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#Cineastas
onthecoverofamagazine · 9 months
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David Lynch, 2007
Foto: Ellen von Unwerth
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mhb-oficial · 2 months
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🇲🇽 Cuando tu cerebro y tu cuerpo dejen de funcionar, se vuelve un infierno. Deseas la muerte en ese momento. Es lo mejor que puede suceder.
- Gaspar Noé
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azul-maria-elias · 2 years
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Ed Wood (1994)
Cuando pensamos en Tim Burton, es probable que se nos vengan a la mente muchas películas antes que de la que vengo a hablar hoy. En mi caso, desconocía totalmente que era de su autoría hasta que la vi, cuando en la apertura pude leer en una tipografía que recuerda al cine antiguo de clase B, el nombre del famoso director. Yo no soy una gran fanática de Burton, pero definitivamente tiene (o tuvo) un estilo y una técnica que hechiza, muy particular y que denota el apego que tiene hacía este arte. Esta película no es lo menos.
Ed Wood (1994), nos cuenta la historia de Edward D Wood Jr., un guionista, productor, actor y director, catalogado como el peor director de todos los tiempos. Por la naturaleza del título otorgado, Wood era todo un personaje. Tal vez la característica que más logra resaltar de él en un principio, es el hecho de que no le apenaba mostrar su gusto por transvestirse en plena década del 50s, pero eso no es lo más interesante o impactante en lo absoluto.
Wood era un amante del cine, como yo y como muchos más que amamos este arte y todo lo que este conlleva, por eso mismo, uno llega a entender por completo su entusiasmo por escribir y dirigir películas, y como a pesar del poco presupuesto, de los malos actores y los decorados evidentemente falsos, él disfrutaba del proceso y colocaba el poder contar una historia y de hacer una película por encima de todo los demás. Creo que todos los que amamos el cine nos identificamos con él, y aseguro de que si nos dieran la oportunidad haríamos las mismas o peores terribles películas que él. Digamos, era un fanático de Orson Welles y del Ciudadano Kane (1941) como todos los mortales que amamos al cine con sinceridad, ¡por amor a cristo, era como nosotros!
Hablando un poco más sobre la película biográfica, no puedo pasar por alto el excelente elenco que tiene la misma. Ya todos conocemos el fetiche que tiene Burton con Johnny Depp pero ¿quién no lo tendría? Depp logra interpretar a un personaje casi de otro planeta y totalmente desorientado en cuanto a principios, cautivándonos por completo. Habiendo visto la película, se me hace muy difícil imaginar al rol interpretado por otro actor que no sea Depp, porque hace un trabajo tan excelente que uno cree en lo que está viendo, cree que Wood era, actuaba, hablaba, pensaba y se movía de tal forma; y no es cosa menos cuando hablamos de un personaje tan particular e irreal. Pero aunque Depp logra apropiarse de la película (aunque por supuesto es evidente el gran trabajo para dirigir actores de Burton), el elenco entero supo brillar por su cuenta.
Por supuesto si tengo que nombrar a alguien luego de Depp es, sin dudas, Martin Landau, haciendo de un escalofriante y conmovedor Bela Lugosi; porque sí, el mismísimo actor de Drácula (1931) tuvo un lugar en la vida de Wood. Resulta tan real, tan parecido, que es aterrador (como Lugosi lo hubiera querido). Además, todavía sigo riendo al recordar la primera escena de la película en la que aparece, en donde la vida de Wood no podía ser más surrealista que se encuentra con el mismísimo actor de Drácula probando ataúdes porque planea morir. El carisma de Martin Landau resulta en un estelar magnifico, brindándole el peso al papel que la película necesitaba (es decir, por amor a dios ¡es Bela Lugosi!).
Luego, por nombrar algunos y no extenderme demasiado, tenemos un reparto con Bill Murray como Bunny Breckinridge (que si sumás todas sus escenas obtendrás unos diez minutos de película como mucho pero aún así es imposible olvidarse de él), Sarah Jessica Parker como Dolores Fuller (a quien yo sabía que tenía de algún lado y es que es la mismísima bruja Sarah de Hocus Pocus, 1993) y Patricia Arquette como Kathy O'Hara (quien me entere que estuvo casada con nuestro querido Nicolas Cage, dato no menor) entre otros, todos haciendo un excelente trabajo.
