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#cronica2020
murgalamojigata · 4 years
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¡Qué especie los murguistas! Dice Raquel, mezcla de resignación y risa, después de analizar el invento que alguien armó para maquillarse: un tornillo largo sosteniendo una esponja en un extremo. En los espejos veo la risa de las chicas, mientras sus caras se van llenando de color y, ahora sí, reconozco un poco las caras que vi anoche.
¡Qué especie los murguistas! me repito mientras veo que uno se apura en terminar un sanguche, otra se delinea con negro un redondel en su mejilla y uno llega corriendo sobre la hora.
A la seña salgo a la vereda, escucho el ruido del motor del ómnibus. No puedo evitar reírme y decir “¡ay, ese ruido!” con una cara de goma que debe asustar. Mil veces me imaginé los viajes en la “bañadera” y ahora estoy por develar el truco.
Me acomodo adelante, no quiero molestar ni alterar el orden de los asientos, soy una espectadora en primera fila del ritual que me hace volver cada febrero.
En algunos asientos esperan sombreros, de a poco toda la murga va subiendo.
En el trayecto se da la bienvenida por megáfono, se repasan los cuatro tablados que esperan hoy, algunas indicaciones y se apura apenas un pedacito de la retirada en los asientos del fondo mientras el chofer pisa el acelerador y alguno avisa que nos agarremos.
Llegamos al anfiteatro Canario Luna y festejo la suerte de verlos ahí nomas, bien de cerca, casi haciéndoles marca personal hasta que alguno me avisa que me acomode donde quiera. Sí, estoy embobada mirando todo, interrumpiendo el paso.
Para cuando llega la parte de la bancada evangelista, me sumo al paso que ya aprendí y disfruto la sincro de una pareja sub 60 que le mete todo el swing.
En el segundo tablado, un gatito se escurre entre las patas de una nena, un señor, abrazando su equipo de mate, pregunta qué tal y sin esperar respuesta se responde bien de bien.
El tablado popular, con las reposeras dispuestas en la tribuna y el vendedor de churros trabajando a dos manos, se moviliza apenas con la llegada de la murga, mientras algún distraído chequea sus números del bingo. Una nena abre grande los ojos e imita los pasos del murguista que le hace de espejo. Tres nenes parecen clavados en las sillas a un metro del escenario, en la platea preferencial que se armaron para ver cada detalle. Dos técnicos hacen la mímica de la batería de murga, mirándose a los ojos y bailando.
Sonrío de nuevo, esto es el carnaval. Tiene olor a fritura de churros salpicado con notas de chorizos, sonido ambiente de niños y niñas correteando y risas y aplausos que van estallando en la tribuna.
No sé si es la cercanía, el tono familiar de este tablado o qué, pero ahora sí empiezo a meterme a pleno.
Confirmo lo que charlaba el día anterior viéndolos en el Velódromo: “si, están despegados” había dicho el Negro cuando comentábamos las letras.
Porque La Mojigata desde el vamos se para distinto. Con la confianza de quien está en la que quiere y no tiene problemas en plantarse a marcar, clarito, que no todo es lo mismo.
Para el tercer tablado ya se me asoma un poco la angustia del final, trato de espantarla con un vaso de vino.
Fabi, la utilera, se mueve con determinación por atrás del escenario, disponiendo parte de los trajes y sombreros en cajas.
“Soplan miles de razones las mareas desde el lenguaje para dar nuevas peleas” dice la Mojigata y no puedo dejar de pensar que están haciendo eso. Abriendo el lenguaje, desafiando desde la presentación, bien distinta a las tradicionales, un concurso de carnaval que parece olvidarse de sus raíces. Los aplausos desde las tribunas lo confirman.
En el camino al cuarto tablado, me arrimo más al fondo del camión. Algunas caras fueron perdiendo color pero ganaron en entusiasmo. Se comentan los pasos de la niña de enterito, que no paró de bailar ni un segundo, alguien pregunta si hay video de eso.
Cuando llegamos al barrio Lavalleja, el escenario pintado con la figura de Canela y tomado por niñes que bailan esperando el final, se enciende.
Me siento y pienso en el entrevero de sensaciones que me recorren. Disfruto de cada parte de lo que queda del espectáculo.
La sonrisa se arruga un poco con lo de “murgas que se van cansando”, una denuncia que se canta a garganta plena pero que viene de una bronca masticada.
Escucho la retirada por última vez en la noche (después se me va a quedar pegada por días, pero todavía no lo sé).
En esta retirada nadie promete volver, pero guarda una declaración de amor y un deseo de incomodidad:
“Que nos cambie el tiempo,
por fuera y por dentro hasta que llegue nuestro último aliento,
Que nos traiga dudas tercas que sacudan nuestro porvenir”
Desear la incomodidad que nos empuje a la acción, no se me ocurre deseo más potente que ese.
Me arden un poco los ojos en la bajada, miro alrededor mientras aplaudo. El presentador anuncia que se va esta murga que ya es adulta. Meto las manos adentro del sweater y levanto los hombros mientras se me escapa un suspiro.
“Que lo nuevo venga y este canto tenga razón de ser”.
Virginia Vega, 14 de febrero
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rodrimaximax · 4 years
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@Silvester_94: RT @maralebra: RT porfa . Hay q escrachar a este hijo de re mil puta. Asi con cada letra. Bien claro #NoAlMaltratoAnimal #DerechoAnimal @soyleomontero @matildablanco @todonoticias @GrupoClarin @cronica @cronica2020 https://t.co/FbCaJlxp2t
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murgalamojigata · 4 years
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Diez años después
Con poca fe y mucha vergüenza me comunico por messenger con la murga la noche del sábado y me ofrezco para hacer una crónica cualquier día de la semana. Al toque me contestan y me invitan para el lunes o martes, abro el navegador para ver qué tablados tienen y me enamoro del recorrido del lunes: Duranas, Rondamomo en Parque Rodó y el Julia Arévalo en Paso de la Arena, muero de amor ya que los tablados populares son los que más me gustan ya que al ser “turista” me cuesta más llegar a esos rincones de Montevideo que me quedan más alejados de mi zona de confort. Tengo cita, es el lunes a las 19:45 en Capurro. Estoy algo nerviosa, porque de entrada soy tímida y no me suelo sentir cómoda entre gente que no conozco, pero me obligo a tomar coraje y el bondi para volver a subirme al “camión” de La Moji 10 años después (la primera vez fue en 2010, una tarde, bastante temprano, rumbo al Hospital Viladerbó). En todo ese tiempo cambiaron bastantes cosas, desde los componentes de la murga hasta el Cutcsa en el que viajaban en esa época que se transformó en un ómnibus con aire acondicionado (qué nivel!). Llego al club, y me quedo a bastante distancia de la murga que se está comenzando a pintar y a preparar para una nueva noche de tablados. Veo muchísimas caras nuevas y no me animo ni a presentarme, al rato, cuando termina de pintarse, se me acerca Facu (que es el único que me conoce de aquellas épocas en que todavía yo era joven) a saludarme, me entra a bajar de a poquito la timidez. Juan arranca a apurar a la murga, es hora de ir saliendo y sigo medio perdida entre tanta gente nueva para mí. Por suerte se acerca Mateo para darme la bienvenida, seguro que ni cuenta se dio de lo que ese gesto me tranquilizó. Subí al bondi y me senté bastante adelante, ya que no quería molestar a los murguistas… seguía tratando de pasar desapercibida, de no molestar… al toque Diego, que iba a sacar fotos, me pregunta si era la cronista del día, me río… sí, se supone que lo soy. Fabiana, la utilera más genia de todas, me da un poco de conversa, me voy soltando… Partimos para Las Duranas, circula una cerveza de origen ucraniano, la murga comienza a cantar para calentar la gola, y llegamos… ahí conozco a la madre de Lali, a la cual le brillan los ojos de orgullo al decirme que es la madre de la platillera, me siento en ese tablado hermosísimo, y me puteo por no haber viajado este año con mi