible, porque en caso de que Dean saliese con un hombre, por lo menos este tendría que ser muy atractivo. Venía vestido con un traje que le venía algo grande y parecía incluso asustado de estar allí. Dean tuvo sentimientos encontrados nada más conocerle, no podía odiar a alguien así.
El hombre le dio la mano y le sonrió, dándole las gracias mirándole directamente a los ojos. Dean carraspeó y apartó la vista.
-No es nada. Vamos a entrar, cuanto antes empecemos antes acabamos.
Y dicho esto, caminó con determinación a la capilla. Sam entonces saludó también a Castiel, excusando a Dean, explicándole su actitud de cascarrabias.
-No tienes que justificar nada, Sam-sonrió Castiel-. Igual que vosotros sabéis por lo que he pasado, yo también conozco vuestra historia. Es parte de este acuerdo, ¿no?
Sam asintió sorprendido agradablemente de la tonalidad grave de aquella voz algo ronca y de la aspereza de sus manos delgadas. Y por si acaso se iba a desarrollar un momento emotivo, Gabriel revolvió el pelo negro de su hermano mayor.
-Nos van a dar las uvas como no entremos, hermanito.
Castiel rió y se ordenó el pelo, comenzando ahora a caminar los tres tras Dean, que ya estaba apoyado en la puerta desde hacía rato. Castiel le cedió el paso con la mano en un gesto amable. Ambos eran personas que se habían sacrificado para que sus hermanos pequeños tuviesen la vida que ellos jamás podrían tener. Los dos fueron huérfanos de madre, Castiel fue abandonado y Dean maltratado por su padre. A Castiel le pesaban los años sobre la espalda y a Dean las adicciones en los órganos internos. Compartían el orgullo de saber que todo había merecido la pena al ver a sus hermanos sonreír. Sin embargo, Dean tenía un peso que Cas no tenía, y es ver la decepción en su hermano pequeño por caer en la bebida y la drogadicción. Incluso muy a pesar de que eso ya estaba superado, que hacía seis meses que estaba sobrio, Castiel iba a ser lo más amable y comprensivo posible.
La boda fue corta. Recitaron los votos, se pusieron los anillos, Sam y Gabriel sacaron fotos de aquella maravillosa actuación.
-Podéis besaros-dijo el hombre trajeado que oficiaba aquella ceremonia extraña y perfectamente montada.
Dean se inclinó levemente, entrecerrando los ojos tratando de pensar en alguna chica guapa. Castiel no necesitaba hacer nada de eso, a él le gustaban los hombres y un beso como aquel no significaría nada. Se encargó de hacer bien su papel y besó aquellos labios rosados, como de chica. Dean pensó que no era tan malo como lo imaginaba. Sam y Gabriel pusieron su firma en el libro de testigos.
El juego daba comienzo. En realidad había dado comienzo una semana antes, cuando Gabriel les pagaba en efectivo y Sam pedía un crédito en el banco. De esta manera, pagarían las deudas con el dinero del crédito, y devolverían el crédito en cómodos plazos con el dinero en efectivo, que el banco interpretaría como beneficio del trabajo de mecánico, donde sería blanqueado. El timo perfecto. Solo faltaba enfrentarse a los inspectores de inmigración que seguro irían a husmear. Eso dependía enteramente de Dean y Castiel.
Por el momento, Sam y Gabriel se montaban en un coche, Dean conduciría el suyo con Castiel en el asiento del copiloto. Ahora les tocaría vivir así por un tiempo. Dean daba gracias por no tener que hacer un viaje de novios. Puso la radio de camino a casa, un poco de ACDC le calmaría. Castiel sonrió y tarareó la melodía de la canción, ya estaba al tanto de que esa música era el método antiestrés más eficaz para Dean.
Al llegar, Dean le enseñó la casa, su habitación, la de Sam que ahora sería suya, el baño, la cocina y el salón. Era un ambiente acogedor.
-Bueno, vamos a llevarnos bien, ¿vale?-dijo Dean-. Ya sé que tienes que dejar tus cosas en mi cuarto por eso de que los inspectores son impredecibles, pero tienes ahí tu cama con sábanas limpias y bueno… Todo lo que necesites.
-Gracias-de nuevo Castiel tenía esa sonrisa encantadora y Dean tuvo que apartar la vista-. Voy a instalarme.
Sam bajó sus cosas del maletero. Eran sólo un par de bolsas, así que no necesitaba la ayuda de Gabriel, pero ese enano insistió. Entraron en la casa, era más amplia que la suya, o simplemente mucho más simple y eso la hacía parecer más espaciosa.
-Ahí está tu cuarto-señaló Gabriel-. Aunque puedes dormir conmigo si quieres.
-Gabe, para-le riñó con serenidad, descargando en la habitación.
Sam oyó cómo descorchaba una botella de champán en la cocina y corrió a asomarse. No bebía casi porque no podía hacerle eso a Dean, pero ahora que no estaba podría tomar una copa sin sentirse culpable.
-Celebremos este casamiento tan entrañable -dijo Gabriel, ofreciéndole.
-Aún falta mucho por hacer, pero… Aceptaré esta pequeña victoria-sonrió y dio un sorbo-. ¿Has comprado la botella solo para esto?
-¿Solo? Oye, no todos los días tengo a un hombre tan alto y tan fuerte metido en mi casa-se insinuó.
-Gabe, te estás pasando-le reprochó.
-Lo siento, lo siento. Ya sé que odias cuando flirteo contigo, que solo te hago rabiar y que no voy a conseguir nada…-se lamentó-. Pero, ¿qué quieres que le haga? No puedo evitarlo.
-Bebe y calla, anda.
El primer día de convivencia fue bien, Dean fue por la mañana a trabajar al taller y Castiel a la cafetería en la que era camarero. Dean llegó a casa sobre las tres, muerto de hambre y se encontró con un olor apetitoso que venía de la cocina. Con el mono de trabajo atado a la cintura y el cuerpo lleno de grasa de motor, asomó la cabeza y encontró a Castiel con un delantal sacando del horno unos macarrones con queso.
-¿Has preparado tú eso?-Salivó.
-¿Ah? Sí-sonrió, mirando a Dean con cierta timidez-. Yo llego antes, así que me toca a mí cocinar, ¿no?
-Te diría que no tenías por qué, pero me muero de hambre y eso tiene muy buena pinta.
-Pues dúchate y ven a comer-dijo, ahora apoyando las manos en las caderas y arqueando una ceja-. No pienso compartir si estás sucio.
Dean frunció el ceño y casi le espeta un gruñido, pero es que el otro ya debía saber que Dean no soportaba esa grasa en el cuerpo por mucho tiempo, y en cuanto llegaba a casa se duchaba como si se estuviese arrancando sanguijuelas.
Tragándose su orgullo se fue para el baño, se desnudó y se metió en la ducha. Al cabo de unos minutos salió de allí con una toalla atada a la cintura, descalzo y con el pelo echado hacia atrás por el agua, que goteaba en su espalda y un tanto en su frente. Castiel, que estaba apunto de llevarse unos macarra la boca, ante esa visión se quedó estático. Dean se sentó delante de él en una silla y empezó a comer, y él seguía con la misma expresión. Dean tardó en darse cuenta.
-¿Tengo monos en la cara? Parpadea un poco o algo, que parece que has visto un fantasma.
Castiel desvió la mirada a su plato, el calor de sus mejillas empezó a hacerse visible con un ligero rubor.
-Estás desnudo.
Dean rio.
-¿Y? ¿Nunca has visto un hombre desnudo?
Castiel decidió no darle el gusto de poder reírse de él, simplemente siguió comiendo sin mirarle, sin responder.
-Venga ya-resopló Dean-. Está bien, no sabía que fueras tan pudoroso.
-No soy pudoroso-levantó la vista, lo cierto era que se había excitado por la inesperada imagen pero no iba a admitirlo-. Me ha sorprendido.
-Lo que tú digas, Cas-ladeó una sonrisa lobuna, burlona. Castiel se volvió a sorprender, nunca nadie le había llamado así.
-¿Por qué te ríes de mí?
-No me rio de ti-se excusó torpemente pues era mentira-. Oye, perdona, soy un maleducado. Esto está muy bueno, gracias.
Castiel se quedó serio un momento, luego sonrió de esa manera encantadora y se limpió con la servilleta, dándose cuenta de la realidad de la situación.
-Ni Sam ni Gabriel te han dicho que me gustan los hombres, ¿a que no?
Dean se petrificó, sintiéndose avergonzado de haber salido así del baño.
-Pues no-se cruzó de brazos.
-No te preocupes, que no me voy a enamorar de ti ni nada por el estilo-rio-. Me había sorprendido que salieras desnudo sabiendo mi orientación. La mayoría de los hombres hetero me miran con miedo, como si les fuera a violar o algo.
-Qué idiotas…-se quedó pensando-. ¿Entonces mejor si me pongo algo de ropa o estamos cómodos así?
Castiel volvió a sonreír.
-Como quieras, pero no te quedes así todo el día, eres justo mi tipo.
-Dime que eso era un chiste-se tapó el rostro con las manos.
-Tranquilo -siguió riendo.
Durante un par de minutos hubo silencio y siguieron comiendo tan tranquilos.
-Oye… Hoy tengo que ir a la reunión de anónimos-dijo Dean, muy consciente de que Castiel tendría que acompañarle para que todo el mundo los viese juntos.
-Lo sé, Gabe me lo dijo.
-Ese segundo trabajo… ya lo has dejado, ¿no?
-Sí, podré acompañarte. Solo si quieres, claro.
Dean no discutió, no tenía ganas, ese día tenía algo que celebrar y no dejaría que nada lo estropease. Se puso una camiseta de Metallica y unos pantalones vaqueros. Castiel llevaba una camisa y a Dean le pareció demasiado elegante pero no dijo nada. Condujo su Impala hasta el lugar de reuniones. Respiró hondo una vez apagado el motor. Castiel le preguntó si todo iba bien, Dean asintió.
Era una sala pequeña, llena de sillas y con luz tenue, no había mucha gente. La mujer que dirigía el grupo llamó a Dean y le dio un abrazo.
-Enhorabuena Dean-dijo, dándole una chapa.
-Gracias Pamela-Dean se volvió a sentar, mirando aquel objeto con una sonrisa triste-. No puedo decir que han sido los seis meses más duros de toda mi vida, pero joder… Han dolido. No os lo toméis a mal, pero me gustaría no tener que veros la cara todos los lunes-dio un gorjeo-. No hago esto solo por mí, no…-se le escaparon las lágrimas-. Lo hago por Sammy, él no se merece volver a verme en un estado de ebriedad, ni tener que volver a llevarme a urgencias para un lavado de estómago. Y yo tampoco lo merezco. Debería tener algo más de amor propio, pero… Tal vez si me empiezo a ver mejor puedo empezar a tratarme mejor. A la mierda, estoy orgulloso. He hecho algo bien.
Dean se limpió las lágrimas mientras el resto aplaudía. Era como si no pudiese oírles ni verles, no estaban allí. Solo él y esa chapa. Al volver a casa, Dean la pegó en una tabla de madera que colgó en una pared de su cuarto, justo encima del aparador donde estaban las fotos de Sam y él. La tabla era más larga que ancha, y fina, prueba de que pensaba poner muchas chapas ahí.
-Es bonito-dijo Castiel, apoyado en el marco de la puerta.
Dean casi se sobresaltó, luego miró de nuevo la pared. No es que sobre él tuviesen mucho efecto los piropos o las felicitaciones. Para Dean lo importante era el significado de los actos, pues en las palabras se pueden esconder muchas mentiras.
-Gracias.
Entonces llamaron al timbre. ¿Podrían ser esos inspectores? Ya había anochecido. No. Eran Sam y Gabriel, que traían un pastel para celebrarlo. En él estaba escrito “felices 6 meses”. Gabriel incluso traía una trompeta de fiesta y un gorrito de papel.
-Hijos de puta-sonrió Dean.
-Estoy orgulloso de ti, Dean-dijo Sam, abrazándole con fuerza-. ¿Has dicho algo bonito de mí en el discurso?
Dean le dio un pescozón.
-Córtate el pelo-rio.
El pastel era de manzana, su favorito. Pasaron la noche entre risas y bromas absurdas.
Sam y Gabriel llegaron a casa con las mejillas entumecidas de tanto sonreír. Nada más pasar por la puerta se tropezaron, uno cayó en el sofá y el otro se dio contra la pared. Se pusieron de pie y cerraron la puerta.
-Parece que estemos borrachos, y eso que no hemos bebido una gota-comentó Sam.
Gabriel alargó un suspiro acompasando su respiración. Miraba de arriba abajo a Sam, era escultural. No conseguía nada, nunca conseguía nada por más que le dijera todos los flirteos que se le pasasen por la cabeza. Había probado los sutiles y los descarados. Se quitó la chaqueta y la tiró en el sofá, luego se dirigió a su cuarto.
-Gabe-le llamó, y este se dio la vuelta-. No has flirteado conmigo en toda la noche. ¿Estás bien?
-Claro, Sammy. Es que ya he aprendido a estarme calladito-bromeó.
Entonces Sam le rodeó la cintura con un brazo, apegándole a su cuerpo.
-Bien-dijo firmemente-. Porque cómo más me gustas… Es quietecito.
Sam le levantó en peso, tomándole por las piernas y besándole con fuerza mientras le llevaba al dormitorio. Gabriel no daba crédito. Las manos grandes y el cuerpo enorme de ese hombre encima de él, ¡por fin suyo! Le estaba desnudando y, por el camino, él mismo se quitaba la camiseta, se desabrochaba los vaqueros… Aquel torso musculoso le volvió loco. Sam le besó el cuello, le lamió y mordisqueó los pezones y metió la mano derecha bajo sus boxers. Gabriel gimió agudamente. Estaba en puro estado de éxtasis.
-Sh…-siseó Sam, mirándole fijamente a los ojos-. No me obligues a amordazarte.
Gabriel se estremeció y ahogó un jadeo en la garganta. Oh Dios, ¡había ido a parar con todo un dominante! ¿Qué iba a ser de él?
Sam tiraba de sus pantalones hacia abajo y de paso se deshacía de su ropa interior. Abarcó en su boca el miembro erecto de Gabriel, no sin antes llamarle pervertido. Gabriel se arqueó, el esfuerzo de contener su voz hacía que su cuerpo temblase el doble.
-Sam, por favor…
-Ahora vas a aprender modales, Gabe-respondió tajante a sus súplicas, aunque no pensaba que fuese a darlas tan rápido, y de nuevo lamió su miembro.
-Ahh, sí… Sam…
-Sh… Si no te controlas, no sigo.
Gabriel se revolvió.
-¡Pues dame unos azotes si quieres!-gritó, y automáticamente después se tapó la boca.
Sam sonrió.
-¿Quieres unos azotes?-Gabriel se sonrojó, después asintió-. Si llego a saber que toda esa provocación natural tuya desaparece una vez en la cama… Te hubiese follado antes.
Gabriel se puso rojo como un tomate. Cerró los ojos con fuerza, casi aguantó la respiración, se dio la vuelta y le ofreció su trasero.
-Dame.
Sam se acomodó y con la mano derecha le arreó una nalgada. Gabriel jadeó y le instó a seguir. Solo cuando le indicó que parase, lo hizo. Fueron tal vez diez y cada vez más fuertes. El rojez de su trasero no sería mucho y pronto pasaría. Gabriel se dio la vuelta en la cama, respirando agitadamente. Sam jamás le había visto así y era sencillamente perfecto. Volvió a bajar, encantado con la imagen, para usar la boca en su miembro. No tardó mucho en provocarle el orgasmo, Sam sintió ese semen dulce llenándole la garganta y se deleitó con los obscenos sonidos de Gabriel. Escuchar su nombre cuando se corrió le llenó de ternura.
Después de aquello, Sam le dio un beso en la frente, otro en la nariz y finalmente otro en los labios.
-Adorable.
Gabriel sonrió levemente, pero no de forma traviesa, sino feliz.
-¿Qué hay de ti?
-¿Yo? Yo tengo una piruleta que a lo mejor te gusta.
A Gabriel le encantó aquella insinuación y, con las fuerzas que le quedaban, se puso encima de él. Sam sonreía, envolviendo sus caderas con las manos, acariciando su piel sediento del placer que iba a darle. Gabriel le terminó de quitar las prendas que le quedaban, encontrándose con una talla grande. Sam Winchester no era pequeño en ningún aspecto.
-Sam… Esto no lo esperaba…-masajeó su miembro con ambas manos-. Sabía que eras grande, pero no tanto…
Sam apretó la mandíbula, gruñendo por el contacto. No solía gustarle nada cuando se ocultaba en esa faceta pervertida, pero Gabriel tenía algo especial y a Sam se le despertaban los instintos primarios. Se había prometido a sí mismo no caer en esos flirteos tontos y, sí, lo consiguió. Pero de todos modos había acabado ahí, con esa boca malhablada alrededor de su polla.
Enredaba los dedos en el pelo dorado de Gabriel, apartándolo de su rostro para poder mirarle. Era una imagen exquisita.
-Gabe… Gabe, me vengo…-gimió entrecortadamente, agarrando las sábanas, estremeciéndose, eyaculando en ligeros espasmos.
Cuando todo pasó, Gabriel se inclinó a besarle. Sus sabores se mezclaron en sus bocas. Se dieron una ducha rápida, bebieron agua y volvieron a la cama.
-Quiero dormir contigo -dijo Sam.
-Y yo contigo, tonto-rio Gabriel-. Ven aquí-le tomó de la mano y se acostó a su lado en el colchón.
-Me refiero a que no quiero hacerlo solo una noche-se explicó, mirándole a los ojos y abrazándole.
