LAS SIRACOSIAS O DEVOTAS DE ADONIS
«¿Praxínoa?» «¡Gorgo, amiga, qué de tiempo! ¡Pasa!
¡Mira que te vendes caro! Tráele una silla, Éunoa.
Y ponle un cojín.» «Así está bien.» «Ea, siéntate.»
«Vengo tarumba, hija mía; que por poco no llego,
Praxínoa, con tanto gentío y tanto carro.
¡Cuánta bota y cuánto hombre con capa!
¡Y esta calle sin fin! ¿Dónde te fuiste a vivir?»
«El bruto éste, que no pudo ir más lejos a buscar
mechinal, que no casa, con tal que no fuéramos
vecinas tú y yo; por chinchar, ya ves, el mal bicho.»
«No hables así de Dinón, tu marido, estando
delante el niño. Mira, mujer, qué cara pone.
Zopirión, no te apures, que no habla de papá.»
«¡Como si no entendiera, por la Señora!» «¡Papá bueno!»
«Sí, al papá de marras el otro día —que igual te dijera
siempre— lo mandamos a por natrón y rojete,
y me trajo sal, ¡cuanto más grande más tonto!»
«Las mismas cosas tiene mi Dioclidas, una ruina.
¡Siete dracmas dio ayer por cinco vellones de borra,
pelada de zurrones viejos, todo cazcarria y trabajo!
Pero, venga, échate la pañoleta y el manto,
y vámonos al palacio del rico Tolomeo
a ver el Adonis, que dicen que dispuso la reina
algo precioso.» «¡En casa del grande a lo grande!»
«Pero para contarlo luego hay que verlo primero.
Vámonos ya.» «¡Para el vago cada día es fiesta!
Éunoa, a ver si dejas mi hilado otra vez por medio,
zarrapastrosa, ¡a los hurones les pirra lo blando!
Despabila, trae agua, aprisa. ¡Niña, primero el agua!
¡Me trae el jabón! Venga dame. No tanto, gastosa.
Vierte. ¡Desgraciada, qué haces! ¡me mojaste la túnica!
Acaba. Bueno lavada estoy, como dios quiso.
¿Y la llave del arcón grande donde anda? Tráela.»
«Praxínoa, ese manto de amplio vuelo, qué bien
te cae. Dime, ¿por cuánto te salió este tejido?»
«¡Ay, no me hables! Dos minas me costó de plata
de la buena, y un trabajo, que casi me dejo la vida.»
«Pues te resultó a pedir de boca.» «¡Y que lo digas!
Dame ya el manto —que me haga pliegues— y el chapeo.
A ti no te llevo, criatura. ¡Bu! ¡El caballo muerde!
Sí, llora lo que quieras; no te he de ver yo lisiado.
Vamos. Frigia, entretén al niño, y mete al perro
dentro, echa bien la llave de la puerta del corral.
¡Ay dioses, qué gentío! ¡A ver cómo ni cuándo salimos
de esta apretura! ¡Parecen hormigas sin cuento!
¡Mucho bien has hecho Tolomeo desde que tu padre
está con los dioses, que ya no hay facinerosos
que descalabren a los viandantes de estranjis,
a la egipcia, como solían arrimarse esos tíos,
carne de tralla, malas piezas, todos calaños!
¡Ay Gorgo del alma! ¿Qué hacemos? ¡La guardia
real a caballo! Buen hombre, no me pises.
¡Cómo se encabrita el alazán! ¡Mira qué fiero!
¡No seas loca, Éunoa, quita de ahí! Matará al jinete.
¡Bendita la hora en que dejé al crío en casa!»
«Ánimo, Praxínoa; ya nos dejaron atrás
y van a formar al puesto.» «Ahora me sosiego.
El caballo y la fría culebra son lo que más temo
desde niña. Aprisa, mira el gentío que sube.»