cámara y tener sólo el celular para sacar fotos. Disfruto de los detalles, un niño sentado en la punta del escenario mirando embelesado a la murga, casi tan embelesado como yo, casi. De vuelta en el bondi, calor, mucho calor y trajes colgando del guardaequipaje, para secarse porque entre el calor que hacía esa noche, las luces que te apuntan y la puesta en escena deben hacer que esos trajes esten destilando mal. Toca Rondamomo, es un club de pesca que está justo justo atrás del Teatro de Verano, nadie entiende nada, nos bajamos y se escucha el audio del teatro (mi sobrina que estaba en el teatro me confirma que se escucha la actuación de La Moji en el Collazo), una locura! La murga actúa, el director se cuelga de la baranda de seguridad del Rondamomo para tirar los tonos, un perro ladra y un señor bastante mayor disfrazado de zorro se baila todo y nos queda grabado en la retina. Mateo vuelve a subirme el ánimo al preguntarme si la estoy pasando bien…. Claro Gurí!!! Partimos para Paso de la Arena, vamos bastante atrasados en horario, quedo sentada en el asiento de adelante del que va Nacho, vamos comentando distintas cosas de este carnaval, le comento que la última vez que fui de “gira con ellos” terminaron cantando Ser o No Ser en el Vilardebó, y ninguno de los dos sabe cómo fué que nos dejaron salir de ahí…. por lo menos ellos iban pintados, yo no… el tiempo cada vez pasa más rápido… llegamos al Julia Arévalo, bajamos charlando y de golpe nos encontramos con uno de los tablados más hermosos que vi, nos miramos y casi al unísono decimos: Qué lindo que está!!! La timidez a la mierda, me muevo por todo el tablado tratando de sacar fotos con el celular (cosa que no se me da muy bien, soy de la vieja escuela, necesito mi cámara, me vuelvo a putear mentalmente). Cuando está bajando la murga, Nacho nos encara a Laura y a mí y nos dice, casi que nos exige, den la vuelta, vayan para ahí atrás, lo que sería la parte de atrás del escenario, le hago caso y mentalmente le agradezco la recomendación, la entrada del centro cultural, que uno no ve si entra por el costado por donde entran los verdaderos artistas es soñada! Todos arriba del bondi de nuevo, las memis a full sacando la pintura, todos los celulares en modo espejo para ir desmaquillándose… paso por el baño mientras pienso cómo mierda me vuelvo de Capurro a Cordón (no es que sea difícil, es que no tengo ni idea de qué bondi tomar, soy turista), y como La Moji es mágica, la madre de Lali me ofrece acercarme, compro… y para mi sorpresa la mismísima Lali termina dejándome en la esquina de “casa”. En breve, el 21 de marzo pienso abrazarla fuerte en BsAs, a ella y a toda la murga!
Marisa Arrondo, 23 de febrero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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La tele dijo a la una y media de la mañana que La Mojigata pasó. Como se llama "La" Mojigata, tuvimos que esperar que nombren a las murgas que empiezan con "a", las murgas con "b", las con "c" y el pelotón de las murgas que empiezan con "la". ¡¡¡Bien!!! ¡¡¡Pasó nomá’!!! —¿A cuánto está el pasaje? —1170 pesos. —¡¡¡Qué lo parió!!! Es muy caro, ¿no? En Argentina ese viaje sale la mitad. —2340 pesos solo de pasaje, más unas cervezas, comida, taxi y otras boludeces se te van 5 palitos. Qué hacemos, ¿vamos? —Vamo’ sí, yo saco por OCA y los pago en doce cuotas, después papá me presta un mil y le devuelvo en cuotas. —Bueno, vamos sí. 500 kilómetros pa’ mirar una murga no es changa, pero lo hicimos. Domingo soleado y de ravioles en Goes y Defensa, domingo de teatro, domingo de segunda ronda, domingo distinto. Llegamos a Capurro a las seis, sonaba Madonna o Cindy Lauper, no recuerdo bien, pero una de las dos rubias amenizaba la maquillada mojigatera (uno esperaba encontrarse con Cabrera pero sonaba Madonna). Un útil megáfono aceleró la vestida. —¡Muchachos, vamos a ir poniéndonos los trajes que el ómnibus se va a las siete! Subimos atrás (donde van los pijillas). Norteña en lata, merengues, esencia de diez hierbas, té de jengibre, mate y tranquilidad, mucha tranquilidad. Llegamos al Parque Rodó y el sol nos regaló un atardecer de postal caribeña (increíble). El Manu le muestra la playa a su novia y le dice: —Mirá, mirá la playa, mi amor, ¿viste cómo te traje a la playa? El llamado por el costadito y el cuadro a la cancha. Nos sentamos en el sector E, fila 14, asientos 6, 7 y 8, bien de frente pero al lado del alambre de púa. Sale Recoba de traje azul de alpaca y corbata roja, un verdadero Trump carnavalero. —¡¡¡Laaaa Mojigaaaataaaa!!! El partido pasó volando (dicen que eso es bueno), algunos desajustes, un sonido que variaba pero Mojigata en cancha. El teatro le mostró la magia de sus manos, manos que aplaudían, manos que bailaban, manos que beraqueaban a pedido del pastor. —¡¡¡Retirada ya!!! Sonó como de otro lado, la cantaron dejando el hígado. —¡¡¡Buena, gurises, buena!!! Pedregullo, desconfianza , abrazos, descontento, besos, risas, descontento, radio y tele, minas y parientes, humo, aceite quemado, pedregullo descontento. —¿Y, hermana, qué te dijo el Fernando? —A él le gustó más que la primera. —A mí también. Media hora de Sarabanda en escenario y ómnibus que partía al Defensor y al Velódromo. Comenzaba el otro carnaval.
Marcelo Cayetano, 23 de febrero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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Montevideo, antidomingo 16 de febrero
Encaro para el Capurro, que se larga a a llover, que no. Ta. No. Sabía que había dos tablados. Me preparaba para una experiencia de esas que después contás en las reuniones de por vida. Apenas llegué me recibió Fabi, con una bienvenida colmada de humildad y afecto. Todas las murgas deberían tener una Fabi. En el club había un evento, yo ya respiraba alegría. Empiezan a caer los chiquilines de la murga y se vislumbra el preámbulo de una noche de carnaval. Espejos rectangulares en la pared de la cancha a diferentes alturas. Los niños juegan un basquetbol improvisado. Trajes por el piso. Mates que van y vienen. Ceremonia altamente recomendable. Todo pronto, salimos. Me acomodé en un asiento justo al lado de Toto que en el camino se dió un porrazo de esos que creés que no parará de llorar y no...media lágrima y sanseacabó! Calentando las gargantas ya me pusieron piel de gallina y no se me fue más. Primera parada: Almacén cultural Macanudos, a la voz de "primero baja la murga" (condición sine qua non, perfectamente organizada). Ese lugar es precioso. Feria, huerta, reciclaje, amor. La murga cantaba, yo gozada y pensaba cómo usar el cuplé del relato del partido como recurso didáctico para explicar el peronismo y que los estudiantes lo recreen. Pucha! Qué derrame de inteligencia la Moji! Antes del segundo tablado salió picada omnibusera sabatina, ya me habían avisado para que arrime provisiones, esta contaba entre otras cositas de snacks variados, mayonesa de remolacha, sanguchitos de miga, guacamole y oíte esta: brochete capresse...un lujo! Y amor en estado puro. Una vez en el Salus volví a admirar a la murga, hermoso marco, un sonido impresionante, aún con la piel de gallina y otra vez mis lágrimas en la retirada. Emociones mezcladas. Párrafo aparte: La familia y amigues. Firmes, compañeros, incondicionales, leales y cien adjetivos calificativos no alcanzan para describirlos. En la vuelta al club todo transcurrió entre charlas y otra vez Fabi atenta también, como si fuera poco todo lo que hace, en mi bienestar. Cómo pasaste? Emocionada y feliz es poco, me quedo corta. Redondeando la noche, con un cielo que espantó las nubes negras, nos tomamos una bien fría con algunos que quedaron. Si tengo que poner una conclusión sería que es admirable el talento y la virtuosidad de todo el colectivo, que se perdió la batalla quizás (si supiéramos bien de que se trata) pero la guerra está planteada, a no bajar los brazos, "que lo nuevo venga y este canto tenga razón de ser", que se necesitan Mojigatas y que SIN NOSOTRAS NO HAY CARNAVAL.   P. D: No voy a hablar de la jaula de nutrias jajajajajajaja.