Gabriel sonrió con ternura, acariciándole suavemente.
-Estamos de acuerdo, niño grande-le besó levemente.
-No quiero decir nada por ahora, ¿lo entiendes?
Gabriel asintió. Dean ya tenía suficiente, cuando todo estuviese más tranquilo se comportarían de manera natural, por ahora actuarían como siempre.
Llevaban más de una semana de convivencia. Los inspectores aún no habían aparecido, aunque de todas formas ahora tendrían que vivir juntos por largo tiempo. Dean hubiese querido no soportar a Cas, gruñirle cada dos por tres, ser un impertinente y un maleducado. Pero Cas era un buen hombre, limpio, ordenado, cocinaba de maravilla y estaba cómodo con cualquier tema de conversación. La única queja que podía tener Dean era no poder ligar con nadie.
-¿Tanto te molesta?-Preguntó Castiel, sentado junto a él en el sofá, tomando un trozo de la pizza que habían pedido para cenar.
-Siempre he sido un mujeriego, y entre las deudas y esto… Joder, hace ya dos meses que nada. Tengo las pelotas hinchadas.
Castiel solo rio.
-Tienes muy poco aguante.
-A ver, ¿tú cuánto llevas sin llevarte a la cama a algún tío bueno?
-No te lo diré-negó con la cabeza. Era demasiado tiempo comparado con Dean y le daba vergüenza.
-Yo lo he dicho, ahora te toca a ti-insistió.
Castiel negó con la cabeza, apretando los labios aguantándose la risa. Dean siguió insistiendo, “dilo, dilo, dilo, dilo, dilo…” hasta que Castiel soltó prenda.
-Dos años.
-¿¡Llevas dos años sin hacerlo!?
Castiel asintió.
-No me lo creo.
-¡Oye!-le dio en el hombro-. Te estoy diciendo la verdad.
-Vale a ver, se cruzó de piernas en el sofá, acomodándose-. Responde a esto, ¿con cuántos te has acostado?
-Con cuatro.
-¿¡Solo con cuatro!?
-¿Con cuántas te has acostado tú?
-Pues ni idea, ¿doscientas?
-No te burles de mí. No tiene nada de malo.
-No, no. No es malo. Solo que me sorprende. Supongo que estoy acostumbrado a la promiscuidad-se encogió de hombros. Le asaltaba una duda y creía que era su oportunidad para preguntar-. Oye… ¿Cómo es?-Cas frunció el ceño-. Hacerlo con un hombre.
-No lo sé… ¿Cómo es hacerlo con una mujer?
Dean rio.
-No, Cas, en serio.
-No puedo explicarlo. Si quieres saberlo, tendrás que hacerlo por ti mismo.
Dean se quedó un segundo pensándolo. Finalmente río y negó.
-Es una pena. Eres atractivo.
-¿Crees que soy atractivo?
Castiel asintió. Reinó el silencio. Dean recogió la mesa y se metió en el baño, huyendo de la escena con soltura.
Al día siguiente, Dean comió con su hermano al salir de trabajar y no con Castiel.
-Creo que flirteó conmigo.
-¿Qué?-Sam se echó a reír.
-Que sí, que me dijo que era una pena, que era muy atractivo.
-Dean, estás alucinando.
-Sammy, que es en serio, hermano.
-Eso no era un flirteo, era un comentario. Por lo que me cuentas, deberías tomártelo como un cumplido.
Iba a seguir con la discusión balbuceando tonterías, pero su teléfono sonó y lo sacó del bolsillo.
-Es Cas-descolgó.
-Dean, cariño mío.
Dean se sorprendió y parpadeó varias veces. ¿Por qué le estaría diciendo eso? Ay no, los inspectores…
-Cas, amor… ¿Cómo estás?
Maldición, su voz sonaba muy forzada, esperaba que no estuviese puesto el manos libres.
-Bien. ¿Sigues con Sam? Es que han venido una mujer y un hombre… Inspectores, que dicen que nos quieren entrevistar.
-Oh, vale. Pues entonces voy para allá. No tardo nada. Ofréceles un café o algo, mi vida.
-De acuerdo, hasta ahora.
-Hasta ahora.
Colgó. Sam se estaba riendo por no llorar. Dean tuvo que mandarle callar. Sam le instó a calmarse, a respirar hondo antes de coger el coche.
-Que no estés en casa no incita a pensar que no seáis pareja, Dean. Relájate. Conduce tranquilo, ponte algo de Bon Jovi o de los Rolling Stones de camino a casa.
Siguió sus consejos, tomó una bocanada de aire antes de abrir la puerta con sus llaves. Encontró a Castiel y a esos dos trajeados sentados en el comedor. Había una bandeja con las tazas de café a medio tomar en la mesa. Eso quería decir que no se había retrasado mucho.
-Hola, buenas tardes-Dean se presentó a aquellos dos-. Hola Cas-le besó en la mejilla y pudo notar el efecto del aftershave. Cas se había afeitado esa mañana.
Dean se sentó al lado de Cas.
-Me estaban diciendo que son inspectores de inmigración, que hacen estas cosas por rutina.
-Ah, sí, supongo que será por la boda, ¿no?-disimuló Dean-. No te preocupes, Cas.
-Así es. Solo son unas pocas preguntas, le echamos un vistazo a la casa… Para asegurarnos de que no se trata de ningún fraude-explicó el hombre trajeado.
-Ya veo -dijo Cas, algo más relajado. Estaba interpretando su papel a la perfección.
-¿Cómo se conocieron?
-Fue por mi hermano-respondieron a la vez y luego rieron.
-Nuestros hermanos trabajan juntos-explicó Dean-. En el mismo bufete.
-Sí, y un día cenamos los cuatro-siguió Cas-. Por entonces Dean acababa de empezar la rehabilitación.
-¿Rehabilitación?
Dean empezó a pellizcarse los padrastros del pulgar, Cas sabía que aquello era un tic nervioso y le cogió de la mano, entrelazando los dedos.
-Tuve problemas con el alcohol. Cas me ayudó mucho. Me ayuda mucho. Hace casi dos semanas que estoy seis meses sobrio-sonrió.
-Estoy muy orgulloso-dijo Castiel.
-¿Seis meses? ¿Es el tiempo que llevan saliendo?
-¿No es un poco pronto para casarse?
-Bueno, nosotros…
-Yo se lo pedí-interrumpió Dean-. Fue un arrebato, lo admito. Cas antes tenía dos trabajos, le explotaban, le trataban muy mal. Y para colmo tenía que aguantar que yo estuviese en el armario.
-Cielo…
-Es verdad-continuó-. Le pedí que se casase conmigo. Así él podía mudarse aquí, dejar uno de sus trabajos, dejar de escondernos… Y dijo que sí.
-Es una historia muy bonita. Aunque consta que esta casa la pagan usted y su hermano-la mujer se dirigió a Dean.
-Sí, antes de casarnos, mi hermano vivía aquí conmigo. Después hicimos el cambiazo.
-Yo me vine a vivir aquí, y su hermano Sam se fue a vivir con el mío, Gabriel.
-Ya veo-asintió y tomó nota-. ¿Podemos ver la casa?
-Sí, claro-se levantaron del sofá.
Dean y Cas les enseñaron la cocina, el baño, el dormitorio de invitados, y el suyo. Habían puesto junto a las fotos de Sam, una de Gabriel y otro par de ellos dos sonriendo. Por si acaso no quedaban convencidos, la chapa de los seis meses les remató y la ropa de los dos mezclada en el armario les remató.
Cuando los inspectores se fueron, les dieron las gracias y les desearon una buena noche. Dean ya no podía dormir. Estaba en el pequeño balcón, inquieto. Castiel salió a su encuentro.
-No te preocupes, ha salido muy bien.
-Lo sé, fingimos de puta madre-agitó la mano con la alianza delante de él-. Pero no puedo evitar estar nervioso. No te voy a mentir. En momentos como éste, me bebería una botella entera de whisky.
-Ya-se mordió el labio inferior-. Pues va a ser que no. Si necesitas distraerte, haz algo de ejercicio. O hazte una paja.
Dean rompió a reír. Y de nuevo volvió a toparse con una sonrisa encantadora y apartó la vista. Maldito fuese, había desarrollado unas ganas tremendas de besarle.
-¿Estás bien Dean?
-Sí, solo estaba pensando… En qué haría si estuviera borracho ahora.
La mayoría de las veces el alcohol conseguía que Dean hiciese estupideces, otras pocas conseguía que hiciese cosas para las que sobrio no tenía valor. La clave ahora era discernir si besar a Cas era una u otra.
-¿Y qué es lo que harías?-Preguntó Cas.
Dean se ruborizó, seguía mirando hacia el suelo, apoyado en la pared, cavilando sobre si responder con sinceridad.
-No importa.
-Oh, vamos. No te hagas de rogar.
-Te besaría. Probablemente.
Entonces Cas se puso delante de él. Le miraba a los ojos con seriedad y apoyaba una mano en la pared al lado del rostro de Dean.
-Eso es un juego peligroso.
Dean tragó saliva, algo preocupado de haberle ofendido de alguna manera.
-Dime una cosa, Dean. Después de decirle algo así a una chica, ¿la dejarías con la duda?
Dean parpadeó un par de veces, no entendía nada pero respondió negando con la cabeza.
-Entonces más te vale ser igual de respetuoso conmigo-sonrió.
-¿Quieres que te bese?
Castiel asintió. Dean se puso aún más nervioso, trataba de evitar el contacto visual y de disimular inútilmente la vergüenza que sentía.
-Cas, yo no…
-¿Siento nada por ti?
-¡No seas tan brusco! No lo sé, ¿vale?-rabió.
Cas le tomó de las manos con una expresión de serenidad.
-Está bien-de nuevo Dean evitaba que sus miradas se entrelazasen y Cas le levantó la cara desde el mentón-. Correré el riesgo.
Dean entrecerró los ojos, temeroso, con aquellos labios pálidos en el punto de mira. Se inclinó un poco, con timidez y cautela, casi temblando. Rezaba por que Castiel pudiese ver a través de él y comprendiese que debía ser suave. Se sentía algo ridículo pues ya le había besado antes, pero ahora era distinto. Cuando sus bocas se juntaron, el beso se fue humedeciendo conforme se acariciaban y después, la lengua de Cas pedía permiso para jugar también. Las manos de Dean no sabían dónde posarse y no fue hasta que las manos de Cas le tomaron de la nuca, que Dean no hizo nada con ellas. Entonces le invitó torpemente. Estaban en el auge del beso cuando aquello pasó, después todo fue en caída, cada vez más despacio hasta que se separaron. Dean estaba sin aliento. Esa sensación… Hacía mucho que no la tenía, aquello solo le pasaba cuando estaba enamorado. Pero eso no podía ser.
¿Verdad?
-¿Qué tal?-Preguntó Cas.
Dean tuvo que despertar de su aturdimiento para responder. No se atrevía a decir que le había gustado.
-¿Podemos volver dentro?
Castiel asintió y Dean fue a sentarse en el sofá. Dean sentía que estaba al borde de una crisis nerviosa.
-Nunca he hecho esto, ¿vale? No sé, no sé qué es esto, no entiendo nada -se frotó el rostro.
-Está bien, Dean, no pasa nada. Lo entiendo, de verdad-trató de ayudar-. Lo siento, no debería haberte forzado.
-No, Cas, yo…-respiró hondo-. Estoy asustado. Tienes una forma de ser tan especial que mucho me temo que me has empezado a gustar-lo dijo riéndose, mirando al suelo, pero Castiel apreció claramente las lágrimas en sus ojos-. No quiero hacerte daño…
-Dean…-Castiel le abrazó. Dean podía oír el latir de su corazón y aquello le apaciguó inexplicablemente. Aquel hombre desprendía paz-. Tú también eres muy especial…
-No, no lo soy…-sollozó.
-Sí lo eres, por eso también me gustas.
-Cas, no digas eso, yo rompo todo lo que toco…
-Tonterías. Sam ha salido muy bien, y prácticamente lo criaste tú solo, ¿verdad?
La calma de la voz cálida y ronca de Castiel anestesiaba sus lágrimas, escasas de por sí, pero sentidas. Tenía razón, tenía mucha razón. Por eso Castiel era tan especial, le estaba enseñando a Dean a darse cuenta de que no era ningún monstruo. Le devolvió el abrazo con fuerza, dejaba de llorar. Se quedaron así un momento. Luego Dean se separó despacio.
-Lo siento-se limpiaba las lágrimas.
La mano derecha de Castiel le acariciaba la mejilla.
-¿Por qué? Yo también he necesitado llorar, no hay nada de malo en ello.
-Joder, deja de ser tan positivo. Así no hay quien tenga una crisis-le hizo reír, le gustó ser culpable de aquella risa.
-Oye…-le llamó y Dean levantó la vista-. Yo no te forzaré, no te fuerces tú. ¿De acuerdo?
Dean asintió. Aquella noche se quedaron dormidos en el sofá. Los días que siguieron no supieron nada sobre los inspectores, ni el banco, ni habían aparecido policías armados a detenerles. Cada mañana, Dean pensaba que no haría nada con Cas, cada noche Dean le besaba nuevamente y cada vez, más y mejor. Después, a Dean le asaltaban preguntas que, si tenía el valor de plantear, Cas respondía. La inseguridad se esfumaba al alimentar la curiosidad, y esa curiosidad se transformaba en excitación. Los dos dormían abrazados en el colchón.
Esa noche, Dean le besaba estando en la cama, cada vez más excitado, recorriendo la cintura de Castiel con las manos y siendo correspondido. Estaban tumbados de lado y los dedos ásperos de Cas en su espalda le provocaron un escalofrío. Dean gimió levemente.
-Dean… Eso ha sido adorable. ¿Puedo escucharlo otra vez?
-No creo que pueda hacerlo a propósito…
Castiel, colocó sus dedos en la misma zona, inmóviles, pidiendo permiso para repetir el mismo movimiento. Dean asintió, Castiel lo efectuó y Dean gimió de nuevo.
-Pareces muy sensible.
-Es que estoy muy sensible, Cas…-cerró los ojos con fuerza, necesitado-. Quiero más… Por favor, tócame…
Castiel no supo cómo reaccionar.
-¿Estás seguro?
Dean guió la mano de Cas a su abdomen, incitándole a seguir bajando. La mano caliente le erizaba.
-Tócame…
Castiel no se lo pensó dos veces y deslizó su mano bajo los pantalones y la ropa interior, topando directamente con esa erección. Le acarició con dificultad y Dean jadeó increíblemente aliviado, pero pronto deseando más.
-Dean, estás muy duro…
Dean se agarró al brazo de Castiel, hundiendo la cabeza en la curvatura de su cuello.
-Cas, te necesito…
Castiel sintió una corriente por toda la columna vertebral, tumbó a Dean boca arriba y se quedó semiinclinado sobre él. Aún tenía esa mano acariciándole el miembro levemente y Dean solo pudo extender los brazos para rodearle la nuca mientras lo volvía a besar. Castiel siguió recorriendo su cuello, mientras sacaba la mano.
-Voy a desabrocharlos-susurró en su oído-. Será más fácil.
-Sí, sí…-asintió repetidas veces.
Castiel cumplió sus palabras. No miró hacia abajo, tan solo tocó, envolvía con su mano el miembro y tiraba con cuidado hacia abajo. Dean jadeó nuevamente, abrumado por el contacto físico tan directo. Hasta ahora lo máximo que había tocado Castiel era su pecho y su espalda, y de repente estaba masturbándole en la cama. Dean no conocía esa faceta de sí mismo, salía a la luz solo con él.
-Dean, te ves maravilloso…-suspiró con éxtasis en la voz.
Dean percibió entonces su excitación. ¿Cómo había podido olvidarlo? Hacía demasiado tiempo que nadie le tocaba. Tenía que hacer algo al respecto, ese hombre merecía que le devolviesen todo el amor que daba.
-Cas…-Dean sonrió al tiempo que bajaba las manos de su cuello, acariciándole el torso por encima de la ropa y llegando hasta sus caderas.
-Dean, ¿qué…?-Tartamudeó, aunque Dean continuó y desató su cinturón-. ¿Qué haces?
Ni Dean estaba seguro de qué estaba haciendo, solo se dejaba llevar. La piel de Castiel era sencillamente perfecta, morena, tersa… Dean movía los dedos, subiendo la camisa de Cas y acariciando su torso. La ropa resultaba engañosa, ese hombre era musculoso, puede que por tanto trabajar en carga y descarga.
-También quiero tocarte, Cas…-suspiró.
-Oh, Dean…-hundió el rostro en su hombro.
Dean aprovechó esa posición para besarle el cuello, haciéndole estremecer encima de él.
-¿Esto es lo que sientes cuando me tocas?
-Supongo que sí…-sonrió.
-Me gusta-devolvió la sonrisa.
-Dean… ¿Puedo desnudarte?-Preguntó con cautela, pues no sería raro que Dean respondiese que no.
A Dean le atravesó una punzada de inseguridad, esta se desvaneció pronto, pues Castiel aún tenía las manos en su pene y la ropa comenzaba a estorbar. Finalmente asintió.
-Solo si puedo desnudarte yo a ti.
Castiel sonrió ante su condición y le volvió a besar. Le abrazó de las caderas y rodó en la cama, quedando ahora debajo de Dean y así empezar a tirar de su camiseta. Dean se incorporó, sentándose a horcajadas y terminando de quitarse esa prenda. La dejó caer a un lado y entonces se dio cuenta de cómo Castiel le miraba, debía tener una vista completa de su cuerpo. De repente se sentía expuesto y se cubrió con los brazos.