Cuando vi la película y hasta el día en que estoy escribiendo esto, no he visto ninguna película de Wood. Sin embargo, considero que la película hace tan buen trabajo al ilustrarnos la vida y la mente de Wood, que luego de verla tengo un gran excelente retrato suyo en mi cabeza.
Cuando terminé de verla, no podía creer lo que había visto, pensaba que era una dramatización de su vida pero solo basta con ver los planos y escenarios de sus películas tan bien recreados, que te caes en cuenta que se trata de una recreación fiel a su vida.
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Terminé por preguntarme, ¿es realmente la película de Burton lo que me cautivo tanto o todo se trata de la impresionante vida de Ed Wood? Ante esta duda, resolví que en perspectiva se trata de un todo.
La película es magnifica por si misma, más allá de contar una historia tan increíble y de encarnar a un personaje tan particular como Ed Wood. Uno podría pensar que al tener tal historia que contar, tan atrapante, divertida y cautivadora por si sola, es poco el trabajo que tiene que hacer el filme para llegar a encantar. Pero más allá de ser una simple película biográfica, Ed Wood (1994) es una película hecha con amor y dedicación, no olvidemos que Tim Burton creció viendo cine clase B. Y esto se hace notar desde un primer momento, la introducción es un montaje hermoso que busca recordarnos no solo a las películas de Wood si no al género entero, y esto es algo que acompaña a la película en todo momento. La fotografía, el blanco y negro, las maquetas, las escenografías falsas, todo podría no estar allí y ser meramente una película biográfica sobre un personaje muy particular en la historia de hollywood y podría funcionar, pero ahí está, lo que hace que esta película se sienta cálida y se transforme en una experiencia única. Es una película sobre un loco fanático del cine, hecho por locos fanáticos del cine, para locos fanáticos del cine.
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monimoonlandy · 2 years
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Guardar cada um no potinho kkkk
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dramaneer · 7 months
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(via News from Home (1977))
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emilygraterol · 9 months
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Reseña: A Thousand and One (A.V Rockwell, 2023)
El cuestionamiento de la figura materna. Una familia disfuncional. Traumas traídos a la paternidad. La ausencia. La pequeña línea entre lo ético y lo moral.
Estos son algunos de los tópicos sobresalientes de la ópera prima de A.V Rockwell “A Thousand and One” (Una y mil veces en español), ganadora del premio máximo del jurado en el Festival de Cine de Sundance en 2023. El filme nos presenta la historia de Inez (Teyana Taylor) y su hijo Terry, quienes se encuentran nuevamente en las calles de Brooklyn luego de que la fémina ha salido de la cárcel. El tímido niño parece no estar contento con el regreso de su progenitora debido a rumores que ha oído sobre ella, pero finalmente decide aceptarla. Inez, por su parte, resuelve hacerse cargo de su hijo (que hasta ahora había estado en casas de familia de acogida) secuestrándolo y cambiándole la identidad para evitar las sospechas de servicios sociales. La película mostrará el desarrollo de la relación entre madre e hijo y su posterior quiebre de manera magistral.
El cuestionamiento acerca de lo que es ser madre es uno de los temas principales que Rockwell aborda desde el principio hasta el final de la cinta. Observamos desde el inicio a una Inez decidida a luchar por su cría, caminando entre las calles de Brooklyn para conseguir dinero y refugio para ella y el niño. Esa indetenible búsqueda y sacrificio por parte de las progenitoras es parte de nuestro inconsciente colectivo, ya que sería inimaginable pensar en una madre que abandona a su bebé. Esta concepción nos vuelve nostálgicos y aceptamos cualquier tipo de acciones que justifiquen la manutención y cuidado de una criatura, tal como que Inez pueda saltarse las leyes para criar a su hijo directamente. La moralidad se ve fragmentada por una creencia popular.
