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#la chica de ojos grises
xmissrogersx · 6 months
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"Mi ángel" | Joel Miller
Mi historia en Wattpad: https://www.wattpad.com/story/338459881?
Todos los escritos son de mi autoría, prohibida adaptación y/o copia.
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Nos encontrábamos atravesando el agua estancada del hotel abandonado, y lo único que deseaba en estos momentos era haber empacado otra muda de ropa para sacarme el mal olor que estaba impregnándose en mis botas.
-Ugh, esto es asqueroso —hablo Ellie chistosa.
-Como las medias de Joel luego de 3 días —dije por lo bajo, aún así haciendo que el susodicho me escuché para a luego voltear y mirarme enojado. Dios, con su ceño fruncido y todo, sigue siendo sexy y ardiente.
La pequeña se acercó a lo que parecía que fue el mostrador del lugar. Me coloqué del otro lado, poniendo sobre mi cabeza una boina que sería del botones.
-¿Que tal, madame? —agachando la cabeza, a modo de juego hacia la pequeña, quien río para seguirme la corriente.
-Quiero su mejor suite, señorita.
-Por supuesto, solo lo mejor de lo mejor para alguien tan refinada como usted —extendí mi mano entrándole "la llave".
Joel sonreía por lo bajo al ver la escena que ambas representaban.
Ellie reía a más no poder sosteniendo su estómago, al ver cómo Paris fingía llevar "su equipaje" a la habitación. Estos eran momentos por los que valía la pena seguir con vida.
Su chica, como el solía decirle, tenia 26 años; pero en su interior aún era una pequeña niña. Y eso era lo que más adoraba de ella. Pese a la oscuridad y el horror en que el mundo se había sumido 20 años atrás, la castaña lograba traer un poco de luz a sus grises días.
-Muy bien, veamos si encontramos una habitación para poder descansar un poco —las interrumpió Joel, a lo que Paris hizo un puchero.
-¿5 minutos más? —suplicó ella, a lo que él mayor no pudo negarse, aunque más tarde sabía que se lo cobraría.
-Esta bien —la pequeña sonrió triunfante, mientras la chica le sonrió agradecida.
-Te amo —movió sus labios. Él era su mundo, y se aseguraba de hacérselo saber.
-Te amo, ángel —le respondió con ojos brillosos.
Pasado el rato de juegos, Ellie se durmió sobre una cama que estaba bien conservada. París entrecerró la puerta, y se dirigió en frente. Allí, Joel estaba entre dormido, o eso pensaba la joven.
Se recostó junto a su pareja, dándole la espalda, permitiendo que pueda descansar luego del trayecto que había tenido, y el que se les avecinaba.
Me dispuse a dormir plácidamente, pero en cuanto apoye mi cabeza en la almohada, unos fuertes brazos me apretaron contra si.
-Me debes una por lo de hoy, ángel —susurró Joel en mi oído, provocándome una descarga en mi cuerpo. Sonriendo me giré para tenerlo de frente.
-Perdona, no te entendí, ¿A que te refieres? —haciéndome la distraída me senté ahorcadas sobre él.
-Eres preciosa —levantó su mano acariciando mi mejilla derecha, a lo que la tome dejando un beso en su dorso.-Todavía no comprendo cómo puedes estar con un viejo amargado como yo...
-Joel Miller, vuelve a decir eso sobre ti, y no tendré mas sexo contigo.
El suspiro, sonriendo por lo bajo. Sabía a donde llevaba esta conversación. Sabía muy bien lo que iba a decirle.
-Nos llevamos 20 años, ¿y que? Y no es porque el mundo esté jodido de todas las maneras posibles, aún si te hubiera conocido en otras circunstancias, me hubiera enamorado de ti igual. Eres el hombre más dulce, protector y amable que conocí en mi vida —recite tomando su rostro con mis manos, acariciando su incipiente barba oscura y el nacimiento de su cabello ya un poco canoso.-Sin olvidar sexy.
Joel río emocionado, no entendía que había echo para merecer a semejante mujer frente a él.
-Ellie está durmiendo en frente... así que si quieres que algo pase, tendrá que ser en extremo silencio —susurré cerca de su rostro.
-Mi amor, sabes que eso es imposible —dijo arrogante.-Tu eres la que grita cuando estás debajo de mi, y lo haces a propósito, porque sabes cuánto me pone verte gritar mi nombre.
Dios este hombre va a matarme, y estoy completamente entregada a él.
"Cuando estés perdido en la oscuridad, busca la luz"
Comprendí esa frase cuando Joel Miller irrumpió en mi vida, y yo en la suya.
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ghqstfqce · 2 years
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Hola, creo que llegué justo a tiempo para pedir algo
Podrías hacer headcannons de Danny Johnson con un/a S/O que es amo/a de casa? Danny quiere mucho a su pareja y no quiere que se dé cuenta de su segundo trabajo porque sabe que le va a espantar, su S/O es una persona amable y sensible.
Me gusta lo macabro, un poco, así que más tarde su S/O se daría cuenta de el pasatiempo de Danny mientras ordenaba sus cosas (encuentra las fotos de gente muerta al lado de Ghostface, el disfraz manchado de sangre y así), probablemente Danny no va a dejarle ir así de simple aunque esté horrorizado/a
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Warnings || Mención de Asesinatos. Temas yandere podría ser. Danny esta enamorado obsecionado con lector. Retención contra su voluntad. Algo se pelusa al inicio.
Pairing || Danny Johnson | The Ghost Face x Husband ! Reader.
Notas || Me pusiste en una encrucijada, me encanta hacer lectores mortalmente grises que aceptan de una al slasher, así que a ver que tal ha salido esto.
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Danny no creía que fuera capaz de amar, tan dañado y oscuro, ¿quién podría querer al monstruo que acechaba en sus pesadillas infantiles?
Tú, al parecer tú lo querías y la parte maniática de él se sentía extasiada por ti, su dulce chico, no sabe qué hizo para merecerte, pero no te dejará ir.
Aunque tienes un pequeño trabajo siendo tutor de niños en su pequeño suburbio; siempre tienes la casa limpia y agradable, comida caliente para cuando él llegue, su almuerzo por si sus horas de oficina se alarga y su cambio del día siguiente planchado e impecable.
Te adora con violencia, no sólo porque te encargues de la casa y aunque es un gran punto extra, vive para como lo amas.
Cada pequeño detalle en lo que haces por él y la casa donde viven, cómo se iluminan tus ojos al verlo entrar a casa, como corres para abrazarlo como el gran koala que eres.
"Bienvenido a casa, cariño, te he extrañado" y seguido un ataque de besos por toda su cara, es su parte favorita de todo el día.
A veces en las noches no puede dormir pensando en la rapidez en la que podría perder todo eso, un descuido de su parte y el gran sol que eres tú no dudaría en alejarse y explotar, no lo permitirá, ¿verdad?
Todo había estado marchando de maravilla, a Danny le iba muy bien en su trabajo como periodista y aunque te preocupaba como el horrible asesino que era Ghostface lo escogió para publicar sus atrocidades, te sentías agradecido de que Danny pudiera hacer lo que más le gustaba.
El día era agradable, el sol brillaba sobre todo a tu alrededor y eras el hombre más feliz del mundo, inconsciente de las nubes grandes y espesas que se cernían sobre ti y la relación con tu maravilloso esposo.
No había sido tu intención husmear, confiabas en Danny con tu vida, así como él confiaba con su vida en ti. Pero siempre te pareció extraño como te pedía no limpiar cierta parte de su oficina y aunque querías entenderlo, no te parecía justo que aparte de aportar a casa, tuviera que limpiar.
Quizás debiste obedecer, debiste dejar esa maldita parte del estudio de tu esposo y seguir con tu vida. Pero no, por tratar de ser tan buen esposo te encontraste con tu propia pesadilla. No sabías que pensar mientras veías tantas fotos de cadáveres, una peor que la otra y al principio quisiste excusarlo con las fotos que el asesino le daría a tu esposo, pero luego ahí estaba esa maldita foto. Danny sonriendo como nunca, mientras sujetaba el cabello de una chica que lloraba y sangraba por la boca, todo rastro del brillo en los ojos de él había desaparecido, él no era tu Danny.
Y cuando viste esa sombra cerniéndose tras de ti, sabías que era lo último para ti. ¿Cómo decía el dicho? La curiosidad mató al gato, pero por lo menos murió sabiendo.
Danny sabía que debía ser cuidadoso, nada de pruebas incriminatorias en su casa, menos en la maldita casa adorable qué compartía contigo. Pero fue tan engreído y confío tanto en que lo escucharas, pero sabía que eres curioso y amable por naturaleza.
Quizás él mismo quería autosabotearse, pero, ¿era autosaboteo si aún lograba mantenerte junto a él? Lo descubriría pronto quizás.
Obviamente trataste de huir, no serías su dulce e inteligente esposo si no corrieras al sentido contrario del peligro, pero él no necesitaba que fueras su dulce e inteligente esposo, solo quería que fueras su esposo y malditamente lo apoyaras.
Pero sabía que dejarías de ser tú si eso pasaba, así que trataba de ser agradable contigo, por el bien de conservarte tal y como se enamoró de ti.
Todo es desastroso al principio, tratas de luchar, de llamar a la policía y hasta de pelear con Danny, pero él no permitirá nada de eso, se niega a que te conviertas en quien lo traicione, no cuando eres a quien ama tanto.
Te hará hacer todos los trabajos de casa bajo su atenta mirada y si esta fuera, bueno, estarás encerrado en su oficina hasta que vuelva.
Le duele verte llorar y suplicar porque te deje ir, como te rindes y aseguras no abrir la boca si te deja ir, pero eso es imposible, no puede y no te dejará ir, es la parte más importante de su vida, su dulce y brillante sol, su dulce amo de casa, su precioso esposo y te ama.
¿Qué sería de su poca humanidad sin ti?
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scarlett--blood · 1 month
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⸙ꦽ❛ ¡ 𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐎 ! ╌❀ꦿ͙❟ ↷
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⸙ꦽ❛ STRANGE NIGHTMARES;; ¡ Las raras visiones que atormentan los sueños de una joven bruja ! ╌❀ꦿ͙❟
➤ Fecha de Publicación: ❛ 24 ❀ 02 ❀ 2024 ❜。
✧「 ❝ ¡ Advertencia ❀ mensiones de sangre, uso de lenguaje soez ! ❞ 」✧
━━━━━━━ 𝐃𝐈𝐒𝐅𝐑𝐔𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐋𝐄𝐂𝐓𝐔𝐑𝐀 ━━━━━━━
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━━━━━ ❀ ¡ 𝐍𝐀𝐑𝐑𝐀𝐃𝐎𝐑 𝐎𝐌𝐍𝐈𝐒𝐂𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄 ! ❀ ━━━━━
Desolado y tétricamente iluminado. Un tormentoso viento la golpeaba por distintas direcciones, empujando a la chica pelirroja bruscamente. Caminando con dificultad, usando sus brazos para proteger su rostro.
Mirando a sus alrededor, intentado encontrar algún lugar qe pudiera identificar. Y lo hizo. A lo lejos pudo divisar un enorme granero, con un grupo de personas vestidas de negro. Los identifico fácilmente como los antiguas fanáticos religiosos. Los Peregrinos.
❝ ¡Quemenlos! ❞
❝ ¡Que ardan en el infierno! ❞
Los escuchó gritar, alzando sus grilletes y antorchas. La joven miraba estupefacta la escena frente a ella. Se acercó lentamente, esquivando a los peregrinos, que aparentemente la ignoraban, y ahí pudo divisarlo.
Un apuesto joven, de cabellos dorados y ojos grises cual tormenta, mirando al líder peregrino con una furia sofocante.
La pelirroja lo miró pasmada, sin saber si era prudente acercarse más al enfrentamiento o no, pero lo hizo. Paso a paso, abriéndose paso entre las personas.
Y justo cuando iba a dar un último paso, la mirada oscurecida del joven se posó en la de ella.
Azul contra gris.
Un cielo diurno despejado, contra un cielo oscuro y nublado.
Las facciones del joven se suavisaron tanto, pasando de una mirada de furia, a una de horror.
Entonces todo avanzo en cámara lenta.
Él corrió hacia ella, empujando al líder peregrino fuera de su camino. Golpeando a más personas con fuerza, apartandolas de su objetivo. Ella pudo verlo gritar un nombre que no pudo distinguir.
❝ ¡Muerte a la maldita bruja! ❞
Los ojos de la joven se abrieron con sorpresa y miedo. Se giro en búsqueda de el propietario de aquella voz. Y cuando lo vio, también vio el hacha que fue lanzada en su dirección, apuntó de clavarse en su rostro.
Mientras sentía el filo del arma tocar su piel, escucho de fondo la voz desesperada del joven, suplicando porque se apartará del camino.
Entonces ella se despertó, ahogando un grito desesperado con su saliva, lo que la obligó a levantarse y a tropezones correr al sanitario, inclinándose sobre el retrete, vomitando bilis.
Aún tosiendo y escupiendo al retrete, un escalofrío recorrió su espina dorsal. Estremeciendose violentamente y orinadose un poco por la abrumadora sensación. Iugh.
Jadeando, se levantó, caminando disgustada hacia la regadera, abriéndole el grifo, haciendo correr el agua. La joven arqueo la espalda, gimiendo ante la frívola sensación del agua acariciando su cuerpo. Extendió su mano hacia el otro grifo, liberando lentamente el agua caliente.
Miró hacia abajo, percatadose que no se había despojado de su ropa, pero eso daba igual ahora, de igual manera tendría que lavar la ropa por la orina.
Levanto la cabeza, dejando que el agua tibia mojara su rostro, sintiendo un poco de alivio. Bajo la cabeza, ahora con el agua bajando hacia su nuca.
La pelirroja abrió sus ojos, aun sintiéndose confundida por la pesadilla vivida. No, no era una simple pesadilla, era algo más que eso. Se sintió tan vivida como para serlo. Era una visión, eso es lo que era.
Sin embargo, ¿qué significaba? ¿por qué había gente fuera de ese granero? Se entendía que eran peregrinos linchando por herejía o brujería. Entonces, ¿por qué se sentía tan personal? Tal vez era por algo más que su propio origen, pero había algo más.
Suspirando, la joven pelirroja comenzó a quitarse las prendas mojadas, dejándolas extendidas en el suelo. Lavando su cuerpo y su boca.
Ahora en su habitación colocándose una nueva muda de ropa y bragas, intentando distraerse de lo visto en aquella vision, pero era imposible, aun había tantas preguntas rondando su cabeza. Necesitaba repuestas y necesitaba saber:
❝ ¿Quién era ese chico? ❞
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◖⦅ ¡ ʚ ❀ ɞ ! ⦆◗ ¡ 𝐏 𝐋 𝐀 𝐘 𝐋 𝐈 𝐒 𝐓 ! ໃꪆ
➤ Lady Gaga ━━ Heavy Metal Lover
➤ Lady Gaga ━━ Monster
➤ Lady Gaga ━━ Bloody Mary
➤ Lady Gaga ━━ Judas
➤ Lady Gaga ━━ Replay
➤ DPR IAN ━━ Don't Go Insane
➤ LSD (ft. Sia, Diplo, Labrinth) ━━ Genius
➤ Isabel LaRosa ━━Eyes Don't Lie
➤ Grace ft G-eazy ━━ You Don't Own Me
➤ The Weeknd ━━ House of Balloons (first part only)
➤ The Weeknd, Lily Rose Depp & Ramsey ━━ Fill the Void
➤ The Weeknd ━━ As You Are
➤ The Weeknd ━━ Acquainted
➤ The Weeknd ━━ Nothing Without You
➤ Tommee Profitt (ft. brooke) ━━ Can’t Help Falling In Love
➤ 2WEI ━━ Toxic
➤ J2 ━━ Crazy in Love
➤ Fleurie ━━ Love and War
➤ Lana Del Rey ━━ Ultraviolence
➤ Lana del Rey ━━ Art Deco
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⿴⃟ 〮❪ ❀ ❜⏜ #𝐌𝐀𝐒𝐓𝐄𝐑 𝐋𝐈𝐒𝐓。。。 ❪ ☑ ❫
⿴⃟ 〮❪ ❀ ❜⏜ #𝐃𝐈𝐒𝐂𝐋𝐀𝐈𝐌𝐄𝐑。。。 ❪ ☑ ❫
⿴⃟ 〮❪ ❀ ❜⏜ #𝐓𝐄𝐌𝐏𝐎𝐑𝐀𝐃𝐀 𝟎𝟏。。。 ❪ ☑ ❫
━━━━━━━━━ 𝐆𝐑𝐀𝐂𝐈𝐀𝐒 𝐏𝐎𝐑 𝐋𝐄𝐄𝐑 ━━━━━━━━━
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bueno, aquí estoy de nuevo, ustedes alcanzaron la meta (todavía estoy trabajando en el tráiler, así que lo enviaré por un tiempo para quizás publicarlo, porque primero tengo que enviar a algunos de mis amigos para que evalúen el tráiler). a ver si sirve para post), soy una chica de palabra, solo me falta hacer algunas animaciones y dibujos (recordando que es un trailer y puedes teorizar lo que quieras cuando se estrene) Jake: bueno, terminemos con estas tonterías pronto... sí, estoy de acuerdo. Esta es mi versión de la visión de Jake, él será importante en la historia al igual que otros personajes, solo lo muestro porque es el único personaje que no puedes ver, porque es un hacker y vigila su identidad secreta. así que me basé en cómo sería, no solo en lo que él mismo dice en las conversaciones, sino también en su comportamiento y apariencia en el camerino. siempre vestido de negro, con mancara negra para desaparecer con la cara, guantes adecuados para tocar celulares y electrónicos para no dejar huellas dactilares, y un corte de pelo normal y corriente para no levantar demasiadas sospechas de ningún "indeseable", tiene ojos porque ( esto se mencionará en la historia), está muy apegado a su preciada computadora, usa lentes de contacto para no obstruir el iris de su ojo, por lo general usa lentes de contacto grises (hice este color para que coincida con la paleta de colores, una blusa gris verde debajo , tenes pantalones cerrados y anchos. Espero que les guste aún más ; ) my artwork and fanart: @teensadventuresstudio
⚠️ADVERTENCIA⚠️:el personaje original Jake pertenece a Everbytestudio
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lilavh · 11 months
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hola, bbs !! de este lado cordelia, viniendo a hablarles un poco de mis dudesitosss ( sip, ambos en el mismo post xq pajita ). abajo del read more dejaré la info, pueden darle al corazoncito y yo con gusto les hablaré por discord ♡
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delilah white ( o lilah solo para sus compitas ) , francesa, veintiséis años, heterosexual mentira, matriculada, mansión cinco.
facultad: st. wolfeius. carreras: medicina y psicología. año de curso: tercer año. extracurriculares: violín en la orquesta universitaria, miembro del coro universitario, miembro del club de latín y lenguas bíblicas, miembro del club de tenis femenino & miembro del club de trabajo voluntario. y les dejo el formulario por si gustan saber un poquitín más ♡
viene de una familia muy religiosa y super fiel a la iglesia pero es cero good vibes. puede tener algunas veces una sonrisa pero casi siempre es forzada, la mayoría del tiempo tiene cara de un humor de perros. tiende a ser sarcástica, ser medio rude o a decir verdades pero si llega a estar de buen humor puede ser más sencillito de hablar con ella, sobre todo con sus amigos o quienes les agrada.
lleva una biblia con ella la mayoría del tiempo, también a veces repartiendo folletos de la iglesia y haciendo comentarios como si realmente fuera fiel también a su religión ( cuando nope ) pero es más que nada por la costumbre a lo que siempre estuvo rodeada. puede decir que no toma pero al final de las fiestas, igual estará de ebria como todo mundo :P, también puede jurar que solo le gustan los chicos pero se besuquea con las dudes en las fiestecitas. su mejor hobbie, btw.
es como la típica chica religiosa de las pelis pero versión medio bitch and fake asdfgk, q parece ser aburrida pero nop, xq dejando de lado sus humores, sabe divertirse y socializar. btw, siempre tiene alcohol en su recamara clandestinamente, obvs, so a los compañeros de mansión, ya saben con quien conseguirlo, wu.
suele mostrarse más malhumorada con los hombrecitos pero se junta más con estos ( en parte como para fingir apariencia de que solo le gustan los dudesitos¿? ) aunque con las chicas si es algo más amable, claro que yes.
le gusta vestirse con colores grises / negros y ama las faldas con tablones✨
busco conexiones de amistad, enemistad, etc. ( anything<3 ) pero igual dejo aquí algunas de las lista que nos dejaron las admins. conexiones.
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archibald ' archie ' richards ( le da igual quien le dice archie pero el prefiere que le digan richards, ahr ), británico, veinticuatro años, bisexual, becado, mansión siete.
facultad: st. philip of agira. carreras: ingeniería mecánica e ingeniería eléctrica. año de curso: segundo año. extracurriculares: locutor del podcast universitario, miembro del club de poesía, miembro del club de español, miembro del club de jardinería & miembro del club de boxeo. formulario.
tiene una cicatriz que cruza por su ceja izquierda, que por un golpe que recibió en una de sus clases de boxeo, en la que tuvo una herida abierta e incluso necesitó sutura. además de esa cicatriz, algunas veces traerá algún ojo morado o alguna partecita de su rostro algo hinchado idk, por lo mismo de sus clases de boxeo ( o porque se ande metiendo en peleas, ah ).
tiene pinta de ser un tipo rudo / intimidante ( y le gusta que así lo crean, tbh ) pero no lo es, o al menos no tanto como él realmente quisiera ( xq si es algo fácil de hacerlo enojar, ah) . es muy relajado y amigable aunque le cueste hacer amigos porque no sabe como iniciar una conversación decente. es ese amigo que si te metes en problemas, le puedes llamar para que arregle todo a golpecitos.
además del boxeo, le gusta mucho la jardinería y también leer poesía pero no es algo que le guste divulgar mucho o sacarlo al tema, no porque le de penita pero es para mantener su reputación ( según él ) y porque no le gusten que hagan un comentario en burla porque luego se pone a la defensiva ahr.
es locutor en el podcasts de la universidad, que siempre los suben los jueves por las noches, llamado: life sucks!, donde habla de sobre situaciones en las que pasan los jóvenes adultos / estudiantes pero inclinándose a lo cómico. a veces por experiencias propias o de conocidos. a veces suele tener invitados en ellos.
es fan de los simpsons y puede ser notorio como en un pequeño pin de ellos en su mochila, en alguna playerita q use como pijama o en las venditas adhesivas de bart que usa para las heriditas que se hace en jardinería.
también busco conexiones de amistad, enemistad, etc. ( lo que se les ocurra<3 ) pero igual dejo aquí algunas de las lista que nos dejaron las admins. conexiones.
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soultngell · 1 year
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⠀ꜥꜤ  𓂃 🗯️  !¡ALLISON KARLSSON + RONAN
DUMONT ( @soultngell )  𓄹𓍯
“Su mandíbula se tensa y el conflicto se refleja en su rostro.
─ Nada cambiará.
─ ¿Me amas, Ronan?
─ Sabes que sí.
─ Entonces quédate.
Desvía sus ojos hacia la pared, una lágrima resbala lentamente por su mejilla.
─ No puedo.
Mi corazón se agita en mi pecho, cada latido es estruendoso y sangra en consuelo. Se que hizo esto por mí. Quiere protegerme, pero no lo acepto. Me niego a perderlo. Hemos pasado por muchos obstáculos y no renunciare a él.
─ Y no voy a perdonarte si te vas.
Su garganta se mueve con brusquedad cuando traga saliva y pronuncia una simple palabra que me hace trizas.
─ Bien.
Me quedo congelada por unos segundos, incapaz de moverme o respirar.
─ ¿Bien? ─ suelto un sollozo ahogado ─ . ¿Es todo lo que dirás? ¿Bien?
Sus ojos grises son una tormenta furiosa.
─ Puedo vivir con tu odio si eso me garantiza tu seguridad. Sobrevivirás sin mí.
Cierro las manos en puños.
─ No quiero sobrevivir sin ti. Ese es el maldito problema. ─ lloro ─. ¿Tú podrías, Ronan?
No habla.
─ ¡Contéstame, maldita sea! ─ presiono ─. ¿Tú podrías sobrevivir sin mí?
Los ojos de Ronan se convierten en rendijas y su peso me acorrala en la cama. Su nariz toca la mía, su boca muy cerca de la mía.
─ No, mis días serán una tortura sin ti, pero sobreviviré. ─ afirma, mordiéndome el labio ─. ¿Sabes por qué, Allison?
Niego.
─ Te encontraré de nuevo. Siempre te encontraré porque eres mi chica. Mi compañera por el resto de la eternidad.”
⠀  ⠀   ،    Lazos Malignos  ⿻  Jessica Rivas ᵎᵎ  .
⠀  ꒰ Trilogía Dioses & Monstruos   𖤩   💬   𓂅   Disponible en Wattpad ¡ ♡
Instagram ⦂  𓄹  @/ soultngell 𓍯
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Memorias, entre el pasado y el presente (I) en Amor filial
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Tom y Cathy exploraban su nueva casa, había multitud de habitaciones en las dos plantas de la mansión e incluso un sótano donde se apilaban sin orden ni concierto muebles viejos y cachivaches de todo tipo, todo cubierto de polvo y en el mejor de los casos, protegido por sábanas blancas que por el paso de los años se habían vuelto grises por la capa de polvo acumulada, quedando la tela amarillenta y quebradiza por el paso del tiempo.
Sin duda estaban excitados ante su nueva casa, habían estado correteando por los pasillos adelantándose a sus padres, viendo todas las habitaciones, y habían acabado finalmente en aquel oscuro sótano, que se mostraba misterioso, lóbrego y tenebroso, recordando a las pelis de “gore” donde la chica rubia y guapa bajaba en la oscuridad sin sospechar que el psicópata de turno la aguardaba entre las sombras para degollarla.
Bajaron a tientas y se adentraron en la oscuridad. De repente sus gritos y carcajadas habían cesado y el silencio se abría camino delante suyo. Tom que iba detrás de su hermana intentó asustarla gruñéndole en la oreja, pero ésta no se dio por aludida e intrigada buscó en la pared algún interruptor que encendiera la luz.
Por las rendijas de las ventanas tapadas con maderas por fuera, se colaban haces de luz, que a modo de láseres se proyectaban en el suelo, haciendo brillar multitud de partículas de polvo en suspensión. Cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra, Tom vio una luz que colgaba en el centro de la estancia, se acercó y observó que de ella caía un cordón así que con algo de asco lo cogió y tiró de él.
Inmediatamente la luz se hizo, una luz amarillenta y mortecina, atenuada por la capa de polvo que cubría la bombilla, iluminó con luz espectral aquel sótano, iluminando la estancia para ellos.
Allí había un baúl, de madera con remaches de chapa metálicos en las esquinas y tiras metálicas circundándolo para darle mayor firmeza. Estaba colocado en el suelo, junto a una pila de otros objetos y muebles tapados con sábanas, pero a diferencia de éstos, no estaba cubierto.
Cathy fue quien primero reparó en él y acercándose intentó levantar la tapa sin éxito. Tom se acercó a ayudarla y poniéndose en cuclillas concluyó:
— Está cerrado Cathy, debería haber una llave en algún sitio que lo abra —dijo con cierta desilusión.
— ¿Qué contendrá, no sientes curiosidad por saberlo? —preguntó Cathy excitada ante la idea de los secretos que contendría.
— No sé, podemos buscar la llave a ver si está por alguna estantería o repisa —propuso Tom.
— ¡Perfecto, hagámoslo ahora mismo! —exclamó Cathy ilusionada ante la aventura que se presentaba.
Revolvieron por todos lados, provocando que parte del polvo pasase a estar en suspensión y poco a poco una neblina gris se fue formando en aquel lóbrego lugar y tras mucho buscar y rebuscar no hallaron indicios de la supuesta llave que abría el cofre, el cofre del tesoro, como ya lo habían bautizado durante su búsqueda.
Una voz se oyó, venía desde arriba, era su madre, quien los llamaba anunciándoles que iban a a comer. Así que abandonaron la búsqueda y subieron las escaleras de piedra hasta la primera planta de la casa.
Cuando su madre los vio aparecer una expresión de horror cubrió su cara.
— ¡Pero chicos, qué habéis estado haciendo! —exclamó exaltada.
— Nada mamá, sólo estábamos viendo el sótano —contestó Cathy con su voz dulce y aterciopelada.
— ¡Pero mirad vuestras ropas y vuestras caras, si tenéis hasta el pelo blanco! ¡Por dios bendito parecéis almas en pena! —añadió su madre.
— ¿Pasa algo Karen? —preguntó su padre acercándose desde la puerta principal.
Al verlos su padre no pudo evitar que una carcajada saliese de su boca ante el aspecto que tenían sus dos hijos. Karen se lo reprochó, pues para ella no tenía ninguna gracia. En ese momento Cathy se acercó a un espejo que había junto a las escaleras que subían a la segunda planta y entonces se contemplo con extrañeza, a los pocos segundos se unió a las risas de su padre...
— ¡Es verdad, mira Tom, parecemos fantasmas! Fantasmas salidos de ultratumba, ¡buh! —explicó volviéndose a su hermano y poniendo sus manos en forma de garras amenazantes.
Finalmente su crispada madre terminó por relajarse y se unió a las risas de todos. No tuvieron más remedio que cambiarse y asearse como pudieron pues la mudanza aún estaba sin hacer y sólo tenían pequeños equipajes que habían traído consigo.
Los días pasaron, sus muebles y enseres llegaron y tras una limpieza a fondo de la casa, ayudados por gente del pueblo cercano a la que contrataron, terminaron de adecentar aquella vieja mansión. El resultado final fue altamente satisfactorio, la casa lucia un aspecto victoriano esplendoroso al terminar de limpiar la fachada de la enredadera que crecía desde una esquina y que la había cubierto casi por completo.
Y así comenzó su vida en aquel apartado lugar, sin duda un cambio brutal desde la superpoblada New York a aquel pueblecito perdido en el condado de Kansas, cerca de Wichita, la ciudad más cercana a ellos. Pero, ¿cómo habían terminado allí, en un lugar tan apartado, tras vivir en la cosmopolita New York?
Richard, que así se llamaba su padre, antes era broker en New York, trabajaba 12 horas diarias y apenas veía a su mujer y a su familia. Únicamente se reservaba los fines de semana para ellos y en alguna ocasión ni eso. Trabajó de este modo durante años, perdiéndose muchos momentos familiares y gran parte de la infancia de sus hijos, hasta que un día casi llegó su hora. Un ataque al corazón, mientras trabajaba estuvo a punto de llevárselo por delante. Terminó postrado en un hospital durante semanas.
