Tumgik
#citas filosóficas
notasfilosoficas · 2 years
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"Si lograste engañar a una persona no quiere decir que sea tonta, quiere decir que confiaba en ti más de lo que merecías"
Charles Bukowski
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Heinrich Karl Bukowski fue un escritor de relatos, novelista y poeta estadounidense nacido en Alemania en agosto de 1920. Fue un representante del realismo sucio, y es considerado como un “poeta maldito”, debido a su excesivo alcoholismo, pobreza y bohemia.
Sus padres se casaron un mes antes de que Charles naciera, su madre, era natural de Alemania y su padre un estadounidense de ascendencia polaca.
A causa de la crisis alemana después de la Primera Guerra Mundial, sus padres se mudaron a Baltimore en 1923 y más tarde a un suburbio del South Central de Los Angeles.
Se graduó en el Instituto de secundaria de Los Angeles y cursó estudios de arte, periodismo y literatura en la Universidad de Los Angeles por dos años.
Debido a la difícil relación con su padre, Charles dejó la Universidad, y a los 24 años publicó su relato corto “Aftermath of a Lenghty Rejection Slip” y otro relato en 1946 en donde, desilusionado con el proceso de publicación , dejó de escribir por una década, dedicándose a vagar por Estados Unidos, realizando trabajos temporales y viviendo en pensiones baratas.
Durante la década de los 50, Bukowsky regresó a Los Angeles y trabajó en la oficina de correos durante una década. En 1964, tuvo una hija y fue cuando se decidió vivir de la literatura. 
Publicó algunos poemas en la revista de literatura The Outsider, y a partir de 1967, Bukowski escribiría una columna en un diario independiente de Los Angeles.
Con una remuneración de 100 dólares mensuales de por vida, Bukowski dejó de trabajar en la oficina de correos y a los 49 años se dedicó a trabajar para la editorial Black Sparrow Press, publicando toda su obra literario.
En 1976, conoce a Linda Lee Belghle, dueña de un restaurante de comida sana, y dos años más tarde, la pareja se mudó desde la parte este de Hollywood a San Pedro, el distrito mas al sur de la ciudad de Los Angeles, casándose en 1985.
A lo largo de su vida, Bukowski publicó seis novelas, nueve colecciones de cuentos y veinte colecciones de poemas.
La obra de Bukowski está fuertemente influenciada por la atmósfera de la ciudad de Los Angeles, en donde pasó la mayor parte de su vida. Ha sido traducida a mas de una docena de idiomas y es visto como un icono de la decadencia estadounidense y de la representación nihilista característica después de la Segunda Guerra Mundial. 
Su falta de ambición, de compromiso con él mismo y con el resto del mundo, convirtieron a este escritor en una de las influencias de bastantes autores contemporáneos.
Hoy en dia, la obra literaria de Bukowski esta considerada como una de las mas influyentes de la literatura estadounidense y uno de los símbolos del “realismo sucio” y de la literatura independiente.
A la edad de 73 años, poco después de terminar su ultima novela “Pulp”, murió de leucemia en marzo de 1994. Sus restos fueron conducidos por monjes budistas y en su lapida se lee “Don`t Try” (“No lo intentes”).
Fuente: Wikipedia.
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julyposts · 7 months
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Astrofisico Canadiense.
<Doctor En Filosofía>.
(Divulgador Científico).
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cristhianar144-blog · 9 months
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“ Transmite lo que has aprendido. Fuerza, dominio, pero debilidad, error y fracaso también. Si, fracaso en especial. El mejor maestro el fracaso es.”
- Maestro Yoda
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stranger-20 · 2 years
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¿De que te sirve construirme un palacio si al final no seré el propietario?
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constakesnotes · 2 years
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¿De dónde proviene este deseo de ser reconocida? ¿Por qué sigo haciendo cosas que no quiero? ¿por qué quiero complacer a los demás?
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djmv1802 · 1 year
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El objeto o situación no cambian su posición, es de donde y como se ven estos lo que cambia...
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solecitogris · 1 year
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blah-blah-blahs · 2 years
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Sus ojitos no són azules , pero encontré mi cielo en ellos .
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philohausger · 8 months
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“De lo que no se puede hablar, es mejor callar.”
— Ludwig Wittgenstein
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somos-deseos · 8 months
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A partir de 1935, Albert Camus (1913-1960) llevó un irregular diario de trabajo en el que tenían cabida apuntes de muy diversa índole: Proyectos de novelas y piezas teatrales, reflexiones filosóficas y morales, notas de viajes y de lectura, descripciones de paisajes, citas literarias, conversaciones escuchadas en la calle, esbozos de diálogos dramáticos, esquemas argumentales, etc. El contenido de estos "Carnets" muestra la génesis de buena parte de la obra del Premio Nobel de Literatura de 1957 A través de fragmentos y desarrollos parciales y su estilo de trabajo, ilustra el clima intelectual, moral y político de la época y permite vislumbrar las claves más personales de su labor creadora.
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notasfilosoficas · 1 year
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“Ten el valor de equivocarte”
Friedrich Hegel
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Georg Wilhelm Friedrich Hegel, fue un filósofo del idealismo alemán nacido en Stuttgart en agosto de 1770. El último de la modernidad, y el tercero entre los denominados “tres grandes cartesianos”, junto con Immanuel Kant y Edmund Husserl.
Primeros años
Realizó sus primeros estudios en un pequeño instituto de su ciudad natal, en 1793 estudió en el seminario de la Iglesia protestante en Wurtemberg, llamado seminario de Tubinga en donde cursó estudios de teología y fue compañero del poeta Hölderlin y del filósofo Schelling.
Estudió detenidamente las obras de Aristóteles, Descartes, Platón, Spinoza, Kant y Rousseau.
Gracias a su amigo Schelling logró acceder como docente a la Universidad de Jena en 1801, en donde 5 años después, las fuerzas napoleónicas propiciaron su clausura.
Legado
Un gran aporte de Hegel fue la introducción del concepto de Dialéctica en la filosofía.
El razonamiento dialéctico presupone la deliberación y disputa sobre tesis que se contraponen, y la necesidad de decidir sobre la tesis correcta, basada en la capacidad de debatir y argumentar, apoyado en la concepción general de que todo en la naturaleza, incluyendo al ser humano, están en constante movimiento, conectados todos entre si.
En realidad, este sistema filosófico y el pensamiento de Hegel fue considerado en su tiempo un pensamiento complejo.
Por tal razón, los estudiosos de Hegel decidieron desmenuzar este sistema dialéctico en tres etapas: Tesis, Antítesis y Síntesis. 
Hegel consideraba el idealismo de Fitche de “subjetivo”, el de Schelling de “objetivo” y el suyo como “absoluto”, para hacer notar la incapacidad de éstos para resolver la “contradicción”, tarea que el consideraba el fin último de la filosofía.
La contradicción para Hegel significaban el conjunto de oposiciones que determinaban la historia de las ideas desde el pensamiento clásico como el bien y el mal, lo singular y lo universal, la naturaleza y el espíritu.
Hegel pensaba que para superar la contradicción, debería llevarse a cabo a partir del pensamiento “dialéctico”, cuyas fuentes estaban en Heráclito y Platón.
Muchos filósofos modernos cuestionaron su sistema filosófico y criticaron a la dialéctica porque consideraban que se empeñaba en hacer encajar esta en cualquier aspecto de la historia humana.
La filosofía de Hegel le dió un impulso al historicismo el cual consideraba un método adecuado para el estudio de la sociedad, en donde el desarrollo histórico revelaría tendencias en el devenir futuro y politico de la sociedad.
Con lo anterior Hegel se valía de su método para explicar toda la historia de la filosofía, la ciencia, el arte, la política y la religión.
Muerte
Hegel murió en Berlín a causa de una epidemia de cólera en noviembre de 1831 a la edad de 61 años.
Fuentes: Wikipedia, historia-biografia.com, scielo.br, biografiasyvidas.com
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julyposts · 4 months
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😒...!!!
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munsonsfate · 1 year
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Aftertaste.
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eddie munson x fem!reader
sumario: cuando la roomie de Eddie tiene una cita con el barman de The Hideout, no puede evitar sentirse celoso. Aquél hombre estaba a punto de robarle lo que él más deseaba.
advertencias: 18+, material sexual explícito.
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~
Oh, ella estaba enojada.
Realmente estaba muy, muy enojada.
Era notorio a simple vista como sus ojos se hundían al mismo tiempo que su entrecejo se fruncía.
Era palpable por la vena que resaltaba en su frente que sólo hacía acto de presencia en ocasiones sumamente frustrantes. Y esta era una de ellas.
Resoplando con una toalla envuelta en su cuerpo y el cabello escurriendo, tomó la botella vacía de acondicionador y salió del baño a pasos agigantados hasta estar frente a la puerta adornada con las palabras “Corroded Coffin” con pintura en aerosol barata. Die With Your Boots On de Iron Maiden retumbaba por todo el pequeño departamento proveniente de aquella habitación que parecía que en cualquier momento derribaría esa puerta.
—¡Eddie! —gritó, golpeando con el puño la puerta varias veces, su voz opacada por la música— ¡Eddie, maldito idiota apaga esa mierda! —grito con todo el aire en sus pulmones, golpeando de nuevo con toda esa ira contenida la puerta una y otra vez.
La música paró de golpe, haciendo que la joven de cabello mojado cruzara los brazos, las botas pesadas de Eddie se escucharon en la habitación acercándose. Abrió la puerta de golpe, provocando una pequeña ola de viento que hizo revolotear su melena frizada.
Miró a su roomie que parecía querérselo comer con la mirada, sus grandes ojos cafés la observaron de arriba abajo y cuando estos volvieron a los entreabiertos de ella, una sonrisa se dibujó en su rostro, marcando los hoyuelos en sus mejillas.
—Hey, bonita—saludó. Ella puso los ojos en blanco, era odioso. Él y su perfecta sonrisa lo eran.
