El pasado es mi enemigo, ya sea porque contiene congeladas cosas horribles que me pasaron o cosas maravillosas. Las horribles son las que me impulsan hoy a esta tarea titánica en la que me veo envuelto, la de construir una máquina del tiempo para retroceder y cambiar todo aquello que me hizo sangrar. No confío en quienes dicen que no cambiarían nada. Yo cambiaría. Y si eso me convierte en alguien peor por perderme alguna enseñanza de la vida de suma importancia pues que así sea. No me interesa la sabiduría, me interesa que no me rompan las pelotas, que paren un poquito de traicionarme, que dejen de comprar puñales para usarlos sobre mí.Tampoco tengo mucho apego a ser quién soy, cambio de vez en cuando de ser, entierro al que fui en algún lugar inhóspito donde nadie busque jamás, o dejo flotando el cadáver en el río para que lo arrastre la corriente. Para que fluya, que es lo único que puede hacer un cadáver en un fluido. Viajaré al pasado y me evitaré alguna que otra horripilancia, no me preocupa si termino en una línea temporal alterna siendo otro mejor o peor.
Las cosas maravillosas que viví también son tortura, porque ya no están, son la constante amenaza que alimenta la nostalgia, contra la cual pienso defenderme hasta el último de mis días. Algunas son especialmente espantosas porque fueron vividas junto a personas que pensé eran una cosa y terminaron siendo otra, lo que alguna vez fue alegría terminó siendo un simulacro nivel la serie 1899. Un show lleno de antifaces que terminó cuando el ácido de sus almas diluyeron sus máscaras, exponiendo una fétida mirada y sus oscuros planes para acabar conmigo.
Hay, eso sí, una porción del pasado que es lo único que me mantiene vivo: toda experiencia vivida con quiénes aún siguen en mi vida. Sostienen la estructura de cada vínculo cuya puerta tiene una cerradura que cambio constantemente, cada día, esto es una doble ventaja: solo quienes me conocen bien pueden forjar una llave que funcione, y quienes ya no saben quién soy se quedarán afuera. Así es como me ahorro futuros viajes en el tiempo para solucionar cagadas.
Para los que preguntaban, voy a dar un poco de contexto de mi libro.
Título: Espejismos entre la luz y la oscuridad
Subtítulo: En el nombre de Hécate
Como se darán cuenta, Hécate es una pieza fundamental de mi novela, por lo que paso a contarles un poco de la historia verdadera de Hécate la figura de la mitología que cobra vida en las páginas de mi libro.
La realidad es que Hécate es una deidad anterior al panteón griego, incluso hay quienes creen que es oriunda de otra región. Con el tiempo fue asimilada como titánide hasta volverse una diosa menor, en sus orígenes se creía que ayudaba a las mujeres en los partos y bendecía a las familias. Más tarde cobró soberanía sobre la magia, la brujería, los cruces de caminos e incluso los fantasmas, gozando de una posición de poder en el Inframundo.
Es una deidad lunar, la simboliza en su etapa de oscuridad, por eso también es muy asociada con la noche. Se la representa de forma triple, ya sea con tres cuerpos o tres cabezas (que a veces no son humanas), sus animales más significativos eran la serpiente (suele estar alrededor de su cuello), y los perros (es acompañada por una jauría de perros fantasmales). Algunos de sus objetos son la daga, la antorcha y la llave, que suelen estar en sus manos al ser representada. También tiene ciertas criaturas a su servicios, siendo las más conocidas las empusas. Finalmente posee días específicos en los que se le rinde culto, y su símbolo es el Strophalos también llamado Rueda de Hécate.
Para saber qué giro le di a esta figura tan rica, estén atentos al gran lanzamiento de mi libro.
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¡Memoria!
Tienes la llave,
la lamparilla extiende un círculo en la escalera, sube.
La cama está abierta: el cepillo de dientes cuelga en la pared,
deja los zapatos a la puerta, duerme, prepárate para la vida.
El último retorcimiento del cuchillo.
Confié varias veces en que había algo para apoyarme y con toda la fé apoyé mis manos, mi equilibrio confiado se dejó caer y siguió cayendo, la sensación es parecida al viaje que vuela a tu estómago y mientras eso pasa, la melancolía se derrite entre tus cuerdas vocales. Los ojos se vuelven blandos y comienzan a largar la sustancia que alivia nuestra garganta. Al cerrar los ojos las cenizas están frías y apagadas. Entre mis pensamientos digo: estás viajando de nuevo. ¿Cómo frenar esta caída? Espero que termine, me dejo llevar, mi cuerpo tiembla, mis dientes se agrietan y se sueltan con intermitencia.
Siento que pasan años, me siento inmovil, una gran enredadera crece encima mío, me he convertido en el paso del tiempo. ¿Qué será de la gente que amo? De pronto me cubre entera el pasto, me vuelvo luz, universo y galaxias.