«¿Viene del palacio, madre?» «Sí, hijas.» «¿Es fácil
entrar?» «A fuerza de intentos entraron los aqueos
en Troya: el tesón todo lo vence, hermosas.»
«Dictó su vaticinio y se fue la vieja sibila.»
«Hasta del lecho de Zeus y Hera saben mujeres.»
«¡Pásmate, Praxínoa: mira que masa en las puertas!»
«Portentosa, Gorgo. Dame la mano. Éunoa,
toma tú la de Éutiquis. Ten cuidado, no te separes.
¡Vamos todas a una! Pégate bien a nosotras, Éunoa.
¡Ay qué mala sombra! ¡Me rajaron por la mitad
la estola, Gorgo! ¡Oiga, por Zeus, buen hombre,
si quiere tener dicha, mire qué hace con mi ropa!»
«De mi no depende, ya miro.» «¡Qué apreturas!
¡ni cerdos en chiquero!» «¡Temple, mujer, bien salimos!»
«¡Y bien lleves tú, amigo, este año y muchos más,
que así nos amparas! ¡Qué hombre bueno y decente!
Nos aplastan a Éunoa. ¡Empuja fuerte, apocada!
Hala, "dentro están", dice quien la nuera encierra.»
«Praxínoa, ven acá. Admira primero los tapices
¡qué finos y hermosos! ¡Obra de diosas parecen!»
«Señora Atenea, ¿qué obreras labraron tales?
¿qué artistas dibujaron tan cabales figuras?
¡Veraces se yerguen, y veraces se mueven!
¡Vivas son, no bordadas! ¿Es hábil el hombre?
¡Y míralo qué gloria, echado en su lecho de plata,
con el bozo bajándole de las sienes, a Adonis,
tres veces amado, orillas del Aqueronte incluso!»
«¡Dejad ya el parloteo interminable de cutusas,
desgraciadas, que nos aturdís con las bocazas!»
«¡Y éste de dónde sale! ¿A ti qué si charlamos?
Manda a tus siervos, ¿a siracosias mandas?
Y entérate también: corintias somos de casta,
que ni Belerofonte. ¡El habla del Peloponeso,
tendrán derecho a hablar las dorias, digo yo!
¡La de miel en la boca nos libre de tantos amos,
que uno basta! ¡Ni caso! ¡No hables al aire!»
«Calla, Praxínoa, que va a cantarle a Adonis
la hija de la Argiva; es muy diestra cantante
que ya el año pasado triunfó con la endecha,
seguro que prepara algo bello; ya está en pose.»
«Señora, que amas Golgos e Idalio, y el sublime
Érice, Afrodita que del oro haces tu juguete:
¡cuál es Adonis, que del Aqueronte sin mengua,
al duodécimo mes, te traen Horas con paso blando!
Tardas entre los felices son las Horas anheladas
mas siempre llegan trayendo el bien a los mortales.
Cipris dionea, de mortal inmortal, según
dichos de la gente, hiciste a Berenice,
destilando ambrosía en el pecho de la mujer;
y para congraciarte, diosa de nombres sin cuento,
la hija de Berenice, vera imagen de Hélena,
Arsínoe, siempre apronta bienes a Adonis.
Junto yace cuanto en sazón dan altos árboles,
junto las tiernas almácigas guardadas en azafates
de plata, y los aromas sirios en bujetas de oro.
Cuanto manjar labran mujeres en dornajo,
mezclando toda suerte de flores con blanca harina,
y almibaran con miel o fríen en líquido aceite,
a su lado está, figurando cuanto vuela o rampa.
Hay verdes glorietas de tierno eneldo pensil
cargadas, que sobrevuelan Amores rapaces,
cual ruiseñores nuevos que arriba en los árboles
revolotean de rama en rama probando las alas.
¡Oh abenuz! ¡Oro! ¡Oh águilas de blanco eburno
que el escanciano niño a Zeus Crónida llevan!
En alto, cárdenos doseles más blandos que el sueño.