Cuando salió su cardiólogo le recomendó encarecidamente que cambiase de estilo de vida, de lo contrario no sobreviviría a un segundo ataque. Y así lo hizo, se despidió de su empresa, invirtió sus ahorros y guardó parte de ellos para trasladarse a vivir al campo. Desde allí pensaba seguir invirtiendo, pero a más bajo nivel su propio dinero, para poder continuar con su vida, pero ahora de una manera completamente distinta, intentando recuperar el tiempo perdido con su añorada familia.
De modo ahora dedicaba algunas horas del día a informarse y mirar la bolsa, cambiar algunas acciones, comprar o vender, pero sin agobios ni presiones. El resto de la jornada lo empleaba en la granja que había comprado y que estaba decidido a cultivar para ocupar el resto de su tiempo y compartirlo con su familia, pues todo aquello le había hecho apreciar el verdadero valor del tiempo.
Karen tenía un trabajo menos estresante que el de su esposo en la ciudad, era secretaria en la empresa donde Richard trabajaba, allí se conocieron y se casaron. Así que cuando le ocurrió el incidente a su marido no dudó en apoyarlo y dejar su trabajo también. De manera que pasó a ser ama de casa y a estar mucho más tiempo con su marido y sus hijos. En el fondo agradeció profundamente este cambio pues su relación de pareja se estaba resintiendo, debido al poco tiempo que pasaban juntos y a las tensiones que esto les provocaba y que les había distanciado tanto que ya apenas tenían relaciones.
En cuanto a sus hijos, Tom y Cathy, eran adolescentes, se llevaban algo menos de dos años y desde pequeños estaban bastante unidos, peleaban con frecuencia pero en el fondo se querían y siempre hacían las paces tras un enfado. Iban al instituto así que con el cambio perdieron sus antiguos amigos y tuvieron que volver a empezar, ahora irían al instituto del pueblo más cercano, pero todavía les quedaban las vacaciones de verano por delante antes de volver a las clases.
Así que, sin otra cosa que hacer, se dedicaban a holgazanear, explorar los alrededores de la finca y a bañarse en pequeño lago cercano, donde había un embarcadero hecho de madera que se adentraba en el agua y que, sin duda sería su diversión preferida en el caluroso verano que ya estaba aquí. Aunque ellos también habían acusado el cambio, en cierta medida el haber vivido siempre en una ciudad y ahora verse rodeados por campos hasta donde alcanzaba la vista, no les desagradaba como se podría pensar, sino todo lo contrario, les gustaba su nuevo hogar.
Trascurridas dos semanas desde su llegada, una calurosa noche en la que Tom no podía dormir, oyó un ruido, como un lamento, o bien un quejido. Curioso, pensó en que alguna ventana al moverse lo habría provocado, pero no corría ni una gota de aire. Entonces volvió a repetirse y esta vez lo identificó como un sonido “humano” de mujer. Pensando en que fuese su hermana que dormía en la habitación contigua, se levantó y se asomó a la puerta que las dividía. Estas habitaciones tenían esa particularidad, aparte de las puertas que daban al pasillo, tenían una puerta que las comunicaba así que la usaban para pasar de una habitación a otra a veces, sin tener que salir al pasillo.
El sonido de su respiración profunda le hizo deducir que su hermana dormía. Estando junto a la cama de su hermana volvió a oír el quejido, con más curiosidad decidió despertar a su hermana y contárselo a ver si ella también lo oía o era solo él que se estaba volviendo loco.
Efectivamente ella lo oyó igualmente cuando al poco éste se repitió. Así que ambos decidieron investigar, lanzándose al pasillo de madera descalzos. Avanzaron por él hacia el fondo y cuando hubieron avanzado unos metros lo oyeron con más claridad. Sin duda procedía del final, justo donde estaba el cuarto de sus padres.
Pensando en que alguno se encontrase mal, se acercaron y como sus habitaciones encontraron la puerta abierta con la esperanza de que alguna racha de aire refrescara las habitaciones. Allí, junto a la puerta lo oyeron con más claridad, el sonido procedía del interior y parecía que era su madre quien emitía aquellos “misteriosos” quejidos, por lo que el misterio, en parte, había quedado resuelto, aunque no saciada la curiosidad de sus hijos.
Tom quiso asomarse al marco de la puerta y ver lo que hacían. Tal vez sospechaba ya que pasaba, su hermana en cambio le tiraba del brazo y le indicaba que se fuesen, en cierto modo sintiéndose avergonzada por lo que iba a contemplar su hermano. Después de todo ella era casi dos años mayor que él, más avanzada en su pubertad y por tanto en conocimientos sobre relaciones humanas. Pero no hubo manera, Tom se asomó y allí contemplo el panorama...
De espaldas a la puerta, su madre estaba sentada sobre las piernas de su padre, que permanecía tumbado sobre la cama, viendo únicamente sus pies bajo el peso del cuerpo de su madre. La claridad provocada por la luna llena que lucía en aquella calurosa noche de verano y que se colaba por el ventanal del dormitorio marital, iluminaba sus cuerpos desnudos con sus rayos plateados, ella estaba de espaldas a su posición.
Su cabellera rubia y rizada era sujetada por sus brazos, llevados a su nuca, mientras ella, con acompasados movimientos, subía y bajaba flexionando sus rodillas y caderas, cabalgando dulcemente a su esposo, con gran placer por su parte. Giraba su cabeza de un lado a otro y la pegaba a sus brazos mientras se sujetaba el pelo, luego se inclinó hacia adelante y cayó sobre el pecho de su hombre, apoyando las manos sobre las sábanas y levantando más su culo, pasó a follarlo con suaves movimientos de cintura.
Tom, estaba anonadado, el culo de su madre, iluminado a la luz de la luna se mostraba esplendoroso, junto a su espalda bien formada, con las costillas y todos los huesos de la misma marcados. Pero su culo, ¡ay su culo!, le llamó especialmente la atención por cómo este reflejaba los rayos lunares... Aquello era otro cantar, en la posición actual, ligeramente inclinada hacia adelante, cuando subía se le venía con mayor claridad, ¡tan redondo, tan perfecto, tan sensual! Que Tom sintió nacer su excitación en sus clanzoncillos.
Cathy mientras tanto estaba detrás suyo, asomada por encima de su hombro. Vencida por la curiosidad al verlo a él mirar el espectáculo, contemplandolo con una mezcla de estupor y curiosidad, cómo sus padres hacían el amor.
Tom intentaba fijar la vista en la parte oscura bajo el culo de su madre, donde sin duda su vagina era atravesada por el falo paterno y en los juegos de luces y sombras creía adivinar las formas, aunque en realidad aquí su imaginación ponía más de su parte que la visión real, pues lo que no estaba iluminado directamente por los rayos lunares se convertía en una mancha negra informe. Cuando su madre subía el trasero, especialmente se marcaba la unión de sus cachetes, para acto seguido volver a caer sobre la verga erécta clavándosela hasta lo más íntimo, enfundándola en su vagina como el sable entra en su vaina..
Cathy tampoco dejó de mirar la escena, aunque se sentía avergonzada por espiar aquel acto de intimidad suprema entre sus padres. Ella era ya toda una mujer, hacía años que tenía el periodo y había empezado a explorar su sexo, especialmente en los momentos húmedos de la ducha, usando la alcachofa y jugueteando con las presiones del agua sobre su clítoris, había conseguido orgasmos deliciosos. Y ahora que contemplaba un acto sexual pleno, tan solo a unos metros de ella, y aunque pensar que eran sus padres quienes lo hacían le causaba bochorno, en su entrepierna sintió la humedad de su sexo comenzó y la excitación le subió hasta la boca. Ella lo notaba, casi podía olerlo, pues conocía bien el olor de su sexo cuando la calentura que subía desde sus bragas hasta su pituitaria.
Mientras ambos contemplaban el acto, extasiados, la acción comenzó a acelerarse, como si le hubiesen dado al avance rápido de vídeo. Su padre agarró por la cintura a su madre y sujetándola con firmeza, empezó a darle fuertes embestidas desde debajo suyo, provocando sonoras palmadas cuando sus muslos chocaban contra su culo, clavándosela con gran rapidez y fuerza.
A partir de ahí, su madre gimió más fuerte y comenzó a girar la cabeza de nuevo, lanzando su larga melena rubia hacia adelante y hacia atrás, en una explosión de placer supremo. Para finalmente caer abatida y sudorosa de nuevo sobre el pecho de su marido.
Ahora todo era como a cámara lenta, mientras sus caderas y su culo seguían moviéndose despacio, aún con la verga clavada en lo más intimo de su ser, parecían disfrutar de los momentos finales del acto que ya termnaba, recuperando la respiración tranquila y profunda tras las penetraciones despedidas de hacía apenas unos instantes.
Cathy, al ver que todo había acabado ya, tiró con fuerza del brazo a su hermano y se lo llevó de allí. Ambos volvieron, silenciosamente como gatos en la noche por el pasillo, en dirección hacia sus dormitorios.
— ¿Has visto lo que hacían? ¡Qué polvo han echado!, ¿no? —exclamó exultante Tom nada más entrar al cuarto de su hermana. Cathy le ordenó silencio, temerosa de que los oyesen.
— No hemos visto nada, ¿me oyes? No se te vaya a escapar delante de ellos —le advirtió.
— ¡Si claro, es que es la primera vez que veo follar en directo! —exclamó Tom con sinceridad apabullante.
— No seas guarro Tom, anda y acuéstate, ¿vale? —le apremió empujándole a través de la puerta intermedia hacia su cuarto y cerrándola cuando consiguió hacerlo pasar al otro lado.
Ambos se echaron en sus camas, sin duda rememoraron las sensuales escenas contempladas y a su manera, cada uno las disfrutó. Cathy se acarició su chochito sintiendo especial goce al hacerlo, hundiendo sus dedos en su surco tan húmedo y lubricado, que estos apenas econtraban resistencia, ¡fue delicioso!
Mientras tanto, en le dormitorio anexo, Tom, que tenía su pene treméndamente duro y se lo acariciaba suavemente rememorando el acto que acababan de contemplar. Finalmente abandonó sus caricias, pues aún no llegaba hasta el final de la masturbación, y echado con los brazos hacia atrás, su mente se recreó en cada detalle, en cada momento, en cada sonido, memorizándolos como si temiera no recordarlos mañana y que todo hubiese sido un sueño. Con el tiempo sin duda, así sería, pero hoy era real, ¡y el recuerdo estaba fresco aún en su memoria!
2
Al día siguiente Tom bajó al sótano. Ahora estaba bastante más limpio que cuando bajaron allí la primera vez. Habían estado quitando las sábanas polvorientas y añejas que cubrían los muebles que allí estaban, barrieron el suelo repleto de polvo y limpiaron los cachivaches antiguos que se amontonaban por las estanterías. Muchos de estos enseres los recuperaron para usarlos en la casa como adornos pues a su madre le encantó su aspecto antiguo y vetusto.
Tom se hallaba dormitando en una mecedora, mientras se mecía apaciblemente en ella y echaba la siesta, huyendo del calor del medio día, pues resultó que era una de las habitaciones más “fresquitas” de la casa, ya que estaba bajo el suelo. De modo que cuando se despertó, siguió meciéndose en ella mientras adormecido, reparó en el misterioso baúl que seguía guardando sus secretos.
Así que hizo un esfuerzo por desperezarse de su apacible descanso y se incorporó acercándose al él una vez más para intentar abrirlo sin éxito. Y maldijo frustrado por no poder averiguar su contenido. Era todo un fastidio, pensó en usar una palanca pero eso rompería la madera y le pareció demasiado bonito para hacer esa salvajada y su madre tampoco se lo permitiría si se llegaba a enterar.
De modo que se dedicó a buscar por las estanterías a ver si localizaba la llave milagrosa que abriera su misterio. Como si de una aventura se tratase escudriñó cada centímetro cuadrado, abrió y ojeó cada botella o jarrón, los zarandeó, los puso boca abajo, pero tras una intensa búsqueda, la escurridiza llave tampoco apareció por ningún sitio.
Finalmente se rindió, desplomándose sobre la mecedora comenzó a balancearse parsimoniosamente de nuevo en ella. Ensimismado, ahora miraba la pared de ladrillos de en frente, con sus hileras regulares de ladrillo rojo compacto, que con el movimiento de la mecedora creaban un efecto hipnótico en quien los contemplaba.
En la regularidad de la pared, detectó una leve anomalía, nada de particular, pero aburrido y asqueado como estaba, decidió acercarse para observarla mejor. Solo entonces se percató de que el ladrillo que no seguía la perfecta regularidad del resto, estaba un poco salido y torcido respecto a los demás. Tras una observación detenida lo empujó y ¡oh dios mio! El ladrillo se movió hacia dentro de la pared, ¡estaba suelto! De repente tuvo una intuición, ¿y si la llave se escondía tras él? ¿Y si el ladrillo era el escondite secreto de la llave? Como los felpudos o las plantas junto a un portal, ¡sí aquello tenía una lógica aplastante!
Tiró de él con fuerza pero el ladrillo no llegó a salir, se quedó tal como lo encontró, ligeramente girado con respecto a la pared y sacado hacia afuera. Trató de sacarlo por todos los medios, empujándolo y tirando de él, pero éste a penas se movía y no parecía que fuese a salir con facilidad.
Tras vanos intentos de extraerlo, desesperado se separó de la pared y miró a su alrededor buscando algo con lo que hacer palanca. Finalmente reparó en la gran hebilla de su cinturón y decidió probar. Se la quitó y con el hierro que se usaba para coger los agujeros rascó los bordes de argamasa que sujetaban el díscolo ladrillo, soplando de vez en cuando para ver cómo iba. Cuando hubo rascado un rato, metió la hebilla metálica en el hueco e hizo palanca con ella.
¡Por fin! El ladrillo se había soltado un poco más y había salido unos centímetros extra. Ahora pudo agarrarlo mejor y tiró de él con fuerza, agitándolo en todas direcciones, tiró tan fuerte que de repente el ladrillo cedió, provocando que perdiera el equilibro y cayó de culo en el suelo, ladrillo en mano incluido.
Rió ante tanta torpeza y con el corazón en un puño se levantó para mirar en el hueco que había quedado, había mucha arena y polvo así que lo limpió con los dedos y mientras lo hacía entre ellos apareció algo metálico y frío al fondo. Al rescatarlo lo miró y descubrió que, era una cajita metálica y verdosa, probablemente de bronce, pues no había óxido en ella.
Metiendo las uñas de sus dedos tiró de la tapa y de nuevo tuvo que esforzarse por superar el nuevo obstáculo, pero esta vez no fue tan difícil, la tapa cedió y tanto la parte de arriba como la de abajo volaron por los aires impactando después contra el suelo y provocando un tintineo metálico al chocar. Pero allí apareció un tercer objeto, en el momento en que cayó al suelo, este brillo débilmente. Tom se agachó para verlo mejor en el poco iluminado sótano y: ¡era la llave!
— ¡Sí! ¡Eureka, la encontré! —gritó como un poseso dando brincos sin parar.
Feliz como una lombriz fue a abrir el baúl, pero pensó que a su hermana le gustaría verlo también así que fue a buscarla y se guardó la llave en el bolsillo.
Ella estaba echando la siesta en su habitación. Tom entró y la vio con su camisón de seda semitransparente. Observó cómo se traslucían sus pechos, pues no llevaba sujetador, eran pequeños, en forma de copa de champán. Por unos momentos se sintió atraído por ellos y quiso tocarlos, pero no, finalmente se arrepintió. Decidió despertarla, moviéndole suavemente el hombro, mientras le susurraba muy excitado...
— ¡La encontré! ¡Es la llave! —gritó eufórico—. ¿Bienes ha abrirlo? —le preguntó con voz temblorosa por la excitación, con la respiración entrecortada.
Su hermana, medio adormilada no reaccionó al principio, se incorporó levemente, apoyándose sobre los codos y miró a su hermano, observó lo que le mostraba en su mano. Como volviendo en sí, al ser consciente de lo trataba de decirle, le sonrió picaronamente.
— ¿Estás seguro? —se limitó a preguntar.
— Si, estaba oculta tras un ladrillo en la pared del sótano, ¡vamos! —dijo tirándole del hombro y sacándola de la cama.
Pasaron por el cuarto de sus padres que también dormían, en silencio para no despertarlos, bajaron las escaleras hacia la primera planta y luego fueron al sótano.
Allí se arrodillaron ante el baúl, Tom sacó su llave del bolsillo, su mano temblorosa acercó la llave a la vieja cerradura de bronce, reverdecida por los años. Apenas consiguió introducirla por la ranura debido al tembleque que sentía, pero una vez insertada la giró suavemente... no se abrió.
— No se abre... —dijo desilusionado.
— ¡Anda déjame a mi! —le espetó Cathy arrancándola de sus manos y obligándolo a echarse a un lado.
Mas decidida Cathy la cogió y la giró con fuerza, el mecanismo crujió y rechinó metal contra metal, la llave giró con mucha dificultad y al final se oyó un cloc sordo, lo que era buena señal: ¡El cofre estaba abierto! Ambos se miraron, la mar de sonrientes y excitados, de nuevo Cathy colocó sus manos a ambos lados del cofre y levantó su tapa suavemente hasta abrirlo por completo. Casi inmediatamente su hermano se zambulló en su interior... en busca del tesoro, pues en su mente: ¿qué otra cosa podía guardar alguien bajo llave y tan secretamente oculta?
Allí había cachivaches varios: una pipa, un quinqué viejo, pinceles o lo que creyeron que eran pinceles, que más bien resultaron ser plumas para escribir, una cajita metálica...
Fueron sacando los objetos y poniéndolos a su alrededor. En la caja metálica resultó que había fotos, fotos muy antiguas que apenas eran manchas en blanco y negro, donde se intuían añejos rostros de tal vez antiguos ocupantes de la casa.
Al final en el cofre había un saco de lino gris, al tocarlo descubrieron que en realidad envolvía algo más duro. Lo sacaron y Cathy extrajo de su interior lo que tan cuidadosamente había sido envuelto en la tela... ¡era un libro, con sus tapas gordas de cuero! Extrañada y curiosa al mismo tiempo abrió sus páginas, amarillentas, de un papel grueso como no habían visto antes, habían resistido el paso del tiempo, guardadas en aquel baúl, en aquél fresco sótano, ¡y se habían conservado bien!
Comenzó a leer lo que parecía un título, escrito a mano con una caligrafía bonita, como cuando ellos empezaban ha escribir las cartillas de la escuela, aunque las líneas denotaban un leve temblor de manos de su autor:
— “Memorias” —leyó el título, hizo una pausa y siguió leyendo...
«En estos días aciagos, cuando me doy cuenta de que la vejez me ha alcanzado irremisiblemente y ya apenas salgo al campo porque mi cuerpo se niega a responderme, he decidido echar la mirada atrás y recordar los viejos tiempos. Tiempos pasados que siempre fueron mejores. Y por algún motivo la memoria siempre me lleva a un sitio, es curioso porque sería como el polo opuesto a mi situación actual, ella me lleva a mi juventud, concretamente a mi pubertad y más concretamente aún a un verano, un verano muy especial. El verano en el que desperté a esa secreta e íntima parte de nuestras vidas, cuando descubrimos que estar aquí, en este mundo, también tiene sus momentos dulces, momentos en los que el placer nos eleva, separándonos de lo cotidiano y nos traslada al éxtasis, en esos breves momentos, cuando en solitario o compartido, decidimos explorar ese maravilloso universo del sexo. Empecemos pues por ahí, a ver hasta donde es capaz de alcanzar mi maltrecha memoria.
En aquellos días el calor comenzaba ya a sentirse con fuerza, y la cosecha del algodón, una de las principales plantaciones de la explotación de mi padre comenzaba a realizarse de sol a sol. En aquellos tiempos teníamos esclavos que se encargaban del arduo trabajo, fue antes de la abolición del esclavitud por Abraham Lincoln.
Era la hora de la siesta, mi amigo y vecino Albert y yo, dormitábamos en el granero de la finca, entre el heno que se apilaba en la segunda planta, cuando un ruido nos despertó. Fue una discusión a las puertas del mismo. Casi de inmediato reconocí la voz de mi padre, tan autoritario, tan rudo como sonaba siempre. Y la otra era sin duda, una voz de mujer, una mujer asustada que suplicaba: “¡No señor, por favor, déjeme ir!”. Aquello nos erizó el bello a ambos.
Seguidamente la mujer entró al granero, bueno más bien fue lanzada dentro y aterrizó en el suelo. Asustada miró a la puerta por donde mi padre apareció, con terror se arrastró hasta llegar a la pared de en frente, donde unas balas de paja detuvieron su avance. Allí se giró y siguió mirando a mi padre, con su figura inconfundible: sombrero de ala ancha, botas altas, gran bigote y látigo en la mano. Cuando se trataba con esclavos había que llevarlo siempre, según él.
La siguió, dando grandes pasos, con las manos asidas al cinturón con los pulgares hacia abajo. Yo me temí lo peor y pensé que aquella pobre desgraciada habría hecho algo para irritarlo y ahora iba a sufrir su castigo, como en otras ocasiones lo sufrían otros esclavos o yo mismo, pues el hecho de ser su hijo no me libraba de su ira.
Efectivamente, cuando estuvo cerca de ella, alzó la mano y el látigo ondeó en ella, la chica se volvió horrorizada, éste bajó con fuerza y la azotó en la espalda. La pobre chica, llena de pavor chillo antes incluso de sentir su contacto.
— ¡Vamos levántate las enaguas! —le ordenó.
— ¡Pero señor, por favor, no lo haga, aún no he estado con ningún otro hombre!
— ¡Qué te las levantes! —le reiteró, pero ya no esperó respuesta, esta vez se agachó y cogió el menudo cuerpo de la mujer y lo levantó echándolo contra una bala de paja sin apenas esfuerzo, quedando la chica sobre ella de espaldas a mi padre.
Con violencia, mi padre se acercó a su culo y levantó el viejo vestido de la mujer, descubriendo sus negras piernas y un taparrabos de tela blanca que llevaban los esclavos para cubrir sus partes íntimas anudado a su cintura. Ésta prenda fue desenlazada y arrancada con violencia por él, descubriendo un culo redondo, tan negro o más que sus muslos.
A estas alturas mi compañero de siesta y yo estábamos con los ojos abiertos como platos, agazapados entre el heno de la segunda planta del granero, mirando con expectación la escena que se representaba apenas a unos metros.
Abajo, la chica sollozaba y sumisamente permanecía quieta mientras mi padre se bajaba los pantalones y sus calzoncillos de fino algodón, como le permitía su estatus social.
Acercándose a la desdichada, le dio una fuerte palmada en el trasero, provocándole más gritos, pero esta vez menos fuertes que antes, pues aunque eran sonoras, seguramente no las lanzaba con excesiva fuerza. A esta siguieron otras, mientras mi padre sonreía socarronamente.
— ¡Ya estás madura! —fanfarroneaba—. Es tiempo de cosecharte mujer —añadió.
Yo nunca había visto una mujer desnuda y supongo que Albert tampoco, por eso estábamos exaltados ante al imagen de aquella muchacha, con su trasero y muslos ofreciéndonos una vista lateral y en suave picado desde atrás impresionante. Su culo era más negro por la parte del ano y bajo él, un pelo negro, esponjoso y acaracolado, cubría su raja ocultándola. Era el primer chocho que veíamos también, así que tratábamos de no perder detalle de lo que observábamos.
Mi padre asió con su gruesa mano aquella pelambre y lo magreó con gusto, creo recordar que hasta su dedo gordo entró en aquella espesura, sin duda atravesando su raja, lo que provocó más gritos de dolor en la chica.
Yo la conocía de vista, era una joven que rondaba la pubertad como mi amigo Albert y yo, era hija de esclavos y ya había empezado a trabajar como recolectora en la plantación aquel año. Pues hasta entonces, las chicas de menor edad, se limitaban a llevar agua y comida a los hombres y mujeres que trabajaban.
Si la chica dijo la verdad, respecto a lo de que era virgen, en cierta medida las poco delicadas caricias de mi padre en aquellos momentos tuvieron que terminar con ese estado. Mientras tanto él seguía azotándola en el trasero, hasta que cogió su verga, blanca como la leche, en comparación a aquella piel color azabache, curtida por el sol, la acercó a aquel chocho virginal y paseó su punta por él con deleite.
— ¡Oh, qué chocho tan exquisito que tienes! Te pienso follar todos los días hasta curtírtelo con mi preciosa verga, hasta te liberaré de trabajar en el campo, así tus manos no se endurecerán —le dijo mi padre babeando de placer a su espalda.
La chica lejos de consolarse lloraba, sollozando a cada momento, lo cual no parecía importar en absoluto a mi padre, que seguía a lo suyo. Poco a poco fue metiendo su miembro en aquella virgen, mientras la chica se quejaba del dolor que le producía, aferrándose con fuerza a la bala de paja sobre la que estaba echada.
Hasta que mi padre paró, entonces se la sacó y la rodeo hasta llegar a su cara y poniéndosela delante dijo: “¡Vamos chupa!”. La orden fue tajante y ante la negativa de ella enterrando su cara entre la paja, el látigo actuó sobre su culo y espalda, haciéndola gritar de nuevo. Sin duda esto la llevó a obedecer ciegamente y la verga entró en su boca ante la presión ejercida por mi padre sujetándo su cabeza.
— ¡Oh sin duda tu boca también es virgen! —dijo soltando una carcajada.
La chica siguió chupando, ante las embestidas nada delicadas de mi padre parecieron darle arcadas y éste la sacó momentáneamente de su boca para volverla a meter acto seguido sin apenas darle un respiro.
Cuando se hartó, volvió a su culo y la penetró de nuevo sin compasión, su mienbro viril desapareió dentro de ella. La chica gritó igual que las otras veces, pero implasible ante sus súplicas, mi padre siguió follándola ímpetu desmedido aferrándose con fuerza a sus estrechas caderas.
Yo nunca había visto follar a nadie, era una palabra prohibida que sólo nos susurrábamos mi amigo y yo cuando hablábamos de mujeres, pero que nunca se me hubiese ocurrido pronunciar estando mi padre cerca, pues me hubiese corrido a latigazos. Los dos nos mirábamos un momento mientras la escena seguía produciéndose, yo ya tenía el pito tieso y sin duda él también lo debía de tener, así que sin decirnos nada volvimos la cabeza y seguimos mirando.
Allí abajo la chica seguía gritando con cada embestida, mi padre se aferraba a calzón bajado a su culo y empujaba con ganas, aunque éstas embestidas creo duraron realmente poco y tras quizás un par de minutos mi padre rugió levantando su cara hacia el techo del granero y siguió con sus embestidas pero más despacio, fue parando poco a poco, hasta quedarse quieto, aún con su verga dentro.
— ¡Oh, ha sido fantástico Arel! —pues así parecía llamarse la chica—. Mañana volveremos aquí para continuar con tu adiestramiento.
Y dicho esto se la sacó y se subió los pantalones como si allí no hubiese pasado nada. Acto seguido salió por la puerta sin mirar atrás, dejando allí a la desdichada.
La negra, durante largo rato estuvo quieta como petrificada, tal vez esperando a que su violador se hubiese alejado lo suficiente. Ya no lloraba, aunque fuese extraño. Finalmente se levantó y quedó sentada sobre la paja, se limpió los mocos y lágrimas en la manga de la camisa, recogió sus harapos y su taparrabos y se disposo a vestirse.
Cuando se levantó y con cierto horror pareció descubrir algo y se agachó. Albert y yo no supimos lo que era, pero al remangarse el vestido, vimos con claridad su chocho, incluso creo recordar que vimos lo sonrosado que era por dentro y esto nos llamó poderosamente la atención, ¡cómo era posible que siendo negros por fuesen blancas por dentro! El caso es que vimos como de él salía un líquido entre blanco y rosado, que nos llamó poderosamente la atención. En aquel momento no lo sabíamos, pero con el tiempo descubriríamos que era la leche de mi padre mezclada con la sangre fruto de desvirgar a la muchacha en su primera vez.
En ese momento mi amigo se movió y un tablón del suelo donde estábamos crujió, entonces la chica miró hacia arriba, tan horrorizada como había estado antes y me vio. Entonces pude ver el pánico en sus ojos negros, el miedo e inmediatamente salió de allí como alma que lleva el diablo. En aquel momento dudaba si nos había reconocido, con el tiempo supe que si, que sabía que yo era el hijo del amo.»
Cathy no había parado de leer aquel relato, escrito en inglés arcaico cuya letra caligráfica le había costado entender al principio, pero a la que ya se había acostumbrado. Mientras lo leía hizo algunas pausas y miró a su hermano, intentando convencerlo para no seguir leyendo ante lo escabroso del tema, pero éste insistió todo el tiempo en que siguiese y siguiese. Lo cierto es que ella misma se sentía atraída por aquella historia y por eso tal vez accedió y siguió hasta el punto en el que estaban. Después de esto, la página quedó en blanco y e la siguiente comenzaba al parecer otro episodio, pero hizo una pausa para descansar.
— ¡Jo Cathy, vaya historia, no! —exclamó Tom muy excitado. Había permanecido en el suelo casi todo el tiempo, junto a su hermana, que estaba sentada sobre con las piernas cruzadas y el libro apoyado sobre sus muslos.
— Si, un poco fuerte, ¿no crees? —preguntó ella sintiéndose avergonzada por haber leído algo así.
— Bueno si, pornográfica diría yo, pero excitante, ¿no?
— Pues si... bastante guarra diría yo, apuesto a que sigue contando cosas de este estilo durante todo el libro.
— Oye, Cathy, ¿te puedo preguntar algo? —le inquirió Tom desde el suelo.
— Si claro tonto, no te pongas tan serio —rió ella nerviosa, tal vez intuyendo que su pregunta sería comprometida.
— ¿Tú eres virgen? —interpeló finalmente.
Cathy rió ante la pregunta, fue una risa nerviosa provocada por su vergüenza ante ella, pero después se serenó e intentó pensar la respuesta.
— Si, claro que soy virgen, como tú, ¿no? — concluyó tras unos segundos.
— ¡Oh si claro! Yo soy menor que tú. ¿Sabes? Se me ha puesto dura, como al protagonista —dijo mientras se sentaba y un bulto, como una puntilla estiró la tela de sus pantalones cortos.
Cathy se llevó la mano a al boca y sonrió de nuevo avergonzada, su hermano era un descarado sin remedio.
— ¡Eres un guarro! —dijo cerrando el libro y amenazando con golpearlo con él.
De pronto oyeron ruidos en la planta de arriba, alguien bajaba las escaleras, así que alertados decidieron volver a guardar todo en el baúl. Los pasos siguieron avanzando y bajaron hacia el sótano donde estaban.
