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#empotrado
caughtinahustle · 6 months
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Lookout - Scandinavian Basement Large basement photograph with a light wood floor and white walls in the Danish style.
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yesmariasantiagosfan · 6 months
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Todo lo que necesitas saber sobre armarios empotrados
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Los armarios empotrados son una solución de almacenamiento elegante y funcional que ha ganado popularidad en los diseños de interiores. Son una opción perfecta para optimizar el espacio en tu hogar y mantener un ambiente limpio y ordenado. 
Ventajas de los armarios empotrados
Al estar integrados en la estructura de la habitación, no ocupan espacio adicional, lo que es ideal para habitaciones pequeñas o con diseños irregulares.
Los armarios empotrados se pueden personalizar según tus necesidades y preferencias. Puedes adaptarlos para colgar ropa, guardar zapatos, organizar accesorios, o incluso diseñar un vestidor a medida. Esto garantiza que el espacio de almacenamiento sea altamente eficiente.
La integración de los armarios en la estructura de la habitación crea una estética integrada y uniforme. Puedes elegir el diseño, los materiales y los acabados que se adapten a la decoración de tu hogar, lo que mejora la apariencia de la habitación.
Los armarios empotrados permiten mantener un ambiente limpio y ordenado, ya que todo tiene su lugar designado. No hay necesidad de lidiar con muebles independientes o estanterías adicionales que puedan acumular desorden.
La instalación de armarios empotrados puede aumentar el valor de tu hogar. Los compradores potenciales a menudo valoran el almacenamiento integrado y la organización eficiente. 
Diseño de armarios empotrados 
Distribución interior
La primera consideración al diseñar armarios empotrados es la distribución interior. Determina cómo deseas organizar el espacio: estantes, cajones, barras para colgar, compartimentos específicos, etc. Esto dependerá de lo que planeas almacenar en el armario. 
Materiales y acabados
Selecciona los materiales y acabados que se ajusten a tu estilo y presupuesto. Puedes elegir entre madera, laminados, melamina, vidrio, espejo y una variedad de opciones decorativas. Asegúrate de que los materiales sean duraderos y resistentes a la humedad si planeas instalar armarios empotrados en baños o cocinas. 
Puertas y accesorios
Elige el tipo de puertas que mejor se adapten a tu espacio y estilo, como puertas correderas, abatibles o plegables. También considera la inclusión de accesorios como luces empotradas, tiradores y sistemas de cierre suave para puertas y cajones. 
Medidas precisas
La precisión es fundamental al diseñar armarios empotrados. Toma medidas precisas de la zona donde se instalarán los armarios para asegurarte de que encajen perfectamente. 
Mantenimiento de los armarios empotrados 
Limpia los estantes, cajones y superficies regularmente para evitar la acumulación de polvo y suciedad.
No sobrecargues tus armarios empotrados, ya que esto puede dañar las puertas y los sistemas de cierre.
Si observas cualquier daño o desgaste, programa reparaciones inmediatas para evitar que los problemas empeoren.
Sigue las recomendaciones del fabricante para el cuidado de los materiales específicos utilizados en tus armarios empotrados.
Los armarios empotrados son una excelente solución para optimizar el espacio de almacenamiento en tu hogar. Su capacidad de personalización, estética integrada y ventajas en términos de orden y limpieza los convierten en una opción popular en diseño de interiores.
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idealfitnessdublin · 10 months
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Basement - Lookout Large basement photograph with a light wood floor and white walls in the Danish style.
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aarikawolfnews · 1 year
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Living Room Library (Madrid)
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jouelacommelara · 1 year
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Lookout - Scandinavian Basement
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grussellgirl · 3 months
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— Choose
farleigh start x f!reader
warnings: smut. handjob. farleigh (he is just so beautiful)
note: maybe I'm gonna translate this to english, but I'm lazy. You can find me also on Wattpad as grussellgirl
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"¿Bromeas?" chillaste con una expresión de incredulidad ante la declaración del chico sentado junto a tí.
Tu amiga Venetia te había invitado a Saltburn para pasar el verano, y en cuanto conociste a su primo Farleigh conectaron de inmediato, llevándose bien y haciendo una buena amistad, una de esas en donde el coqueteo es constante y las respuestas deben ser agudas.
"¿Matarías a Ben Whishaw pero te cogerías a Hugh Jackman?" negaste con la cabeza.
Habían estado jugando a 'coger, casar y matar' desde que el karaoke había sido acaparado por uno de los Henry, y a pesar de que a ustedes les parecía tedioso, al resto parecía encantarle, ya que aplaudían y coreaban las canciones, atentos a la actuación del hombre. Pero tú discusión con Farleigh era mucho más entretenida, y el sillón empotrado en una esquina del salón era mucho más cómodo.
"¿Entonces tú qué harías?" resopló, mirándote a los ojos. "Es difícil decidir con las opciones que me diste".
"No es difícil. Yo me casaría con Halle..." respondiste decidía y él asintió ya que había respondido lo mismo. "...me caso con Ben y mato a Hugh"
"No" negó Farleigh con la cabeza, golpeando tu rodilla con su pierna. Tú lo miraste mal, pero él ignoró tu expresión.
"Ya, tu turno" apuraste, mientras veías a Henry comenzar otra canción con los vitores de todos animándole. Farleigh pensó por un momento, pero su rostro pronto se iluminó con picardía y la sonrisa en su rostro te mantuvo alerta.
"Felix, Venetia y yo" murmuró mirándote a los ojos, tan cerca de tu rostro que sentiste cómo su aliento te hacía cosquillas en tu mejilla.
"Fácil" declaraste y él alzó las cejas en sorpresa. "Follo con Venetia, mato a Felix y me caso contigo".
"No" negó de nuevo con la cabeza, apartando su mirada de la tuya, soltando un suspiro por la decepción.
"¿Qué?" reíste por su reacción. Él se dedicó a ver el concierto de Henry, gritando y aplaudiendo para animarlo. Le habías dado en su ego. Lo llamaste por su nombre, pero él te ignoró, coreando la canción, hasta que se te ocurrió colocar tu mano en su muslo, subiéndola peligrosamente cerca de su entrepierna sólo para bajarla de nuevo, lo cual funcionó, ya que giró su rostro de nuevo para mirarte.
"¿Por qué no coges conmigo?" preguntó en un susurro, mirando tus labios.
"Me estoy casando contigo, es obvio que vamos a follar a diario" dijiste obvia muy cerca de sus labios y el chico se movió en su lugar, tratando de acomodar su pantalón, el cual de pronto le resultaba apretado. "¿Feliz?"
"No" sentenció, alternando su mirada de tus ojos a tus labios. Se acercó a tu rostro, dispuesto a besarte, pero justo cuando sus labios se rozaron, te apartaste de él, negando con la cabeza. Él abrió la boca para decir algo, pero lo único que salió de sus labios fue un suspiro pesado al sentir tus dedos acariciar su creciente miembro sobre su ropa. Sus caderas se elevaron contra tu mano en busca de una mayor estimulación, pero tú dejaste de tocarlo. "No me dejes así" pidió, tomando tu mano y guiándola de regreso a su erección.
