Todo quedó en pasado, solo quedó escrito en libro de nuestras vidas, narrado por dos seres que se amaban y un mal día dejo de ser así.
Éramos y todo era dicha y felicidad, besos y caricias, amor y abrazos, ternura y placer, insomnio y noches de pasión, cariño y deseo, hechos del corazón y palabras que brotaban del alma....
Ya no, ya no fue, no será, quedó sepultado por nuestra falta de atención, por la ignorancia y arrogancia y por falta de detalles.
Poco a poco yo sabía que cada vez había menos cosas por salvar, ya no estábamos ahí, pero había algo que nos hacía permanecer, siempre supe que esto era finito, tan volátil como esas tardes juntos, como tus besos en mi piel durante el amanecer...
Dolía porque sabía que no querías tenerme contigo, pero tampoco querías que estuviera con alguien más, ¿acaso sabías lo que hacías? No sé, y para ser sincera jamás lo supe, nunca supe cuánto era tu amor hacia mí, ni cuando se fue, ni siquiera supe cuando estuvo.
Eras, era, éramos. O tal vez nunca fuimos, ¿quién iba a saberlo si nunca nos lo dijimos? A veces el decir las cosas cuando las sentimos o pensamos hace la diferencia, y contigo nunca fue así.
Eras callado, reservado, tímido, pero una parte de ti también arriesgado y entregado, eras ese conjunto de virtudes que siempre busque y quise en alguien, esas cejas pobladas y negras que enmarcaban tus ojos marrones, ojos que me miraron siempre con amor, pero apatía, que siempre me tenían esa mirada juzgona, pero también los mismos ojos que miraron muchas veces mi desnudez, que vieron hasta los lunares más escondidos.
Era aquella mujer temerosa de entregarse a alguien, esa persona que siempre quiso sentirse plena y amada, que quiso donarse a alguien sin salir dañada en el intento, era la que se daba a ti en cuerpo y alma, la que veía todas las coyunturas de tu ser desvestido y daba besos para calmarlo.
Éramos todo. O tal vez éramos nada intentando serlo todo. Éramos eso que se vive una vez en la vida, eso que te marca, pero que sabes perfectamente que probablemente no permanezca, éramos más allá de lo que no fuimos, compañía y entrega, pasión y sentimientos, amor y rechazo. Fuimos tantas cosas, que a la vez fuimos nada.
Nos dijimos tantas cosas, que nos quedamos sin palabras, a sabiendas que las palabras se las lleva el tiempo. O no.
Éramos
éramos nos
éramos felicidade
éramos sexo às 19:30
(quem é feliz assim nesse horário)
éramos diversão
diversão exagerada,
éramos a diferença
éramos oque somos
é ramos
erramos.
Y me preguntó si en algún momento dejaras de volver a mi mente, si dejaré de soñarte, vuelves como si aún quisiera que lo hicieras pero yo ya seguí mi vida, solo vuelven recuerdos de lo que era, eras y eramos
Mi viejo siempre cuenta la historia de que su viejo lo mando a enterrar una copia de "Las Venas Abiertas de America Latina" a los bosques de Palermo cuando se instalaron los milicos. Me parece que ahí se rompió el espacio-tiempo que nos llevó hasta acá.
Suena realmente como una escena de una novela, y no es coincidencia, ya que tantas de nuestras historias hablan de eso.
La primera vez que te vi, algo dentro de mí se detuvo. Fue como si el mundo entero se desvaneciera por un instante y solo quedáramos tú y yo, suspendidos en el tiempo. En ese preciso momento, supe que eras tú, la persona que había estado esperando sin siquiera saberlo.
No puedo explicarlo con palabras, pero hubo algo en tu mirada, en esa chispa de complicidad que parecía traspasar todas las barreras y llegar directamente a mi corazón. Fue como si te conociera desde siempre, como si nuestras almas estuvieran destinadas a encontrarse en este preciso momento y lugar.
No importaba cuántas personas hubiera en la habitación o cuánto ruido hubiera a nuestro alrededor. En ese instante, éramos solo tú y yo, conectados de una manera que trascendía el entendimiento racional. Era como si nuestras energías se hubieran fusionado en un baile cósmico, creando un lazo invisible que nos unía de manera irrevocable.
Desde ese momento, supe que mi vida nunca volvería a ser la misma. Había encontrado en ti algo que había estado buscando sin cesar: un compañero de alma, alguien con quien compartir mis alegrías, mis miedos, mis sueños más profundos.
No sé si fue el destino, el azar o simplemente la magia del universo, pero lo que sí sé es que estoy agradecido cada día por ese momento, por esa mirada que cambió mi vida para siempre. Porque la primera vez que te vi, supe que eras tú, mi amor, mi compañero, mi hogar.
Gat lloraba como un hombre, no como un niño. No como si estuviese frustrado o no se hubiera salido con la suya, sino como si la vida fuese amarga. Como si sus heridas no pudieran curarse.
—Hablo demasiado —afirmó—. Lo politizo todo.
—A mí me gusta cuando hablas —dije, porque era cierto. Cuando me paraba a escucharlo, me gustaba.
—Es que todo hace que me… —Hizo una pausa—. El mundo está mal hecho, nada más.