— ¡Ah estáis aquí! —dijo su madre inclinándose en las escaleras a la altura del techo, observándolos desde arriba.
— ¿Os apetece tomar una limonada fresquita?
— ¡Oh si claro dijo Tom ahora subimos mamá! Estábamos jugando.
— ¿Jugando, a qué juego, no veo ningún tablero?
— ¡Oh, pues es que era piedra—papel—tijera! —intervino Cathy dándole un codazo a su tierno hermanito.
— ¡Ya veo! En fin, subid cuando terminéis con lo que estabais haciendo —dijo su madre girándose y volviendo tras sus pasos.
En aquel momento hicieron un pacto, un pacto de hermanos, en el que acordaron no revelar nada a sus padres de aquel libro, sería su secreto. Pero también acordaron leerlo siempre juntos, pues entre otras cosas Tom no entendía bien aquella letra ni aquel inglés arcaico. Cerraron el cofre y volvieron a dejar la llave escondida tras el ladrillo de la pared, que ahora se movía con facilidad.
3
Por la noche hizo tanto calor como por el día, y Tom no podía dormir, seguía aún recordando la lectura del libro y excitado con el relato de aquel desconocido. Se levantó y se acercó a la puerta separadora del cuarto de su hermana, tocó suavemente, casi imperceptiblemente y oyó pasos al otro lado. Su hermana, abrió al puerta muy despacio.
— ¿Qué quieres? —preguntó.
— Es que no puedo dormir, hace mucho calor —asintió el muchacho que únicamente vestía unos calzoncillos tipo bóxer de licra ajustados a su fino cuerpo.
— Yo tampoco, hace un calor infernal —dijo su hermana, que a diferencia de él, llevaba un pequeño top que cubría sus jóvenes pechos y unas braguitas.
— Oye, ¿por qué no nos bajamos al sótano y echamos unas esterillas en el suelo? Allí se está más fresquito.
— Bueno vale, aunque espero que no haya bichos...
Ambos bajaron al sótano, caminaron en silencio, con las luces apagadas por el pasillo para no ser oídos, pasaron junto a la habitación de sus padres, de puntillas, como gatos por los tejados y bajaron las escaleras.
Efectivamente en el sótano la temperatura era más fresca. Cogieron unas esterillas de sacos de dormir, de cuando iban de campamentos y las echaron en el suelo. Tom vio su mochila y cogió su linterna para alumbrarse. Al encenderla, la luz que iluminó la oscura habitación con un haz en forma de cono. Justo en ese momento una idea surgió en su mente, como la bombilla que se enciende en los dibujos animados sobre la cabeza de piolín mientras este pone cara malévola.
— Oye, ¿por qué no me lees otro capítulo del libro? —propuso a su hermana.
— ¿Ahora?
— Por qué no, te alumbraré con mi linterna —le dijo enfocándola a la cara con su haz concentrado deslumbrándola.
— ¡Vale, vale, pesado! De todas formas se me ha pasado el sueño.
— ¡Bien! —gesticuló el joven Tom excitado ante la idea.
Buscaron la llave en su escondite secreto, abrieron el baúl y con sumo cuidado extrajeron el libraco de aspecto ancestral. Se tumbaron sobre las esterillas, uno junto al otro y alumbrados por la linterna de Tom buscaron la hoja por donde lo dejaron, allí, con su suave voz, como un susurro entre el canto de los grillos en la noche, Cathy continuó leyendo...
«Después de lo que presenciamos Albert y yo aquella tarde, estuvimos hablando sobre el asunto, comentando más que nada lo excitante que fue, aunque a mi también me dio pena la chica negra, pero en pleno crecimiento hormonal lo cierto es que esa pesadumbre dio paso rápidamente a la excitación por el acto sexual presenciado: brutal, explícito y para nosotros, simplemente maravilloso.
Según Albert, se masturbaría aquella misma noche recordando el incidente, y lo haría varias veces agregó él. Yo aún no sabía lo que era aquello, aún era puro y casto de espíritu, así que le pregunté cómo se hacía. Él al oírmelo preguntar, fanfarroneó y me dijo que si yo no sabía hacerlo es que era retrasado o algo por el estilo. Aún así accedió a explicarme que tenía que cogerme la punta del pito con los dedos y moverla adelante y atrás sobre la piel.
Seguí preguntándole que qué se sentía y el me confesó que aquello era lo mejor que existía en la vida, yo le insistí que si era mejor que comerse una tarta entera de chocolate y el me dijo que por supuesto, aquello no tenía parangón.
Habíamos estado paseando por el campo mientras comentábamos lo sucedido y hasta nos dimos un baño desnudos en la charca de la finca. Al hacerlo no pude evitar fijarme en sus partes y compararlas con las mías, supongo que eran manías de adolescencia, que si su pito era más o menos grande que el mío o que si él ya tenía abundante bello en crecimiento y yo la tenía barbilampiña. Sin duda Albert era un buen amigo, se portaba bien conmigo y siempre me enseñaba cosas nuevas. Él era un par de años mayor que yo. Así que un tanto escéptico, en cuanto a lo que me había dicho sobre la masturbación, me despedí de él al caer la tarde y me fui a cenar a casa.
Tras la cena, como era mi costumbre, me di un buen baño, después del calor del día y todo el polvo de mis ropas era muy relajante meterte en una bañera de agua fresca y lavarte a fondo. Y como no, allí estaba mi querida Dora, mamá Dora, como la llamábamos en casa toda la familia. Nuestra niñera y ama de llaves en la casa. Para nosotros era como una segunda madre, aunque decirlo así, dada su condición de negra, era un sacrilegio en aquellos tiempos, pero yo no podía evitar sentir un gran amor por ella, mi hermana, aunque más remilgada y altiva, en el fondo la quería igual que yo, aunque lo negase.
El caso es que aquella noche, como de costumbre, Dora me preparó el baño, yo me desnudé y me metí en la bañera. Hacía calor aún y Dora también lo acusaba, así que llevaba únicamente puesta una bata blanca que contrastaba con el tono cobrizo de su piel. Bajo ella se le transparentaba su taparrabos. Hoy, tal vez por lo vivido durante la tarde, me fijé en ella y vi su cuerpo de “otra manera”.
Dora era una mujer oronda, le encantaba comer y lo que más le gustaba era el chocolate, pero mi madre, que no podía consentir que algo tan caro fuese a parar a las manos de una sirvienta, lo guardaba bajo llave. Como no yo sabía donde conseguirla y en alguna ocasión le traía un par de onzas que Dora agradecía abrazándome y llenándome de besos como a su niño preferido.
Bueno, el caso es que Dora aquella noche se mojaba con un trapo el cuello y los brazos mientras yo me bañaba, para refrescarse. Y poco a poco se fue mojando la tela de su vestido y sus pechos empezaron dibujarse exuberantes bajo la tela, con unos pezones gordos y duros que traslucían el blanco hilo de algodón. Yo empecé a pensar en su trasero, en cómo sería su raja, si sería tan negra como la de aquella esclava que había violado tan salvajemente mi padre. Pensé que si Dora lo tenía todo tan grande, en su raja cabría mi puño, incluso mi “cabeza”. Ahora no puedo evitar reírme al recordar mis pensamientos de entonces.
El caso es que para cuando salí del baño y ella me pasó los paños para secarme, mi pito estaba duro como un clavo, Dora lo vio y sonrió...
— Vaya, el señorito está contento hoy —dijo mientras sonreía con sus dientes blancos en contraste con el color de su piel y sus labios negros.
— ¡Oh bueno si, no se debe ser el calor! —me justifiqué yo.
— ¡Claro que si, el calor es muy malo en este tiempo!
Ella me ayudaba a secarme, lo había hecho desde que era pequeño y aún lo hacía, por supuesto que yo era perfectamente capaz de hacerlo sólo pero a ella le gustaba servirme y a mi dejarla hacerlo. El caso es que al tenerla tan cerca, casi abrazada a mi, no pude evitar pegar la minga a sus suaves carnes y en mi mente me imaginé metiéndola en su raja negra, aquella donde yo pensaba que mi puño podría entrar.
Los pensamientos me turbaron de tal manera que me así a su cintura y trate de rodearla y llegar a su culo, cogiéndola por sus anchas caderas. El tacto de su piel era tan esponjoso, tan suave, que fue una delicia sentirlo. Ahora también recuerdo que sus pechos, sin duda tuvieron que chocar contra mi torso desnudo y aquella esponjosidad también me turbó sobre manera.
Dora debió notarlo, pero tampoco lo recriminó, ella sería incapaz de hacer una cosa así conmigo: su niño.
— Vaya, el señorito está muy cariñoso hoy con Dora, ¿verdad? —se limitó a asentir.
— ¡Oh Dora es que tienes una piel tan suave... —le confesé yo mientras nos separábamos de nuestro fraternal abrazo.
Ella se quedó mirándome y yo a ella, vi como miraba mi pene erecto y con el corazón acelerado tomé su mano y la coloqué sobre él.
— ¿Podrías acariciarme aquí? —me limité a pedirle.
Dora no supo qué decir, y durante unos segundos pareció algo desconcertada, pero con la serenidad que la caracterizaba, no debió darle mucha importancia.
— ¡Oh señorito! Bueno lo secaré un poco más —dijo y cogió el paño y me lo pasó por mi pito y mis bolas que ya comenzaban a tener cierta pelusilla.
Sus caricias, aunque me gustaron no era lo que yo buscaba, quería que me masturbase, como Albert me había dicho que se hacía, así que insistí.
— ¡Así no, sólo con la mano! —le rogué.
Dora se detuvo, dudó un poco y finalmente puso su mano desnuda sobre mi pito erecto, acariciándomelo y tocándome también las bolas bajo él.
— ¡Oh señorito, qué joven tan guapo va a ser! Todas las chicas se fijarán en usted —afirmó ella mientras me acariciaba.
Yo deseé tocar sus pechos y así lo hice, por encima de la tela. Ella me dejó hacer, palpé sus pezones y vi cómo éstos, a medida que los acariciaba y los intentaba coger con los dedos se endurecían y ponían aún más gordos, abultando sobre el fino y blanco algodón.
— ¡Señor, esto que hacemos no está bien! Si su madre se enterase, me darían cuarenta latigazos, usted lo sabe, ¿verdad? —me advirtió con preocupación.
— No te preocupes Dora, yo no diré nada —asentí con tal de que continuase.
— Lo sé, pero pueden descubrirnos, dejémoslo por hoy... —protestó nerviosa amenazando con dejar a medias lo que había empezado.
— Está bien Dora, como desees —dije yo algo desilusionado.
Aquella noche, en mi cama no pude dormir, entre el calor y mi mente recordando una y otra vez la caliente escena de la tarde, conciliar el sueño era una ironía. Las imágenes de aquel cuerpo negro desnudo me atormentaban, aquella raja goteando aquel líquido, todo era tan nuevo, tan desconocido y tan llamativo para mi joven mente en aquel entonces, que me estuve mortificando toda la noche sumergiéndome en mis ensoñaciones.
Intenté tocarme el pito, como mi amigo Albert me había dicho y ciertamente era algo placentero, pero vamos ni mucho menos lo que él me había prometido sentir. Por eso tal vez pensé que aquello no era a lo que él se refería y concluí en que no sabía hacerlo.
Al día siguiente volví a ver a Albert e insistí en que me enseñase el método de masturbación que él seguía. Por la tarde nos fuimos al granero y allí, desenfundamos nuestros pitos y comenzó la clase... Él era mayor que yo y tenía ya mucho pelo en sus partes, según él yo parecía un recién nacido, pues aún no tenía casi pelos, aunque ya alguno había pero no era comparable a lo suyo.
El se cogía su punta y me explicaba como menear los dedos, yo lo seguía con atención y lo imitaba con mi pilila. Incluso creo que llegué a pedirle que me lo hiciera él a ver si es que yo lo hacía mal, pero él montó en cólera y me dijo que “de ninguna manera, los hombres no se tocan entre ellos, eso está prohibido” —me aseguró. No entendí el porqué de su reacción, así que seguí con mis prácticas.
En aquellos menesteres estábamos cuando la puerta crujió y nos alertó, ambos nos volvimos y expectantes esperamos a que alguien entrase por aquella puerta...
Mi padre traía cogida del brazo a la muchacha del día anterior, ésta no se resistía tanto como ayer, pero tampoco entraba gustosa al lugar.
— ¡Vamos zorra, hoy te follaré otra vez! —le espetó—. ¿Entendido? Y espero que me complazcas, si no, ¡probarás el sabor de mi látigo! —agregó él sin mostrar piedad.
— Lo que el señor diga, pero por favor... ¡no me pegue! —suplicó la desventurada joven.
Mi padre la puso de rodillas hoy y ante la atónita mirada de la muchacha extrajo su verga, ésta aún no estaba dura.
— Vamos, ¡chupa con tu boca hasta que se ponga bien dura! —ordenó.
La joven, temerosa de la reacción del hombre la cogió con remilgo y de igual manera abrió su boca y la chupó suavemente una vez. Luego miró a mi padre quien complacido le sonrió.
— Muy bien, ahora sigue, estoy seguro de que aprendes rápido —rugió.
La chica volvió a abrir su boca y a meterse aquella verga que ya comenzaba a agrandarse, y así siguió con ella metida en la boca, chupándola muy despacio. Mi padre parece que se cansó de tanta parsimonia y la cogió por la cabeza de repente...
— ¡Vamos, más brío mujer! ¡Que se me va a bajar! —gritó mientras sujetaba su cabeza y la empujaba con fuerza hacia su garganta, clavándole la verga hasta las amígdalas.
Durante unos segundos la forzó brutalmente hasta que a la chica le entraron arcadas y tuvo que separarse para intentar vomitar, cayendo de bruces contra el suelo.
— ¡Bueno, vale ya, vamos a follar! —espetó con su voz de sargento.
Puso a la muchacha sobre las balas de paja, a cuatro patas, como el día anterior, y le levantó las enaguas como en aquella ocasión arrancándole el taparrabos. Nada más ver su culo le dio una fuerte palmada y vociferó triunfante, alardeando el buen culo que tenía y lo buena que estaba.
— ¡Te voy a follar todos los días! —añadió volviendo a palmear su culo.
Sin más miramientos tomó su verga en la mano y apuntándola hacia la chica, que permanecía aferrada a la paja, la cogió por el culo y se la clavó. Esto la hizo gritar, con el tiempo descubriría que la precipitación y poca delicadeza de mi padre eran los que habían provocado este “dolor” en la chica, el no esperar a que ella se sintiese predispuesta, pero claro mi padre follaba como un animal y no aceptaba un no por respuesta.
Las primeras embestidas fueron dolorosas para la muchacha. Mi padre pareció comprender y sacándola se acercó a aquel chocho joven y negro y le escupió un par de veces, luego le metió los dedos esparciendo su saliva por todo él y tras esto la penetró de nuevo. Esta vez la chica ya no gritó como antes, aunque no dejó de quejarse con menos intensidad. Mi padre siguió follándola como una bestia, embistiéndola y dándole azotes en el culo.
Fue curioso porque los quejidos de la chica cambiaron de tono, por momentos nos pareció que en vez de quejarse le estaba gustando, aunque tampoco acertábamos a distinguir un gemido “de queja” de uno “de placer” en aquellos tiempos. Mi amigo y yo nos miramos, entonces vi como Albert se tocaba su mienbro erecto entre la paja y yo lo imité, supongo que por probar tampoco perdía nada.
Más abajo a escena se precipitó y mi padre aulló como un coyote y sujetando con fuerza su culo, continuó embistiéndola salvajemente hasta que se quedó parado, con movimientos espasmódicos la metía y la sacaba, al tiempo que gemía y vociferaba: “¡Uh! ¡Uh!”; mientras la esclava ahora también daba unos pequeños gritos.
La escena se detuvo y mi padre extrajo finalmente su minga del coño negro del la chica. Como orgulloso del lo que había hecho se subió los calzoncillos y los pantalones y se ajustó el cinturón. La chica permaneció inmóvil, tal vez con miedo a que si hacía algo o se volvía recibiría un castigo.
— ¡Vaya jovencita, cada vez me gusta más tu chocho! ¿A que hoy te ha gustado? —le preguntó mientras se vestía.
La esclava no contestó, se quedó quieta y permaneció impasible. Era difícil creer que los rudos modales de aquel viejo gustasen a ninguna fémina.
— ¡Contesta! —le dijo dándole un azote—. ¿Te ha gustado?
— ¡Si... si señor, me ha gustado! —exclamó la chica aterrorizada.
— ¡Eso es mujer, me gusta que seas agradecida! ¡Qué calor hace, anda ve a tu casa y mañana te quiero ver aquí a esta misma hora! ¿Entendido?
— ¡Si... si señor! —respondió la chica atreviéndose a girarse para ver a mi padre.
Albert y yo seguíamos petrificados allí arriba, hoy no hicimos ningún ruido así que la escena no se interrumpió. La chica se vistió y se marchó y Albert y yo nos quedamos allí haciéndonos la “paja”. Unos segundos tras su marcha Albert gruñó y aceleró su mano tras haberse girado y puesto boca arriba. Luego me dijo que se había corrido y me enseñó el líquido transparente en un hoyo formado con su pulgar y puño cerrados, según él fue lo que vimos el día anterior, aunque en su caso fueron apenas unas gotas blancuzcas. Yo sólo conseguí ponerme roja la piel del pito y que me picara así que le dije que también me había corrido aunque aún no me salía la leche. Él rió y dijo: claro, aún eres joven, ya te saldrá...»
Cathy hizo una pausa y carraspeó, pidió agua a Tom, éste subió a la cocina y le bajó un baso, al bajar Cathy se fijó que estaba empalmado y se lo echó en cara.
— Vaya hermanito, ¿tú también te empalmas, como el prota, ¿eh?
— ¡Oh si, bueno, es inevitable! Oye, yo nunca me he hecho una “paja”, tengo que probar ha hacerlo —le aseguró Tom dicharachero.
— ¡Claro, ya sabes, como aquí lo explica! —rió su hermana.
— ¡Si, pero se ve que no es fácil, mira las dificultades que tuvo el chico! ¿Por qué no me echas una mano tú hermanita? Como su niñera, una mano amiga, ¿eh? —rió ahora él.
— ¡Ni hablar mocoso eso es una guarrada! —se negó ella moviendo su cabeza y proyectando sus larga melena rubia y rizada volviéndole la cara y llamándolo mocoso como solía hacer cuando eran más pequeños.
— Y vosotras hermana, ¿no os hacéis pajas? ¿Metiéndoos un dedo en el chocho o algo así? —le preguntó Tom en su tono jovial acostumbrado.
— ¡Eso lo hacen las guarras! Yo soy una chica formal... —se excusó Cathy sintiéndose tal vez algo ruborizada.
— ¡Claro, tú no! ¿Eh? —le dijo impertinentemente su hermano dándole con el codo en las costillas—. Bueno sigue leyendo, que estaba interesante.
— ¡Vale vale, ya sigo!
«Aquella noche estaba dispuesto a que Dora me hiciera una paja, para eso cogí nada más y nada menos que cuatro onzas de chocolate de la alacena y las guardé para “sobornarla”. Tras el baño cuando procedió a secarme tenía el pito tan duro como la noche anterior. Ella, viendo mi estaca se sonrió y me la secó a conciencia.
— ¡Veo señorito que sigue usted tan “contento” como anoche! —sonrió.
Yo la dejé terminar y fui a coger el chocolate que le había traído, aún desudo por la habitación.
— ¡Dora hoy te he traído chocolate! —exclamé abriendo la servilleta de tela donde lo había envuelto.
— ¡Oh señorito, qué generoso es usted! —me dijo llenándome de besos las mejillas.
— Pero Dora, te lo doy con condiciones, a cambio tienes que hacerme algún favor, ¿vale?
— Bueno señorito, lo que usted quiera, yo soy muy servicial ya lo sabe.
Le di una onza que Dora introdujo en su boca de labios carnosos y marrones, dejando que se derritiera sobre su lengua, y entonces pensé en qué podía pedirle.
— ¡Dora quiero ver tu culo! —le espeté.
— ¡Uy señorito, qué cosas tiene! ¿Para qué iba a querer ver el culo de una vieja como yo? —preguntó ella escurriendo el bulto.
— ¡Vamos Dora prometiste satisfacerme, sino no te daré más chocolate!
— Está bien señorito, Dora estará siempre a su servicio para lo que usted guste —afirmó con su parsimonia habitual.
Dora se echó en una mesa cercana de mi cuarto y con su bata blanca se me ofreció para que yo descubriese su culo. Creo que me temblaban las manos cuando las posé sobre sus nalgas, suaves y ligeramente esponjosas.
Luego le subí la tela y descubrí su culo a la luz de una lámpara de queroseno que teníamos encendida, su tono era marrón, más claro que el del chocolate. Con emoción mal contenida lo palpé mientras ella se dejaba hacer. Estaba con su taparrabos blanco, que lo tenía pasado por entre las piernas y atado a la cintura que la circundaba.
Su culo era enorme, pues como dije antes Dora era de buen comer y yo apenas ocupaba la mitad de él con mi famélico cuerpo blanquecino y desnudo tras ella.
— ¿Señor, no me daría otra onza de chocolate? —preguntó ella mientras seguía echada sobre la mesa.
Automáticamente cogí la onza y se la di, introduciéndolo yo personalmente en su boca, ella chupó mis dedos dulcemente, este detalle inesperado me gustó, me imaginé que me chupaba el pito...
— ¡Dora quiero ver tus pechos! —le dije si pensarlo, al verla echada en al mesa con su escote ofreciéndomelos.
— ¡Bueno, el señorito me pide unas cosas muy raras hoy pero Dora lo complacerá, siempre lo hace!, ¿verdad? —dijo servicial.
Se levantó el liviano vestido blanco y sus enormes pechos, caídos se ofrecieron a mi como inmensas montañas, tan grandes como las ubres de una vaca. Cuando me acerqué ella me tomó las manos, como intuyendo mis intenciones y me las puso sobre sus pezones negros, apretándomelas contra ellos. Estaba más blandas que su culo pero a la vez duras y pesaban una barbaridad, se las levanté mientras ella se sonreía, haciendo como si fuese un forzudo.
— Señorito, le cuento un secreto, ¿sabe que de pequeño usted mamó de estos pechos? —me confesó—, su madre no tenía suficiente leche y Dora lo alimentaba cuando ella no podía. Venga chupe de ellos para recordar viejos tiempos —me dijo cogiéndome amorosamente mi pequeña cabeza y acercándola a sus grueso pezón.
En mi boca aquel pezón creció y se endureció, su sabor era ligeramente salado, tal vez por el sudor de Dora pero a mi me supo a gloria en aquel momento. Luego me pasé al otro e igualmente o chupé hasta ponerlo duro, incluso lo mordisqueé suavemente aunque bajo las advertencias de su poseedora, que me dijo que ni se me ocurriera morderlos.
— Dora, ¡ahora quiero que me hagas una paja! —le espeté ya sin remilgos.
— ¿Una paja señorito? ¿Y eso qué es? —preguntó ella extrañada.
— Una paja, en el pito... —aclaré yo cogiéndolo y moviéndolo como ejemplo.
— ¡Ah claro ahora comprendo! Bueno, como le dije ayer, por esto me azotarían así que lo único que le pido aparte del chocolate es que sea discreto en cuanto a estos favores que Dora le hace.
— De acuerdo Dora, puedes confiar en mi —aseguré yo.
Dora me llevó a mi cama y allí se sentó a mi lado, tan desnuda como yo salvo por su taparrabos. Allí tomó mi pito con sus manos regordetas y suaves y lo manoseó con suavidad, tomando con sus dedos delicadamente a la altura del glande, comenzando a moverlo como Albert me había explicado y yo le había visto hacer aquella tarde.
Al principio estaba más bien escéptico ante aquellas caricias, no es que no me gustasen, pero lo había intentado ya tantas veces que hasta pensaba que yo era anormal y no conseguiría nada. Pero la dejé hacer.
Mientras ella lo hacía, me dejó seguir tocándole sus pechos, abrazado a ella y pellizcarle los pezones, cuando iba a chupárselos apenas mis labios rozaron sus negros pezones, tan negros como el tizón, sentí unas ganas incontenibles de hacer piss. Me alarmé pensando que me lo hacía encima y me eché para atrás horrorizado.
— ¡Me meo! —grité con espanto.
Dora siseó Dora tapándome la boca mientras sus mano seguía moviéndome la piel entorno a la punta de mi pito.
— ¡Cállese señorito, no es pis lo que va a salir de ahí! —añadió.
Lo que vino a continuación no lo recuerdo bien, pero la vista se me nubló, las piernas me temblaron y la sensación de que me meaba encima siguió aunque no vi el líquido salir, en cambio, cuando se me aclaró la visión, sí que vi la leche que había soltado mi pito al correrse, como la de Albert aquella tarde, Dora tenía los dedos manchados con ella y mi vientre también había recibido los impactos al caer esta tras ser lanzada al aíre.
En aquellos momentos sentí una gran satisfacción, aquello era un orgasmo y yo era normal, tan normal como Albert al menos, pues era capaz de alcanzarlos y eyacular como él. Dora me mostró el fruto de mi masturbación y ante mi atónita mirada: ¡se chupó los dedos!
— ¡Oh señorito, qué suave leche ha salido de su pito, tan pequeño y joven! —dijo mientras lamía unas gotas que habían quedado en su mano.
Tremendamente satisfecho me fui a la cama, complacido, le di a Dora el resto del chocolate, que devoró con gozo incomparable, chupándose también los dedos. Me dio un beso de buenas noches y salió de la habitación apagando la llama del quinqué que la iluminaba.»
Tom suspiró y Cathy se giró cansada ya de leer, su hermano también se volvió, quedando ambos mirando al techo.
— ¡Jo Cathy, qué historia! —exclamó el joven Tom.
— ¡Ya te digo, una guarrada! —dijo jocosamente Cathy.
— Si es tan guarra, ¿por qué me la lees entonces? —preguntó el chico curioso.
— Pues para pervertirte, porque eres tan inocente que eres como el prota un: a normal —rió mofándose de el.
— ¡Yo no soy un anormal! ¡Soy tan normal como el prota, si me hicieras una paja como Dora verías mi leche salir! —protestó Tom, girándose para ofrecerle la espalda a su hermana y apagando la linterna, visiblemente ofuscado.
Ciertamente el comentario de su hermana le había dolido profundamente, había herido su amor propio. Así que se propuso intentar masturbarse, como el prota, con la diferencia de que él si lo lograría.
En la oscuridad Cathy sintió que le había hecho daño y se arrepintió, como tantas otras veces, lo sabía y se sintió culpable por aquello, así que buscó su hombro en la oscuridad y le puso la mano en él, acercándose se incorporó y con un dulce beso en su mejilla le pidió perdón.
— No te enfades hermanito, claro que eres normal, eres como el prota un chico adolescente y todo llegará, ya lo verás —le susurró al oído.
A oscuras, con el fresco que daban las paredes de ladrillo de aquel sótano, ambos se quedaron dormidos y no despertaron hasta que los rayos del sol entraron por la pequeña ventana que daba al éste deslumbrándolos.
4
Al día siguiente Tom y Cathy fueron a bañarse al lago junto con sus padres, para mitigar el calor. Allí estuvieron zambulléndose desde el pequeño embarcadero de madera oscurecida por el paso del tiempo, aunque aún se mantenía estable en buena medida así que podían aprovecharla tanto para tirarse desde el final como para tumbarse con las toallas al sol y si sombra era lo que querían, unos fresnos crecían fuertes y altivos en la orilla, donde se podían cobijar para huir del sofocante calor y descansar en su fresca sombra.
Todos se bañaron en familia y jugaron en el agua a váter polo en un día sabático, en el que su padre dejó su trabajo y únicamente se encargó de los quehaceres diarios de la granja.
A la hora del almuerzo volvieron a casa, donde su madre había dejado ya comida preparada, algo fresco para reponer fuerzas, luego se echaron la siesta y en ella Tom estuvo entretenido acariciándose su pene en la cama, rememorando las historias leídas en aquel legajo ancestral mientras se masturbaba, aunque, como el personaje de los mismos, no consiguió más que excitarse. Ciertamente se le ponía durísimo y era agradable juguetear con él, pero no lograba el tan ansiado placer que cabría esperar con sus juegos.
Así que Tom, harto ya de manosearse, se levantó y abrió la puerta que comuncicaba su dormitorio con el de Cathy subitamente. Esta al verlo se sobresaltó y se tapó con la sábana, pues únicamente vestía sus braguitas, lo que provocó una impulsiva reacción de su hermana que le gritó que se marchase y que nunca más entrase sin llamar antes a la puerta.
El muchacho quedó atónito ante la visión de sus blancos y nacarados pechos, de areolas sonrosadas y pequeñas con sus pezoncillos tiesos y puntiagudos. De manera que casi balbuceando, intentó disculparse.
— Bueno Cathy, sólo quería preguntarte si vendrías a bañarte conmigo al lago, ¡ya estoy cansado de dormir y hace mucho calor aquí!
Cathy, malhumorada, no contestó, así que Tom cerró la puerta y se lanzó sobre su catre como si fuese un atlético saltador de altura participando en unas olimpiadas. Se quedó mirando al blanco techo y en blanco se quedó su mente en aquel instante.
Al poco un suave 'toc-toc' en la puerta lo sacó de su ensimismamiento, así que se levantó como activado por un resorte oculto en la cama y fue a abrir. Era su querida hermanita, quien tras habérsele pasado el momentáneo enfado, se había puesto un bikini amarillo limón, a tono con su blanca figura.
— ¡Qué haces ahí aún sin el bañador puesto! —le increpó.
— Pero hermanita, ¿tú no estabas enfadada?
Ni corto ni perezoso se giró y se bajó los slips que llevaba puestos, enseñando su blanco culito a su hermana, quien horrorizada, como si fuese una visión indecente la que le presentaba se tapó los ojos rápidamente.
— ¡Eres un guarro Tom! ¿Lo sabías?
— ¿En serio hermanita? Pensé que tan sólo por un culo blanco y flacucho como el mío no sentirías nada —afirmó fanfarroneando el muchacho—, si quieres me doy la vuelta para que veas algo realmente escandaloso —se jactó amenazando con hacerlo.
— ¡No por favor, no quiero ver nada “chiquitito” como lo que tienes ahí! —le salió al trapo hábilmente su hermana, quien no desaprovechaba una ocasión en la guerra dialéctica que cada día libraba con su ocurrente hermano.
Finalmente Tom no cumplió su amenaza, se puso su bañador y cogió su toalla volviendose hacia la puerta listo para partir. Cogieron unas bebidas y salieron de la casa dejando una nota en el frigorífico de la cocina para que cuando sus padres se despertasen de la siesta supiesen donde habían ido.