"¿Tan urgido estás?" reíste bajo mientras movía tu mano contra su dureza. Miraste a tu alrededor, asegurándote de que nadie viera lo que estaba por venir. La esquina en donde estaban estaba poco iluminaba, por lo que quizá no verían mucho, además, Henry había comenzado a cantar SexyBack y todos estaban más atentos a él que cualquier otra cosa.
Te deshiciste del agarre del chico y él te miró suplicante. "Si nos atrapan será tu culpa" le advertiste antes de bajar el cierre de su pantalón, para después escupir en tu mano, haciéndolo jadear ante la imagen. Metiste tu mano en su cremallera y te abriste paso a través de su ropa interior hasta su miembro, tomándolo en tu mano, comenzando a subir y bajar. La respiración de Farleigh se volvió pesada, tratando de mantener sus jadeos por lo bajo.
Su miembro estaba completamente duro, y el líquido preseminal ayudaba a lubricarlo, permitiéndote trabajar. Cuando comenzaste a estimular la punta, Farleigh mordió su labio inferior, cerrando sus ojos y echando su cabeza hacia atrás, dejándola caer en el respaldo del sofá. Sonreiste para tí misma y volviste a tomar su miembro desde la base, subiéndola por su longitud al mismo tiempo que lo apretabas un poco. Aumentaste la velocidad y de pronto le era casi imposible contener los sonidos que amenazaban con salir de su boca. Sentiste cómo su cuerpo se tensó y su mano derecha se aferró al brazo del sofá mientras que la otra se posó en tu pierna.
"Más rápido" murmuró con los ojos aún cerrados y su pelvis se elevó un par de veces contra tu mano por reflejo. Tú hiciste caso, aumentando la velocidad de tu movimiento, acercándolo cada vez más al clímax. Su abdomen se tensó y abrió la boca, con su nariz arrugada y sus ojos cerrados con fuerza, y sin advertencia se corrió en tu mano con un gruñido que se perdió entre los aplausos de todos. Tu mano siguió bombeando su miembro mientras su semen terminaba de salir por completo, prolongando su placer un poco más.
Abrió los ojos y soltó un suspiro, tratando de recuperar la respiración. Tú sacaste tu mano de su ropa, manchada con su semilla y te limpiaste en un abrigo que estaba junto a tí. Farleigh te miró con una sonrisa divertida y subió su cremallera.
"Ahora debo limpiar tu desastre" susurró contra tus labios antes de ponerse de pie y salir de ahí directo al baño.
Miraste alrededor de la sala y notaste a Felix observándote con una copa en su mano. Cuando sus ojos se encontraron te dedicó una sonrisa juguetona, alzó su copa a manera de brindis y bebió el contenido de un sólo trago. Notaste el bulto en su entrepierna y te preguntaste si había visto tu momento con su primo.
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annetorres-blog · 2 years
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Dialéctica del amo y la esclava
2. Una mala novela y un pésimo cuento (antítesis)
Bessel Van der Kolk dice que el cuerpo lleva la cuenta de todas las cosas malas que nos pasan. Supongo que, por eso, aquella semana las lágrimas se deslizaban por mis mejillas sin que pudiese evitarlo. Y es que parecía que me había mirado un tuerto. Sin embargo, esa tristeza no era reciente. Provenía de lo más profundo de mi ser: se trataba de toda mi vida. Por si eso fuera poco, en el último momento, recibí un gancho en los riñones, y volví a la casilla de salida... Hacía años que no paraban de caerme encima reprimendas como armarios empotrados. A este respecto, la opinión siempre era unánime: NO APTA. Entonces, perdía mi locuacidad y me convertía en un saco de patatas, torpe y balbuceante. Y, de vuelta, al rincón de las olvidadas. No pude evitarlo, volví a quedarme dolorosamente atorada frente a la pantalla. Incapaz. Completamente incapaz hasta de realizar la tarea más sencilla. Terminar mi CV, todo un mundo. Aquello si fue un ataque de ansiedad y no lo que había conocido hasta entonces: me castañeteaban los dientes. Al final, decidí remitirlo todo mutilado. No era lo ideal, pero tampoco tenía muchas opciones. O eso, o dejarlo correr (tal vez, la próxima vuelta tendría "más suerte"), o sufrir el infarto definitivo. El bochorno me acompañaba mientras presionaba la tecla "enviar". Entonces, pasó algo inédito en mi vida hasta ese día. Mis piernas, que nunca habían fallado, dijeron: "basta". Simplemente, no podía más. Tuve el tiempo justo para llegar a la cama antes de caer desplomada...
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jepsolell · 2 years
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🪞Un salón mágico no sólo por su porcelana / 🪞A magical room not only for its porcelain - 🇪🇸Seguro que cada vez que habéis visitado el gabinete de porcelanas del Palacio, una sensación asombrosa ha recorrido vuestra mente debido a la profusión y maestría en su decoración. Pero uno de los elementos que tal vez no habéis valorado como algo sumamente importante son sus tres espejos (dos encima de las consolas y uno en la sobrepuerta central). Hasta pps. del siglo XIX y por lo tanto la revolución industrial, la producción de estas láminas era extremadamente cara, y cuánto mayor tamaño, mas coste, más fragilidad y mas precisión en su fabricación. Debido a eso, este refinado espacio no sólo destaca por sus magníficas paredes; también por sus grandes espejos empotrados. Sin ellos no tendríamos este efecto maximizado y embellecido de uno de los conjuntos más curiosos del Palacio Real de Madrid. ¿Los echaríais de menos si no estuvieran? ¡Ahora estamos seguros/as que sí! - 🇬🇧 Probably, every time you have visited the Palace's porcelain cabinet, an amazing sensation has crossed your mind due to the profusion and mastery of its decoration. But one of the elements that perhaps you have not valued as something extremely important is its three mirrors (two above the consoles and one in the central door). Up to first decades of the 19th century and therefore the industrial revolution, the production of these sheets was expensive, and the larger the size, the more cost, the more fragile and the more precise in their manufacture. Because of that, this refined space not only stands out for its magnificent walls; also for its large built-in mirrors. Without them we would not have this maximized and embellished effect of one of the most curious sets of the Royal Palace of Madrid. Would you miss them if they weren't there? Now we are sure! (at Palacio Real De Madrid) https://www.instagram.com/p/CfpFFd5A0yt/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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roxireibiza · 2 years
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#TEMPORADA DE VERANO. SUMMER SEASON Se alquila bonita casa en Cala de Bou con 300m2 de terreno vallado y privado, interior 150m2, 1 dormitorio doble con armarios empotrados, 1 baño completo, salón comedor con chimenea y gran cocina. La vivienda está renovada, cuenta 400m2 de campo. Aparcamiento exterior en el recinto de la casa. Condiciones: Trabajos con ingresos demostrables o ppreferiblemente pago adelantado 1 Mes de fianza (Empresas 2 meses) 1 Mes de agencia + IVA Gastos aparte de agua y luz aparte. Se cobra en el check in 181,50€ de limpieza final que se devolveran si el piso se devuelve en las mismas condiciones que se entrega Temporada Disponible 2023 apara reservar. + gastos de provision de fondos +1 mes de fianza + inmobiliaria 1 mes + iva. Se requiere pago por adelantado. Se cobra en el check in 181,50€ de limpieza final que se devolveran si el piso se devuelve en las mismas condiciones que se entrega. 'Toda la información que contiene este anuncio, está facilitada por la propiedad y por tanto se considerada fiable. No obstante, nuestra empresa no se responsabiliza de su veracidad. La oferta puede estar sujeta a errores o cambios de precio, incluso a la retirada de la venta sin previo aviso.' (en Venta y Alquiler de casas y apartamentos en Ibiza) https://www.instagram.com/p/Cj3qNuUtGKJ/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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sucede-es · 1 year
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Mesa de centro Scrabble
Charles River Woodwork crea una bonita mesa de 25″ x 25″ con un tablero de Scrabble incorporado. Su tablero empotrado tiene recortes para mantener las fichas en su lugar y está rodeado de soportes para letras, pensada para cuatro jugadores. Una tapa de vidrio extraíble permite pausar y reanudar los juegos.