A pesar de ello hay algo que pone cuesta arriba esta aceptación y es el constante maltrato que recibe Terry por parte de su mamá, hasta un punto en que nos cuestionamos si realmente es su madre o está fingiendo; una pregunta irrelevante que puede hacerse el espectador la cual tomará sentido con el sorprendente giro de trama que realiza la directora casi al final del filme. Una vez revelada la verdad, volvemos a cuestionarnos sobre la figura materna: ¿Es madre la que cría o la que da a luz? Tomando en cuenta la propuesta de Rockwell apuntaremos a la primera opción.
El filme nos da la bienvenida al mundo real en todos los sentidos. La crianza de los hijos es difícil, los padres están llenos de traumas y vacíos que repercuten en la personalidad de sus descendientes. Salir del círculo de la mala vida es complicado y el racismo sigue siendo una punta de lanza en nuestra sociedad. La buena construcción del guion nos deja ver todos estos ítems a lo largo de los 117 minutos de película, donde la interpretación de Teyana Taylor sorprende y nos conecta con la fragilidad que viven las madres jóvenes negras en Estados Unidos. Josiah Cross (Terry a los diecisiete años) también destaca por su manejo de emociones que van desde la impulsividad hasta manifestar un gran vacío emocional al decir: “Lo único que quise más que una madre fue un padre”
El naturalismo de las actuaciones y diálogos es lo que hace que A Thousand and One enganche con el público, que lo integre en su universo y que se sienta identificado con lo que está sucediendo dentro de la historia. La fotografía realizada por Eric Yue le otorga este carácter sentimental e intimista al filme, cargado de planos con poca profundidad de campo apoyados a su vez con un filtro que favorece los azules y grises muy presentes a partir de la mitad de la cinta.
Un simbolismo interesante es el deterioro del apartamento donde residen los personajes. El hecho de que comience a inundarse debido al rompimiento de unas cañerías justo cuando la relación entre Inez y Terry comienza a fragmentarse demuestra la maestría del guion. El “hogar perfecto” que ha se ha sostenido a bases de mentiras y simulaciones durante años comienza a destruirse por sí mismo, en una especie de bomba que arrastra todo a su paso cuando su tiempo de detonación ha llegado. Las mentiras llegan a su fin. La estabilidad de Inez ha cesado. Es hora de partir y de volver a la vida fugitiva que llevó durante años, su viejo yo ha vuelto.
El amor de la progenitora terminó. Se supone que Una y mil veces las madres darían todo por sus hijos, sin embargo, Inez ya ha concedido mucho de sí misma y por eso se despide y sigue su vida sonriente. Ella ha vuelto a la libertad de ser sin tener quien la limite. Su obra caritativa —el ser madre— ha culminado.
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Inez (Teyana Taylor) y Terry (Josiah Cross) se despiden al final del filme.
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aplausosbrasil · 1 year
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Ele foi o primeiro ator negro protagonista de uma novela (Vidas em Conflito, na extinta TV Excelsior, em 1969). Ele foi o primeiro modelo negro brasileiro a desfilar para uma grife de alta costura. Também foi o fundador do Centro Afro Carioca de Cinema, em 2007. E, embora não seja o primeiro cineasta negro do país, é considerado o pai do cinema negro brasileiro.
Zózimo Bulbul (1937-2013) foi ator, diretor, roteirista e produtor. E a partir de seu curta-metragem vanguardista "Alma no olho" (1974), construiu uma carreira firmemente enraizada na cultura negra do Brasil, culminando no fundamental documentário "Abolição" (1988), que aborda questões ainda hoje espinhosas e não resolvidas sobre a escravidão, sua pretensa abolição e a situação do negro no Brasil durante os 100 anos transcorridos desde a assinatura da Lei Áurea.
Como ator de cinema, trabalhou com importantes cineastas do Cinema Novo nos anos 1960 e 1970, bem como em algumas produções internacionais. São destaques na sua filmografia: "Cinco vezes favela" (1962, episódio "Pedreira de São Diogo", dirigido por Leon Hirszman), "Ganga Zumba" (1963, de Carlos Diegues), "Terra em transe" (1967, de Glauber Rocha), "Compasso de espera" (1969/1973, único filme dirigido pelo dramaturgo Antunes Filho), "A deusa negra" (1979, do nigeriano Ola Balogun), "Quilombo" (1984, também de Carlos Diegues) e "Filhas do vento" (2004, de Joel Zito Araújo). Em um de seus últimos trabalhos no cinema, ele interpretou João Cândido, o "Almirante Negro", no curta-metragem "O papel e o mar" (2010), de Luiz Antonio Pilar.