-No me mires así Cas…
Castiel se irguió, rodeándole las caderas otra vez, apartando sus brazos con cuidado, besándole el pecho.
-Eres tan dulce que no he podido resistirme-y dicho eso, volvió a poner a Dean debajo de él, ahora era turno de su camisa.
Dean desabrochaba los botones lo más rápido que podía, dando cortos besos por el camino. Castiel se sentó a horcajadas como Dean había hecho y lanzó la camisa al suelo. Se diría que Cas se quedó en esa pose a propósito para devolverle el favor. Dean pudo apreciar todos los detalles de esa musculatura y el tamaño del bulto que se creaba en su bragueta. Dean tragó saliva no pudiendo evitar pensar en cómo sería el miembro de Cas, cómo sería tocarlo, cómo reaccionaría.
Castiel se inclinó entonces, se colocó entre sus piernas y empezó a deshacerse de la ropa que le quedaba. Dean estaba rojo. Era la primera vez que hacía nada parecido con otro hombre.
-Cas-ocultó su rostro con las manos.
-¿Quieres que pare?-Preguntó.
Dean no quería eso, simplemente sentía vergüenza, de modo que negó con la cabeza sin descubrirse. Castiel sonrió con ternura y tiró la ropa al suelo. Gateó descendiendo por el cuerpo de Dean con un sendero de suaves besos, algunos más efímeros que otros, algunos más húmedos que otros, hasta llegar a su erección, la cual abarcó en su boca despacio.
-Ah, Cas…-gimió Dean, casi arqueándose, no pudiendo evitar agarrar las sábanas y echar un vistazo abajo. La imagen era de lo más erótica que había presenciado en mucho tiempo. Aquellos ojos azules le miraban desde abajo, su lengua le recorría la base mientras sostenía la erección en su mano derecha-. Oh, Dios, Cas…
Sería tan maravilloso correrse así, sentía que podría hacerlo y lo disfrutaría. ¿Pero estaría bien? Castiel estaba siendo tan bueno con él, ¿pero y si había llegado muy lejos? ¿Y si no podría estar a la altura de satisfacerle?
-Cas, espera, espera…-pidió.
Castiel aminoró el ritmo hasta parar y, sin dejar de acariciarle suavemente, volvió a la altura de sus ojos.
-¿No te gusta así?
-Sí, sí…-jadeó-. Demasiado. Cas, ¿qué hay de ti?
Castiel no pudo evitar sonreír ampliamente, mostrando su dentadura. Dean no entendía nada.
-Dean eres tan dulce…-le besaba-. Lo quiero todo de ti.
De nuevo se colocaba entre sus piernas y posaba sus manos en todas partes. Su mano izquierda le recorrió las caderas y bajó por su culo hasta la unión de la nalga con el muslo, desde donde le levantó la pierna, flexionándola. Dean gimió, arrejuntando las manos en su pecho.
-¿Todo? ¿Qué es todo?
Castiel se hizo entre sus manos con la cabeza para besar y mordisquearle un pezón. Dean gimió.
-¡Cas!
-Dean…-respiraba agitadamente, como un animal en celo-. No voy a hacer nada que no quieras que haga, tranquilo… Es solo que… Yo también necesito…
La cintura de Castiel ondeó por su cuenta en un espasmo involuntario, algo que era incapaz de controlar pues su libido andaba por los cielos y Dean no contribuía precisamente. Dean era demasiado obsceno en cada centímetro de su anatomía y cada decibelio de su voz.
-Cas… Haz eso otra vez…
Castiel había estado con la cabeza oculta en su pecho, por lo que no se había dado cuenta de la reacción de Dean. Cuando levantó el rostro, pudo ver la cara de Dean, una vez más con ese rubor, esa necesidad ardiente en la mirada. Castiel repitió ese movimiento con la cadera, no haciéndole esperar mucho más. Dean puso los ojos en blanco por el placer.
-Joder…-jadeó Castiel en sus límites.
Dean ni siquiera podía entender por qué le gustaba tanto aquella presión entre sus piernas. No podía pensar y antes de darse cuenta, Cas había tomado sus manos para dirigirlas a sus pantalones. Dean tocó por primera vez esa dureza bajo la tela.
-Quítamelos Dean, por favor…-pidió desesperado.
Dean desabrochó el primer botón y de un tirón, el resto. Los bajó lo suficiente como para poder bajar también los calzoncillos de Cas. Vio entonces su erección, desafiando la gravedad, el glande rosado que ya sobresalía y sus testículos con apenas vello. Rozó con la yema del dedo índice la difuminada línea que se dibujaba en la cabeza de su pene, topando así con la humedad que goteaba de ese orificio.
Castiel siseó, Dean tragó saliva y se relamió. Rodeó su miembro con la mano derecha, comenzando a masturbarle despacio. Castiel flaqueó encima de él, Dean rodó en la cama para quedar encima.
-Más…-jadeó Castiel-. Más…
A Dean se le estaba pasando una idea por la mente, apoyó su frente contra la de su amante y cerró los ojos. Su mano aún estaba ahí, subiendo y bajando con un ritmo más seguido. Finalmente se decidió.
-Cas… No me digas que no lo haga, solo… Solo dime si lo estoy haciendo bien, ¿vale?
Sin darle más vueltas ni tiempo a Cas para decir nada, se separó un poco para bajar a la altura de su miembro. Lo volvió a tomar en la mano. Castiel le diría que no tenía por qué, que no se obligase a sí mismo si no estaba preparado, pero Dean ya le había pedido que no lo hiciera. La inseguridad se estaba apoderando de él ahora que seguía con los ojos el recorrido de las venas marcadas del pene de Castiel.
Cerró los ojos con fuerza y abrió la boca. Lo introdujo despacio, envolviéndolo con sus labios. Pensó que podría mantenerlo en su boca, pero solo pudo abarcar el glande y por muy poco tiempo. Se separó entreabriendo los ojos, dejando un hilo de saliva. Se creyó un torpe absoluto, pero entonces sintió los dedos de Cas enredándose en su pelo. Miró hacia él, Cas respiraba por la boca y acalorado.
-Eso ha sido increíble…-suspiró.
Dean cerró los ojos con fuerza otra vez, dispuesto a repetir aquello. Ahora forzó un poco su mandibula, tratando de abarcar más. No es que Castiel estuviese por encima del tamaño normal, pero le estaba costando mucho hacer eso. ¿Era por ser la primera vez?
-Dean…
Se separó al escuchar su nombre en un jadeo roto. Dejó otro hilo de saliva, tenía los ojos vidriosos.
-¿Te he hecho daño?
-No, no…-se explicó-. Lo estás haciendo muy bien. No tienes que forzarte, puedes ir despacio si lo necesitas…-balbuceó-. Esto te va a sonar raro, pero prueba a saborearlo.
Dean parpadeó varias veces, sí que le había sonado raro. Castiel le acariciaba la cabeza y eso le relajaba, era de mucha ayuda. Intentó besar el glande otra vez, ahora sin metérselo completo en la boca, lamiendo despacio. El semen de Cas era algo ácido y no muy espeso, le dejaba en el paladar un ligero toque amargo. Entonces Dean probó a bajar un poco con el cuello para después subir otra vez, así succionaba muy levemente.
-Dean… Oh, sí…-gemía, mordiéndose el labio inferior-. Lo haces muy bien, muy bien… Las manos, Dean, usa las manos también…
Dean volvió a envolver la base de su miembro con la mano derecha, pronto se encontró a sí mismo salivando, estaba lubricándolo sin darse cuenta de ello, le masturbaba con mayor facilidad. Sus labios ahora estaban hinchados, coloreados. Dean babeaba por chupar esa polla dura.
-Cas…-se separó y le dio lametones-. Me… está gustando esto…
Sin ser muy consciente, Dean llevó la mano izquierda a su propia erección, y separó las piernas para tocarse. Castiel apretó el puño, tirando del cabello de Dean. Apretaba los dientes.
-Podría correrme así…-confesó-. Joder, se te da demasiado bien…
La sola idea de que Castiel sintiera placer por lo que él le hacía era perfecta, quería ser culpable de un orgasmo suyo, quería causarle gritos incluso si eso conllevaba verse cubierto de su semen.
-Córrete, Cas…-siguió masturbándole.
-¿Qué? Dean…
-Córrete, Cas…-le miraba expectante mientras le lamía de abajo a arriba y continuaba moviendo su mano-. Está bien, puedes correrte…
-Dean…-Castiel sentía un hormigueo por todo el abdomen y los genitales, iba a correrse y Dean estaba de acuerdo con ello. Le veía tragarse su miembro e inmediatamente después dar bocanadas de aire sin dejar de tocarle. Estaba muy cerca y la sola imagen le llevaba al borde del precipicio-. Dean, me corro, Dean… ¡Dean! ¡Ahhh! Ahh…
Castiel eyaculó entre espasmos y chillidos, llenando la boca de Dean y sus mejillas de semen. Los regueros blancos caían por su mentón y su cuello, lo que demostraba que poco fue lo que tragó de él. Castiel no acompasó su respiración después de aquello, no. Dean era demasiado pornográfico. En su lugar tiró de él para tumbarlo en la cama boca arriba, se terminó de desnudar y se lanzó sobre él como un animal salvaje. Le besó con la lengua por delante, limpiando aquel rastro de leche mezclando sabores en sus bocas. Dean nunca había hecho una guarrada parecida.
Castiel le sujetaba las muñecas por encima de la cabeza, contoneaba su cuerpo para permitirse espacio entre sus piernas y luego tomaba estas hacia arriba. Se frotaba contra él y Dean rompía los besos con sus gemidos.
-Cas… Cas… ¡Oh, Dios Cas no hagas eso!-gritaba-. ¡Cas! Joder, así… Me estás…
En ese momento algo hizo click en la mente de Dean. Aquella fricción en aquella posición despertaba una sensación en él que jamás creía que pudiese experimentar. Cas sabía que no podía hacer más por mucho que se muriese de ganas, pero entonces Dean le abrazó con las piernas y rodó para quedarse a horcajadas. Miraba a Castiel con lujuria. Separó sus propias nalgas con las manos y se asentó sobre el miembro recto de Castiel. Este estaba en horizontal, igual que Cas, de manera que se rozaba entre sus nalgas pero no podía entrar en él.
Castiel jadeaba debajo de él mientras Dean ondeaba sus caderas. Su mente quedaba nublada por la sensación de ese roce contra su entrada. Debía apoyarse en el pecho de Castiel para mantener el equilibrio. Entonces Cas le empezó a masturbar.
-Ah… Cas…-gimió sonoramente-. Cas, quiero llegar…
Castiel le masajeó su trasero con la mano que le quedaba libre, y mientras seguía tocándole, bajando y subiendo, acariciando el glande con el pulgar.
-Joder, Cas…- Dean no podía creer que le estuviese gustando tanto, no podía creer que el roce contra su ano hubiese pasado a ser una tortura pues ya no era suficiente, no podía creer lo que su cuerpo le pedía que sucediera.
-Cas, por favor…-suplicaba, ya le costaba moverse, ya no podía, estaba temblando, le molestaban las rodillas. ¿¿Cómo demonios aguantaban las chicas en esa pose?? Todas con las que se había acostado decían siempre que esa era su postura favorita. ¡Imposible! Tal vez fuese por la forma de sus piernas, pero Dean ya estaba envuelto en sudor y sin aliento.
-Dean…-Castiel se incorporó, tomándole en brazos, tumbándole en la cama.
-No, Cas… No pares… Ah…-jadeó, pero antes de poder enunciar una sola queja más, los dedos de Castiel presionaron su ano sin llegar a entrar. Dean puso los ojos en blanco, ahogando sus gritos.
-¿Mejor así…?-susurró en su cuello, y mientras seguía frotándose, ahora contra su pierna.
-Sí, sí… Oh, sí…-Dean volvió a masturbarse, ahora muy cerca, muy cerca del clímax-. Me corro, Cas… Cas…
Tembló incontenidamente bajo el peso del cuerpo de Castiel, él también se dejó ir mientras sentía cómo Dean le salpicaba el abdomen. Él no sentía ningún pudor, ninguno en absoluto, ansiaba el semen de Dean manchándole por todas partes.
-Oh sí, Dean… Córrete, dámelo todo…
Dean pudo sentir nuevamente gotas cálidas encima de él.
Todo estaba en blanco, luego borroso. ¿Dónde estaba? Castiel. Castiel respiraba, podía oírle, sentir su aliento en las clavículas. Ahora su vista enfocaba de nuevo. Nunca había tenido un orgasmo tan intenso.
-Cas…-musitó-. ¿Qué coño ha sido eso?
Castiel despertó más rápido de su trance de su trance.
-¿Te ha gustado?-Dean asintió-. A mí también-sonrió. Después se levantó y fue al baño velozmente por una toalla que humedeció un poco en un lado. Al cabo de unos segundos estaba otra vez en la habitación. Limpió a Dean, se limpió él y luego les secó-. Ven, vamos a la ducha.
Dean se levantó de la cama asombrado por los cuidados que Castiel le estaba dando y encantado de recibirlos. Se metió bajo el grifo de la ducha con él. Solo se oía el agua caliente caer sobre ellos y colarse en el desagüe. Estaban en silencio, mirándose a los ojos o a cualquier otra parte de su cuerpo. Cas echó gel en sus manos y luego lo dejó caer en la espalda de Dean, le enjabonó con cariño, mimándole, yendo con sumo cuidado en las zonas más sensibles. Dean le correspondió, prestando ahora más atención a los detalles de su piel. Cuando el agua volvió a caer sobre ellos, se llevó la espuma, los restos de sudor, de fluidos. Castiel cerró el grifo, Dean le miró enamorado.
-Te quiero un poco -dijo. Dean rara vez decía esas palabras, les tenía miedo, de ahí añadir las otras dos.
-Yo también te quiero un poco- contestó Castiel, lleno de felicidad y de ternura.
Dean le abrazó. Castiel puso una toalla a su alrededor. Cuando estuvieron secos, se metieron desnudos bajo las sabanas, envueltos en los brazos del otro.
...
Dean cumplía ya su primer año limpio. Sam estaba muy orgulloso de él. Gabriel y él creían que era el momento perfecto para contarle sobre su relación. Estaban los cuatro celebrando que todo estaba saliendo muy bien, que las deudas eran ya inexistentes, que la convivencia había resultado ser perfecta, que Dean colgaba una segunda chapa en su tabla de madera.
-Dean-dijo Sam mientras veía a su hermano mayor poniendo esa tabla en su sitio otra vez. Gabriel y Castiel estaban en el salón-, tengo algo que decirte.
-Yo también-respondió con la cabeza gacha, mentalizándose.
-Bueno, yo no quería decirte nada antes porque... Bueno, todo esto-sonrió-. Pero ahora estás mejor que bien y... Gabriel y yo salimos juntos.
Dean parpadeó varias veces, después solo asintió. Sabía de sobra que su hermano no hacía ascos a nadie en temas románticos.
-¿Te hace feliz?
-Mucho-Sam asintió, de nuevo esa sonrisa que marcaba sus oyuelos.
-Me alegro.
-¿Qué es eso que querías decirme tú?
-Oh, er...-se rascó la nuca, incómodo-. Pues... Ya sabes, Sammy, cuando convives con alguien mucho tiempo... Día tras día, y... Se comparte todo... Esto...
-Dean-le llamó-, estás balbuceando.
Dean resopló y se frotó el rostro con las manos.
-Cas y yo...-apartó la mirada con timidez.
No hizo falta que siguiera. Sam se sorprendió un poco, es cierto, pero él ya había pasado por una salida del armario y conocía de sobra a Dean como para saber exactamente qué responder.
-¿Te hace feliz?
Dean levantó la vista y asintió.
-Me alegro.
Sam le abrazó y Dean correspondió.
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spnimaginesonehots · 8 years
Text
Deep.
Advertencias:
AU, Bottom!Dean, hard sex, explícito, Top!Cas (?), tentáculos, monster sex, overestimulation… Ya os vais haciendo una idea. Leed el resumen. Es la primera vez que escribo un fic con tentáculos, sed buenxs conmigo porfa, que yo os quiero. Oh, y aclaro que en este fic, Dean es bisexual y está solo. Ni familia ni amigos, sintiéndolo mucho, pero es que si no no era posible escribirlo bien. Y a mí me gusta volverme loco, pero siempre y cuando tenga lógica el desarrollo del personaje.
Resumen:
Dean es un joven cazador que va a investigar un caso a un pueblo cercano al mar. Varias desapariciones a lo largo de los años han ocurrido en este lugar, todas irregulares. Lo único que podían tener en común las víctimas era su atractivo, distintas edades, distinto género y aparentemente ninguna relación entre ellas. Cuando Dean llega al pueblo, encuentra allí unos símbolos muy extraños y comienza a investigar las leyendas ocultas.
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Hacía el suficiente calor como para quitarse la chaqueta del disfraz del FBI cuando caminó por el puerto buscando al sheriff. Le enseñó las fotos que había estado haciendo de los símbolos que estaban repartidos por el pueblo en paredes, barcos y casas. Era una especie de emblema, parecía un pulpo o un monstruo marino. Era un círculo relleno, con tentáculos alrededor. El sheriff sonrió en un gorjeo explicándole una de las historias del pueblo.
-Verá, agente, nada de esto tiene relación con el caso. Estos símbolos forman parte de la historia de este pueblo. Son el emblema del fundador, Castiel Novak. La casa más vieja del pueblo es la mansión de la familia, y está repleta de estas cosas. 
-¿Aún sigue en pie?
-¡Claro! Jimmy es el único descendiente de la familia que queda y él se encarga de que ahí siga, en perfecto estado, con el dinero de la herencia. 