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¿Necesitas comprar armarios a medida?
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Afrontémoslo: no podemos vivir sin armarios. Quien ya disponga de los suyos en casa, sea cual sea el modelo, tal vez se ría ante una afirmación que a simple vista parece tan dramática. Porque, al fin y al cabo, ¿Quién no tiene uno de estos importantísimos muebles en casa?, es como no tener una casa. En fin, debemos pensar, en primer lugar, que las condiciones de vida de otras personas, desde múltiples puntos de vista, no tienen por qué ser las nuestras. Esas personas, tal vez, llevan meses, años, ahorrando para poder obtener por fin uno, quizá para suplir una necesidad, un vacío, o para sustituir el que ya tienen, que, de tan viejo, tal vez ya se esté empezando a romper del todo. Eso sin mencionar que, como es lógico, a medida que pasa el tiempo nuestras necesidades de organización aumentan, ya que compramos más ropa, más sábanas, más complementos, etc.
Por fortuna, vivimos en la era de los armarios a medida, un concepto bajo el que podemos englobar también los modulares. Dicho de otro modo, atrás quedan los tiempos en que este mueble, y otros en general, se vendían como piezas al completo, quizá bonitas y prácticas, pero indudablemente inflexibles. Hoy, si queremos, podemos obtenerlo poco a poco, por partes, y incluso podemos decidir cómo distribuir el interior: con tablas, con cajones, con más barras para colgar la ropa o una zapatera independiente, etc. Eso sí, cuando hablamos de medidas personalizadas, nos referimos también a las clásicas: altura, anchura y fondo. Todas ellas son importantes de cara a escoger el mejor, es decir, el que más encaje en la habitación en la cual queremos instalarlo considerando los metros cuadrados de espacio disponible y, con ellos, la altura del techo, la presencia o no de vigas o columnas, otros muebles, etc.
Queda claro, pues, que comprar por impulso en este caso es un error. Además, por mucho que nos guste un modelo, quién sabe si al día siguiente veremos uno, tal vez un bonito ejemplo de armarios empotrados, que nos guste incluso más. Hay, pues, que comprar con cabeza y con seguridad.
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alfss · 1 year
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DERECHOS A QUIEN CORRESPONDA.
El Tzompantli
Uno de los edificios que mas impactaron a los españoles en Tenochtitlan fue el Huei Tzompantli. Ellos le describen como un gran edificio en forma de plataforma con postes y travesaños, en los cuales fueron atravesados al rededor de 60,000 cráneos en descomposición.
Tzompantli viene de las palabra nahuas tzontecomátl (craneo) y pantli (banderola, aquello que se alza o que va en fila). Se traduciría como, fila de cráneos o donde se alzan los cráneos. Este tipo de edificios aparecen desde principios del periodo epiclásico (600-900) d.C. y se han encontrado en diferentes ciudades de Mesoamérica como Tula, Tenochtitlan, tlatelolco, en algunos sitios del sur de México como Chichén itza en Yucatán y hasta en el norte de México como la quemada en Zacatecas.
Acerca del simbolismo del altar de cráneos parece que va ligado a la guerra, el sacrificio y el juego de pelota. En la cosmovisión mesoamericana, la cabeza era un sitio donde residía una parte importante de la energía vital del individuo (tonalli). Para los guerreros y jugadores de pelota, conservar cabellos de la coronilla o cráneos era una forma de obtener el poder y capacidades de sus rivales caídos. A nivel político el ltzompantli, era una manifestación del poder militar de los gobernantes. Resulta irónico que un grupo de españoles, esclavos africanos y hasta caballos quedaron empotrados como trofeos de guerra en el tzompantli de la ciudad de Tecoaque Zultepec en Tlaxcala.
Hasta la fecha el tzompantli mas grande que se ha encontrado es de Tenochtitlan. se han hallado en él mas de 1000 cráneos. Según los especialistas. solo se ha explorado una tercera parte de ese altar.
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soficierva1734 · 2 years
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Lo primero que vieron sus ojos luego de cruzar el portal, fue una habitación en penumbras. Unos segundos más tarde ya se había acostumbrado a la oscuridad, pero todo seguía viéndose muy poco nítido, así que el chico se dirigió hacia donde sabía que estaba la ventana, estirando sus brazos lo más que pudo hacia adelante, utilizándolos como bigotes de gato.
Al dar con las cortinas, las abrió bruscamente, dejando pasar así la luz de la luna. Una vez hecho esto, se paró a observar el cuarto en el que había ido a parar, con una inocencia y alegría oscuras.
A pesar de la poca claridad, cualquiera podía notar que todo era de un impoluto blanco: las paredes, el techo, el suelo, los muebles, las puertas. Era un poco grande, pero los agregados hacían que pareciera más pequeña y acogedora... Bueno, de hecho no, seguía viéndose grande y fría, pero el joven parado frente a la ventana le tenía cierto cariño a ese lugar, como a su habitación misma.
El portal por el que había salido se encontraba justo delante de las puertas de un armario empotrado en la pared. Cuando el joven príncipe se acordó, fue a cerrarlo con rapidez pero en silencio, no tenía intenciones de despertar a su hermanita.
Empezó a caminar por toda la pieza, dirigiéndose primero a la puerta principal: un pedazo de madera que tenía toda la pinta de una prístina tableta de chocolate blanco. A su derecha había una pequeña alfombra cuadrada con flecos, que sostenía una montañita de osos de peluche. También había tres mesitas de luz, una a la par de los osos, y las otras a cada costado de la gran cama matrimonial que se encontraba casi en el centro del cuarto, con la cabecera pegada a la pared opuesta de la entrada.
El joven se dedicó a observar esa cama con atención. Las blancas cortinas que tenía parecían de tul, pero en efecto que no se podía ver a través de ellas a quien dormía tranquilamente detrás. El muchacho se quedó mirando por un minuto más aquella cama, con las manos en la espalda, apoyándose en la puerta, mientras pensaba su siguiente movimiento.
Con cautela, volvió en sus pasos hasta estar otra vez frente a la ventana, y cerró las cortinas lentamente. Luego se dirigió a la par de la cama, corrió muy poco la cortina, apenas lo suficiente para dejarle ver lo que había detrás, y cuando vio a aquella chica, a quien había venido a visitar específicamente, no pudo esperar mucho más. Se sacó la ropa lenta y nerviosamente, y colocó su cuerpo al lado de su amante prohibida...
Nuevamente consumaron mente y corazón.
(29/8/19)
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Año 1. Capítulo cuatro (VII, VIII)
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                                   VII.
