La carretera siempre es una amante dispuesta que sabe consolar cualquier desventura; pero entre más recorro sus largos y sinuosos caminos, siento que profundizo más en tu recuerdo. No puedo huir de ti, pues me acompañas como una invisible pasajera que se despierta con la noche, la neblina y la música.
Abuela partió. Me tiro a la cama, me acurrucó cuál niño. Esperando a volver a los días de galletas con chocolate y malvavisco, al chicharrón en salsa verde a sus brazos. A todo lo que ella emanaba. Bastaba ser yo, me veía a los ojos y me decía te quiero.
Me siento pequeño, pero no lo suficiente como para volver a aquellos días dónde no concebía la vida como algo efímero, si no como un latente juego.
Pensándolo bien abuela partió lento, mi memoria se disolvía entre su Alzheimer. Recuerdo la primera vez que me olvidó por un momento, me corrió de la habitación amenazando que llamaría a la policía. Salí, a romperme en llanto en el pasillo. Me golpeo el tiempo. Pensé que tal vez en su memoria solo quedaba aquella imagen de mi yo de niño y a mí... Bueno a mí ya me empezaba a brotar la barba.
Antes del Alzheimer siempre llamaba por teléfono y si sacaba buenas notas en la primaria procuraba enviarme un poco de dinero. Iniciando el Alzheimer las llamadas se volvían confusas. Llegó a pensar que llamaba a su nieta en lugar de a su nieto, me cambio el nombre en repetidas ocasiones, reclamaba que nunca hablábamos cuando en realidad habíamos hablado hace unos días.
Así que empecé a saltarme llamadas, me ponía algo triste, a fin de cuenta las olvidaría o tal vez tampoco sabría con quién hablaba. Imaginaba que era mejor no pensar en eso.
A menudo mi abuela decía: ven a visitarme hijito.
Pero nos separaban 6 horas de camino en carretera, económicamente siempre andaba apretado y a la vez embebido entre el trabajo y la escuela.
PRONTO ABUELITA, PRONTO IRÉ. (Siempre le decía)
Pero nunca iba pronto, la última vez que la vi fue hace como 2 años.
Cuánto me arrepiento. A día de hoy me invaden hartas ganas de tomarle todas las llamadas del mundo, de que me pregunte 30 mil veces lo mismo, escucharla decirme te quiero reiteradas veces. Como me gustaría verla, aunque no me reconociera. Me hubiera importado poco perder el empleo, alguna mala calificación en la universidad, no comer una semana.
Podía olvidar muchas cosas, pero nunca olvidaba preguntarme cuando iría a visitarla. Se quedó esperándome, en un cuarto aislada mientras el COVID le quitaba el aliento.
Me repudio por ello; se me viene a la memoria una frase: Tu error es creer que tienes tiempo. - Buda
Me encontré en la solitaria carretera con unos estruendosos y distorsionados acordes que me hicieron viajar hacia otro tiempo, al momento justo antes del declive, cuando el aire solo sabía ingenuo. Lo miré, a mi yo más joven, y sabía que no podía cambiarlo; entendí que no había manera de que tomara otras decisiones a las que ya bien conocía. No sentí impotencia ni frustración, sino solo compasión y aceptación; entonces lo perdoné.