El agua estaba fría al entrar, pero después del intenso calor se agradecía su frescor, el mismo que provocó que los pezones de su hermana se pusieran duros y puntiagudos, destacando tremendamente en su bikini, provocando la atención de su querido hermano, que junto a ella se bañaba.
— Vaya hermanita, el agua provoca un efecto inesperado en tu fisionomía... —se rió Tom refiriéndose a sus pezones.
Cathy se quedó tan cortada en esta ocasión, que no supo qué decir ante tan incisivo comentario, así que optó por un ataque directo y se abrazó a él intentando darle una “ahogadilla”. Sus pieles entraron en contacto cuando sus cuerpos se fundieron en la pelea.
Tom, con los roces no pudo evitar pensar que su pene estuvo cerca y rozó ampliamente su muslo, muy cerca del pubis de su hermana de sangre, estos pensamientos lo turbaron y aún con el agua fría el durmiente despertó. La pelea siguió y sin poder evitarlo el durmiente atacó clavándose cerca de las ingles de su hermana. Tom consiguió esquivarla y la agarró por la espalda, sujetándola por la cintura.
— ¡Qué hermanita! ¿Te rindes?, ¡yo soy el más fuerte ja ja! —dijo victorioso.
— ¡Está bien, ya estaba cansada! —admitió su hermana.
— ¡Oye!, ahora que ten tengo a mi merced, ¿qué pasaría si te pellizco esos pezoncillos tan tiesos que tienes? —preguntó su hermano sin soltar su presa.
El muchacho, con su hermana inmovilizada, lanzó una suave caricia que apenas rozó con las yemas de los dedos los pezones de ambos senos cogiéndolos también con sus palmas por los costados.
— ¡No te pases Tom! —protestó ella zafándose de su abrazo.
— ¡Está bien mujer, cómo te pones, sólo era una broma! —dijo el excusándose.
Aunque lo cierto es que lo hizo por puro morbo y sin duda consiguió su objetivo, pues palpó la suave textura acolchada de sus jóvenes pechos.
Volvieron a la orilla, donde cansados se tumbaron en sus toallas uno junto al otro. Cathy, no pudo evitar fijarse en la protuberancia, que, cual pequeña estaca, levantaba el bañador de su hermano, como si de una tienda india se tratase.
— ¡Vaya, qué gracioso! —exclamó ella y ni corta ni perezosa lanzó su mano al aire impactando suavemente con la estaca que se balanceó ligeramente antes de estabilizarse de nuevo.
— ¡Oye! ¿A qué ha venido eso? —protestó Tom sin esperar tal atrevimiento de parte de su hermana.
— ¿Qué te pasa hermanito, tú me has tocado las tetas, no? —dijo una bella sonrisa.
— Pues si, se me ha puesto dura, ahora la tengo así muchas veces al día, ¡qué pasa! —le espetó Tom zalamero.
— ¡Nada nada hombre! Es que ha resultado gracioso, eso es todo.
— ¿Oye, qué duros siguen tus pezones? —observó Tom delatandolos con su dedo índice las dos pequeñas protuberancias que abultaban bajo el bikini color limón.
— ¡El agua estaba fresquita! —dijo sin dar más explicaciones.
— ¿Eso no implica que estés excitada ni nada? —preguntó él curioso.
— Claro que no hermanito, es sólo eso, el agua. No sabes nada de mujeres, ¿verdad?
— Claro que no hermanita, tú que si sabes, me podrías dar lecciones, ¿no?
— ¿Qué querría saber un enano como tú de mujeres? —se jactó ella.
— Bueno, ¿qué os pone cachondas? —preguntó alzando el tono de voz, mostrando su excitación mal contenida.
— Lo mismo que a ti, por ejemplo los relatos del libro me ponen muy cachonda hermanito —le confesó Cathy sincerándose.
— ¿De verdad? —preguntó, como si no lo pudiese creer.
— De verdad, me pongo muy cachonda y noto como la vagina se me humedece, igual que a ti se te pone el pito duro.
— ¿En serio? ¿Y vosotras también os masturbáis? —continuó Tom con su sensual interrogatorio.
— ¡Claro! Pero no como vosotros, yo a veces en la ducha uso la presión del agua sobre mi vagina y me la voy pasando sobre ella en círculos, buscando que los chorritos me den placer, ¡es una delicia! —declaró convencida.
— ¡Vaya! ¿Y no te metes los dedos o algo así? Yo pensaba que eso era lo que hacíais.
— Bueno, a veces sí lo hago con los dedos, pero sólo me penetro un poquito, lo que más me excita es acariciarme por fuera, por dentro tampoco es que sienta nada especial que digamos, aparte que me da como repelús —explicó gráficamente Cathy.
— Yo pensaba que eso era lo que os gustaba, una vez en casa de Richard, nos puso a los amigos una peli porno y salía una tía y un tío follando en plan bestia, el tenía un pollón enorme y cuando se la metía todo lo larga que era, ella parecía disfrutar mucho —aseveró Tom, que se había levantado y tenía sus manos apoyadas hacia atrás manteniéndose medio erguido.
— ¿Has visto porno? Yo nunca lo he visto, como mucho las escenas de cama en las películas, pero ahí nunca se ve nada explícito. Entonces, ¿ese tío tenía la po... bueno el pene muy grande? —preguntó Cathy recatadamente.
— ¡Claro, no veas el pollón que tenía, pero ella también tenía un coño enorme! —exclamó Tom mucho más escatológico que su hermana.
— ¿Y llegaron hasta el final? —dijo Cathy intrigada.
— Bueno, no pudimos ver más que unos minutos, porque al poco llegó su madre y mi amigo lo quitó rápidamente —se lamentó Tom—. Pero lo que vimos fue muy caliente.
— ¡Buff, me lo imagino hermanito! Por cierto, ¿te has corrido ya masturbándote?
— ¡Qué va, me pasa lo mismo que al prota! Se me pone dura y me gusta pero me canso y al final se me irrita, me pica termino dejándolo.
— Eso es que no lo haces bien —aseveró su hermana sin dudarlo.
— Lo sé, en fin, a lo mejor tú podrías ayudarme como Dora hizo con él prota —le propuso Tom con marcando un tono de voz neutro, intentando no mostrar ningún interés especial.
— ¡Ni hablar hermanito! Eso son cosas tuyas, a mi a veces también me cuesta, me lo hago con la ducha y con los dedos también pero a veces nolo consigo. Hay que practicar —le recomendó.
— Bueno, pues seguiré intentándolo.
Se quedaron allí tumbados un buen rato, bajo aquellos álamos, que con el viento de la tarde se zarandeaban, sus hojas temblaban y entrechocaban unas con otras produciendo leves crujidos, siendo casi el único sonido que oían.
El viento cálido recorría sus cuerpos tumbados a la sombra y la sensación era tan agradable, allí había tanta paz, que se quedaron dormidos y tardaron un buen rato en despertarse. Cuando lo hizo Tom, se giró esperando ver a su hermana y descubrió que estaba sólo, lo había dejado allí tirado aunque no le importó demasiado. Se incorporó, dio un estirón y abrió la boca como el león de “la metro” en las películas antiguas y se desperezó. Finalmente se levantó y volvió a casa. El sol, ya estaba acercándose a la cima de los cerros cercanos, ya no tardaría mucho en desaparecer tras ellos, como engullido por la tierra.
Por la noche, siguió haciendo calor, aunque tal vez menos que en noches pasadas, aún así Tom quedó con su hermana Cathy para bajar al sótano a seguir leyendo la apasionante historia escrita en aquel legajo...
«Tras descubrir el placer de la masturbación todo mi mundo cambió, a todas horas pensaba en ello y el día siguiente se me tremendamente largo. Por la tarde fui sólo al granero pues mi amigo Albert, no vino a verme aquél día, su padre o su madre lo requirieron para hacer algo, no recuerdo de qué se trataba.
El caso es que estuve esperando en el granero y oí llegar a la chica negra sola, cuando entró yo me escondí detrás de un montón de heno en el techo del granero y escarbando en él hice un agujero por el que pude espiarla.
Ella recorrió con la mirada toda la estancia, sentada en las balas de paja donde todos los días mi padre abusaba de ella, así que sentí que me descubriría y me asusté un poco, no por el simple hecho de que ella me viera, sino por la reacción de mi padre si ella se lo decía, pues bien podía ganarme una buena “tunda”, por hacer algo así.
El tiempo pasó, yo la observaba, con su vestido viejo y remendado por todos sitios, ella era muy guapa y yo, tras conseguir calmar mi psicosis pensando que me descubriría, la tenía ya dura pensando en su cuerpo desnudo y hasta me había sacado y empezaba a tocármela suavemente como Dora me hacía. Ya había aprendido el truco y aquello funcionaba mejor.
La espera se hizo larga y la chica se levantó y empezó a caminar de un lado para otro, mirando hacia la puerta, tal vez dudando si vendría su amo, y temiendo marcharse y que él llegase y no la encontrara. Al final se marchó y yo lamenté tanto el hecho que no quise seguir tocándome solo, así que bajé de allí y también me marché.
El segundo intento de aplacar mis apetitos sexuales, sería esta noche, durante el baño. Así que la tarde se me hizo larga sin nada que hacer. Recorrí el campo y vi a los esclavos, regresando tras un largo día de recolección, cantando como siempre hacían.
Tras la cena aquella noche le dije a Dora que quería acostarme temprano así que me preparase el baño pronto, en un intento de acelerar el tiempo y acercar el momento en que Dora volviese a deleitarme con sus caricias.
Como cada noche, ella me preparó el baño, yo estaba con el pito tieso mientras lo hacía y ella sin duda me veía y sonreía.
— El señorito esta noche está nervioso por algo... —me decía.
— ¡Oh Dora! Bueno, yo me preguntaba si tu podrías acariciarme como hiciste anoche, mira en la mesa, te he traído un trozo de tarta si quieres comértelo.
— ¡Qué amable es el señorito con Dora, yo también lo quiero mucho y seré buena con él! —creo recordar que me dijo ella, llenándome de ilusión.
Cuando me desnudé, ella me observó de abajo arriba y complacida me ayudó a meterme en la bañera. Allí, como si fuese pequeño me enjabonó y me lavó con delicadeza. Cuando llegó a mis partes me hizo levantarme, y con mucha espuma hizo desaparecer mis bolas y mi pito en ella, para luego dejar la esponja y con sus negras manos frotarme con el jabón.
Aquello fue el no va más, yo tenía que sujetarme a su hombro pues de la excitación temía caerme pues hasta las piernas me temblaban, qué tiempos aquellos en los que se descubren estos placeres, no hay nada igual.
Dora hizo un excelente trabajo, me encantó y consiguió que me corriese por todo lo alto, sujetándome a su enorme cuerpo mientras me rodeaba la cintura con una mano y con la otra me masturbaba suavemente. Yo aproveché y le palpé aquellos senos tan enormes y tan jugosos, le pellizqué sus enormes y gordos pezones negros llenándolos de espuma y mojando su vestido de algodón blanco.
Pero lo que más delicioso fue, es que le subí su vestido y agarré su culo, redondo y suave, más enorme que sus pechos. Incluso llegué a meter mi mano bajo su taparrabos y este se aflojó y cayó al suelo.
— ¡El señor está siendo muy malo esta noche! Eso no está nada bien... —me decía mientras me sonreía.
— ¡Oh Dora, qué buena eres conmigo! —exclamaba yo mientras mis manos seguían explorando aquel cuerpo maravilloso y tremendamente sensual.
Hasta hoy me estremezco al recordar aquellas curvas, aquellas formas y aquel calor. Creo que no llegué a palpar su sexo, o no lo recuerdo bien, pues nublada tenía la mente en aquellos momentos, sí se que recorrí ambos cachetes y parte de sus muslos por la cara interior, así que igual lo rocé desde atrás.
Al final me corrí como ya he dicho antes. Dora, tan afectuosamente como en todo momento, me dejó caer en la bañera y reposar allí. Luego, cuando me repuse me aclaró con agua limpia y me ayudó a secarme.
Al terminar de hacerlo le dije que quería verla desnuda y ella sonrió como siempre y se resistió.
— Pero señor, qué va a querer ver usted, ya estoy muy mayor —me dijo para negarse a mis pretensiones aunque lo cierto es que no era tan mayor, pero debía rondar la treintena, nada más.
— ¡Qué dices Dora, eres maravillosa! Anda desnúdate para mi, ¿vale?
— Bueno señor, espero que esto nunca llegue a oídos de nadie o nos separarán y no volverá a verme —me advirtió una vez más.
Allí la vi, majestuosa, madre de media docena de hijos, con sus carnes suaves y del color característico de piel marrón que tenía, pues Dora tal vez era hija de algún blanco, cosa nada infrecuente en aquellos tiempos, pues los amos, como cuento aquí, además del trabajo requerían otros servicios de sus esclavas.
Me encantó, lo que más me impactó fue ver un raja de cerca, una raja como el de Dora, con bello corto y enmarañado en torno a su raja, sin llegar a taparla por completo, dejando ver su forma, aquellos labios verticales, con su rosado interior. Quedé tan impresionado que le pedí que se sentase en la cama para verlo mejor. Me acerqué extasiado y me arrodillé, ella estaba tam tranquila y ni se inmutó por mi atrevimiento.
— ¿Qué le parece señorito, le gusta mirar mi cuerpo? —preguntó ella sorprendida por mi curiosidad.
— ¡Eres preciosa Dora! —le dije extasiado ante la visión de su sexo.
Tenía su gran chocho al alcance de mi mano y la tentación de tocarlo era tan fuerte que no pude resistirme, extendí la mano y dudé, miré entonces a Dora, sentada en mi cama con las piernas abiertas y como si ella intuyera mis dudas, tomó mi mano con la suya y la llevó allí donde yo no me atreví a llegar.
Acaricié su chocho, mejor dicho su maravilloso chocho, el primer chocho femenino que tocaba con mis manos. Recorrí su bello, esponjoso y enraizado, recorrí su raja, suave y carnosa, hasta llegué a meter un dedo en ella viendo como Dora parecía disfrutar enormemente con mis exploraciones y sin duda así era.
Luego me pidió que le metiese dos y también tres y al final terminé con mis cuatro dedos dentro de su raja, ella me decía que los moviese y eso hacía yo. También me pidió que le chupara los pechos, aquellos pezones negros y duros como garbanzos lechosos, y me los comí con pasión mientras sentía mi mano caliente y húmeda moviéndose en su interior y una emoción sin par invadió mi cuerpo. Por mi cabeza pasó una idea, una idea que fue más bien un arrebato.
La empujé suavemente y la hice tumbarse, ella replegó sus enormes muslos e intuyendo lo que pasaba por mi cabecita me echó los brazos para que me pusiese encima de ella. Obedecí de inmediato y agarrándome afectuosamente me colocó cerca de su raja, encima de sus pechos, sentí el contacto húmedo y caliente de su piel, pues hacía calor y ella no se había duchado. Sentí su olor, un olor empalagoso aunque no llegó a importarme.
Ella llevó sus manos a mi pito y con la otra me agarró del culo, empujándome hacia ella lo condujo hasta la entrada con maestría. La entrada al paraíso en la Tierra, o al menos eso me pareció a mi cuando aquel fuego abrasador me envolvió al notar como atravesaba su raja y entraba dentro de su cuerpo. Sentí que me meaba dentro de ella y temí hacerlo de verdad, pero esto no ocurrió, ella siguió con sus abrazo tierno y aferrándose a mi culo fue quien hizo todo, me estrujaba contra su cuerpo y hacía que mi pito se introdujera en su jugoso chocho y luego hacia atrás, lo sacaba y otra vez adelante.
Yo estaba embelesado, como en otro tiempo y lugar. Apenas era consciente de nada y a al a vez de todo, pues el torrente de sensaciones se echó sobre mi cuando sentí que casi literalmente me meaba dentro de aquel lugar de perdición, tuve unos cuantos y fuertes espasmos y luego caí rendido en sus brazos, mientras mi cuerpo temblaba y mi pene parecía que iba a explotar cuando las contracciones cesaron pero seguía moviéndose en su cálido interior.
Con un bufido caí sobre sus pechos, tan suaves y esponjosos como siempre, soportaron el peso de mi cabecita e hicieron de cómoda almohada. Ella colocó su mano sobre mi y casi como acurrucándome esperó a que se me pasaran los efectos de aquel maravilloso éxtasis que me había proporcionado su caliente cuerpo, mientras yo permanecía aún dentro de ella.
Fue mi primera relación sexual, la primera de muchas otras, pero la recuerdo con especial cariño ahora que siento que los días se me hacen más cortos y el tiempo corre tan aprisa que no tengo tiempo prácticamente de nada y estoy tan cansado que apenas hago nada, salvo escribir y descansar, descansar más y seguir escribiendo mis memorias.»
Cathy, con su voz dulce, susurrando cada palabra había terminado de leer unas cuantas páginas del libro, dejándolo en aquel punto, donde la hoja ya había quedado en blanco, dando por terminado aquella parte del relato de aquel personaje, que había empezado a despertar en sus mentes un halo de misterio, ¿quién era, cómo se llamaba y cuánto tiempo hacía que había escrito aquellas palabras? Tras comenzar a leer sus memorias se habían encariñado con él, para ellos era ya como parte de la familia: el tío misterioso.
Se sintió un poco mal por leer algo tan íntimo pero a la vez, era tan emocionante y la excitaba tanto que no quería parar de leerlo. Tom estaba ya dormido, hoy habían nadado y bregado mucho en el agua así que estaba muy cansado, ella también de modo que apagó la linterna y se acomodó a su lado.
Estaban sobre las esterillas, y sus sacos de dormir enlazados para que cupiesen los dos dentro. Cathy ya oía el resoplar de la respiración acompasada de Tom, lo que indicaba que se encontraba ya en sueño profundo, pero ella no se había dormido aún, así que sintió la llamada de la naturaleza y la siguió.
Cuando su dedo entró en su sexo, sus labios lo arroparon y la humedad lo cubrió, como al pito del prota cuando se la metió a Dora. No pudo evitar pensar en que el prota debía tener más o menos la misma edad que su hermano adolescente, ella era un par de años mayor que él, tal vez como la esclava del relato.
En ese momento un pensamiento se coló en su mente, pensó en que el dedo era en realidad el del prota, que la estaba acariciando como había leído en el relato y que ella era Dora la mujer madura con quien gozó del sexo en su primera vez, una esclava negra.
Después pensó que su pequeño pito se introducía en su sexo virgen y que era a ella a quien follaba, con su pequeño y joven coñito, sin duda más ajustad que el de Dora.
La excitación corría por sus venas y era tal, que desvariaba a ratos, y en otros sentía gran rechazo por sus obscenos pensamientos. Y en este dilema estaba mientras sus dedos exploraban su sexo y pulsaban su botón secreto, lo que respondía provocaba intensas sensaciones a su joven cuerpo. Siguió y siguió frotándose íntimamente y cuando más excitada estaba, tuvo que parar pues su hermano se movió y giró quedando tumbado boca arriba.
Unos segundos más tarde volvió a oír sus resoplidos, y continuó con lo suyo. Pero un pensamiento se cruzó por su mente, un pensamiento que la escandalizó, una idea que la excitaba y horrorizaba al mismo tiempo.
En un acto de irresponsabilidad, Cathy sucumbió a la tentación y se dejó llevar por la irracionalidad del morbo. Su mano izquierda se posó en los calzoncillos de su hermano, palpó a través de la tela y jugueteó con el pene flácido de su hermano, sin embargo poco a poco éste despertó, y se transformó en una pequeña estaca bajo los slips elásticos.
No paraba de tragar saliva, hasta que llegó un momento en que no la halló ya en su boca, ésta se había quedado seca de excitación. Con el corazón latiendo con fuerza bajo su pecho, amenazando con salírsele por la boca, Cathy seguía frotando su clítoris y con sus finos dedos tocando el pene erecto de su hermano a través del calzoncillo, con caricias tan suaves que no lo despertaban a su propietario.
Al final la polla de su hermano estaba tan dura y tiesa que casi se salía por encima de la goma de la cintura, aprisionada por el slip y él seguía durmiendo, ajeno a los tocamientos a los que lo sometía su hermana. Bien le hubiese gustado despertarse en aquel momento, pero esto no llegó a ocurrir.
Cathy, para más inri, notó la humedad en la tela, cerca de la punta del pene. Sin duda estaba lubricando igual que ella, excitado como ella, tras sus tocamientos. Esto le gustó, es como si se sintiera orgullosa de haberlo provocado y siguió martirizando su vagina y palpándolo. ¡Qué gorda se le había puesto y qué larga!
Finalmente aceleró sus frotes con sus dedos encima de su clítoris, sin soltar la pollita de su hermano y presionando cada vez más fuerte se precipitó al orgasmo más intenso que había tenido. Su espalda se arqueó tanto que su culo despegó del suelo para acto seguido estrellarse contra él, sus talones temblaron y golpearon el duro suelo de piedra del sótano y sus dientes se apretaron al máximo mientras su respiración luchaba por coger aire con cada oleada de placer.
Extenuada, Cathy olió sus dedos, le pareció una guarrada, pero le gustaba hacerlo al terminar de masturbarse, olía profundamente a ella, a su sexo. Aquel maravilloso orgasmo lo recordaría durante mucho tiempo, tal vez por su obsceno atrevimiento al tocar el pene erecto de su hermano, se despidió de él con una suave caricia y se giró para dormir.
5
Cathy y su padre fueron al pueblo por la mañana, a comprar provisiones, así que Tom andaba aburrido sin saber qué hacer. Lo cierto es que desde que llegaron, él y su hermana se habían vuelto casi inseparables, pues allí no había nadie más y eso los había unido mucho, a pesar de las peleas que mantenían en la ciudad, donde cada uno iba por libre, con sus propios amigos y cuando regresaban a casa, comenzaban con las típicas disputas de adolescentes, que volvían loca a su pobre padre, eran el pan nuestro de cada día.
En cambio allí en el campo, sólo se tenían el uno al otro para pasar el rato. Aunque Tom era un chico de acción que siempre quería estar haciendo algo físico como explorar la finca e ir de aquí para allá y Cathy era más de sus libros y consultar sus perfiles en facebook y tweeter, para conocer cómo les iba a las amigas que había dejado atrás. Sorprendentemente descubrió lo fácil que se olvida la gente de ti en la distancia. Así que los astros se alinearon y los que antes aparentemente se odiaban a muerte, terminaron haciéndolo casi todo juntos. Especialmente leer las memorias escritas en aquel legajo que habían encontrado en el sótano y que mantenían como: “secreto de estado”.
Por eso hoy tal vez Tom estaba tan desanimado. Sintió ganas de sacar el libro y ponerse a leer, pero sabía que no sería lo mismo, ya que él no entendería ni jota de aquella letra temblorosa y aquel lenguaje antiguo, y su hermana lo hacía tan bien que, definitivamente, no sería igual sin ella. Así que, sin rumbo fijo, terminó en el establo, donde su padre tenía cuatro caballos que había comprado a un anciano granjero vecino para dar paseos por el campo, uno para cada miembro de la familia.
Al entrar en el establo oyó un relincho, ésto no le llamó la atención pero luego una voz femenina que trataba de tranquilizarlo, ¡sí que lo dejó petrificado!
— So caballito bueno, qué precioso eres... —oyó Tom acercándose a las cuadras donde estaban los caballos.
No cabía duda era la voz de su madre, —¿pero qué hacía allí? —se preguntó mientras intrigado se acercaba a hurtadillas, pues normalmente era su padre quien se ocupaba de los animales.
Con cautela se aproximó a la cuadra de donde venían los ruidos y sin ser visto asomó su cabeza por encima de la mitad inferior de una puerta de madera que estaba partida por la mitad, de forma que ambas partes se abrían y cerraban independientemente, lo que permitía que los caballos asomaran la cabeza de las cuadras, pero no pudiesen salir de ellas.
Entonces vio a su madre junto al caballo, estaba acariciándolo por sus cuartos traseros. Le llamó la atención que el animal estaba muy excitado y su enorme tranca apuntaba hacia el suelo y le caía hasta la mitad de sus patas. Más intrigado aún por lo que podría hacer su madre allí se escondió bajo la vieja puerta de madera y la observó por entre las rendijas de las tablas que la componían, al igual que el prota de las memorias había espiado a su madre mientras ésta estaba con el joven negro en la cuadra.
Su madre no paraba de acariciar al caballo y le decía cosas como: “caballito bonito” y por el estilo, pasando sus manos por su lomo y sus patas traseras. Se la notaba nerviosa, Tom podía ver como le acariciaba la panza, muy cerca de aquello aquello que tan escandalosamente colgaba entre sus patas.
Estaba anonadado y más aún lo estuvo, cuando su madre tras mucho dudar se atrevió a coger el grueso y negro miembro del animal. Tomando precauciones se separó del cuerpo, por si este reaccionaba violentamente, pero no lo hizo. Entonces comenzó a acariciársela, desde su base hasta su punta.
— Caballito, ¡pero qué hermosura tienes aquí! —dijo para escándalo de su hijo que la espiaba detrás de la puerta.
Su madre cogió confianza y se puso en cuclillas bajo el animal, cogiéndole la inmensa cosa con ambas manos y moviéndosela ante sus ojos. Más tranquila, parecía disfrutar tocándosela y contemplanla en sus manos, mientras el caballo relinchaba y se mostraba cada vez más excitando con sus manoseos.
A continuación, Tom vio como se quitaba el vestido y su cuerpo blanco como el nácar quedaba desnudo. Bueno aún le quedaban las braguitas y su sujetador, pero también se desprendió de éstas prendas y quedó completamente desnuda delante suyo y del animal.
Desconcertado, admiró el maravilloso cuerpo desnudo de su madre, tan rubia, con su blanca piel, con sus grandes pechos ligeramente caídos, de areolas grandes y sonrosadas y pezones gordos y redondos. También vio su pubis, delicadamente depilado, donde nacía el surco de lo que partían sus labios vaginales. El muchacho pestañeó varias veces, sin poder creer en lo que veía.
Entonces su madre se abrazó al animal, pegando sus pechos desnudos y todo su cuerpo a su pelaje blanco, y echándole una mano por el lomo y la otra bajándola para seguir acariciándole el miembro, mientras su cuerpo desnudo seguía pegado a su pelaje.
Luego decidió montarlo y para ello acercó un banco de madera al caballo y se subió en él para luego montar a pelo al animal. Al hacerlo Tom la vio levantar sus piernas blancas y en medio de ellas contempló maravillado su raja sonrosada y depilada.
Con su vulva pegada al lomo del animal, se echó sobre todo él y lo acarició mientras su cuerpo seguía en íntimo contacto con su pelo. Entonces el caballo comenzó a moverse y a girarse, tiró el banco que había usado para subirse mientras su madre trataba de calmarlo. De forma que ahora quedó de espaldas a Tom, mostrándole la visión de su bonito culo sobre el caballo, sin duda todo un espectáculo.
Luego observó como su madre, ya muy excitada movía sus caderas encima del animal, rozándose con su pelo, sin duda frotándose su sexo contra él mientras se acariciaba ya suavemente los pechos y se pellizcaba los pezones.
Volvió a echarse sobre el animal y siguió restregándose ahora de cuerpo entero y como este seguía girándose Tom contempló el sexo de su madre desde atrás con sus muslos y culo desnudos, sin duda una visión tan caliente que sus calzoncillos le iban a estallar.
— ¡Oh caballito, qué suave eres! —gimió su madre mientras lo abrazaba.
Nunca hubiese imaginado que su madre fuera capaz de hacer algo así, pero allí estaba tan excitada como él, probablemente sintiéndose como una amazona salvaje y desnuda encima de su macho equino.
Bajó y tomó de nuevo entre sus manos la tremenda herramienta del animal, ahora la cogió con naturalidad, sin miedo, sacándola por un lado. Y colocándose frente a ella trató de que esta alcanzara su vulva y con dificultad frotó su sexo con ella. Tom la veía de culo y veía como capturaba aquella polla negra entre sus muslos, colocándola justo bajo su coño y frotándose con ella. Incluso hacía vanos intentos de meterla en su vagina sin conseguirlo, pues su diámetro estaba fuera de su capacidad.
Aquello era tremendamente excitante, ver a su propia madre montándoselo con un caballo no es algo que hubiese podido imaginar antes de ese día, así que Tom no se perdía detalle de la escena que frete a él acontecía. Se la sacó de los pantalones y sentado junto a la valla, mientras miraba por sus rendijas comenzó a acariciarse cogiendola con dos de sus dedos y oponiendo el pulgar, subiéndola y bajándola suavemente.
Para su asombro, el animal comenzó a soltar chorros de un líquido translúcido y éstos corrieron por los muslos de su madre resbalando y cayendo a sus pies, ¡pensó que ya se estaba corriendo! Y lo mismo debió pensar su madre así que cesó en sus juegos unos segundos.
— ¡Oh no caballito aún no te corras, que quiero jugar más! —dijo en voz alta.
A horcajadas comenzó a frotarse su sexo mientras con la otra mano masturbaba la inmensa verga negra del caballo, hasta que decidió que era hora de volver a ponerla en contacto con su vagina y se la acercó de nuevo.
Ahora no la veía de espaldas sino de frene, pues el caballo seguía girándose y así pudo contemplar sus piernas abiertas y su sexo siendo frotado por la verga del animal. Sin duda un espectáculo de lo más obsceno, pero también de lo más excitante para él.
Poniéndose en cuclillas, su madre siguió acariciándose su sexo, y Tom, presenciándolo justo de frente, vió como la verga animal tomaba contacto con sus pechos mientras ella la paseaba de uno a otro, frotándolos con su punta y moviéndola de cuando en cuando. Al poco Tom advirtió como más líquido blanco comenzó a brotar de nuevo de ella, derramándose por sus tetas,  goteando por su barriga, por sus ingles, hasta caer al suelo.
— ¡Oh si caballito, correte! ¡Cuanta lechecita tienes ahí dentro! —dijo su madre frotándose frenéticamente su sexo sin importarle lo que por su piel resbalaba.
Los gemidos de su madre entonces se acrecentaron y sus piernas temblaron, teniendo que apoyarse con una mano hacia atrás, para no caerse de culo en el suelo. Al soltar la verga del animal, ésta que quedó suspendida mientras seguía goteando su caldo blanco.
Tras este primer orgasmo, Karen, se serenó un poco, se levantó y se limpió con el heno del pesebre su blanca piel.
— Muy bien caballito, ¡te has portado genial! —dijo mientras le acariciaba de nuevo el lomo.
