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#El hombre que salvó los cerezos
guillermoloren · 3 years
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"El hombre que salvó los cerezos", de Naoko Abe
“El hombre que salvó los cerezos”, de Naoko Abe
♦Ganadora del Premio Nihon Essayist Club en 2016♦ «La fascinante y desconocida historia del británico que luchó por preservar los cerezos en flor japoneses.» . Cubierta de: ‘El hombre que salvó los cerezos’ En Japón cada primavera la floración de los cerezos es una fiesta de los sentidos, y todo un símbolo de la cultura del país. Lo que casi nadie sabe es que si hoy sigue vivo ese patrimonio de…
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child0fsun-blog · 5 years
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                     𝗶𝗻 𝗮𝗻𝗼𝘁𝗵𝗲𝗿 𝗹𝗶𝗳𝗲                 𝗳𝘁. 𝗵𝗶𝘁𝗼𝗸𝗶𝗿𝗶 𝗯𝗮𝘁𝘁𝗼𝘂𝘀𝗮𝗶                     —¡Lán Zhàn! ¡A tu izquierda!   Luces iluminaban el cielo nocturno más que las propias estrellas y es que, por cada ataque que ejercía Bìchén contra la armadura de la nueva tortuga-serpiente, salía una nueva estela. Quien portaba túnicas blancas, saltaba de un lado a otro, impidiendo que el veneno llegase a sus fosas nasales o a su propio cuerpo; entre tanto, quien usaba la flauta sobre sus cerezos, observaba todo desde la cúspide de un antiguo árbol para dar las instrucciones necesarias a su pareja. Todo, al mismo tiempo que la melodía demoniaca resonaba a las afueras de un pequeño y muy modesto pueblo. Wèi Yīng sabe que no debería estar volviendo a invocar un poder tan grande como el resentimiento, pero es eso o ver cómo su compañero de vida es mordido por esa bestia que parece no tener puntos débiles.   —¡Lán Zhàn!   Él desde siempre ha solido confiar en las habilidades del segundo jade de Gūsū. Sin embargo, también es bastante cuerdo al poner todo en una balanza y caer en cuenta que él solo no podría con semejante arma asesina. Si tan solo tuviese su núcleo dorado, si tan solo poseyera el mínimo de poder espiritual para utilizar a Suíbiàn, nada de esto estaría pasando. Conforme veía los rayos de luz en cada sector distinto de la tortuga, una gruesa gota de sudor recorrió su rostro antes de que tomase la decisión de impartir un ritmo más complejo y veloz, el mismo que servía para aumentar la rapidez y el ataque del cultivador que él deseara. El mismo que, por otro lado, terminaba siempre por hacerle vomitar sangre y dañar su cuerpo por el agotamiento a sus pulmones. No obstante, antes de siquiera tocar la primera parte de la partitura aprendida, una luz roja se sumó a las blancas que desprendían de la espada de Lán Zhàn. Wèi Yīng afinó su sentido visual para intentar descubrir de dónde provenía aquel poder y vio entonces a un chico de hebras color sangre, túnicas de una tonalidad similar al de su cabello, pero muy malgastadas, una mirada fría y distante y, una espalda de diseños particulares: flores de cerezos que se combinaban muy armónicamente con la figura de aves.   Cualquier persona, al ver esa espada de mango oscuro con totalidades rosáceas, creería que se trata de un arma que es demasiado delicada para ser portada por un hombre. No obstante, la fuerza de la navaja fue capaz de romper el cuello de la tortuga devora hombres en un solo movimiento; y, aquella superficie en la carne ocasionada por el espadachín, fue suficiente para que Lán Zhàn pudiera apresurarse en dar el toque final, blandiendo a Bìchén lo necesario para que la cabeza de la bestia terminara chocando con enormes rocas y árboles, luego de recorrer toda su extensión.