—Has estado usando mi acondicionador extra hidratante—lanzó la botella vacía contra su pecho. —¡te lo acabaste!
—¡Auch! —exageró una mueca de dolor, sobando su pecho. —Sí, es que esa mierda deja mi cabello muy suave. Las chicas lo aman. —levantó las cejas, ampliando su sonrisa como si supiera algo que ella no.
La chica suspiró negando con la cabeza, apretó el nudo que amarraba la toalla a su cuerpo desnudo contra su pecho mientras que con la otra mano le apuntó con el dedo índice hacia el pecho, avanzando un paso hacía él.
—Quiero que vayas al supermercado en este momento y me compres uno nuevo. ¿Entendiste?
Eddie sacudió su melena rizada, haciendo un saludo militar.
—Si, señora. —ambos se quedaron en silencio unos segundos, inmóviles. —Por cierto, ¿Saldrás esta noche? Porque traeré a una chica y tú sabes, va a ser ruidosa. —arrugó la nariz, haciendo puchero.
Ella suspiró.
Ser roomie de Eddie Munson no era particularmente una tarea fácil, si bien era un buen chico, divertido, responsable con su parte de la renta y para sorpresa de ambos, buen cocinero, también tenía mil defectos. Después de todo era un hombre de 21 años, siempre dejaba la pasta dental abierta, jamás bajaba la tapa del inodoro, dejaba colillas de cigarro por toda el departamento y su ruidosa música hacía que los vecinos del edificio llenaran el buzón de quejas semanalmente.  
Pero la parte más desagradable para la joven de 20 años era el sin fin de mujeres que desfilaban por el pequeño departamento.
Eddie Munson era atractivo, de ojos grandes y oscuros que podían descifrar cada pensamiento encriptado en ti con tan sólo sostener la mirada unos segundos, adornados con pestañas rizadas y espesas. Labios gruesos y rosados de donde salían un sinfín de tonterías que provocaban las más honestas carcajadas de la chica, pero también frases filosóficas que sólo tenían sentido para él mismo.
Su cabello largo y rizado le llegaba a las clavículas, añadiendo un despeinado fleco que cubría toda su frente. Sin duda su estilo era peculiar, pero más lo era su innegable carisma y magnetismo algo que era tan natural en él como respirar.
Incluso cuando la gente lo consideraba “raro” no era necesariamente algo malo, tampoco era difícil de comprender su encanto y por qué le era tan fácil conseguir a cualquier chica que quisiese.
Bueno casi cualquier chica.
—¿A qué hora puedo regresar y no encontrar algo que me pueda traumar de por vida?
Eddie soltó una carcajada ronca.
—Para que veas que soy muy considerado a la 1 AM ya no estará ella aquí.
Ella mordió su labio inferior, insegura a lo que aquel chico de ojos grandes le decía. Recordando como apenas hacía dos semanas, había entrado al departamento sólo para encontrar a una rubia cabalgando a Eddie en el sillón reclinable perteneciente al metalero, emitiendo los gemidos más exagerados que había escuchado en su vida.
Inclinó la cabeza hacia un lado.
—Promételo Munson, no quiero volver a ver lo que vi el otro día.
—Lo juro—puso la mano derecha sobre su pecho mientras elevaba la otra en símbolo de juramento— por Ozzy. Oh, ¡espera!
Dio media vuelta, regresando a su habitación, se escuchaba como buscaba entre los cajones algo. Regresó rápidamente, enseñándole una bolsa ziploc con un poco de hierba.
—Como ofrenda de paz y una disculpa por haberme terminado tu acondicionador—sacudió la bolsa frente al rostro de ella—De la mejor calidad, la mejor mierda en todo Hawkins.
La tomó, poniendo los ojos en blanco a lo que Eddie contestó de nuevo con una sonrisa.
Sin más que decir, Eddie tomó las llaves de su van y se dirigió al supermercado antes que su roomie le pateara el trasero.
~
—Ese chico de ahí se te queda viendo, deberías ir con él—le murmuró al oído.
Ella giró su cabeza para ver de quién hablaba su amiga, cuando logró localizar al hombre hizo una mueca de disgusto, regresando su atención a la cerveza que estaba tomando.
—Se ve como de cuarenta, se parece a mi papá.
Su amiga puso los ojos en blanco.
—Bueno entonces si no te interesa iré por él.
—Por favor, adelante—hizo una reverencia con la mano y ambas rieron.
Dejándola sola en la barra de aquel bar, ella comenzaba a arrepentirse de incluso haber venido a The Hideout y no era que le disgustaba el lugar, de hecho, lo frecuentaba bastante ya que era el bar donde Eddie tocaba con su banda cada martes.
Simplemente no estaba de humor, hubiese preferido quedarse en el departamento viendo televisión, aunque esa no era una opción, no cuando sabía que probablemente Eddie estaba con una chica haciendo cosas que ni siquiera quería imaginar.
—¿Quieres otra? —el barman la sacó de sus pensamientos volviéndola a la realidad, levantó la mirada para verlo. Era joven, de prominente mandíbula, cabello negro y ojos verdes.
—Lo siento, ¿Qué?
El chico sonrió, señalando la botella vacía de Pabst Blue Ribbon que sostenía la chica en su mano.
—Oh, sí. Por favor.
Él asintió, regresando en segundos con una nueva cerveza, destapándole enfrente de ella. La chica sacó su billetera.
—No, va de mi parte. De hecho, mi turno termina en diez minutos, ¿puedo invitarte un par más y platicar? No quiero ofenderte o hacerte sentir incómoda, pero eres muy bonita.
Sonrió avergonzada, encogiéndose de hombros. Él era guapo y no se veía viejo como el otro sujeto.
—Seguro, ¿por qué no?
Asintió sonriendo.
~
—Soy Greg, por cierto.
—Vienes muy seguido, ¿cierto? Te he visto varias veces por aquí. —dijo después de darle un sorbo a su cerveza.
—Sí, usualmente estoy aquí los martes, para ver tocar a Corroded Coffin.
—Oh, sí. Son buenos. No te ves cómo alguien que le guste el metal.
—No me gusta, no mucho. Quizás alguna que otra canción, sólo vengo por Eddie.
—¿El de cabello largo que se cree superior a todos? —arrugó la frente, había un ligero tono de broma a lo que ella carcajeó asintiendo con la cabeza. —¿Es tu novio?
—No, no. Es mi roomate, compartimos departamento y hemos sido amigos por varios años.
—Ya veo.
Hablaron por un par de horas, de música, películas, futuro laboral. Tenían bastante en común, tanto que la sorprendió ya que para ella era difícil poder hacer clic con alguien, por eso llevaba tres años soltera, había citas pero no pasaban de una, perdía el interés tan rápido que no había segunda cita.
El tiempo pasó rápido, vio como el bar estaba casi vació, los meseros limpiaban las mesas, se alarmó mirando la hora en el reloj de Greg; 3:00 am.
—Dios, es tarde. Me tengo que ir.
—Sí, están a punto de cerrar. ¿Viniste sola? —le preguntó levantándose de su asiento.
—Uh, sí. Mi amiga esta con aquel chico de allá—señaló hacia el fondo del bar donde no había nadie— bueno estaba—se rio, buscando alrededor con la mirada—creo que se fue con él.
—¿Tienes auto? Si no, puedo llevarte a tu departamento. No es problema.
—No, no. Vivo a sólo unas cuadras de aquí, estaré bien. Gracias. —se levantó de la mesa, colocando la correa de su bolso en el hombro.
—No hay manera que te deje caminar hasta tu casa sola a esta hora. Por favor, realmente no es problema.
Ella suspiró con sus mejillas rosadas, algo que odiaba de sí misma. Siempre avergonzándose de cosas sin importancia.
—Okay, gracias.
Greg hizo un ademán con la mano, indicando a la chica a avanzar fuera del bar primero, al llegar al estacionamiento el chico abrió la puerta del copiloto de su viejo Cutlass café para que la ella subiese. En el camino ambos siguieron la conversación, era simplemente natural y fluida. Greg era carismático y la hacía sentirse cómoda, algo que no era tan común en ella.
—¿Aquí? —preguntó mientras estacionaba el auto, mirando hacia arriba el complejo de departamentos. Ella asintió. —Espera, ¿crees que me puedas dar tu número? Realmente me gustas. Sólo si estas cómoda con ello.
Sonrió, asintiendo nuevamente.
—Claro, ¿tienes alguna pluma?
Greg comenzó a buscar entre los compartimientos del automóvil, torpemente aventando al aire, tickets y basura que tenía guardada.
—¿Sharpie? —se lo enseñó encogiéndose de hombros. Ella mordió su labio inferior, tomó el sharpie y le tomó del brazo para estirarlo escribiéndole en este su número. —Es el número de mi departamento, normalmente trabajo de 8 a 5. Si escuchas una voz masculina, no te asustes que es Eddie contestando el teléfono.
El chico rio.
—Entendido. Te llamaré, en serio.
—Genial.
Ambos se quedaron viendo unos segundos, sin decir nada. No era incomodo. En lo absoluto, pero lo que sea que ambos estuvieran pensando parecía ser evidente para ellos dos.
—Sé que estamos un poco ebrios, pero…—alzó su mano, colocándola en la nuca de la joven, acariciándole la mandíbula con el pulgar suavemente. —¿Puedo?
Ella asintió relamiéndose los labios. Quizá era el alcohol en su sistema quién respondió o el hecho que no había besado a nadie en meses y verdaderamente anhelaba algo de contacto físico. Lo extrañaba.
Entonces la besó, prolongado y suave, ella suspiró en su boca.
Pasaron segundos y ninguno parecía querer apartarse, pero dos golpes en la ventana asustaron a ambos, haciéndolos saltar en sus asientos, girando la cabeza hacia la ventana.
Eddie Munson estaba ahí, con un cigarrillo en su mano izquierda mientras la otra estaba apoyada en la ventana del auto de Greg. Su entrecejo fruncido mientras veía a ambos con un sentimiento que su compañera de departamento jamás había visto en él. Parecía estar enojado, pero era diferente al Eddie enojado que conocía.