El penúltimo fin de semana del mes de agosto, Lily se levantó de la cama, se cepilló, se lavó la boca, se vistió. Se sentó en el borde de su cama, encorvada y con las manos cruzadas. Severus y ella no se habían visto en varios días y Lily lo extrañaba. Ese día era el tan ansiado día, el día especial y Lily no estaba contenta. Al menos, no todavía.
Al fin bajó al comedor, sentó con el resto de su familia en la mesa y se sirvió un vaso de leche mirando el reloj de la cocina. Su madre lucía tan nerviosa como ella y ceñuda, Petunia miraba una revista moviendo con desgano la cuchara en su plato de cereales. Pasó el pan tostado, las mermeladas y la jarra de café sin cruzar una sola palabra con su hermana. De pie en la salita, Henry Evans miraba por la ventana con el ceño fruncido.
—Siento que nos toman el pelo… —murmuró.
—Supongo que tendremos que esperar a que toquen el timbre de la puerta para comprobar que tan cierto es todo esto —dijo la madre de Lily, aún nerviosa. Pasó la mano por el cabello, mirando por la ventana de la cocina —. Ella parecía muy amable…
—Eso sería muy divertido —masculló Petunia, con una sonrisita malvada. Lily golpeó una nuez con la punta de los dedos y el proyectil le dio a Petunia en la nariz. Petunia levantó en alto un panquecito.
—Niñas…—advirtió su padre, todavía de espaldas.
El timbre clásico de la puerta sonó y cuatro cabezas giraron hacia ella. Después se miraron entre sí. Lily brincó en su silla, mirándolos atentamente.
—Basta, Lily, no seas tonta —susurró Petunia.
El timbre repiqueteó por segunda vez y el matrimonio Evans avanzó entre los muebles. El padre de Lily se apresuró a abrir la puerta, mientras Lily salía disparada de su silla y esta caía al piso estruendosamente.
—¡Lily! —exclamó su madre, con aire divertido.
La recién llegada no disimuló ni un momento lo divertido que le parecía el timbre empotrado en la pared. Esta vez llevaba un largo abrigo café oscuro con una bonita bufanda blanca alrededor del cuello y un largo y esponjado vestido color azul pálido debajo, combinado con unas botas muy altas y de largas agujetas. Lily las miró con atención y pensó que con toda seguridad sus medias debían ser de rayas negras y púrpuras.
—¡Buenos días! Lo siento si toqué más de la cuenta, es que esto…—dijo y timbró con fuerza de nuevo, haciendo brincar a los Evans en su sitio —Ay, lo lamento, juro que dejaré de hacerlo…
—¡Hola! —respondió Lily, saltando a un tiempo.
—¡Hola, Lily! ¿Estás lista?
—¡Sí!
—Pase por favor —murmuró el señor Evans, mientras la madre de Lily se acercaba a la recién llegada y estiraba una mano afectuosa.
—Muy buenos días, señorita Meadowes.
—Dorcas, por favor, llámeme Dorcas —dijo esta, saludando y mirando la casa con agrado. —Su casa me recuerda al hogar de mis padres, señora Evans. También había plantas por todos lados…
—La casa de la abuela está llena de ellas —comentó Lily —. ¡A la abuela le gustan mucho las plantas!
—Le agradezco que se haya tomado la molestia de…venir a…—Henry Evans se rascó ligeramente la frente. Dorcas sonrió al ver su expresión.
—Sé que aún les cuesta trabajo asimilar esto, pero todo se volverá más fácil, se los aseguro. Es obligación del  ministerio brindar asesoría adecuada a los padres de niños  magos, para que se orienten correctamente en el mundo mágico y sobre todo, para que no sean embaucados.
—¿Embaucados? —repitió la señora Evans, acercándose a la puerta.
—Los llevaré a una calle comercial llamada callejón Diagon; en este sitio podrán adquirir todos los artículos que contempla la lista de útiles del colegio, como pergamino, túnicas, libros. Lo más importante de todo, es adquirir la varita que Lily usará en el colegio.
—¡Iremos a Ollivanders! —brincó Lily.
— ¿Cómo es que sabes de Ollivanders, Lily? —preguntó Dorcas —, déjame adivinar: fue Severus.
—¡Severus me lo dijo!
—El chico vive algo lejos de aquí, pero se han conocido hace dos años —comentó el señor Evans. —Y le ha explicado bastantes cosas a Lily. Al principio creíamos que era un juego, pero…bueno, no es así.
Los ojos de Dorcas recorrieron de nuevo la estancia; miró a la familia y sonrió de nuevo.
—Nos marchamos cuando ustedes lo digan.
El trayecto a Londres nunca le había resultado tan corto y divertido a Lily. Subieron al auto bastante consternados al notar la fascinación de la señorita Meadowes con el vehículo y tal parecía que tanto para ella como para Lily, aquello era una nueva aventura que no pensaban dejar de disfrutar. Petunia no quería sentarse cerca de ella, lo que resultó provechoso para Lily porque de inmediato tomó asiento entre las dos y relegó a Petunia a la ventanilla y durante el trayecto a la ciudad, tanto ella como su madre acribillaron a la mujer con toda clase de preguntas que ella respondía con mucha amabilidad, hasta que el padre de Lily tuvo que regañar a ambas. Dorcas Meadowes había sido la persona designada para visitar a la familia Evans y explicarles todo aquello relacionado con la condición de Lily y su ingreso al colegio. Cuando la respuesta a la carta de Hogwarts había sido afirmativa, Lily no cabía en sí de emoción y alegría. Y como ellos no tenían idea de dónde comprar todo lo que iba a necesitar, la misma Dorcas era la responsable de llevarles a conocer y visitar las tiendas mágicas. Durante el trayecto, Lily entendió que ella también había asistido a Hogwarts, que perteneció a una especie de club llamado Ravenclaw y que se prestaba como voluntaria todos los años para llevar a cabo ese trabajo y había muchos otros magos que también lo hacían. Y además, les hacían un riguroso examen en algo llamado Departamento de Seguridad Mágica, para asegurarse de que fueran personas confiables. De poco le sirvió a Petunia su mal humor y su mala cara durante todo el viaje. Ella no quería ir, no quería ir a pararse a ese callejón Diagon, porque sentía un malestar en el estómago. Sentía que se le retorcía por dentro y además, el aire se le escapaba de a poquito. Miró el espejo retrovisor y encontró los ojos verdes de su padre mirándola fijamente y una sonrisa llena de afecto se formó en sus labios. Petunia le devolvió la misma sonrisa, porque no tenía armas para defenderse contra aquello.