Zózimo Bulbul é nome fundamental da história do cinema, da arte e da cultura brasileiros, e merecia ter tido muito mais reconhecimento em vida. É um nome a ser muito mais conhecido, lembrado e celebrado.
Aplausos, Zózimo Bulbul!
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Jóvenes cineastas
Estudiantes de la escuela de cine Arte 7 nos acompañan en esta sesión para platicarnos de sus avances en la producción de cortometrajes que posteriormente participarán en concursos y festivales. Esta es la lista de cortometrajes que nuestros invitados crearon durante el semestre que recién terminó: Octavio Moreno (Co-fundador de Akan Producciones,…
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liajunqueira · 2 years
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Some pics from final project, got myself a 100% and great shots (FAKE PROP).
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carocineasta · 8 months
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ludmilachaibemachado · 3 months
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Serge Gainsbourg and Jane Birkin🌷🌷🌷🌷����
Via instagram.com🌷
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Luchino Visconti, Anna Karina y Marcello Mastroianni || Rodaje de El Extranjero
(Lo Straniero, Luchino Visconti, 1967)
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mhb-oficial · 2 months
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🇲🇽 La muerte no es mala. La muerte puede ser un buen augurio. Eso todo depende. Algunos llegan a este mundo y viven en un infierno, así que nacer no es siempre algo bueno. La muerte puede ser algo bueno.
- Gaspar Noé
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azul-maria-elias · 2 years
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El héroe del río (1928)
Nos encontramos hoy ante una de las mejores comedias de Buster Keaton, y quiero creer que de su época también. Conserva la dulzura, la gracia, la ternura y lo innovador de su filmografía, contándonos una historia sencilla pero cautivadora.
Los gags, como no puede ser de otra forma tratándose de Buster Keaton, son ingeniosos, sorprendentes y sobre todo hilarantes. En mi caso particular, nadie me ha hecho reír tanto (y hablo de carcajadas), como Buster Keaton.
Es impresionante la cantidad de escenas emblemáticas que posee este film, como la escena donde Willie Canfield (Buster Keaton) se prueba sombreros y le colocan uno idéntico al mítico sombrero que Keaton utilizaba en sus cortometrajes (el sombrero más chato que verás alguna vez), por lo que vemos una reacción muy graciosa de parte suya; una de mis escenas favoritas.
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Otra escena que quedó marcada en la cultura popular, siendo referenciada incontables veces, es aquella en donde a Keaton se le cae una pared encima, y tiene tanta suerte que esta no logra aplastarlo.
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Y es que toda la secuencia del huracán, la cuál ocurre en los últimos veinte minutos de la película, es impresionante. El viento cobra protagonismo para abrir paso a gags increíbles que no solo te hacen reír a carcajadas, si no también te dejan boquiabierto por las hazañas que realiza Keaton. El entorno completo se desploma y vuela en pedazos alrededor de un Keaton confundido, como siempre sucede debido a la inocencia de sus personajes.
No nombraré todas las escenas que me encantaron de la película porque son prácticamente todas, pero si rescatar la secuencia en donde tanto Keaton como su padre, Bill Canfield (Ernest Torrence), se buscan mutuamente. Es encantador como construyen el ambiente para el momento en que se nos es presentado el personaje de Keaton, Willie; porque generan una duda de como es, a la vez que nos reímos por adelantado ya que sabemos que probablemente no sea como Bill sueña o imagina. Es decir, aunque no vemos a Willie hasta unos momentos después, sabemos que al tratarse de Keaton, no será alto y fuerte como dice su padre.
Cuando finalmente William aparece, lo hace de una forma irónica que además nos muestra la inocencia de este, ya que se baja del lado equivocado del tren. La «pilcha» que trae el personaje termina con nuestra duda haciéndonos reír al mismo tiempo. Nos morimos de ganas de que lo encuentre Bill, y cuando lo hace y no lo identifica es aún más gracioso. Y es que la broma de que la manera de ser de Willie, que se ve claramente reflejada en su vestimenta, no es «común» o «varonil» continúa durante gran parte del film y es muy gracioso.
