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#Joseph Rykwert
normally0 · 16 days
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To master irony in architecture is given to very few: Hans Hollein has done it for my generation.
Joseph Rykwert
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caza-casas · 5 months
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Una casa en el fin del mundo
Mi casa, que es en realidad un apartamento, tiene dos habitaciones. Desde mi habitación puedo ver la sala, el baño y la habitación de mi mamá; puedo ver a mi gata andando de lado a lado, puedo contemplar las múltiples ventanas de mis vecinos que se asoman como panales al mundo. Puedo ver, en suma, pequeñas galaxias de un mismo universo. 
Aclaro que mi casa es un apartamento porque cuando se escucha la palabra somo capaces de imaginar un cubo con una pirámide encima, dos ventanas, la puerta y un jardín; incluso, hay quienes imaginan el sol sonriente en la esquina como el que dibujaban cuando eran niñas, pero lo cierto es que la casa es apenas un concepto, una abstracción espacial de aquel lugar de confort en el que pasamos gran parte de nuestra vida que cubre infinitas tipologías más allá de la casa unifamiliar.
***
La primera vez que viví en una casa no fui consciente de ello, no sabía qué era la casa, porque no conocía lenguaje alguno. Era apenas un feto, una semilla que crecía dentro de la bolsa del útero de mi madre. Cree una que de aquellos días solo queda la anécdota, el rezago de haber estado alguna vez en algún lugar sin la conciencia de existir en el mundo terrenal, completamente aislada, sin el toque de la sal de la vida; pero lo cierto es que desde que estamos en la placenta, hasta nuestra muerte, la casa se asienta en lo más profundo de nosotros y nos lleva a sentir con intensidad e insistencia un anhelo por el retorno, por llenar el vacío que nos deja abandonar de forma irremediable el cuerpo que nos gestó. 
Así debieron sentirse las primeras criaturas mamíferas del mundo, abandonadas a su suerte, adivinando qué comida era o no venenosa después de lactar, viviendo el infierno de ser expulsados lejos de su madre en pleno jardín de el Edén. ¿Qué es una casa sino la réplica de mi madre, de nuestras madres? Tal como dice Joseph Rykwert, todos y todas —él dice hombre, pero no solo de los hombres es el mundo— salimos del útero y debemos regresar a la materia a la cual pertenecemos. De esta manera la casa, añade también, se convierte en el viaje, en un espacio de reconciliación entre la situación de haber sido expulsado del verdadero paraíso y el nuevo lugar en el que hemos sido abandonados. Entonces los techos se vuelven nuestro nuevo cielo y su interior es un gran útero, la parte más segura del todo (debería serlo, aunque no siempre es, tal como las madres), en el que sobrevivimos esperando a ser enterrados en posición fetal, bajo el suelo, para que esta otra madre, sabia como es la tierra, en algún momento nos expulse de nuevo, transformados ya, fuera de su vientre. 
Mi casa, que es en realidad la réplica de mi madre, tiene dos habitaciones. Desde mi habitación puedo ver la sala, el baño y la habitación de mi madre, que es la réplica de su madre, o sea mi abuela, puedo ver también la foto de mi abuela; puedo ver a mi gata andando de lado a lado, recostándose en su cama, la réplica del útero de su madre, puedo contemplar las múltiples ventanas de mis vecinos que se asoman como placentas al mundo. Puedo ver, en suma, pequeñas y grandes mujeres de un mismo universo.
***
Una de las diosas dijo hágase la luz y así fue. Con la luz vino el fuego y con el fuego vino el autoconocimiento. Vimos nuestras manos, nuestros pies; identificamos en el agua nuestro reflejo y conocimos nuestra cara. El fuego, tal como lo quiso Prometeo, nos dio el conocimiento y también la seguridad, la certeza. 
Cuando era niña vi mi primera película de terror en la casa de una de mis vecinas. Si la hubiera visto ahora sabría que no era tan buena, tampoco tan miedosa, pero para aquel momento —tendría a lo mucho ocho años— fue una de mis peores pesadillas. Cruzaba el pasillo entre un apartamento y otro corriendo, que no ha de tener un largo mayor a cuatro metros, imaginando en la oscuridad la figura de un hombre que tras asesinarme en esos cortos pasos, cortaría mis orejas, mi ombligo y los  pondría en una pared. 
El confort aparecía de inmediato tras la entrada a mi casa, a mi habitación con la luz prendida que me permitía ver todo y, aunque por la ventana hubiera podido entrar cualquier espíritu chocarrero, la luz me permitía una sensación de tranquilidad. La pesadilla retornaba cuando era la hora de dormir y tenía entonces que apagar las luces. Veía entre las sombras aquella figura, escuchaba en las paredes pasos, movimientos y llegaban a mi mente solo malos sueños. Lo único que me redimía era la linterna de un Nokia 1100 con la que alumbraba cada que había un ruido extraño. 
Descubrí a esa corta edad lo que descubrieron mis antepasados en los años antes de la era común, que el fuego, más que por el calor, existía para borrar los miedos. Que la casa no solo era segura porque era mi casa, sino porque en ella habitaba la luz. Era la luz la que mantenía la casa viva, como una cueva en la que habita una hoguera. Vale pensar en un ejemplo más cercano, menos terrorífico, para entender la condición del fuego, como lo es El castillo vagabundo, en el que Calcifer, alma transmutada a fuego, es quien sostiene la casa. En su extinción la casa se cae, desaparece, deja a todos sus habitantes expuestos, abandonados contra los pesares y pesadillas del mundo. 
También es así en lo simbólico, la casa es porque hay calor, la casa es porque en ella podemos vernos y reconocernos a través de los objetos, de las decisiones que tomamos alrededor de ella. Todos estos objetos están a veces sí, en torno a la propia estética e identidad de los moradores, pero también están para convertirse en fuerte, llegar a casa es extender la hoguera. 
Mi casa, que es en realidad fuego, tiene dos habitaciones. Desde mi habitación puedo ver la sala, el baño y la habitación de mi madre, todo iluminado; puedo ver a mi gata andando de lado a lado, recostándose en su cama, regocijándose en la luz, tomando el sol, puedo contemplar las múltiples ventanas de mis vecinos, iluminadas, que se asoman como luciérnagas al mundo, en unas suena el fuego es el hogar, el fuego es el hogar y en otras se te quemó la casa, se te quemó la casa. Puedo ver, en suma, pequeñas y grandes fogatas en la hoguera del universo.