Virginia Centonze, 16 de febrero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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Mirar la murga a través de los ojos de ellas
¿Viste cuando sabés que se acerca un día que estabas esperando, y después cuando llega estás tan nervioso que no sabés ni qué cara poner? Bueno, me pasó el 29 de Febrero, y no tenía nada que ver ni con el año bisiesto, ni con el cambio de gobierno, sino con algo que se había empezado a generar hace un mes, cuando con mis hijas vimos a la La Moji en el tablado del 1° de Mayo. Pasaron otras murgas ese día, pero ellas captaron que había algo especial ahí. A partir de ese día inauguramos un nuevo juego en la familia, que consistía en interrumpir cualquier conversación con un “VENÍ, VENÍ CON LO BUEEENOO”, que a veces podía mutar en un “ANDÁ, LAVATE LOS DIEEENTEES” o “TOMÁAAA TOMÁ EL DESAYUNOOO”, y de esa manera sin explicitarlo aprendimos que la murga se te mete en tu vida por cualquier ventana que dejes abierta. Después la vimos en el Velódromo, y fue suficiente para que cada una retuviera en su memoria un fragmento de repertorio que pasaría a ser su “favorito”: Violeta se quedó con “Vos mejor prendé el calefón, la última vez me fui a bañar con agua fría”, y Ema con “Cada cual vuelve a dar lo que queda de sí, pa cantar, pa reir, pa saber, pa inventarse”, aunque ambas coinciden en reir con liberación cada vez que la murga dice “malas palabras”. Todo esto a modo de introducción, para que se entienda que cuando llegamos al Club Capurro el sábado 29 fue como entrar a la baticueva, si sirve la imagen. “¿Vamos a poder ver cómo se pintan y se ponen los trajes?” preguntó Viole. “¿Vamos a ir en el ómnibus con la Moji?”, Ema, más confinazuda ya. Las dudas e interrogantes se fueron disipando solitas. Se acercaron a ver cómo se pintaban, vieron cómo traían los trajes, cómo se cargaban en el ómnibus las cajas con gorros, utilería, instrumentos, hasta que llega Viole con la noticia “¡Escuché decir que en 15 salimos!” y la alegría se le escapaba por los  ojos. Los tablados eran el 1° de Mayo y Velódromo. Subimos al omnibus antes que la murga para ir a los asientos del fondo, y ahi esperamos, mezcla de polizones e invitados de lujo. Fuimos viendo cómo el ambiente cambiaba del frío del aire acondicionado al calor de las risas y los saludos. Arranca el bondi, alguien pide que apaguen el aire, que estaba muy frío, se abren algunas ventanas para compensar, y la Pitu lucha con la “escotilla” (bueno, esa ventana del techo de los bondis, vos me entendés) hasta que la ubica en la posicion más apropiada. El trayecto hasta el tablado pasó volando. Facu pasa el tono y la murga “calienta” con la canción que da cierre al cuplé. Mientras cantan, miro los ojos de mis hijas y me doy cuenta de que están abriendo todas sus ventanas para dejarla entrar en ese lugar de la memoria que es como un museo vivo, que va a quedar guardado por siempre, y se me llenan los ojos de agradecimiento, de poder estar ahí, con ellas, con la Familia Mojigata, donde veo madres, hermanas, hijas, hijos, amigos y amigas, gente común que se hace excepcional en el sencillo y humano acto de encontrarse y caminar en una misma dirección, con todos los recodos que tienen los caminos. La actuación en el tablado también pasó volando. Cuando quisimos acordar ya estábamos enNIII VENÍ CON LO BUEEENOO, la coreo de la bancada evanshelista, gente que aplaudió el amague de “si a este gobierno le va bien, nos va ir bien a todos”, aunque por suerte en el remate de “NO, NI EN PEDO” fuimos más los que aplaudimos. Pero quiero adelantarme un poco, hasta el momento en que volvemos al bondi, y se corre la bola de que vamos para el Club Goes, donde hay un tablado de barrio con actuaciones de conjuntos de Más Carnaval. Llegamos justo para que las gurisas pudieran ver “A la bartola” (recomiendo fervientemente) con su espectáculo “para niñes” (sic), y casi inmediatamente, La Gran Siete con su espectáculo...bueno, gransietero (vos me entendés). Rápidamente perdí de vista a lxs integrantes de la murga, porque se quedaban saludando gente, ubicándose para ver y escuchar a las otras murgas, y porque  Ema y Violeta se fueron adelante del todo “para ver bien de al lado”. Y vaya si vieron. Barrio, vecinas, vecinos, gurisada, entrada libre, puestos de comida casera y producciones artesanales. Es difícil no caer en la tentación de decir “como los tablados de antes”. Creo que lo que uno siente cuando percibe algo así, es una especie de romantización, que no está del todo buena, pero que quizás pueda servir de combustible para impulsarnos hacia otro lugar. El pasado no vuelve, pero el futuro se nos viene, y cabe preguntarnos cómo lo vamos a esperar, o cómo queremos que nos encuentre. Si me preguntan, yo lo espero así, viendo en los ojos de mis hijas que este canto tiene razón de ser. Después cantó la Moji, antes de salir para el Velódromo, pero yo ya me había ido con dos niñas semidormidas, y mientras nos llevaba un 187 aburridísimo, sin risas ni canciones, sentía que la aventura había terminado pero no había pasado por nosotrxs, sino que nos había atravesado, como una aguja al conducir un hilo, nos había unido, nos había cosido como retazos de colores en un traje que, contra el cansancio y el desánimo, vuelve siempre, armadura de caballero andante, resistiendo en la interminable batalla cultural.