Esta secuencia es una de mis preferidas de la película sencillamente porque es una de las que más me hacen reír, y a pesar que, como dije anteriormente la secuencia del huracán se roba el film por completo, ésta es tan simpática y construye tan bien su humor que es muy disfrutable y perdurable en la memoria.
Quiero mencionar también otra excelente escena (les dije que no acaban) la cual se da cuando Willie va a «rescatar» a su padre en la comisaria. La manera en que Willie se la rebusca para hacerle entender a Bill que tiene que aceptar el pan es muy divertido, sobre todo cuando empieza a cantar y a hacer señales con sus manos disimuladamente. Lo mejor es que, cuando Bill entiende y acepta el pan, Willie para disimular se hace el ofendido y comienza a decir que su padre nunca creyó él que pudiera hornear pan (lo cuál siempre me hace reír mucho y me da ternura al mismo tiempo), rematando con el descubrimiento de su pequeña trampa. Esta es otra de las escenas que demuestran lo gracioso e hilarante que es el filme, construyendo perfectamente su humor, utilizando la gran dinámica que tienen ambos personajes.
Esto último se sostiene no solo por lo bien pensados que están ambos personajes, si no también por sus actores. Ernest Torrence hace un excelentísimo trabajo como actor de reparto, complementándose muy bien con Keaton y logrando que nos creamos su personaje, inclusive que le tengamos cariño. A su vez, su personaje también nos logra sacar varias risas por la gran química que tiene con Keaton.
Keaton, por su parte, logra que su personaje sea dulce y cautivador, logrando que lo adoremos y que deseemos que pueda concretar su amor con Kitty (Marion Byron) a pesar de que se vea prohibido por sus padres. Como en todas sus películas, sus personajes parecieran amar, y mucho. A su vez, verlo querer ser aceptado por su padre es muy tierno. Keaton logra hechizar con su interpretación y aquella icónica «cara de piedra» suya. Como ya se ha dicho, «él no puede reír, pero hace que otros rugan».
Para no extenderme más concluyo, como mencioné al principio, que ésta es una de las mejores películas de Buster Keaton. Es muy dinámica y entretenida, teniendo secuencias muy divertidas que se enlazan unas con otras, provocando que no te aburras en ningún momento. Se nota que en esta película hubo muchísimo control creativo de Keaton, siendo un sin fin de ideas cómicas muy bien ejecutadas; ideas que incluso parecerían en papel imposibles de filmar, pero que son llevadas a cabo con resultados aún más impresionantes. Es una película que siempre, en algún momento, me urgen las ganas de volver a verla, y no pierde su encanto ni su fantasía al hacerlo.
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cortazariano · 11 months
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"De todas maneras creo que si fuera cineasta me las arreglaría para cazar crepúsculos, en realidad solo un crepúsculo, pero para llegar al crepúsculo definitivo tendría que filmar cuarenta o cincuenta porque si fuera cineasta tendría las mismas exigencias que con la palabra, las mujeres o la geopolítica."
(J. Cortázar, Cazador de crepúsculos)
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desnervadero · 3 months
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UN APELLIDO ABANDONADO EN LA FRONTERA (Bisabuela Oriental)
Rubén Mendoza para El Espectador, 17 de enero de 2024
De migrancia, promesas, desplazamiento y muerte.
Más abajo transcrita para quienes no tienen suscripción.
UN APELLIDO ABANDONADO EN LA FRONTERA (Bisabuela Oriental) De migrancia, promesas, desplazamiento y muerte. 
Siempre oí que nuestro apellido no era “Mendoza”. Se lo había cambiado nuestro bisabuelo libanés, Moshem, para poder ingresar a este país tan solemne con los inmigrantes blanquecinos y tan duro con los coloreaítos. Que nadie sabía pronunciar o escribir el apellido del bisabuelo, que lo habían tumbado con unas letras de cambio, que así le hicieron un cheque chimbo. Pero la historia era mucho más triste. Era de un corazón migrante que no llegó a atravesar el mar para juntarse con los míos, sino que llegó a la muerte por el atajo de la decepción y la tristeza. 