Ella arrugó la frente, apenas iba abrir la puerta cuando Eddie jaló de la palanca del auto abriendo la puerta antes que ella.
—Eddie, uh ¿qué haces?
—¿Estás bien? —le preguntó a ella, pero a quien miraba era a Greg sin siquiera parpadear, haciéndolo sentir incomodo.
—Sí, ¿por qué no lo estaría? Eddie él es Greg, es el barman en The Hideout. ¿Lo recuerdas?
La expresión de Eddie ahora estaba en blanco, pero sus ojos seguían fijos en Greg.
—No, no lo recuerdo. Jamás lo había visto antes. —le dio el ultimo toque a su cigarrillo y lo aventó al concreto, pisándolo con la punta de sus botas gastadas.
La tensión era evidente, lo que no era evidente era el porqué. Ella rio, nerviosa.
—Oh vamos, Eddie. Greg siempre está ahí.
Eddie sólo se encogió de hombros, haciendo una mueca con los labios.
—Nope, no tengo idea de quien es.
—Yo si te recuerdo Eddie. Tú y tu banda son famosos en el Hideout, son buenos.
—Gracias, viejo. ¿Podemos irnos ya, bonita?
—A-adelántate, yo voy enseguida.
Eddie no dijo nada, miró una vez más a Greg y este le despidió con un movimiento de cabeza, completamente confundido. Ambos vieron como Eddie se alejó, entrando al edificio.
—Es como medio raro, ¿no te parece? No le agrade en lo absoluto.
—Ja. No, no es eso. Eddie es sólo muy sobreprotector conmigo, es como un hermano mayor. Perdón si fue grosero.
—No te preocupes, lo entiendo.
—Bien, de nuevo muchas gracias por traerme hasta aquí—se acercó y beso su mejilla— Esperaré tu llamada.
Greg asintió, sonriéndole.
—Descansa.
Al bajar del cutlass café, una oleada de aire frío golpeó el rostro y cuerpo de la joven, abrazándose a su chaqueta negra entró al edificio. Al llegar a su departamento, Metallica se podía escuchar en un volumen bastante tenue a como Eddie le gustaba escuchar su música.
Estaba fumando de nuevo. Esta vez un porro de marihuana que al juzgar por el pequeño desorden en la mesita del centro acababa de enrollar, sentado en su sillón reclinable mirando al techo como si fuese la cosa más fascinante que había visto.
La joven se recargó en la pared, cruzada de brazos, mirándolo por unos segundos.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó con tono calmado.
—¿A qué te refieres? —le contestó sin importancia, formando una perfecta O de humo que miraba alejarse de su boca.
—¿Por qué fuiste tan grosero con Greg, Eddie? Lleva años trabajando en el Hideout, no sé por qué fingiste no conocerlo.
Eddie por fin la miró, apagando su porro contra la mesa.
—No fingí una mierda. No lo recuerdo, ¿qué se supone que deba hacer? ¿mentir? No es mi puta culpa que su rostro sea completamente olvidable.
La chica arrugó la frente meneando la cabeza, ¿a qué venía todo esto?
—¿Qué? ¿Por qué estás enojado?
—No lo estoy.
—Sí, lo estás. Estás comportándote como un maldito idiota, ¿pasó algo malo con tu cita de hoy? ¿no pudiste acostarte con ella?
Levantó una ceja, avanzando unos cuantos pasos hacia él.
—Já. Oh, me la cogí. —se puso de pie con un aire de superioridad, bajando su mirada a la de ella ya que él era mucho más alto. —El mejor puto sexo que he tenido en meses.
Ella le sonrió, irónicamente claro está.
—Qué bueno. Me alegro por ti. Entonces, ¿por qué estás de tan mal humor?
—No lo estoy y ya me voy a dormir antes de que en serio me ponga de mal humor—se dio media, vuelta dirigiéndose al estéreo y lo apagó. Acto seguido se fue directo a su habitación.
Ella suspiró.
—Idiota.
A la mañana siguiente, que era domingo, la chica se levantó con el olor a pancakes que provenía de la cocina. Lo cual era extraño, ella era la única que cocinaba en las mañanas. La chica y Eddie tenían un acuerdo en el que ella preparaba el desayuno y Eddie la cena.
Saltó de la cama y se dirigió a la cocina, donde Eddie en sus pijamas y playera vieja de Dio preparaba una montaña de pancakes. Cantaba a voz baja War Pigs de Black Sabbath, estaba completamente concentrado que no escucho cuando su roomie se sentó en la mesa, observándolo atentamente con una media sonrisa.
 Colocando el último pancake en el plato, se giró con este por fin viendo a su compañera.
—Buenos días.
—Buenos días, ¿por qué estas despierto tan temprano y haciendo el almuerzo? ¿murió alguien?
—Já, eres graciosa—le dijo sarcástico. Sacando de la alacena la miel de maple y dos tenedores y platos, colocando uno frente a ella y uno para él. —Estoy despierto desde las cinco de la mañana.
La chica que se había llevado un trozo de pancake a la boca abrió los ojos de sobre manera, levantando las cejas.
—¿Problemas para dormir?
Eddie tragó, saliva mirándola fijamente. Estudiando su rostro algo hinchado porque siempre dormía boca abajo, rostro hundido en la almohada, y su cabello hecho un desastre. Un poco de miel de maple sobre los labios rosados que provocaron que Eddie relamiera los suyos.
—No tienes idea. —murmuró con su profunda voz.
—¿Todo bien?
—Sí, no es nada.
Ambos comenzaron a comer en silencio.
Eddie tenía esta angustia dándole vueltas en la cabeza y sabía que, si no decía algo al respecto, no podría dormir tampoco esta noche.
—¿Te gusta? —soltó de repente, deseando haberse mordido la lengua. Ella lo miró extrañada.
—¿Greg? Si, supongo. Es guapo.
—¿Supones? Tu prácticamente te lo ibas a coger en la primera cita.
—Estás exagerando. No era una cita y sólo lo besé una vez.
—Entonces ¿te lo vas a coger en la primera cita?
Se encogió de hombros de nuevo, Eddie amaba el drama.
—Tú siempre lo haces. ¿Por qué estás haciendo un lío enorme sobre esto? No es tu asunto de todos modos.
—Eso es diferente. Tú no eres así, no eres como las chicas que me-
—¿Diferente? —lo interrumpió, cruzándose de brazos— Entonces tu nunca te acostarías con alguien como yo, es lo que estás tratando de decir
—No, ¿qué? No. No es lo que estoy diciendo.
Suspiró, harta de esta conversación que no iba a ningún lado y no comprendía.
Se puso de pie, llevando el plato al fregadero.
—Mira Eddie, aprecio que te preocupes por mí y me quieras proteger, pero yo sé lo que hago y mi vida sexual no es algo de tu incumbencia así que, por favor, deja de actuar como mi papá. —Eddie miraba un punto fijo en la mesa, estaba enojado. Sus ojos ardían y no quería que ella lo viera. —Gracias por el desayuno.
Todo el día permaneció en silencio el departamento, los domingos eran usualmente para hacer limpieza y lavar ropa. Al caer la noche, Eddie se encontraba en su habitación, tendrían una tocada en otro bar nuevo que apenas hacía dos semanas había abierto en Hawkins.
Mientras arreglaba su cabello con los dedos tratando de controlar el frizz frente al espejo, suspiró mirando la bandana que usaría ese día. La tomó, pensando unos segundos sacudió la cabeza, saliendo de su habitación dirigiéndose a la de su roomie, la puerta estaba abierta. Se colocó en el marco de la puerta, observando cómo se cepillaba el cabello mojado. Acababa de tomar una ducha, vestía su pijama color morado. Al parecer no había notado su presencia.
—Hey—dijo Eddie, sonriendo levemente.
Ella lo miró.
—Hey, wow ¿A dónde vas? Te ves bien—sonrió observando el outfit de Eddie. Llevaba unos jeans negros, con botas militares negras. Una playera de alguna banda que no lograba ver el nombre ya que su chaqueta negra la tapaba.
—Tenemos una tocada en el nuevo bar. Fue de último momento y te iba a invitar, pero como estás enojada conmigo no quise molestarte.
Ella rio, negando con la cabeza.
—No estoy enojada contigo, Eddie.  Además, estoy cansada, la verdad prefiero quedarme a ver la tele.
—Bien, uh…—miró la bandana en su mano, ¿por qué se sentía tan avergonzado?
Ella lo notó, estirando el brazo hacia él.
—Ven aquí. Siéntate en la cama.
Eddie lo hizo, entregándole la bandana. Ella, se posicionó en medio de sus piernas, mordiendo su labio inferior le colocó la bandana, ajustándola detrás de su cabeza, tranquilizando los rebeldes rizos del metalero.
Eddie la miraba con atención, sus ojos, su boca. Era la chica más bonita que había visto, y por eso ese era su apodo.
Su shampoo y loción corporal que siempre usaba después de una ducha se mezclaban, embriagándolo de ella.
—Listo. Te ves muy guapo—le sonrió ampliamente y Eddie sabía que no podría soportarlo más.
La joven se iba a alejar, pero Eddie la tomó de la mano, impidiendo que se fuera. Ella lo miró extrañada, sintiendo el metal de sus anillos apretándole la mano.
La jaló, haciéndola sentarse sobre su regazo, confundida lo miró directamente a los ojos, ambos tan cerca uno del otro que podían sentir sus respiraciones mezclarse. Eddie le miró la boca, quería saciarse de ella. Lo necesitaba.
—Lo siento, pero en serio ya no lo puedo evitar—le dijo sobre sus labios, rozándolos apenas contra los de él. —No puedo
Ella se sentía como mantequilla sobre él, era ridículo lo hermoso que él era. Sus ojos grandes y oscuros le estaban perforando y sentía que la vista se le nublaría en cualquier momento.