-Jimmy…-se quedó pensativo-. ¿Tiene idea de donde está?
-Pues ahora debe de estar en su tienda, si no anda ayudando al viejo en el museo.
-¿Su tienda? ¿Tiene una tienda?
-Sí, es un chico muy humilde en realidad. No le gusta llamar demasiado la atención. Viste de calle, trabaja como cualquier otro, ya digo que todo el dinero va a mantener la casa en buenas condiciones. Es muy concienzudo con la historia. Un buen chico. Lleva la librería de la calle mayor. Le puedo acercar, si quiere.
-No, iré yo mismo, sheriff, gracias.
-De nada, agente.
Dean pasó por el motel del pueblo a comer algo, cansado de buscar y no encontrar nada. No parecía haber ninguna relación con monstruos, fantasmas, ni brujas, ni maldiciones… Nada. Lo único que había podido encontrar que pareciese extraño eran aquellos símbolos y no resultó ser nada sobrenatural. Su instinto le decía que pasaba algo, pero le quedaba poco para rendirse. Decidió ir a ver a ese tal Jimmy solo por probar. Condujo el Impala por la calle mayor del pueblo hasta encontrar aparcamiento. Preguntó a una anciana que paseaba en qué dirección estaba la librería. Le indicó el camino y Dean le dio las gracias.
En la puerta del local colgaba un cartel con el mismo emblema. Abrió la puerta y buscó con la mirada el mostrador. Tras él estaba un chico poco mayor que él, vestido con una camiseta de manga corta que le estaba holgada y unos pantalones vaqueros. Nadie diría que era rico. Se acercó y mostró su placa.
-Buenos días, soy el agente…
-Smith, del FBI-le interrumpió el hombre de ojos azules hipnóticos y luego sonrió con timidez-. Disculpe, es que en este pueblo los rumores van con el aire.
-¿Qué rumores?-Preguntó interesado.
-Oh, ya sabe. Antes oí decir a un par de chicas que entraron que un chico guapo venía husmeando y… Bueno, dijeron su nombre. Perdón-le tendió la mano-. Me llamo Jimmy. 
Dean aceptó el apretón de manos. 
-Bueno, sabrá que investigo las desapariciones.
-¿Desapariciones? ¿En plural?-Jimmy frunció el ceño.
-Verá, mi prioridad es la chica que ha desaparecido esta semana. Pero tengo motivos para pensar que hay una relación con casos anteriores.
-Oh, sí…-caviló-. Recuerdo que cuando yo tenía solo quince años un turista desapareció aquí también… Pero eso fue hace mucho, ¿cómo puede estar relacionado?
Dean carraspeó ante la curiosidad insaciable de Jimmy.
-Las preguntas las hago yo.
-Lo siento, vuelvo a comportarme como un cotilla. Am… Dispare. Bueno, no literalmente-reía nervioso. 
Dean empezó a entender por qué aquel hombre tenía ese aspecto desarrapado, era todo un torpe. Aunque tenía su encanto. Hizo las preguntas usuales, olores raros, puntos fríos, personas que se comportasen de manera extraña, ruidos… No consiguió nada. Y tan solo por probar sacó su móvil para enseñarle el emblema.
-Tengo curiosidad por esto.
Jimmy sonrió con lo que parecía ser nostalgia.
-Es el emblema de mi familia. Tengo entendido que mis antepasados llegaron desde el otro lado del mar. El dibujo es el de un monstruo, una antigua historia con poco sentido, que habla de un ser inmortal. No sé, es un poco raro, se decía que le gustaba la humedad, que se hacía pasar por humano y que tenía muchos tentáculos. Una cosa perturbadora-rio-. Pero a la gente le gusta el dibujo, atrae turistas así que nadie se queja.
-¿Un monstruo?-Esto ya le interesaba más-. ¿Qué clase de monstruo?
-Ni idea.
Si era un monstruo sin nombre ya podía valer, no iba a encontrar ninguna información sobre ello. Buscó entre los archivos del pueblo. Nada. Ahí no había caso alguno para él. Terminó su comida china de la cena y fue a comunicarle al sheriff que sus jefes le habían dicho que el caso no era de interés, que el propio pueblo podría resolverlo porque no parecía tener ninguna relación con los anteriores y bla, bla, bla… Iba hacia el coche cuando se tropezó con el torpe librero Jimmy.
-¿Entonces ya se va?
-Así es.
-No irá a pasarse toda la noche conduciendo… ¿Verdad?
-¿Y por qué no?
-Bueno, no quiero molestar, seguro que tiene trabajo, pero… Podría quedarse en la mansión a pasar la noche y salir mañana temprano. Estoy seguro de que ha pasado todo el día trabajando y estará cansado.
-Deja de tratarme de usted, ya no estoy de servicio. Llámame Dean.
-Oh, Dean… ¿Te gustaría tomarte una cerveza? Yo invito.
Jimmy era amable y muy atractivo, y Dean sentía curiosidad por ver aquella mansión por dentro y se preguntaba cómo sería dormir en una cama de allí. Aceptó. Jimmy se metió en el asiento del copiloto y le indicó cómo llegar al garaje. Desde fuera la casa era enorme. Tenía tres pisos más el trastero, el desván y el garaje. Eso que Dean alcanzase ver. Además de unas escaleras amplias. Aquello era gigante y Dean no pudo evitar pensar lo solitario que debía ser. 
-Por eso paso casi todo el día fuera-explicó Jimmy-. Con el dinero de mi familia pago para que alguien venga y la mantenga limpia. He tenido gente viviendo conmigo de internos, pero se acaban marchando todos a los pocos meses.
Dean supo ver que Jimmy apreciaba su compañía. Se quedaron en la planta baja y pasaron un par de horas tomando cervezas en una sala de estar, charlando sobre tonterías. Entre ellas el coche de Dean, al librero le gustaban los coches antiguos y todo tipo de música, los hits de los ochenta incluidos. Llegó un momento en que Dean no aguantaba en pie. Jimmy rio por ver cómo intentaba que no se le pegasen los párpados. Dean se lamentaba, porque aquel hombre era guapo y si no estuviese tan cansado podría pasar una buena noche con él.
-Ven por aquí, anda-le dijo, levantándose de la silla-. Puedes dormir en esta habitación de al lado.
Dean observó el cuarto. Paredes blancas y una cama de matrimonio de sábanas negras y rojas. Acogedor y espacioso a la vez. Resultaba envidiable.
-Gracias.
-De nada, descansa.
Jimmy se alejó por el pasillo y Dean cerró la puerta. Se frotó el rostro y se sentó en el lateral de la cama. Se quedó solo en camiseta y calzoncillos y se metió a dormir. Tuvo una anómala facilidad para quedarse frito, dormido profundamente. Despertó más descansado que nunca. Jamás había pasado una noche tan buena, estaba despierto y contento. Se estiraba en el colchón con placidez y sentía que poco a poco se llenaba de energía. 
Miró hacia los lados y se encontró con el desayuno en la mesita de noche. Venía en una bandeja. Se giró a comprobar que, efectivamente, la puerta estaba cerrada. ¿Habría entrado para servirle el desayuno? Sería hace poco, porque esos cruasanes olían recién hechos. La bandeja traía dos de esos, perfectamente horneados, un pequeño plato con huevos revueltos, un zumo de naranja sin pulpa y una tacita de leche templada. Wow, menudo anfitrión. A Dean le entraban ganas de quedarse toda la vida viviendo allí.
Estaba terminando de saborear aquel manjar cuando llamaron a la puerta. Dean tragó lo que masticaba ayudado del zumo.
-Pasa-dijo.
Pero para su sorpresa, no fue Jimmy el que entró, sino una mujer. Una mujer bastante atractiva. Tenía el pelo recogido en una coleta, llevaba puesto un vestido sencillo y nada de maquillaje. Dean la había visto en alguna parte antes, pero no lograba recordar. Ella sonreía amigablemente. ¿Sería una de esas personas que limpiaba la mansión como le estuvo explicando Jimmy?
-¿Te ha gustado el desayuno?-Preguntó ella con una voz dulce.
-Sí, estaba muy rico. ¿Lo has preparado tú?-La chica asintió-. Vaya, pues, cocinas de maravilla.
Ella sonrió sonrojándose, dándole las gracias, acercándose y sentándose a su lado. Dean le preguntó la hora, ella le dijo que eran las nueve de la mañana mientras ponía una mano en su rodilla. Dean parpadeó varias veces, sorprendido. 
-¿Te vas a marchar?-Preguntó ella-. Estoy segura de que a Jimmy le encantaría que te quedases un poco más-La chica se levantó la falda del vestido despacio-. Y a mí también.
Ella no llevaba nada debajo. ¿Estaba soñando? Debía estarlo, aquello no podía ser real. Ella se acercaba para besarle y al tiempo que sus labios empezaban a rozarse, sintió su mano en la entrepierna por encima de los calzoncillos y jadeó. Ella pasó a besarle el cuello sin dejar de acariciarle. Dean musitó alguna queja, pero nada más. Él no era de piedra y aquella chica sabía dónde tocar. Enseguida se puso duro y él no supo qué otra cosa hacer además de dejarse llevar. Ella tiró de las sábanas desechas hasta el suelo y se puso de rodillas en ellas, bajando el elástico de sus boxers hasta dejar sus genitales a la vista y comenzando a besar su intimidad. Se metió el glande en la boca, humedeciéndolo, acariciándolo con los labios. Dean se apoyó en sus antebrazos, echándose un poco hacia atrás y observando la escena. Su miembro desaparecía en esa cavidad, ella le masajeaba las pelotas mientras su lengua jugaba con su erección. 
Si este servicio estaba incluido en la casa, se quedaría un poco más.
Cerró los ojos, mordiéndose el labio inferior y dejando caer su cabeza hacia atrás, suspirando levemente. Terminó por tumbarse y de vez en cuando mirar hacia abajo. La chica tenía talento sin duda. Al cabo de unos minutos, Dean ya no aguantaba. Ella iba subiendo el ritmo con su boca y sus caderas se movían solas. El cosquilleo que le recorría el estómago y la entrepierna fue a más.
-Joder… Oh, me vengo…-jadeó para avisarla. Ella siguió, siguió hasta que el orgasmo de Dean estalló en su boca y ella limpió hasta la última gota.
Dean se frotó el rostro hasta que pasó el aturdimiento. Ella parecía muy feliz de haberle satisfecho. Sonreía complacida.
-Me llamo Sophie-ese era el nombre de la chica desaparecida-. ¿Desaparecida? No estoy desaparecida, ahora vivo aquí, con Jimmy y los demás.
-¿Los demás?
-Sí, ahora están descansando. Jimmy no, Jimmy está en el sótano y quiere verte-sí, Dean también tenía ganas de ver a ese cabrón mentiroso-. Te llevaré.
Dean miró una vez más alrededor, ni su ropa ni sus armas estaban allí. Tendría que ir al garaje para coger del maletero, pero la chica tiraba de él en otra dirección, diciéndole que estaba cerrado con llave, que no pasaba nada, que Jimmy era muy bueno. Dean imaginaba que estarían bajo algún hechizo. Del sótano emergía calidez. estaba forrado con una sustancia lisa que parecía estar viva. Dean tocó la pared y fue como acariciar la piel húmeda y suave de otra persona, solo que esto era de tonos morados.
Más adelante, frente a ellos y de espaldas, estaba Jimmy. Solo llevaba puestos unos pantalones, y eran de traje. Sus pies estaban descalzos sobre la superficie blanda, al igual que los de Sophie y los de Dean. Podía ver su espalda, definida, morena, tersa. No era para nada el chico desarrapado. Se dio la vuelta, sus ojos azules seguían siendo igual de hipnóticos, y su expresión, igual de amable que la noche anterior. Llevaba en la mano un par de vasos de agua que les ofreció. Ella bebió sin dudar, Dean no bebió.
-Vamos, tendrás la garganta seca-dijo, y Dean tomó solo un sorbo.
-Así que tú eres el monstruo inmortal.
-Tú debes ser un cazador-ladeó el rostro, recogiendo los vasos y dejándolos sobre la mesa, el único mueble que había-. Admitámoslo, los dos tenemos cosas que ocultar. Mi auténtico nombre es Castiel-le tendió la mano.
-Cas, no te ofendas-rechazó su mano, sarcástico-. Pero yo no tengo esclavos secuestrados en una mansión.
-¡No soy ninguna esclava!-Le gritó la chica-. ¿Cómo te atreves a llamarnos eso?-Castiel intentó calmarla, pero ella le arreó una bofetada-. Te escuché hablar anoche y me caíste bien, pero si llego a saber que eras un capullo te la hubiese mordido.
-Sophie, cálmate. 
-¡Pero Cas!
-Sophie-la llamó con firmeza en la voz y ella apaciguó su respiración-. Dean no sabe nada sobre nosotros, lo raro sería que reaccionase bien. Sube arriba con los demás, ¿vale? Yo me encargo-le dio un beso en la mejilla y ella asintió, le abrazó y subió las escaleras.
Dean no daba crédito a nada de lo que pasaba delante de él. Era la situación más extraña en la que se había encontrado nunca.
-Mira-dijo Castiel-, contrario a lo que creas todos los que se quedan conmigo lo hacen porque quieren. No hay… ¿qué sé yo? Ningún hechizo raro, ninguna maldición, ninguna manipulación… O lo que sea que se te haya pasado por la cabeza. Le dije a Sophie que si quería que te preparase el desayuno, pero la chica es impulsiva. Lo lamento.
-¿Esperas en serio que me lo crea? ¡¿Qué hay de mi ropa, mis armas, mi coche?!-Gruñó enfurecido, pero el supuesto monstruo abría los ojos de par en par, sorprendido.
-¡¿Se han llevado tus cosas?!-Corrió por las escaleras gritando el nombre de Sophie para impedir que se fuera, ella asomó la cabeza por la puerta y Dean lo observó todo desde donde estaba-. ¿Cogiste sus cosas? 
La chica agachó la cabeza y luego asintió arrepentida.
-¿Por qué has hecho eso?
-Porque no quería que se fuera, quería quedarme a mirar. No pensé que fuera un cazador idiota-le sacó la lengua como si fuera una niña pequeña.
Dean estuvo a punto de decirle a la chica que podía decir la verdad, que él la iba a proteger de ese ser, pero joder… Estaba diciendo la verdad, podía notarlo.
-Sophie…-Castiel resopló-. Sube, ya hablaremos luego. No me gusta esa actitud.
La chica obedeció y Castiel se frotó el rostro con pesadumbre. Luego se giró a Dean, ofreciéndole una disculpa.
-Oye… Lo siento. Sophie es una little girl y quiso quedarse aquí porque en ningún otro sitio la entendían. En realidad es una chica muy madura, pero… A veces se comporta como una cría pequeña, revoltosa y maleducada. Escucha, si quieres irte puedes hacerlo. Te devolveré tus cosas y podrás irte, pero debes entender primero que no soy un monstruo que secuestra y esclaviza, no quiero que este lugar ni las personas que viven en el pueblo corran peligro. ¿Entiendes esto, Dean?
-No-dijo simplemente, y es que no sabía qué más podría decir. Castiel alargó un suspiro y se sentó en las escaleras-. ¿Qué eres? ¿El niñero de todas estas personas? ¿Esperas que crea eso?
-No soy ningún niñero, soy su amante. A veces-volvió a suspirar-. Esto es difícil de explicar, habla con ellos. Pero mucho me temo que si no estás dispuesto a guardar el secreto, no puedo dejar que te vayas-se lamentó.
-¿Disculpa?
Castiel se levantó, entre serio y apenado, rozando la decepción.
-Este es mi hogar. Protegeré mi hogar, Dean-bajó la mirada un instante y sonrió con algo de tristeza-. Es una pena, realmente me gustabas.
Comenzó a subir las escaleras. Dean sintió algo extraño en ese instante. Sus palabras habían conseguido otorgarle el beneficio de la duda. Dean le tomó del brazo.
-Espera-Castiel se giró con esperanza-. Explícame.
Castiel sonrió. Le guió hasta el comedor donde estarían los demás. Había un par de personas mayores, esas estaban en mecedoras. Los desaparecidos envejecían allí. Castiel cuidaba de ellos hasta que abandonaban la vida, los mandaba enterrar en el cementerio del pueblo, o incinerar, según los deseos de las personas. Otros rondaban los cuarenta, la treintena… Sophie era la más joven, tenía veinte años. Estando allí le devolvió su ropa, su móvil y el resto de sus pertenencias. 
-¿De veras estás aquí por propia voluntad?-Susurró Dean.
-Deja de dudarlo de una vez. Mi familia me detestaba, me insultaba por mi forma de expresarme. ¿Denunciaron mi desaparición? Pues ahora que esperen sentados, haber apreciado mejor lo que tenían-le guiñó un ojo.
Dean observó al monstruo en la distancia, que charlaba sentado en el suelo con los ancianos de la mecedora, y les cogía de la mano con cariño. Pudo imaginar lo que aquello tenía que doler. Sophie se dio cuenta y dejó por un momento el papel de niña pequeña.
-La vida es la vida-le dijo a Dean-. Y no vamos a perder las cosas bellas por temor a que las tristes las estropeen, ¿verdad? Ellos se conocieron aquí-explicó, refiriéndose a los ancianos-. Se enamoraron aquí y se casaron aquí. Y todo fue gracias a él. Así que si pretendes estropearlo, yo misma te corto el pescuezo.
Dean forzó una sonrisa, y luego se disculpó, yendo a su cuarto con la cabeza gacha, pues su mundo en blanco y negro cobraba tonalidades grises y eso le costaba asimilarlo. Castiel se asomó a la puerta, Dean levantó la vista. Se sintió algo ridículo porque todavía estaba en paños menores.