Wèi Yīng esbozó una amplia sonrisa y no tardó en correr hacia donde se encontraban ambos cultivadores. Allí, comenzó rápidamente a caminar alrededor de la marioneta, corroborando que se tratase de una nueva creación de sus locos seguidores. El veneno que se desprendía de la cabeza podrida era poderoso, mas Lán Zhàn se encargó de tocar su guqin para crear una especie de escudo que impedía que el aire de resentimiento circulara entre ellos y que, inclusive, fuese incapaz de llegar a las casas que estaban a escasos metros de sus cuerpos.   —¡Señor Lóngquán, nos salvó! —La voz y presencia de un niño asustó a la pareja de cultivadores, pero no del tercer espadachín que se sumó al final de la batalla. Wèi Yīng, recién entonces, prestó más atención a la persona que les ayudó a combatir a la tortuga asesina. El hombre no representaba tener más de 25 años, era casi tan delgado como él, sus hebras eran tomadas en una coleta, pero no había un accesorio de algún clan sobre su cabeza. Tampoco había algo similar en sus túnicas. —¡Es el mejor, señor! —A-Meng. —Una viejita que a duras penas caminaba, se asomó a la escena, sus luceros eran lunitas que carecían de brillo, pero la sonrisa decía todo lo que sus ojos no lograban expresar. —Niños, no molesten tanto al maestro Lóng, debe estar cansado… —La voz, de algún modo u otro, le recordó a la abuela de su pequeño A-Yuan, por lo que no pudo no empatizar con quienes llegaban para recibir a Lóngquán. —Lo siento, maestro Long, se supone que sería una noche de celebración por su cumpleaños y terminó salvándonos otra vez. —Un hombre sin una pizca de poder espiritual, y muy muy muy despreocupado, apareció con una risa avergonzada conforme rascaba su cabeza. —No se preocupen. —El hombre que llevaba un par de segundos acariciando la cabeza de ese pequeño niño, al fin habló. Su voz era cálida, demostraba completa humildad y hasta un muy bajo perfil. Algo muy distinto si se le comparaba con sus inmensas habilidades con la espada. —Al menos pude tomar la sopa de la anciana Zin. Ha sido la mejor paga para mi. —Oh, oh. ¿Es tu cumpleaños? —Al fin, Wèi Yīng tomó la palabra; y como es típico en él tomar confianza rápido con las personas, sus manos buscaron entre sus túnicas una pequeña botella de licor. —¡Qué bueno que siempre ando preparado! —con una sonrisa en sus cerezos, el de estatura más bajita, deja el contenedor de cerámica con cuidado entre ambas palmas del misterioso espadachín. —Toma, toma. —Le incita—: Es un licor muy conocido llamado Sonrisa del Emperador, ¡es buenísimo! —Wèi Yīng. —Ah, Lán Zhàn, Lán Zhàn. —El (ex)cultivador demoniaco, murmura entre dientes, riendo. —No me mires así, tenemos que celebrar que hay una bestia-marioneta menos en el mundo. —inquirió relajando todo el ambiente, como si no existiera un cuerpo muerto de una bestia antigua a escasos metros. Todos los demás, le miraban incrédulos y con cierta desconfianza. Seguramente preguntándose con qué clase de loco se habían topado. —¡Además, es el cumpleaños de nuestro nuevo amigo! —Wèi Yīng ni siquiera le da tiempo ni espacio al muchacho de hebras rojizas para hablar, porque su lengua es suelta e indómita como ninguna otra; una de sus tantas características. —Lóngquán, ¿verdad? ¡Es un gusto! Él es Lán Zhàn, del clan Gūsū. —Apunta al muchacho de túnicas blancas y mirada dorada, en lo que, a los breves segundos, se apunta a sí. —Y yo soy Wuxian de… —Silencio. Ya no es del clan Jiāng, tampoco es el patriarca de Yílíng. Se muerde su inferior y se encoje de hombros, restándole importancia para sí mismo al tema. —¡Soy Wèi Wúxiàn!   Esa noche, el de túnicas oscuras insistió a su compañero de pasar la noche en aquel pueblo para conocer más de Lóngquán. De este modo, descubrieron ciertas cosas en común que tenían: como el hecho de vagar por el mundo, defender a los débiles, no saber en realidad qué es lo justo y qué es lo incorrecto; velar por los verdaderos desamparados, como los habitantes de ese pueblo olvidado; y, así, todo sumando, Wèi Yīng estaba encantando con la forma de pensar del cultivador y de su deseo de crecimiento constante, pero, por sobre todo, estaba increíblemente feliz de saber que con Lán Zhàn no eran los únicos que pensaban cómo ciertas personas se dejan amparar por el significado de justicia para poder salvaguardar su posición. ¿Qué es lo blanco, qué es lo negro? ¿A quién está beneficiando un acto bueno? Todo se trata de perspectivas para quienes tienen un poder mayor.   