Rodrigo Vignolo, 29 de febrero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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Es de nochecita, vamos llegando al Club Capurro con mi hijo menor. Nos espera una nueva noche con La Mojigata. ¡La Murga! Vamos en el auto, escuchando Mojigata, hablando de Mojigata, preguntándonos, soñando. Llegamos, nos acercamos despacito, un poco de timidez, ¿o será que al hacerlo lento soñamos con estirar la noche para siempre? En la entrada nos enteramos que es noche de picada, vamos a la esquina, compramos un queso, tenemos unas galletitas y un jugo. ¡Adentro! Caminamos esos metros hacia el fondo del club con un poco más de familiaridad, pero con los nervios que ameritan. Algunes ya se están pintando. Otres van llegando. A pesar de nuestra vergüenza (ya es hora de superarla!) todes nos saludan y abrazan con inmenso cariño. Trato de pescar todas las conversaciones, se mezclan cuestiones organizativas con anécdotas jugosas y, como siempre, recuerdos de tal murga, de tal año, y de aquel detalle. Es notable, se acuerdan letras y arreglos que usó una murga en el 98, y hasta detalles de trajes y escenografías. Todes están concentrades. Se acuerdan cosas para ese día y también alguna para el día siguiente, para el Teatro de Verano, me tocó vivir la charla donde se planeaba una acción para el día siguiente, algo nuevo, que no había estado en la pasada anterior, y al día siguiente, se me infló el corazón cuando lo vi materializado! El redoblante recibe un mimo: parche nuevo, ajuste y apronte para el Teatro de Verano que es mañana. Nos subimos al bondi. Viendo de no invadir ningún espacio. No nos dan los ojos. El corazón sigue agigantándose. Arrancamos, el megáfono nos da la bienvenida y se musicaliza. Se viene la entrada en calor de esas gargantas amorosas. Se acuerda el repertorio del primer tablado. El recuerdo de la máxima: al llegar a cada tablado, primero baja la murga, luego los acompañantes. Al finalizar, a la inversa, los esperamos arriba del ómnibus. Primer tablado Las Acacias, luego un Rondamomo en un barrio de Montevideo, no recuerdo cuál, y el cierre en el Tío Suárez. Cada uno de los 3, es distinto, la organización, les locutores, la disposición del público, el sonido, lo gastronómico, casi todo. Coinciden sí en la avidez de les niñes por hablar y saludar a les murguistas, en todos los tablados, se acercan, y los quieren cerca. Y ellles están ahí, cerca, es lo que buscan, es lo que quieren. O es mi parecer. Y luego la gente, el pueblo, el mismo pueblo que le rasca el lomo a ese chancho/murga. Gente baila con la Bancada EvanYelista, y vive de pie y a pleno de palmas y saltitos cuando LA MURGA canta su bajada. Murga, vos sabés cuánto te queremos, eso parecen decir. En el medio, y entre los tablados se vive la picada, de lo más variado: chorizo, papitas y palitos, tomatitos cherry (con cabito), melón con jamón!!!, salchichitas, salame y queso, tartas, de todo!!! Y luego la picada dulce, con pastafloras varias, una de ellas de dulce de higo y unos tremendos panqueques de dulce de leche!!! No lo podés creer. Y lo mejor la buena onda que se vivió todo el tiempo. Se siente un grupo de amigues. Una familia. No tengo dudas. Para agrandar la familia, antes del último tablado, se sumó al bondi un grupete que provenía de la movida de Más Carnaval, tan cercanos al corazón de La Moji. Mi pequeño fue entrando en ritmo y confianza con los hijos de murguistas que venían en el bondi. Tanto así que cuando bajábamos en los tablados, hacían la suya. Y cuando volvimos al club, casi a las 2 de la mañana, se pusieron a jugar al futbol, y hubo que esperar a que ellos dieran por terminada la cosa, para recién poder irnos. Para mí, era la excusa para alargar aún más el sueño. En un momento de la noche le digo: “Mirá cuando ya no quieras acompañarme” y me responde con un rotundo “Vos me vas a acompañar a mi. Yo voy a salir en La Mojigata”. En este relato se evitaron los nombres propios, y con intención. Ya que si bien cada momento tuvo sus protagonistas, fuimos todes los que construimos esa noche. Como en La Mojigata, los nombres propios, si bien son importantes, pierden relevancia cuando de construir cuestiones colectivas se trata. Nuestra Batalla Cultural es amar a esta murga. A la familia Mojigata, que es tanto mucho más grande de les 17 que se suben al escenario. Se siente que son todes, los que están ese día en ómnibus y quienes que no. Quienes están  este año, quienes estuvieron alguna vez, y quienes están siempre. Me siento atrevidamente parte de esta familia Mojigata! GRACIAS!!!!
Adrián Horton, 22 de febrero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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Una noche de febrero
Hoy me toca salir de tablado con ellos, todos llegan de a poco y se nota el cansancio de la jornada de ayer con el Teatro de Verano y los dos tablados posteriores; pero igual salen a romperla, porque ellos van a ir a dar la batalla cultural con todas las ganas. Cabe decir que hoy tocan tres tablados, en tres puntos distintos (Duranas, Parque Rodó y Paso de la Arena) de Montevideo. Van subiendo al ómnibus y de a poco van calentando las gargantas y así entran en ritmo para disfrutar de otra noche más de carnaval. Ya en camino al primer tablado, los muchachos van entonando parte de su repertorio y ultimando detalles de qué va en cada tablado. En el ómnibus tenemos la presencia de una amiga de la Argentina que es la primera vez que sale de tablado con la murga. Al partir se informa que uno de los integrantes ("el Pelado") está llegando tarde y va directo al primer tablado. Pienso que es así la vida del murguista. Después de una jornada agotadora se pinta la cara y va divertir a todo el pueblo, en el caso de La Mojigata no solo lo divierte sino que sale dar su batalla cultural por todos los lados de Montevideo. En el primer tablado comienza el espectáculo y la noche empieza a correr. En los primeros instantes se nota aún un poco el cansancio de la jornada agotadora del Teatro de Verano. Suenan los acordes, las melodías, los tonos y se da rienda suelta a la fiesta bacanal. Los distintos cuplés se iban desarrollando hasta que la conexión con el público de este primer tablado surte efecto y todos acompañan con sus aplausos. Es allí donde nos encontramos con gente que sigue a la murga, como el gran Luis Begñole, y tanto nosotros como como la murga nos estrechamos en un gran abrazo. Abrazo que da cuenta de la afectividad que corre por el ambiente mojigato. Una vez terminado el primer tablado la murga corre hacia el ómnibus para partir hacia el segundo, que queda bastante lejos de donde estábamos. Unos minutos tarda la conexión con la gente del segundo tablado, pero cuando lo logra es aún mayor que el anterior. La recepción da cuenta del mensaje que intenta dar la murga llegando hacia los corazones para dar paso a la reflexión. Cabe decir que fue un tablado extraño debido a que estaba detrás del Teatro de Verano. Extraño para mí y no para la murga que defiende con ahínco el Más Carnaval. Mientras tanto y ya en el ómnibus nuevamente, todos lo que íbamos de acompañantes vamos generando una mayor afectividad compartiendo anécdotas, risas, experiencias y aprendizajes a partir del escuchar a la murga. Mientras tanto la murga va repasando lo que va  para el tercer tablado y el último de la jornada. Se llega al Paso de la Arena y descubro un hermoso tablado desde la organización hasta el cuidado del mismo. Allí el presentador exclama que La Mojigata debería de estar en la liguilla por su texto, con lo cual concuerdo puesto que su mirada crítica, la forma de decir las cosas y su ironía ponen en el tapete la realidad social. Luego los murguistas empiezan a desarrollar su maravillosa letra y ritmos pegadizos. En este tablado el público responde de forma perfecta entre los aplausos que forman una complicidad hermosa con la murga. Luego del tablado lo mismo de siempre: fuimos al ómnibus y nos volvemos al club. En el trajín de volver a casa me replanteo por qué me gusta tanto La Mojigata. Allí todos los pensamientos y reflexiones conducen a que cómo no gustarme, si ella representa lo que pienso y reflexiono. Cómo no gustarme si desde su lugar interpela a los sectores que generan desigualdad de algún tipo. Cómo no gustarme si su discurso es incisivo en pos de la igualdad. Gracias murga por abrirme las puertas de su día a día por segunda vez. Salú.