-Estaba equivocado.
-Todos nos equivocamos-contestó con serenidad.
Entonces Dean se escudó en su humor.
-Aún me queda la duda de dónde están tus tentáculos-rio nervioso.
-No los suelo poner a la vista-rio también, rascándose la nuca-. Traducido a los de tu especie, es como ir desnudo por ahí.
-Oh, ¿te refieres a que…?-carraspeó con incomodidad-. Ya sabes, ¿son…?
Castiel solo asintió. Dean no pudo evitar imaginarse un anime hentai de los muchos que había visto. Castiel se echó a reir.
-Si quieres saber más, pregúntale a Sophie… o baja al sótano en un rato-se dio la vuelta y empezó a alejarse.
-¿Te me estás insinuando?-Tragó saliva.
-Ya te dije antes que me gustabas-fue lo último que dijo y bajó las escaleras al sótano.
Dean corrió de nuevo al comedor, buscando a Sophie, nervioso, tartamudeaba, explicándole la pequeña conversación de hacía un instante. Sophie abrió la boca formando una o y luego sonrió ampliamente. ¿Por qué sonreía? No se suponía que tenía que sonreír, ¿o sí? Ella corrió a no sabía donde y volvió con un frasco para dárselo. Dean preguntó qué era.
-Oh, limpia el estómago. Créeme, si quieres bajar, quieres también beberte eso.
-Es que no estoy seguro de si…-no llegó a terminar la frase, sentía demasiada curiosidad, Castiel era condenadamente atractivo y él no iba a negar que tenía fetiches extraños-. Al diablo-se tomó el frasco de un trago. Apenas tenía sabor aquella cosa-. ¿Cuánto tarda en hacer efecto?
-Unos pocos minutos, el baño es aquella puerta. Ve y límpiate bien.
Dean entró al baño y cerró la puerta tras de sí. Se quitó la ropa y se sentó en la taza del inodoro. Fuera lo que fuera aquel frasco, hizo un efecto rápido. Enseguida se sintió de lo más ligero. Se limpió, tiró de la cadena y se metió a la ducha. Dejó que el agua caliente le recorriese el cuerpo entero, se enjabonó rápido, primero el pelo, después el resto. Metió el dedo índice en su propia entrada para asegurarse, apretando un poco los dientes por su estrechez. Fruncía el ceño mientras sacaba el dedo, maldiciendo por lo bajo. De nuevo agua caliente, y ese dedo limpiando los restos de jabón. Salió y se secó rápido. Miró alrededor.
-Mierda.
Había olvidado que no tenía más ropa.
Sophie llamó a la puerta, dos toques antes de entrar, dándole los segundos justos para taparse las intimidades con la toalla. Traía algo de ropa en la mano. La camisa de cuadros que Dean se había dejado en la habitación y un par de calzoncillos limpios, esos eran de Castiel.
-Ponte eso y baja ya-espetó Sophie, maleducada.
Dean iba a quejarse pero no le dio tiempo. Se puso aquello y dejando el baño desordenado, cerró la puerta y fue por el pasillo hasta las escaleras del sótano. Bajó despacio. Buscó con la mirada, la luz era más tenue allá abajo.
-¿Castiel?
De repente sintió que alguien aparecía detrás y le abrazaba desde la espalda. Le asustó, pero luego empezó a acompasar la respiración. Castiel estaba caliente, restregaba su rostro contra la curvatura de su cuello, oliéndole.
-Llámame como lo hiciste antes, me ha gustado-pidió con voz ronca.
Dean cerró los ojos, tragando saliva, tomando una lenta bocanada de aire por la boca.
-Cas…
Bruscamente y con lo que a Dean le pareció un rugido, Castiel le dio la vuelta. Le brillaban los ojos, literalmente, un brillo azul como el de los reflejos del sol bajo el agua. Dean pudo saber que su expresión era por excitación. No podía acostumbrarse a la oscuridad con esos ojos mirándole tan fijamente, pero sintió las manos de Cas atraerle hacia él de nuevo, esta vez para besarle. Pero no lo hizo bruscamente, paró en seco justo antes de hacerlo y se acercó a sus labios lentamente, entrecerrando los ojos e inclinando la cabeza. Los labios del monstruo acariciaron los suyos. Eran tan rugosos como suaves, cálidos.
Al separarse, Cas le sonrió contento, el brillo de sus ojos se calmaba. Castiel se comportaba como un animal, un animal con una forma humana preciosa. Sus manos le sujetaban de la cadera, bajo la camisa de cuadros. Él miraba a Dean con curiosidad, como si tomase nota mental de cada centímetro suyo, hasta que fijó la vista en un punto de su cuello. Le rozó esa zona con los dedos y Dean se estremeció, cerrando los párpados. Cas rio casi con inocencia, para después besar ese mismo sitio y que Dean no pudiese evitar un jadeo.
Inmediatamente se tapó la boca para que no escapase de esta ningún otro sonido. Cas le miró con el ceño fruncido, luego apartó la mano de Dean, negando con la cabeza. Dean iba a quejarse, pero de nuevo fue a esa zona de su cuello y ahora, además, succionó y lamió. Dean jadeó más fuerte.
-No hagas eso… Ahí, no…-balbuceaba entrecortadamente.
Castiel hizo caso omiso, sabía que a Dean le gustaba, que solo decía que no porque no quería ser ruidoso. Pero en unos segundos paró, no quería demorarse con ese pequeño punto débil. Le miró la boca a Dean, delineando sus labios carnosos y rosados con los dedos. Mientras tanto, aunque andaba algo aturdido, Dean vislumbró los tentáculos que parecían salir de la espalda de Cas y abrió los ojos de par en par. Castiel siseó con la intención de calmarle, mirándolo con ternura. Dean respiró hondo, Castiel volvió a besarle, cayendo lentamente sobre el suelo.
Los tentáculos, de la misma textura y color que lo que cubría el sótano en suelo, pared y techo, comenzaron a rodear a Dean y a colarse bajo su ropa. Uno bajó por su cuello, atravesando la camisa y rompiendo todos los botones de un solo tirón.
-Espera, Cas-dijo, pero se vio interrumpido por la lengua de uno de los tentáculos alrededor de uno de sus pezones.
-Adorable-sonreía Castiel, sentado a horcajadas, admirándole-. Qué perfecto eres, Dean.
Dean se ruborizó, respiraba por la boca y no sabía ni cómo responder a eso. Ladeó el rostro, cerrando los ojos. Castiel lamió y pellizcó el otro pezón con su propia boca. Dean se estremeció, tratando de ahogar los gemidos en la garganta. En ese momento otros dos tentáculos acariciaban sus tobillos, enroscándose muy despacio sin apretar, subiendo poquito a poco. Dean jadeaba sonoramente, desesperado.
-Dean…-Cas le llamó, tomándole de las mejillas-. Dime, ¿te gusta tener la boca llena?-Dean se quedó atónito por la pregunta, pero no fue tímido y asintió en respuesta-. Bien… Otro de los tentáculos le presionó los labios, pidiendo entrar. Dean entreabrió la boca, dudoso. Aquello sabía cómo debía saber el miembro de Cas, la textura era suave, y húmeda. De la cabeza del tentáculo salía un líquido ácido y dulce. Castiel le estaba follando la boca y Dean lo disfrutaba.
Algo estaba pasando. ¿Qué era? Todo era mucho más caliente, su miembro palpitaba de excitación, sentía la calidez de sus mejillas, estaba peligrosamente sensible. Dean se estaba a punto de correr y sólo por ese tentáculo en su boca. Miraba a Castiel, su rostro extasiado por el sexo oral. Los tentáculos que recorrían sus piernas llegaban a la ingle y Dean seguía bebiendo ese líquido con sabor a gominola de fresa.
Entonces los tentáculos se colaron en sus boxers para romperlos. Quedaron desgarrados, y Dean, desnudo. El mismo tentáculo que le había estado chupando el pezón ahora lamía su erección. Dean gritó, gritó y gritó sin poder decir nada pues tenía la boca llena mientras se corría por culpa de ese monstruo tan sexy.
Después del orgasmo aún estaba duro. Un tentáculo abandonó su boca y el otro dejó su miembro en paz. Dean todavía tenía los ojos en blanco, y la lengua fuera. Tardó en calmar su expresión.
-¿Qué… qué me has dado, Cas?-Preguntó entre jadeos-. Mi cuerpo se siente tan bien…
-Eso que bebías, Dean-respondió Cas en susurros-, es una droga natural que produce mi cuerpo… Tiene este efecto en humanos, es tan tierno-explicó sin dejar de mirarle, rozando con el dedo índice su erección-. Tu polla aún está muy dura. ¿Quieres saber por qué? -No esperó a que Dean respondiese-. Es porque esa droga te mantiene excitado, podrás correrte varias veces y no dolerá nada. Estás precioso cubierto de tu propio semen, Dean.
-¡¿Qué?!-Gritó, abrumado por la caliente y sucia manera de hablar-. ¡N, no digas esas cosas!
Dean cerró los ojos con fuerza, no alcanzaba a comprender todos los efectos que aquella sustancia estaba causando en su organismo. Castiel le observaba, eso podía notarlo. ¿Y cómo no hacerlo? El cuerpo de Dean era toda una obra de arte, erótico y tentador a más no poder.
Los tentáculos abrieron las piernas de tan suculento humano, Dean gimió. Estaba expuesto en las zonas más íntimas de su anatomía. Trató de flexionar las rodillas y funcionó, pero solo logró quedar más expuesto. Ahora tenía los tobillos pegados a la cara interna del inicio de los muslos, con las nalgas separadas y los músculos de su entrada contrayéndose visiblemente. Castiel siseó. Un tentáculo especialmente viscoso respecto a los demás comenzó a gotear sobre el culo y los genitales de Dean.
-Caliente…-suspiró Dean casi inaudiblemente. ¿Qué sucedía? Ahora su boca también hablaba libremente, no haciendo caso de la voz que susurraba en su nuca, la que negaba todo lo que estuviera pasando y todo lo que pudiese pasar en adelante.
-Tranquilo, Dean-dijo Castiel, consciente de que los inhibidores de su cerebro aún no habían sido del todo neutralizados por la droga ácida que emanaba de él y acercando de nuevo el tentáculo que antes había estado en su boca-. Abre la boca…
Dean entreabrió más sus labios y aquel tentáculo se metió de lleno hasta su garganta, obligándole a tragar más de ese líquido sabroso. Más calor, más placer, más sexo oral. Dean empezó a lamer gustoso aquel tentáculo. Castiel se sorprendió. Dean ya estaba perdido. Prueba fehaciente de ello, que Dean hizo un puchero cuando Castiel salió de su boca.
-Ahora la droga está haciendo un efecto completo, ¿no es así?-sonrió Castiel y el tentáculo viscoso empezó a frotarse contra el culo de Dean.
-¡Ahh! ¡Sí, sí!-Gritó en respuesta a los estímulos.
-Dime cómo se siente, Dean-ordenó.
-Se siente… muy bien Cas…-se estremeció-. Estoy muy expuesto así, me siento observado pero me gusta mucho… Estoy muy caliente, quiero correrme más… Dame más, quiero más, te quiero dentro…
-Dean…-Castiel se inclinó hacia delante, seguía de rodillas, ahora con una pierna a cada lado de su abdomen y con el rostro frente al de Dean-. ¿Cómo voy a negarme si me lo pides así?
Sonreía, y a cualquier otro le hubiese resultado perturbador, pero Dean podía sentir que Castiel sonreía porque era imposible no hacerlo estando feliz de tenerle. El extremo viscoso de aquel tentáculo le pareció incluso pequeño al notar cómo se adentraba. Dean no tuvo queja alguna de esa suculenta penetración. Movió el cuello, buscando un beso que Cas le dio gustoso al tiempo que aceleraba el ritmo. Dean rompió el beso húmedo con sus gemidos. De repente aquella cosa era más grande, ¿o solo se lo parecía? Cuando su ano se acostumbraba al nuevo tamaño, dilatándose, el tentáculo volvía a aumentar. Nunca había estado tan abierto. Castiel golpeaba contra su próstata y Dean gritaba cosas sin sentido.
-Así Ahh… Ahí… Me estás… Ngh… Cas… Tus… tentáculos… Ngh ooh… Me…
Nuevos espasmos, intensos, como fuegos artificiales. Dean estaba otra vez sumido en el clímax. Sólo había necesitado una buena follada en el culo para ello, nada más. Aunque la cosa no acababa ahí. Castiel ahora estaba en su apogeo y Dean continuaba suplicándole por ser su esclavo sexual.
-¿Qué es lo que quieres, Dean?-Preguntó en un tono autoritario y sensual.
Dean tenía un rostro adorable incluso así, era el sumiso perfecto, el mayor pasivo con el que había tenido ocasión de jugar.
-Quiero que me folles, Cas… Quiero tus tentáculos follándome…-jadeaba.
-Como desees, pequeño.
Castiel no había salido de su interior cuando aquellos tentáculos le rodearon de nuevo. Estaban por todas partes, sus brazos, sus piernas, sus pezones sus caderas, sus pelotas, su culo, su pene… Dean sentía cómo lamían y acariciaban aquí y allá. La lengua fina y hábil que antes había chupado su miembro ahora estaba… Estaba…
-¿Qué haces? ¿Qué vas a hacer ahí?-Preguntó Dean, alarmado, pero no porque estuviese en contra.
-Voy a meterme en este agujerito…-dijo Cas, penetrando su uretra hasta el límite.
Dean gritó de tal manera que debieron oírle desde el tejado con la mayor claridad. Estaba siendo doblemente penetrado por aquel monstruo y lo disfrutaba terriblemente. Sacaba la lengua en busca de más, quería ser abusado todo lo que pudiese aguantar su cuerpo. Eso incluía tener la boca llena. Castiel comenzaba a jadear.
-No me digas Dean… ¿Todavía quieres más?-sonrió con respiración costosa, pero no tanto como la de Dean. Él ahora dejaba escapar un gorjeo entre sus gemidos.
-Lo quiero todo… Castiel…
La manera en que pronunció su nombre tenía algo, algo especial que no sabría describir. Su mirada era segura, confiada, se atrevería a decir que libre de una pesada carga, Dean era todo suyo. Jamás había experimentado la sensación de poseer a alguien, pero Dean era muy distinto, sentía una conexión extraña.
Los tentáculos levantaron en peso a Dean, diría que esta vez había algunos que salían del suelo. Castiel estaba de pie frente a él, su figura era imponente y jodidamente sexy. Se estaba quitando los pantalones de forma que pudiese verlo con claridad. Dean estaba empapado en un sudor que le doraba la piel. Entonces le vio desnudo. Pudo entender la insistencia con la lubricación, el miembro de Castiel era muy grande.
Cas le acarició los muslos con las manos y, ayudando a sujetar las piernas a Dean por la cara interna de las rodillas, el tentáculo salió de él despacio dejando su ano palpitando. Empezó a penetrarle lentamente y Dean ahogó sus gritos, apretando los puños hasta el punto de empalidecer sus nudillos. Castiel se inclinó a besarle el pecho con dulzura una vez completamente dentro. Dean respiraba arrítmicamente por la boca. Castiel le acarició el rostro.
-¿Vamos a corrernos juntos ahora, Dean?-Preguntó, mordiéndose el labio inferior-. ¿Sí? ¿Quieres?
Dean asintió, siseando. Cas había comenzado a moverse y no era capaz de hacer nada más, casi estaba llorando por el placer. Ni siquiera sabía si era capaz de correrse con ese tentáculo metido en su uretra, pero tampoco es que pudiera pararse a pensarlo mucho. La voz de Dean nunca había sonado tan aguda ni tan rota, y ahora Castiel tenía una expresión de éxtasis en su propia cara, gemía en gruñidos graves y roncos y eso ya era el súmmum. Dean no necesitó avisarle de que le quedaba muy poco para terminar.
-Sí, Ah… Sí-jadeaba Castiel, mirándole a los ojos fijamente-. Me vengo también Dean… Oh…
Fue lo último que dijo al compás de sus embestidas antes de eyacular por cada uno de sus tentáculos y su enorme miembro, llenando a Dean por dentro y por fuera de su semen. Dean perdió la consciencia durante el orgasmo, tembló, lloró, gritó como nunca antes lo había hecho y aún lamió el tentáculo que estaba cerca de sus labios, saboreando esa sustancia.
Castiel se separó despacio y lo bajó lentamente para dejarlo en el suelo cómodamente. Luego él mismo se tambaleó y se acostó a su lado. Le besó con la mayor delicadeza. Tal gasto de energía habría dejado al humano sin fuerzas y era más que consciente de ello. Le abrazó sin importar el estado de ambos cuerpos, casi acunándole, permitiéndole reposar un poco.
-Asiente si te encuentras bien-susurró Cas y Dean asintió. Tenía los ojos cerrados y algo le decía que pronto iba a quedarse dormido.
Castiel hizo un esfuerzo para tomarle en brazos y llevarle tras la única puerta que había en el sótano. Era un baño sencillo, una sala blanca bien iluminada y con una bañera en el centro con toallas alrededor. En el suelo había una alfombra pequeña, al pie de la bañera. Dean entreabrió los ojos, aturdido y pudo ver que la bañera estaba llena. Entonces sintió que Cas le metía en el agua, estaba caliente pero no demasiado. Qué bien sentaba…
Después se encontró a sí mismo siendo enjabonado por aquellas manos tan bonitas, tan firmes. Sonrió levemente, aunque seguía adormilado. Qué cuidadoso había resultado ser aquel monstruo, realmente desprendía ternura. Después de aquello sintió que tiraba de él para ponerle en pie y le cubría con una toalla grande. Le frotó con ella, la espalda y los hombros. Dean casi recordó cómo su madre solía hacer eso. Le encantaban esos abrazos cálidos.