Con una mano en la espalda baja de la joven y la otra en su mentón la acercó hacia él hasta unir sus labios, ella jadeó ante la sensación de los carnosos labios de Eddie contra los suyos, sus manos le rodearon el cuello inmediatamente tratando de tenerlo más cerca si eso era posible.
Eddie estaba sorprendido como inmediatamente le respondió el beso, honestamente ella también lo estaba.
Era claro para él que era algo que ambos querían desde hace mucho tiempo.
La mano de Eddie se deslizó por la mandíbula de ella hasta tomarla por el cuello, besándola con ímpetu, al mismo tiempo en que deslizaba su lengua dentro de la boca de la chica.
Ella estaba como hipnotizada, simplemente imitando lo que él hacía, siguiéndole el ritmo, dejando que dominara su boca como a él le apeteciera. Eddie colocó sus manos en la cintura de la chica, elevándola para acomodarla, a horcajadas sobre él mirándola de frente se separaron unos segundos, lo único que se podía escuchar eran las pesadas respiraciones de ambos.
—No-no creo que-
—Shh—la calló besándole los labios, haciendo el cabello de la chica hacía atrás, fuera de su rostro. Quería apreciar lo bonita que era. —He querido hacer esto desde hace mucho tiempo—le susurró sobre su boca, atacando sus labios una vez más.
Ella volvió al trance hipnótico que le provocaban los besos de Eddie. Dulces, pero salvajes al mismo tiempo, era demasiado como para poder procesar que estaba besando a su roomie, el chico que la fastidiaba hasta enloquecer, pero al mismo tiempo la hacía reír hasta que le dolía el estómago. Jamás se imaginó estar en esta situación, besándolo sin poder saciarse de él, queriendo sentir sus manos por todo su cuerpo. Lo necesitaba y él podía sentirlo también.
El deseo era mutuo.
Las manos grandes de Eddie comenzaron a acariciarle la espalda, bajando lentamente hasta su trasero, apretándolo hacia él. Ella jadeó en su boca, la nariz de Eddie presionándose contra su mejilla, amasando su trasero. Quería sentir cada parte de su cuerpo. La chica involuntariamente comenzó a mecer sus caderas sobre la entrepierna de Eddie, el bulto en sus pantalones se hacía cada vez más prominente a una velocidad impresionante.
—Mierda—gimió él con voz ronca sobre la chica.
Ella tenía los ojos cerrados, sintiendo como mojaba su ropa interior como hace mucho no lo hacía, tampoco tan rápido y mucho menos con sólo un simple beso.
Ella lo besó de nuevo mordiendo su labio inferior y justo cuando las curiosas manos de Eddie exploraban por debajo de la blusa de la chica un fuerte golpe en la puerta principal del departamento hizo sobre saltar a ambos.
Se quedaron viendo a los ojos una vez más, las pupilas dilatadas de Eddie convertían sus ojos en color negro, sus labios hinchados ardían en color rojo al igual que los de ella.
Volvieron a tocar la puerta.
Ella trató de levantarse, colocando sus manos sobre el pecho de Eddie, sintiendo lo acelerado de su corazón, pero él la tomó de la cintura, sentándola de nuevo en su regazo.
—No—murmuró apenas. —Quédate aquí conmigo.
Sonaba casi como una súplica, y es que el chico de cabello rizado temía que su pequeña burbuja donde sólo existían ellos dos y sus ganas de sofocar su deseo, se rompiera en cualquier momento.  
—Te-tengo que ir, es el rentero. Es fin de mes—le susurró apenas, Eddie suspiró, soltándola.
Ella se apresuró a la cocina donde en una azucarera guardaban el pago de la renta, acomodó su cabello y inhaló profundamente abriendo la puerta le sonrió al señor de anteojos y cabello gris.
—Perdón estaba dormida—se excusó.
Entregando el dinero y deseándole una buena noche la joven cerró la puerta, regresando sobre sus pasos hasta estar en el marco de la puerta donde Eddie seguía sentado en la cama, su bandana se había desacomodad debido a la sesión ardiente que acababa de ocurrir apenas hace unos minutos.
—Creo que deberías irte, llegarás tarde. —le dijo tratando de sonreír.
Eddie frunció el ceño. Abrió la boca para decir algo, pero no salió nada de esta.
La chica se acercó a él, tratando de peinar con sus dedos el cabello que ella había alborotado, acomodando su bandana una vez más. Sonrió.
—Estás listo. Buena suerte.
Eddie se puso de pie, admirando el rostro de ella y como sus mejillas aún seguían rojas.
—Gracias, llegaré tarde así que no me esperes.
—Okay.
Eddie salió de la habitación, molesto claro estaba y es que no lograba comprender lo indiferente que ella podía ser, como su estado de ánimo podía cambiar en segundos.
Los siguientes dos días habían sido realmente tensos, el ego de Eddie estaba herido, para él, ella lo había rechazado y mientras ella quería actuar como si nada hubiese pasado él simplemente no podía. No podía porque después de ese beso, era en lo único que pensaba, como se sentiría poder besar cada centímetro de su cuerpo desnudo, probarla. Como sería cuando estuviera dentro de ella, embistiéndola hasta que su cuerpo se volviese gelatina. Imaginaba su cuerpo sobre él, montándolo, usándolo para su propia satisfacción y eso lo volvía loco. Había imaginado mil escenarios con mil posiciones, sus pensamientos lo consumían mientras ella se sentaba en la sala de estar esmaltando sus uñas de color negro.
El teléfono del departamento comenzó a timbrar, ella arrugó la nariz y miró a Eddie.
—¿Puedes contestar?
Eddie asintió, levantándose de su sillón reclinable.
—¿Hola?
Al escuchar la voz masculina del otro lado de la línea preguntando por su compañera, arrugó la frente.
—Uh, ¿quién la busca?
—Soy Greg, ¿Eddie, cierto? Nos conocimos el otro día.
Eddie quería colgar en ese momento y pretender que nadie había llamado, pero ella estaba atenta a la llamada y aunque quisiese no podía hacerlo.
—Ah, sí, sí. Greg, espera.
Eddie dio media vuelta, ella ya estaba atrás de él.
—Es tu amigo—murmuró.
Sonrió, tomando el teléfono inmediatamente.
Eddie quería vomitar, regresó a su sillón reclinable, cambiando los canales de televisión mientras escuchaba atentamente la conversación, mirándola de reojo.
—Sí, es perfecto. No, no la he visto—dijo animada—Podemos ordenar de cenar, —algo que dijo el chico hizo que ella carcajeara, irritando aún más al metalero— perfecto entonces te veo a las siete ¡no olvides la cerveza!
La chica se giró sobre su cuerpo, Eddie la miraba con el ceño fruncido sin parpadear.
—¿Qué?
—¿Vas a traer a ese idiota a mi casa? —elevó la voz con tono molesto. —Nah, no va a pasar.
Ella lo miró arrugando la cara.
—Esta también es mi casa, te recuerdo yo pago la mitad de la renta. Además, tú siempre traes chicas aquí y nunca te digo nada. Ni siquiera vas a estar aquí, Eddie. Es martes ¿recuerdas?
—Sí, tienes razón—se puso de pie, caminando hacia su habitación— Sólo asegúrate que él ya no esté aquí cuando regrese, no quiero ver su estúpida cara.
Azotó la puerta de su habitación como si fuese un adolescente.
—¡Eres un grosero! —gritó para que pudiera escucharla.
Mientras la chica se alistaba para su cita se repetía una y otra vez que esta era una buena idea. Tenía que serlo, quizás esto la ayudaría a olvidar a Eddie Munson. Eddie Munson y sus jodidos labios y ojos de botón y sus manos y la manera tan fácil que la excitaba con tan sólo besarla.
Estaría mintiendo si decía que no era en lo único que pensaba desde el domingo en la tarde. La escena se repetía en su cabeza como una cinta de vhs en rewind, y estaría mintiendo si decía que no moría de ganas por cogerse a Eddie Munson.
Era guapo muy guapo y sabía cómo tratar a una chica. Lo había escuchado muchas veces también, había escuchado los gemidos que provenían de su habitación cuando traía chicas al departamento.
Pero también, sabía que eso arruinaría su dinámica por completo, habían sido amigos desde hace cinco años y llevaban dos años siendo roomies. Y sí, no siempre estaban de acuerdo y se sacaban de quicio el uno al otro, pero ella estaba cómoda. Vivir con Eddie era divertido, jamás estaba aburrida y se sentía protegida.
Una vez que había terminado su cabello y maquillaje optó por un top sin mangas que dejaba ver su escote y unos shorts de mezclilla que le llegaban hasta la línea donde empezaba su trasero, algo simple ya que no quería verse como si lo hubiese intentado demasiado.
Eddie estaba en la habitación de a lado, preparándose también para su show.
Ambos salieron de sus habitaciones al mismo tiempo mirándose de arriba abajo el uno al otro.
Eddie rio, irónico. Caminó hacia la sala y ella lo siguió.
—¿Qué?
—Ya sé que te lo quieres coger, pero no seas tan obvia—escupió su veneno, levantando las cejas mirando su escote que ni siquiera era tan revelador. Sólo quería molestarla, tanto como su indiferencia lo molestaba a él.
Honestamente, ella estaba un poco harta de su ironía. Suspiró, colocando sus manos en la cintura.
—Genial, así podemos ir directo a la acción—sonrió—Porque realmente necesito que alguien me coja hasta sacarme los sesos.
Si los ojos de Eddie eran grandes ahora estaban enormes, negó con la cabeza como si le hubiesen dicho el peor insulto que existía.
—Estás loca.
—Y tú eres un hipócrita ¿es un puto crimen querer acostarme con alguien sólo porque soy mujer? Sólo estás celoso y no sabes cómo lidiar con eso así que prefieres escupir tu puto veneno sólo para lastimarme.
Eddie miró al techo sentía que se asfixiaba en aquel departamento.