***
No siempre tuve un hogar, aunque hablo siempre de las casas, aunque viví siempre en una. Que triste, con qué cara se nos mira cuando decimos que no tenemos hogar. Sonamos como desterradas, condenadas, andariegas, peor si la casa como evento físico sí existe, sonamos entonces como mentirosas, desagradecidas, falsas, pero así es. 
Cuando hablamos de hogar pienso en esa expresión popular de una pareja cuando se casa, “ellos ya hicieron su hogar”, se dice. No se dice que ya hicieron su casa, porque la casa ya estaba hecha antes. Aunque hagamos oídos sordos de vez en cuando, entendemos muy en el fondo que tener dónde vivir, no es tener dónde habitar.
Hubo un tiempo, así como en el principio de las cosas, en el que para mí todo fue oscuridad. Caminaba a ciegas a través de las calles huyendo de aquello que siempre se nos ha dicho que es un lugar seguro. Creía que solo repetíamos lo que la casa era, o debía ser, para poder creerlo. Vivía en el negativo de la teoría de Bachelard donde la casa es el refugio de los horrores del mundo, del afuera. Para mí, las calles eran la evasión del terror de estar en casa y para calmar esa incertidumbre que daba la calle misma estaban otros malos compañeros como el alcohol, la fiesta y las drogas. Qué desequilibrio se forma cuando no tenemos hogar. Qué desequilibrio dan la adolescencia, las hormonas y las sustancias. 
Con el paso del tiempo, el camino me brindó a quienes se convertirían en refugio. No me ofreció ladrillos, ni vigas, ni picaportes. La vida me ofreció personas. Pienso en Margarita Cuellar y comprendo por qué su hablar del hogar sí es hablar de la casa, pero sobre todo se trata de con quiénes se le comparte, porque nada hace una casa sin sus habitantes. Se convierte en cascarón, se deshace en ruinas y aunque para mí, en ese oscuro momento antes del verbo, antes de la aparición de la conversación y la resolución de conflictos, incluso mis compañeros de casa eran complicados, el tiempo me hizo comprender que construir un hogar es construirse como un refugios para otros, dejarles entrar y permitirse ingresar en los demás. 
Mi hogar, que no es solo mi casa, tiene a mi madre, a mi gata, a mi novio, a mis amigas. Desde mi habitación puedo ver la sala en la que se sientan, el baño en el que se acicalan y a mi madre en su habitación; puedo ver a mi gata andando de lado a lado, recostándose en su cama, rozándome las piernas; puedo contemplar a mis vecinos a través de las múltiples ventanas asomándose a observar el mundo. Puedo ver, en suma, pequeñas y grandes personas en la inmensidad del universo.
***
He pasado por muchos tipos de casas. Además de mi madre pasé luego por un apartamento que era un segundo piso. Recuerdo el porcelanato del suelo, mi sensación en los pies al pisar descalza. Especialmente recuerdo su ventana, en la que pasé recostada mirando el cielo cuando tuve varicela. Tenía unas rejas blancas y, como era esquinera, podía ver a través de ella el recorrido del sol desde el oriente al occidente todo el día, podía observar los peatones yendo de norte a sur. También recuerdo otras casas, la de mis nanas con madera crujiente y un patio trasero con plantas, con una cocina de dos neveras, una fría y una “caliente” que era en realidad una nevera dañada que usaban como alacena. Recuerdo ese primer piso oscuro del que solo era posible ver la luz en la puerta de entrada, como al final del túnel, eso daba la sensación de tristeza. Recuerdo el vértigo del onceavo piso y lo grande que se veía con el piso orientado hacia el largo del espacio y es este, en el que vivo ahora, recuerdo la entrada del sol en diferentes meses del año, que parecen un regalo divino porque el resto del tiempo llega a ser bastante frío. 
Con esto no quiero hacer un recorrido de las casas, sino de su interior, del cómo esa intrincada elección de materiales, de orientaciones y divisiones me mostraron diferentes cosas de mi propia humanidad. El arquitecto Zumthor nos dice que las atmósferas de los lugares hablan de la sensibilidad emocional, que es imposible no vernos afectados por los espacios. Cuando vamos por la calle sabemos qué calles son peligrosas y por qué, en sus olores, colores y distribuciones reconocemos nuestro miedo; los parque nos invitan a recorrerlos a través de sus caminos y las rampas inevitablemente hacen que miremos hacia el frente, contrario a las escaleras que nos piden mirar abajo.  
El construir una casa, dice Zumthor, requiere de fijarnos en todos los detalles de sus terminados, en el rebote del sonido y en sus materiales. Recuerdo por ejemplo cómo a través de los ladrillos escuché alguna vez cómo era golpeada una vecina. Con esto no quiero decir que hubiera sido mejor un material que aislara su sufrir, sino que en esa elección de materiales quedó suspendido el eco de su dolor, penetrando ahora cada rincón. Con ello quiero enfatizar en cómo las casas por las que he pasado, más que espacios han representado sentires: la tranquilidad del sol haciendo su recorrido, la soledad de la oscuridad mientras pintaba las paredes, las plantas trepando por la pared enseñándome la inmensidad de la naturaleza. Recuerdo la inmensidad de las casas grandes y el bienestar de las pequeñas y en ellas me encuentro audaz, adaptándome a sus formas como si fuera agua, vibrando con los equipos de sonido, meciéndome con las corrientes de aire, evaporandome con sus temperaturas, estancándome con su falta de vitalidad. En esas casa me he modificado y transformado. En ellas, infinitamente me encuentro siendo otra persona. 
Mi casa, es un apartamento de ladrillo y concreto, tiene dos habitaciones, una grande y la mía, una pequeña, donde me acurruco como ratón, donde a veces me siento ahogada. Desde mi habitación puedo ver la sala, a la que le entra la luz y en días de sol es tan acogedora, el baño que quisiera que tuviera una ventana más grande y la habitación de mi mamá donde duerme tranquilamente; puedo ver a mi gata andando de lado a lado, a veces contenta, a veces estresada, puedo contemplar las múltiples ventanas de mis vecinos que se asoman como al mundo indescifrables la mayoría del tiempo, no puedo saber cómo son porque no puedo ver como viven a través de sus cortinas. Puedo ver, en suma, sensaciones en un vasto universo. 