Dijeran los milesios y quien apacienta Samos:
"Bien dispuesto está el lecho del bello Adonis".
Él es de Cipris; ella del fresco arrebolado Adonis;
dieciocho, diecinueve a lo más, tiene el novio.
No pinchan sus besos, rufo bozo le cubre el labio.
Disfrute ahora Cipris de su amante muchacho.
De madrugada con el rocío fuera en tropel
lo llevaremos a la orilla que salpican las olas,
con el cabello suelto y el enfaldo en los tobillos,
descubierto el pecho, rompiendo en agudo canto:
"Tornas aquí, caro Adonis, viniendo del Aqueronte,
único semidiós, según suena. Ni Agamenón
tal gozó, ni Ayante el héroe de vesánica furia,
ni Héctor, mayor de los veinte hijos de Hécabe,
ni Patrocles, ni Pirro retornado de Troya,
ni, mucho antes, lápitas ni Deucaliones,
ni Pelópidas ni pelasgos, príncipes de Argos.
Gracioso te muestra, caro Adonis, el año que viene.
Como ahora, siempre, Adonis, bienvenido serás."»
«¡Praxínoa, extremada es la mujer en verdad!
¡Lo que sabe, dichosa, y entona que es un primor!
Pero vamos ya a casa. Está sin comer Dioclidas.
Y hambriento es como el vinagre: ni te le acerques.
¡Con bien queda y con bien nos tornes, niño Adonis!»
Teócrito
di-versión©ochoislas
*
ΣΥΡΑΚΟΥΣΙΑΙ Ἢ ΑΔΩΝΙΑΖΟΥΣΑΙ
Ἐνδοῖ Πραξινόα; Γοργοῖ φίλα, ὡς χρόνῳ. Ἐνδοῖ.
Θαῦμ᾽ ὅτι καὶ νῦν ἦνθες. Ὅρη δίφρον, Εὐνόα, αὐτῇ·
ἔμβαλε καὶ ποτίκρανον. Ἔχει κάλλιστα. Καθίζευ.
Ὢ τᾶς ἀλεμάτω ψυχᾶς· μόλις ὔμμιν ἐσώθην,
Πραξινόα, πολλοῦ μὲν ὄχλου, πολλῶν δὲ τεθρίππων.
Παντᾷ κρηπῖδες, παντᾷ χλαμυδηφόροι ἄνδρες·
ἁ δ᾽ ὁδὸς ἄτρυτος· τὺ δ᾽ ἑκαστατέρω μευ ἀποικεῖς.
Ταῦθ᾽ ὁ πάραρος τῆνος ἐπ᾽ ἔσχατα γᾶς ἔλαβ᾽ ἐνθών,
ἰλεόν, οὐκ οἴκησιν, ὅπως μὴ γείτονες ὦμες
ἀλλάλαις, ποτ᾽ ἔριν, φθονερὸν κακόν, αἰὲν ὁμοῖος.
Μὴ λέγε τὸν τεὸν ἄνδρα, φίλα, Δίνωνα τοιαῦτα,
τῶ μικκῶ παρεόντος· ὅρη, γύναι, ὡς ποθορῇ τυ.
Θάρσυ, Ζωπυρίων, γλυκερὸν τέκος· οὐ λέ��ει ἀπφύν.
Αἰσθάνεται τὸ βρέφος, ναὶ τὰν πότνιαν. Καλὸς ἀπφύς.
Ἀπφὺς μὰν τῆνος τὰ πρώαν λέγομες δὲ πρώαν θην
πάντἀ νίτρον καὶ φῦκος ἀπὸ σκανᾶς ἀγοράσδων
ἦνθε φέρων ἅλας ἄμμιν, ἀνὴρ τρισκαιδεκάπηχυς.