La mañana siguiente, la pareja de cultivadores realizó la respectiva inclinación hacia el nuevo amigo que compartía la misma misión de vida que ellos. Se despidieron por igual de quienes le habían atendido tan bien la noche anterior y, sin más, se dispusieron en continuar con el camino hacia las pistas que Sòng Lán les había entregado para restaurar el núcleo dorado de Wèi Yīng.   El de túnicas negras, estaba de gran humor, inclusive a sabiendas que ya no le quedaba nada de su amada Sonrisa Del Emperador, puesto que le obsequió la botella por completo a Lóngquán como un bonito obsequio de cumpleaños.   —Lán Zhàn. —Con una sonrisa en sus labios, Wèi Yīng le llama. —Estoy seguro que en su próxima vida, él seguirá siendo un guerrero que luchará por la justicia. Es imposible que un alma tan inquebrantable como la suya, se pierda en el universo, ¿no crees? —Cuestiona en lo que lleva a su boca una manzana roja: el desayuno. —¡Será uno de los mejores espadachines y quizás hasta podamos encontrarnos con él nuevamente, en el futuro! —Mhn.                 Las alarmas sonaban. Las espadas y nuevas túnicas aparecían en una gran cantidad de hombres, pero ahora todas se encontraban manchadas de sangre fresca. Se escuchaban gemidos de dolor que provenían de distintos sectores de las calles mojadas por la lluvia; se oía de todas zonas zapatos cruzar charcos. El pito de un silbato también se reiteraba… eso, y súplicas de clemencia.   —¡Hitokiri Battōsai está acá! ¡Mátenlo o nos matará a todos!   Luego de 2000 años, qué es lo blanco y qué es lo negro, qué es lo bueno y qué es lo malo, continúa con respuestas ambiguas.
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anatemalecter-blog · 7 years
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Ficha
►   Datos básicos
Nombre completo: Anatema Lecter.
Origen del nombre:  Anatema proviene del latín anathema, y éste del griego ἀνάθεμα, «maldito, apartado». Significa etimológicamente ofrenda, pero su uso principal equivale al de maldición, en el sentido de condena a ser apartado o separado, cortado como se amputa un miembro, de una comunidad de creyentes.
Apodos: Anate, Ana, Mate.
Fecha de nacimiento: 20 de enero.
Lugar de nacimiento: Kioto, Japón.
Lugar de residencia actual: Mansión de los Lecter.
Linaje: Sangre pura.
►   Familia 
Padre: Robert Lecter (†)
Madre: Murasaki (Ozu) Lecter (†)
Abuelo paterno: Kakuro Ozu (†)
Tío paterno: Lloyd Lecter.
Gato: Agro.
Lechuza: Beetlejuice.
 ►   Carácter
[A completar]
►   Pasado
Robert y Murasaki Lecter, padres de Anatema, se conocieron cuando Kakuro Ozu, padre de Murasaki, hizo un viaje de negocios junto con su hija a Inglaterra. Murasaki, a pesar de que había nacido y crecido en Japón, conocía perfectamente la cultura y costumbres de los países europeos a los que su padre acostumbraba a viajar por razones de trabajo, y no le costó adaptarse al nuevo entorno. Pronto Murasaki y Robert Lecter, dueño de una gran riqueza y reciente socio del señor Ozu, se enamoraron. A pesar de haber crecido en culturas tan diferentes, el hecho de pertenecer a grandes familias del mundo mágico les unió irremediablemente y al poco decidieron casarse. Fue al poco tiempo de casados cuando el matrimonio decidió trasladarse a Japón y criar allí a su primogénita, que ya estaba en camino. Así pues, Anatema Lecter nació ocho meses después, el 20 de enero, durante una fría nevada, en Kioto, Japón. Creció felizmente junto a sus padres, los cuales, a pesar de sus atareados trabajos, se esforzaban por impartir educación y enseñanzas mágicas a la niña antes de su ingreso en Mahoutokoro, a los 7 años. Sin embargo, un año antes de su ingreso en la escuela japonesa de magia, una desgracia sacudió a la familia: un terremoto de magnitudes increíbles acabó con todos. La pequeña Anatema, sin embargo, se encontraba jugando en ese momento fuera de la casa, en el amplio jardín con decoración oriental, observando cómo el viento golpeaba y deshacía los dientes de león que estaban empezando a invadir parte del terreno de los Lecter. Se podría decir que esa planta, o hierba invasora, salvó a Anatema de la muerte. Así, huérfana y totalmente sola, se mudó entonces a Inglaterra, al amplio palacio de su único pariente vivo: su tío Lloyd Lecter. A él lo conocía de las reuniones familiares que daban sus padres varias veces al año. Su padre y su tío siempre se habían llevado estupendamente y por eso Anatema no tuvo problemas para encajar y convivir con él. El hombre, muy atento de su sobrina, dedicó todo su tiempo a que la niña recuperara el habla, pues esta, al sentir el temblor y correr hacia su casa, tan solo vio polvo y escombros donde deberían haber estado sus seres queridos, suceso que le creó un shock.