Nicolás Bentos, 24 de febrero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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"¡Hace como 20 días que no pienso en otra cosa! ¡¿Cómo me voy a olvidar?!" Así arrancaba nuestra 1.ª rueda en el teatro de verano de La Mojigata. 20:12, las entradas en casa, nosotros llegando al teatro... Disfracé a la Berlingo de Ferrari (mención especial para la copilota, que a pesar de mi mejor versión de infumable, no me aflojó) y llegamos a la platea con un minuto y pico de la murga ya cantando, y ahí cambié toda la bronca por felicidad. La murga estaba hermosa como nunca, o como siempre. El haber visto el espectáculo muchas veces me permitió dedicarle momentos a ver a cada uno en particular. Lo bien que hice. Y entre todas las cosas hermosas que pude ver, me quedo con el disfrute y la emoción de Amalia. La expresión de su cara queriendo evitar, con muy poco éxito, las lágrimas de emoción por estar ahí arriba con la murga de su corazón. Un viaje de un cumple de 15 al Collazo en 45 minutos. Hasta un atrevido que no les voy a decir quién soy intentó que el grito que por primera vez en muchos años iba a faltar estuviese ahí. Porque se lo merece la murga y ella también. Ella dijo que lo escuchó y yo le quiero creer jaja. El sueño del pibe ¡ja! De los abrazos y cumplir rituales en el pedregullo, al Capurro a seguir celebrando ya no solo la hermosa actuación, si no tambien el hecho de ser, como dijo Julia, una familia de apellido Mojigata. Yo, por las dudas, viví esa noche como si fuera la ultima vez que volvemos del teatro. Pero como me dijo Joaquín, no importa dónde, pero esta murga va a seguir. "Porque hay gente como vos, ¡mirá cuántos como vos hay acá!" Y es verdad, éramos muchos, que hace más o menos tiempo caminamos con la murga, que nos hizo parte y se volvió imprescindible. No nos faltes nunca murga, ni a nosotros ni al carnaval, al carnaval que cada uno quiera elegir. ¡Te quiero mucho! ¡¡¡Vamo' La Mojigata eh!!!
Luis Begñole, 6 de febrero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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Sin intermediarios
Este año decidí que no iba a mirar el carnaval a través de ninguna pantalla. Que no iba a ver partes por internet, ni en la tele, nada. La verdad es que el carnaval grabado me da un poco de tristeza, lo encuentro tan lejano, tan placebo, tan cosa que sustituye algo sin serlo; consumir eso no cumple con lo que entiendo que debe provocarme el carnaval, o mejor dicho, lo que quiero, lo que necesito que me provoque, que es adrenalina, felicidad, ganas de vivir. Entonces vi que les compañeres de La Mojigata invitaban a subir a la bañadera para ir de tablados con elles y pensé: esta es la mía. Porque a mí lo que más me gusta del carnaval son los tablados alejados del centro, los municipales, los armados por la gente, los que no tienen turistas, pero como no tengo auto, se me complica para llegar hasta allá. En la bañadera es divino porque es como un teletransportador que va de belleza en belleza, como si estuvieras en una galaxia de colores y esperanza de la que vas visitando todos los planetas. Tenían dos tablados de esos de los que más me gustan, y encima llegaba de Buenos Aires mi amigo Matías, murguero de Lxs Payasxs de Overol, y no podía hacerle una invitación más hermosa que ese viaje para festejar su llegada y el comienzo de sus vacaciones. Así que arrancamos para el Club Capurro, no sin antes cumplir con el pedido de comprar algo para la picadita en el bondi. Unos ricos sanguchitos, un poco de nervios en la panza (siempre me da nervios subir a la bañadera de una murga que no es la mía, no lo puedo evitar), y nos mandamos. Había estado una vez, antes, hace mucho, en la bañadera de La Mojigata. Es una murga que conozco muy bien, y que quiero y admiro enormemente. Me recibieron con tremendo cariño, una hermosura. Ligué un montón de abrazos y sonrisas. Eso es algo muy precioso para mí, porque a veces, en carnaval, protagonizar algunos conflictos o tener posturas radicales sobre las cosas rompe muchas relaciones humanas. Soy una militante feminista que estudia y opina sobre el carnaval, y soy, además, parte activa de SUCAU y del proyecto Más Carnaval, y eso no es fácil. Se paga un costo grande por decir lo que una piensa, qué va a hacer. Y a veces porque una se zarpa, también, o se equivoca, o se frustra, o no sabe cómo hacer para entenderse con ciertas personas por un tema de vivencias, de lenguajes, de egos, de tener convicciones demasiado sólidas en vez de la paciencia y la flexibilidad necesarias. Pero, a la vez, a muchas de esas personas carnavaleras las conocés desde la infancia (yo me crié en el carnaval), y las admirás por años, hasta que un día esos vínculos se rompen y bueno, es algo muy doloroso. La Mojigata ha sido siempre un lugar donde he podido volver y sentirme rebién, es como que hay una base de complicidad y respeto que se ha ido construyendo así, casi sin querer, a lo largo de los años, y eso me da una alegría tan inmensa en el corazón, que es como un regalo. Y también porque están atravesados por lógicas que, a mi entender, están recontra vinculadas con los feminismos: el protagonismo de les niñes que siempre están ahí, cerquita, por todos lados, el haber sido siempre una murga mixta, el haberse animado a inaugurar temáticas sexuales, en sus repertorios, desde perspectivas completamente nuevas... Y sí, es una murga tan divina y compañera, tan importante para mi historia, que me pongo un poco cursi al escribir sobre ella, y está bien che, porque qué también, en carnaval lo que juega es ser apasionada. Y mientras yo iba pensando todo eso, con mi pequeña timidez contra la ventana, el teletransportador llegaba al planeta del Centro Cultural Macanudos, un tablado hermoso, armado con un amor inmenso por la comunidad del barrio. Me dio una emoción muy grande en el pecho, y también me hizo pensar en la injusticia de que tantos conjuntos que quisieran, con sus espectáculos, visitar esos barrios y esos lugares tan especiales, no pueden hacerlo porque no participan del concurso, porque les son negados, sistemáticamente, los recursos estatales destinados a ese fin. Porque todo bien con la autogestión: cuando no queda otra, hay que armar la cosa igual, la resistencia es existir. Pero qué gran noticia sería que esos recursos que otorga el estado para el carnaval no fueran administrados de forma monopólica, ¿no? Y pudieran repartirse de un modo mucho más democrático e inclusivo (aunque siga habiendo un concurso televisado, qué sé yo). Pero bueno, ya me fui por las ramas, o por las constelaciones, y en realidad lo que quiero contar es que no había visto nada de la murga, no había escuchado ni una palabra del repertorio, hasta verlos ahí, en ese tablado tan tablado, tan de verdad. Y empezó La Mojigata con esa voz impresionante de La Pitu y la ironía y la inteligencia y la alegría y ese corazo que está recontra murguero y bueno, de pronto ahí, carnaval, la interpelación del cuerpo, y la carcajada fuerte, y mirar a la señora que está gozada, adelante, con la actuación, y disfrutar el presente, ahora, y compartir los palos tan bien dados, y escuchar una narrativa de las elecciones compleja, que me despierta y me deprime pero también me ayuda porque hoy, más que nunca, nos tenemos que decir lo que pensamos para armar acciones nuevas que nos junten, que nos congreguen. Y ahí me empiezo a mover en el banco, y estoy segura de que estuve bien de esperar sin ver nada hasta ese instante, porque el carnaval es la imperfección, porque a la pregunta de qué mierda es la belleza yo respondo: es eso que se le opone a la norma hegemónica, eso que prioriza la libertad, y la libertad nunca es ordenada y afinadita, vamos, la libertad es tremendo quilombo, y menos mal. Me puse a llorar, más bien. Qué más. Después volví a subir a la bañadera para ir al otro tablado y ya me sentía distinta, porque el arte te afloja, claro, carnaval, y alguien me pasó un ferné, y se armó la picadita y la conversa, y ya me daba menos vergüenza porque me pasó por arriba la energía de la música, de la poesía. Aparte se abrió la noche y salió una luna diquera, sexy, que lo envolvió todo con tremendo romance. Y me acordé de aquel tango, tan bonito, que decía, romance de barrio, tu amor y mi amor... Llegamos al tablado del Club Salus, en La Teja, y otra vez, tremendo planeta de belleza, todo ordenado y pintadito, con la gente ansiosa, esperando, y un sonido que estaba tremendo, se escuchaba perfecto. Me senté, me apoltroné pensando que ya estaba preparada para lo que iba a venir y no, qué va, de nuevo la sorpresa, la colgadera