Nos da miedo el mar, porque no sabemos que hay mas allá, no sabemos si será tranquilo o existirán muchos peligros, desconocemos tanto, pero amamos de fuera la sencillez de su belleza, sus reflejos, orillas y sus olas.
Tu mirada me refresca, me hace recordar la brisa del mar esa noche que nos tomamos de la mano para escuchar juntos las olas.
Me gusta como sonríes y te sonrojas cuando te miro fijo por mucho tiempo, me gusta como hablas de lo que amas. Soy adicta a amarte a querer cada vez más, un poco más de ti.
Virginia Woolf, en las de Las olas: «Pálido, con cabello oscuro, el que se acerca es melancólico, romántico. Y yo soy espigada, fluida y caprichosa; porque él es melancolía, es romántico. Está aquí...».
Soy el tallo. Mis raíces se hunden en las profundidades del mundo a través de la tierra seca del ladrillo, de la tierra húmeda, cruzando los veneros de plomo y plata. Soy todo fibra. Me sacuden los temblores, y el peso de la tierra oprime mis costillas. Aquí arriba mis ojos son hojas verdes, sin visión […] oigo pisadas, temblores, movimientos a mi alrededor.
“He sees nothing; he hears nothing. He is remote from us all in a pagan universe. But look - he flicks his hand to the back of his neck. For such gesture one falls hopelessly in love for a lifetime”.