Χὠμὸς ταυτᾷ ἔχει, φθόρος ἀργυρίω, Διοκλείδας·
ἑπταδράχμως κυνάδας, γραιᾶν ἀποτίλματα πηρᾶν,
πέντε πόκως ἔλαβ᾽ ἐχθές, ἅπαν ῥύπον, ἔργον ἐπ᾽ ἔργῳ.
Ἄλλ᾽ ἴθι, τὠμπέχονον καὶ τὰν περονατρίδα λαζεῦ.
Βᾶμες τῶ βασιλῆος ἐς ἀφνειῶ Πτολεμαίω,
θασόμεναι τὸν Ἄδωνιν· ἀκούω χρῆμα καλόν τι
κοσμεῖν τὰν βασίλισσαν. Ἐν ὀλβίω ὄλβια πάντα.
Ὧν εἶδες χὦν εἶπας ἰδοῖσα τὺ τῷ μὴ ἰδόντι ...
Ἕρπειν ὥρα κ᾽ εἴη. Ἀεργοῖς αἰὲν ἑορτά.
Εὐνόα, αἶρε τὸ νᾶμα, καὶ ἐς μέσον, αἰνόθρυπτε,
θὲς πάλιν· αἱ γαλέαι μαλακῶς χρῄσδοντι καθεύδειν.
Κινεῦ δή, φέρε θᾶσσον ὕδωρ. Ὕδατος πρότερον δεῖ·
ἃ δὲ σμᾶμα φέρει. Δὸς ὅμως. Μὴ πουλὺ δ᾽, ἄπληστε,
ἔγχει ὕδωρ. Δύστανε, τί μευ τὸ χιτώνιον ἄρδεις;
Παῦσαι. Ὁκοῖα θεοῖς ἐδόκει, τοιαῦτα νένιμμαι.
Ἁ κλὰξ τᾶς μεγάλας πᾷ λάρνακος; Ὦδε φέρ᾽ αὐτάν.
Πραξινόα, μάλα τοι τὸ καταπτυχὲς ἐμπερόναμα
τοῦτο πρέπει. Λέγε μοι, πόσσω κατέβα τοι ἀφ᾽ ἱστῶ;
Μὴ μνάσῃς, Γοργοῖ· πλέον ἀργυρίω καθαρῶ μνᾶν
ἢ δύο· τοῖς δ᾽ ἔργοις καὶ τὰν ψυχὰν προτέθηκα.
Ἀλλὰ κατὰ γνώμαν ἀπέβα τοι. Τοῦτο κάλ᾽ εἶπας.
Τὠμπέχονον φέρε μοι, καὶ τὰν θολίαν κατὰ κόσμον
ἀμφίθες. Οὐκ ἀξῶ τυ, τέκνον· μορμώ· δάκνει ἵππος.
Δάκρυ᾽ ὅσσα θέλεις· χωλὸν δ᾽ οὐ δεῖ τυ γενέσθαι.
Ἕρπωμες. Φρυγία, τὸν μικκὸν παῖσδε λαβοῖσα,
τὰν κύν᾽ ἔσω κάλεσον, τὰν αὐλείαν ἀπόκλαξον.
Ὦ θεοί, ὅσσος ὄχλος· πῶς καὶ πόκα τοῦτο περᾶσαι
χρὴ τὸ κακόν; Μύρμακες ἀνάριθμοι καὶ ἄμετροι.
Πολλά τοι, ὦ Πτολεμαῖε, πεποίηται καλὰ ἔργα,
ἐξ ὧ ἐν ἀθανάτοις ὁ τεκών· οὐδεὶς κακοεργὸς
δαλεῖται τὸν ἰόντα παρέρπων Αἰγυπτιστί,
οἷα πρὶν ἐξ ἀπάτας κεκροτημένοι ἄνδρες ἔπαισδον,
ἀλλάλοις ὁμαλοί, κακὰ παίγνια, πάντες ἐρειοί.
Ἁδίστα Γοργοῖ, τί γενώμεθα; Τοὶ πτολεμισταὶ
ἵπποι τῶ βασιλῆος. Ἄνερ φίλε, μή με πατήσῃς.