Castiel le volvió a tomar en brazos, envuelto en la toalla como estaba. Dean se abrazaba a su cuello mientras subían las escaleras hacia el primer piso y se adentraban en la habitación. Castiel le tumbó en la cama, apartó la toalla y le arropó. Entonces se agachó y le cogió de la mano.
-Ahora voy a ir a lavarme yo, ¿de acuerdo?-susurró, acariciándole el pelo también-. No tardaré, descansa-dijo y le besó la frente. Al mismo tiempo Dean empleó sus pocas fuerzas en retener su mano y besar el dorso de esta. Luego cerró los ojos.
Igual que había sentido a Cas alejarse, lo sintió acercarse de nuevo. Sintió como le abrazaba desde la espalda, metiéndose debajo de las sábanas. Dean respiró hondo y se dio la vuelta para encontrarle cara a cara, sonriendo.
-Hola-dijo Castiel, devolviendo su sonrisa.
-Hola-correspondió Dean.
-Duerme un poco, cuando te despiertes comeremos algo.
-Si la comida es la mitad de buena que el desayuno, ya eres el hombre perfecto-bromeó, pero así llenó de felicidad el corazón de aquel monstruo.
Castiel le besó en los labios despacio, romántico, meloso, sin pausa pero sin prisa, como besa alguien para el que no tiene sentido medir el tiempo. Dean nunca diría en voz alta que iba a quedarse, ni siquiera lo pensaría. Simplemente lo haría.
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spnimaginesonehots · 8 years
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“Why did you...?”
“This was a long time ago, Cas” You say, with a trembling voice, hiding your wrist. “I was dealing with... things I couldn’t handle”
“Are you ok now?” Cas says, worried and kind.
“Yes, I’m better now” You answer, a little nervous.
“Then you shouldn’t be ashamed of them” He smiles softly. “These are the scars of the war you won”
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spnimaginesonehots · 8 years
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Crazy in love
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Pairing: Samifer (Sam/Lucifer)
Advertencias: meloso, dulce, un poquito de surrealismo, y ni idea de si algo tiene sentido (sobretodo Luci).
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Sam había quedado atrapado de nuevo en la caja con Lucifer. Crowley había salido corriendo con Rowena, y Lucifer le hablaba a Sam con la misma soberbia y picardía de siempre. Otra vez allí metido con ese ser. Otra vez la misma pesadilla. Pero cuando Lucifer fue a ponerle la mano encima para acariciarle la mejilla igual que lo había hecho en su visión, Sam le agarró de la muñeca. Lucifer sintió que un cierre le aprisionaba.
-Esta vez no-dijo Sam, aleteando la nariz y apretando la mandíbula.
Lucifer olía su miedo a pesar de todo.
-¿Qué me has hecho, Sammy?-Sonrió.
-¿No creerías que iba a bajar aquí sin un plan B, verdad?  Como hombre de letras ahora tengo acceso a muchos… trucos. Sabíamos que no podíamos fiarnos de Rowena y que si subías a la superficie, querrías hacerlo usándome de recipiente. Así que buscamos una alternativa. Este brazalete que llevas dejará que conserves tu imagen cuando vengas conmigo. Y si te fijas, tengo otro muy parecido en mi muñeca. Significa que yo te controlo. Oh, y no te molestes en intentar nada, no nos los podemos quitar.
-Espera-Lucifer volvió a sonreír-. ¿Significa eso que estaremos juntos para siempre, Sammy?
-No, Lucifer. Porque volveré a encerrarte cuando todo haya acabado.
-Olvidas que esta imagen que tengo se deshará en mil pedacitos si no la alimento bien.
-Olvidas quien soy y a mis contactos en el infierno.
-¿Cómo? Pero… ¿Crowley no acaba de marcharse corriendo detrás de su mamá?
-Sí, ahora mismo la estarán atando en el calabozo.
Lucifer aplaudió sorprendido y alagado por tantas molestias en él. De modo que subiría a la superficie convertido en la mascota de Sam Winchester para vencer a la Oscuridad y luego… De vuelta al infierno.
Ese era el plan, sí. Sin embargo, Lucifer no tenía el poder suficiente, y tuvieron que enfrascarse en la búsqueda de otra ayuda. Encontrar la mano de Dios llevó semanas enteras, pero uno de los libros de la biblioteca del búnker mencionaba un cargamento interesante en un submarino que había sido hundido por los nazis en la guerra fría.
Muy a su pesar, la mano de Dios era de un solo uso.
Crowley tenía en su poder la vara que Moisés usó para separar las aguas, la que convirtió el agua en sangre.
Solo tenían un disparo.
Usar a Dean como señuelo era la única opción para atraer a la Oscuridad. Castiel sería su respaldo. Lucifer y Sam aparecerían entonces, y usarían la mano de Dios contra ella. Sin embargo, el arma fue en vano, y Lucifer fue secuestrado. Una nube espesa les envolvía. Sam se ahogaba en ella. Fue allí mismo, cuando vio que su hermano yacería junto a él mientras el diablo estaba desaparecido y Castiel inconsciente que Dean rezó a los cielos.
Metatron leía las páginas de aquella autobiografía con lágrimas en los ojos. Un brillo en el bolsillo de Sam alertó a Dean. El resto, como suele decirse, es de sobra conocido. Lograr reunir a ese pobre ejército fue más sencillo de lo que imaginaron, al tratarse de un enemigo común. El diablo, los ángeles, los demonios, las brujas y el mismísimo… Chuck, al lado de los Winchesters.
¿Quién lo iba a decir?
La Marca ya brillaba en el brazo de Sam cuando Amara se alzó contra su hermano. Lucifer cogió su lanza y la utilizó contra la Oscuridad, y el golpe fue certero. Hubo algo en su mirada justo antes de correr hacia la Oscuridad, un brillo que solo había visto una vez antes, en los ojos de Cas después de que cayese del cielo. Pero el de Lucifer era ámbar, como el de una llama prendida.
Hubo un grito, un destello de luz cegadora, luego una nube negra que lo oscureció todo y una luz que la abrazaba y desaparecía con ella. Allí no había ningún Dios ya. La Oscuridad no estaba, pero tampoco Chuck. Dedujeron que él se la habría llevado, ahora que estaba debilitada.
Entonces un nuevo destello. La figura de Lucifer rejuvenecida, su gracia formando un halo sobre la cabeza, sus alas brillaban, podían ver la sombra en el suelo.
-Parece… Que gané el perdón de papá.
El primero en reaccionar fue Castiel, que se levantó del suelo algo malherido y fue hacia él, aún sin poder perdonarle, pero atreviéndose a llamarle hermano. Sam le contempló embelesado.
-¿Estáis delirando, Sammy?
-No, Dean. El brazalete, ¿recuerdas? Hay algo en él que ha cambiado.
En aquel momento, Lucifer rompió el brazalete.
-No, Sammy. Nada ha cambiado. Merezco estas alas lo mismo que el primer día… -cogió la espada de arcángel de la mano de Cas- Absolutamente nada -en ese momento cortó su garganta y su gracia se esparció en el aire. Lucifer se desmayó y quedó en el suelo.
Llevaron su cuerpo dormido de vuelta al búnker. No dejaban de preguntarse por qué había hecho lo que había hecho. Sam era el único que podía saberlo, pero no respondía sus preguntas. No había más que silencio.
Sam lo tumbó en una cama y estuvo allí cuando despertó.
-¿Sam?-Fue lo primero que dijo, las primeras palabras que pronunció justo antes de un bostezo y un gemido de queja por su agotado cuerpo humano.
-Estoy aquí.
Sam levantó la vista y se inclinó hacia él, posando la mano en su frente, midiendo su temperatura. Lucifer se tranquilizó al tenerle cerca y dejó caer sus párpados cansados antes de entreabrir los ojos y enfocar lo que veía. La mirada de cachorro abandonado de Sam fue lo primero que divisó como humano.
-Siempre esa cara de cordero…
-¿Qué has hecho? Eras un ángel otra vez…
-Lo sabes bien, pudiste ver a través de mí hasta que me quité el brazalete-dijo, buscando sus manos y acariciándolas-. Hace mucho tiempo que no soy un ángel, Sam… Sentí de nuevo toda mi gracia, rejuveneciéndome, devolviéndome lo que un día fui, mucho antes de la Marca… Pero ya no lo quiero, no quiero esa pureza, no quiero…
Comenzó a toser y respirar costosamente. Sam le instó a que dejase de hablar.
-Me siento enfermo-sonrió-. Es dulce sentirse enfermo… Quiero sentir cosas, quiero sentirlo todo.
-Está bien. Ahora calla. Tienes fiebre, te daré algo para que baje.
-Sí, tengo calor-susurró confundido-. Y sed.
Sam le pidió que esperase y caminó fuera de la habitación hasta la cocina, evitando toparse en los pasillos con su hermano o con Castiel. Cogió del armario un par de pastillas y luego sirvió un vaso de agua. Fue entonces cuando Dean se acercó a él y le acribilló a preguntas.
-Es difícil de explicar-trató de apaciguar los nervios de su hermano, siempre emocionalmente preocupado-. Creo que no quería ser un ángel de nuevo, que ya no tiene sentido para él. Creo que nunca ha sido capaz de sentir realmente nada, creo que cuando Chuck le devolvió su gracia, se dio cuenta de todo lo que había hecho y en lo que se había convertido.
-¿Qué estás diciendo?
-Lo que un día fue…-interrumpió Castiel-. Se encontró directamente con el diablo que es. Era. La única solución es quedar a medio camino de ambos. Ni divino, ni maldito.
Las miradas intercambiadas en aquel silencio eran el permiso otorgado de Castiel para poder volver a la habitación sin que Dean reclamase nada más. Lucifer se había incorporado y se había descubierto de las mantas. Sam se sentó a su lado y le ofreció el vaso y la pastilla.
-No sé si deberías… En fin, estás sudando.
-Sam lo siento-dijo al terminar de tragar.
Sam no estaba preparado para responder.
-No es un tema apropiado ahora. Deberías descansar. Quitarte esa ropa y asearte.
Después de la absoluta corrupción, perversión de su ser y ante encontrarse a sí mismo como un ser completo y puro, casi se autodestruye. Ahora temía cualquiera de los dos extremos y todo ápice que se acercara ellos. Por ello tanto que Sam le cuidase como que le instase a desnudarse le abrumaba y le paralizaba.
Sam ahora no podía descifrar nada de su lenguaje corporal más allá de lo humanamente posible.
-Escucha, me he acostumbrado últimamente a que no tengas que hablar para que yo vea lo que hay en tu mente. Pero ahora el brazalete no está, así que tendrás que hacer el esfuerzo de comunicarte conmigo.
-Entiendo-asintió-. Yo… tendré que acostumbrarme. No sé qué es lo que estoy sintiendo ahora… Creo que es miedo.
-¿Y entiendes por qué, de qué tienes miedo?
Antes de poder articular palabra, Lucifer tembló y comprobó que las palabras no salían de su boca por mucho que lo intentase. Rompió a llorar mientras negaba con la cabeza.
Sam jamás había presenciado nada parecido y solo pudo abrazarle, sosteniéndole para controlar aquella taquicardia repentina.
-Sh… Sh…
Le calmó, respiró hondo para que él le imitase, acompasando el ritmo con el que se hinchaban y deshinchaban sus pulmones. Sólo cuando dejó de llorar, volvió a hablarle.
-Está bien, ¿vale? Sigues sudando, necesitas una ducha y ropa limpia. Te ayudaré a levantarte, vamos.
Moverse fue todo lo sencillo que le permitía el entumecimiento de su cuerpo. Sam le llevó al baño y, por el camino, cogió algo de su propia ropa para prestarle. Le dejó allí y esperó fuera. Castiel seguía hablando con Dean, con suerte ya le habría hecho entender.
Pero Dean, ¿qué iba a entender? Sam tenía una capacidad mucho mayor para perdonar, para evolucionar sin tener siempre abiertas las heridas. En eso Sam era más fuerte, y todo se lo debía a Dean porque siempre había sido su protector. Todo el amor que él no pudo tener, se lo dio. Por eso jamás reprocharía a Dean nada de toda esa preocupación extra, era una causa perdida y bastaba un abrazo dado con el alma para apaciguar el corazón triste del mayor de los Winchesters.
A veces Sam se preguntaba si aquellas emociones que a Dean tanto le hacían esconder la cabeza eran la razón por la que él y Castiel nunca habían dado el paso. Seguro que así era, y que Cas le amaba tanto que no hacía nada para no dañarle.
Amor. Ese gran imposible. ¿Estarían malditos los Winchesters respecto a ello? ¿Tenía cura esa maldición?
No interrumpió la conversación ajena, sólo se hizo algo de café, descafeinado esta vez, y volvió a vagabundear los pasillos. Pudo ver en la distancia cómo Lucifer salía del baño con su ropa. Qué sensación más rara… Incluso en todos esos años de tortura, había un patrón en él que delataba la trágica historia del hijo traicionado por su padre y el hombre incapaz de amar sin deshacerse del mal que le asolaba. Ahora no era así. Lucifer había rejuvenecido, había encontrado paz, había cambiado por dentro y por fuera. Y lo sabía porque él lo había visto, lo había sentido.
Ahora despejaba de vileza y crueldad todas las palabras manipuladoras de había susurrado en sus oídos durante tanto tiempo. Algo que tienen las manipulaciones bien hechas es que implican coherencia y realismo, así asemejan ser la verdad irrefutable. Por eso son tan dañinas psicológicamente. Sam había desarrollado inmunidad, una inteligencia respecto a lenguaje corporal, hablado y emocional que serían de envidiar.
Lucifer había expresado de maneras inimaginablemente asquerosas e interminables lo mucho que le deseaba, cosa que le resultó repulsiva dicho suavemente. Pero la reciente evolución de su persona… Ese retorno a la mayor inocencia… Eran ahora la tentación de devolverle con amor y pasión todas las violaciones.
Una filosofía un tanto extraña que nadie jamás entendería de Sam. Aunque más sencilla de lo que parece. Pero más de una vez allá en el infierno, cuando Lucifer le azotaba… En alguna ocasión las estrellas se alineaban y Sam respondía con serenidad y una sonrisa triste que casi rozaba el perdón. Cualquiera diría que eso era su cordura tambaleándose y estaría en lo cierto, pero el rostro de Lucifer en esas pocas ocasiones se rendía unos segundos, paraba como si la diversión del sádico hubiese quedado arruinada, se enfurruñaba y dejaba un descanso a su confundida mente. Como si fuese en ese instante incapaz de odiar a la raza a la que culpaba de la traición de su padre, y al sentirse cautivado, se encontrase cara a cara con su impotencia y frustración.
Ahora Lucifer tenía una leve sonrisa triste y una mirada de arrepentimiento que tenía vergüenza de ser expuesta. La viva imagen del rechazo a sí mismo, a la debilidad. Sam se acercó a él y compartió el café. Reconoció en sí mismo algo de sadismo cuando la imagen de Lucifer temblando debajo de él le atravesó. Gozaría de una manera majestuosa al sentirle vulnerable. Sacudió de su cabeza esas ideas y le preguntó si tenía hambre. Él negó con la cabeza, sacudiéndose a su vez los recuerdos de Sam rechazando sus lascivas bromas.
-Me gusta-dijo sin más, casi tartamudeando-. El sabor del café. Y… Gracias por la ropa. Es… Ancha.
Sonreía muy nervioso y Sam lo notaba. Notaba más cosas.
-Lucifer…-señaló con los ojos su pantalón.
Rápidamente se cubrió el paquete con ambas manos y se dio la vuelta.
-¡No mires!
-Así que todos esos flirteos obscenos… ¿Fueron sólo la versión oscura de lo que sientes?
-No me siento orgulloso de lo que hice… Ahora me siento desnudo, me siento frágil y débil y me doy asco.
-Creo que tengo el remedio.
Sam caminó por el pasillo y Lucifer fue tras él.
-Para esto no tenéis pastillas. A menos que me drogues, y espera a que mi cuerpo reaccione con subidones y no bajones.
Lucifer hablaba siguiéndole hasta su cuarto, donde Sam dejó la taza encima de un mueble y no prestándole demasiada atención. Cerró la puerta y le empujó contra la pared, callándole súbitamente.
-Veo que ya no tienes fiebre.
Lucifer negó levemente con la cabeza.
-Bien-susurró justo antes de besarle.
Los labios de ambos eran finos y decididos, los de Sam esta vez más que los de Lucifer, más dominantes.
-Sam, ¿qué haces?
-Sabes bien lo que hago-volvió a besarle-. Escucha, yo también tengo oscuridad dentro, ¿recuerdas? Puede que no vuelvas a ser el que eras, pero puedes ser mejor de lo que nunca has sido. Lo sabes. Has visto de mí más que nadie, sabes que yo lo logré.
Lucifer se perdió en sus ojos y luego asintió repetidas veces antes de devolverle los besos.
-Pero Sam, ¿por qué me besas? ¿Por qué quieres esto?
-Hay una conexión, entre tú y yo, siempre la ha habido. Guarda silencio por una vez, ahora que puedo corresponder.
Lucifer se dejó hacer mientras Sam ya colaba la lengua en su boca, levantándole en peso contra la pared, sujetándole las piernas. Es cierto que había una conexión, después de todo, él debió haber sido su recipiente perfecto. Lucifer le rodeó con los brazos y jadeó entrecortadamente en cada bocanada de aire. Sam le llevó hasta la cama y le dejó caer, colocándose entre sus piernas. Se quitó su camiseta y tiró de la de Lucifer, quedando sus torsos descubiertos. Lucifer le colmó de besos el cuello, los hombros, el pecho. Sam lamió su cuello, sus hombros, su pecho, sus pezones, su abdomen.