►   Presente
A día de hoy vive con su tío Lloyd en Inglaterra, en la mansión de los Lecter, si bien es cierto que al cumplir los 11 años entró a estudiar a Hogwarts y, por tanto, comenzó a vivir en el castillo durante el periodo escolar.
►   Vida en Hogwarts
–      Casa: Ravenclaw.
–      Varita: Madera de cerezo, núcleo de fibra de corazón de dragón, 25 centímetros.
–      Asignaturas favoritas: Pociones, herbología e historia de la magia..
–      Asignatura más odiada: Encantamientos.
►   Aficiones y habilidades
Tiene un don para las plantas.
Tiene mano para las pociones.
Tiene buena memoria.
 ►   Le gustan
El té indio con leche.
Tostadas con mermelada.
La vainilla.
El coco.
Música clásica.
Aprender cosas nuevas.
Hacer repostería.
Los felinos, especialmente su gato Agro.
El frío.
Las asignaturas de pociones, herbología e historia de la magia.
 ►   Odia
La mala educación.
La prepotencia.
El ruido.
Los movimientos bruscos.
La adivinación.
 ►   Lista de pertenencias
 Dominó de colores que le regaló Lucy durante su primer curso.
► Información adicional
Su signo solar es capricornio.
No sabe nadar.
Le gustan mucho las orquídeas, especialmente la Cypripedium dickinsonianum.
Cuando comenzó sus estudios en Hogwarts temía no ser capaz de hacer amigos, ya que antes de ingresar a la escuela nunca había tenido ni se había relacionado demasiado con niños de su edad.
Es pésima jugando al ajedrez.
Le gusta curiosear en la amplia biblioteca que su tío Lloyd tiene en la mansión. Gracias a eso, conoce las cuatro casas de Hogwarts y sabe que Ravenclaw sería óptima para ella, a pesar de que toda su familia paterna ha sido seleccionada para Slytherin.
Tiene especial cariño a su gato Agro, mascota que su tío Lloyd le regaló cuando se mudó con él a Inglaterra.
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joelsanradar · 5 years
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  NOTA DE LA REDACCIÓN: Este lunes 24 de junio, se cumplen 70 años de la inundación de 1949 en #Pachuca, considerada como la mayor tragedia que ha vivido la capital del estado. En ocasión del 70 aniversario, en este espacio reproducimos hoy el reportaje publicado por el periodista Juan Sánchez Cabrera en 1999 con testimonios de algunos sobrevivientes, cuando apenas se cumplía medio siglo de la desgracia.
  A MEDIO SIGLO DE LA TRAGEDIA, EL PELIGRO ESTÁ LATENTE
 POR JUAN SÁNCHEZ CABRERA
  PACHUCA, HGO.- Las escenas fueron pavorosas y en la mente de muchos testigos están vivas las imágenes de angustia, desesperación e impotencia que no han sido borradas con el transcurso de casi 50 años, que se cumplirán el 24 de junio, aunque ninguna placa o modesto monumento exista en memoria de las víctimas que se presumió entonces, rebasaron la cifra de los 300, entre mujeres, hombres y niños que murieron arrastrados por la fuerza de la tromba que en aquel día de San Juan, inscribió el nombre de Pachuca en los anales trágicos de la historia.