Tras un par de indicaciones, aparcaron en un sitio en el centro de Londres y avanzaron a pie por algunas calles a gran velocidad hasta llegar al Covent Garden. Las calles estaban animadas y la señorita Meadowes era muy rápida. Se percató de ello cuando notó que la madre de Lily andaba más aprisa de lo común y se disculpó varias veces sin detenerse, ya que ni el padre de Lily, ni Lily lo habían notado. Petunia sí que lo resentía; estaba tan cansada como su madre y seguía de pésimo humor, esquivando a la gente que se atravesaba en su camino sin piedad. El Covent Garden estaba poco más que lleno. Lily no lo conocía y se mareó entre tantos aparadores y vitrinas. La señorita Meadowes empujó una puerta que a Lily le pareció brotada de la nada; levantó la cabeza y miró el letrero que pendía sobre la puerta: un dosel con la forma de un gato obeso con una trompeta, sostenía un estandarte impecablemente pintado que anunciaba “Mr. Bagel Bookshop”. Tenía una sola vitrina que exhibía dos libros: It’s a Kel-Pie!, de Agatha Baker*, con una graciosa ilustración de una tarta con ojos y “El  Rastro: Manual de Investigación y Definición de Maleficios y Hechizos de Control” , de Harlan Matteson*, cuya portada mostraba una serie de líneas incomprensibles. Lily casi se estrella contra la pared por estar mirando, pero Petunia la jaló con brusquedad del brazo y la obligó a entrar a la tienda. Los sonidos se apagaron de inmediato. El lugar estaba vacío. Una mujer muy estirada enfundada en una extraña túnica gris acudió a su encuentro.
—¡Dorcas! —exclamó con algo parecido al gusto y procedió a examinar a la familia Evans —: ¿Muggles?
—Buen día, señorita Bretherton. Ellos son los Evans. Usarán esta puerta para ir de compras a menudo.
—Es un placer —saludó la mujer, estrechando la mano de ambos padres. Luego miró a las niñas. Sus ojos ambarinos se clavaron de inmediato en Lily —. Bienvenida, niña.
—¿Acaso hay más puertas? —preguntó Henry Evans.
—La más cercana está en el Caldero Chorreante y no es lugar para estas jovencitas —aclaró la señorita Bretherton.
—Existen más entradas al callejón Diagon, pero generalmente les muestro esta porque es más fácil de recordar y es más accesible —explicó Dorcas —. El año que viene, si necesitan venir y quieren hacerlo ustedes solos, pueden venir aquí  y la señorita Bretherton con mucho gusto les abrirá la puerta. Si creen que puede ser un problema llegar, puedo acompañarlos de nuevo.
Un enorme y gordo gato gris se estiró sobre una encimera. Miró a los recién llegados con indiferencia y se reacomodó para seguir durmiendo.
—Ese es el señor Bagel —anunció la señorita Bretherton, extrañamente orgullosa. Lily le rascó el lomo al felino, pero el obeso animal no abrió los ojos de nuevo —. ¡Oh, pero es un ocioso sin remedio!
Un gran reloj de péndulo comenzó a marcar la hora. Era mediodía. El reloj, más alto que los relojes comunes, también era cuatro veces más ancho de lo normal y tenía dos puertas de cristal. La señorita Bretherton abrió las dos hojas, mientras el péndulo oscilaba de un lado a otro y enseguida, abrió una segunda puerta por el lado izquierdo, de modo que el péndulo se movió con ella. Al hacer aquello, un lejano murmullo se dejó escuchar, como si hubiese un nutrido grupo de gente susurrando del otro lado. Detrás de la segunda puerta se extendía un estrecho túnel, iluminado a los lejos. La mano de Lily fue apresada por la de su madre y pudo ver cómo incluso los ojos de Petunia se abrían enormemente.
—¡Espero que tengan un excelente día de compras! —dijo la señorita Bretherton.
Dorcas se adelantó, entrando a través del reloj. Henry Evans la siguió, luego Lily, su hermana y su madre. El reloj se cerró detrás de ellas y los dejó a oscuras. Avanzaron a través del pasaje abovedado; la luz que apreciaron a la distancia no era más que la salida del túnel a una bulliciosa calle y tal vez fueran figuraciones suyas, pero apenas pusieron pie sobre ella, a Lily le pareció que en ella había aún más sol que en el Covent Garden. Había personas aquí y allá, con sendas túnicas, gorros y atuendos extraños. La madre de Lily dejó escapar una exclamación de asombro, cual niña pequeña. La señorita Meadowes comenzó a darle indicaciones al padre de Lily mientras avanzaban a toda marcha. Lily giró por todos lados tratando de verlo todo: había un hombre con una gran lechuza posada en su hombro y discutía acaloradamente con otro hombre de túnica rojo brillante y a su lado, una mujer de largo gorro puntiagudo acariciaba un gran gato café.
—¡Oh! ¡Pero si ese sombrero pasó de moda hace dos meses! —cuchicheó una mujer, detrás de Lily.
—Pero ella se cree que se ve bien, ¡parece banshee! —contestó su compañera y ambas se rieron estruendosamente y siguieron su camino, seguidas por una pequeña criaturita de grandes orejas que no levantó la mirada. Lily estaba boquiabierta.
—¡Lily! —clamó su madre.
Lily dio la vuelta de inmediato para seguir a su madre, pero se estrelló contra un hombre que cargaba un gran costal cuyo interior se agitaba como si hubiera cientos de insectos dentro.
—¡Muévete, niña! —bramó.
—¡Ya voy!
Caminaron por la calle adoquinada, tan abarrotada como la calle londinense que recién dejaron. A Lily no le costaba trabajo andar pero Petunia, apresando la mano de su padre, no paraba de estrellarse una y otra vez con las personas. Le pareció que recibía miradas de extrañeza. Comenzó a sentirse pequeña.
—Los llevaré primero a Gringotts —dijo Dorcas, en voz alta —. Deben cambiar su dinero muggle por la moneda mágica. Galeones de oro, sickles de plata, knuts de bronce... —explicó sobre la marcha.
—Veintinueve knuts hacen un sickle de plata, diecisiete sickles hacen un galeón —respondió el padre de Lily. Dorcas sonrió efusivamente —. Hice mi tarea.
—¡Habría sido un buen alumno, señor Evans!
Un enorme edificio blanco y un poco torcido exhibía su nombre con letras doradas. Ingresaron no sin levantar algún recelo y varias cejas y hasta llegar al vestíbulo, la familia Evans se dio el lujo de respirar con calma. Un reducido grupo de duendes charlaba tranquilamente frente a la puerta de acceso y posaron sus miradas sobre los recién llegados un par de segundos, para continuar con su conversación. Pequeños, de barba puntiaguda, de grandes manos, dedos y pies. Pulcramente vestidos. Petunia chilló y se echó a correr hacia afuera de inmediato.
—Quizá ella deba esperar afuera —dijo Dorcas, algo consternada.
Lily salió detrás de Petunia. La niña miraba las puertas del banco como si alguna de aquellas criaturas fuera a salir tras de ella. La señora Evans también salió, muerta de risa.
—¡Pero, Tuney! ¡No te han hecho nada!
—¡¿No los viste, mamá?! ¡Son horrendos! ¡No volveré a entrar allá!
—No lo harás, anda, vamos a caminar.
—¡¿Pero cómo puedes estar tan tranquila?!
—¡No lo sé! Debe ser este lugar…
Petunia no parecía muy convencida. Ellas estaban afuera, pero su padre seguía adentro.
—¡Anda, Tuney! ¡Vamos a mirar! —suplicó Lily y la arrastró con ella a mirar tiendas.
Había muchísimos sitios que mirar; pasaron frente al “Emporio de la Lechuza”,  seguida de un gran almacén que anunciaba “la nueva y más eficaz poción para deshacerte de los horklumps de tu jardín”. Un par de establecimientos adelante se encontraba una tienda de artículos llamada “Artículos de Calidad para Quidditch”, seguida de “Scribbulus, Tintas de Recambio”. Petunia, absorta y asombrada, se dejó arrastrar por Lily a mirar escobas y vio estupefacta, a los niños arremolinarse frente a los cristales, impidiéndoles mirar.