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apwmagazine · 1 year
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Andrew Todd Obituary, Death – Visitation & Funeral Service
Andrew Todd Obituary, Death – Visitation & Funeral Service
  Andrew Todd Obituary, Death – Visitation & Funeral Service Andrew Todd, 2004’teki başlangıcından bu yana Studio Andrew Todd’u yönetiyor ve 2001’den beri mimar ve tiyatro danışmanı olarak bağımsız çalışıyor. Gezici bir Avrupa tiyatro grubunu yönettiği Cambridge’de İngilizce eğitimi aldı ve Tennyson üzerine teziyle birincilik ödülü kazandı. 1995 yılında Ivan Illich, Joseph Rykwert ve David…
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thegildedplain · 2 years
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It seems as if it were conceived entirely in a spirit of fancy, and had little to do with imagination let alone method. Beyond the one blowsy overdramatisation it has few pleasures to offer.
Joseph Rykwert
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eelhound · 3 years
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"Streets are surprisingly easy to ignore or overlook. They are like anti-monuments: where presence and permanence mark monuments, absence and impermanence define streets. As architectural historian Joseph Rykwert points out in his 1978 essay 'The Street: The Use of its History,' the street straddles two identities. One of them is the commons. The word 'street' itself — along with the German Strasse and Italian Strada — comes from the Latin sternere, to pave, suggesting a surface 'set apart for public use.' It does not necessarily go anywhere. It is simply space that is available for walking, sitting, markets, parades, and protests. In this conception, insofar as a street provides a route — that is, allows access to other places — that is only to render the street itself accessible.
The street’s other identity, Rykwert argues, is movement, bound up in the word 'road,' which comes from the Anglo-Saxon word ride which in turn comes from the old English ridan. The street is where you go, the road is how you get there. Road suggests motion. It suggests a network of city roads, connecting to country roads, connecting to other cities, coasts, and eventually ports and the world.
In some ways these two different identities are in direct conflict with one another. A street would be the site for a sidewalk café, a fruit stand, a block party, or even a carnival. All of these functions would make it less useful for anyone trying to get somewhere — trying to use the space as a road — as anyone who has, say, tried to drive a car in Manhattan will readily testify. Yet one is clearly not possible without the other. A market is profitable, a protest is powerful, a block party is inclusive, each in direct proportion to its accessibility. The right to gather is only useful if coupled with the right to go…
So vital to the city are streets, that in fact the street likely predated the city. Rykwert points out that humans were establishing streets before they started constructing permanent buildings. As a practical matter, people were moving stuff before they were building stuff: there is archaeological evidence of established trade routes across Europe that predates the establishment of permanent settlements.
As a psychological matter, societies will establish routes for ceremonial, almost narrative purposes before they build permanent structures. Rykwert cites as an example elaborately marked routes in otherwise uninhabited territory made by aboriginal tribes in New South Wales for initiation ceremonies. Today we could cite the plan of Burning Man: it is a plan of streets, their composition highly symbolic, so as to structure a ritual. The participants, with their structures, flock to participate in the ritual. That is to say, streets are not methods by which to get from one building to another. To the contrary, buildings are ways for people to be closer to streets."
- Nicolas Kemper, from "Seize the Elevators." Current Affairs, 11 March 2021.
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theoutcastrogue · 3 years
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Streets and the City
[Text by Nicolas Klemper; photos by Bruce Davidson, Alfred Gescheidt, and Ara Güler]
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photo by Bruce Davidson: E. 100th St, Harlem, New York City, 1966
“Streets are surprisingly easy to ignore or overlook. They are like anti-monuments: where presence and permanence mark monuments, absence and impermanence define streets. As architectural historian Joseph Rykwert points out in his 1978 essay “The Street: The Use of its History,” the street straddles two identities. One of them is the commons. The word “street” itself—along with the German Strasse and Italian Strada—comes from the Latin sternere, to pave, suggesting a surface “set apart for public use.” It does not necessarily go anywhere. It is simply space that is available for walking, sitting, markets, parades, and protests. In this conception, insofar as a street provides a route—that is, allows access to other places—that is only to render the street itself accessible.
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photo by Alfred Gescheidt: On 42nd St. near Park Ave., New York City, 1953
The street’s other identity, Rywkert argues, is movement, bound up in the word “road,” which comes from the Anglo-Saxon word “ride” which in turn comes from the old English “ridan.” The street is where you go, the road is how you get there. Road suggests motion. It suggests a network of city roads, connecting to country roads, connecting to other cities, coasts, and eventually ports and the world. In some ways these two different identities are in direct conflict with one another. A street would be the site for a sidewalk café, a fruit stand, a block party, or even a carnival. All of these functions would make it less useful for anyone trying to get somewhere—trying to use the space as a road —as anyone who has, say, tried to drive a car in Manhattan will readily testify. Yet one is clearly not possible without the other. A market is profitable, a protest is powerful, a block party is inclusive, each in direct proportion to its accessibility. The right to gather is only useful if coupled with the right to go. [...]
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photo by Ara Güler: Trams and people on the old Galata bridge, Istanbul, 1958
So vital to the city are streets, that in fact the street likely predated the city. Rykwert points out that humans were establishing streets before they started constructing permanent buildings. As a practical matter, people were moving stuff before they were building stuff: there is archaeological evidence of established trade routes across Europe that predates the establishment of permanent settlements. As a psychological matter, societies will establish routes for ceremonial, almost narrative purposes before they build permanent structures. Rykwert cites as an example elaborately marked routes in otherwise uninhabited territory made by aboriginal tribes in New South Wales for initiation ceremonies. Today we could cite the plan of Burning Man: it is a plan of streets, their composition highly symbolic, so as to structure a ritual. The participants, with their structures, flock to participate in the ritual. That is to say, streets are not methods by which to get from one building to another. To the contrary, buildings are ways for people to be closer to streets.”
– Nicolas Kemper, “Seize the Elevators” | Current Affairs, March 2021 (emphasis mine)
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spyskrapbook · 4 years
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“Terminal Pier”, Thessaloniki Port, Greece [1995] _ Architects: Aldo van Eyck and Hannie van Eyck.
Ligtelijn, V. (ed.) (1999). Aldo van Eyck: Works, Basel: Birkhäuser, pp. 285-288.