Aunque la historia en general la conocían entre adultos no llegaba a nuestra generación. Y aunque había sido contada en un par de textos públicos -entre esos un “diccionario” de los orígenes de la comunidad Eudista, en el que a un tío sacerdote lo referenciaban con un resumen de lo que voy a contar-, no sé si un halo de vergüenza la tapaba, porque la tristeza así de radical atraviesa las generaciones con la culpa… o no sé si esa dura historia de orfandad es el origen de la angustia que nos ha llevado a tener una especie de árbol cancerígeno, entre tantos enfermos de la familia, en vez de genealógico. Toco madera. Una tristeza encondada, metastásica, transecular y trasatlántica. La verdadera historia a mí me llegó tarde. Apenas hace un par de años, y en cuanto supe y reconocí el dolor de la bisabuela, sentí como si una pieza encajara en mi corazón. Reconocer su dolor de ballena encallada nos ha hecho cercanos como nunca lo fuimos, pese a no haber estado al tiempo en el planeta y estar en dos reinos distintos: el de la vida y el de la muerte. Sin embargo un octavo de mi corazón, mal hechas las cuentas, le pertenece, y allí ella palpita, se regocija, y vive en mí: me sana, eso siento. Bisbuela oriental, tan distinta a la de Raúl. Abuela mariposa desquiciada en mis corazonadas, antes de nombrarte cuento a quien lea y a vos, acá en mí, que te amo infinitamente. Y que honro y agradezco la valentía de tu dolor, que me tiene hoy acá, valiente y en gozo y adolorido, atravesando el océano de la vida y del amor y del desamor. 
Era la caída del imperio Otomano la que tenía esa tierra ardiendo en esa ocasión. Los hombres que querían una vida, pero sobre todo vivirla, partían de la persecución, por razones religiosas, y por los afanes obvios que implanta la guerra a la orilla de la muerte. 
Cuento lo que sé como lo sé.
Se pactó que se quedaba mi bisabuela Yesmín con los niños -sus criaturas y algunas del clan: primitas y primitos con la niñez aturdida-, bajo sus alas. Uno de ellos, mi amado abuelo: Tanius. Miembros de la familia partirían en dos embarcaciones buscando asentarse como una semilla que lleva el viento, y en cuanto tuvieran donde posar el cansancio y llorar hondo, sin pena, porque habían nadado hasta la otra orilla, mandarían por los suyos. Así partió mi bisabuelo, Moshem, el papá de Tanius, esposo de Yesmín, quien pronto dejaría de llamarse y apellidarse como hasta entonces: su nombre se adaptaría o traduciría: Moisés. Los dos barcos tenían como destino Florida, en Estados Unidos, a donde llegarían unas semanas después, en ese mismo 1911, o por ahí. Sin embargo, el barco donde iba Moshem hacia su nuevo nombre, debía hacer una parada de un par de días en Barranquilla, en Puerto Colombia: nada más ver tierra sin sangre pensó que arrancaría andar, y se bajó del barco así, solo, porque solo se puede ser un andariego, y eso explica que casi nunca esa palabra se use en plural. 
Dejó un amigo en el puerto, de nombre José, y empezó a andar Colombia por sus venas vigorosas de ese entonces. No sé bien el recorrido que seguro se sirvió del Magdalena, que llega al Sogamoso y este al Chicamocha, y así hasta encontrar Málaga, Santander, donde se asentó casi un año después. Durante ese año solo había mandado unas 3 veces “correspondencia”. No se hacían cartas porque todas las cartas se violaban en el país en guerra, pues a todas se les suponen riquezas y secretos, así que se escribían las noticias y las intenciones en pañuelos. Y los pañuelos eran llevados cada tanto por “baisanos” que era, ante la ausencia del fonema “p” en su lengua, como les decían a los “paisanos” los turcos, que solo tenían de turco el pasaporte y el gentilicio que les habían cambiado al llegar acá. Cada baisano viajaba con el pañuelo como quien llevara simples mocos en el bolsillo, pero llevaba claves para cambiar vidas, noticias para reencarrilar un destino, augurios maravillosos y confirmaciones tenebrosas de ausencias definitivas: un pleonasmo pues muchas ya lo eran allá, al zarpar, del otro lado. 