—¡Mira allá! —chilló Lily y Petunia fue arrastrada a ver una tienda donde había un sinfín de bolas de cristal, en cuyo interior se apreciaban espirales de humo.
—¿Qué rayos es eso? —dijo Petunia.
—¡Mira, Tuney!
—¡Lily! ¡Déjame mirar!
Lily saltó y corrió y se detuvo frente a un gran anuncio de un helado cremoso y brillante.
—“Florean Forstecue” —leyó su madre. —¡Incluso tienen helados!
Lily abrió enormemente los ojos y giró lentamente hacia su hermana.
—…tienen helado de petunias… —siseó.
—¡No juegues! —exclamó Petunia.
El señor Evans las alcanzó poco después, seguido de la señorita Meadowes. Parecía muy preocupado y aliviado de verlas completas.
—¡Me doy la vuelta y ustedes desaparecen! ¡Deberían tener más cuidado!
—Lily comenzó a correr como una loca —se defendió Petunia. —. ¿Ellos no te han hecho nada, verdad? —preguntó, mirándolo seriamente.
—Tendrían que habérselas visto contigo, claro que no —contestó el hombre y Petunia bufó, mientras su padre acariciaba su cabeza.
—¡Oh, mira, Harry! —exclamó la señora Evans, ignorando las palabras de su esposo —. ¡Mira cuantas lechuzas!
La señorita Meadowes parecía genuinamente divertida. Le cerró un ojo a Lily y esta sonrió ansiosamente.
—Quieres tu varita, ¿cierto? —murmuró Dorcas y Lily asintió vigorosamente —Será mejor que apretemos el paso y puedan mirar todo después con más calma.
Comprar su varita mágica era lo que Lily había estado esperando con ansias durante todo el verano. Cuando por fin llegaron a Ollivanders, la tienda de varitas mágicas, Lily se sorprendió; en su imaginación era un lugar completamente distinto, impecable y lleno de luz. En lugar de eso, la fachada lucía algo deteriorada y oscura. Petunia hizo un ruidito desagradable.
—¿Mil años de existencia o mil años sin limpieza? —se burló. Lily gruñó. Una campanilla sobre la puerta repicó cuando la empujaron. Dentro de la tienda solo había una mujer que miraba el polvo acumulado en los rincones con recelo y un niño agitando varitas, además de un par de chicos de unos dieciséis años que estaban de pie frente al mostrador y uno de ellos le explicaba al dueño, un hombre de edad avanzada y mirada brillante y plateada, como se había roto su varita.
—No me di cuenta hasta muy tarde que había tomado mi varita con la boca —dijo el chico.
—¡Lo perseguimos por una hora completa! ¡Se metió en un agujero y tuvimos que darle obsequios para obligarlo a salir!  —contó el segundo muchacho, bastante divertido.
—A estado acechando en el jardín hace tres meses, se roba las tartas de mamá…
—Tendrán que poner una trampa. La varita no tiene un gran desperfecto —dijo el dependiente —. Pero tiene un poco de pelo salido y debe ser reacomodado con cuidado. La tendré lista en una semana. No olvides venir por ella antes de volver al colegio.
—Por supuesto, señor Ollivander —dijo el primer chico.
Ambos muchachos tomaron sus mochilas y salieron del establecimiento, mientras el señor Ollivander metía la varita dañada dentro de un estuche y miraba intensamente al otro niño, cuya varita extendida en el aire, emitía una luz intermitente. El hombre retiró la varita y le ofreció otra. Luego miró a los recién llegados.
—¡Señorita Meadowes, un placer verla de nuevo por aquí! Roble, veinte centímetros, elástica.
—Buenas tardes, señor Ollivander —dijo Dorcas.
—¿Trabajo? —preguntó Ollivander.
—Ellos son los Evans —presentó Dorcas de inmediato —Su hija Lily estudiará este año en el colegio Hogwarts y los estoy guiando por Diagon.
Petunia soltó un suspiro. Miró a Lily, pero Lily no miraba a Ollivander ni a la tienda. Su atención estaba total y absolutamente concentrada en el chico, que agitaba la varita en el aire. Por un momento, el chico giró los ojos azul oscuro hacia ella y la miró directo a los ojos. Lily sonrió y el chico pareció querer sonreírle también, pero desvió la mirada hacia su madre. Lily encontró la primera mirada hostil del otro lado; la mujer, elegantemente ataviada, hacía un mohín con los labios que Lily no supo interpretar, pero que Petunia comprendió a la perfección: desprecio. La niña le obsequió a la mujer una mirada igual de helada y tiró de la manga de Lily para hacerla retroceder. La varita que el niño agitaba dejó tras de sí una suave estela de plata en el aire.
—Parece que encontró la suya, señor Avery —dijo Ollivander —. Hiedra, veintinueve centímetros, flexible. Excelente para encantamientos.
—¡Felicidades, Edmund!—exclamó Dorcas.
El chico le hizo una minúscula y educada reverencia.
—Gracias, señorita Meadowes.
La madre del niño le dirigió a este una gran sonrisa de satisfacción y el chico pareció suspirar aliviado. Pagó por la varita y la mujer se dirigió a la salida con paso resuelto.
—Dorcas —dijo al paso.
—Georgette —respondió Dorcas a su vez. Madre e hijo salieron de la tienda haciendo sonar la campanilla, mientras Dorcas sonreía intentando ocultar su desagrado. La madre de Lily abrió inmensamente los ojos y miró a Petunia, que hizo exactamente lo mismo.
—Entonces, es usted hija de muggles —comentó Ollivander, rompiendo el silencio —. Tiene unos ojos sorprendentes.
Lily sintió que su rostro se ponía rojo.
—Gracias. Son como los de papá.
—Puedo verlo. Ahora comprobemos que tenemos para usted, señorita…
—Lily Evans.
—Lily Evans —repitió el hombre. Miró entre las cajas apiladas al fondo de la tienda y otro pilar más y seleccionó cuatro de ellas. Regresó al mostrador, abrió una y le ofreció a Lily una varita muy corta, de color grisáceo.
—Fresno, diecisiete centímetros, elástica.
Con los dedos temblorosos, Lily la tomó y contuvo la respiración. ¿Qué debía hacer ahora? Miró al hombre con expresión interrogante y este frunció el ceño.
—No, creo que esta no…
Le quitó la varita y Lily miró perpleja a Petunia, que miraba a su vez al hombre con aire escéptico, como si todo aquello fuera una elaborada broma.
—Pruebe con esta. Acebo, veintiséis centímetros, flexible.
Lily tomó la varita y sintió un cosquilleo en la punta de los dedos. Decidió imitar al niño que se había retirado y la agitó en el aire, pero nada sucedió. Ollivander frunció el ceño. Apartó de inmediato las otras dos cajas y regresó al fondo, tomó tres más y regresó con ellas.
—Pruebe esta otra. Roble, veintitrés centímetros y medio, rígida.
Lily tomó la tercera varita y la movió un poco en el aire y pareció desprender chispas. Miró a su madre con expresión radiante, pero Ollivander de inmediato le quitó la varita y le ofreció otra.
—Espino, veinte centímetros, elástica.