absoluta, y repasar todo, y esa cosa de la relectura que tienen las murgas que hay que verlas muchas veces, más bien, pero no para "entenderlas" sino porque cada función es efímera, y distinta, y se arma con todes quienes están ahí, porque no da lo mismo, no señor, nunca da lo mismo si estás en tu casa. Dejarse atravesar, entregarse, devolver algo, aplaudir, dejarle ver al tipo o a la piba que están ahí arriba qué te pasa en el cuerpo con eso que están haciendo, qué te pasa en los ojos con esa retirada tan valiente que te enorgullece y te hace sentir que ta, que vamos bien, vamos bien porque la coherencia sigue siendo un valor, y acá estamos, hoy, bajo esta luna, emocionados y juntos, bajo esta luz. Y porque ver una murga así dan ganas de agradecerle a la vida el ser testigo de tanta lucidez y talento, sentadita en el barrio, siendo parte del pueblo. Uruguay, nomá. Más abrazos, y comentarios, qué lindo es este tablado, cómo suena, che, qué hermosa que es la gente. Algún murguista sudoroso dejándome la querida mancha blanca en el cachete, el teletransportador al club y sentirme agotada de mí misma y de mi intensidad, y también pensar bueno, una noche inolvidable de carnaval es algo intransmisible, que quiero que tengan todes les niñes que amo. Una noche mágica de carnaval es algo por lo que vale la pena seguir peleando, siempre. Murga, murga, vos sabés cuánto te quiero... sos lo más grande que hay.
Soledad Castro Lazaroff, 8 de febrero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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Martes 4 de febrero. Vivo a tres cuadras del Club Capurro y ya tenía armado el itinerario del día en mi cabeza, esperando, desde que desperté, que llegara la hora de estar ahí. La cercanía no evitó que llegará unos minutos más tarde de la hora acordada. El Tucho me esperaba en la puerta e iríamos a por una cerveza para intentar bajar el calor del día y también (en algo) mi ansiedad. Entramos. Estaba yo como la niña chica que pide al murguista que le pinte la cara, deseando quedar toda pintada con apenas un beso. Ese era mi espíritu desde que nos embarcamos en esto. Lo primero que noté al entrar fue el silencio, me temblaba todo, hablaba mucho y sin parar (lo que delataba mis nervios). Saludaba gente de la murga como si nunca antes la hubiera visto. Y en realidad así era, nunca les había visto así, cómo les veía hoy. Mientras les miraba llegar pensaba que esto que estaba pasando tenía un aire de ritual. Un ritual al que te invitan a participar, mirándolo de adentro, aunque no conozcas sus signos ni sus momentos. El ritual para mí tiene una doble dimensión por un lado en lo que refiere al intercambio social con les otres y por otro en cómo cada persona lo vive individualmente y en relación al grupo con el que lo comparte.  De alguna manera nos hace parte y todo. Me encuentro asistiendo a una serie de movimientos que la murga va haciendo, unas prácticas un tanto desconocidas para mi, pero en las que fui invitada a participar. Intuyo, mientras los voy viviendo, que cada murga debe tener sus señas y sentidos propios. Y este gesto de la Mojigata de convidarme(nos) a ser parte de sus palabras, de sus objetos, de sus recorridos, de sus movimientos ya habla por sí mismo de lo que la murga es y quiere ser. Me invadió una sensación de que estaba todo demasiado tranquilo. Todo el mundo caminaba despacio, hablaban con quienes tenían cerca, cebaban mate, fumaban. Ahí caí en la cuenta de que algunxs venían directo del trabajo, otrxs caían con sus hijxs, comentaban cosas del día mientras iban haciendo casi de memoria los primeros pasos del ritual murguero. Decidí escuchar y mirar. Había trajes, zapatos y sombreros del vestuario por todo el piso, como en pequeños montículos desperdigados. Un rato más tarde entendería que ese aparente desorden no era tal. Cada unx sabe dónde está su vestuario y se encargará más tarde de llevarlo hasta la bañadera. Quise poner mi mirada en las pibas de la murga, ya desde antes de ir iba con ganas de mirarlas especialmente a ellas. Vi a Amalia frente a los espejos empezando a ponerse la base blanca en su cara (hay varios espejos, colgados a distintas alturas en una de las paredes). Quise sacar fotos de una, pero sentí la necesidad de pedir permiso para hacerlo y así lo hice. Cada unx va maquillándose mientras yo imagino qué formas y colores elegiría en su lugar. ¿Cómo será esa sensación de cara pintada durante tantas noches de carnavales? ¿Cómo se vive en la piel de un/a murguista? Vuelvo a las pibas. Ana ya terminó de maquillarse y fuma mientras ríe, hablando con alguien. La Pitu se acerca a la mesa de materiales y se retoca alguna línea. Alguien pide ayuda con un círculo de su cara que quedó medio chueco. Toda esa calma y tranquilidad empieza a cambiar con el grito de Fabiana que avisa que en cinco minutos nos vamos. Fabiana fue la primera en darnos la bienvenida y tuve la sensación de que la Mojigata es "muy ella". En poco rato la vi hacer de todo: cargar percu, hablar con el conductor del ómnibus, hacer comentarios individuales, recordar horarios, alegrarse porque iba a poder subir con tiempo las capas al escenario. A esta mujer solo le falta cantar, pensé, eso también me lo iba a responder luego. Con el aviso de partida nos arrimamos a la puerta, la bodega del ómnibus está abierta y cada murguista (aún a medio vestir) va tirando allí el resto de su vestuario. Nacho nos dice que nos acomodemos por ahí. Es momento de subir, me vuelen los nervios. Tantas veces escuché historias, canté canciones acerca de murgas en camiones y bañaderas, tarareo alguna para mis adentros. Se escuchan varios chistes y comentarios acerca del ómnibus, su confort, el aire acondicionado y hasta se habla de la comodidad de sus butacas. Alguien riendo dice: disfrutenlonnn! Y a mi me dan ganas de que todo el mundo sepa y entienda lo que estoy viviendo. Tipeo en mis redes "La Tana se siente entusiasmada en la bañadera de la Mojigata". Estamos todes arriba. Arrancamos. Mateo agarra un megáfono y explica que luego del velódromo van a una parrillada y de ahí a la prueba de sonido en el Teatro de Verano. Facundo, que venía sentado abrazado a su guitarra, algo pensativo me atrevería a decir, se para en el pasillo, toca un par de acordes, todes lo miran, empiezan a cantar. Fabiana, que venía pendiente del tránsito y la hora, se para... Y canta. Me sorprende con su voz y pienso en lo que alguien alguna vez me dijo: lxs utilerxs son murguistas. Amalia para cantar también se para en el pasillo, mientras termina de vestirse. ¿Cómo se vive el carnaval siendo mujer murguista? ¿Cómo transitan y viven los cuerpos de las mujeres murguistas ese territorio? Escucho ese ensayo en movimiento y veo en su puño el pañuelo rojo: sin nosotras no hay carnaval. Y pienso en tantas mujeres queridas, enormes murguistas. El ómnibus se detiene. Se pausa el ensayo. Algo pasa. Por primera vez leo en las caras de la murga algo de nerviosismo que se disipa cuando el ómnibus vuelve a moverse. Vuelven a cantar. Se hacen ajustes y cambios que van a probarse hoy. Llegamos. El velódromo está repleto. Nos piden seamos los últimos en bajar y junto a nosotrxs bajan tres niñxs que ya entendieron todo lo que pasa allí. Abrazos con murguistas amigxs, gente que se acerca  a saludar y madres con niñxs que piden fotos. Ana se agacha a la altura del niño, se sonríen, le muestra su gorro y le pregunta al niño si quiere sacarse una foto. Se da vuelta y me aclara que siempre prefiere preguntarle a lxs niñxs a pesar de la insistencia de sus padres. No había reparado en Lali, hasta que la veo parada al lado del escenario, al borde del primer escalón. Está abrazada a sus platillos, sonriente, con la vista perdida y en silencio. Algo en ella me dice que está deseando subir y empezar a tocar. Ella vibra al ritmo de su música. La murga está parada, toda junta, al pie de la escalera. Se escucha la voz del presentador que anuncia la bata. Lali ya subió, gozada, tocando. Ahora sí, es todo energía latente que se siente en el cuerpo. Van a subir. De la nada la Pitu empieza a rebotar pegando saltitos cortos que la despegan del resto de la murga. Y, sí, claro, yo también lo haría, el velódromo repleto y ella ahí, parada, con su voz, va a decirle cantando que la Mojigata ya llegó. Me quedo quieta y en silencio, mirando hacia el escenario viéndoles, todo parece quedar en pausa. Me pasan por el cuerpo cada uno de los gestos y signos que ví y viví. Todo se alinea de pronto en una sola sensación que ahora puedo poner en palabras. Estar acá con la murga, ahora, ser parte, sentirse Mojigata, todo esto tiene razón de ser.