Luego se volvió a poner en cuclillas y comenzó a hacer un potente pis sobre la paja del suelo. Tom vió salir el líquido de su sexo, mientras ella se abría los labios vaginales y esta visión le impactó, pues nunca había visto antes hacerlo a una mujer y menos con aquella fuerza.
— ¡Mami quiere seguir jugando un ratito más! —exclamó mientras se incorporaba y se nuevo agarraba el grueso miembro para volver a frotarlo con su sexo.
El caballo no paraba de echar líquido blanco de cuando en cuando, este corría por las piernas de su madre, hasta caer al suelo. Karen lo frotaba contra su vagina abierta y trataba de metérsela, aunque sólo conseguí hacer entrar parcialmente su inmensa punta en forma de capuchón.
— ¡Joder mierda caballito, la tienes tan gorda que no entra! —exclamó con rabia.
En aquellos momentos el chico sintió verdaderos deseos de levantarse y ofrecerle su ayuda a su madre, pero sabía que el susto sería morrocotudo, aparte del disgusto de saber que él la había visto en tan embarazoso y obsceno acto, así que se olvió de la absurda idea y siguió contemplando la escena.
Sus gemidos siguieron y la escena pareció repetirse, sus piernas temblaron de nuevo y chorreando su sexo comenzó a expulsar el semen que le había estado entrando mientras lo frotaba frenéticamente con la verga en su entrada, abriéndos sus labios e intentado hacerla entrar sin conseguirlo.
Finalmente la agitación terminó y su madre cayo de rodillas ante el caballo. Con las piernas abiertas frente a su hijo, este vio sus labios vaginales tremendamente abiertos, más rojos e hinchados que al principio.
Entonces Karen tomó la verga del animal y como si de una manguera se tratase se frotó los pechos con ella y se pasó la mano por toda su delantera. Sin duda el espectáculo de ver a su madre literalmente regada por semen de caballo sería difícil que Tom pudiese olvidarlo en mucho tiempo. Pero allí seguía él, sin poder dejar de mirar, preguntándose cuando acabaría todo.
Karen se incorporó y viendo su aspecto pareció sentir asco de si misma tras el frenesí, cogió más heno y se limpió con él, sus pechos, muslos y barriga. Luego para su sexo su sexo tomó sus braguitas y lo secó con ellas a conciencia. Cuando hubo terminado de nuevo Tom la vio ponerse en cuclillas y contemplo como hacía pis de nuevo, otro pis con el que se deleitó de tan curioso y oculto acto para los hombres, igual que al contarrio para ellas. Mientras lo hacía, su madre se abría los labios con sus dedos índice y corazón, con lo que el chorrito salía perfectamente y caía al suelo de la cuadra describiendo una pequeña parábola, además de proporcionar a Tom una vista perfecta de una vagina femenina.
Luego se dispuso a vestirse y en ese momento Tom buscó otro escondite para no ser visto a la salida. Finalmente la vio marcharse por el pasillo del establo con las bragas manchadas en la mano.
Tras esto, Tom espero prudente unos minutos, luego salió de su escondite y se encaminó a la casa. Ya era tarde y tenía hambre, al igual seguramente que ella. Mientras iba de camino pensó en lo que hablarían durante el almuerzo, pensó que ella lo sabría con tan solo miralo a los ojos y sintió miedo de que lo hubiese descubierto, pues él también se sentiría tanto o más avergonzado que ella. Así que pensó que sin duda aquel era un secreto que debía guardar bien.
— ¡Mamá, estoy en casa! —dijo nada más entrar.
— Muy bien cariño, ¡voy a ducharme! En seguida bajo a preparar la comida. Por cierto, tu padre y Cathy han llamado, se les ha hecho tarde y se van a quedar a comer en el pueblo, así que comeremos solos —le dijo desde la segunda planta.
Efectivamente, Tom pensó que le hacía falta una ducha, mientras venían a su mente las vividas imágenes de ella arrodillada ante el caballo siendo regada por su leche. Como decía Boody Allen: "El sexo si es bueno, es sucio…".
Durante el íntimo almuerzo, ni su madre ni él hablaron mucho. Sintiéndose incómoda, decidió sacar algo de conversación.
— Oye Tom, ¿te apetecería que fuésemos esta tarde al lago a bañarnos? —le preguntó su madre mientras terminaban.
— ¡Oh claro, aunque me gustaría dormir un rato, estoy cansado!
— ¡Por supuesto, yo lo decía para después de la siesta! —aclaró su madre.
— Ok —contestó Tom.
Tras la siesta Tom se despertó bañado en sudor, el calor apretaba en aquel día de verano y concluyó que era imposible dormir en aquellas circunstancias, así que se acordó del ofrecimiento de su madre y fue a buscarla a su dormitorio.
Tom se acercó y como la puerta estaba abierta pensó que tal vez su madre ya había bajado al salón y entró. Al hacerlo vio a su madre tendida en la cama con los pechos fuera y en braguitas. Ella al verlo se sobresaltó y se tapó instintivamente sus senos.
— ¡Oh Tom, eres tú! Me has asustado —gruñó desperezándose de la siesta.
— ¡Oh lo siento mamá, creí que ya habías bajado! —se excusó Tom manteniendo su mirada sin querer en sus hermosas tetas—. ¿Vamos a bañarnos?
— ¡Vale, me pongo el bañador y nos vamos! —dijo ella saltando de la cama.
— Te dejo sola —dijo Tom volviéndose.
— ¡Oh no pasa nada hijo, tardo un segundo en ponerme el bañador! Es que hace tanto calor que es imposible dormir con camisón —se excusó Karen pensando en lo avergonzado que estaría su hijo por la situación.
— ¡Pues si! —dijo él, soltando un 'je je' arquetípico.
De espaldas, Tom trataba de mirar por el rabillo del ojo disimulando, pues la curiosidad era superior a él. Mientras se vestía miró discretamente y contempló a su madre desnuda de espaldas, vió como sus pechos se asomaban por los costados mientras se ponía el bikini, y luego, tras quitarse las braguitas, contempló su hermosos culo blanco y redondo, subiendo una pierna y luego la otra, se puso la parte de abajo del bikini mientras él la observaba durante el proceso. A la mente del muchacho entonces llegaron recuerdos de ella en el establo cubierta de semen animal y se excitó otra véz.
Para ponerse la parte de arriba y tuvo dificultades para cerrar el broche, así que le pidió ayuda. Él se seguiró, se acercó tímidamente y trató de engarzar el broche con sus manos, lo cual no le fue sencillo pues no sabía como iba el mecanismo, mientras lo hacía reparó en el sudor de su piel y en su olor.
Como si adivinase sus pensamientos la madre lo comentó anticipándose a ellos.
— ¡Uf, qué sudada estoy hijo! ¡Sin duda oleré a rayos! —exclamó riendo.
— ¡No hueles mal mamá! —dijo sin pensarlo.
— ¡Oh gracias! ¡Eres un sol! —dijo ella volviéndose con su generoso busto enfundado ya en su bikini.
Entonces reparó en el bulto que Tom presentaba en su bañador y al verlo lo miró y le sonrió. 
— ¿Y eso Tom?
— ¡Oh, no se, será el calor! —exclamó sonrojándose.
Su madre rió, lo tomó de la mano y lo sacó de la habitación.
El sol de la tarde aún caía con fuerza, pero ya venida a menos. Caminaban alegremente codigos del brazo, en dirección al lago. Nada más llegar, Karen se lanzó al agua para refrescarse, Tom la siguió y estuvieron nadando un poco.
El agua fresca de montaña les hizo empezar a sentir frío, así que salieron a secarse y se se sentaron en las tablas del embarcadero, mientras seguían remojándose los pies, agitándolos distraídamente en el agua mientras el sol rojizo les cubría de naranjas y amarillos.
El silencio se apropió del ambiente y sólo la brisa moviendo las miles de hojas de los álamos encima de sus cabezas, provocaba el crujir de miles de ellas entrechocando a la vez.
— ¡Qué paz se respira aquí! ¿Verdad hijo ? —preguntó su madre tras una inspiración profunda.
Tom la miró y se percató de sus pezones terriblemente abultados y puntiagudos, ella se percató del hecho y le sonrió sin darle mayor importancia.
— ¡Es el agua hijo! ¡Me los pone así el frío! —rió ella desinhibida.
— ¡Oh si, perdona! Yo no quería mirarte... —rió nervioso Tom.
— No pasa nada hijo, es normal a tu edad y por aquí no hay muchas chicas, ¿eh? —le dijo pellizcándole el brazo.
— Pues no, la verdad es que no —asintió Tom.
— ¿Sabes qué? Me encanta ver que os lleváis tan bien tú y Cathy.
— ¡Oh bueno, pues si! Yo también estoy sorprendido de que me trate tan bien.
— ¿Es que tú no la tratas bien? —le preguntó sonriendo.
— ¡Claro, claro que lo hago!
Dejaron pasar el tiempo simplemente oyendo el viento que seguía meciendo los álamos tras ellos.
— Oye, he observado que últimamente pasáis mucho tiempo en el sótano, incluso dormís allí —dijo Karen.
— ¡Oh si! —dijo Tom nervioso—. Es que allí hace más fresco y estamos simplemente durmiendo o pasando el rato.
— ¡Si es un lugar muy acogedor! Entonces, ¿estás contento de que hayamos venido a este sitio?
— Si mamá, me alegra ver que papá esté mejor. A ti también se te ve más guapa en este lugar.
— ¡Eres un encanto! —dijo su madre abrazándolo y cubriéndolo de besos.
Entonces Tom sintió el contacto de sus pechos, fríos por el agua pero a la vez tersos y suaves y sintió escalofríos.
— ¡Uy qué fríos están tus pechos! —protestó él al contacto.
— ¡Oh si, tengo frío! Creo que los pezones se me van a congelar —añadió riendo—. Me voy a quitar la parte de arriba y me envolveré con la toalla liada, ¿me ayudas? —dijo girándose y ofreciéndole la espalda.
— ¡Claro! —exclamó Tom solícito abriendo el cierre del bikini.
Karen se lió la toalla al cuerpo y se giró tras hacerlo, su escote se juntó en un sugerente canalillo y sus pechos se calentaron bajo la toalla. Tras esto se tumbaron en el embarcadero y quedaron mirando al cielo que empezaba a oscurecerse.
— Oye, mamá, ¿cómo es un orgasmo? —se decidió a preguntarle Tom de repente.
— ¿Cómo dices? —preguntó su madre sorprendida por tan insólita pregunta—. ¿Ah un orgasmo? Pues es, como, una explosión, no se como explicaro, es algo grandioso hijo. ¿Tu aún no lo has experimentado?
— ¿Yo, te refieres a masturbádome? Pues la verdad es que no, a veces lo intento, pero aún no lo he conseguido creo —confesó Tom.
— ¡Oh pues sólo tienes que mover tu cosita adelante y atrás! ¡Es muy sencillo! —rió ella desinhibida.
— ¡Si mamá sé lo que dices, lo he probado y me gusta pero aún no se si lo he conseguido! —exclamó Tom un poco avergonzado.
— Pues entonces es que no lo has conseguido, ¡te lo dice tu madre! —rió de nuevo.
Karen dejó entonces la mirada fija en el infinito, en alguna parte indeterminada del cielo con escasas nubes que los cubría.
— ¿Te puedo hacer una pregunta íntima mamá? —le preguntó con educación.
— Espera, ¿sobre sexo, verdad? —se jactó ella sonriente—. A ver, ¿qué quieres saber?
— Si, bueno... cuando se practica sexo con una mujer, supongo que a ella le gustará que él aguante mucho haciéndolo, ¿no?
— ¡Oh claro hijo! El hombre debe aguantar un poco para que ella pueda excitarse y alcanzar el orgasmo —le explicó su madre con naturalidad.
— Y, ¿papá aguanta mucho? —se atrevió a preguntar.
— Si, bastante —dijo ella.
— ¿Y siempre lo hace con condón? —continuó preguntando.
— Pues casi siempre —contestó empezando a sentirse incómoda con la pregunta—. Bueno alguna vez lo hacemos sin él, pero luego... bueno hijo jugamos pero no queremos tener más hijos así que se lo pone para hacerlo —sentención sin querer entrar en más detalles.
— ¿Me darías uno para probármelo? —preguntó finalmente.
— ¡Claro, claro, te daré unos cuantos! Si quieres te puedes masturabar con ellos, así verás tu semen después —rió de nuevo.
Tom recordó entonces a su madre bajo su padre, mientras él la embestía con pasión y ella levangaba las pineras para recibirlo. Se imaginó como éste se corría en su interior y cómo tras terminar su semen salía hacia fuera mientras ella se frotaba para alcanzar su orgasmo. El pensamiento le excitó tanto que, a pesar de tenerla sentada a su lado, no quiso abortarlo y se recreó en su imaginación con dichos pensamientos, sintiendo como su excitación crecía entre sus piernas de nuevo.
— ¡El sexo debe ser fantástico mamá! —se atrevió a confesarle.
— Tienes toda la razón hijo, y más ahora para ti que estás empezando a disfrutarlo. Me gustaría que me contases tus experiencia, pregúntame lo que quieras, creo qu puedo ayudarte. Sabes que puedes confiar en mi, ¿de acuerdo? —le propuso su madre algo emocionada por el momento de intimidad que disfrutaba con su hijo.
El chico se fijó en los pechos de su madre, los que justo antes había visto desnudos y se excitó observándolos de nuevo.
— Gracias mamá, te mantendré informada de mis avances —dijo jocosamente—. ¡Uf mamá, tanto hablar de sexo hace que por aquí abajo esto se despierte! —exclamó mientras señalaba el bulto que se adivinaba ya en su bañador—. Tú no podrías ayudarme un poco con eso de la masturbación —le propuso en tono de broma.
— ¡Pero Tom, que soy tu madre! —protestó riendo, pero observó con agrado la erección de su hijo y sintió una estraña  sensación de satisfacción al hacerlo.
El sol hacía rato que les había dejado, ya casi había anochecido, así que se levantaron y deshicieron el camino de vuelta a la granja, donde su padre y su hermana ya habían vuelto de las compras. El día había sido redondo —pensó Tom mientras se cogían de la mano, aunque ya fuese mayor para eso, a su madre no le importó.
6
Esa misma noche Tom y Cathy volvieron a juntarse en el sótano, buscando el frescor del subsuelo para tumbarse y disfrutar de otro capítulo más de aquellas memorias, que se habían convertido en su secreto más preciado.
Vestidos con apenas, unos slips él y un pequeño top y braguitas ella, iluminados por la pequeña linterna en medio de la total oscuridad, mientras la melosa voz de Cathy se superponía a los sonidos de la noche, fueron leyendo un nuevo capítulo, tanto más excitante que los anteriores.
«¡Oh, el sexo! ¡Qué gran descubrimiento y qué gran entretenimiento! Sobre todo cuando se está en la pubertad y el mar de hormonas que remueven tu cuerpo te hacen buscarlo en cualquier momento del día.
Desde aquella ansiada iniciación con Dora, cuando mi pequeño pito se perdió en la suavidad y tersura de su flor rosada, amaneciendo al placer del coito, éramos como conejos. No había noche que Dora no me duchara y luego me permitiera gozar de sus carnes, haciéndoselo despacio unas veces y rápido otras, hasta caer rendido en sus brazos o encima de sus enormes pechos, escurriendo las gotitas translúcidas que en aquellos momentos mi miembro adolescente expulsaba entre espasmos de placer.
Durante el día a veces nos quedábamos solos en la casa y Dora me ocultaba en su cuarto, en el sótano y volvíamos a gozar de unos instantes de sexo, aprovechábamos cualquier descuido o salida de mis padres para juntarnos en alguna parte y practicar el coito. Dora estaba siempre tan sonriente y dispuesta, que exultaba felicidad con su amplia sonrisa de dientes blancos entre sus carnosos labios negros. Nada más pensar, que nos podíamos quedar solos en cualquier momento, levantarle las enaguas y metérsela para gozar de un orgasmo más, hacía que prácticamente todo el día estuviésemos en tensión, cuando nos cruzábamos por los pasillos o buscándonos mientras disimulábamos ante los otros criados.
Había días que perdía la cuenta de las veces que lo hacíamos y en las calurosas noches del verano, a veces repetíamos nuestras fornicaciones tras un ligero descanso entre acto y acto.
Luego estos encuentros los relataba a Albert cuando lo veía, fanfarroneando un poco, todo hay que decirlo. Y él no podía contener cierta envidia por mi suerte, por poder gozar de aquella manera con mi niñera, e insistía en que lo invitase algún día, para gozar los dos juntos de sus encantos. Y aunque ciertamente la idea me excitaba, por otro lado me provocaba intensos celos en mi interior, pues, ¡Dora era mía, y no quería compartirla con nadie! La sola imaginación de Albert detras de sus nalgas, empujándola con su vara dentro, ¡me horrorizaba!
Mi padre mientras tanto seguía gozando de Arel y yo seguía acudiendo a sus citas en el granero para verlos follar. Es curioso pero la esclava fue evolucionando y cada vez protestaba menos cuando mi padre la follaba y parecía disfrutar más de sus encuentros, sin duda las hormonas en su joven cuerpo también hervían como las del mío. Mientras los veía fornicar, me imaginaba yo con ella, pues aunque Dora me colmaba de placer, empecé a desear el joven cuerpo de Arel desde el primer día en que la vi desnudada, tan salvajemente tratada por mi padre. Sin duda yo la trataría mucho mejor que él, sí, conmigo sabría lo que era gozar, ¡de verdad! ¡Y por supuesto yo con ella!
Una tarde que me disponía a acudir a la cita con mi padre y Arel, para espiarlos, me llamó la atención que mi madre también saliese de la casa y se encaminara al establo anexo al granero. Allí sólo estaban los caballos y ella, tan remilgada y pulcra nunca entraba en aquel lugar, del que aseguraba salía un hedor insoportable, incluso martirizaba a mi padre pidiéndole que lo derrumbara y trasladara a un lugar más alejado de la mansión familiar.
Decidí seguirla a prudencial distancia. Cuando entré en el granero me oculté de cuadra en cuadra y fui buscándola. Al entrar había desparecido, pensé que estar en cualquiera de ellas, así que me dispuse a inspeccionarlas con cautela para no ser descubierto. A aquellas horas los caballos estaban todos fuera, en manos de los capataces que vigilaban a los esclavos, pero mi duda era la misma: ¿qué hacía allí ella?
Unas voces apagadas me alertaron y prudentemente me acerqué hasta el final del pasillo, la última cuadra se destinaba a guardar el grano para los caballos. Lo que allí pasó sería otro recuerdo que quedó impreso en mi memoria de por vida, aun hoy sigue fresco en ella, pues en absoluto me lo esperaba y menos de mi santa madre, tan altiva y orgullosa mujer.
La puerta de madera estaba cerrada, era una puerta partida por la mitad, donde a veces se abría sólo la parte de arriba para que los caballos se asomaran. En aquella ocasión la habían cerrado completamente, aunque a través de las rendijas de los tablones y en la parte donde ambas hojas se juntaban, se podía ver lo que ocurría en el interior.
Mi madre estaba junto a Waldo, un mozo negro adolescente cuyo trabajo consistía en limpiar las cuadras y cuidar a los caballos. A aquellas horas ya había terminado su trabajo, por lo que seguramente sesteaba entre los sacos de grano. Lo saludó cariñosamente y éste se levantó de donde estaba sentado.
— Buenas tardes señora, ¿qué se le ofrece? —la saludó haciendo una reverencia.
— Buenas Waldo, espero que no estés muy cansado hoy —le preguntó con un tono nada habitual en ella cuando se dirigía a un negro, pues en casa mostraba siempre una actitud distante con ellos.
— ¡Oh no señora, yo siempre estoy dispuesto a servirla! Ya me conoce —respondió el joven al instante.
— Pues nada hijo, he aprovechado que la casa estaba tranquila para venir a verte... y... bueno yo —mi madre parecía indecisa y permanecía de pie junto al muchacho.
— ¡Oh señora, ya entiendo, me alegra que pase a visitarme, siempre estoy a su servicio, ya lo sabe! Puede tomar asiento por aquí si lo desea.
— ¡Oh bueno, prefiero estar de pie, ahí podría manchar mi vestido! —se apresuró a indicar ella, tan remilgada como de costumbre.
Mi madre ciertamente gustaba de llevar un atuendo que llamaba la atención, con vestidos recargados, completados a veces con un sombrero que cubría sus cabellos recogidos en la nuca.
— Lo comprendo señora, esta estancia no está a su altura, pero nada puedo hacer yo al respecto —aclaró servicialmente el joven negro, sin acercarse a ella.
Entonces vi como ella se acercaba a él y le daba una vuelta mientras lo observaba y finalmente se paraba delante de él.
— ¡Bueno qué tal si me enseñas al Sr. Jhonson! —exclamó ella tan tranquila.
— ¡Claro señora, ordéneme lo que desea y la complaceré! —se apresuró a decir él y quitándose los pantalones raídos y despojándose del taparrabos su minga quedó apuntando al suelo.
Aquel joven esclavo tenía un buen rabo, de aquello no cabía duda, quedé asombrado al verlo al igual que mi madre. No podía creer lo que le había pedido y tampoco que ahora estuviese mirándola con tanta admiración.
— ¡Oh, eres un semental Waldo! —exclamó mi madre complacida.
Para mi extrañeza mi madre se cogió el vestido de gasa, abultado por un corpiño que le daba forma y lo levantó ante el joven Waldo. Exaltado contemplé las blancas piernas de mi madre, frente al negro chico de pelo corto y enmarañado con su cabeza redonda y labios gruesos. Al final de sus piernas, un culote blanco con encaje en los extremos que le llegaba casi hasta las rodillas cubría sus partes íntimas.
— ¡Vamos acércate y ya sabes lo que me gusta que hagas!
El chico se agachó y gateando de rodillas se le acercó, mientras mi madre sujetaba su delicado vestido.
— Si usted me da permiso le descubriré su joya para poder complacerla en sus deseos —dijo Waldo.
Al oír estas palabras mi corazón se aceleró, ante lo que le estaba proponiendo aquel chico negro.
—¡Oh claro Waldo, adelante, pero no mires mucho! ¿Eh? ¡Por dios qué vergüenza! —exclamó puritanamente ella a continuación.
Tremendamente asombrado por lo que estaba contemplando, vi como el chico delicadamente cogía su culote y lo bajaba muy despacio, hasta las rodillas. Descubriendo un mostacho de bello negro y esponjoso, más abultado que el de Dora, bajo el cual se escondía su raja. Pero a diferencia de ella, mi madre tenía la piel extremadamente blanca en torno al mostacho de pelos negros.
El muchacho pareció extasiado ante la visión de su señora desnuda frente a él, ella lo apremió para que dejase de mirarla ante su sonrojo.
— ¡Vamos, no mires tanto y come, come ya! —le dijo impaciente.
— ¡Oh si señora, ahora mismo se lo hago!
La cara del joven negro se acercó hasta chocar con la nariz en aquel mostacho de pelos, entonces su lengua se clavó entre la maraña y sin duda hizo contacto con su raja, abriéndola con la lengua de par en par. Al momento mi madre exhaló y desvió su mirada al techo, cerrando los ojos mientras el chico seguía degustando su joya, como la había llamado antes.
Vi como las manos negras del muchacho escrutaban los muslos de mi madre y se aferraban a su culo mientras le comía su raja. Ella resoplaba mientras permanecía de pie y se tambaleaba un poco ante los enérgicos envites de la lengua del esclavo. Así estuvieron un rato que no pude determinar, pues tan excitado estaba que el tiempo parecía haberse detenido para mi.»
Cathy, al leer este último párrafo hizo una pausa, escandalizada por el relato que estaba leyendo con su hermano.
— ¡Jó que fuerte no! —exclamó Cathy tras dar un suspiro.
— Ya te digo, ¡es una historia muy fuerte! ¿Verdad? —asintió él igualmente escandalizado.
— ¡Vaya mamá más guarra tenía el prota! —afirmó Cathy.
— ¿Te imaginas que nuestra madre lo hiciera con un chico negro en el establo como lo relata el libro? —dijo Tom dejando volar su imaginación.
— ¡Sería impensable, mamá nunca haría una cosa así! Ella y papá se quieren mucho, ya los viste la otra noche —explicó Cathy negando categóricamente tal posibilidad.
— La verdad es que me imagino siendo yo en que la viese y creo que sería muy excitante.
— ¡Vamos Tom eso son fantasías muy guarras! —le regañó Cathy golpeándole en el hombro.
— Pues qué quieres que te diga, la idea me excita, bueno, ¡sigue leyendo que estoy en ascuas!
La joven volvió a leer susurrando como de costumbre y automáticamente los dos volvieron a trasladarse a aquel tiempo en aquel lugar, tal vez en aquella misma casa, donde habían encontrado las memorias manuscritas. Todo contribuía para que conectaba aún más con el relato.
«En un momento mi madre se mostró cansada y decidió sentarse en un saco y reclinarse, entonces, pude observar mejor su raja, que ya sobresalía por entre los pelillos negros tras ser lamida y abierta por el muchacho con su lengua. Era sonrosada y sus grandes destacaban abiertos de par en par. La visión me turbó, más tarde pensaría en ella cuando viese la de Dora en nuestro ya habitual encuentro nocturno y la compararía.
El joven negro se arrodilló de nuevo y a petición suya le terminó de quitar el culotte que tenía por las rodillas, tras esto ella abrió más sus muslos y el muchacho se acomodó entre ellos, volviendo a hundir su lengua en la raja de mi madre, quien acarició su cabeza y la cogió por la nuca mientras él lamía con fruición. Sus gemidos se acrecentaron tras el cambio de postura y tuvo que taparse la boca con la mano en un vano intento de ahogar sus quejidos ante el temor de ser oída en el exterior.
A estas alturas yo tenía la minga en la mano y disfrutaba de aquella lasciva visión mientras me masturbaba y paraba antes de llegar al final para aguantar viendo a los amantes.
Entonces mi madre le ordenó que se levantase y ante mi contemplo de nuevo aquella tremenda herramienta negra que ya estaba erecta. Se atrevió a cogerla con sus blancas y delicadas manos, y comenzó a frotarla con suavidad.
— ¡Oh qué maravilla! —dijo extasiada ante la visión.
Mi madre la frotó con suavidad y ternura, inclinándose sobre ella, doblando su espalda la acercó a su boca y una vez más me vi sorprendido por una visión que quedaría grabada a fuego en mi memoria. Mi madre tragando aquella enorme herramienta de color, con su blanca tez sonrosada por los polvos que solía usar para maquillarse.
Con gran dificultad conseguía que el enorme capullo entrase en su boca, mientras el chico intentaba cogerla por la cabeza, pero con su sombrero apenas se atrevía a tocarla, sin duda para no enfadarla pues le debía molestar que estropease su tocado con sus negras manos.
Ella igualmente se chocaba con su sombrero sobre el vientre del chico, por lo que hizo una pausa para quitárselo y se lo dio para que lo colgase en un gancho de la pared evitando que se estropeara o arrugara. Ya liberada de él su pelo acaracolado sujetado con horquillas lució espléndido mientras se movía al son en que volvía a tragar aquella enorme verga mostrándose ante mi más claramente ahora sin enorme sombrero.
Me resultaba increíble que mi madre, siendo tan remilgada, fuese capaz de una cosa así, pero efectivamente mis ojos no me engañaban. El chico, con los ojos cerrados disfrutó de la boca chupadora de ella con gran deleite y satisfacción, hasta que esta se separó y empujándolo se reclinó sobre los sacos en que se había sentado y le ordenó que se acercara.
— Vamos métemela, pero si descubro que te corres dentro, te haré azotar hasta la muerte, ¿está claro? —le advirtió severamente levantando su dedo índice.
— ¡Como el agua señora! —dijo él con expresión de miedo en sus ojos.
Entonces este se colocó y apuntó a mi madre con la herramienta, paseándola por sus hinchados labios arriba y abajo. Ésta gimió al sentir su contacto y después gritó cuando la empezó a empujar para introducírsela dentro, la tenía tan larga que podía ver cómo entraba en su chocho desde mi posición, admirando el duro contraste entre el negro de su minga y la blancura del culo de mi madre.
El Joven muchacho comenzó entonces a moverla en su interior mientras mi madre se aferraba a sus hombros y este le abría las piernas levantándoselas y se la clavaba más y más adentro, mientras ellas seguía sentada en el saco.
Los alaridos de ella comenzaron a ser escandalosos mientras fornicaba con gusto con el joven semental negro. El chico se movía rítmicamente y su culo se contraía musculoso mientras daba inmenso placer a su señora.
De pronto el joven se separó de ella y apartando su verga la empuñó con gran fuerza y comenzó a moverla frenéticamente mientras esta empezaba a escupir andanadas de blanca leche, que describieron un largo arco, cayendo al suelo de la cuadra. Impresionada, mi madre contempló cómo el muchacho soltaba su blanca carga en el suelo.
— ¡Estúpido, no vales para nada, aún no he quedado satisfecha, vas a tener que seguir comiendo! —le dijo mientras tiraba de su pelo y acercaba su cara a su chocho furiosa.
El joven negro siguió comiendo su joya hasta que instantes después, soltó una larga serie de gemidos y levantando sus pies vi como estos temblaban en el aire mientras tiraba con fuerza de los cabellos enmarañados del negro hasta hacerle daño.
Tras recuperarse, separó al muchacho de su raja, éste que se mantuvo de rodillas en el suelo, se puso el culote ante él, tapando la joya que tan exquisitamente le había dado a probar y acercándose a la pared, recuperó su sombrero y la compostura, sacudiéndose el vestido con pulcritud. Waldo se levantó y la ayudó a eliminar alguna brizna de paja que había quedado adherida a los encajes y de nuevo estuvo lista para salir. Yo corrí a esconderme en la cuadra de al lado y al poco la vi alejarse por el pasillo al que daban las cuadras como si tal cosa. Waldo salió instantes después y entonces aproveché para desaparecer sin ser visto.»
Ambos hermanos estaban muy pegados, mientras Tom sujetaba la linterna, Cathy leía el manuscrito. Con tal cercanía que Tom podía oler el suave perfume que usaba y sentir sus largos cabellos rubios acariciarle los hombros. Se imaginó lo suave que sería su culito respingón y decidió, como quien no quiere la cosa, rodear su cintura con el brazo derecho con la excusa de que así estaría más cómodo, mientras con el izquierdo apuntaba al papel con su linterna de campamento.
Cathy no protestó por la acción, de esta manera sus cuerpos siguieron juntos mientras Tom apoyaba su mano en el costado de ella, muy cerca a sus caderas y glúteos.