—Lo siento es que… es que yo no puedo hacer lo que tú, actuar como si nada hubiera pasado. No puedo. ¿Qué hace tan especial a ese idiota para que quieras acostarte con él y no conmigo?
—No es eso, Eddie… es que lo arruinaría todo, nuestra amistad, nuestra dinámica.
Eddie rio, amargo.
—No arruinaría ni una mierda, lo haría mucho mejor. Dime, —se acercó a ella, ahuecando su rostro en sus manos, el pulgar acariciando su labio inferior—¿No te gustaría? ¿hmm?  ¿ser cogida como se lo merece una chica como tú? Sería como el jodido paraíso aquí, todos los días. Mi boca, donde tú quieras, a la hora que tú quieras. Todo lo que puedo darte, sólo pídelo y es tuyo.
Su aliento a menta y tabaco la estaban embriagando, sentía como sus entrañas eran un lío a cada palabra obscena y casi poética que Eddie le decía. Y es que él, era bueno, demasiado bueno con las palabras.
Estaba a punto de besarla, pero justo como la última vez, golpes en la puerta había roto la burbuja de nuevo.
—Debe ser Greg, le dije que a las siete.
Eddie asintió, se sentía humillado. Jamás en su vida había rogado por sexo, si bien lo habían rechazado antes, simplemente no le importaba y fijaba su vista en el siguiente objetivo. Pero justo ahora no quería a nadie más, no se le antojaba nadie más.
No podía comprenderlo.
Tomando su guitarra favorita y las llaves de su van, salió del departamento sin saludar ni despedirse de nadie.
Su presentación no había ido como él hubiese querido, y no había a nadie más quien culpar que él ya que sus compañeros habían estado impecables, pero Eddie tenía la mente ocupada y no podía dejar de pensar que mientras el hacía su solo de guitarra favorito, el maldito de Greg estaba acostándose con la chica que él quería.
Así que esa noche lo abuchearon al no poder dominar ese solo, cosa que jamás había pasado antes.
Sin ánimos de quedarse a tomar un par de cervezas con sus amigos como era costumbre, regresó a su departamento, preparándose mentalmente para verlos, ya que aún no era tan tarde.
Al entrar al departamento, su roomie estaba en pijamas, viendo la televisión mientras tomaba una cerveza.
Sola, completamente sola.
Eddie colocó su guitarra recargada en la pared, quitándose la bandana de la cabeza y aventándola a la mesa del centro junto con sus llaves.
—¿y tú novio?
Ella rio.
—Greg no es mi novio y ya se fue. Hace un par de horas de hecho.
Eddie frunció las cejas.
—¿Un par de horas? ¿Qué solo duró cinco minutos? —se carcajeó de su propia broma. Ella también lo hizo, negando con la cabeza.
—No tuvimos sexo si es a lo que te refieres, sólo vimos una película.
—Oh.
Eddie dejó caer su cuerpo en el sillón reclinable, desorbitado,
—Si—se puso de pie, caminando hacia Eddie, él la miró confundido. Colocando las manos en sus hombros, la chica se sentó a horcajadas sobre su regazo. —No me gusta de esa forma y jamás me acostaría con él sólo para molestarte. No podría hacerlo cuando no puedo dejar de pensar en ti.
Eddie estaba completamente sorprendido, sabía que no le era indiferente, pero ¿que lo admitiera? Pensó que jamás pasaría.
—Disfrutaste hacerme sentir celos—recalcó, colocando sus manos en el trasero de la chica.
Ella rio, asintiendo.
—Fue divertido, no voy a mentir. Te lo merecías, a veces actúas como un idiota. —besó sus labios, apenas.
—¿Ya no tienes miedo?
—Si, lo tengo. Pero son más grandes las ganas que tengo—lo besó y esta vez era ella quien lo dominaba a su antojo, Eddie se lo permitió, dejando caer su cabeza hacía atrás. —Entonces, ¿vas a ser tú el que me coja hasta sacarme los sesos?
Eddie carcajeó, tomándola de la mandíbula para besarla.
—Bonita, estabas haciendo sufrir a mi pene—ella volvió a reír, ese era el Eddie de siempre.
La agarró del trasero con ambas manos, levantándose del sillón, las piernas de la chica rodearon la cintura de Eddie asegurando su cuerpo contra el de él. Entre besos la llevó hasta su habitación decorada con un sinfín de posters de bandas. La arrojó a la cama, quitándose rápidamente la chaqueta y playera, quedando sólo en sus jeans.
Ella por su parte ya se había acomodado sobre las almohadas, Eddie le sonrió, mostrando sus hoyuelos mientras gateaba hasta estar sobre ella, sus rodillas a cada lado de ella, a la altura de las caderas. Se inclinó una vez más para besarla, lento y descuidado, con mucha lengua que era lo único que se podía escuchar.
—He sido un idiota contigo, eso es cierto—susurró sobre su rostro, besándole las mejillas, sus labios recorrieron la mandíbula de la chica hasta llegar a su cuello, donde dejaba besos húmedos a boca abierta. Su mano viajó hasta el elástico de su pijama y metió la mano, acariciando por encima de sus bragas —Necesito compensarte, ¿me dejas?
—Joder, sí. Haz lo que quieras—jadeó dejando caer la cabeza. Una pequeña risa hundida vibró en el pecho de Eddie, marcando un último beso en los labios de la chica, le sacó el pijama junto con las bragas, dejándola expuesta ante él.
Eddie colocó sus manos sobre los muslos suaves de ella, masajeándolos mientras los abría para acomodarse entre estos, besando suavemente sus muslos internos, admirando el pequeño coño.
—Mierda—maldijo con sus ojos fijos en su sexo, dejó un beso en la entrada y con su dedo índice acarició sobre la piel, lentamente, moviendo los pliegues suavemente comenzando a esparcir su excitación—Muy, muy bonito. Estás muy mojada.
—Eddie—jadeo, estaba apoyada sobre sus codos para poder verlo, tenía las mejillas enrojecidas, su respiración era pesada haciendo que sus senos se movieran de arriba abajo. Alzo una mano hacía la melena rebelde del chico, haciendo su flequillo hacía atrás para poder apreciarlo mejor.
—Bonita, déjame ver esas tetas—le pidió mirándola sobre sus espesas pestañas, ella se incorporó quitándose el top rápidamente quedando completamente desnuda ya que no llevaba sostén. Sus senos rebotaron ante el movimiento quedando frente a Eddie, haciéndolo más duro de lo que ya estaba. —Las mejores que he visto—alabó, levantando una mano para apretar uno de sus senos, sintiendo lo suave de su piel, apretando su pezón.
—Eddie, por favor—le suplicó jadeante.
—Oh lo siento, me distraje un poco con esas bellezas—levantó las cejas a lo que ella respondió poniendo los ojos en blanco.
La lengua de Eddie recorrió su entrada, recogiendo su excitación con esta. Haciéndose paso entre los pliegues, saboreando cada centímetro, usando sus labios también, besándolo una y otra vez. Prácticamente le hacía un beso francés a su coño.
—Joder, bebé. Me voy a volver un puto adicto—jadeó con su boca llena, pasando la lengua por su clítoris, succionando el manojo de nervios—Sabe tan jodidamente bien, podría hacer esto todo el día.
La boca experta de Eddie aumentaba su velocidad, su lengua haciendo prácticamente malabares entre los pliegues y el clítoris, haciéndola gemir una y otra vez. Repetía su nombre entre jadeos, colocando ambas manos en su cabello, hundiendo el rostro de Eddie en su coño. Los rizos haciéndole cosquillas en los muslos internos. La risa de Eddie vibró contra su sexo haciéndola temblar. Jamás la habían tratado así, él la estaba haciendo ver las estrellas sin siquiera cerrar los ojos.
—Mierda, mierda—jadeó rápidamente, apretando sus muslos contra él. —Me voy a correr
Eddie la miró, tenía los labios hinchados de tanto morderlos y lo miraba como si quisiera llorar.
—¿Quieres mis dedos? —dijo frotando con su dedo índice su clítoris.
Negó con la cabeza frenéticamente.
—Sólo tu boca—soltó apenas, Eddie volvió a besar su sexo, llenándose la boca de sus jugos, haciendo un desastre en ella, devorándola como si fuese la última vez que lo haría. La chica gimió tan fuerte que estaba seguro de que los vecinos habían escuchado.
—Mírame—ordenó sobre ella—Quiero que me mires cuando te corras, quiero que veas lo que te estoy haciendo.
Y lo hizo, haciendo a un lado un par de rizos pegados al rostro de Eddie. El metalero regresó toda su atención al manojo de nervios, chupándolo una y otra vez, haciendo el infinito con su lengua sobre este.
—Oh, dios—jadeante y sin poder evitarlo su cuerpo cayó en la cama, corriéndose sobre la boca de su compañero de departamento.
Eddie besó alrededor de la sensible área, ella trataba de regularizar su respiración agitada llevándose las manos a la frente, intentando tranquilizarse. La lengua de Eddie recorrió una vez más su entrada, recogiendo un poco de su jugo.
—¿Cómo… cómo haces eso? —le preguntó cuando logró recobrar su respiración normal, sentándose en la cama mientras Eddie se colocaba sobre ella. Besó la punta de su nariz.
—Práctica supongo—la tomó del cuello, besándola desenfrenadamente. —Te necesito, bebé.
Se desabrochó los jeans, sacando el cinto y aventándolo al suelo. Tomó la pequeña mano de ella y la dirigió dentro de estos, colocándola sobre su pene cubierto por los boxers.
—¿Sientes eso? —susurró, atrapando entre sus dientes el labio jugoso inferior de la chica. Se sentía caliente y duro como roca—Es por ti. Ha estado así por días y todo es tu culpa.
Ella rio, sacando el miembro de su ropa interior, frotándolo. Estaba pesado, duro pero su piel era suave, como si se tratase de acero envuelto en terciopelo. Era grande y grueso, la punta en forma de champiñón de un rosa brillante debido a la sustancia preseminal que yacía en esta. Mientras movía la muñeca de arriba hacia abajo, arrugando y estirando la piel, la respiración de Eddie era cada vez más pesada, mirándola atento. La chica frotó la punta, esparciendo la sustancia transparente en toda la cabeza.