Natalia Marcovecchio, 4 de febrero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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Llego al Capurro medio triste (los domingos, ¿vio?) y sin muchas ilusiones. La murga se está maquillando y mis amigos me esperan con una cerveza mientras Emilio corre por la cancha tocando sus platillos. Al ratito se escucha un llamado y la murga se arma en ronda: con los trajes a medio poner por el calor que no da tregua, empiezan a practicar el cuplé evangelista con algunas novedades. Pame me cuenta que sacaron la parte de los fieles haciendo leru-leru y ahora van a invitar al público a bailar una coreografía al ritmo de "canta con Beraca". También hay un par de chistes nuevos sobre Verónica Alonso y los santos de los últimos días que no llego a escuchar desde el murito, ya me enteraré en los tablados.
Desde el fondo del bondi suenan risas y alguna estrofa de Contrafarsa 2002 —el cuplé del cine y aquel del pastor Martínez— mientras Juan tira chistes cebando mate y Fabi nos recuerda que cuando lleguemos baja primero la murga, y recién después todos los demás.
El Monte de la Francesa explota de gente, las sillas del tablado están llenas y algunas vecinas y vecinos se acomodan en sus reposeras de playa. Entre risas y aplausos llega el cuplé evangelista: la coreografía nueva sale, todo el tablado se la aprende y baila con la murga. En la bajada unas niñas interceptan a Amalia para sacarse fotos —murga, murga, vos sabés cuánto te quiero— y el tablado entero despide a la moji de pie, acompañando la batería con sus palmas.
Camino al Rentistas hay algún problema con la ruta o el estacionamiento, a nadie le queda muy claro, y terminamos un rato con el bondi parado a unas cuadras del club. Cierro los ojos y me dejo adormecer por la guitarra de Facundo un par de asientos más atrás, mientras del fondo se escuchan risas y algún otro cuplé de Contrafarsa con la letra cambiada. La espera también se disfruta.
Llegamos al tablado un ratito antes de lo previsto y alguna murguista aprovecha para ir al baño mientras otros hacen fila para comprar un choripán antes de arrancar. El presentador le manda saludos a Beto desde arriba del escenario y se deshace en elogios para la cantina del Capurro. La murga canta, el tablado estalla de risa con el chiste de Mr. Bean y nadie se queda en la silla cuando llega la coreo evangelista.
Volvemos al club con maquillajes a medio sacar, niños dormidos en brazos y varios bostezos. Me voy a dormir con una sonrisa: no hay tristeza de domingo que pueda con la magia de esta murga.
Chiara Miranda, 2 de febrero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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Volver a nacer Sin miedo a crecer Buscando un camino Volviendo a ser yo
El niño, la niña que te abraza y te mira, te deja perdida Y casi sin voz
Ahí volvés a renacer... Rompiendo los miedos Cumpliendo tus sueños De un carnaval mejor
Los ojos de tu hijo Reflejo de uno mismo Te acarician Y se te va el dolor
Reconstruye en base a su mirada Que queda apagada Pa’ encender un nuevo amor
Son sus risas, Que iluminan noches Y cada mañana En el eco de su voz
Aprendimos a descontruirnos A ser más sinceros al cantar una canción Es por eso que todo es un hecho Pa poder cumplirle A lo que hoy siento yo
El niño, la niña que te abraza y te mira, te deja perdida Y casi sin voz
Ahí volvés a renacer... Rompiendo los miedos Cumpliendo tus sueños
Gabriel Navarro, 2020
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murgalamojigata · 4 years
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Este año noté algo raro con La Mojigata ya desde los ensayos. Si bien siempre me fascinó la murga, este año había algo más que hasta ahora no lograba identificar qué era o de dónde venía. El asunto es que al empezar la retirada yo me quebraba, sistemáticamente cada ensayo, con cada "murgas que se van cansando" a mí se me arrugaba el pecho. Fueron no menos de 6 o 7 ensayos que apreté todo lo que pude pa que nadie se diera cuenta, y eso que a mí disimular las emociones me cuesta un huevo. Cada vez que escuchaba "esta murga está pensando lo de mandarse a mudar" yo hacía puchero. Me costó darme cuenta por qué me pasaba, llegué a pensar que yo estaba sensible. Ayer en el Teatro entendí todo. Yo viví el carnaval muy al límite desde pequeño, en cuanto a emociones digo, fui muy fanático. Me acuerdo de memoria espectáculos enteros de murgas que se las ha tragado el olvido, quizás hasta para sus mismos integrantes. Vivía el año entero deseando que empezaran los ensayos de la Falta. Mis amigos "endemientras" salían a bailar. Yo buscaba frases de repertorio para poner de estado en el Messenger. Voy a escribir algo muy trillado pero no importa, cantaba el repertorio entero de la Falta y Resto 96 (año raro de la Falta) frente al espejo. El carnaval era todo para mí. Ni me imaginaba por esos tiempos que aquello que parecía un imposible iba a terminar sucediendo, 20 años más tarde iba a tener mi chance arriba del escenario. Tampoco me hubiese imaginado todo el proceso de desamor que iba a vivir con el carnaval, cómo se iba a ir muriendo adentro de mí la "fiesta popular". No voy a enumerar las razones porque la idea no es cansar a nadie. Pero nunca me imaginé, tampoco, que iba a llegar a sentir cierto desprecio por conjuntos y gente que no tienen la culpa (no toda al menos) de mi desencanto. El asunto es que si todos estos años me he mantenido revoloteando alrededor del carnaval, sintiendo que aún quedaba una razón, algo que valía la pena... una motivación digámosle, tenía nombre y apellido: La Mojigata. Tampoco voy a enumerar razones, son demasiado obvias. Entonces ahora debo volver a los ensayos de la Mojigata. Yo me emocionaba porque sentía, siento, que la Mojigata se está despidiendo del carnaval. "Carnaval" como lo entendíamos hasta ahora, con el que me crié y el primero que aparece en nuestra cabeza. La Mojigata, en mi interpretación personal, propia y... mía, se está bajando en la próxima parada y me late que para siempre. Y eso a mí, hasta ayer, me dolía. Era un duelo doble. Era enterrar a La Mojigata en el Carnaval y con ella enterrar al Carnaval. Eso era lo que me tenía movilizado. Fueron muchos años. Ayer lo volví a entender así, pero me alegró. Viendo —una vez más— la lógica del Teatro de Verano me dieron ganas de subir al escenario a empujarlos a todes y gritarles "vamosnó boludo/a esto está de meno!" No pude entender la tibieza de la platea baja con la mirada analítica exagerada, los prejuicios en la mano y el personaje con la capa puesta. Con todo respeto, no debe haber murga o agrupación que diga tantas cosas como La Mojigata. Pero claro, no entra el tipo vestido de mujer, ni gritan "se acabó el recreo". La retirada es hermosa, pero no son 10 bajadas enganchadas para que la gente se pare faltando 35 minutos, ni los comentaristas de las radios agarren el comentario con la voz quebrada queriendo disimular una objetividad que nunca existió. Ayer, después de tanto tiempo, entendí que lo más sano que le puede pasar a La Mojigata (siempre desde mi vereda, está claro) es irse ya de ahí. Me gustó el proceso que hice igual de no quedarme en el fanatismo de decir "fah me re emociona la moji bo" y ta. Algo había. Ojalá que en unos meses podamos estar festejando este renacer con otros rumbos, se lo recontra merecen. Y yo estaré siempre acompañando desde donde quede un hueco porque ustedes para mí son una referencia en la vida. Salú!