«Aquella tarde me había perdido la escena de mi padre con Arel, pero a cambio había descubierto otra excitante relación entre mi madre y Waldo. Todo aquello me dio qué pensar, la manera en que ambos progenitores mantenían relaciones paralelas con los esclavos negros, aunque más o menos consentidas por ellos, sin duda más por Waldo que por Arel, pero como ya he comentado antes, últimamente ésta ya no se quejaba al ser follada por mi padre, a pesar de los pocos miramientos con que éste la trataba.
Aquella noche yo estaba echo un toro de rodeo y apenas esperé a que Dora me bañase para arrebatarle su bata blanca y desnudarla, indicándole que me ha chupara como preliminar a la penetración. Pero aquella noche también iba a ser especial, yo aún no podía sospechar cuanto.
Apenas Dora había comenzado a chupármela, estando sentada en la cama, tan desnuda como yo, ¡la puerta de mi dormitorio se abrió sin previo aviso!
Con el corazón en la boca, como a cámara lenta escruté quién podía entrar de aquella manera tan inoportuna en mi dormitorio, interrumpiendo tan íntima escena y palidecí cuando mi madre apareció al otro lado.
Con la boca tan abierta como debía estar la mía y la de Dora, que se giró al notar que alguien entraba, mi madre nos pilló en tan lasciva práctica sexual.
— ¡Pero Dora, qué... qué demonios haces con mi hijo! —gritó ella con estrépito.
Yo me quedé petrificado y sin saber cómo reaccioné corriendo, desnudo como un galgo por la habitación hasta llegar junto a mi madre y cerrar la puerta, pues no quería que el escándalo saliese de allí. Mi madre al verme apenas reparó en lo que hice y se adentró dispuesta a reprender a nuestra niñera, mi querida Dora.
Ella se puso de rodillas y tirandose al suelo imploró piedad nada más verla acercarse, quedando en aquella posición en su voluptuosa y negra desnudez.
— ¡Vamos zorra, levántate! Ahora probarás el látigo del señor de la casa cuando le cuente lo que estabas haciendo con mi joven hijo, ¡pervirtiéndolo en su inocencia! —exclamó ella levantando su mano como si tuviese el látigo de mi padre en ella para azotar a la sumisa Dora.
Entonces corrí a interponerme entre mi madre y Dora, para defenderla.
— ¡Vamos madre, tú no harás nada de eso! Y por favor deja de gritar o alertarás a toda la casa —le advertí sujetándola con mi mano apoyada en su vientre.
— ¡Apártate jovencito, esto es entre Dora y yo! —me gritó empujándome.
Entonces mi reacción fue tan violenta como inesperada, empujé a mi madre aplastando sus pechos con mis manos y la hice caer de culo sobre su precioso vestido. Una vez en el suelo, ante su estupor, la miré desafiante, resoplando, con la adrenalina corriendo por mis venas, con los nervios a flor de piel, apretando mis puños tomé aire y hablé con voz severa pero sin gritar para que no nos oyeran:
— ¡Tú no dirás a nadie lo que has visto, en primer lugar porque lo que has visto era algo correspondido entre Dora y yo! ¡Y en segundo lugar!, porque si se lo dices a padre, yo podría contarle que esta tarde Waldo disfrutó de cierta joya antes de que tú le pidieras que te mostrara al, cómo lo llamaste... ¿Sr. Jhonson? —pregunté con sorna.
Mi madre, allí tirada en el suelo, palideció al oír mis palabras, de nuevo su boca de piñón quedó abierta, mostrando su lengua sonrosada que contrastaba con su blanca tez.
— ¿Tú... no has visto...? —balbuceó.
— ¡Por supuesto que sí, lo he visto todo! —repliqué furioso.
Aquello fue como un choque brutal, como caer desde el tejado, ella quedó paralizada, sin saber qué decir ni qué hacer, allí tumbada en el suelo se debió sentir la mujer más desvalida del mundo en aquel instante.
Mientras tanto Dora, con lágrimas en sus mofletes negros ya se había incorporado, aunque seguía de rodillas, y olvidando su desnudez, miraba a mi madre tirada en el suelo como ella. En aquel momento reparé en que el cancán que llevaba debajo del vestido se lo había levantado y sus blancas piernas habían quedado al descubierto. Ella reparó en mi mirada y presionando con sus manos lo bajó para ocultarlas.
Tras unos segundos de tenso silencio, vi que hizo ademán de levantarse y decidí ayudarla ofreciéndole mi mano la rechazó y de forma poco grácil se levantó. Una vez estuvo de pie recuperó la compostura y su altivez. Entonces pensé en proponerle un trato, una tregua más bien.
— Bueno madre, ahora tienes que prometerme que no dirás una palabra de esto a padre ni a nadie y yo a cambio prometo tampoco diré una palabra de lo que he visto esta tarde en el establo, ¿de acuerdo? —dije con voz serena.
Ella me volvió a mirar, me recorrió de abajo a arriba, como si solo ahora reparase en mi desnudez, con mi pene ya flácido y blanquecino. Luego sus miradas fueron hacia Dora, tan desnuda como yo, de rodillas aún, con sus orondos encantos al aire. Y finalmente con su altivez contestó por fin a mi propuesta.
— ¡Está bien! No apruebo lo que hacéis, pero ya que ambos consentís, prometo guardar silencio y no decir nada, pero debéis ser más cautos en vuestros encuentros pues otros sirvientes o tu propia hermana, o tu padre, pueden descubriros tan impúdicamente como lo he hecho yo ahora —nos dijo con su tono distante habitual.
— ¡Lo mismo te digo madre! —objeté—. Waldo es muy buen mozo y me disgustaría si padre descubriera vuestra amistad —le recordé para sellar nuestro mutuo acuerdo de silencio.
— Por supuesto hijo, no volveré a tener ese desliz con Waldo, nunca más —advirtió y entonces supe que nunca más quería decir tal vez no de momento y sonreí para mis adentros...
Tras esto, se giró y se encaminó a la puerta sin decir nada más, la abrió con disimulo, observó si habíamos alertado a alguien de la casa y tras comprobar que no había nadie, salió cerrando suavemente tras ella, al menos tuvo esa cortesía.
Entonces me volví hacia Dora y la recogí del suelo con sus ojos llenos de lágrimas, ayudándola a levantarse. La abracé y le pedí que se tranquilizase, pues mi madre no se atrevería a revelar nuestro secreto ahora que yo conocía otro tan íntimo de ella. La consolé un rato más tras vestirnos y estuvimos sentados un rato en la cama.
Esa noche no hubo más sexo, pues nuestras ganas se fueron con mi madre cuando tan fríamente abandonó la habitación.»
Cathy estaba ensimismada en la lectura del relato, con las fuertes emociones que se traslucían de aquella impactante historia. Tanto era así que no advirtió que la mano de su hermano ya estaba posada en sus nalgas y este se permitía apretarle suavemente su culito. Entonces, fue como si despertara de su ensoñación y de esa mano impía estaba propasándose con ella.
— ¡Oye, qué haces hermanito! —protestó girándose y zafándose de su mano, que tan traviesamente se había posado en su culito.
— ¡Yo, nada hermanita! Qué suave tienes la piel por las nalgas, ¿lo sabías?
— ¿Si? ¿No estarías metiendo mano a tu hermanita, “o sea, a moi”, verdad? —preguntó con ironía.
— ¡Claro que no! Bueno tonta, tal vez un poco, ¿te ha gustado? —bromeó.
— ¡Capullo que soy tu hermana! —le gritó amenazando con golpearlo con el libraco de las memorias que acababa de cerrar.
— Tranquila hermanita, no te pongas nerviosa —dijo él protegiéndose con los brazos ante la amenazante Cathy que blandía el libraco como arma.
— ¿Se te ha puesto dura eh? —le preguntó ella de repente y sin tiempo a reaccionar le palpó el calzoncillo contactando con su dura estaca que empujaba la licra como si fuese el mástil de una tienda de campaña.
— ¡Oh si! ¿Quieres hacerme una pajilla? —preguntó Tom sin intentar apartarla la mano de sus calzoncillos.
— ¡Olvídame! —protestó separándose de él y arrastrando su esterilla hacia el otro extremo del sótano.
— ¡Bueno mujer, no te enfades, era sólo una broma!
— ¡Si claro, tú lo que pasa es que eres un cerdo y te quieres propasar con tu hermana! —se jactó ella.
— ¡Que no! Hay que ver cómo sois las mujeres, todas pensáis que los hombres estamos muertos por vuestros cuerpos.
— ¡Claro porque es así, ya os conocemos a todos! —dijo Cathy—. Bueno voy a dormir, más te vale no aproximarte o probarás mi puño sobre tus narices —le advirtió su hermana mostrándole su mano cerrada en alto.
— ¡Qué miedo, será mejor no provocarte! —rio él gesticulando con voz temblorosa.
7
Hoy su padre tenía que ir de nuevo al pueblo cercano e invitó a ir a la familia, aunque su convocatoria no tuvo mucho éxito. Karen se quejó de que tenía jaqueca y Tom dijo que prefería jugar a la vídeoconsola. De modo que volvieron a partir padre e hija solos, como ya hicieran la semana anterior.
En el fondo Tom pensaba en volver a espiar a su madre, por si ésta iba al granero otra vez a probar de nuevo el sexo con animales, pues desde la semana pasada no había tenido oportunidad de hacerlo con toda la familia en casa. De modo que se encerró en su cuarto cuando su padre y su hermana se marcharon, a ver si su madre salía para ir tras ella.
Pero el sorprendido fue él cuando su madre nada más ellos marcharse, entró en su habitación y se sentó a su lado en la cama para verlo jugar. En principio no le importó, pero conforme pasaban los minutos fue impacientándose. Ella le preguntaba por el juego de carreras de deportivos al que estaba jugando, como si fuese la primera vez que viese uno de aquellos juegos, incluso le pidió que la enseñara a jugar, tumbándose en la cama junto a él.
Con paciencia Tom lo intentó, le dejó el mando y le explicó cómo se jugaba. La verdad es que fue un desastre, no paraba de salirse de la pista y hacía trompos en las curvas, aunque todo esto parecía divertirle más que si lo hiciera bien y no paraba de reír escandalosamente. Entonces Tom le cogió el mando por encima de sus manos e intentó explicarle cómo se jugaba presionando el mando con sus dedos sobre los de ella.
Con sus brazos entrecruzados y apoyados sobre el mando, de repente se dio cuenta que sus tríceps estaban en íntimo contacto con sus senos. El contacto le erizó el bello y se excitó casi de inmediato, rememorando imágenes en su cabeza, donde su madre se lo montaba con el caballo. En esos momentos el coche se salió de la pista y dio vueltas de campana “virtuales”. Su madre ahora se rió de él y le preguntó qué le había pasado. El hijo, se puso colorado y sin dar muchas explicaciones volvió a las prácticas de conducción.
Tras aquel incidente, Tom se mostró más interesado por seguir enseñando a su madre y se olvidó de sus planes iniciales, pues en el fondo le gustaba tenerla allí, a su lado.
Al tenerla tan cerca también vinieron a su mente los recuerdos de la noche en que su hermana y él creían que un espíritu vagaba por la casa y resultó que los producía ella retozando encima de su padre, dando quejidos de placer. Este recuerdo le hizo sonreír y de nuevo su excitación creció bajo su calzoncillo. Su madre se interesó por el súbito humor que le sobrevino y él disimuló dando alguna excusa sobre lo mal que conducía en el juego. Al mismo tiempo disfrutó del fino perfume que usaba, llegando éste a saturar su pituitaria.
Tras un par de horas de juego conjunto, lo dejaron, su madre insistió en dar un paseo por el lago juntos, así que decidió complacerla y la acompañó. Allí estuvieron conversando sobre todo un poco, pero más que nada pasaron el rato, mientras lanzaban piedras al agua para practicar el salto de la rana.
Se hizo tarde y volvieron. Tom puso la mesa mientras su madre le preparaba huevos fritos, patatas y hamburguesa, su comida favorita, no muy saludable pero sin duda muy apetitosa. Ambos comieron hasta hartarse, y tras la copiosa comida vino la siesta. Tom cayó en un profundo sueño, del que tardó una hora en despertar. Sin duda su primer pensamiento fue para su miembro que yacía erecto en su calzoncillo, así que de un salto se incorporó y poniéndose bermudas y camiseta salió a hurtadillas para ver si su madre dormía aun la siesta, vestida sólo con sus braguitas como solía hacer. Pero al asomarse al dormitorio no la halló allí, de modo que pensó que podía estar en el establo y sintió cómo se le aceleraba el corazón con la sola idea de volver a espiarla en tal situación.
Mientras se dirigía hacia el establo recapacitó sobre la mañana, lo extrañamente cercana que había estado su madre, más que de costumbre, y se preguntó el porqué de tal actitud. Acaso podría estar preocupada por el cambio cambio de aires, por si no era de su agrado.
Entró sin hacer ruido y se acercó a las cuadras, pero… allí no había nadie, así que pensó dónde podía andar su madre y sólo se le ocurrió que podía haber ido a bañarse, pues a lo mejor ya había estado allí, así que se puso de nuevo en camino.
Efectivamente su madre estaba sentada al final del embarcadero, remojando sus pies en el agua. Pensó en acercarse sin que la oyera para darle un susto, pero las maderas del embarcadero lo delataron al primer paso. Su madre se giró y no pareció sorprenderse de verlo.
— ¡Hola cariño!, ¿ya te has levantado de la siesta? —le preguntó con una sonrisa cariñosa en sus labios.
— Si —dijo él sentándose a su lado.
Para su sorpresa su madre le echó el brazo por encima de los hombros y lo acercó hacia ella.
— ¡Oye!, ¿has estado e el establo? —le preguntó nada más tenerlo al lado.
— Bueno si, he pasado por allí... Me levanté de la siesta y no sabía donde estabas y andaba buscándote —le explicó Tom.
— ¿Y qué iba a hacer yo en el establo con este calor? —le preguntó su madre dejándolo sin respuesta.
— ¡Ah pues no se! —exclamó Tom algo nervioso.
Se hizo un pequeño silencio entre ambos, como si ninguno supiese cómo continuar la conversación.
— Por cierto mamá, tú también hueles a establo, ¿no decías que no habías estado allí? —dijo Tom de repente sorprendiendo ahora a su progenitora.
— ¡Ah pues si! Ahora que lo pienso, pasé a darles agua a los caballos antes de venirme para aquí —dijo su ella poniéndose colorada.
— Entonces, ¿has visto al macho, qué cosa tiene no? ¿No te dan ganas de cogérsela sólo para ver cómo se siente en las manos? —dijo Tom divertido.
— ¡Pero Tom, qué dices! -protestó Karen golpeando su hombro.
— Venga mamá, no pasa nada el caballo estaría agradecido de unas caricias tuyas —rió de nuevo.
— ¡Vasta de bromas Tom, yo no soy… así! -exclamó Karen mostrándose ofendida.
El muchacho decidió no acosar más a su madre, aunque sospechaba que ella había tenido de nuevo una sesión de pasión animal, ya que su olor corporal la delataba, el olor del a sexo sucio.
— ¿Mamá, cómo fueron tus primeras experiencias sexuales?
— ¡Oh, pues bueno...! —dijo Karen algo nerviosa y sorprendida por su atrevida e íntima pregunta—. Yo vivía con los abuelos a las afueras de la gran ciudad y la verdad es que no me relacioné con chicos hasta que fui bastante mayor.
— ¡Venga mamá, seguro que tuviste alguna relación antes! ¡Vamos, cuéntamela! Por favor.
— Pero es que... una señorita no habla de esas cosas hijo —dijo Karen intentando esquivar su curiosidad insana.
— Lo entiendo mamá, pero es que me gustaría que me hablases de esos inicios, no se, sería como una clase de educación sexual para mi, ¡venga cuéntame algo mamá, no seas una esnob!
La mujer madura, sonreía a su curioso hijo y le acarició el pelo mientras sopesaba qué contarle para entretenerlo y quedar bien con él. En el fondo era su preferido así que decidió contarle cosas de su juventud. Cosas que ya casi creía olvidadas, pero que en este preciso instante aparecieron frescas a su memoria.
— Bueno Tom, si te lo cuento debes prometerme no decirle nada a papá o a tu hermana, ¿vale? —le propuso ella finalmente.
— ¡Por supuesto mamá! ¡Cuenta, cuenta! —pidió él ansioso.
Karen comenzó a narrar alguna de sus primeras experiencias:
— Bueno Tom yo tenía un perro llamado Chap, era un macho, ¿sabes? Y siendo ya mayor comprendí lo que era el celo de los animales. En esa época, cuando Chap estaba en celo yo lo acariciaba por el vientre y el se quedaba “muy quieto”, seguía acariciándolo hasta que su pequeño pene sobresalía y como me hacía mucha gracia jugaba y se lo acariciaba con mis deditos, hasta que él se corría entre su pelo blanco y rizado.
— ¿Eso es todo mamá? —dijo Tom ansioso por escuchar historias más picantes.
— ¡Bueno déjame terminar hombre! —protestó ella—. Verás también lo ponía entre mis muslos y me rozaba con sus pelitos y con su pene, desde luego con aquello tan pequeño no tenía nada que hacer, pero me excitaba sentir su roce. El caso es que un día estaba tomando tostadas con miel y al darle de comer descubrí que me lamía el dedo, ¡esto me dió una idea! Así que me lo llevé en secreto a mi habitación y allí... me unté mi sexo con un poco de miel y se lo ofrecí a Chap. Él me lamió toda la miel con su larga lengua un buen rato y yo me excité un montón, y seguí untándome más miel y él lamiéndola y deborándola con ansia a medida que me untaba más y más, hasta que no pude aguantar más, ¡y tuve un orgasmo! —le confesó.
— Venga ya mamá, eso es una leyenda urbana, lo contaban los chicos en el colegio cuando vivíamos en la ciudad sobre tal o cual chica que lo había confesado a una amiga íntima—dijo Tom disgustado.
— ¡Que no hijo, te aseguro que yo lo hice muchas veces! —protestó Karen molesta por su incredulidad—. Me has preguntado por mis inicios sexuales y eso es lo que te estoy contando.
— ¿Y te corriste? —insistió Tom pidiendo más detalles escabrosos.
— Al cabo de un buen rato, me puse toda pringada de miel por ahí abajo y ayudándome con los dedos llegué al orgasmo y temblé de placer mientras creía que me iba a dar algo —sonrió sofocada—, creo que esos fueron mis primeros orgasmos.
— ¿Y lo hiciste más veces?
— Bueno al principio me dió mucha vergüenza llegar a hacer algo así, me asustaba mucho que el abuelo o la abuela o el tío me pillasen, pero al final lo hacía casi todos los días, me encerraba en mi cuarto con Chap con la excusa de estudiar o hacer mis deberes y Chap y yo teníamos nuestros ratos de placer. Gastronómico para él y sexual para mi —rió Karen tras aclararlo.
— ¿Y no tuviste nada con un chico, algún encuentro o algo así? — preguntó Tom buscando algo más morboso que lo que le había contado.
— ¡Vaya Tom qué cotilla eres! —protestó su madre, pero de muy buen humor dispuesta a contarle más—. Tenía unos primos, se llamaban Amanda y Jeremy, venían a vernos los veranos con mis tíos y jugábamos juntos. Un verano siendo ya adolescentes, nos quedamos solos en casa y convencimos a Jeremy para que nos enseñase su pene a su hermana y a mi. Él consintió siempre que nosotras nos desnudásemos también. El caso es que todos nos fuimos a la boardilla y allí lo hicimos. Así que nos quedamos los tres en bolas y nos dedicamos a miramos y a reímos un rato. Luego él se ofreció a que le tocásemos la pilila y nosotras lo hicimos entre juegos y risas mientras veíamos lo dura que la tenía. Él nos tocaba los pechos mientras tanto, pues ya estabamos desarrolladas y teníamos tetitas, yo mas que mi prima, así que a mi me las tocaba más —sonrió Karen con nostalgia.
— ¿Qué excitante mamá? ¿Y qué pasó luego?
— Pues que llegaron los abuelos y nos tuvimos que vestir a toda prisa para que no nos pillasen, allí acabó nuestra aventura —dijo Karen para desesperación de Tom.
— ¡Vaya mamá! Esa historia es más excitante que la otra mamá. ¿Y no lo volvisteis a hacer?
— Pues no, porque se fueron y pasaron unos días y no tuvimos oportunidad, más tarde me enteré que mi primo se echo novia —dijo Karen, aunque le mintió, pues no quería contarle aquella secreta historia de su adolescencia.
Tom se quedó extasiado ante la segunda confesión que le había sacado a su madre, tanto, que esta le sonrió y volviéndole a acariciar el pelo le preguntó...
— ¿Te ha gustado hijo?
— ¡Oh mucho mamá, ha sido muy bonito saber cómo fueron tus primeras veces!
— ¡Uf qué calor me ha entrado! ¿Nos bañamos un poco? —dijo Karen introduciéndose en las frescas aguas desde el embarcadero.
Nadaron juntos y jugaron en el agua, Tom la abrazaba en el agua y se rozaban con su cuerpo, con disimulo lo hizo desde atrás, pegando su pelvis a su culo, y luego desde delante apretándo su torso contra sus mullidos pechos.
Cansados de juegos, salieron del agua y se tumbaron sobre las toallas, a la sombra de aquellos álamos, cuyas hojas no paraban de crepitar mientras el viento mecía las ramas.
Tom estaba muy excitado tras el chapuzón, así que una vez que entró en calor su erección creció y abultó su bañador. Tanto que llamó inevitablemente la atención de su madre.
— ¿Y esto Tom? -dijo divertida señalándoselo.
— ¡Ah pues no se, es que se me ha levantado solo! —rió Tom complacido por que se hubiese dado cuenta, mostrando con orgullo su erección.
— Pues tendrás que hacer algo al respecto, ¿no?
— No se —dijo Tom tocándosela distraídamente por encima del bañador—, tal vez tú podrías ayudarme un poco con este problemita.
— ¿Yo? —le sonrió ella con sorpresa.
— No se mamá, tampoco es para tanto, ¿no? Sólo será un meneito rápido.
— ¿Te has vuelto loco Tom? —le preguntó ella intentando ponerse seria.
— Vamos mamá, será solo un momento, ¡venga! Lo mantendremos en secreto, como tus historias —la incitó.
— ¡Que te he dicho que no Tom! ¡No insistas! —replicó con voz firme para denotar su enfado.
Entonces Tom metió su mano en su bañador, empuñó su miembro y lo sacó del mismo, mostrando con cierto orgullo su palo erecto mientras lo sujetaba con la mano.
— Entonces tendré que hacerlo yo solo —concluyó, y a la vista de su madre comenzando a moverla despacio.
— ¡Oh Tom! ¿Pero qué haces? Definitivamente el calor te a afectado el cerebro —dijo, pero sin apartar la mirada de su miembro.
Karen se giró hacia él y de costado quedó observándolo y se hizo el silencio entre los dos.
— ¡Oh Tom, esto es muy inapropiado! ¿Lo sabes? Masturbarte delante de mi —le confesó ella en voz baja, como si alguien pudiese escucharlos allí en aquel apartado lugar.
Una burbuja invisible de intimidad los envolvió, sabían que aquello era ciertamente indecente, pero a pesar de ello lo hacían con connivencia entre ambos.
— ¡Oh Tom qué malo eres! ¿Lo sabes? Tienes un pene muy bonito —dijo ella admirando su forma, cómo su glande se mostraba y cubría con el movimiento y cómo nacía una buena base de pelillos en su base.
— ¿En serio que te gusta? —preguntó él un tanto incrédulo.
— ¡Es precioso! —afirmó ella mientras se apoyaba la cabeza en la mano y esta con el codo en el suelo.
Tom asintió sin decir nada. Entonces Karen deslizó su mano hacia su mástil tieso y duro y él apartó la suya para dejarle espacio.
— Bueno hijo, te ayudaré un poco, pero que conste que será la primera y la última vez que lo haga, ¿entendido?
— ¡Estupendo! —jaleó Tom.
Karen la empuñó desde abajo, a pesar de la frescura del agua, su miembro estaba ahora tremendamente caliente y suave, a diferencia de su mano que seguía helada. Al contacto Tom suspiró ante la diferencia de temperaturas.
— ¡Tienes las manos frías! —confesó.
— ¡Oh cariño lo siento, pero no tardarán en calentarse! —adelantó Karen.
Lo masturbó con suavidad y poco a poco fue acelerando el ritmo. Esto hizo que su bañador se convirtiera en un estorbo así que finalmente el indicó que se lo bajara. Y así brilló su estaca de carne expuesta a la luz de un rayo de sol que cruzaba encima de ellos. Karen la admiró y retomó su masturbación.
Siguió moviéndola con suavidad, recostada a su lado, con maestría podría incluso admitirse al verla ejecutar tal acción.
Tom no podía creerlo, viéndola allí a su lado se la imaginó de nuevo con el caballo y la recordó desnuda, también pasaron por su mente las tórridas escenas siendo follada por su padre, todo esto mientras ella, plácidamente lo masturbaba.
El orgasmo fue como una súbita explosión, Karen había tomado la técnica de acelerar y luego aflojar, y así sucesivamente, hasta que en una de estas, Tom estalló, su pene comenzó a expulsar su semen y él, de inmediato se sumergió en un torrente de sensaciones que le hicieron tensarse como un arco antes disparar la flecha a máxima potencia, convulsionó mientras soltaba chorros y más chorros de leche al aire, como una catapulta atacando el castillo enemigo.
Karen observó la corrida y siguió acelerádamente para luego ir cambiando el ritmo y hacerlo más suavemente, hasta apurar sus últimas gotas, estrujando a conciencia su glande y luego sacudiéndola graciosamente mientras la erección se manteía intacta.
Tras esto, tomó una toalla y limpió la pelvis y la fibrosa barriga de su hijo de los impacto de la corrida y luego se limpió el dorso de la mano y sus dedos, pues ella también había recibido su ración de néctar sobre su piel. Entonces, como si despertase de un ensueño, su hijo abrió los ojos y la vio sonrente y satisfecha a su lado.
— ¿Qué tal?
— ¡No tengo palabras! —dijo Tom, aún atontolinado.
— Me alegra que te haya gustado, pero recuerda: es muy inapropiado que una madre haga esto a un hijo, así que esto no ha pasado —le aclaró—, y lo más importante:  no debemos repetirlo —añadió.
Tom se quedó callado, intentando no responder ante la mirada inquisitorial de su madre mientras mantenía su dedo índice en alto a modo de severa advertencia.
— Pero, ¿nunca, nunca...?
— ¡Nunca jamás! —puntualizó ella.
Nota del autor:
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iamcxlleigh · 2 years
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APEGO. | Sam Trapani x reader
MAFIA : DEFINITIVE EDITION
Situation : “ Ese siempre fue tu hobbie sam.. jugar con el corazón de tus presas, destruirlas y matar todo en su interior ”
El lector cuenta con un nombre predeterminado.
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El reloj marcaba la media noche, el tik tak de las agujas era agobiante y solo alteraba más el corazón de Camí, sus manos sudaban y el maquillaje que complementaba su rostro se estaba corriendo poco a poco gracias a las lágrimas que trazaban un camino agridulce en sus mejillas.
¿Valía la pena llorar? ¿Valía la pena seguir sufriendo más y más por el? Para muchos la respuesta era no, claramente no, pero para Camí era difícil, lo amaba y mucho, no podía borrar esos sentimientos de su mente y corazón, pero sin darse cuenta, en cada momento como este se destruía más a si misma.
Para ella Sam era su todo ¿Por qué el no podía verla así también?
El sonido de la puerta la saco de sus pensamientos, ni siquiera levanto la mirada del suelo al reconocer el sonido de sus pasos, quería mirarlo pero sabía que explotaría, pensó que como otros noches Sam pasaría de largo aparentemente cansado.
Pero hoy no, se detuvo a verla unos segundos, notando su estado de ánimo.
— Camila ¿Qué sucede? — Pregunto frunciendo levemente el ceño extrañado.
— Nada — Respondió quitando los rastros de lágrimas de sus mejillas y ojos.
escuchar su voz era un deleite, ese tono bajo y relajado de su voz era todo lo que ella necesitaba oír en los momentos difíciles, pero ahora parecía quemarla por dentro.
A Sam no le convenció la respuesta, quería la absoluta verdad, camino a dónde estaba Camí sentada y tomo el lugar que estaba a su lado mirándola con atención.
— Quiero la verdad — Le dijo con su típico tono tranquilo, pero ambos sabían bien que era una exigencia, Sam quería la verdad sin vacilación alguna.
¿Quieres la verdad? Pensó la joven ¿No puedes empezar diciéndome tu la verdad?
— ¿Dónde estabas, Sam? — Pregunto dando un gran suspiro, sintiendo su pecho apretado y como sus ojos se llenaban nuevamente de lágrimas, tenía un dilema duro en su cabeza, tanto la mentira como la verdad dolían y lo sabía perfectamente.
— Con los muchachos — Respondió sin dudar mirándola seriamente, parecía ser verdad lo que decía, Sam no le mentiría jamás.
O eso creía, su estúpido corazón creía eso.
— ¿Sabés? Te amo — Se dió una cachetada mental, tonta, tonta, pero necesitaba decírselo, nunca se cansaría de hacerlo y podía decírselo una y mil veces.
Pero esos ‘te amo’ ahora dolían mucho.
— Yo también.. ¿Todo está bien, Camila?
‘Yo también’.. eso era todo, ya no habían más ‘te amo’ ‘te amo más’ ‘te amo mucho, muñeca’ no, todo eso se había ido y había sido remplazado por un simple y vacío ‘Yo también’.
Definitivamente fue uno de los golpes más duros que Camí pudo recibir, darse cuenta que el amor de su vida le había dado sus ‘te amo’ a otra mujer.
— No, nada está bien ¿Dónde estabas, Sam? Dime la verdad — Exigió herida con un tono de voz roto y el corazón en sus manos, hecho cenizas, destruido.
El hombre de ojos grises paso un segundo en silencio, ya intuía la situación, nunca negaría lo inteligente y analítica que era su chica, probablemente ella sabía la verdad.
— En el hotel Corleone... — Respondió bajando la mirada, estaba sintiendo la necesidad de fumar un cigarro en este momento, pero no sé atrevía a moverse.
Camí sintió un fuerte choque en su corazón, finalmente Sam estaba siendo sincero, había admitido una parte de su torpeza, de su idiotez.
Pero no necesitaba oír más, ya sabía la verdad.
— ¿Estuvo bien hoy Michelle, verdad? —Pronunció con rabia pasando las manos por su cabello, Sam la miro a punto de explicarse pero la chica lo cacheteó levemente dejándolo en shock, completamente sorprendido.
— ¡No quiero escucharte más! — Se levantó molesta dejando a Sam con las palabras en la boca.