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less-ismore · 7 years
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”Casi al comienzo de su tratado general, Filarete dice: “Hemos de suponer que cuando Adán fue arrojado del Paraíso estaba lloviendo. Y como no tenía a mano más protección, se llevó las manos a la cabeza para defenderse del agua. Y del mismo modo que la necesidad le obligó a encontrar comida para seguir viviendo, así también la vivienda fue una habilidad para defenderse del mal tiempo y del agua. Algunos han dicho que no hubo lluvias antes del Diluvio. Yo creo lo contrario, pues si la Tierra producía frutos era necesario que lloviera. Y como la alimentación y el alojamiento son habilidades necesarias para vivir debemos creer en consecuencia que Adán, habiéndose hecho un techo con sus dos manos, considerando la necesidad de construir una vivienda, reflexionó y se ejercitó para fabricarse alguna habitación que le protegiera de esas lluvias, así como del calor del sol... Si las cosas sucedieron así, entonces Adán tuvo que ser el primero.”
Joseph Rykwert, La casa de Adán en el Paraíso, 1974.
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ivy-kissobryos · 3 years
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The Oschophoria (carrying-vine branches) was celebrated in Athens at the beginning of the month of Pyanopsion at the same time as the Skira-festivals connected with the cult of Erechtheus and the origins of the city. In the Oschophoria, the trio Dionysus-Ariadne Theseus and their troubled relationship are celebrated, as Plutarch clearly saw (Vita Thes. 22f.); Plutarch also provides the aetiology of the herald’s staff crowned with garlands, as well as of the mournful cry of the procession eleleu, lou lou.
On the Palmette by Joseph Rykwert
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heliolendingau · 2 years
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What Keeps NFT Collectibles Afloat?
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The NFT collectible market is one of the biggest NFT sectors. Projects like CryptoKitties and CryptoPunks have led the charge for raising awareness of NFTs, and during their short existence, they have been valued at millions of dollars and been used as collateral for countless loans. With such a lucrative (albeit tiny) history, many are looking to enter the market, but are apprehensive about whether the industry can sustain itself, or whether it will collapse.
This is an especially salient fear for those who are considering using NFT collectibles as collateral in the future, as a depreciating market is no good for borrowers. Lucky for them, the NFT collectible sector is largely different from other markets, with distinct aspects that suggest a lucrative and fruitful future. Let’s take a look at these aspects.
The Human Desire for Collecting
Humans have been collecting for as long as we’ve existed as a species. Chances are, you know somebody who collects things, or you collect things yourself. It is an activity that transcends time, cultural backgrounds, and sometimes even sense. People are known to spend unbelievable amounts of money on attaining goods they deem to be rare, unique, or mesmerizing in some way. As Joseph Rykwert notes, “even the earliest hunter-gatherers made and collected objects”. Collecting is so prevalent in our history that we might as well call it a symptom of the human condition.
Understanding why exactly we collect is a tough question, in part because it crosses disciplinary boundaries. It is a psychological, anthropological, sociological, historical, and philosophical question. This makes it notoriously hard to study as it requires somebody to have knowledge of multiple areas. That being said, some people have developed possible theories. Joseph Rykwert suggests a deeply Freudian theory that we collect as a means of control, as control gives us comfort.
Susan Pearce, perhaps the most well-versed academic on the topic, argued that in the Western world collecting is a pursuit of both knowledge and individualism. People believe they can learn something unique and significant through their collecting, and in many circumstances, they believe they can help teach others (which is what museum collectors do). Many also collect as a way of standing out from the crowd and exploring their own identity through the objects they own. This is something we all do automatically with clothing, but it can really happen with anything being collected.
The pursuit of individualism is something very visible in the NFT collectible scene. With NFTs all being “one-of-a-kind”, people can feel special and unique simply by owning them. This also helps satiate the human “need for uniqueness”, which is “a person’s need to feel special and different from others”.
Collecting as a Means of Forming Social Bonds
A more wholesome aspect of any collectible market (including the NFT market), is that it can work as a community-building endeavor. Many people collect items so they can interact with others who collect the same items. This is most noticeable in the trading card world where you need a relatively big collection of cards before you can sufficiently compete with others.
There are numerous NFT trading card projects on the market, such as the NBA’s Top Shot cards, Sorare, and Skyweaver. These projects straddle the line between NFT games and mere collectibles. Having large collections of specific projects allows you to interact with others where you share a common ground and common topics. In this sense, collecting acts as a “social proof”, which is where somebody or something uses certain metrics to prove to others they are trustworthy and desirable. By showing your collection to another collector, somebody can instantly prove they are worthy of engaging with.
Many people build their whole lives around collecting, not only for knowledge and individualism but because their social connections are intertwined with them.
NFTs Represent Something Bigger
Most of our discussion has explored the collectible industry as a whole, but there is one element that is unique to the NFT world. It cannot be ignored that NFT’s are a part of the crypto and blockchain industry, and so it shares the same ideological merits. In particular, NFTs represent a seismic shift from institutional control to economic freedom. To collect NFTs means something very different from collecting a physical object– it is a simple way of promoting your support of decentralization to the public.
This means that NFT collectibles all inherent a certain emotive quality. They are a way of marking somebody’s alignment with the redistribution of power and wealth, the likes of which are brought by crypto.
Recap
To summarise, the NFT collectible market appears to be a strong investment because they help make people feel comfortable, they promote knowledge and individualism, they build social connections via social proof, and they establish somebody’s alignment with decentralization. In other words, this is a highly versatile market, one which is sure to stay lucrative for a long, long time.
https://heliolending.com/
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veredes · 5 years
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La disonancia y la paradoja | Marcelo Gardinetti
La obra arquitectónica de Stirling transita la posguerra entre las diferentes propuestas que buscan reformular los conceptos fundacionales del movimiento moderno. Para Stirling, la manera de enriquecer el legado moderno reside principalmente en la incorporación de elementos de la tradición local,
“una combinación de formas canónicas del movimiento moderno con elementos extraídos del vernáculo industrial”.
[...]