Ὀρθὸς ἀνέστα ὁ πυρρός· ἴδ᾽ ὡς ἄγριος. Κυνοθαρσὴς
Εὐνόα, οὐ φευξῇ; Διαχρησεῖται τὸν ἄγοντα.
Ὠνάθην μεγάλως, ὅτι μοι τὸ βρέφος μένει ἔνδον.
Θάρσει, Πραξινόα· καὶ δὴ γεγενήμεθ᾽ ὄπισθεν,
τοὶ δ᾽ ἔβαν ἐς χώραν. Καὐτὰ συναγείρομαι ἤδη.
Ἵππον καὶ τὸν ψυχρὸν ὄφιν τὰ μάλιστα δεδοίκω
ἐκ παιδός. Σπεύδωμες· ὄχλος πολὺς ἄμμιν ἐπιρρεῖ.
Ἐξ αὐλᾶς, ὦ μᾶτερ; Ἐγών, ὦ τέκνα. Παρενθεῖν
εὐμαρές; Ἐς Τροίαν πειρώμενοι ἦνθον Ἀχαιοί,
καλλίστα παίδων· πείρᾳ θην πάντα τελεῖται.
Χρησμὼς ἁ πρεσβῦτις ἀπῴχετο θεσπίξασα.
Πάντα γυναῖκες ἴσαντι, καὶ ὡς Ζεὺς ἀγάγεθ᾽ Ἥραν.
Θᾶσαι, Πραξινόα, περὶ τὰς θύρας ὅσσος ὅμιλος.
Θεσπέσιος. Γοργοῖ, δὸς τὰν χέρα μοι. Λαβὲ καὶ τύ,
Εὐνόα, Εὐτυχίδος· πότεχ᾽ αὐτᾷ, μή τι πλανηθῇς.
Πᾶσαι ἅμ᾽ εἰσένθωμες· ἀπρὶξ ἔχευ, Εὐνόα, ἁμῶν.
Οἶμοι δειλαία· δίχα μευ τὸ θερίστριον ἤδη
ἔσχισται, Γοργοῖ. Ποττῶ Διός, εἴτι γένοιο
εὐδαίμων, ὤνθρωπε, φυλάσσεο τὠμπέχονόν μευ.
Οὐκ ἐπ᾽ ἐμὶν μέν, ὅμως δὲ φυλάξομαι. Ἄθροος ὄχλος.
Ὠθεῦνθ᾽ ὥσπερ ὕες. Θάρσει, γύναι· ἐν καλῷ εἰμές.
Κεἰς ὥρας κἤπειτα, φίλ᾽ ἀνδρῶν, ἐν καλῷ εἴης,
ἄμμε περιστέλλων. Χρηστῶ κᾠκτίρμονος ἀνδρός.
Φλίβεται Εὐνόα ἄμμιν. Ἄγ᾽, ὦ δειλά, τὺ βιάζευ.
Κάλλιστ᾽· «Ἐνδοῖ πᾶσαι», ὁ τὰν νυὸν εἶπ᾽ ἀποκλάξας.
Πραξινόα, πόταγ᾽ ὧδε. Τὰ ποικίλα πρᾶτον ἄθρησον,
λεπτὰ καὶ ὡς χαρίεντα· θεῶν περονάματα φασεῖς.
Πότνι᾽ Ἀθαναία, ποῖαί σφ᾽ ἐπόνασαν ἔριθοι;
Ποῖοι ζωογράφοι τἀκριβέα γράμματ᾽ ἔγραψαν;
Ὡς ἔτυμ᾽ ἑστάκαντι, καὶ ὡς ἔτυμ᾽ ἐνδινεῦντι,
ἔμψυχ᾽, οὐκ ἐνυφαντά. Σοφόν τοι χρῆμ᾽ ὥνθρωπος.