Sin dejar de masturbarlo la chica le besó el pecho sobre uno de sus tatuajes, pasó por su barbilla hasta llegar a sus labios rellenos, introduciendo su lengua en la boca de él.
—Te necesito dentro de mi—le susurró. —Por favor
—He soñado con eso. Es por lo que amanezco tan duro en las mañanas—la tomó de la cintura, acomodándola sobre la cama, mientras ella reía.
Eddie le sonrió travieso, amaba hacerla reír. Hundió su rostro en el valle de sus senos, moviendo la cabeza de un lado al otro haciéndole cosquillas con su cabello, besándole ambos pechos.
—Ya cállate y cógeme—lo tomó la cabeza, posicionándolo de nuevo frente a su rostro.
Eddie se deshizo de sus jeans y ropa interior ahora si quedando desnudo al igual que ella, se colocó de rodillas entre sus piernas, levantándolas con los muslos para que rodearan su cintura.
—Mierda—maldijo, acariciando el coño de la chica— Sigues muy mojada.
—Han pasado meses, no me puedes culpar—se defendió a lo que Eddie sonrió, comenzando a bombear su miembro con la mano derecha.
—¿No te tocabas?
—Sí, a veces. En las noches, pero no es lo mismo. Nunca me pude correr como tú lo hiciste.
—Joder, y yo en la habitación de al lado…pude haberte cogido cada maldita noche—dijo indignado, rosando la punta de su pene de arriba abajo sobre el coño brillando en su excitación, jugando con los jugos de ella, empepando su cabeza. —Mira eso, es perfecto.
—Eddie, por favor. Sólo hazlo—rogó, sintiendo su cuerpo vibrar cada vez que Eddie rozaba su sexo con su pene. Eddie era muy vocal, siempre había sido así en todos los ámbitos. Y no le molestaba en lo absoluto, pero ya se estaba desesperando.
—Espera, necesito ir por un condón.
—¡No! —lo detuvo con la mano. — Quiero sentirte completo, quiero sentir cuando te corras dentro de mí.
—Maldita sea, bonita. Lo que tú quieras.
Y estaba feliz que ella se lo hubiese pedido, él también quería sentirla por completo.
Jalándola de las caderas hacía su pelvis, Eddie introdujo lentamente la cabeza de su miembro, con sus cejas fruncidas, sacando su lengua para lamer su labio superior, un gesto característico en él cuando estaba concentrado. La chica jadeó ahogadamente, arrugando la frente cuando intentó introducir más.
—¿Puedo seguir? Aún no está todo adentro.
Maldita sea, ella jamás había estado con alguien de su tamaño.
—Sí, sí…sólo, dame un minuto—inhaló profundamente, asintiendo con la cabeza para que continuara.
Se deslizó por completo, viendo como el coño de la jadeante chica lo había succionado por completo, se quedó inmóvil pero profundo. Sintiendo cada musculo abrazar su miembro.
—¿Me puedo mover?
Ella sólo asintió.
Eddie comenzó a mover sus caderas de atrás hacia adelante y cuando vio que su pene salía y entraba con facilidad después de unos minutos gracias a los jugos de su amante, comenzó a aumentar la velocidad, recorriendo con sus manos el vientre y pechos de la chica hasta llegar a su cuello, apretando sólo un poco.
Sus embestidas eran rápidas y profundas, se podía escuchar el chocar de sus cuerpos, como sus testículos chocaban con el trasero de ella, eso y los gemidos de ambos.
—Me estás tomando muy bien, bebé—jadeó mirando como su pene desaparecía dentro del coño de la chica, cada vez que la penetraba. Sintiendo las paredes de este comprimirse alrededor de su pene. —¿Te vas a correr conmigo?
—S-sí, hazme correr de nuevo.
Eddie sonrió, saliendo de ella. Comenzó a bombear su pene mientras le besaba el cuello.
—Ponte en cuatro—le susurró al oído y ella obedeció de inmediato.
Eddie masajeó su trasero, dejado un par de besos en este, acomodándose detrás de ella.
Se elevó sobre la chica hasta alcanzar su mejilla y se la besó.
—Rostro contra la almohada—le ordenó una vez más y lo hizo. El lado derecho del rostro de la chica estaba contra la almohada, sus pechos apenas rozaban la cama mientras su trasero se alzaba en el aire.
Eddie colocó su mano derecha contra la nuca de ella, empujando su cabeza aún más contra la almohada mientras su mano izquierda dirigía su pene a la entrada de la chica. Una vez dentro de ella comenzó de nuevo con sus salvajes embestidas, cogiéndola desde atrás. Sus muslos chocaban con su trasero sin piedad y se combinaban con los jadeos de su amante y eso era como música para sus oídos.
—Mierda, me voy a correr, bonita. —emitió un gemido ronco, mordiendo su labio inferior mientras que tomaba el cabello de la joven en una coleta, estirándolo al mismo ritmo que su vaivén.
La soltó, comenzando a frotar con su dedo medio e índice justo arriba de donde se conectaban, masajeando en círculos su clítoris.
—Córrete conmigo, bebé. Se que puedes—le susurró.
—¡Eddie!
La velocidad de sus caderas aumentaba al igual que la de sus dedos, ambos gimiendo una y otra vez un sinfín de obscenidades, llevándolos al clímax. La chica sintió su orgasmo incluso más intenso que el anterior, al mismo tiempo que sentía a Eddie correrse dentro de ella, caliente y profundo. Llenándola.
El brazo de Eddie le rodeó la cintura levantándola, pegando su espalda contra su pecho.
—Hmm—emitió Eddie, besándole el hombro. —Jodidamente increíble.
La tomó del cabello, jalando su cabeza hacia atrás para poder tener acceso a sus labios, un beso húmedo y descuidado, su lengua atacando la suya. Salió de ella sin moverse de su lugar.
La miró a los ojos, acomodándole un mechón de cabello húmedo debido al sudor, detrás de la oreja.
—¿Viste que bien encajamos? —sonrió, hoyuelos y todo—Es como si tu cuerpo estuviese hecho para mí.
Ella lo miró, frunciendo el ceño, pero sonriendo.
—Estás lleno de mierda.
Eddie carcajeó, negando con la cabeza. Le besó la frente para después brincar fuera de la cama, tomando un cigarrillo y un encendedor de su mesa de noche.
—Por favor, no lo vayas a hacer incómodo entre los dos—arrugó la nariz, buscando en el suelo sus bragas.
Eddie aventó el humo de su boca, negando con la cabeza.
—¿Incómodo? Bonita, esto se va a poner mejor—levanto las cejas divertido, mientras se ponía de nuevo los boxers— ¿Quieres una cerveza?
Ella asintió, Eddie le aventó a la cara su playera de Dio para que se la pusiera.
El metalero procedió a salir de la habitación y una vez que estaba en el marco de la puerta, se giró hacia ella.
—Por cierto, a la otra te toca chupármela hasta dejarme seco.
La chica puso los ojos en blanco, aventándole una almohada a su lindo rostro.
—Ya cállate, Eddie.
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Entrevista a Jean Luc Godard
Por: Robert Maggiori
Profesor de filosofía, periodista de Libération y autor, entre otros libros, de La philosophie au jour le jour. Entrevista realizada en 2006.
Habitualmente púdico, el director de la Nouvelle vague habla no sólo de su nueva película, sino también de filosofía, del amor, la amistad y el suicidio, con el que alguna vez coqueteó, después de Mayo del '68. "Para evitar que hiciera algo desgraciado, me pusieron una camisa de fuerza", recuerda.
"De Camus guardé una frase que siempre me conmovió: el suicidio es el único problema filosófico realmente serio."
A los 76 años, Jean-Luc Godard sigue siendo uno de los cineastas más productivos y estimulantes de la actualidad, aunque sus films ya no lleguen regularmente a la Argentina. Su obra, unos cincuenta largometrajes en menos de 45 años, puede dividirse en "períodos" (como se dice de Picasso): están los "años Karina" (El soldadito, Vivir su vida, Pierrot el loco, Bande à part…), los "años Mao" (One plus One, Tout va bien…), los "años video" (Numéro deux, Ici et ailleurs…), el regreso al cine (Sálvese quien pueda: la vida, Prénom Carmen, Nouvelle vague…) y últimamente sus Histoire(s) du Cinéma, en varios capítulos, una summa de toda su obra. En el Festival de Cannes 2004 presentó Nuestra música, su largo más reciente, que se estrena hoy en dos cines de Buenos Aires y en el que Godard elabora una serie de variaciones sobre la guerra, la melancolía, el paraíso, Palestina y Sarajevo. Habitualmente púdico, aquí Godard habla no sólo de su nueva película sino también de filosofía -Sartre, Camus, Heidegger, Levinas-, del amor, la amistad y el suicidio, con el que alguna vez coqueteó.
-¿Cuál fue su formación? ¿Estudió filosofía?
-Fue siempre a través de la literatura que me acerqué a la filosofía. Había la efervescencia de la posguerra, el existencialismo, Sartre sobre todo y Camus, del que guardé una frase que me conmovió toda mi vida: el suicidio es el único problema filosófico realmente serio. Por mi padre, de formación más germánica, admirador de Alemania, fui introducido a la historia del Romanticismo alemán, con El alma romántica y el sueño, de Albert Beguin. Todo eso era acompañado por el descubrimiento de las películas mudas en la Cinemateca de Henri Langlois y del cine alemán, de Murnau…
-¿Lee obras de filosofía?