Marcelo Gardinetti . arquitecto La Plata. Diciembre 2018
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worldfoodbooks · 6 years
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OPEN TODAY 12-4 PM. NEW IN THE BOOKSHOP: DOMUS NO. 462 MAGGIO 1968 • Founded in 1928 as a “living diary” by the great Milanese architect and designer Gio Ponti, domus has been hailed as the world’s most influential architecture and design journal, distributed in 89 countries. With exuberant style and rigor, it offered energetic up-to-date coverage and analysis of major themes, developments and stylistic movements in product, structure, interior, and industrial design. Called the "Mediterranean Megaphone," domus has always been considered the most concrete published expression of Italian style, documenting a seemingly endless archive of contributions and features, frequently covering the works of the protagonists of the Anti and Radical Design movements, modern architecture, new experiments in environmental/spatial/commercial design, international product design, the activities of the Arte Povera, Pop art, Minimal Art and Nouveau Réalisme movements, and much more. • domus No. 462 Maggio 1968 Editor : Gio Ponti Editorial committee and contributors include : Cesare Casati, Pierre Restany, Agnoldomenico Pica, Pierre Restany, Carmela Haerdtl, Joseph Rykwert, Ettore Sottsass jr., Charles and Ray Eames, Kho Liang je, Bernard Rudofsky, George Nelson, Fausto Melotti, Tommaso Trini, Tapio Wirkkalaand, Rut Bryk, and more. features : Archizoom; The Living Theatre; "National Aquarium in Washington" by architects Kevin Roche, John Dinkeloo and Associates, with Office of Charles Eames; "Pneu: Inflatable Structures and Forms"; "A Mini Space" by Joe Colombo; new lamp edition from Didier Bernardin; Multiples by Franco Angeli, Lucio Fontana, Gino Marotta, Gianni Colombo, Fabrizio Cocchia, etc. by Tommaso Trini; "Charles Rennie Mackintosh 1868-1968; "Magistretti in Paris"; Art exhibitions; Book reviews; Lourdes Castro / Cesar / Jean-Pierre Raynaud by Pierre Restany; "The House of Roger Tallon"; Pino Pascali; Giulio Paolini; and much more. • One copy available in the bookshop today and via our website. • #worldfoodbooks #domus #gioponti #rogertallon #tommassutrini #pierrerestany #luciofontana #cesar #archizoom #lourdescastro #jeanpierreraynaud #joecolombo #charleseames #pinopascali (at WORLD FOOD BOOKS)
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lsmithart · 3 years
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**Miroslaw Balka in conversation with Joseph Rykwert: Memory and Responsibility
I was first drawn to this lecture from the title and my interest in Miroslaw Balka’s work. Balka is a mixed media artist who utilises simple, everyday objects through minimalist placement, emphasising gaps and pauses between them. He works with the concept of personal and collective memory, and hidden memory, often using personal substances (e.g. ash, hair, salt) within his works. ‘Memory Palace’ (see below) demonstrates Balka’s multifaceted yet minimalist style when creating installations.
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This talk was particularly interesting in relation to my past research relating to architecture and memory. Architecture of course underpins the abandoned site in its primary form. This was a rich talk that explored my concept through the realm of artist and architectural historian.
Notes:
The talk will address: Archaeology, architecture, fine arts. How ideologies are shaped, memories evoked, emotions stirred by buildings their context, and their ruins and how to reconstruct identities that are torn apart by conflict from the past or present.
Miroslaw Balka - Polish Fine Artist. Exhibited internationally for over 25 years. Joseph Rykwert - Architectural Historian.
Theme of the talk: fragments.
The role of memory, reaction to history, the role of the ruin.
The construction of place is a process all of us have to perform because place for a person is what we need as its our place in the world. We process it through sensory acts but also acts of memory. There is no place without memory. Memory implies history.
“History is not a spectacle, it is a responsibility.” - Petrushka
There is a sense of responsibility to the past.
All of the buildings of oppression, are all committed by architects.
We have to deal with fragments all of our lives, even if they are not put together by us.
Function of a corridor - a space that goes somewhere.
Concrete sculpture - pain. To heal the pain you have to stop and watch, you cannot just throw it away because it will come back. What does pain leave? Concrete fragment of the architecture - traces of the darkness.
Restoration of architecture…
Making prints of photographs taken of Auschwitz… the paper has also touched the stone of the grounds so in some way this can be a version of the memorial because there is a shadow of the stone. Similar to Laszlo Rajk’s frottage of important monuments - Drawing as Monument event.
Miroslaw Balka exhibition ‘Remembrance’ - Conceptual artists generally turn to abstraction, whereas in this case it seems that he goes the other way. He starts with the fragment to evoke empathy and passion. In 1989 he made quite a few figurative works. The position of the beacon was very important in his art. Iconography, history. Started to move away from the figurative towards slightly more abstract works - utilising objects, often very simply objects, like wooden planks, bricks - gestures. The object is not existing without the shadow. The shadow is never abstract. Consider how I could fragment the aspects of my last installation even more… bricks and sink cast?
If you don’t understand the pain there is no way to heal it.
Video he shot in his house - how horror can be transmitted in a scenario. Presence, light, life of fragments - expressing empathy.
References:
British School at Rome, (2016). Miroslaw Balka in conversation with Joseph Rykwert: Memory and Responsibility. Youtube. [Online]. Available at https://www.youtube.com/watch?v=hQbhxz0uC_A. [Accessed on 13/08/2021].
White Cube, (2020). [No title]. [Online]. Available at https://whitecube.com/artists/artist/miroslaw_balka. [Accessed on 12/05/2021].
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Eileen Gray: pioniera del design
Nel dicembre del 1968, sulle pagine di Domus,  Joseph Rykwert rende omaggio a Eileen Gray, la progettista “straordinariamente sensibile” e incredibilmente trascurata dalla critica
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UN RECORRIDO SIGNIFICATIVO
María Teresa Muñoz 
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La selección de obras, autores o escritos y su reinterpretación por una tendencia nueva es un problema fundamental que se plantea en la cultura arquitectónica de cualquier momento histórico siempre que se trata de sobrepasar los límites de los enfoques puramente estáticos y discriminar entre las formas más conservadoras y las más innovadoras, entre los factores continuos, permanentes y estáticos dentro de cada objeto considerado. Vistos desde este ángulo, los textos que George Baird y Charles Jencks agrupan en torno al tema general de El significado en arquitectura ofrecen hoy al lector sobre todo la ocasión de determinar, a cualquiera de sus niveles, qué partes tienen presencia viva en el actual panorama arquitectónico y cuáles otras no ofrecen, por ahora, valores arquitectónicos viables, qué planteamientos siguen conservando su eficacia y cuáles otros se refieren a problemas en los que ha dejado incluso de pensarse. El significado en arquitectura se organiza en la forma tradicionalmente usada en los Readings on...; un tema general suficientemente amplio sirve para dar cabida dentro de una única obra a multitud de contribuciones que no han de ser necesariamente inéditas ni tampoco elaboradas en torno al mismo, pero trata de romper este discurso monotemático convencional, en el que los saltos de un tópico a otro tienen lugar sin ningún nexo interno, mediante una serie de comentarios marginales que ayudarán a dar actualidad a los artículos reeditados y a tejer una línea de discusión sobre la que apoyar la unidad de la obra.
