Rhonda
“Hay personas que llegan y se van como el viento y aún así dejan huellas indelebles”
Había una alegría en Rhonda que no era fácil de asimilar. Al igual que su familia, compartía un amor inexplicable por todo. Este amor era seguramente secundado por una ferviente fé hacia aquel Dios que promete el cielo. Para mí, esa aparente alegría sosegada en personas que pregonan fé, es sólo el reflejo de una prepotencia ostentosa por saberse superiores a los demás, ya que creen tener una verdad absoluta y divina que solo su fé en Dios les pudo dar.Rhonda no era el caso. Había un interés sincero en ella por hacer el bien a los demás sin esperar más a cambio que la inverosímil entrada a un reino incierto.
No fue que ella quisiera alardear de sus buenas acciones. Fui yo preguntando lo que no debía que ella me contó que había llegado con su familia a Costa Rica a ayudar a levantar un refugio para perros. Y fue socavando sin intención su gentil persona, que con una sonrisa que oculta un dolor inmenso, me contó que gestó en su vientre un bebe que no era para ella.
Con nostalgia infinita se limita a decirme que aún visita a esa niña que alguna vez fue parte de ella pero que desde un principio aceptó renunciar sólo para hacer feliz a una pareja infértil. Es ella ahora quien lleva el dolor y frustración que le pertenecía a otros.
No hablé con ella mas de dos horas, y a pesar de que nos invitó a su casa en Canada, lo más seguro es que nunca más la vuelva a ver. Aún así quería regalarle esta historia. Para no olvidarla y también para recordarme en hacer algo por alguien de vez en cuando; o de pronto animar a algún lector a hacerlo.
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