-Amo los libros, los libros de bolsillo, porque precisamente se pueden meter en el bolsillo (en realidad son ellos los que nos meten en el bolsillo). Pero yo no leo de manera seria, es raro que lea un libro, incluso una novela del principio al fin. Hoy releo algunos, lentamente, que me quedaron en la memoria, pero que seguramente leí mal. Como el final de Minuit, de Julien Green, donde todavía está la cuestión del suicidio: se tiene la impresión de que la chica se tira, pero en realidad es el piso que sube hacia ella a una velocidad vertiginosa… Leer libros "técnicos" de filosofía, soy incapaz. Soy incapaz de leer a Heidegger. Me gusta Caminos del bosque, pero eso pasa por la imagen…
-Sin embargo, usted cita mucho a Heidegger.
-Son puntas de pensamiento. Antes yo lo ponía como citas, ahora como situaciones. Antes hubiera ido a Sarajevo, hubiera hecho travellings y hubiera puesto a Heidegger debajo. Lo que hay en Nuestra música lo encontré en Levinas, en un libro antiguo que se llama El tiempo y el otro. Es una nota al pie de página. Me gustan mucho las notas largas al pie de página, comencé por eso. Levinas dice que la muerte es lo posible de lo imposible y no el imposible de lo posible, como había dicho Jean Wahl a propósito de Heidegger. Traté de leer las Meditaciones cartesianas, de Husserl, pero no aguanté. Deleuze, cuando se lo escucha, es absolutamente magnífico: cuando leo algunos de sus textos más difíciles, es como si hiciera matemáticas superiores. Todos los libros de filosofía deberían, como el de Kierkegaard, llamarse Migajas filosóficas, así uno se sentiría menos culpable de no poder leer más que "migajas", justamente.
-¿Cómo definiría usted la moral?
-No me gusta definir. Soy demasiado viejo o demasiado joven, sin duda. Me gusta preparar bien los planos para la moral, pero para eso es necesario ser por lo menos dos, con un tercero en algún lado para buscarlo, un tercero excluido que introduzca la trinidad. A menudo releo por partes Cuadernos por una moral de Sartre. El ser y la nada me aburre, pero al otro lo sigo porque es una cuestión de literatura, de política, de pintura. Cuando Sartre habla de pintura, de Tintoretto, de Wols o de Jean Fautrier dice cosas que los críticos de arte no saben decir, porque escriben sobre, mientras que él escribe de, después de la pintura. Cuadernos por una moral es formidable porque de pronto Sartre habla de un filósofo y utiliza la expresión "la síntesis viscosa", entonces se tiene la sensación de comprender sin comprender, como un niño de dos años que retiene ciertos ruidos o palabras. Pero usted me hablaba de moral. En lo de mi abuelo, que era rico, yo comía en platos que tenían las imágenes de la colonización, platos que tenían el retrato del mariscal Bugeaud. Quizá la moral comience ahí.
-En Nuestra música, usted retoma la tripartición clásica, infierno, purgatorio, paraíso. Pero la estadía en el purgatorio es la más larga. ¿Es ahí que está la moral, el trabajo lento de "purgar"?
-Habrá notado que los periodistas van siempre a los infiernos y los turistas, el paraíso. Raramente alguien va al purgatorio. ¡Hoy se pone de un lado el Mal y del otro el Bien, eso es todo! En el cine, existe la producción, la distribución y… la explotación, mientras que de un libro se habla de escritura, de edición y de difusión. Ahí está para mí la metáfora de un mundo que no es ni infinitamente grande ni infinitamente pequeño sino "infinitamente mediano". El cine fue el responsable, luego los responsables traicionaron y el público también. En Estados Unidos, las películas basura se llaman exploitation movies… La producción, que es el rodaje, el guión, es para mí uno de los mejores momentos: se siente, y ahí hay alguna cosa de moral, algo que nos llama, digamos la estrella del pastor, poco importa, pero que todavía no se conoce. Hay que pensar, tomar algunas notas que después se dejan caer, que no se miran más. Luego está el rodaje, que para mí es un poco el comienzo del fin. La producción entonces es el paraíso, la distribución, el purgatorio, y luego viene el infierno, que es la explotación.
-¿Qué es para usted la soledad?
-En Todavía estamos todos aquí, Anne-Marie Miéville me hacía leer un texto de Hannah Arendt que decía que la soledad no es el aislamiento. En la soledad, jamás estamos solos con nosotros mismos. Siempre somos dos en uno y nos convertimos en uno solamente gracias a los otros y cuando nos hemos encontrado con ellos. A mí me gusta estar en una mesa donde se ríe y se come, pero prefiero estar en una punta de la mesa y no estar obligado a participar. Al mismo tiempo, quiero estar y aprovechar eso. El aislamiento de un prisionero es otra cosa.
-¿Usted ya pasó por una forma de aislamiento?
-Sí, una vez. Después de una tentativa de suicidio, que había hecho de manera un poco charlatanesca, para llamar la atención sobre mí. Fue después del '68, creo. Estaba en la casa de un amigo -pero mi padre, que era médico, me había puesto en una clínica psiquiátrica anteriormente- y fue mi amigo el que me llevó a Garches. Allí, para evitar que hiciera algo desgraciado, me pusieron una camisa de fuerza. Me dije: te interesa quedarte tranquilo, si no jamás te soltarán. Un libro me influyó mucho cuando era más joven, El vagabundo de las estrellas, de Jack London. Es la historia de Darrell Standing, un condenado a muerte que espera en la prisión del estado de California, en San Quintín. Le ponen una camisa de fuerza, y a él le sirve de escapatoria, lo que enloquece a su guardián: ¡más días le dan de camisa de fuerza, más contento está! Se hace su mundo y se escapa por el pensamiento, está en París bajo Luis XIII, en la Roma de Poncio Pilato. Hace poco releí un libro de London, Michael, perro de circo. Me había gustado mucho en su momento, quizá porque me veía yo en perro de circo, con un deseo de ser adoptado. El perro se encuentra solo en la playa y hay un viejo que lo llama, lo lleva y que se convierte en su amo, su patrón, su profeta. Este hombre se llamaba Dag Daughtry, y fue solamente hace unas semanas, al releerlo, que entendí al "prójimo". Tenía necesidad del prójimo, mi familia no era el prójimo.
-Pero un pintor, un escritor, encuentran siempre un "prójimo" para sus obras, será porque les alimentan la sensibilidad, el pensamiento, el imaginario de los otros.
-Entre los artistas que se suicidan, creo que los pintores ocupan el primer lugar, los escritores el segundo. En el cine, uno no se puede suicidar. Hay excepciones, pero pocas: Jean Eustache, en Francia, por ejemplo. Como decía Bresson, una vez que uno entró en la cinematografía, no se la puede dejar. En Francia, hay uno solo que la dejó, Maurice Regamey, que hacía películas de cuarta categoría y se convirtió en representante de vinos y de licores en el Midi. En la escritura, hay momentos en que uno deja la soledad y entra en el aislamiento. Alguien como Chandler lo decía: a partir del momento en que estoy sobre una pista, todo lo que hago es la novela; prender un cigarrillo, cocinar un huevo al plato, pasearme, todo fuera de eso es aislamiento y es muy duro. A causa de esto uno se puede suicidar, el pintor también puede. En el cine no se puede, porque uno se lo hace a muchos, se hace un mal. Se toman colaboradores, empleados, asistentes, y eso es un microcosmos. La gente vive junta, hay hombres, mujeres, el dinero, el poder, hay de todo. Es por eso que pueden pasar hechos que todavía no sucedieron, que son señales, si uno las sabe ver: uno ve tal película y sabe que dentro de seis meses hay un Mayo del '68 o esto o aquello.
Herbert Marcuse El lenguaje funcional - John Kennedy Vida y obra - EEUU Al día
-La soledad es ser dos. ¿Y el amor?
-No reflexioné mucho sobre eso. Me llega al espíritu la frase de Lacan: el amor es querer dar algo que no se tiene, a alguien que no lo quiere. En realidad la palabra amor no debería utilizarse. La palabra amistad es más fuerte.
-¿Qué tiene de más la amistad?
-El amor está en la amistad, mientras que la amistad no necesariamente está en el amor. En la amistad hay prohibiciones, pero las prohibiciones no están dadas por la ley desde el principio, se constituye uno con el otro. Levinas decía que en el "pienso luego existo", el yo de yo pienso no es el mismo que el yo de yo existo porque queda por demostrar que hay una relación entre el cuerpo y el espíritu, entre pensamiento y existencia. Si eso comienza por el amor y termina por la amistad, diría que la amistad es el "yo soy". Y además, hay crímenes por amor, pero no hay crímenes por amistad.
-¿Qué es para usted la separación?
-En la amistad, uno se puede separar, en el amor no se puede. Una vez que uno encuentra a alguien, uno va, si se separa de los otros es porque no era amor. Tuve, con dificultad, algunas relaciones con las mujeres, a veces demasiado jóvenes: no eran mujeres que yo amara, sino el amor. Y les hice mal.
-Jankelévitch dice un poco lo mismo: un amor no termina o, mejor dicho, si algo termina, es porque no era amor.
-Quizá sea por eso que la Iglesia Católica y las otras han puesto el amor por todos lados, para estar seguras de que no terminará, ¡una verdadera garantía!
-¿De qué o de quién se separó usted?
-Me separé de mis padres, pero en realidad no hice más que dejarlos, sin separarme. Diría que yo tengo dos vidas, la que precede al momento en que comencé a hacer películas, a los 30 años, y la que siguió. Viendo la diferencia, puedo decir que cuando comencé a hacer películas, tenía 0 año: entonces hoy no tengo más que 43, lo que me permite decir, a pesar del físico, que permanezco joven. No tuve ganas de hacer cine a los 10 años, después de haber visto a Charlie Chaplin: vino más tarde, poco a poco, con la ayuda de ciertas personas, o a golpes en la sociedad, que le hacen a uno descubrir un mundo. Para empezar, empecé tarde, el psicoanálisis por ejemplo. El otro día me dije que en el momento de mi nacimiento, en 1930, mi madre no había visto jamás películas habladas. Me explico así que yo comencé a hablar muy tarde, a los 5 años, y que después todo lo que dije hasta los 25-30 años, ella no lo escuchó jamás. Luego se habla mucho, pero también por soledad. Es por eso que, tarde o temprano, hay que hacer análisis, o hacer deporte, para mí el tenis. Sé que jamás dejaré a mi analista hasta mi muerte, o la de él.