Esta no pareció responder a Lily y Ollivander pareció irritarse y le ofreció otra más.
—Sauce, veintiséis centímetros, elástica.
Esta vez sí que hubo reacción y fue más allá de lo que Lily esperaba. La punta de la varita pareció encenderse y el rostro de Ollivander se iluminó.
—¡Ahí la tiene!
La luz de la varita comenzó a intensificarse tanto, que toda la estancia se llenó de una gran luz de color verde agua, pintando paredes, muebles y pisos de este color. Ollivander parecía muy satisfecho y Lily sintió una emoción desconocida llenarle el pecho. Se preguntó de dónde vendría aquella luz. ¿Era la varita? ¿O era ella quien producía aquella luz? Necesitaba saberlo todo, no podía esperar más. Si tan solo Severus estuviera con ella en ese lugar…
Siguió mirando la luz, totalmente extasiada, pero Dorcas se adelantó y bajó su mano. La luz se desvaneció.
—Parece que ya tienes varita, Lily —comentó ella amablemente.
Lily sonrió y después, abrió mucho los ojos, estupefacta. Todo Ollivanders estaba pintado de verde. También las ropas de todos, incluso la piel del dueño estaba teñida de este color. Lily miró al señor Ollivander, con los ojos bajos.
—Lo siento —susurró, mientras Dorcas Meadowes se partía de risa.
Después, Lily decidió que aquél día era uno de los mejores de su vida. El resto del día en el callejón Diagon fue tranquilo y muy interesante. Compraron el uniforme del colegio, túnicas a su medida y los libros en Flourish y Blotts, una librería enorme y atestada de gente; un bonito caldero, tinta, pergaminos, plumas… Pero su varita descansaba dentro de su bolsa y Lily metía cada que podía la mano dentro de ella para poder tocarla. Sauce, veintiséis centímetros, elástica, se repitió a ella misma. Se la mostraría a Severus (¿Tendría él ya su varita?).
La señora Evans no se cansaba de mirarlo todo. Tomaron un helado en Florean Fortescue y a Lily le pareció que nunca había probado un helado tan delicioso como aquél. Después se cruzaron con otro conocido de la señorita Meadowes y supieron que ella solo debía darles indicaciones y no tenía que quedarse todo el tiempo con ellos y el señor Evans parecía algo avergonzado, pero la señorita Meadowes parecía estarlo pasando bien y comieron todos juntos en una tienda de pastas dulces y saladas. Pero, conforme caía la tarde y daban un paseo por el callejón, cargando todo lo que habían comprado, el ánimo de Petunia parecía decaer más y más. Después, le resultaba casi imposible levantar la mirada y ver otro local más, otra cosa maravillosa, algo aún más asombroso. Decidió que estaba harta. Decidió que odiaba todo aquello y que odiaba a Lily, tan radiante y feliz, tocando en secreto aquel estúpido palo de madera una y otra vez, se aseguró a ella misma que odiaba todo aquello, mientras contenía las ganas de llorar. Solo quería que todo aquello terminara ya y marcharse a casa, donde ella conocía todo y tenía una habitación, donde todos la conocían y tenía un sitio suyo y de nadie más. La cálida mano de su padre apretó la suya y solo entonces se atrevió a levantar los ojos y mirarlo, con aire cohibido.
—¿Estás bien, princesa?
Petunia asintió, aunque hubiera querido gritar que no.
—¿Estás cansada?
—Un poco —murmuró Petunia.
—Vamos a casa.
Petunia sonrió; se apretó al costado de su padre, mientras este besaba su cabeza y la estrechaba contra ella. El mal humor se disipó un poco.
                                   VIII.
 Garrick Ollivander consultó la hora en el reloj azul de siete manecillas sobre el mostrador. A un movimiento de su varita, todas las cajas que contenían estos delicados instrumentos de magia se elevaron en el aire y volaron por la habitación, volviendo al sitio exacto donde ya se encontraban antes de ser sustraídas para intentar encontrarle dueño a cada una de ellas. Revisó escrupulosamente el orden asignado a cada caja, consultó una lista en un gran pergamino que cayó al suelo y rodó más allá, hizo un par de líneas con tinta sobre ella y decidió que apenas comenzaran los cursos escolares el siguiente lunes, viajaría a Irlanda y a Noruega para conseguir plumas de fénix en el primero y pelo de unicornio en el último. Afuera había un cielo tormentoso. La campanilla de la puerta sonó. La turba de nuevos alumnos que se dirigían a sus respectivos colegios y necesitaban una varita solía terminar un fin de semana antes, pero siempre había alguien que llegaba de último momento. Ese día había estado particularmente tranquilo. Ningún chiquillo despistado se había acercado al mostrador de último minuto. Ninguno hasta ese momento. Volvió al mostrador y miró a sus clientes con mucha, mucha atención.
—Eileen Prince…espino, veinticinco centímetros y medio. Rígida.
Eileen esbozó una minúscula sonrisa, de pie en el recibidor. A su lado, Severus contempló la tienda, oscura y dispuesta a cerrar sus puertas.
—Lamento llegar tan tarde, señor Ollivander —respondió Eileen. —Espero que aún pueda atendernos.
—Aún no me marchaba —respondió Ollivander, suspicaz —. Acérquense.
Severus avanzó hasta el mostrador; siempre le resultaba extraño que algunas de las personas en aquel mundo se refiriesen a Eileen por su apellido de soltera, Prince, y no por su apellido de casada, Snape. Quizá era porque amaba las conspiraciones, pero Severus suponía que solo ciertas personas lo hacían, con cierto grado de misterio en ello. Quizá solo le gustaba imaginar cosas y Ollivander no tenía idea de que Eileen estaba casada con un muggle.
—Entonces… ¿señor Snape?
Severus alzó la mirada, algo sorprendido.
—¿Si?
—¿Está listo para comenzar sus clases?
—Sí, señor Ollivander.
Ollivander había depositado sobre el mostrador un par de cajitas alargadas; abrió una de ellas y la examinó atentamente.
—Acebo, veinticuatro centímetros, flexible.
Severus tomó la varita ofrecida con emoción. La admiró un momento y la agitó con suavidad en el aire y una ráfaga de aire se desprendió de esta.
—Muy volátil. Avellano, dieciocho centímetros, rígida —ofreció el hombre, retirando la varita anterior.
Severus agitó la nueva varita y solo consiguió que las orejas se le entumieran.
—Serbal, cuarenta centímetros, elástica —indicó Ollivander, ofreciéndole la siguiente varita. Esta tampoco mostró resultados y Severus tuvo que agitar al menos siete varitas más. Miró de reojo a Eileen, que observaba con mucha atención lo que hacía.
—¿Debe tardar tanto? —preguntó Severus.
—Una de ellas tiene que elegirte, muchacho —contestó Ollivander, poniendo la octava varita entre sus dedos. Severus frunció el ceño con aire incrédulo.
—¿No debería ser yo quien la elija? ¿Cómo va a elegirme ella a mí? —dijo Severus. Ollivander lo miró con fijeza.
—La varita elije al mago, nunca a la inversa.
—El mago fabrica la varita, ¿Cómo va a elegir el producto? Un niño no elige a sus padres.
Ollivander alzó una ceja, divertido por el comentario.
—¿Cómo se elige una varita? ¿Por su apariencia física?