Αὐτὸς δ᾽ ὡς θαητὸς ἐπ᾽ ἀργυρέω κατάκειται
κλισμῶ, πρᾶτον ἴουλον ἀπὸ κροτάφων καταβάλλων,
ὁ τριφίλητος Ἄδωνις, ὃ κεἰν Ἀχέροντι φιλεῖται.
Παύσασθ᾽, ὦ δύστανοι, ἀνάνυτα κωτίλλοισαι
τρυγόνες. Ἐκκναισεῦντι πλατειάσδοισαι ἅπαντα.
Μᾶ, πόθεν ὥνθρωπος; Τί δὲ τίν, εἰ κωτίλαι εἰμές;
Πασάμενος ἐπίτασσε· Συρακοσίαις ἐπιτάσσεις;
Ὡς εἰδῇς καὶ τοῦτο. Κορίνθιαι εἰμὲς ἄνωθεν,
ὡς καὶ ὁ Βελλεροφῶν· Πελοποννασιστὶ λαλεῦμες·
δωρίσδεν δ᾽ ἐξεστι, δοκῶ, τοῖς Δωριέεσσι.
Μὴ φύη, Μελιτῶδες, ὃς ἁμῶν καρτερὸς εἴη,
πλὰν ἑνός, οὐκ ἀλέγω. Μή μοι κενεὰν ἀπομάξῃς.
Σίγα, Πραξινόα· μέλλει τὸν Ἄδωνιν ἀείδειν
ἁ τᾶς Ἀργείας θυγάτηρ, πολύϊδρις ἀοιδός,
ἅτις καὶ πέρυσιν, τὸν ἰάλεμον, ἀρίστευσε.
Φθεγξεῖται τι, σάφ᾽ οἶδα, καλόν· διαθρύπτεται ἤδη.
«Δέσποιν᾽, ἃ Γολγώς τε καὶ Ἰδάλιον ἐφίλασας,
αἰπεινόν τ᾽ Ἔρυκα, χρυσῷ παίζοισ᾽ Ἀφροδίτα,
οἷόν τοι τὸν Ἄδωνιν ἀπ᾽ ἀενάω Ἀχέροντος
μηνὶ δυωδεκάτῳ μαλακαίποδες ἄγαγον Ὧραι.
Βάρδισται Μακάρων, Ὧραι φίλαι, ἀλλὰ ποθειναὶ
105 ἔρχονται πάντεσσι βροτοῖς αἰεί τι φέροισαι.
Κύπρι Διωναία, τὺ μὲν ἀθανάταν ἀπὸ θνατᾶς,
ἀνθρώπων ὡς μῦθος, ἐποίησας Βερενίκαν,
ἀμβροσίαν ἐς στῆθος ἀποστάξασα γυναικός·
τὶν δὲ χαριζομένα, πολυώνυμε καὶ πολύναε,
ἁ Βερενικεία θυγάτηρ, Ἑλένᾳ εἰκυῖα
Ἀρσινόα πάντεσσι καλοῖς ἀτιτάλλει Ἄδωνιν.
Πὰρ μέν οἱ ὥρια κεῖται, ὅσα δρυὸς ἄκρα φέρονται,
πὰρ δ᾽ ἁπαλοὶ κᾶποι πεφυλαγμένοι ἐν ταλαρίσκοις
ἀργυρέοις, Συρίω δὲ μύρω χρύσει᾽ ἀλάβαστρα.
Εἴδατά θ᾽ ὅσσα γυναῖκες ἐπὶ πλαθάνῳ πονέονται,
ἄνθεα μίσγοισαι λευκῷ παντοῖ᾽ ἁμ᾽ ἀλεύρῳ,
ὅσσα τ᾽ ἀπὸ γλυκερῶ μέλιτος τά τ᾽ ἐν ὑγρῷ ἐλαίῳ,
πάντ᾽ αὐτῷ πετεηνὰ καὶ ἑρπετὰ τεῖδε πάρεστιν.