Sin embargo, el notable retraso con que ha aparecido la versión española, y que se hace sentir sobre todo en un título que muy pocos estarían dispuestos a conceder atención, proporciona a El significado en arquitectura un carácter bien distinto para los lectores ajenos o no a las polémicas suscitadas en torno a la aplicación de la semiología a la arquitectura; el de una obra que, perdida ya la fuerza de su ligadura temática, carece en absoluto de complicaciones y de ambigüedades lo cual no estorba a su pluralidad de lecturas, es más, nos anima a buscarlas.
Cada uno de los artículos remite a un tema concreto y cerrado en sí mismo expuesto unas veces de forma convencional y otras muy libre; se podría  decir que las orientaciones, no las teorías, contenidas en los escritos tienen tanto más interés cuanto más representativas son de la forma de hacer de sus autores y menos explicitan su posición respecto al tema y, aunque habría estado plenamente justificada una reselección, como la de Françoise Choay en la versión francesa, un recorrido por la obra de Baird y Jencks tal como fue originalmente presentada puede permitirnos hoy reconsiderar, desde nuevos puntos de vista, una serie de cuestiones y aclararlas mediante hipótesis diferentes capaces de ponerlas de relieve y rejuvenecerlas en la misma proporción  en que se agota su vigor.
Comenzaremos comentando los escritos de Reyner Banham, Joseph Rykwert y Aldo van Eyck quienes ofrecen, mucho más que el resto de los autores, una credencial personal definitiva; sus temas y sus formas de exposición son al mismo tiempo los más diversos y los más modernos y sus títulos insólitos dentro de la obra: “La arquitectura del Wamanoag”, “La posición sedente” y “La interioridad del tiempo” respectivamente.
En las tres partes de su escrito, el autor de Theory and Design in the First Machine Age, cuajada de citas y de erudición, presenta un verdadero catálogo de sus armas polémicas; ataca con dureza la estrechez mental de los arquitectos, se enfrenta a la tradición desde el campo de la tecnología y se coloca incondicionalmente al lado del “american way of life” al que colma de elogios.
La deliberada ausencia de bibliografía, tanto en “Panorama llano” como en “Un hogar no es una casa”, y su abrumadora utilización de nombres propios poco familiares fuera de ciertos círculos (muchos de ellos ocultos en forma de adjetivos o diminutivos) provoca muchas veces en el lector un bloqueo a la gran cantidad de referencias y sugerencias que siempre es capaz de encerrar un párrafo de Banham; su fascinación por la “arquitectura” de los muelles, que comienzan a deslizarse hacia los estuarios... cuyas edificaciones van disminuyendo progresivamente su altura y sus pretensiones... que, como algo provisional, sobreviven por tolerancia al margen de la acción..., por la revolución de los contenedores, a los que corresponde la función de proteger de la intemperie porque la casa no es más que un caparazón hueco y, como la mayoría de los caparazones existentes en la naturaleza, una barrera extraordinariamente ineficaz contra el frío y el calor...; y la tradición americana, desde los orígenes de la lámpara de keroseno, la estufa Franklin y los poemas de Walt Whitman, hasta Frank L. Wright, Bruce Lee, Herb Greene y Philip Johnson, este último convertido por arte de magia en realizador efectivo en New Canaan de los ideales de la anti-casa.
Para Banham, alejarse del fuego y encender el aire acondicionado son, en esencia, el mismo acto humano fundamental y la utilización de formas monumentales para alojarlos no responde a una decisión racional, sino a un sentimiento de inseguridad y a una persistente incapacidad para librarse de ciertos hábitos mentales heredados, por supuesto, de Europa.
La misma falta de racionalidad que encierra la elección de formas  monumentales para vivir, el tenaz sentimentalismo de la Open Society que Banham denuncia al final de su argumento, constituye el arranque de las consideraciones de Joseph Rykwert en torno a los motivos que han provocado el éxito de la silla Hardoy, las relaciones entre la “posición sedente” y las distintas formas de asiento con los conceptos de autoridad, tierra, nacimiento, etc. y, finalmente, a la propuesta de una radical modificación de los métodos historiográficos que deben constituir, por derecho propio, una parte esencial del bagaje cultural del diseñador y de su método.
Nadie que haya tenido un contacto previo con las obras de Rykwert se extrañará de su examen exhaustivo de datos antropológicos y antropométricos, desde Vitrubio y Durero hasta los manuales de Andry y Akerblom, ni de su consideración extensiva de la literatura “ergonómica”; sin embargo, en ese caso concreto, Rykwert se aproxima mucho más que los otros autores al tema que aglutina la recopilación haciendo que cobre un peso importantísimo dentro de la tesis: la constatación de la necesidad que sienten tanto los diseñadores como el público de formas que, junto a la traza de modernidad que la moda requiere, posean una carga de significado suficiente y, como consecuencia, la propuesta de extender el área dentro del cual haya de tener lugar el discurso racional sobre los problemas de diseño a través de la toma de conciencia del peso emocional que comportan no sólo ciertos sectores del ambiente, sino el ambiente total.
Rykwert reclama para el historiador de la cultura material el papel de psicoanalista de la sociedad y, con las imágenes de Freud y Lévi­Strauss en la mente, exige un riguroso examen de la memoria colectiva, incluso de la inconsciente y oculta, como base de cualquier estudio histórico que intente una aproximación a la experiencia presente y al diseño de nuestros días.
Las raíces antropológicas de los escritos de Aldo van Eyck, en este caso evidenciadas aún más al dar cabida dentro del conjunto de artículos que componen “El pueblo Dogon” a los de los antropólogos Parin y Morgenthaler, tienen incluso dentro de una obra repleta de levistrología un tono diferente; su punto de partida es el reconocimiento de la “profundidad temporal” del presente, es decir, de su capacidad para incorporar las pasadas experiencias ambientales del hombre y mitigar los conflictos paralizantes entre pasado, presente y futuro así como entre las antiguas nociones de espacio, forma y construcción y las nuevas de producción artesanal y producción industrial. En “El pueblo Dogon”, la memoria colectiva de unas gentes cuyo marco de referencia totalizador ejerce una irresistible fascinación sobre el autor, queda tras las páginas memorables de Aldo van Eyck y las no menos de Parin y Morgenthaler, como una llamada lejana a la recuperación de ese campo de variación del significado indefinido y latente, en definitiva, a la recuperación de la poesía  de nuestro ambiente.