Horas antes de las 4 de la tarde, nada presagiaba la tragedia, muchas familias preparaban el clásico “itacate” y se dirigían al “Arco de San Juan” para disfrutar el día de campo tradicional, pero muy pronto la calma provinciana se transformaría en un caos.
Era día viernes y en el viejo mercado Juárez, el escenario era distinto al de hoy; abundaban las cantinas y mientras en las desaparecidas sinfonolas se escuchaba la voz de Luis Alcaraz con Viajera, del trío San Juan con Amor que malo eres de Luis Marqueti, y de Pedro Infante con Que suerte la mía, el destino de cientos de pachuqueños estaba por llegar a su fin.
Pero dejemos que hablen los testigos; el licenciado Rodolfo Medina propietario de la bolería “Grenfell” que fundara hace muchos años su padre, Don Lupe, recuerda que “estaba en la puerta de la bolería y desde aquí se veía el camino a el arco, arriba de la presa de San Nicolás; eran como las 4 de la tarde y observé el cielo, una nube tan negra como nunca la había visto, se notaba también un remolino en las nubes y en cuestión de minutos empezó a llover, después fue espantoso”.
La tromba fuerte –continuó- fue por el Cerezo y como en el cauce del río había madera de la que utilizaba la Compañía Minera, además de que muchos vecinos tiraban su basura en el río, en pocos minutos se formó un dique, que reventó atrás del mercado Juárez y los primeros muertos fueron los comerciantes de La Cuchilla y los presos en la Barandilla y en las Comisiones; las calles de Hidalgo, Zaragoza y Allende se volvieron un enorme río que a su paso se llevaban todo, dijo.
Tenía entonces 22 años y Rodolfo Medina dice tener en la memoria los hechos; “como si lo volviera a vivir, veo los camiones cargados de maíz que descargaban en el molino de nixtamal “el Luchador”, que estaba frente a la escuela Villagrán, cerca de cooperativa “Dos Carlos” y los pesados camiones parecían barcos de papel, el agua arrastraba todo y muchas personas no tuvieron la suerte de contarlo, yo recuerdo que en el viejo Hospital Civil había tendidos en los pasillos cuando menos 100 cadáveres, y cientos de personas esperaban que un individuo, manguera en mano, lavara el lodo de la cara de los muertos para ver si era quien buscábamos; yo buscaba a mi cuñado y frente a la Asunción vi dos camiones materialistas llenos de cadáveres”.
    Mucha gente murió, dijo Rodolfo Medina y Pachuca quedó sumida en la tristeza, porque lo material va y viene, como pasó con el doctor Raúl Berber que perdió en la tromba su auto Mercury último modelo, pero gracias a Dios él se salvó.
Otro testimonio es el de un comerciante durante muchos años, el señor Eduardo Bejos, quien tenía entonces 17 años y según lo que vio, “fue una cosa horrible, la más grande tragedia que haya visto y calculo que fueron por lo menos mil personas las que murieron arrastradas por la fuerza del agua, en las calles de Hidalgo y Matamoros principalmente; la ciudad estaba desquiciada, la tragedia rebasó a las autoridades y a 50 años de ocurridos los hechos, no hay ni una placa en memoria de tantos muertos”.
Al recordar la que llamó “la fecha más triste de Pachuca”, dice que en la calle de Allende su tío Alberto Bejos vendía sinfonolas, pesados aparatos que también fueron arrastrados por la fuerza de la tromba; fueron horas de angustia y el ulular de las sirenas y la obscuridad eran algo impresionante; un señor invidente (Álvaro se llamaba) fue enganchado por una camioneta y así salvó la vida, pero un comerciante, cuyo apellido no recuerdo –dijo- venía del parque hacia el centro y se desesperó en tal forma que dentro de su coche se dio un balazo”.
El sentido de vialidad era al contrario –agregó- y cuando todo acabó se dieron cuenta que el coche del suicida estaba intacto; la imagen de los cuerpos en fila que llenaban los pasillos en el Hospital, también está viva en la mente de Eduardo Bejos, así como las que vivió días después.