Χλωραὶ δὲ σκιάδες, μαλακῷ βρίθοντες ἀνήθῳ,
δέδμανθ᾽· οἱ δέ τε κῶροι ὑπερπωτῶνται Ἔρωτες,
οἷοι ἀηδονιδῆες ἀεξομένων ἐπὶ δένδρων
πωτῶνται, πτερύγων πειρώμενοι, ὄζον ἀπ᾽ ὄζω.
Ὤ ἔβενος, ὢ χρυσός, ὤ ἐκ λευκῶ ἐλέφαντος
αἰετώ, οἰνοχὄον Κρονίδᾳ Διὶ παῖδα φέροντες.
Πορφύρεοι δὲ τάπητες ἄνω («μαλακώτεροι ὕπνω»,
ἁ Μίλατος ἐρεῖ, χὠ τὰν Σαμίαν καταβόσκων),
ἔστρωται κλίνα τῷ Ἀδώνιδι τῷ καλῷ ἄλλα»·
τὰν μὲν Κύπρις ἔχει, τὰν δ᾽ ὁ ῥοδόπαχυς Ἄδωνις,
ὀκτωκαιδεκέτης ἢ έννεακαίδεχ᾽ ὁ γαμβρός.
Οὐ κεντεῖ τὸ φίλαμ᾽· ἔτι οἱ πέρι χείλεα πυρρά.
Νῦν μὰν Κύπρις ἔχοισα τὸν αὑτᾶς χαιρέτω ἄνδρα·
ἀῶθεν δ᾽ ἄμμες νιν ἅμα δρόσῳ ἀθρόαι ἔξω
οἰσεῦμες ποτὶ κύματ᾽ ἐπ᾽ ἀιόνι πτύοντα,
λύσασαι δὲ κόμαν καὶ ἐπὶ σφυρὰ κόλπον ἀνεῖσαι,
στήθεσι φαινομένοις, λιγυρᾶς ἀρξώμεθ᾽ ἀοιδᾶς.
«Ἔρπεις, ὦ φίλ᾽ Ἄδωνι, καὶ ἐνθάδε, κεἰς Ἀχέροντα,
ἡμιθέων, ὡς φαντί, μονώτατος. Οὔτ᾽ Ἀγαμέμνων
τοῦτ᾽ ἔπαθ᾽, οὔτ᾽ Αἴας ὁ μέγας, βαρυμάνιος ἥρως,
οὔθ᾽ Ἔκτωρ, Ἑκάβας ὁ γεραίτατος εἴκατι παίδων,
οὐ Πατροκλῆς, οὐ Πύρρος ἀπὸ Τροίας ἐπανελθών,
οὔθ᾽ οἱ ἔτι πρότεροι, Λαπίθαι καὶ Δευκαλίωνες,
οὐ Πελοπηϊαδᾶν τε καὶ Ἄργεος ἄκρα Πελασγοὶ.
Ἵλαθι νῦν, φίλ᾽ Ἄδωνι, καὶ ἐς νέωτ᾽ εὐθυμήσαις.
Καὶ νῦν ἦνθες, Ἄδωνι, καί, ὅκκ᾽ ἀφίκῃ, φίλος ἡξεῖς.»
Πραξινόα, τὸ χρῆμα σοφώτερον. Ἁ θήλεια
ὀλβία ὅσσα ἴσατι, πανολβία ὡς γλυκὺ φωνεῖ.
Ὥρα ὅμως κεἰς οἶκον. Ἀνάριστος Διοκλείδας
χὠνὴρ ὄξος ἅπαν· πεινᾶντι δὲ μηδέποτ᾽ ἔνθῃς.
Χαῖρε, Ἄδων ἀγαπατέ, καὶ ἐς χαίροντας ἀφίκευ.