Marcelo Faingola, 6 de febrero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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Bien de al lado…
Tengo muy presente la emoción que sentí la primera vez que entré al ensayo de la Medio y Medio, la murga joven en la que debutaron mis hijos Julia y Mateo. Cuando yo era chica —tengo 60 años— mi carnaval consistía en ir al corso del barrio, tirar papelitos, jugar con agua… los cabezudos no me hacían ninguna gracia. También miraba el desfile por 18 de julio, desde un privilegiado balcón de un primer piso de la plaza Libertad. La murga no formaba parte de ese carnaval de mi infancia. Descubrí sí, a temprana edad, el poder y la hermosa vivencia del canto conjunto, del canto coral.
Después aparecieron Jaime Roos y Falta y Resto, y con ellos puentes que fueron acercando mundos antes tan distantes. Me fui dando cuenta del gran valor integrador de la murga, y a visualizarla también como herramienta terapéutica: contiene todas las artes, es súper inclusiva, todos pueden tener su lugar de pertenencia, ya sea cantando, bailando, tocando, actuando, presentando, pintando banderas, maquillando, cosiendo o ayudando a trasladar cosas o a armar un escenario. Con traje y con la cara pintada, parece que nos animamos a mostrarnos más… Pero mi mirada, siempre de afuera, de espectadora, de seguidora, de madre. Puedo ver que es un camino de ida, que ha ido “tomando” de a poco a mi familia. Basta con ver a Emilio… este año, hasta convivo con un novel murguista…
El otro día salí en el ómnibus. Me sedujo mucho la idea de ver qué pasaba ahí, acompañar, vivir más de cerca una noche de tablados. Así como cuando uno mira los trajes de cerca y no puede creer la enorme variedad de telas, texturas, colores, estampados, detalles que nada tienen que ver entre sí, en mi viaje de esa noche me encontré con la enorme variedad y diversidad de cosas y detalles que forman parte del espectáculo, pero también de la cotidianeidad y  de la identidad de este grupo particular. Y como todo este crisol se plasma en un todo homogéneo y contundente cuando suben al escenario, y una lo recibe desde abajo. Potente y coherente. La complementariedad de los integrantes (no me gusta la palabra componentes), de los mensajes, los diferentes roles, la individualidad y el grupo, todos los colores de los trajes, todo cobra un único sentido cuando están arriba. Escuché y vi cosas muy diversas: “Los gorros se están desarmando y todavía no fuimos al teatro”, “hay que recortar como 4 minutos…”, “mañana, picada!”. Hay un rato libre: sale asamblea. Los niños acompañan, suben al escenario sin ningún pudor, juegan, se duermen si viene el sueño… cada tablado y su público… remarla en un tablado con poquita gente…. subir al escenario después de los Zíngaros y antes de la Catalina… escuchar las preguntas y reflexiones: “¿ves?, esto es lo que le gusta a la gente….” Analizando, cuestionando a cada paso, cada noche, ¡nunca paran! Me río mucho con los chistes del Pela en el ómnibus (y no es fácil hacerme reír) y con las intervenciones de la Pitu en el escenario. Fue una noche muy disfrutable. Yo siento orgullo, mucho orgullo. Gracias por la oportunidad. Que lo nuevo venga. Que este canto tenga razón de ser. ¡Salú Mojigata!
Mayra Hugo, 31 de enero de 2020
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murgalamojigata · 4 years
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La bañadera empezó a moverse y resignificó el movimiento entero. Se movía, porque cada vez eran menos las cuadras que nos separaban del Buceo. Se movía, porque entre arengas y risa estaba tan llena de vida que era imposible concebirla quieta. Se movía, porque más que murga eran murgas -gracias, La Quetejedi- que bien podían ser una. Se movía, y a mí me daba miedo que el motor no pudiera con el peso de la idiosincrasia de saber ser sin ser de nadie, de poder hacer y que hagamos todxs.
El Buceo estaba tranquilo. Murguistas y público recién comenzaban a entrar en calor, y la murga supo darles de a poco el empujoncito que les faltaba para levantarse de las sillas y aplaudir, para que se les note en las sonrisas, ahora sí, la alegría de compartir otra noche de carnaval. Esa misma emoción creciente fue la que guardamos al arrancar hacia Malvín. Entre ajustes de repertorio y repartidas de agua el camino, ya corto, se hizo más corto aún. La expectativa había aumentado. Lo latente, como lo no dicho, llegó en toda sintonía con un consejo que me acercaron: "no escribas nada todavía". Algo se estaba cocinando. De cualquier manera, yo ya había escrito sobre el canto y la algarabía, los chistes y la complicidad, el presente y lo que venía. ¿Cómo hacían para ser ellxs y ser murga, abrirse al carnaval y sostenerle la mirada, calma, gentil, clara? Se me ocurrió que eso hacen las familias y enfilé, también, hacia abajo. Si quedaba algo contenido terminó de florecer mientras pasaban los minutos. La murga cantaba, saltaba y reía como una amalgama de todas las cosas que aún están bien. Perdidxs entre la gente se hacía difícil -e innecesario- distinguir entre lo real y lo mágico, y mientras un canto abrazaba su razón de ser unos poquitos que estábamos al costado casi sin querer miramos el cielo. Yo pensé que si no encontraba nubes a lo mejor habíamos terminado encima de ellas y fue ahí, encandilado y feliz, donde pude ver con claridad como a eso de las once de la noche ya empezaba a amanecer en el tablado.
Gracias, murga, por ser el Sol que brilla fuerte cada carnaval.
Santiago, 30 de enero de 2020
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