Pensó que probablemente Sam le daría igual la situación, que la dejaría irse, no la detendría y mucho menos le regaría, no era propio de el rogarle a nadie.
— ¡Camí espera, por favor! — Se detuvo abriendo los ojos con sorpresa ¿Realmente Sam había dicho eso? No dijo ni una sola palabra y espero lo que tenga que decir.
— No quiero que las cosas se queden así, déjame hablar — Pidió cautelosamente.
— ¿Qué me vas a decir, Sam? ¿Qué me engañas con una prostituta de ese maldito lugar? Que todos estos meses dejaste de ser el mismo conmigo porque estabas con otra mujer?
— Eso no es cierto..
— ¡Deje de ser tu muñeca! Ya no soy la luz de tus ojos como solías decirme, ahora solo soy una extraña que vive contigo.. ¿Creiste que nunca lo sabría?
Pasaron algunos segundos de silencio, ambos con una rayadura mental increíble, intentando buscar las palabras correctas.
— Me acosté con Michelle, lo admito... Pero por ella no siento nada, no hay nada entre los dos, tu lo dijiste es una prostituta, punto.
— Debería darte un premió al cinismo, increíble que tú hayas estado pagando para estar con esa mujer mientras yo sufro por ti...
Sam dió un suspiro posando sus manos en su cintura.
— ¿Qué más esperas de mi? — Pregunto seriamente, típico de Sam actuar de esa manera, Camila sabía todo por lo que Sam había pasado en su vida y el porque de su fría actitud en momento delicados.
¿Pero en este momento tenía que comportarse así!
— No espero nada de ti, si yo no pude cambiarte en todos estos años, nadie más lo hará — Espeto dolida — Quiero pensar que alguna vez, pudiste amarme tanto como yo a ti, pensar que alguna vez me consideraste tuya o al menos.. ser importante, no un simple juguete.
— Camila-...
— Ese siempre fue tu hobbie sam.. jugar con el corazón de tus presas, destruirlas y matar todo en su interior — Expresó con rabia sin llegar a levantar la voz — El gran Sam Trapani, un hijo de puta.
Con esas últimas palabras fue directo a su habitación donde sus cosas yacían, mirando a su alrededor llenándose de recuerdos que tocaban de manera sensible a su pobre y herido corazón, era una de las decisiones más difíciles de su vida, todo cambiaría a partir de este momento.
— Te amo mucho, más de lo que puedes imaginarte, nunca fuiste un juguete y siempre fuiste mi prioridad, para mí serás importante por el resto de mi vida...
Parecía ser un espejismo o un truco de su mente, pero no era así, estaba parado detrás de ella, la había seguido, le había dicho lo que sentía.
Pero no, no, no debía dejarse engañar otra vez, no podía permitir que esas hermosas palabras que tanto había extrañado le jugarán en contra.
— De verdad, te amo.
. . .
‹ 15. Ago. 2022 ›
credits for : @iamcxlleigh
Hola gente! Primer imagine de Sam solito, Espero que les haya gustado mucho, tengo bastantes cosas pendientes por publicar, cosas que llevo escribiendo desde hace tiempo y otras que me han pedido últimamente, espero lograr publicarlo todo ! Gracias por leer. ♡
Lamento cualquier tipo de error gramático u ortográfico. 🙇🏻‍♀️
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kiindlycalmmedown · 2 years
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Bebía café esperando que la energía por la falta de comida llegará, había costado demasiado salir de esto, pasar días enteros evitando comida o fingir que no me gustaban algunas para no comer.
Fingía que no la pasaba mal cuando comían mi comida favorita frente a mis ojos, y que no me daba desesperación pasar horas sin comer y al mirarme al espejo siempre verme exactamente igual.
Fingía que aquellas veces que salía con mis amigos, no me sentía mal cuando hablaban de las chicas delgadas, mientras yo me atormentaba con mis muslos grandes y mi cintura que nunca ha medido aquellos 60 cm, fingía.
Fingía no sentir culpa por ir a vomitar lo que ingería y fingía que no me importaba que nadie notará que había decidido ir en caída libre. Pero fingiría tan bien, que cuando él mismo chico que me decía que era perfecta miraba hacía las chicas delgadas pasaba más de 20 horas sin probar alimento.
Fingiría tan bien, que no notaría nadie el tormento. Y cuando sucedió, me limité a decir, "¿Tener un problema con la comida? De ser así sería delgada", a pesar de saber que esto no funcionaba así. He pasado la vida entera rota, desde niña vendándome el estomago o buscando a las famosas princesas que harían mi vida sencilla, nunca fue sencilla.
Fingiría que no sentía extraño que tu madre dijera que comía muy poco, porque la mía nunca lo había notado. Fingiría que usaba negro por ser mi color favorito, no porque esté me hiciera sentir más delgada.
¿Pero por qué fingir se hacía complicado? Sí era evidente que no comía, que vomitaba a diario tanto que mis dientes se han hecho un asco, ¿Lo notaron? Si era evidente, porque a veces se me salía el decir, "Tiene esta cantidad de calorías", fingiría que no notaron que caía constantemente, porque también se alegraban diciendo que me veía más delgada.
Pero existieron los días grises, donde los nervios me botaba al lado contrario, a donde subía aún más de peso, lloraba por la comida, por ingerirla o por la falta de ella.
Donde me recalcaban que no debía comer ciertas cosas, donde siempre mencionaban mi peso, fingiría que no recordaba que desde que tengo memoria tengo un problema por la comida porque podría fingir... Pero la vida siempre ha sido de un modo, siempre me habían recalcado que yo era gorda, que no era suficiente.
¿Por qué ahora querían fingir que lo que hacía estaba mal? Si son las palabras que ellos siempre mencionaron en mí...
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entrelineasyversos · 1 year
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Soy la chica a la que raramente invitan a salir los muchachos y cuando lo hacen, son los equivocados.
No soy a la que presumen en un estado ni en redes sociales, ni mucho menos en la calle. Sólo soy esa amistad que va con ellos a su lado y nada más.
Nunca hay planes concretos, difícilmente hay salidas, sólo textean y con eso se van los días.
Y en esas poquititas veces de salidas, siempre son de noche con menos de un par de horas de duración o bien después de medio día con sólo minutos, para que nadie pueda vernos.
Hasta dónde he llegado. No quiero esto toda mi vida.
Quiero alguien con quién salir, con quien comparto mis días, platicarle de mi día a día, quejarme si hay un mal día, que me abrace y que me diga que todo va a estar bien, que me comprenda, que lo quiera, que me quiera. Quiero un compañero, un amigo, un maestro que me enseñe las cosas que no sé. Alguien con quién ver películas mientras me acaricia el cabello y me dé besitos cada vez que cierro los ojos. Que me vea llorar y aún así no me juzgue. Que tome mi mano para evitar que me caiga, que me sostenga en los días insostenibles. Que me cuente de su infancia y yo la mía, que cada vez que se tenga que ir sea como perder un parte de mí. Que los días grises se vuelvan tornasol y que le pinte una sonrisa tan solo con mirarme. Quiero alguien que me mire a los ojos y este nerviosa porque lo haga. Que me abrace en el silencio y en la calma pero también en el ruido y en la tempestad... viajar a lugares y dejar recuerdos. Recostarnos en la cama sin hacer absolutamente nada. Escribirle poesía.
Porque siempre le escribo poesía al hombre equivocado, al que no las leerá, a quién no me querrá. Al que miro con amor cuando él no lo hace, al que tiene dueña.
En cambio yo aquí escribiéndole sin saber que le escribo, pensándolo sin saber que lo pienso y queriéndolo aunque sea en silencio.
-Ailrdz
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perseidea · 1 year
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Rompiendo el silencio [pt.III]
Reservé mi mejor traje
para ese último baile.
Esos pantalones negros,
camisa negra,
botas negras...
Todo ello acompañado
de un precioso collar
rosa y violeta.
Con una piedra preciosa
a través de la cual
podía verse hasta el alma.
Eran los únicos colores
que se podían diferenciar
entre toda aquella oscuridad.
Me maquillé de forma natural aquel día,
piel blanquecina,
ojeras grises,
ojos rojos.
Y marché,
con ganas.
Sentada en el bordillo de la calle
esperé,
como aquel que espera
al amor de su vida.
Esperé, esperé y esperé...
Y sigo esperando.
Pero ya no llevo la sonrisa que llevaba
aquel día.
Quizás mi vida ha cambiado y...
ya no soy la misma chica.
Que buscaba seguridad entre andenes y
alivio entre cigarros.
Aun así,
seguiré vistiendo mi mejor traje.
Caminando por los andenes,
fumándome un cigarro o
sentada en ese bordillo.
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elcajondemary · 1 year
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Libertad
Jesús no sabía a donde mirar, ni tampoco en qué pensar; giraba la cabeza, para ver si algún jinete los perseguía, pero el galope que escuchaba era el del caballo que montaba. También intentaba poner sus ojos sobre el camino que se extendía frente a ellos, para guiar a la bestia en medio de los árboles; todo esto, mientras cercioraba que el pecho de la joven se movía.
El amo había golpeado a su propia hija con el mismo látigo que se usaba para azotar a los esclavos. Jesús volvía de arar la tierra cuando vio, frente a la casa, el brillo de una espalda pálida manchada de carmesí, que relucía intensamente sobre la piel de porcelana. Don Domingo tenía el rostro tallado por la rabia; sus gritos parecían llegar a la hacienda vecina, pero Jesús no sabía qué vociferaba, tampoco se detuvo a escuchar, porque corrió hacía su señor y le propinó un golpe en su rostro sonrosado, impulsado por la furia que borró cualquier temor que influyese aquel blanco.
Los hechos después de eso eran borrosos, como si estuviesen tras un cristal lleno de vaho. El único suceso claro en su mente era que había tomado a Raquel en sus brazos, para luego coger un caballo del establo y correr hacia el bosque. El tiempo estaba distorsionado, el cielo había despertado lleno de nubes grises y el sol no estaba para guiarlo; Jesús solo sabía que la lluvia caería sobre ellos en cualquier momento
Detuvo al caballo cuando estuvo seguro de encontrarse lejos de la hacienda. Bajó con cuidado de su lomo, luego, rodeó con un brazo los hombros de Raquel y pasó el otro bajo camisón. Sentó a la dama en el suelo, sin dejar de sostenerla. La joven tenía los ojos cerrados y su pecho se hinchaba con pesadez. Jesús sentía cómo la sangre, húmeda y cálida, le empapaba los dedos.
“Niña Raquel, abra los ojos, no se duerma” murmuró. La chica hizo caso, y entreabrió sus pequeños ojos miel
“Jesús…me duele mucho, me duele demasiado” sollozó en un murmullo agudo, y el corazón de Jesús se estrujo, sintiendo el dolor de la chica como si fuese suyo.
“Voy a limpiarle las heridas, quédese sentada” le ordenó el esclavo. Sacó de su mochila de mimbre una cantimplora y fue hasta un arroyo para llenarla. Ya hecho su objetivo, volvió hacia la muchacha y se ubicó frente a su espalda para limpiar las heridas.
El camisón estaba rasgado y la pequeña espalda de color porcelana estaba rasgada por gruesas heridas que chorreaban sangre escarlata. A Jesús las viejas cicatrices de los latigazos le ardieron, como si de otra vez estuviesen abiertas. Con aquella sensación palpitando, el esclavo sacó un pañuelo de su pantalón, lo empapó con agua y empezó a limpiar la sangre. Era lo que había visto hacer a mama Rosa cuando curaba a los que eran castigados.
 Mientras pasaba el trapo por las laceraciones, a su mente llegó el recuerdo del rostro de mama Rosa cada vez que le traían un herido; se veía impasible como las rocas, pero, fijándose más, uno podía notar como sus ojos se llenaban de lágrimas y la comisura de sus labios temblaban por el llanto que peleaba por salir.
¿Ese mismo dolor que le escalaba en el pecho era el que sentía mama Rosa cada vez que veía a uno de los suyos con la espalda abierta de heridas? Era un ardor insoportable, más que los golpes que recibía como castigo. Mama Rosa era una mujer muy fuerte, Jesús deseó que se apareciera, porque sus manos bendecidas podrían curar a la niña Raquel, así como curaba a los demás esclavos.
“Mi padre descubrió que perdí la virtud.” La voz de la chica lo trajo de vuelta al bosque. Pero Jesús no supo que decir, siguió pasando el pañuelo por las heridas.
“El hermano del gobernador me da miedo…no quería casarme con él…pensé que si perdía la virtud…me mandarían al convento para no casarme” siguió la chica en voz baja y temblorosa, el esclavo no sabía si era consciente de lo que decía o el dolor la estaba haciendo delirar.
“Yo no podría hacerle esto a mi propia sangre” dijo Jesús, después de un silencio.
“Has sido para mí más padre tú que él, Jesús” respondió la joven. Aquellas palabras atravesaron en una ráfaga de emociones que estremecieron al esclavo.
“Solo le he servido, niña Raquel��.
“Me has cuidado y me has amado de forma incondicional, como ni siquiera mi madre pudo hacerlo”.
La madre de la joven, la señora Inés, era una pobre mujer enfermiza y con el rostro tallado por una tristeza que generaba pena. Luego de dar a luz a Raquel, cuarta de tres hermanos varones, Inés quedó tendida en su cama, como un cadáver que respiraba, hasta el día en el que su corazón dejó de latir. La pequeña Raquel quedó al cuidado de las criadas, pero nadie tenía la devoción para ofrecerle el calor reconfortante que solo puede brindar el amor devoto de una madre o un padre.
Raquel deambulaba por los alrededores de la casa, jugando con amigos creados por su mente, ya que su existencia parecía indiferente a la gente que pertenecía al plano real. En medio de sus paseos, la niña entró al establo en donde estaba Jesús; esa fue la primera vez que se encontró con ella, y, al mirarla a sus ojos llenos de brillo infantil, una sensación despertó en el esclavo, que vino acompañada con una intensa necesidad de proteger la mirada desbordante de inocencia de aquel ser.
La niña iba todos los días al establo, y Jesús era su compañero en las fantasías que maquinaba en mente, mientras trataba de realizar sus labores de limpieza, las cuales nunca terminaba por cumplir con los deseos de Raquel. Los capataces lo azotaban casi todos los días por no concluir con sus obligaciones, pero el dolor lacerante de los latigazos valía la pena, porque estaba dispuesto a sufrir cualquier vejamen físico con tal de escuchar la risa de aquella infanta.
Jesús vio como Raquel dejó de ser una niña y comenzó su metamorfosis a mujer. Ya no traía juegos al establo, llevaba los libros que robaba de la biblioteca de su padre y se dedicaba a leer en voz alta algunos pasajes para Jesús, mientras este escuchaba atentamente al tiempo que limpiaba a los caballos. Igualmente, la mayoría de las veces Raquel se escabullía a los establos y se dedicaba a dibujar; duraba horas sentada sobre la paja e inclinada sobre un pedazo de papel, mientras el lápiz deslizaba con gracia y determinación sobre la hoja
Quería ser pintora, pero una mujer no debía soñar con algo que no fuese el matrimonio y sus hijos, porque en eso se basaba su naturaleza. La realidad la golpeó el día en el que su padre reunió todos sus dibujos frente a la casa y les prendió fuego, hasta reducirlos a cenizas que fueron arrastradas por el viento. Raquel no gritó en desesperación y tampoco desbordó su tristeza en llanto, se quedó agonizando en silencio, tal cual como lo estaba haciendo en ese momento dentro del bosque.
“Busquemos el pueblo más cercano para que le curen las heridas” dijo Jesús al ver que la sangre no dejaba de escaparse del cuerpo de la muchacha.
“Mi padre me encontrará…y me cortará los dedos para que no pinte jamás” murmuró con la voz llena de fisuras profundas, como las grietas del calabozo que en algún tiempo fue encerrado.
“Niña Raquel…”
“Déjeme morir, Jesús, prefiero eso a una vida sin tocar un lápiz. Si el Señor me recibe, podré pintar por la eternidad” Podía palpar las fisuras se abrían en su voz, tan profundas como las grietas del calabozo en el que algún día estuvo.
“Abráceme, por favor” le pidió la muchacha, entonces tomó a la chica entre sus brazos, y la arrulló en su pecho mientras la mecía, así como lo hacía su madre cuando él era un bebé.
“Cánteme, Jesús, quiero que su voz sea lo último que escuche antes de ser libre.” El esclavo no se sabía ninguna canción, así que tarareó, vacilante y dudoso, una melodía que le cantaba mama Rosa a los niños antes de dormir.
Tarareó, mientras apoyaba su mejilla en la coronilla de Raquel, sintiendo la textura de sus rizos oscuros llenos de sudor. La sostuvo con fuerza entre sus brazos, como si así pudiese evitar que la muerte se le arrebatase, pero, aunque su agarre era fuerte, eso no impidió que Raquel dejase de respirar. Jesús se percató como su pecho ya no se movía, y al mirar su rostro, lo vio tan gris como las nubes que se estriban en el cielo
En ese momento, una parte incorpórea dentro del esclavo se desgarró, y el llanto emergió silencioso emergió desde su pecho hasta sus ojos, abriéndole una herida en todo el cuerpo que no podía ver, pero que ardía como mil latigazos.
Lloró hasta que los músculos le dolieron, y se quedó con el rostro enterrado en el pecho de Raquel, esperando a escuchar los latidos de su corazón, pero solo obtuvo como respuesta la melodía del bosque y la lluvia que empezaba a precipitarse tímidamente desde el cielo.
No obstante, aquella melodía fue alterada por un golpeteo continuo y rápido: era el galopeo de un caballo. En lo que aletea un colibrí, Jesús tuvo la certeza que no quería perteneciendo a un hombre que asesinaba a su propia descendencia; así, nació el anhelo de ser su propio amo. Entonces dejó el cuerpo de Raquel sobre la tierra, la besó en la frente y subió al caballo para emprender la búsqueda de aquellos esclavos que, según los rumores que se esparcían como polen, vivían entre las montañas, reclamando la libertad que jamás les había pertenecido.
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la-semillera · 2 years
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Leonor Fini & Sylvia Plath
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Era un verano singular, bochornoso, el verano en que electrocutaron a los Rosenberg, y yo no sabía qué hacía en Nueva York. Soy una estúpida por lo que se refiera a ejecuciones. La idea de que me electrocuten me marea y era lo único que se podía leer en los periódicos: titulares desorbitados que me contemplaban te en cada esquina y en cada boca de metro, que apestaban a cacahuetes rancios. No tenía ninguna relación conmigo, pero no podía dejar de  preguntarme cómo sería que te quemaran viva a través de todos tus nervios. 
      Pensaba que sería lo peor mundo. 
      Nueva York era ya suficientemente terrible. A las nueve de la mañana la falsa frescura, la humedad campestre que de alguna manera se filtraba durante la noche, se evaporaba como la punta del rabo de un dulce sueño. Espejismos grises al fondo de sus desfiladeros de granito, las calles calurosas reverberaban al sol,  las capotas de los coches se crepitaban y brillaban y el polvo seco, como de carbonilla, se me metía en los ojos y me bajaba hasta la garganta. 
      Por la radio y en la oficina se oían noticias sobre los Rosenberg, hasta que ya no pude apartarlos de mi pensamiento. Era como la primera vez que vi un cadáver. Durante semanas, la cabeza del cadáver —o lo que quedaba de ella— flotó sobre mis huevos con bacon  durante el  desayuno y tras el rostro de Buddy Willard, responsable de que lo viera por vez primera, y muy pronto me sentí como si arrastrara la cabeza del cadáver a mi alrededor con una cuerda, como un globo negro, sin raíz que apestara a vinagre. 
      Sabía que algo iba mal en mí aquel verano, porque sólo podía pensar en los Rosenberg y en lo muy estúpida que había sido al comprarme toda esa ropa  incómoda, cara, que colgaba en mi armario, fláccida como un pescado, y  cómo todos los  pequeños éxitos que había sumado con tanta felicidad  en la universidad  se quedaban en nada ante las fachadas de mármol pulido y cristal a lo largo de  Madison Avenue. 
     Se suponía que vivía el mejor momento de mi vida.
     Se suponía que yo era la envidia de millares de universitarias como yo en toda Norteamérica, que lo único que deseaban era tropezar en aquellos mismos zapatos de charol, del número 37, que me había comprado en Bloomingdale, a la hora del almuerzo, con un cinturón de charol negro y un bolso de charol de conjunto. Y cuando apareció mi fotografía en la revista para la que estábamos trabajando las doce —tomando martinis, con una chapucera imitación de corpiño de lamé plateado, pegado a una gran nube de tul blanco, en algún ático luminoso, acompañadas de varios jóvenes anónimos con estructuras óseas auténticamente norteamericanas, contratados o prestados para la ocasión—, cualquiera podía pensar que yo vivía en un verdadero torbellino.
       Mira lo que puede suceder en este país, dirían. Una muchacha que vive en cierta ciudad remota durante diecinueve años, tan pobre que no puede permitirse ni siquiera comprar una revista, y luego, consigue una beca para ir a la universidad y gana un premio por aquí y otro por allá, por lo que acaba conduciendo Nueva York como si se tratara de su  coche particular
    . Sólo que yo no conducía nada, ni siquiera mi propia persona. Me limitaba a saltar de mi hotel al trabajo y a fiestas y de las fiestas al hotel y vuelta al trabajo, como un estúpido autobús. Creo que podía entusiasmarme de la misma manera que se entusiasmaban las otras chicas, pero no conseguía reaccionar. Me sentía muy rígida y muy vacía, de la misma manera que debe sentirse el ojo de un tornado, moviéndose pesadamente en medio del tumulto circundante.
- La campana de cristal, Sylvia Plath. Traducción de Marta Pessarrodona.
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Blue & Grey. Capítulo 27
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Warnings/Advertencias: canon divergence, mención a heridas y torturas, mentiras, pánico...
Pareja: Obi-Wan Kenobi x jedi! fem!reader
Word count: 2.0 K
Simbología: ⎯ ⁘✦⁘⎯ (espacio temporal largo), ⎯ ✦ ⎯ (espacio temporal corto), "abcd..." (visión de la fuerza), "abcd..." (pensamientos), “abcd…” (pensamientos enviados a través de la fuerza), <<abcd…>> (mensajes datapad), °abcd...° (recuerdos).
Nota autor: cortito, pero no quería incluir la siguiente parte del borrador. Disfrútenlo.
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Masterlist Blue & Grey
◞────────⊰·•·⊱────────◟
“Grievous apareció con cuadro sables de luz, rotándolos con maestría y se acercó a su cuerpo que estaba atado de manos y pies, no podía escapar por más que se moviera. Cada segundo que pasaba estaba más cerca y sólo podía removerse en su lugar”.
- ¡No! – gritó y lo empujó fuera de su mente unos segundos dándole tiempo para colocar una barrera mental más fuerte rodeando los conocimientos más valiosos lejos de su alcance – ¡Agh!
“Observó espantada a Kenobi amarrado a una especie de mesa al mismo tiempo que Grievous aparecía al final de un pasillo con sus sables brillando en la oscuridad.
Cuando se acercó lo suficiente al hombre atado comenzó a lacerar al maestro Kenobi con las hojas de plasma sacándole gritos que helaban la sangre mientras ella intentaba moverse y luchar contra Grievous para que detuviese lo que estaba haciendo. Al otro lado, escuchó los gritos tuyos, mientras un Magna-droide te cortaba con su electrovara.”.
- ¡Esto no es real! – gritó y volvió a recuperar la noción del lugar, pero él volvió a tirar de su mente y gritó de dolor al sentir como volvía a entrar a su conciencia.
“En medio de una sala oscura, donde sólo brillaban dos sables de luz, uno azul y otro amarillo, escuchó sonidos de risas malévolas, una niebla verde envolvió a quienes sabía eran Starlight y Kenobi.
Los sables se apagaron de golpe y ambos comenzaron a gritar pidiendo por clemencia. Intentó gritar, pero no la escuchaban, era imposible. Cerca de donde estaba de pie, congelada en su lugar, a los pocos segundos de que los gritos de ambos maestros cesaran, un charco de color carmesí tocó las puntas de sus zapatos y el olor metálico inundó sus fosas nasales.”
- ¡No es real! – gritó de nuevo, con un golpe de energía lo alejó de su cuerpo y se alejó jadeando hasta apoyarse en la mesa de comunicaciones, dentro del estopor por el constante tira y encoje con la conciencia de ella pudo distinguir al hombre a sus espaldas jadear sorprendido por su acción.
-Te ha entrenado de forma espectacular. Eres fuerte, Viorica… Pero ahora, sé qué te asusta. Lo has ocultado muy bien hasta ahora – la pobre chica fue tirada hacia atrás por la fuerza y un brazo demasiado fuerte la rodeó por el pecho hasta tenerla firme contra el pecho del hombre y la otra mano le tocó la frente de nuevo.
- ¡Alto, no! – gritó y ahora tampoco pudo defenderse.
El dolor fue peor que antes, gritó y pataleó contra el hombre que se aseguró de evitar que le viese el rostro, pero la marca de la fuerza la reconocería hasta dormida en un futuro. Luego de intentar mantenerlo a raya volvió a fundirse con la oscuridad.
“Viorica estaba leyendo un poco de cultura sith en una habitación una habitación preciosa, muy elegante. Bajó la mirada del datapad hacia sus manos para encontrarse con un vestido de color gris azulado con un cordón adornado de esferas de metal con piedras preciosas además de tener detalles en pintura que las hacían ver más elegantes de su cintura, sentía unas mangas finas y transparentes colgar libres y un chaleco del mismo largo del vestido de un bordado delicado de flores en tonos rosas, grises y plateados.
Afuera escuchó gritos y sonidos de golpes sordos que la asustaron. Se puso de pie con cierto recelo para encontrarse una escena horrible que sólo confirmaban sus peores temores, su maestra con una versión de sus usuales túnicas ahora de color negro y en su rostro, en lugar de sus adorables y amables ojos estaban unos ojos amarillos con destellos naranjas que brillaban con odio y bordeaban en la locura.
-Para tocarla primero tendrás que matarme a mí – dijo Obi-Wan con el sable encendido y protegiéndola de alguien que la hizo gritar horrorizada y en dolor.
- Maestra, ¿qué hace? – preguntó horrorizada y a punto de romper en llanto.
-Terminar con mi misión, Viorica… Acabar con los jedi, la peor plaga de esta galaxia – dijo y se lanzó a pelear contra Kenobi, en un intercambio de fintas, tajos y algunas cuantas piruetas ella terminó clavando su sable de color amarillo en el abdomen de Obi-Wan que cayó al suelo muriendo al instante.
-Únete a mí, Viorica, serás más poderosa, ya nadie se atreverá a dañarte nunca más si aceptas el lado oscuro.”
- ¡No! – gritó de nuevo, terminó por resbalar del agarre del Sith para caer de rodillas al suelo y sólo fue capaz de escuchar entre el estopor un grito.
- ¡Aléjate de ella! – escuchó la voz masculina de alguien y el sonido de sables de luz chocar antes de voltearse asustada para ver un sable de color blanco brillar y un par de ojos color chocolate que le asustaron – Está bien pequeña, no voy a hacerte daño.
- ¡Aléjate, no me toques! – grita alejándose hasta chocar con una pared.
-No pienso hacerte daño, si esa fuese mi intención ya lo habría hecho ¿no crees?
-No me toques, por favor – pide con lágrimas que comenzaron a bajar por sus mejillas.
-No te voy a tocar, pequeña, sólo quiero saber si estás bien… ¿crees poder salir de aquí por ti misma?
Viorica comenzó a negar mientras lloraba con más fuerza – No, no…
-Lo que hiciste fue algo increíble, eres de las pocas personas que conozco que lograron enfrentarse a un Sith y sobrevivir a su técnica de tortura mental.
- ¿Eso era un Sith? – pregunta entre hipos y sollozos.
-Uno muy bien instruido en el lado oscuro – señala preocupado –. Por suerte llegué a tiempo antes de que te lastimara más, pero lamento no haberlo hecho antes.
- ¿Estás seguro de que no regresará?
-Por lo menos en varias horas no, primero tendremos que salir y luego volar en pedazos esta base ¿crees que puedas hacerlo sola?
-No lo sé, no me siento bien – admitió antes de colocar una mano sobre su boca ante las náuseas que la envolvieron.
-Endereza la espalda y estira las piernas – pide él y ella le hizo caso con todos los músculos temblando, pero lo logró –. Bien, ahora respira profundo y despacio, no te apresures, esas experiencias tienden a dejar a cualquiera aturdido.
El hombre parecía tener una marca de la fuerza tranquilizante, entonces notó que se parecía un poco a la de su maestra. Era tranquilizante en cierta forma, pero tenía algo que la dejaba alerta, un poco de agresividad, pero también de tranquilidad y cariño, era una mezcla extraña y un vacío un poco extraño, como si una parte de su alma faltara, era muy pequeña, como si se esforzara por mantener esa ausencia oculta de los demás.
Escucharon un click y él se tensó sin preocuparse por moverse.
-No dispares, Cymos – la voz de una mujer se escuchó y la confirmación del soldado confirmó lo que la pequeña comenzaba a sentir en la fuerza, era su maestra –. Maestro Arawn.
-Maestra Starlight, si fuesen otras circunstancias me alegraría de verla, pero por el momento, me temo que su padawan fue atacada.
La expresión de pánico que observó en el rostro de su maestra la quiso tranquilizar un poco, pero luego recordó la visión y se asustó mucho. Intentó alejarse y él se volteó sorprendido.
-No, no…
-Viorica ¿puedes caminar? – preguntas intentando ignorar el hecho de que no quería siquiera que le dirigieras la palabra.
-Lo intentaré – admite y se puso de pie antes de tambalear.
-En ese caso, Cymos, ayuda a Viorica, yo les cubriré las espaldas y… ¿Regresarás con nosotros?
-No, saldré por otro lugar y volaré la base. Nos vemos luego, maestra Starlight.
-En ese caso, fue un gusto… Ahora, salgamos, cubriré las espaldas.
Viorica se dejó ayudar por Cymos y comenzaron a salir luego de que Arawn les confirmara que había colocados los explosivos y pronto volaría la base. Tu padawan se notaba más relajada con Cymos, esto te comenzó a preocupar mucho, ¿qué había pasado allí dentro?
El sol ya casi se ponía y te preocupaba mucho. Todos habían escuchado los gritos, se les había helado la sangre, incluso al mismo Xyón quien conocías por no reaccionar a las distintas situaciones, por ser más tranquilo y centrado que tú había cambiado su expresión a una de terror y preocupación. Por otro lado, también habías recibido una notificación de alerta del consejo diciendo que enviarían refuerzos al haber encontrado señales de que el planeta no había sido abandonado por completo por los separatistas y al haber visto naves de la República bajar se estaban preparando para un ataque.