Θεόκριτος
4 notes
·
View notes
σύρινξ las seis notas de la flauta
MIMO XI. En los pingües pastos de Sicilia hay un soto de almendros dulces, no lejos del mar. Hay allí un antiguo asiento hecho de piedra negra donde desde hace años se sientan los pastores. De las ramas de los árboles cercanos cuelgan jaulas de cigarra trenzadas con fina juncia y nasas de mimbre verde que se usaron para atrapar peces. La que duerme, encaramada al poyo de piedra negra, los pies liados en peales, con la cabeza oculta bajo un chapeo apuntado de rucia paja, espera a un pastor que jamás tornó. Se fue, con las manos pringadas de cera virgen, a cortar cañas en el húmedo matorral: con ellas quería formar una flauta de siete tubos, tal como le había enseñado el dios Pan. Y pasadas siete horas surgió la primera nota junto al poyo de piedra negra donde velaba la que hoy duerme allí. La nota entonces sonó cercana, clara y argentina. Luego pasaron siete horas más sobre el prado azul de sol, y la segunda nota resonó, gozosa y dorada. Y cada siete horas la ahora durmiente oyó tañer uno a uno los tubos de la nueva flauta. El tercer sonido fue lejano y grave como el clamor del hierro. Y la cuarta nota, aún más lejana, retiñó profundamente, como la voz del cobre. La quinta fue angustiada y breve, parecida al golpe de una vasija de estaño. Pero la sexta, sorda y ahogada y vibrante, justo como los plomos de una red que se entrechocan.
Entonces la que duerme hoy esperó la séptima nota, que no sonó. Los días envolvieron el soto de almendros con su blanca vaharina, y los crepúsculos con la suya, gris, y las noches, con la cárdena y azul que les es propia. Quizá el pastor espera la séptima nota a la orilla de una clara albufera, en la sombra creciente de atardeceres y años; y sentada en el asiento de piedra negra, la que lo esperaba, se durmió.
*
σύρινξ les six notes de la flûte
MIME XI. Dans les pâturages gras de la Sicile il y a un bois d'amandiers doux, non loin de la mer. Là est un siège ancien fait de pierre noire où les pâtres se sont assis depuis des années. Aux rameaux des arbres voisins pendent des cages à cigales tressées de jonc fin et des nasses d'oseraie verte qui servirent à prendre le poisson. Celle qui dort, dressée sur le siège de pierre noire, les pieds enroulés de bandelettes, la tête cachée sous un chapeau pointu de paille rousse, attend un pâtre qui n'est jamais revenu. Il partit, les mains enduites de cire vierge, pour couper des roseaux dans les halliers humides: il voulait en modeler une flûte à sept tuyaux, ainsi que l'avait enseigné le dieu Pan. Et lorsque sept heures se furent écoulées, la première note jaillit auprès du siège de pierre noire où veillait celle qui dort aujourd'hui. Or la note était proche, claire et argentine. Puis sept heures passèrent sur la prairie bleue de soleil, et la seconde note retentit, joyeuse et dorée. Et toutes les sept heures la dormeuse de maintenant entendit sonner un des tuyaux de la flûte nouvelle. Le troisième son fut lointain et grave comme la clameur du fer. Et la quatrième note fut plus lointaine encore et profondément tintante, ainsi que la voix du cuivre. La cinquième fut troublée et brève, semblable au choc d'un vase d'étain. Mais la sixième fut sourde et étouffée et sonore juste autant que les plombs d'un filet qui se frappent.
Or, celle qui dort aujourd'hui attendit la septième note, qui ne résonna pas. Les jours enveloppèrent le bois d'amandiers avec leur brouillard blanc, et les crépuscules avec leur brouillard gris et les nuits avec leur brouillard pourpre et bleu. Peut-être que le pâtre attend la septième note, au bord d'une mare lumineuse, dans l'ombre grandissante des soirs et des années; et, assise sur le siège de pierre noire, celle qui attendait le pâtre s'est endormie.
Marcel Schwob
di-versión©ochoislas
1 note
·
View note