Severus frunció el ceño.
—Supongo que eso es algo muy superficial.
—Lo es.
—Tendría que saber de qué está hecha.
—¿Eso de que te serviría?
—Sabría qué clase de poder la compone.
—¿Crees que puedes manejar eso? —Ollivander se irguió y se cruzó de brazos. —Todas las varitas en esta tienda están compuestas por tres núcleos distintos: pelo de crin de unicornio, nervio de corazón de dragón, pluma de cola de ave fénix. Dígame, señor Snape, ¿Cuál es el componente más poderoso de todos?
Severus se mordió un dedo, pensativamente. Ciertamente, era difícil decidir cuál de aquellos núcleos superaba a los otros dos. Cada criatura que cedía una parte de sí para crear una varita, tenía su propio y único y maravilloso poder y un misterioso origen.
—¿Entonces? —insistió Ollivander.
—Creo que, haciendo un análisis rápido, tendría que admitir que el pelo de unicornio es mucho más poderoso.
—¿Por qué?
—Es una criatura escasa y mística en toda su totalidad. Es mucho más factible encontrar un ave fénix que un unicornio.
—¿Entonces, elegiría ese material?
—Elegiría el nervio de dragón —murmuró.
Ollivander alzó ambas cejas en la frente.
—¿El nervio de dragón, está seguro? ¿Podría explicarme por qué?
—Quizá porque viene del corazón…
Los ojos plateados de Ollivander brillaron fugazmente; una sonrisa extraña se dibujó en la comisura de sus labios y Severus se sintió estúpido y depositó la varita que tenía en las manos sobre el mostrador. Miró de reojo a Eileen, que parecía contener una sonrisa en la boca y comenzó a enervarse.
—No todo es abedul y espino o sauce y fresno. Usamos la tabla celta como guía para elaborarlas, pero no usamos únicamente esos materiales, a excepción del núcleo —continuó Ollivander. —Prueba esta varita hecha con cedro, quizá te funcione.
Severus tomó la varita y la agitó brevemente, pero solo exhaló una nube de humo gris. Ollivander casi se la arrebató de la mano y puso entre sus dedos una larga y lustrosa varita de color negro que Severus tomó con agrado. Por supuesto que elegir una varita por su aspecto era algo superficial, pero aquella varita le gustó nada más verla. El tacto le resultó agradable y al ser larga, parecía algo pesada, pero en su mano se sentía ligera y manejable. La admiró con atención antes de recordar que debía al menos intentar hacer algo. Movió la varita en el aire, dejando tras el movimiento, una estela de color plata y el juego le agradó; hizo un par de espirales con ella antes de mirar a Ollivander.
—He sido elegido —declaró.
Ollivander rió de buena gana.
—Pino negro, treinta y ocho centímetros. Rígida. Nervio de corazón de dragón —explicó, cerrándole un ojo.
Salieron de la tienda de varitas y el callejón Diagon ya lucía solo y muy apagado. Eileen se cubrió el pecho con su capa y Severus refundió las manos en los bolsillos de su abrigo. Sonreía levemente, feliz por la adquisición. La varita de Lily era asombrosa y Severus casi desesperó hasta que Eileen decidió por fin, a dos días de marcharse, llevarlo al callejón a buscar la suya. La apresó con fuerza dentro de su bolsillo.
En solo dos días se marchaba al colegio. Severus levantó la mirada de los adoquines y miró a su madre.
—Fue una respuesta inesperada —comentó ella.
—¿Fue una mala respuesta?
—Ya respondí esa pregunta.
—¿Por qué fue inesperada?
Eileen se encogió de hombros y Severus enrojeció.
—¿Sabes por qué contesté eso? —dijo, con aire sabiondo. Eileen negó con la cabeza. —Porque los otros dos elementos están en la parte trasera del cuerpo…
Eileen apretó los dientes. Se talló los labios tratando de no reírse mientras su vástago reía a sus anchas
—Eres un tonto, Severus…
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Este piso se encuentra en Plasencia, Cáceres, en la zona de cañada real. Es un piso en la primera planta con ascensor que tiene 110 m2 y dispone de salón, cocina con despensa, 4 habitaciones y 2 baños. Además, incluye ascensor, posibilidad de plaza de garaje, calefacción, aire acondicionado en el salón, armarios empotrados en dos de las habitaciones, etc. Portal con acceso para minusválidos. http://www.inmoplasencia.com/house/3494762-pisazo-en-zona-de-lujo-170000eur-674/ (en Plasencia, Extremadura, Spain) https://www.instagram.com/p/CdVNRNcoaad/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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joseandrestabarnia · 23 days
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La resurrección de Cristo de Correa de Vivar, Juan (Mascaraque (Toledo, España), 1510 - Toledo (España), 1566) Segundo tercio del siglo XVI. Témpera sobre tabla de pino.
Cristo volvió a la vida, triunfante junto al sarcófago que sostuvo su cuerpo durante tres días después de su muerte el Gólgota, fue un tema frecuente en la obra de Correa. El retablo para el convento de la Pobres Clarisas en Griñón (Madrid), fechada hacia 1532-1534, configuró su estructura compositiva esencial, con Cristo en el centro, sobre una escalera de piedra que lleva el sarcófago y flanqueada por soldados que custodian la tumba. Como era habitual en esta escena, el pintor representa las variadas reacciones estereotipadas de los soldados, que duermen despreocupados, parecen asombrados o huyen. Este esquema aparece inalterado en la versión para el retablo mayor del monasterio de San Martín de Valdeiglesias, hoy en el Museo del Prado, aunque el tema se enriquece con una representación de los resucitados Jesús' encuentro con María Magdalena. Esta otra versión es algo posterior y de mayor tamaño, y debe haber sido hecha para un retablo de las estaciones del vía crucis, probablemente empotrado en una pared. Eso explicaría la erosión y el daño visible alrededor de los bordes. Correa adaptó el modelo inicial para reforzar el aire clasicista del tema, siguiendo un esquema triangular que enlazaría con la Resurrección de Rafael en el Museos Vaticanos, y más aún con la lectura personal de esta asignatura propuesta por el maestro de Correa, Juan de Borgoña. Los murales de Borgoña para la sala capitular de la catedral de Toledo (1509-1511) incluyen una Resurrección que Correa debe haber tenido en mente toda su versión, pero especialmente la actual. Esta pieza repite la marcada presentación frontal y la colocación de la figura de Cristo por parte de Borgoña, incluyendo el dibujo ondulado de sus túnicas moradas; la concepción de la cueva cercana al costado de la obra, donde contrasta con el paisaje luminoso bañado por una lírica luz del amanecer; la inclusión de un encuadre vegetal rico en matices y detalles, y la representación de los soldados que completan la escena. Todos estos elementos están extraídos directamente de Borgoña, al igual que la Soldados romanos con corazas y picas, e incluso el yelmo que descansaba sobre los escalones cerca de los pies de Cristo. El soldado sentado de perfil en el plano central, con la cabeza apoyada en la mano izquierda, recuerda uno que aparece en el grabado de Durero de la misma escena, que forma parte de la Pequeña Pasión (1509-1511) (Texto extraído de Ruiz, L.: Juan Correa de Vivar, c. 1510-1566. Maestro del Renacimiento español, 2010).
Información e imagen de la web del Museo del Prado.
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