Mi bisabuelo concentró los primeros pañuelos en dejar explicado el alfabeto y su traducción, para que si lograban reencontrarse en estas tierras, como todos soñaban, ellos supieran los caracteres latinos y pudieran borrar su nombre escribiendo el nuevo, en el control migratorio, y pasar como colombianos que volvían. Era el pañuelo la clave de una partitura más grande. Así llegaban al otro lado unas cartas sin palabras pero con letras que les ayudarían a escribir una nueva vida, en otra parte, lejos del horror. La bisabuela andaba ansiosa y con su salud agarrada de los pocos hilos de los pañuelos, sintiendo que el infierno se prolongaba indefinidamente, y que las condiciones del conflicto los obligaban cada vez a peor alimento y en menor cantidad. 
En el año 1993, siendo yo aún un niño, grabé una entrevista, con una cámara prestada por el tío sacerdote, a la tía María (que se llamaba Mariem al otro lado del charco), quien tenía casi 90 años. La grabé haciendo kibbes, contando lo que recordaba de la guerra, sucumbiendo a mi inexplicable terquedad con una pregunta que yo descolgué no sé de donde, sobre unas cáscaras de naranja que tenían que comerse pues no había más. Ella no reconocía el episodio. Pero contaba historias de su tierra y los baisanos… Ella llegó con unos 7 años a Colombia, y no había perdido gota del acento pero sí todo pigmento de su pelo: blanco atabacado. Yo no sabía nada de lo que estoy contando, así que me dediqué a insistir en lo que había oído, y a registrar y saborear su delicia de presencia, que siempre gocé… Recordaba la guerra, la invasión de langostas, la niñez empolvada y desértica: era fácil ver su dolor por lo tanto fácil ver su fuerza. Fue una de las primas de abuelo Tanius que quedó bajo las alas heridas de mi bisabuela Yesmín, mientras venían a este lado del océano. 
Viajaron los primeros pañuelos con las instrucciones de cómo escribir sus nombres al llegar: ya no habría Tanius, ni Mariem, habría Antonio y María… y Felipe, y otros… Pero la posibilidad de irse del Líbano se enredaba y para la bisabuela Yesmín se esfumaba. Ya en Málaga sin embargo, haciendo equilibrio en un solo pie, pero equilibrio al fin y al cabo, Moisés antes Moshem, envió la carta definitiva explicando cómo sería el movimiento para que todas y todos pudieran salir hacia buen puerto, a Colombia, y toda la logística, contactos y fechas respectivas. En cuanto encontró baisano con bolsillo y retorno, la envió. La “carta” iba para una aldea cercana a Beirut, donde vivía la familia, llamada Bteghrine. A Bteghrine le busqué la etimología básica: Lugar de Guerreros, dice lo primero, Lugar de Rocas, dice lo segundo. Y la tercera es la vencida, era la vencida: Casa de la más triste… A ese pueblo debería llegar con las instrucciones el pañuelo que, ojalá, después se batiría para despedirse de la patria. 
El mensajero llegó al Líbano, no sé a qué ciudad ni qué tan lejos de Bteghrine quedaba, con la razón que ya llevaba un año cocinándose, y lágrimas como no cabrían en ese pañuelito. Dobló y guardó su ropa de occidental en el armario, con el pañuelo adentro, y se puso su ropa árabe. Después de llegar al Líbano pasaron, según me contaron, un par de meses antes de que se decidiera a llevarlo, o se acordara de que tenía en el bolsillo del vestido guardado el destino de muchos para los que el mundo era un pañuelo. 
Cuando el  baisano llegó a la casa de la más triste, mi amada bisabuela Yesmín, se enteró de que ella había muerto hacía dos o tres semanas: de “pena moral”, creyéndose abandonada, apuñalada por promesas rotas, y, con el dolor del abandono, reventando sus hilos de la salud, y de la cordura… no sé… no lo sé… estaba muerta.