+
Tardaron varios minutos en llegar a la base, Bead se acercó y ayudó a Viorica a caminar hacia la carpa que usaría para ella. Te dejaste caer cerca de la fogata y Xyón te entregó una ración de comida que comenzaste a morder completamente ensimismada en tus pensamientos, intentando averiguar cómo podrías hacerla hablar sin forzarla a nada. Ahora tenías más cuidado con la forma en que la incitabas a hablar por todos los traumas que había desarrollado durante su esclavitud y los primeros años en el templo jedi.
-Starlight – escuchas y levantas la mirada sorprendida. Allí, frente a ti estaba Obi-Wan, ese era tu refuerzo y no podías estar más aliviada – ¿Y Viorica?
Bajaste la mirada antes de inspirar – Físicamente, está bien, mentalmente no tanto – admites y se sentó a tu lado en silencio.
- ¿Qué pasó? – pregunta completamente concentrado en ti, los clones que estaban alrededor se dispusieron a dejarlos solos para darles privacidad, tanto los de la 212° como 315°.
-Era demasiado sencillo para ser verdad, tuve que haber sido capaz de ver a través de la trampa, pero me confié y ahora… No tengo idea de lo que sucedió, pero no soporta que me acerque. No sé qué hacer – admites y cubres tu rostro con tus manos completamente derrotada, después sentiste un par de brazos rodearte y te dejaste abrazar.
El aroma de Obi-Wan te relajó un poco, buscaste estar en más contacto con su cuerpo volteando el rostro para esconderlo en su pecho y él te aseguró en su abrazo con más fuerza antes de colocar su barbilla sobre tu cabeza.
-Encontraremos la manera, lo sé…
-General, perdone mi interrupción, pero tuve que administrarle a Viorica un sedante, estaba demasiado inquieta. Recomiendo moverla al crucero, con la batalla que se va a desarrollar dentro de poco no es seguro que se quede aquí – escuchas a Bead y ambos se separaron del abrazo como si no fuese nada, pero el sonrojo en tus mejillas sugería otra cosa.
-Sí, tienes razón, es mejor tenerla lejos… ¿Está muy mal?
-No sabría decir cuánto daño recibió, pero está demasiado inestable, general… Me dijo que fue un sith antes de que los sedantes hicieran efecto.
- ¿Un sith? – preguntas, acelerada y sólo quisiste buscar a Arawn para preguntar u obtener una secuencia de imágenes que pudiese compartirte.
-Eso me dijo, me temo que haya jugado con su mente… En ese aspecto, ni la más avanzada medicina podría servir de algo.
Frunciste el ceño al mismo tiempo que volvías tus manos en puños. Un sith y no lo sentiste. ¿Cómo era posible que no sintieras nada?
-Gracias, Bead, muévela al crucero cuanto antes – ordenas y él asintió antes de retirarse a preparar el transbordador hacia la nave que esperaba en órbita.
- ¡Fui tan estúpida! Si algo le pasa no me lo perdonaré – admites y lanzas a volar una piedra al patearla con la punta del zapato.
-Estoy seguro de que no será permanente, sólo está asustada. No debe haber sido una manipulación mental muy grave, la entrenaste para defenderse con eso.
Negaste preocupada, aunque él tenía razón no podías evitar preocuparte – Tienes razón, la entrené para eso; pero si logró leer sus temores y los proyectó, sospecho que pudo causar más daño del que podemos esperar.
Cody y Xyón se acercaron y saludaron.
-Generales, noticias, los clones que están vigilando el perímetro dicen que observan movimiento de armamento separatista… Debemos prepararnos para un enfrentamiento – habla el comandante de la 212°.
- ¿Tenías pensado algo como defensa? – pregunta Obi-Wan y asentiste
-Para atacar también – respondes y él asintió satisfecho –. Terminemos de planear todo, caballeros.
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sabines-posts · 2 years
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-! Al caer al suelo por ambos sexos. Opuestos es decir los dos. Fundadores. Llevo la mano derecha a su cabeza y decir !: diablos ! Acaso no hay suficiente especio para que. Puedan platicar sin tener que estorbar. "Dice la joven en el suelo "
Seguido de tratar ponerse de pie. Sacudio su vestido importandole poco que los nuevos alumnos se llevaran mala impresion de ella misma ฯ
Tch..acomodo su cabellos grises seguido de pasar al salon y sentarse ahun lado de la ventana
La joven llamada lilith seguia ovservando esperando. Que esa maldita clase terminara
-! Tsk. Hoy no fue mi. Noche!-
Pv...Karura. Tsukinami
el fundador al ver como la chica callo al suelo. Intentaba levantarla pero tambien anelaba ver ese rostro rosado aunque para el dia de ellos se toparon con una estudiante poco educada. Tanto esa reveldia pronto. El la pondria a su fin y porque no tambien. Se la follaria aunque. Para su desagrado fue lo contrario la joven habia caminado tan tranquila y serema a su banca este solo detallo sus movimientos para. Hablar de aquella chica. !!shin de ahora en adelante mantenla vijilada. !
.
Por otra parte los estudiantes continuaban? Con sus respectivas. Labores. Los alumnos prestaban atención. A sus respectivas obligaciones. excepto. Nuestro señor pervertido laito adoraba la personalidad. De lilith de cariño le llamaba lilyth-chan y por higual la joven de cabellos blancos se sentava con el. Ya que ambos posse. Un. Ambito en comun los malditos juegos de vídeo. Siempre se ponen retos. Y apesar de pasarla tan bien. El ahun no le confiesa que le gusta.
Si su manera de ser y comportarse ya que no es como las otras alumnas.
Laito...
Neee neeee lilyth_chan qur opinas acerca de los nuevos chicos. Son lindos no te gustan. Si quieres puedo ayudarte. Neeee lilyht chan. Si vamos a comer spagetti con picante extra y el ganador paga la merienda. Mmmmm(?( o bueno tal vez vamos a casa a. Jugar videojuegos. Vamos lilyht chan...
Mmmmm huelo cierto olor familiar. (?) tch..... No sera divertido
Lilyth..chan
Vamos laito suena genial pero me importa una mierda los llegados el profe y su tessis. Si claro vamos a jugar y acepto tu duelo pero que quede claro que no pienso perder
Mmmmmmm neeee laito y si adelantamos el relog. Distrae el profe siii...
Oh.. Lilyth. eres tremenda. solo por ser tu. Ahunque reiji me matara por hacer esto. ...*laito camina y distrae al profe* y lo consigue con el pequeño detalle que los fundadores se percatan de el acto de lilyth. Y no solo de eso de su esencia
Por. Otro lado la joven de cabellos plata blancos movia. Sus meñiques para cambiar los hrs y avanzarla hasta cuando sintio aquella mirada profunda sobre ella esos ojos dorados. Tetricos si el fundador se había. Percatado la. Magia que ella habia usado por lo cual decidio vijilarla .....
Pv lilyth
Genial. 5.4.3.2 1. *sonido de campana*
Yeiii. Vámonos. Laito
Coño no no lo are profe. Porque tengo que enseñarles. La escuela
Pfffdd.... Esta bien lo aré. Perdon laito te vere mas tarde....
Pffd...... Vamos
Profe
Como que porque. Aparte de llegar tarde te la pasas en el limbo acaso piensas que la escuela. Es un juego.....
Próximo episodio ni idea. D; debo oir musica. Si lo se hoy el cap es un asco 7u7. Pero wen. No importa
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hostel-qhawaq · 3 months
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El Viaje
Cóndor había despertado antes del amanecer como era costumbre. Se vistió con los jeans grises que estaban tirados en el suelo al lado de su cama, se puso una camisa gris claro, la cual tuvo que abotonar dos veces por no hacer coincidir los botones con los agujeros y, por encima, una camiseta negra azabache holgada. Antes de bajar por las escaleras al lobby del hostel, se calzó sus botas de nieve con cordones rojos y, finalmente, el poncho azul abierto que solía llevar para todas partes y que aguardaba por su dueño en el respaldo de su silla gamer. Cóndor no era una persona que le gustara mucho la idea de cambiar su armario, y menos su estilo, por lo que si un extraño decidiera abrirlo para chusmear, se toparía con una gran cantidad de prendas con características similares.
Pero sí amaba la variedad en sus ponchos.
Tenía varios a la vista. Algunos estaban colgados en la pared, otros en los barrales de las cortinas y un par tirados sobre una silla que, teóricamente, conservaba en su habitación para cuando alguna de las chicas que quisiera pasar un rato con él y ver a qué estaba jugando en su PC, pudiera sentarse un rato a su lado. La silla era parte de uno de los espacios vacíos que, en la mente de Cóndor, estaban ahí para ser ocupados por cosas que él creía necesitar tarde o temprano a mano. Todo debía estar a mano. “Orden en el desorden”, como le solía explicar a Thaya cuando, a regañadientes, aceptaba que esa, solo esa, parte del hostel, estuviera hecha un caos.
Bajo las escaleras hasta la planta baja, que aún permanecía en la oscuridad y atravesó el lobby del hostel hasta la puerta de entrada. En la mesa de entrada, tomó una pequeña botella y unas hojas. Al abrir la puerta doble, una ventisca congelada golpeó su rostro sin piedad, lo que lo obligó a cerrar momentáneamente sus ojos. Con una sonrisa, cerró la puerta a sus espaldas para comenzar a caminar en medio de la negrura de la noche.
Los únicos sonidos que se oían eran el silbido de los vientos congelados que ascendían por la pendiente y explotaban en un remolino de vientos violentos y el suave crujido de la nieve cediendo ante el paso firme de aquellas botas de nieve con cordones rojos.
Cuando finalmente su paso se detuvo al cabo de largos minutos, Cóndor hizo una pausa para absorber el majestuoso paisaje que tenía enfrente, el cordón de la Ramada yacía ante él con sus quebradas, valles y glaciares. Agudizó su mirada y logró ver en una sombra moviéndose ágilmente y a gran velocidad por los arbustos a kilómetros de distancia.
Suspiró. 
Buscó una roca, se sentó en posición de loto y entrecerró los ojos ligeramente para comenzar a concentrarse en sus ciclos de respiración, que fueron amainando como el viento a su alrededor, el cual pareció entender qué estaba sucediendo y ayudó formando una burbuja climática alrededor de Cóndor, donde solo el silencio reinaba.
A medida que descendían sus pulsaciones, las imágenes con recuerdos de lo que había acontecido en aquel cordón montañoso unos 200 años atrás turbaban su mente. Acudió al entrenamiento de aquella misteriosa mujer que una vez lo salvó a él, y posiblemente, el Kay Pacha de un colapso y logró apaciguar su mente, fluir con el presente y soltar los pensamientos.
Habiendo pasado una hora, se incorporó lentamente, tomó un puñado de hojas de coca de su pequeña chuspa y los sopló al viento recitando una pequeña oración hacia sus adentros:
Pachamama, mamay, 
Amaña khuyay kaychu (Pachamama, madre mía)
Pachamama, mamay, (ya no te sientas así)
Kay jinataqa nanachisuyku (Pachamama, madre mía,)
Pachamama, mamay, (tanto te hemos lastimado.)
Kunan janpiykususqayku (Ahora te curaremos)
Ay, mamita
khuyawayku (te compasión de nosotros)
El tata inti comenzó levemente a aparecer detrás de las montañas y Cóndor sabía que era tiempo de regresar al Q’hawaq, donde Illa Thaya y Achika estarían a punto de despertar. Se giró para tomar el camino por donde había llegado y sintió la calidez del primer rayo de luz abrazando su espalda, por lo menos hasta que una gigantesca sombra cubrió su propia sombra y un frío más gélido que el de la noche tomó de rehén aquel risco.
“¿Tan rápido te marchas, yanacona?”, la voz se clavó como estalactitas en su espalda.
“Kukuchi, no busco problemas…no esta vez.”, Cóndor respondió impávido. Midiendo sus movimientos, sabiendo que estaba en la posición de presa.
“Entrégame a la niña y tal vez te deje vivir tu vida de aberración andante durante un par de siglos más.”
“¿Para qué? ¿Para que la sometas a un ritual obsoleto que solo trae sufrimiento con el objetivo de reemplazar a Sayani? Ella no regresará y lo sabes muy bien.” Cóndor sintió el presionar de la mandíbula de aquel ser que, a cada segundo que pasaba, más ira despertaba
“No eres digno de mencionar su nombre. Ya no.” espetó la bestia entre dientes.
Cóndor se giró para mirarlo a los ojos. Ante él, una enorme figura antropomórfica se elevaba a unos 2 metros de altura. Llevaba un poncho oscuro con capucha, el cual descendía hasta debajo de su cintura en forma triangular. A pesar de ser bípedo, era digitígrado, lo que significaba que solo apoyaba los dedos de las patas traseras y, tal y como los cuadrúpedos, sus tobillos estaban por encima de sus dedos. Detrás de la capucha, solo se veían dos ojos verdes brillantes con pupilas felinas. Los pequeños rayos que se filtraban por sus costados dejaban en evidencia un pelaje ocre con círculos concéntricos pardos alrededor de sus piernas. Detrás suyo, una cola con los mismos colores y círculos se zarandeaba violentamente, arrojando latigazos a diestra y siniestra. El significado de este movimiento logró crispar las plumas de los brazos de Cóndor.
“¿Has dejado tu puesto solo para pedirme esto? Veo que no aprendes, necio achachila. Esa misma negligencia fue la razón por la que tu señora cayó aquel entonces.”, Cóndor no solía perder la calma, pero la actitud de aquel espíritu de la montaña le había traído amargos recuerdos que le habían costado a Cóndor sus poderes, su mejor amigo, su amada y más de 200 años de trabajo interno para poder dejar todo eso de lado.
“¿Qué dices, traidor?”
“Tu suyu no habría caído ante las fuerzas del Supay si hubieras protegido tu columna como se te había ordenado. Eres un necio y un obtuso, Kukuchi, y eso fue lo que le costó la vida a Sayani. Ahora quieres redimirte ante la Pachamama haciendo correr sangre inocente. No eres más que un patético espíritu de montaña atrapado en costumbres anticuadas que llevarán a nuestras comunidades y sus valores a la extinción.” Cóndor sabía que había llegado al límite y no podría comprarse más tiempo, pero si sus planes llegaban a funcionar, podría quitarse el riesgo de que Kukuchi lo aceche tanto a él como a las chicas durante un tiempo. Era particularmente importante que tanto Thaya como Achika no estuvieran en peligro cada vez que descendieran de la montaña a buscar provisiones para el Q’hawaq. Si Cóndor sabía que Kukuchi estaría pendiente cada vez que el hostel se manifestara en alguno de los cerros de la Ramada, no podría quedarse tranquilo, por lo que aquel era el mejor momento para resolver ese problema de raíz.
Con un rugido, la sombra se abalanzó sobre la nieve sin emitir ni un sonido, la capucha del poncho oscuro se retrajo y develó la cabeza de un gato antropomórfico blandiendo afilados colmillos. Una estela de sombras partió los rayos de luz y apareció en el lugar de la trayectoria que las garras de Kikuchi habían tomado en dirección al cuello de Cóndor. 
El impacto dio de pleno en el poncho de Cóndor. Con satisfacción, Kukuchi sonrió pero su expresión se convirtió en sorpresa cuando vio que sus garras habían atravesado el poncho azul, pero Cóndor ya no se encontraba dentro de él. Sin embargo, sus instintos fueron más rápidos, oyó a Cóndor detrás suyo con sus oídos agudizados y en un movimiento rápido, utilizó su largo rabo para meterle una zancadilla que arrojó a la nieve a Cóndor. Acto seguido, se colocó sobre él colocando una garra en su garganta, estrangulándolo.
“Eres una inofensiva chinchilla comparado a lo que solías ser, Kuntur. Parece que hoy te arrancaré algo más que las alas.”
Y, con la misma velocidad con la que lo había detectado a Cóndor, las orejas de Kukuchi se movieron automáticamente y se impulsó en un ágil salto hacia atrás con la rapidez de un felino. Cuando estuvo nuevamente en dos patas, entre sus garras vio clavada una pluma negra. Sangre había comenzado a brotar de la herida.
“Pero qué tenemos aquí…un gatito perdido. Tenía entendido que el Cerro Negro estaba para el norte, ¿qué te trae al otro lado del Colorado, Kukuchi? ¿Acaso ya buscas reemplazarme como nuevo achachila del Alma Negra? Que yo recuerde no pasaron ni 200 años desde que soy la que manda por aquí…”, la voz era femenina, grave e imponía respeto.
Cóndor vio como el risco quedó en sombras cuando otro ser antropomorfo desplegó sus alas negras como el azabache en frente de ambos y descendió planeando delicadamente para posarse en la punta del risco con los brazos cruzados. Más alto que Kukuchi, su porte severo, los accesorios y decoraciones que llevaba en su vestimenta, le daban más jerarquía que Kukuchi.”
“N-no, Wamanyana. Solo presentí una presencia demoníaca y…y decidí echar un vistazo.”
“Kukuchi, tu presencia aquí es un acto de sublevación a nuestra madre. En el último Cabildo de Achachilas, tanto tú como todo el resto de los presentes, oímos que la niña quedaría bajo la protección de Cóndor por voluntad de nuestra madre. Si tus actos llegaran a oídos de Wiracocha, quedarías sometido a un peor castigo que la muerte: el olvido. Sugiero que regreses a tu montaña de inmediato y recapacites en tu actuar.”
“S-sí, señora.”, Kukuchi hincó la rodilla en la nieve a modo de reverencia y desapareció en una nube de sombras.
“Veo que las hojas de coca llegaron a buen puerto. Gracias. Te debo una, Martina.”
Múltiples voces comenzaron a resonar en el aire a destiempo cuando el ave antropomórfica gigante abrió el pico para hablar. Como ecos, las voces comenzaron a unificarse en un segundo y pronto se escuchó una sola voz, nítida, pero que a los oídos de Cóndor provenía de distintas direcciones: “Ya no soy aquella que conocías bajo ese nombre, Kuntur. Lo deberías saber.”
Cóndor sonrió amargamente. “Sí, pero algo en esa mirada aún me recuerda a la Hija del Viento Zonda que tanto nos ayudó durante el conflicto del cruce del General.”
“También deberías saber que la desconfianza de Kukuchi no es del todo injustificada; la niña es de suma importancia para el balance de nuestro mundo, chamán. Tienes bajo tu cuidado a la futura Gran Achachila que restaurará el Ayni cuando nuestra madre la reclame. Tanto él como otros Achachilas cuestionan la decisión de nuestra madre, aunque por temor a las represalias, no lo dejan en evidencia.”
“Lo sé. Solo que aún es pequeña y le falta mucho por aprender. Me parece cruel que alguien así sepa desde tan pequeño que tendrá una responsabilidad tan grande cuando muera y que debe dedicar toda su vida a dicha tarea. ¿Acaso no crees que es injusto?”
“Los designios de…” Wamanya vio los ojos llorosos de Cóndor y detuvo lo que iba a decir. Se quedó callada durante unos instantes y lentamente cubrió su cuerpo con sus gigantescas alas. Al abrirlas, una mujer morena de 1,60 mts vestida con los mismos accesorios de aquella gigantesca ave, se presentó ante él. Su pelo se encontraba trenzado, sus ojos eran igual de regios, pero esta vez comunicaban compasión.”
“Cuando aún era mortal y era quien conocías, estaba muy perdida. Pensé que tenía que cumplir con mis designios familiares y convertirme en cacique de los huarpes, como mi padre, sin embargo terminé vagando por el mundo como una bandolera fuera de la ley. Pero si hay algo que siempre hice, fue escuchar al viento. El viento me llevó a conocer al General y ofrecerle mis servicios. Si no hubiera hecho eso, jamás los hubiera conocido a ustedes 3, que tanto me enseñaron sobre la tierra y nuestro rol como hijos de ella. A pesar de eso, no podría haber continuado estando con ustedes porque vivíamos en dos mundos separados. Tampoco lo habría querido. El viento me seguía susurrando y debía seguir mi corazón. Cuando nos despedimos por última vez, yo ya no era la mujer rebelde que habías conocido. Tenía un propósito. Pero si no me hubiera cruzado contigo, probablemente ese propósito jamás habría existido. Cuando finalmente morí, sentí algo liberador dentro mío, porque había seguido el camino que sentía que debía seguir. El camino del viento. A lo que voy es, el llamado que tendrá esa niña se manifestará tarde o temprano, y tú no podrás estar con ella toda su vida, no obstante, lo que sí puedes ofrecerle es tu sabiduría y herramientas para que, cuando tenga que seguir su propio viento, pueda vivir su vida a pleno, hasta el momento que regrese a la montaña y despierte como nuestra líder.”
Cóndor, que había estado escuchando mirando hacia la nieve, alzó su rostro con una sonrisa triste.
“Gracias, Martina. Te extrañé estos últimos 200 años.”
“Y yo a ti, amigo alado. Ahora ve.”
Cuando Cóndor estaba a unos pasos de la Achachila, esta le gritó: “Ah, Cóndor. Una última cosa.”. Cóndor se giró y notó una sonrisa pícara en el rostro de la mujer. “Algo me dice que la semana que viene estarás por la Patagonia. Por favor, no seas aburrido y lleva a la niña a pasear. No todo tiene que ser un interminable aprendizaje de nombres de arbustos, árboles, insectos y líquenes, señor chamán. ¡Estoy segura que también te servirá a ti para relajarte un poco!”
Cóndor la vio dar unos pasos hacia atrás y arrojarse hacia el precipicio con toda la naturalidad de un ser que es uno con la montaña. Al cabo de unos segundos, vio a un gigantesco carancho andino planear por las quebradas y perderse entre las nubes.
“Engreída.” Cóndor sonrió para sus adentros, recordando que él mismo le había enseñado aquella despedida espectacular 200 años atrás.
Al regresar al hostel de montaña, ya había amanecido. El sol atravesaba los gigantescos ventanales de la entrada y bañaba el lobby del Q’hawaq con una dulce calidez. De unas escaleras que llevaban a un semipiso bajaban dos mujeres: una mayor, alta y corpulenta llamada Illa Thaya y la menor, bajita y delgada, una preadolescente llamada Achika, bajando por las escaleras que llevaban a sus habitaciones con cara de dormidas y bostezando.
“¿Recién llegás? ¿Todo bien?”, le preguntó con una tonada mezclada entre el acento de Cóndor y el propio de Oruro.
“Sí, me encontré con unos amigos.”
“¿Amigos?” Achika señalaba con un dedo el agujero en el poncho.”
“Ah, ¿esto? Sí, bueno, a veces a tus amigos les cuesta dejar el pasado, jaja.”
Mirándolo seriamente, Thaya preguntó: “¿En serio está todo bien?”.
“Sí, perdón por preocuparlas. Ya me aseguré de que no nos fastidiara durante algunos años.”. Cóndor era una persona muy transparente y fiel a sus emociones. Era muy difícil para él mentir, por más que no quisiera preocupar a sus amados. Les sonrió tranquilamente mientras se quitaba el poncho y se colocaba su delantal de barista oficial del Q’hawaq. Bueno, el único barista que aquel albergue de montaña tenía, a decir verdad.
“¿Cómo quieren el café hoy? Si mal no recuerdo nos quedan algunos granos de Huila, ¿cierto?”
“¡A mí hazme un latte con caramelo!” Dijo con entusiasmo Achika.
“Un Ristretto para mí.”, dijo Thaya aún con cara de preocupada.
“¡Marchando!”.
Luego de un desayuno que contó con unos exquisitos platos de repostería boliviana como gaznates dulces, porciones de queques marmolados, churros y alfajores bolivianos, los 3 se levantaron, las chicas lavaron los platos y Cóndor los utensilios y el equipo de café.
Al cabo de unos minutos, Achika y Cóndor se reunieron en el lobby, pero esta vez preparados para salir a caminar por la montaña. Cóndor llevaba un poncho ecuatoriano con una celeste con rayas blancas y Achika su clásico sweater índigo con pollera negra. Cóndor notó que Achika estaba un poco decaída. Aún preadolescente, a veces le sucedía. En especial cuando extrañaba la vida de su comunidad a pies del volcán Illimani, a unos kilómetros de La Paz, Bolivia. La vida allí era muy tranquila y llevadera y cada quien en el ayllu tenía su rol bien marcado. Sin embargo, el destino de Achika había sido muy distinto que el de sus compañeros de clase. A sus 12 años le había caído un rayo en la cabeza, lo cual por más extraño que suene, es algo frecuente estando en el altiplano. Si bien este hito en su vida la había dejado completamente ciega y con una cicatriz profunda en la cara que parecía un árbol quemado cuyas ramas se extendían por sobre la mejilla izquierda, también le había despertado extraños poderes que la llevaron en una aventura dramática y peligrosa donde conoció a Cóndor e Illa Thaya. Como toda persona elegida por el rayo para ser amauta, una sabia con diversidad de conocimientos de sanación espiritual, se entrenaba bajo el ala de Cóndor y la protección de Thaya.
“¿Llevas las empanadas de viento?”, Cóndor preguntó.
“Cóndor, no estamos en Ecuador. Aquí en Argentina se llaman empanadas de queso.”, respondió con un tono irritado.
“Viento, queso. Da igual. Todos son elementos de la naturaleza al fin y al cabo.”
“¿Qué?”, preguntó desconcertada.
“Jajaja, nada. Te estoy molestando. Yo llevo el api, así que ya tenemos bebida para la merienda. ¿Y tu tari?”
“Aquí conmigo.” abrió su morral para mostrarle un pedazo de tela ceremonial de colores llamativos plegada prolijamente.
“Perfecto. Yo llevo las hojas de coca y lo demás. Vamos entonces.”
“¿Qué me enseñarás hoy?”
“Ya verás…”
Cóndor y Achika caminaron largos kilómetros por un sendero que se abría mágicamente ante sus pies. Achika estaba acostumbrada a ver la nieve aplanarse mágicamente, los arbustos correrse, las ramas acomodarse y los senderos formarse cuando caminaba junto a Cóndor. Él era como una parte de la montaña y, si bien ya no era un Achachila, un espíritu de la montaña, sabía cómo conectarse con la tierra, la roca, las plantas, el viento y todo aquello que lo rodeaba. Achika aún desconocía estas formas, pero lo que el rayo le había quitado en visión, se lo había dado en percepción de energías, del samay de todas las cosas. Por eso, cada vez que estaba en medio de la naturaleza, no necesitaba de ningún tipo de ayuda para caminar.
Luego de unas horas de caminata, llegaron a un punto del Cerro Almanegra desde donde se veía toda la cadena montañosa de la Ramada. En esa pequeña explanada, había una caseta erigida de piedra con detalles en madera que se encontraba oculta al ojo humano. Desde esa altura, Achika notó como varios hilos de energía vital surcaban los cielos en dirección a las otras gigantescas montañas que componían la cadena.
“¿Qué es eso? ¡Emana una energía increíble!” preguntó entusiasmada.
“Este es el cabezal del Alma Negra. Aquí se conecta la montaña con los otros seismiles de la Ramada y permanecen comunicadas. Los chamanes que trabajan en las comunidades de alrededor, vienen aquí a challar, a dejar sus tributos y oraciones a la montaña para pedir prosperidad, cuidado de los cultivos o, lo que eventualmente vendrás a hacer tú, a pagar respeto en tu camino como amauta.”
Achika se acercó a la estructura y tanteó con sus dedos la fineza del tallado de la piedra, lo sutil de los caminos de las vetas de la madera. No tenía tantos años de vida, pero podía reconocer cuándo un trabajo estaba hecho a la perfección. 
“¿Qué hay dentro?”, preguntó Achika con tranquilidad.
“Ahora verás. Primero pásame tu tari.”
Achika sacó delicadamente un mantel de tela. Este paño ritual, o “tari” en lengua aymara, estaba finamente trabajado en lana de llama. Tenía guardas aymaras que lo atravesaban en las esquinas y una mezcla de colores que evocaban el lugar en el cual estaba inspirado: el Cerro de los Siete Colores de Purmamarca.
Cóndor, en cambio, le entregó unas hojas de coca con una pequeña llipta, una piedrita de cal. Achika, sabiendo que era hora de chacchar, de mascar coca para evitar el apunamiento y comenzar el ritual, cortó la parte inferior de las hojas, las dobló y se las introdujo entre la mejilla y la mandíbula.
Cóndor hizo lo propio sin necesidad de la llipta y comenzó a armar la ofrenda en el mantel dentro del pequeño santuario, a la cual le agregó una empanada, una pequeña botella de aguardiente, café en granos, una pequeña casa de madera con forma del hostel Qhawaq y, finalmente, se quitó su aro de la oreja izquierda y lo colocó en el centro de la mesa.
Luego cerró los ojos y comenzó a recitar una plegaria a la madre tierra que Achika sintió como una vibración que venía desde los pies y le infundía una energía única que había sentido pocas veces. A través de su visión, sintió nubes cubriendo todo y vio una gran batalla ocurriendo en las faldas de la montaña al mismo tiempo que un ejército atravesaba el valle. En el medio de la refriega en una de las montañas, notó la energía de Cóndor, otra muy gentil y una última confundida, pero que le recordó a la vibración que emitía el cerro en el que se encontraba.
“Resabios de otra época. Cuando seas más grande te contaré.”, le dijo Cóndor con tranquilidad.
Luego, Achika sintió perturbaciones en el viento, como si fuera cortado una y otra vez por objetos como…alas gigantes.
“Kukuri”, dijo Cóndor con una sonrisa. “Tan…ridículamente apuesto como siempre.”
El hombre alado estaba vestido con un traje blanco con detalles negros. Sus alas eran igual de blancas y tenían pequeñas porciones negras que las hacían asemejar a las alas de un Cóndor, pero como si las hubieran dotado de más belleza.
“Gracias, Kuntur. Me alegra saber que estás bien. Pareciera como si hubiese sido ayer que nos vimos.”, girando para la niña, “Ah, la gran promesa del Aconcagüa. Bienvenida.”
Achika sonrió sonrojada y se escondió detrás del poncho de Cóndor.
“Tengo entendido que tienes algo para nosotros.”, preguntó Cóndor con una sonrisa pícara.
“Así es. Les traje equipo de nieve, de campamento y de skii por órdenes de nuestra señora Wamanyana. Dijo que el Q’hawaq aparecería en la Patagonia y se tomarían un receso de sus actividades chamanísticas.”
“¡¿Vacaciones?! ¡No me dijiste nada!” Entusiasmada, Achika salió detrás de Cóndor casi dando saltos de alegría.
Cóndor y Kukuri se echaron a reír.
“Es hora de que te tomes unas merecidas vacaciones, pequeña. Por unas semanas vamos a descansar y a disfrutar de la nieve. ¡Empezando, mañana mismo!”
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