-Sam…-suspiró sonrojado.
En cuanto Sam se percató del rubor de sus mejillas, tuvo que refrenarse a sí mismo, y aún ejerciendo autocontrol le debió haber dejado al menos un chupetón en la cadera y otro en el cuello.
-Sam…-gemía en voz baja y quebrada, clavando la yema de sus dedos en la musculosa espalda.
-Lucifer, no digas mi nombre así… Voy a perder la cordura.
Se le quedó mirando un instante y entonces, en silencio, le instó a rodar en la cama empujando ligeramente con sus manos. Sam se puso debajo voluntariamente, de otro modo no hubiese sido pues Lucifer no tenía fuerzas para obligarle. Ni tampoco las quería.
Se quedó a horcajadas encima de Sam, hondeando las caderas involuntariamente, no estableciendo contacto visual directo, bajándose el elástico de esos pantalones de pijama que le había dejado ponerse. Sam no esperó a que eso terminase para inclinarse hacia delante y meter las manos bajo la ropa para cogerle las nalgas. Lucifer se estremeció.
-Lo siento, no he podido resistirme. Pero por favor, sigue, no pares-le pidió con sinceridad.
-Pero Sam… Dean y Castiel están abajo, yo estoy… Estoy…
-Estás muy guapo-le interrumpió, mirándole embelesado y dejándole estático-. Respira hondo, relájate. Estás perfecto como estás. Yo… He podido ver a través ahora y… Eres hermoso, Lucifer. Esa llama que te han devuelto-Sam puso la mano en medio de su pecho-, eso que un día fuiste… Lo has mezclado muy bien con la humanidad. En nosotros conviven la maldad y la bondad, no hay que inclinar la balanza a ningun lado-no sabía si se estaba explicando bien, Lucifer estaba petrificado escuchándole-. Mira, yo puedo perdonar, olvidar lo que hiciste. ¿Puedes hacerlo tú?
-Algo me dice que sí… Algo me dice que no.
Sam sonrió un poco porque sabía que de lo que estaba hablando era de su desconfianza.
-Dime, ¿el Sam que conoces estaría tocándote así si no sintiera lo que dice?-Lucifer negó con la cabeza en respuesta-. Entonces déjame decirte que el pestillo está echado, y que nadie va a oírnos.
Le abrazó mientras volvía a besarle con suavidad, inclinándose poco a poco hacia delante, recostando a Lucifer en la cama y quedando él entre sus piernas. Las manos del humano principiante le empezaron a tirar de los vaqueros. Sam se separó, tirando el mismo de su ropa, la que le quedaba, y mostrándose desnudo. Lucifer se prendó de la imagen que le ofrecía y también se desnudó para él. Sam sonrió y se apegó a él de nuevo, como si sus labios estuviesen pegados. Ambos exhalaban pequeños suspiros entre contacto y contacto, sus miembros se frotaban que el resto de su piel. El roce comenzó a ser tortuoso y se ayudaron de sus manos, cada una en la erección del contrario, y luego en la suya propia, o abarcando las dos en un intento desesperado de tenerse. Acabaron de lado, entrelazando las piernas.
-Sam…
-Lucifer… ¿Podríamos…?
Lucifer entendió qué proponía y asintió. Fue Sam el que se movió, asintiendo también, tumbándose del otro lado, poniendo su rostro frente a las intimidades de Lucifer. Lucifer se acomodó para meterse en la boca el pene de Sam, tocando también con las manos sus testículos. Sam siseó entre dientes y correspondió con el mismo trato.
Lucifer fue el primero en sentir que el orgasmo se apoderaba de él. Advirtió a Sam. Él le dijo que se dejará ir, y así fue. Sam hizo un esfuerzo por tragar el semen, que no le gustaba por el sabor amargo, pero igual le lamió bien y se deleitó con sus gemidos ahogados. Entonces se sentó apoyando la espalda en el cabecero de la cama y Lucifer se acomodó para seguir estimulándole lo mejor que sabía.
Sam le acariciaba el pelo con una mano, mirando cómo se ocupaba de llevarle al clímax con su boca y sus manos. Lucifer levantaba la vista de vez en cuando y observaba la expresión de Sam. Un pálpito en su boca le dijo que estaba a punto y se esmeró en llevar un ritmo con su cuello. Las caderas de Sam temblaron cuando eyaculó, apretando la mandíbula y agarrando las y los rubios cabellos cortos de Lucifer sábanas. A él sí le gustaba el sabor amargo y ácido, le tragó despacio y con placer.
Sam aclimató su respiración y se acostó junto a su amante. Se abrazaron y se arroparon.
-Me ha gustado mucho, Sam-dijo Lucifer, mirándole a los ojos.
Sam sonrió y besó su frente.
-A mí también.
-¿Qué vamos a hacer ahora?
-De momento-respondió Sam, no preocupándose por el futuro e instando a Lucifer a hacer lo mismo-. Podemos dormir un poco. Nos vendrá bien descansar. Estaré aquí cuando despiertes.
-Sí…-se acurrucó-. Yo tampoco iré a ninguna parte, Sam.
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spnimaginesonehots · 8 years
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Inspiración que necesitaba ser escrita, aunque ni siquiera he visto el capítulo.
En serio, sorry not sorry. Pero estoy hasta los cojones de la homofobia entre líneas de este puto TVshow. No podré ver el capítulo hasta mañana, pero los pocos spoilers que me ha lanzado tumblr no me han gustado NADA. “You're my brother”. Y una mierda. Siempre que parece que los guionistas van por buen camino es para metérnosla doblada. Y maquillan las escenas con cosas que nos sirvan de compensación y dejemos pasar cosas como “brother”. ¡Ni siquiera el personaje de Dean con la evolución de estos últimos años sería capaz de decir eso! Puede que esté dejando mucha rienda suelta a mi vena activista, pero ¡joder! Para un personaje que me gusta que podría estar muy bien representado como bisexual o pansexual o simplemente no hetero... Que además encaja perfectamente en un desarrollo de auto-odio y armario por culpa de una vida horrible, pero que aún así está enamorado... Cuyo hermano le acepta y cuyo amor acepta hasta el punto de autodestruirse (más de una vez), aunque él no se acepta a sí mismo... ESTO ES INDIGNANTE. Y SINCERAMENTE POR COSAS COMO ESTA ODIO SER FAN DE SUPERNATURAL. Por esto y porque los guionistas de la serie pongan como excusa que los fans creemos que “ninguna chica es lo suficientemente buena para nuestros chicos” para cargarse a todo personaje femenino que haya. No me extrañaría nada que en la siguiente temporada se carguen a nuestra preciosa pareja de policías que tanto queremos, o que dentro de otro par de años hagan reaparecer a Claire para matarla. Igual que hicieron con Charlie. Dios sabe que adoro a Misha, a Jared... ¡Todas las campañas que hacen para ayudar a los demás! Pero joder... Menuda mierda. Estoy muy cansado ya.
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spnimaginesonehots · 8 years
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Play with me.
Request:
Uniforms.
Kiss naked and toys.
Dean/Castiel.
Bottom: Dean.
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Castiel worked as secretary to the director of the company, Dean Winchester. Everyone spoke well of him, but Castiel knew the truth. He knew the man who was Dean, not correct and friendly, but ungrateful. Dean was always smiling narcissistically, and was always treating Castiel in a bad way, like he was just an errand boy.
A normal day, Castiel entered Dean’s office to let the coffee on the table. Then he saw it. The mobile phone. Dean will come back at any time, so Castiel didn’t think twice and put the object in his pocket. He thought he would return it, or Dean could buy another one anyway.
Dean became increasingly nervous as time passes without his phone appearing. Castiel used his lunch break. He went to the bathroom, hiding in a toilet stall with a door. He closed well, put down the toilet lid, and sat to take a look at that phone.
What a pleasant surprise to discover his internet history and images kept. Dean Winchester was a submissive, kinky homosexual. Oh, what a great find. He was going to enjoy it.
That night when he got home, got a call from another mobile. Dean. He picked up but did not speak to not be discovered, and was delighted with the screams Dean gave. Then he hung up and sent a message.
“Hello. I’m the one with your mobile. And all your pictures, slut”.
Castiel laughed endlessly. Soon came the answer.
“What do you want, son of a bitch?”
That was funny, Castiel had not planned blackmail so far.
“Not so fast. Tell me why you like bdsm”
This response took more.
“Because it turns me on. Tell me who you are”
“I’ll tell you in due time. And it’s not any good to you to know, because if you tell, I will publish these pictures on the page of the company”
“Don’t you dare.”
Actually, Castiel would not do that, but would take the opportunity that the universe had given him.
“I will if you force me to do it”
“Tell me what do you want in exchange”
Castiel thought. Having seen his boss so intimate areas gave him many ideas.
“I’d like to fuck you”
“What? No!”
“Are you sure? Even if  I haven’t said my name yet? The truth is that I am very good in bed, and I-m a dom, by the way”
“You will not get away with it”
“You’re wrong, Dean. This secretary will not take more coffee to your office. And in that case, the next time you’ll be more careful where you leave your belongings”
“¿Cas?”
“I flattered you know my name. Tomorrow you will come to work with a vibrator up your ass, and let the command on my desk upon arrival. If not, you’ll say goodbye to your precious reputation”
That was the last message. So Dean had no choice, but when he got back his phone, he would make sure of firing that bastard blackmailer.
The next morning. Dean came pretty uncomfortable to work. The plugin was into his tight asshole, his suit had never felt so close-fitting, and he left the command on his secretary’s desk, who was wearing a mischievous smile. Dean was not prepared for what Cas had in mind.
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spnimaginesonehots · 8 years
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Una fantasía cumplida.
Advertencias: Dean va a cumplir esa fantasía suya de que le pegue una mujer con la máscara del zorro. Porni con dominatrix, yey! #sub!dean #femdom #oc #dean/oc
A divertirse, followers!
Dean estaba esperando sentado a los pies de la cama. La chica estaba en el baño, cambiándose.
-Tengo que reconocer que eres el primero que me pide esto-dijo ella tras la puerta.
-¿En serio?-Contestó él con sorpresa y una risa nerviosa.
-No, tonto, esta es la tercera vez que voy a hacerlo con este disfraz. Pero pensé que te ayudaría a relajarte.
La chica salió del baño con el pelo cogido en una coleta alta, un antifaz negro y lencería negra y roja de encaje a modo de corsé. Dean había tenido muchas veces la fantasía de que una mujer le dominase, y la había cumplido un par de veces… Pero no tan bien como a él le gustaría, pues en los encuentros casuales rara vez coinciden los gustos entre los desconocidos, rara vez se vuelven a encontrar y aun más rara vez se tiene la confianza para confesar fetiches y realizarlos. Esta vez se había armado de valor y había pagado a una señorita de compañía que, además, era experimentada en el juego de dominación/sumisión. BDSM o como se diga. La cuestión es que por fin iba a hacer realidad su fantasía.
-Muy bien, repasemos las reglas-dijo ella, acercándose y quedando de pie frente a él-. Palabra de seguridad.
-Pastel.
-De acuerdo. Como es tu primera vez, vamos a ser suaves y a portarnos bien. Llámame señora cada vez que te dirijas a mí, ¿has entendido?
La voz de aquella chica era tan sensual que Dean solo pudo asentir, con la mente colapsada por la excitación. Y para colmo se había ido aproximando en una inclinación hasta sentir su aliento contra los labios. Ella sonrió complacida y eso le calentó más, ya le apretaba el pantalón y seguro que ella se había dado cuenta.
-Buen chico. Parece que tienes ganas de ser obediente…-se separó de nuevo y para cuando Dean pudo darse cuenta, la chica tenía una fusta en la mano.
-Sí, señora-tragó saliva.
-Pues no me convences con esa carita de niño bueno-le levantó el rostro con la fusta desde el mentón-. Sé bien que eres un chico malo y vas a recibir un castigo por ello. Ahora desnúdate y no me hagas perder el tiempo.
Dean ya había hablado con ella y le había dado instrucciones de lo que creía que podía tolerar y lo que no, de modo que no estaba preocupado y se desnudaba deprisa para contentarla. En eso consistía el juego. Él sería el sumiso al que ella podría usar y humillar a su antojo y, si en algún momento la cosa se torcía, solo tenía que decir la palabra de seguridad que ella ya había repetido cientos de veces para aprenderse. Al cabo de un minuto, estaba desnudo como ella quería, pero, por algún motivo que no alcanzaba a comprender, ella parecía molesta y le agarró la cara.
-¿Esa es forma de dejar la ropa? Eres un desordenado, recógela del suelo ahora mismo y dóblala bien en esa silla.
Enunciada la orden, le soltó. Dean se arrepintió realmente de haberse comportado de esa manera e hizo lo que ella le dijo, balbuceando disculpas entre tanto. Ella le pellizcó el trasero en cuanto tuvo oportunidad.
-Nada de disculpas, no me gustan. Obedece y punto.
-Sí señora-terminó y se giró, mirándola.
-Agacha la cabeza, ¿o es que te he dado permiso para mirarme?
-No señora, me portaré bien señora-dijo, bajando la mirada.
Ella le observó de arriba a abajo y le acarició la erección, provocándole un ligero temblor y suspiros. Ahora Dean tenía el ceño fruncido y se sentía extrañamente cómodo ante la dominación y el abuso consensuado de aquella mujer joven y atractiva. Estaba deseando que le golpease y se preguntaba cuáles serían sus siguientes movimientos.
-Estás muy duro, pequeño…-decía ella, continuando con la leve pero efectiva humillación verbal-. ¿Te está gustando?
Dean asintió, mordiéndose el labio y relamiéndose.
-¿Te está gustando?-Repitió la pregunta, abofeteándole.
Dean volvió a responder asintiendo con los ojos cerrados y con un sí casi inaudible.
-¿Te está gustando?
De nuevo una bofetada y la afirmación de Dean subió su volumen.
-Responde, ¿te gusta? ¿Te gusta? ¿Te gusta?
Cada vez que lo preguntaba, abofeteaba a Dean y como consecuencia él subía la voz, hasta que ella se contentó. Entonces paró, sonrió satisfecha y algo excitada y le besó, casi forzándole a ello, aunque Dean enseguida se acostumbró y se incorporó al beso.
Entonces le empujó tirándole sobre el colchón. Dean siseó una queja, ella se reía de él.
-Pero qué dulce…
¿Lo soy? Pensaba Dean. ¿Le estoy gustando? ¿Lo hago bien?
Ella leyó sus ojos. Su experiencia le hacía saber exactamente qué necesitaba oírle decir aquel hombre de cuerpo fuerte a la vez que tembloroso. Esa faz y musculatura firmes se tensaban y erizaban en una inquietud propia de un animal. Dean era, de todos los que se habían postrado ante ella, el más atractivo sin duda. Pensó para sí que ojalá solicitase sus servicios más a menudo.
-Lo estás haciendo muy bien, sí-su voz se tornó algo melosa dentro de su autoridad, la de una mommy dom, pues entendía que Dean encajaba en la imagen de little boy aunque él probablemente ni supiera lo que era eso-. ¿Quieres que siga, pequeño? ¿Te gustan mis bofetadas?
Dean asintió, cerrando los ojos con fuerza, ya totalmente sometido en su rol. Su expresión era algo indistinguible entre placer y dolor, para aquel que sea principiante. Para ella no. Ella sabía justo lo que Dean necesitaba y se lo dio. Se acostó de lado en la cama, a su espalda. Dejó la fusta a un lado y le ató las muñecas con un pañuelo de tela de algodón que previamente había dejado en la mesita.
-Ahora pon las manos por encima de la cabeza, pequeño-le ordenó, mientras Dean sollozaba, y le ayudó a acatar la orden-. Eso es, muy bien-le elogió y le acarició toda la espalda hasta las nalgas-. ¿Te gustarían unos azotes ahora, pequeño? ¿Eh?
Dean sentía cierto pudor y sólo se atrevía a asentir evitando que se encontrasen sus miradas.
-Oh, no tengas miedo, cielo. Vamos, déjame escuchar esa preciosa voz, ¿ah?-ahora le causaba piel de gallina acariciándole con la fusta la unión del trasero con la cara interna de los muslos-. ¿Te gustarían unos azotes?
Dean se estremeció. Nunca antes había estado tan sensible. Temía no querer volver a practicar sexo convencional.
-Sí, señora…-susurró.
-Repítelo-dijo a su oído-. Y esta vez, llámame ama.
Tras esas palabras le lamió y mordió el lóbulo de la oreja, haciéndole gemir.
-Azótame, ama, azótame… Por favor…
Aquella súplica no podría haber sido más erótica, y atravesó peligrosamente las barreras del autocontrol de la chica. Quería volver a oír esa voz ronca agudizada y entrecortada.
-Suplica-alargó un suspiro en su orden, apretando la mandíbula.
-Azótame… Por favor, por favor…-Dean rogaba como estando apunto de llorar-. Dame ya…
Ella le tiró del pelo hacia sí, echándole la cabeza hacia atrás y arreándole con la fusta por primera vez. Dean gritó con tal fuerza que debieron haberle escuchado en todo el motel.
-No exijas. Suplica.
-Sí, sí…-jadeó aturdido-. Por favor, por favor más…
Ella le arreó más fuerte, esta vez en la otra nalga. Dean emitió un sonido gutural, apretando tanto los puños que blanqueaba sus nudillos. Estaba empapado en sudor y pidiendo por más. Cayeron unos cuantos azotes más. Ya tenía el culo enrojecido y la humedad le doraba la piel. Su miembro palpitaba.