Dicen que cuando Moisés se enteró en Colombia, sin ser si quiera esporádico tomador de trago se mandó de un envión una botella de ron… En el vacío de la botella lanzó su mensaje al infinito con su sonrisa encerrada para siempre. Se volvió hosco, y distante. Eso entiendo. Eso cuentan. Y sacó fuerzas de donde pudo para empezar a alistar la misión con la algo así como decena de niñas y niños que vendrían. Entre esos sus 5 retoños enfermos de orfandad y de la guerra. Con un frío en el alma que jamás se iría, y que condenaría por ejemplo, siento yo, a mi abuelo Antonio, a morir de cáncer de pulmón, 50 y tantos años después en las montañas de Boavita, Boyacá. 
Los niños viajaron. Y me gusta en las cumbres de los hongos y de las raíces, imaginar su mínima presencia épica. Dejando a la madre, a la madre patria, a la lengua, a las imágenes que supongo de la madre agónica procurando sonreír, mientras entraba a la siesta larga, a la salud total, como me gusta llamar a la muerte, que es la ausencia de todo dolor. 
El apellido duraría otros cientos de kilómetros flotando en el mar, pero se desvanecería en la orilla, en la playa, en Puerto Colombia. Moisés antes Moshem, buscó a su amigo José Mendoza para que operara de doctor y le salvara a los niños llegados en el barco extirpándoles el apellido y donándoles el suyo, y diciendo que eran su familia. Así, como quien se quita una muela, todos pasaron de apellidarse Tabcharani (es una de sus variaciones ortográficas), a apellidarse Mendoza. Tanius Tabcharani es mi abuelo Antonio Mendoza. Y así su prima, sus hermanos, así quienes llegaron… Todos pudieron firmar gracias a los pañuelos, a la fuerza de Moshem, a la generosidad de José, a la tristeza de Yesmín. 
El abuelo Antonio entró con unos 13 años a Colombia y se destetó de Málaga cuando tuvo edad para poner su propio almacén, en Boavita. Droguería, ferretería, colchonería, mercería. Medía más de dos metros y parecía un exabrupto en las fotos del pueblo. Un monte en un valle. Mendoza, que además quiere decir “la sombra de la montaña”. Lo quiso todo el pueblo. Fue casi mitológica su bondad como su estatura, donó los relojes de la iglesia y participó en las cadenas para traer piedra desde la quebrada, La Ocalaya, hasta las torres que los sostendrían. No respondía cuando los baisanos le hablaban en su lengua, decía que era falta de respeto con los vecinos. Los 13 de junio organizaba un banquete para los necesitados en su casa. Aunque el banquete era a diario porque se casó una primera vez y tuvo 13 hijos; solo un par no sobrevivieron al trauma del nacimiento. Al primero lo llamó José Mendoza, en agradecimiento a quien le dio la entrada a su amada Colombia, donde pudo quemar las naves. Enviudó. De nuevo el frío aire de la muerte a sus pulmones. Luego conoció a mi abuela, Emperatriz, con quien tuvo otros 13. De esas dos uniones quedaron 24 hermanos vivos para amarse profundamente, y reunirse, aún ahora, cada 2 años, los que van quedando y sus proles. Los libros en árabe los deshojó para envolver puntillas. No dejó que ningún hijo aprendiera su vieja lengua ni viajara a averiguar nada. Él había nacido en Puerto Colombia con su nuevo apellido, y en el amor de cada hijo que lo distanciaba de esa orfandad de plomo, piedra y polvo. Pero ya ha amanecido y esa es otra historia que si me permiten contaré cuando caiga alguna otra noche. 
Por el momento pensar en que la bisabuela sobrevivió a la guerra lo que pudo, pero no al desamor. Murió de amor, que es mucho lujo en la guerra. Supongo que nada épico para mi abuelo y las otras crías. Mi amor para esa que murió de amor porque yo de amor he matado tantas veces como me he matado de amor, porque esa muerte se devuelve. Como hoy, que muero dulcemente de amor por volver a ver el amor, el amo de amos, a las manos, a la cara, a los ojos. Como hoy matando al que he sido, matando mi apellido, diluyéndolo en el mar para volver al mío. 
Bisabuela bendita, somos colegas del alma y del espíritu. No llegaste acá donde se muere tanto de amor  como de maña, de bala y de pena. Pero sobrevives como una hormiga reina, en decenas de Mendozas que en realidad somos tus Tabcharani. Mi amor en una botella hasta el infinito, donde te encuentre. 
Rubén Mendoza
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