-¿Había leído a Freud antes?
-No, era un nombre. Como Marx, que yo admiro, y que leí poco, el 18 Brumario, por ejemplo. El que me hizo descubrir a Marx fue Althusser.
-¿Tiene la tentación de la escritura?
-Sí, como todo el mundo. Pero no sabría cómo continuar… Admiro siempre las primeras frases de Dostoievski, de Flaubert, ¡pero ellos sabían continuar! Probé con traducciones. Pasé un año en América del Sur, me había gustado la novela de Paulina Medeiros, Un jardín para la muerte, la traduje y la envié a Aragón. Marguerite Duras me dijo, cuando estábamos juntos y buscábamos poner todas las palabras posibles en una imagen, "pero tú estás maldito", debe ser a causa de los libros o de lo que hay en los libros.
-A usted no le gusta definir pero, ¿qué es para usted la filosofía?
-Blanchot escribía esto: "La filosofía sería nuestra compañera, día y noche, aun si pierde su nombre, aun si se ausenta, una amiga clandestina…" Eso es la filosofía, es una amiga. Y la novela, un amigo.
-¿Y el cine?
-Es el oficial que se ocupa del espionaje.
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chatgpt-espanol · 16 days
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elmartillosinmetre · 2 months
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Las cuerdas resonantes de Sergio Blardony
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[El compositor Sergio Blardony (Madrid, 1965) / JUAN VICENTE CHULIÁ]
El compositor Sergio Blardony graba con Mario Prisuelos en IBS ‘Resonare fibris’, una extensa obra para piano y electrónica
El compositor Sergio Blardony (Madrid, 1965) acaba de publicar su primer monográfico para el sello IBS Classical.
–Es esta una obra singular, extensa, que parte del universo renacentista. ¿Cuál es su germen?
–Me ha interesado siempre el trabajo con la música antigua. No es algo nuevo. Gané una vez un premio orquestal con una obra sobre Victoria. Creo que existen muchos vínculos entre la música actual y la antigua. Ya pasó con las vanguardias de los años 50, que rechazaron el Romanticismo y el Clasicismo y se fueron atrás. Es verdad que todo ha cambiado mucho, pero a mí siempre me ha interesado personalmente. Incorporé al proyecto a la poeta Pilar Martín Gila, porque me interesaba una parte poética. Y luego se trataba de encontrar al pianista que quisiera hacerlo. Hablé con Mario Prisuelos, aceptó y lo hemos hecho muchas veces en directo, pero la obra era también idónea para el disco y aquí está.
–Todas las piezas están relacionadas con la muerte, la mayoría parten del motete Versa est in luctum.
–Fui intercalando. Cogía una obra de un músico renacentista, la trabajaba electrónicamente mediante un procesamiento de voces y luego colocaba una pieza de piano solo...
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–Son las que dan título al disco, Resonare fibris...
–Exacto. Y luego introduje dos interludios con textos y la voz de Pilar que partía de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique. Ella hace una especie de recreación de los poemas originales, usando también algunas citas, lo mismo que yo con la música. Salió una obra bastante equilibrada.
–¿En concierto la han programado sola?
–Sí. Sola.
–¿Y cómo ha funcionado?
–Se ha hecho en lugares muy distintos. Lo último ha sido una cosa muy rara. En el Festival After Cage de Pamplona hicieron como un paralelismo con la obra y el flamenco, con espacios separados y tal… La obra se hizo pensando en ir variando cosas: no tanto la música, pero sí la cuestión acústica. Yo no quería una electrónica envolvente, sino que la parte electrónica manara también del piano, y por eso los altavoces lo rodean. Solo al final la obra se expande a altavoces de sala. Siempre que ha sido posible lo hemos hecho así y ha funcionado bien. Lo hicimos también en Granada, que es de los mejores sitios donde la presentamos. La primera vez fue como encargo del CNDM, en Segovia, en plena pandemia. En Bilbao también funcionó muy bien, en el Kuraia, con muy buen sonido, eso hace mucho.
–¿Nace como obra cerrada?
–Sí, completamente. Pero me gusta mucho trabajar con extensiones de las obras, que unas obras den lugar a otras, y ahora tengo un encargo de la Orquesta Nacional para el ciclo de cámara, y haré la obra, pero será con piano, electrónica, cuatro voces, dos cellos y clarinete bajo, y ya no se hace entera, sino que es para un programa que mezcla música antigua y contemporánea de otros compositores. Es un proyecto bonito, pero es una extensión en realidad, el piano no cambia y la electrónica tampoco, omito las partes que no llevan electrónica, mantengo los interludios poéticos. De alguna manera, la obra sigue dando fruto.
–¿Por qué el título de Resonare Fibris, ese verso del himno a San Juan del que salieron los nombres de las notas musicales?
–Sí, pero no tiene tanto que ver con eso, sino con la idea de resonancia. La primera idea que te viene con esas palabras latinas es la de fibras, cuerdas resonantes, y eso es el piano. Luego me di cuenta de que Tomás Marco tenía una obra con ese título, no lo sabía. 
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[El compositor Sergio Blardony / JUAN VICENTE CHULIÁ]
–¿Hasta qué punto influyó en la propia sustancia de la obra el trabajo con Mario Prisuelos?
–Me parece fundamental trabajar con los intérpretes. En el caso del saxofonista Andrés Gomis el trabajo era muy creativo, yo le mandaba una idea casi filosófica y él me la devolvía hecha sonido. En el caso del piano, yo fui dándole fragmentos a Mario y luego veía cómo se adaptaba eso con la electrónica. En los interludios, que es la parte más desnuda, que tiene que tocar dentro del piano, ahí si exploramos entre los dos. Pero las otras partes son muy pianísticas o eso me dijo él. Mario se ha involucrado mucho, se ha comprometido mucho, ha sido una relación muy fuerte, al margen de cuestiones de investigación musical. Se ha entusiasmado mucho. Y eso crea vínculos importantes.
–Si tuviera que describir su música a alguien que no la hubiera escuchado nunca, ¿cómo lo haría?
–Estoy justo esperando que César Camarero me mande un textito para un libro donde una de las cosas que digo es que la música no se puede describir. No soy yo solo el que dice esto, claro, Frank Zappa por ejemplo, decía algo parecido. Me cuesta muchísimo. Lo que sí he hecho a veces, y he salido al escenario, es hacer sugerencias de escucha…
–¿Y qué sugerencias haría con esta obra?
–Primera, que no se espere escuchar música renacentista, y que se deje uno llevar por algo que va a tener esos aromas, pero que no es una obra neorrenacentista ni tiene ninguna intención de ese estilo. Puede ser un poco engañoso esperar esa alternancia con el Renacimiento español. Es otra historia. Y en relación a mis obras, cada una tiene su propio lugar. Hablar uno de su música es un poco complicado. Me interesa más una sugerencia. Creo que esa búsqueda por parte del público no especializado, que es el público al que pretendemos llegar, de constantes que vienen del Clasicismo entorpece bastante la escucha de una música que no tiene nada que ver con eso, no sólo la mía, sino mucha de la producida desde mediados del siglo XX. Cuando tiene lazos con lo antiguo alguien puede querer buscar cosas que no existen, y puede ser decepcionante para algunos.
–¿Sigue la creación contemporánea metida en el gueto?
–Obviamente estamos ahí desde hace mucho. Pero creo que hay vías de salida para que gente que no va habitualmente a conciertos de música actual de repente se sorprenda. Hay paralelismos con la poesía contemporánea. El marco de presentación es importante. Por ejemplo, un proyecto que llevo con Pilar, EPOS Lab, un laboratorio de música, poesía y escena. Ahí, el simple hecho de trabajar desde el punto de vista escénico, hace que la escena sirva de enlace con lo musical y lo poético, y está dando buenos resultados: va gente de muchísimas disciplinas y gente que no tiene nada que ver con lo artístico. Es cierto que estamos muy aislados, pero también porque no hay recursos. Cuando vas a otros lugares con recursos, ves que se pueden hacer cosas. Aunque sinceramente no es algo que a mí me preocupe demasiado. Si miras a la historia no es que haya sido muy distinto. Es cierto que en el siglo XX ha habido una aspiración de que la cultura llegue a todo el mundo, pero tampoco es así, es un mundo muy mercantilizado y la música clásica ha estado ahí. No me angustia. No queremos ser U2 o los Rolling. No hay demasiada necesidad de eso. Sí necesitamos superar esa barrera de lo endógeno, de los amiguetes, los compositores y tal, eso sí. Recuerdo cuando empezaron los conciertos en el Auditorio 400 del Reina Sofía, y venía mucha gente de todo tipo. Hay gente interesada por estas músicas…
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[Pilar Martín Gila, Sergio Blardony y Mario Prisuelos / IBS CLASSICAL]
–Algún otro proyecto cercano que le interese especialmente...
–Tengo un encargo de Silboberri Txistu Elkartea, una gente que lleva mucho tiempo haciendo música actual con instrumentación especial, que incluye por norma el txistu. Me encargaron un comentario para un disco de Félix Ibarrondo, y luego una obra. Han escrito para ellos todos los grandes compositores españoles actuales. Es un trabajo completamente distinto. El txistu era un instrumento que estaba fuera de mi antena. Es un proyecto muy bonito.
–¿Qué tal con IBS?
–Fue un lujo trabajar con Paco Moya. Es como encontrarte con un productor de verdad. A veces es enérgico, pero es muy exigente, y eso es buenísimo, porque los resultados son de mucha calidad. Está gustando mucho la portada del CD, pero eso se lo debo a Pilar, porque la escogió ella.
[Diario de Sevilla. 25-02-2024]
RESONARE FIBRIS EN SPOTIFY
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