Ella se separó para tumbarle boca arriba y permaneció a un lado, medio inclinada sobre su cuerpo, acariciándole suavemente el pecho y el abdomen, que se contraían con cada bocanada de aire.
-Qué buen chico, sí… Te debe doler el culo, ¿hmm?
Dean evitaba el contacto visual y se removía todo lo que la excitación y el limbo en que estaba le permitían. Jadeaba como si estuviese llorando, pero sin lágrimas. El placer era indescriptible para él. La boca le salivaba poco, estaba respirando por ella y con los gemidos se resecaba su garganta.
Ella lo comprobó al besarle, tenía un remedio.
-Vamos pequeño, desata el lazo-dijo, refiriéndose al de su pequeña capa.
Dean reaccionó despacio, pero pronto estiró las manos y tiró deshaciendo el nudo. Ella dejó caer la capa y se miraron a los ojos. El marrón chocolate del iris de la mujer resaltaba con el antifaz puesto. Captada su atención, se quitó las culottes de encaje y dejó a la vista su sexo, que solo tenía algo de vello en el puente de venus.
-Acuéstate y baja los brazos-dijo, y cuando Dean hubo obedecido le anunció lo que acontecía-. Voy a darte de comer, pequeño.
Dean tragó saliva inexistente, expectante. Ella puso una rodilla a cada lado de su cabeza. Así como estaba, a él le era imposible tocarla. Si lo intentaba, su propia flexibilidad se lo impedía.
Ella bajó un poco más sus caderas hacia el rostro de Dean, que ya podía oler su humedad y sentir su calor. Era su oportunidad de dar lo mejor de sí. Sacó la lengua y lamió de arriba a abajo toda la magnitud de sus labios, repitiéndose en esta acción y deleitándose con los suspiros de la chica. Luego abarcó el clítoris suavemente entre sus labios y lo chupó hasta añadir movimientos circulares con la lengua, inclinando la cabeza hacia arriba para ser más eficiente. Esa misma lengua hizo un recorrido hacia abajo hasta el orificio de su vagina, colándose para después volver a subir hasta el clítoris y viceversa, y viceversa, y viceversa… Hasta perder la cuenta y tener la boca igual de húmeda que el sexo, salivando excitado con labios hinchados.
Entonces ella decidió que era hora de apartarse y terminar de desnudarse.
-Muy bien pequeño… Tienes una boca muy hábil, ¿verdad que sí?
-¿Soy un buen chico?
-Oh, sí-ella sonrió complacida, mordiéndose el labio inferior-. Y apuesto a que este buen chico se muere de ganas por tocarse, por eso se ha esforzado tanto, ¿a que sí?
Ella le miraba fijamente sosteniéndole la barbilla, burlándose. Le volvió a desesperar y asintió con frustración. Era la tortura más erótica que había sufrido nunca, y cuánto más le acercaba al límite, más placentero era.
-Muy bien, vamos a aprovechar bien esa boca-metió sus dedos índice y anular en aquella cavidad y Dean los lamió-. Oh, estás tan desesperado que harás lo que yo te diga, ¿hmm?-Dean gimió y ella le tiró del pelo con la mano libre-. Eres una putita, ¿hmm? ¿Eres mi perra?
El lenguaje no era humillante, era cómo decía lo que decía lo que le humillaba, y Dean tenía el rostro sonrosado por completo, con aquellos dedos metidos en la boca, babeando y gimiendo sonoramente.
-Por favor, por favor, tócame ama…-lloraba rindiéndose sin lágrimas-. Tócame, tócame…-viendo que no funcionaban sus súplicas, siguió intentándolo, cada vez más lascivamente-. Soy tuyo, todo tuyo, por favor… Hazme lo que quieras, pero lo necesito…
-Algo me dice que te muerdes la lengua, pequeño. Vamos, puedes decir algo mejor que todo eso.
Dean frunció el ceño con ojos cerrados. Ella usó aquellos húmedos dedos en su miembro para mostrarle que iba por buen camino. Dean suspiró con cierto alivio, aunque era insuficiente.
-Úsame… Por favor… Haz lo que quieras, donde quieras… Yo… No puedo más…-suspiraba entrecortadamente.
Ella entendió inmediatamente y le liberó las muñecas. Seguido, volvió a ponerse encima de él, pero esta vez al revés, tal que su boca estaba frente a su polla igual que la boca de Dean lo estaba frente a su coño.
-Abre las piernas pequeño, y lame como tú sabes.
Dean enseguida obedeció, y tan pronto como lo hizo, ella le correspondió metiéndose su erección en la boca, succionando el líquido preseminal.
-Usa también los dedos, pequeño.
-Ah… Sí…
Nunca una mamada había sentido tan bien. Era obra de la espera, del ansia por que ocurriera por fin. Su miembro nunca había estado tan lubricado, podía sentirlo, y colaba sus dedos en ella como le había ordenado, contento de complacerla. Entonces ella embadurnó bien sus dedos y se dirigió a los pliegues de su ano. Dean se arqueó ahogando un grito.
-¿Qué? Ah, eso es… Eso no… ¿Por qué…?
No terminaba una sola frase.
-Aquí es donde querías, ¿verdad? Por eso has dicho donde yo quiera. ¿Te gusta aquí detrás, pequeño? ¿Quieres que te folle el culito?
Dean musitaba por favores agarrando las sábanas y temblando, acercándose peligrosamente al clímax cuando ella logró meter un dedo. Lo hizo despacio y por entero, llegando directamente a una zona desconocida en su interior.
-Sí…
Ella daba lo mejor de sí, atenta a sus gritos, ayudándose de la mano izquierda en el oral y sin cesar con su mano derecha. Y dado que Dean había dejado de atenderla, paró.
-No podrás correrte hasta que yo lo haga, ¿has entendido?
-Sí, sí.
Arrepentido volvió a usar todas sus energías en ella, llevándola al orgasmo lo mejor que supo, como si estuviera sediento y ella le fuese a dar agua. Ella gimió y contoneó su cuerpo en hondas sensuales, tocándose los pechos y estremeciéndose.
-Buen chico-dijo con fogosidad y se bajó de encima, le besó fervientemente y respiró hondo-. Date la vuelta, perro.
Dean abrió los ojos de par en par. No necesitaba oír más para entender que tenía que ponerse a cuatro patas, y tragando su orgullo y su vergüenza lo hizo.
Ella le separó las nalgas y escupió en su entrada.
-Por favor, no seas mala-rogó.
Ella se inclinó sobre su espalda y susurró con cortesía.
-Tranquilo, pequeño. Voy a darte exactamente lo que quieres -y mientras susurraba, volvía a meter aquel dedo-. Tócate para mí, pequeño. ¿Está bien así?
Dean se apoyó en su brazo izquierdo y se empezó a masturbar. La sensación era sumamente gozosa. Asintió con ligereza y se relajó, dejándose llevar.
-Córrete, pequeño. Quiero oírte gritar una última vez, vamos Dean. Estás tan sexy en esta posición, todo expuesto… Te gusta aquí dentro, ¿verdad, Dean? Córrete para mí.
Esa voz sensual pronunciando su nombre entre tantas frases que le ruborizaban le acercó más y más al orgasmo.
-Me… Me vengo, me… ¡Ahh! Ahh, ah…
Dean se corrió sobre las sábanas del colchón, arqueando toda la espalda y arañando lo que agarraba. Jamás había sentido el clímax con esa intensidad. Eyaculó una cantidad fuera de lo normal, se quedó sin aliento, entumecido y agotado, empapado en sudor.
-Dios…
Él respiraba agitado como una bestia. Ella fue por un par de toallas al baño y regresó antes de que pudiese echarle en falta. Con la primera toalla cubrió las sábanas y se tumbaron encima. Dean seguía en su aturdimiento. Con la segunda toalla secó la frente de Dean y su pecho y su abdomen y las piernas. Luego le limpió las manos y arrojó la toalla al suelo. Le rozó la piel ligeramente con los dedos, incitando un cosquilleo. Dean casi se acurrucó un poco a su lado y sonrió adormecido. Ella le besó la frente. Dean se percató entonces de que ya no llevaba el antifaz.
-¿Cómo te encuentras?
-Bien-respondió todavía algo ido.
-¿Te ha gustado?
-Mucho… Mucho…
-¿Cómo está tu trasero? ¿Te duele?
-Está bien, estoy bien. ¿Podemos… simplemente…?
Ella sonrió alagada.
-Disculpa, tengo que asegurarme. Forma parte del trabajo.
Dean emitió un gruñido de queja, estirándose en la cama, frotándose la cara.
-¿Y no puedo ser tu Richard Gere?
Ella rio.
-Para empezar, Julia Robberts quería ser rescatada, yo no. Además, tú tienes los ojos verdes y tu coche es negro-le pellizcó la punta de la nariz-. Pero si alguna vez quieres repetir… Estaré encantada de darle a ese culito el trato que se merece.
-¿Todavía quieres darme más azotes?-Inclinó la cabeza.
-No-negó y luego se acercó a su oído-. Pero te follaré con un dildo de veinte centímetros.
Dean tragó saliva. Si las agujetas se lo permitían, volvería esa misma noche.
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spnimaginesonehots · 8 years
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Ok, but imagine Dean in an AU with a supportive family and good sexual education.
-He would be such a perfect boyfriend.
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-He’s a cute ridiculous dorky guy when he’s drunk.
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-He would be such an adorable mess getting up early in the morning.
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-He would take care of Cas when he’s not ok.
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-He would calm Cas when he got angry or frustrated.
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-He’s sexy and pretty.
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-He’s good at flirting when he doesn’t blush
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-He knows how to shower sex
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-Not to mention he would be out and proud.
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-Did I mention he cooks?
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-He is a smart geek hottie.
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-Awesome with children.
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spnimaginesonehots · 8 years
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Mildred
Mis disculpas de antemano si a alguien no le gusta este fic, pero creo que después del último capítulo de SPN, esto es necesario. 
¿Advertencias? Yo diría que esto es para todos los públicos. Cuando leas encontrarás al personaje de Mildred teniendo una oportunidad con Dean Winchester. Pero nada muy allá, no creáis que estoy yo con la energía para una escena de sexo salvaje (y Dean y Mildred tampoco). Básicamente lo que he hecho ha sido coger la escena del sofá y la puesta de sol previa a la aparición de monstruo de turno y alargarla un poco para que estas preciosidades pudiesen disfrutar del momento.
¿Etiquetas? #besos #spoilers #11x11 #spn #sam #mildred #dean el yogurin #sorrynotsorry
Bueno venga, a disfrutar.
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Mildred cogió la mano de Dean y tiró de él, dejando a Sam con Eileen en ese lado de la habitación. Sam sonrió al ver la expresión en el rostro de su hermano mayor, ese gesto de vergüenza que solo podía apreciar en Dean cuando alguien le tiraba los trastos. Dean era muy seguro de sí mismo en cuanto a ligues femeninos ocasionales, pero cuando era otra persona la que flirteaba con él... La cosa era muy distinta, como si se sintiera abrumado. Se sonrojaba y le empezaba a temblar el cuerpo. Sam había podido notarlo después de tanto tiempo. Y si se trataba de algo más profundo, Dean se sentía intimidado y, asustado, se ponía a la defensiva. Igual que con Cassie años atrás, igual que con Cas desde que se empezaron a acercar el uno al otro. 
Mildred le dijo que se sentara a su lado en el sofá, mirando la puesta de sol a través de la ventana. Ella le habló sobre las vistas, preocupada por su vida. Dean la tranquilizó y le preguntó por su pasado. Ella sonrió recordando la vida en la carretera y luego le contó el secreto de una vida larga y feliz. Dean sonrió también, deseando que Mildred le enseñara más, cómo seguir su corazón. Dean le prometió que no le pasaría nada.
-Tu.... Mano sigue en mi rodilla.
Ella alzó las cejas fingiendo sorpresa, con una pincelada de picardía en los labios.
-Podría subirla más.
Mildred no tenía vergüenza ninguna. Dean quiso hacer el amago de levantarse, pero solo sonrió de lo más nervioso, desviando la mirada hacia la ventana.
-Oh, no entiendo por qué me tienes tanto miedo. Ya te he dicho que no muerdo, que nunca fue mi estilo-ella sonreía risueña.
-Sí, lo sé. El mío tampoco-no podía dejar de sonreír. Mildred era una de esas personas de felicidad contagiosa.
-Bueno, dime. ¿Quién es esa persona especial?
Dean se extrañó bastante. Mildred había apartado la mano de su pierna.
-¿Qué quieres decir?
-Reconozco cuando un hombre tiene a alguien en mente.
-No, yo no... Estoy soltero, no hay nadie.
-Bueno, entonces a ese tal nadie no le importara que te bese, ¿verdad?-apretó los labios en otra sonrisa, acercándose a él.
-Bueno, que no haya nadie no significa que...
Dean no terminó la frase. Mildred estaba muy cerca, y a decir verdad a Dean incluso le apetecía darle un beso. De modo que Dean pestañeó y cerró el pico, haciendo una ligera mueca con los labios.
Mildred le besó con suavidad y Dean le siguió el juego con timidez. Ella tenía los labios delgados y la barba de él le hacía cosquillas. 
Sam les miró en la distancia, y les señaló para que Eileen se diera cuenta. Los dos se llevaron las manos a la boca para contener la risa.
Cuando se separaron, Dean estaba sonrojado y comenzó a reír nervioso otra vez. La diferencia era que ahora Mildred le seguía.
-Perdóname-dijo ella-. Hacía mucho que no besaba a un hombre, y tú eres tan joven que...-no pudo contener la risa.
-No, no... Ha estado bien. Estoy seguro de que no has perdido tu toque.
-Gracias-se sintió cortejada.
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spnimaginesonehots · 8 years
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Thank you for the kettle.
Después de aquel vídeo, ambos estaban seguros de que el fandom iba a volverse loco. Les encantaba hacer tonterías, y nunca podían dejar de reír estando juntos. 
-Así que... Soy el hombre, ¿eh?
Jensen se lo había dicho mientras se acercaba indecentemente a él.
-Oh, no. No me mires así, no hagas eso...-se mordió los labios-. No hay derecho, no es justo, sabes perfectamente que no me controlo cuando me miras así.
Jensen ladeó una sonrisa victoriosa.
Misha gruño. Estaba perdido, y Jensen lo sabía. Porque puede que fuese muy tímido en público, pero cuando estaban solos...
-Mish...-ronroneaba a su oreja, como un animal en celo-. Hace mucho que no lo hacemos... Y compartimos habitación esta noche...
Misha llevó su mano diestra a la entrepierna de Jensen, palpando a través de la ropa. Jensen gruñó y se agarró a la litera de arriba. Le había pillado de improviso.
-Qué directo...
Entonces le besó. Jensen besaba despacio y romántico, a Misha le encantaba añadir su lengua húmeda a esa dulzura y Jensen siempre se dejaba llevar.
-Mish, estoy tan caliente,,, No puedo esperar mucho.
Misha sonrió mostrando su preciosa dentadura. Dócilmente, desató los cinturones y desabrochó las braguetas de los dos. Jensen se encargó de hacer que los vaqueros cayesen hasta arrugarse en sus tobillos. Jensen coló sus dedos por debajo de los sleeps de Misha, tomando una nalga con su mano entera, pellizcándola y separándola de la otra.
-Me encanta tu trasero.
Misha le besó el cuello para hacerle suspirar.
-Y tú eres tan cute...
-No me vengas con esas otra vez, Mish... No soy cute.
-Sí que lo eres-Misha dijo esto al tiempo que deslizaba su mano caliente a través del elástico de los bóxer y envolvía toda su erección hasta coger sus bolas y jugar con ellas. Jensen dio un respingo acompañado de un jadeo. Al oírse, inmediatamente se sonrojó. Si hubiese sido la reacción de otra persona, Jensen también habría llamado cute al susodicho, pero no iba a reconocerlo ante Misha.
Jensen intentó concentrarse en el culo de Misha, en acariciarle de la forma que él sabía que le gustaba.
-Oh, Jen... Vamos a terminar de desnudarnos de una vez.
...
To Be Continued. 
Igual que Cockles nos ha regalado el vídeo, yo os regalo el final de este fic. Jensen parece ser “el hombre”, pero como Misha siga torturándole de esa manera... ¿No será él el que verdaderamente lleva el control? ¿O sí que es Jensen?
Os dejo decidir a vosotros. ¿Quién será bottom? ¿Quién será top? ¿O... Elegimos una tercera opción con un tipo de sexo sin anal?
Puede pasar de todo. 
Por favor, decídmelo, hacédmelo saber en reblogs, mandadme algo por anon, mensaje... Esta historia será cómo elijáis.
Os quiero, followers. 
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spnimaginesonehots · 8 years
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“What made you change your mind?”
“Well...”
“It was me” *Dean looks surprised, Sam just smiles* 
“Yes... You... *Sam looks at you* You said something on the lines of... Why not a good one?”
*Dean bites his lips* “Well done, kiddo”
“Shut up and try the eggnog, jerks”
*Both at the same time* “Bitch”
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spnimaginesonehots · 8 years
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“This monster did that to my family, Sam!”
“I know, but we don’t kill humans”
“So what? He’ll run free out there?”
“No, we’ll make him pay for what he’s done, I promise”
“How?”
“We have proofs, we’re gonna take him to the police. He’ll be locked forever and you know that for sure. There are hunters in jail, contacts”
“But... *crying* I wanna make him bleed”
“Me too. But we don’t wanna be like him, do we?”
“No...”
“That’s it, give me the knife... It’s ok now”
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