Las identificaciones de la ciudad con el sueño, sugerida por Joseph Rykwert en su “The Idea of Town” y recogida por Aldo van Eyck como base sobre la que erigir su “fenómeno gemelo”, así como aquellas otras del tipo “casa grande-ciudad pequeña” propuesta por el propio van Eyck, reconocen implícitamente la capacidad de la ciudad moderna para alojar el mismo tipo de afinidad local-emocional que se acepta sin reservas en el caso de los poblados primitivos, desvelados por Claude Lévi-Strauss; solo es necesario actualizar su significado múltiple a través del acto de habitar; cuando el hombre contemporáneo habite de nuevo, en un sentido heideggeriano, cuando descubra otra vez ese terreno de certeza en el interior de su mente y no en el mundo exterior, se producirá su reconciliación con el ambiente.
Pero la polisemia de los sistemas  construidos de la sociedad occidental actual es, para Françóise Choay en “Urbanística y semiología”, no solo inexistente sino incluso indeseable; los tiempos en que existían referencias entre dichos sistemas y el hombre total están definitivamente concluidos y nuestro mundo “roto en pedazos” es ya una nueva naturaleza que requiere una sensibilidad distinta capaz de reconstruir en torno a otro marco de referencia su pretendida unidad.
Las preferencias que Choay demuestra por los enfoques “progresistas”, de inequívoca inspiración marxista y calificados en términos lingüísticos como metafóricos, en contra de los “culturalistas”, nostálgicos y metonímicos, en la racionalización de los procesos de desarrollo urbano, deja abierto el tema que después utilizará Martin Pawley en su “Casa del tiempo” y que lleva a una descripción minuciosa, casi de ciencia-ficción, de un mecanismo de diferenciación del ego capaz de neutralizar la falta de significación de los ambientes colectivos de nuestra época.
La modernidad de alguno de los pasajes de Pawley se vislumbra dentro de un escrito lleno de inconsistencias y equívocos que insiste una y otra vez en la necesidad de hacer del dominio individual un escenario en el que nuestro comportamiento personal adquiera “profundidad temporal” al ser sincronizado literalmente con la memoria almacenada en el mecanismo conformador de la casa del tiempo. Pawley, sin embargo, hace desaparecer la luz que podrían arrojar algunas de las alusiones a Beckett, Kubler o Rosenberg ante la debilidad de su propuesta concreta.
Este tono de modernidad es en Nathan Silver igualmente equívoco, esta vez más a causa de la falta de concreción que a la debilidad de la tesis; la “Arquitectura sin edificios” de Silver supone también, como la ciudad moderna de Choay, una ruptura total con el pasado porque desaparece la necesidad de aliarse con los principios que sustentan la idea de arquitectura como arte (coherencia, nobleza, etc.) y rechaza la prioridad de los aspectos visuales del diseño. A la monosemia de Choay y al anti-historicismo de Banham, Nathan Silver añade la condición esencialmente utilitarista de  la arquitectura del presente; el radicalismo que comparten las posiciones defendidas en los tres casos mencionados es tal vez uno de los aspectos más sugestivos de la obra para el lector que no quiera ver en ella simplemente una muestra de la moda lingüística de los años sesenta. Otro gran valor de Nathan Silver es el de ilustrar una tendencia generalizada en Norteamérica durante la segunda  mitad del siglo XX y prácticamente ausente de esta recopilación: aquella que considera los esquemas o modelos de conducta la propia esencia de la arquitectura.
Los escritos de Alan Colquhoun “Tipología y método de diseño”, aparecido con anterioridad en diversas publicaciones e incluso traducido al español, y “El significado en arquitectura” de Christian Norberg-Schulz, cuando ya se conocen las principales obras del autor, no requieren una consideración especial dentro de este recorrido por la obra; tanto la dialéctica establecida, en el primer caso, entre la idea de composición funcionalista y la utilización de soluciones-tipo en la resolución de los problemas de diseño, como la defensa de Norberg-Schulz de las concepciones de un espacio humano heterogéneo (en la línea de Mircea Eliade) y de la ordenación previa de la realidad a través de la forma, pueden considerarse como enclaves perfectamente autónomos dentro de la estructura general de la obra.
George Baird y Ken Frampton construyen sus argumentos, ambos intencionadamente ordenados y moralistas, en torno a obras concretas que sirven, en el primer caso, como extremos de un espectro en cuyo centro se sitúa “La dimensión amorosa de la arquitectura” y, en el segundo, como fórmula mediante la cual definir los conceptos de “Labor, trabajo y arquitectura”.
Aunque Baird utilice un edificio, el CBS de Saarinen, y un proyecto, el Thinkbelt de Cedric Price, mientras Frampton utiliza el libro de Hannah Arendt La condición humana, el esquematismo de su tratamiento  es idéntico y lo estrecho y conservador de sus propuestas resta, sin duda, valor a sus no pocos aciertos y los convierte en blanco obligado de los ataques más violentos. A pesar  de sus referencias a Lewis Carroll y Paul McCartney, e incluso a introducir en cierto momento una de las cuestiones más debatidas en los modernos estudios de estilística, George Baird no consigue conmover la construcción monolítica de su argumento, fosilizado ya en la segunda parte, ni abrir brecha en su moralidad de “responsabilidad y tolerancia” traicionada por Saarinen y Price. Ken Frampton suscribe esta misma moralidad tras una conclusión forzada por la necesidad de concretar en términos arquitectónicos las categorías de Hannah Arendt.
Por fin, Charles Jencks, Gillo Dorfles y Geoffrey Broadbent, ellos sí, empeñados en investigar El significado en arquitectura, presentan argumentos laboriosos e ingeniosas construcciones en apoyo de sus tesis de la “triple articulación”, la “prioridad de los significados connotativos” o la “no-arbitrariedad del  signo” en arquitectura.
El triángulo semiológico de Jencks, la interpretación semiótico-estructuralista de Dorfles o las mediciones de los significados de Broadbent constituyen, sin duda, la parte menos valiosa de la obra en este momento incluso para aquellos que muestran sus simpatías hacia los enfoques semiológicos o lingüísticos de la arquitectura. Es aquí donde se hace más patente la vejez de la obra y donde el tono de discurso se torna árido, reiterativo y lejano.