“Era estudiante del ICLA y con otros compañeros ayudamos a la limpieza de las calles, con un grupo de militares llamados ‘zapadores’ y como si lo estuviera viendo, recuerdo que el soldado nada más decía ‘ya encontré otro. y agarraba por la cabeza otro para irlo desenterrando poco a poco; fue todo muy feo”, asegura.
La televisión no llegaba todavía y el único medio de comunicación era el teléfono; la noticia llegó a la Ciudad de México y los informes eran en el sentido de que Pachuca había desaparecido; semanas después el diario capitalino EL UNIVERSAL erigió en la Cuchilla un pequeño monumento que durante algunos años recordó a los pachuqueños la muerte trágica de cientos de pachuqueños, finalizó.
María Bardales Pérez, atendía en 1949 un pequeño negocio de dulces ubicado en la calle de Matamoros –en medio de la Foto Bustamante y la Compañía de Luz- y de los hechos recuerda que “como a las 5 de la tarde empezó a llover, no mucho, pero de momento surgió un remolino que todo se llevaba y apareció en las calles un enorme río, el agua subió casi dos metros y ella tuvo que sostenerse de la vitrina, con tal fuerza que las piezas dentales se le quedaron trabadas”.
Las pérdidas económicas fueron muchas, pero lo más doloroso fue el número de muertos; la terminal de ADO estaba a un lado y los grandes camiones eran fácilmente arrastrados, fueron como 15 minutos que se hicieron eternos y es tal vez la más grande tragedia, “aunque en 1946 hubo otra, una balacera entre políticos, eran los tiempos de Juan Andrew Almazán y yo creo que los cadáveres eran más de 30, pero como fue cuestión política, nadie dijo nada, pero en la tromba sí, todo mundo se enteró”, señaló quien ahora tiene su negocio en la calle de Mina.
De acuerdo a los datos proporcionados por la licenciada Sonia Flores, Oficial del Registro Familiar en Pachuca, en el libro 2 de 1949, en los días que siguieron al 24 de junio, en las fojas 748 y hasta 807 se registró el deceso de 59 personas, sin embargo el libro I quedó interrumpido precisamente en esa fecha y son muchas las fojas que aparecen en blanco, ignorándose las causas.
Las campanas del panteón de San Bartolo, “tocaron a difunto” el día 26 para avisar la llegada de 49 ataúdes, en lo que fue un concierto fúnebre, pero de acuerdo a lo expresado por el administrador Eduardo Flores, muchas de las víctimas fueron sepultadas en otros municipios o estados. El primer ataúd en llegar era ocupado por José Ascensión de la Cruz, soltero de 40 años, comerciante y a la fecha se encuentra en el cuartel 3-Lote19-1, muy cerca de sus compañeros de infortunio.
Pachuca tardó en recuperarse, los deudos de las víctimas lloraron a sus familiares y al paso del tiempo el 24 de junio se volvió trágica efeméride, comentario de sobremesa y la falta de una placa alusiva o ceremonia que sirva de recordatorio, sepultó implacable la tarde que enlutó a cientos de pachuqueños.
Quien esto escribe, recuerda también la escena frente a la iglesia de la Asunción, en el que mucha gente se acercaba a los camiones materialistas, en su afán por encontrar a sus familiares.
Medio siglo ha transcurrido y el paso del tiempo borró las huellas que durante varios años se observaban en las fachadas de la calle de Hidalgo, pero el peligro está latente; las primeras lluvias de la temporada actual, ponen en evidencia la ineficacia en el sistema de drenaje.
Los entrevistados coincidieron en el sentido de que Pachuca no está a salvo de sufrir una nueva tragedia, pero también en la necesidad de que las autoridades ordenen la colocación de una placa o sencillo monumento que diga a las nuevas generaciones de lo que ocurrió el 24 de junio de 1949; tragedias similares son causa de la naturaleza, pero también son previsibles y que no se repita es algo que corresponde a toda la ciudadanía, especialmente a las autoridades.
#PACHUCA, LA GRAN INUNDACIÓN DE 1949 (Reportaje Histórico) NOTA DE LA REDACCIÓN: Este lunes 24 de junio, se cumplen 70 años de la inundación de 1949 en #Pachuca, considerada como la mayor tragedia que ha vivido la capital del estado.
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