“La historia como mito”, el segundo artículo de Jencks, logra sin embargo despertar el interés a través de un mecanismo diferente; es la propia fuerza del tema elegido, la historia de la historia del Movimiento Moderno, la que se abre paso y consigue desdibujar lo diagramático de una construcción en la que catalogar a Giedion, Pevsner o Zevi de acuerdo con el mito en torno al cual articulan sus historias dista mucho de ser equiparable a la mucho menos afortunada representación tridimensional de los arquitectos modernos que ocupa la portada  del libro.
Aunque para un lector incondicional el sentido crítico venga siempre después de la admiración de todo y de todos, porque ésta enriquece más que la reticencia y es un tesoro que después irá depurando, parece necesario señalar, tras una referencia obligada a los catorce artículos, que un recorrido por la obra hoy ha de ser necesariamente selectivo y no sólo secuencialmente distinto. Es decir, que una vez admirado todo, lo bueno y lo malo, surge la necesidad de individualizar aquellos puntos de vista, aquellas orientaciones generales o incluso formas de exposición que siguen vigentes y separarlos de los que pudieran inducir a juzgar la obra como una reliquia definitivamente superada.
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Porque si las discusiones en torno a la “unidad mínima de significado arquitectónico” pueden resultar insostenibles después de casi diez años, las ideas de simultaneidad y acronía presentes en “La interioridad del tiempo”, la crítica funcionalista de Banham, el rechazo de los factores visuales del diseño de Nathan Silver, el reconocimiento de la monosemia de las estructuras urbanas actuales, etc. poseen en sí mismas un sello de actualidad suficiente para reclamar nuestra atención. (Cuánto más atractivas resultan las consideraciones de Françoise Choay o de Martin Pawley vistas a la luz de esas otras recientísimas de Colin Rowe y Fred  Koetter en torno  al carácter de “ciudad simple-casa compleja” inherente a las propuestas urbanísticas y  arquitectónicas  de Le  Corbusier...!) Y, a pesar de que hasta aquí se haya tratado de acentuar aquello que en la obra es o puede ser actual, no sería justo dejar  de mencionar un aspecto fundamental a la hora de evaluar su interés general; es, sin duda, la propia convencionalidad de la selección de Baird y Jencks la que, a pesar de sus deseos de convertirla en un debate abierto, se abre paso y garantiza uno de los valores indiscutibles de los Readings: servir de vehículo de introducción de los autores y  temas que presentan.
Y si este recorrido se ha organizado de forma que las primeras referencias pudieran guiar al lector hacia las demás y que éstas se articularan de forma que darán cabida a la mayoría de los temas, existe una última consideración práctica que desearía hacer aunque sobrepase los límites de la obra comentada; cuando la lectura por sí misma no resulta suficiente, ¿dónde se sitúan las orientaciones contenidas en la obra de Baird y Jencks con respecto a la teoría de la arquitectura y cuál es su utilidad práctica?
Seguro que dichas orientaciones serán útiles para todo aquél que desee reflexionar sobre los problemas de la ciudad moderna, la lógica del diseño, el carácter de su profesionalidad, los límites de los modelos formales, el análisis de los programas y la naturaleza de la arquitectura. Los estudiantes siempre las encontrarán valiosas para orientar y racionalizar su trabajo en las complicadas situaciones de planificación y diseño que no puedan ser manejadas simplemente como diseño experimental. En otros casos, pueden ayudar a disipar la confusión y sugerir formas de entender la arquitectura; esto no sólo es liberador sino que nos permite sentir, en nuestro trabajo profesional, que uno puede dejar de hacer teoría cuando desee hacerlo.
NOTA.–El título corresponde a uno de los artículos de Aldo van Eyck que componen “El pueblo Dogon” y las referencias, más o menos literales, son de la  propia obra comentada por lo que no parece necesario cansar con llamadas continuas. Aunque en el texto se hayan introducido algunas ideas pertenecientes a diversos  autores, sólo son lo suficientemente explícitas en el párrafo en que se menciona la admiración de una obra como previa a su crítica (Francisco Umbral, Las ninfas, editorial Destino, Barcelona, 1976) y en el caso del artículo de Colin Rowe y Fred  Koetter  (“Collage City”, publicado en Architectural  Review, agosto, 1975).
* Este texto fue publicado originalmente en la revista Arquitecturas Bis nº. 15 (Barcelona, septiembre de 1976), como reseña crítica del libro El significado en arquitectura (H. Blume Ediciones, Madrid, 1975), traducido al español por la misma María Teresa Muñoz. 
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Neues Museum: Dave Chipperfield
Sources:
1.     Greub, Suzanne, et al. Museums in the 21st Century : Concepts, Projects, Buildings. Munich, Prestel, 2006.
2.     Chipperfield, David, et al. David Chipperfield, 2006-2010 : Conciliacion De Contrarios = Concilliation of Opposites. Madrid, El Croquis, 2010.
3.     Jodidio, Philip. David Chipperfield Architects, 1985. Köln, Taschen, 2015.
4.     David Chipperfield Architects, and Julian Harrap Architects. “Neues Museum, Berlin, Germany.” Architects Journal, vol. 232, no. 12, 2010, pp. 70–76.
5.     “040 David Chipperfield Architects - Neues Museum, Berlin, Germany.” The Architectural Review, vol. 82, 2009, p. 82.
6.     Stephens, Suzanne. “Projects - Neues Museum, Berlin - David Chipperfield Architects with Julian Harrap - a Rehabilitation Helps a Museum Reassert Its Quiet Monumentalism.” Architectural Record, vol. 58, 2010, pp. 58–58.
7.     Rykwert, Joseph. “David Chipperfield Brings Understated Glory Back to Berlin's Neues Museum.” The Architectural Review, vol. 226, no. 1354, 2009, pp. 22–22.
8.     “Piece Work: Stitching Berlin's War-Damaged Neues Museum Back Together.” Riba Journal, vol. 115, no. 7, 2008, pp. 34–39
9.     Stephens, S. “Neues Museum, Berlin David Chipperfield Architects with Julian Harrap a Rehabilitation Helps a Museum Reassert Its Quiet Monumentalism.” Architectural Record, vol. 198, no. 3, 2010, pp. 58–65.
10.  “Technical Drawings from David Chipperfield and Julian Harrap's Restoration of Berlin's Neues Museum.” Architects Journal, vol. 227, no. 24, 2008, pp. 26–31.
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