Y el tren no vino a la Sierra Norte
Y el tren no vino a la Sierra Norte
Seguimos el relato del maestro Tomás Gismera en “Hiendelaencina, crónicas para una historia” sobre un tren que uniera los pueblos de la plata (Hiendelaencina) y de la sal (Imón, La Olmeda, …) con la linea Guadalajara-Medinaceli. Tras el fracaso de los 5 intentos anteriores, hubo cuatro más:
En 1.865, el “Informe de los Ferrocarriles del reino” de Francisco Coello hablaba la linea de Soria:…
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Calidez en el alma, esa es la exacta descripción que podría dar de mi sentir al estar en contacto con la naturaleza, cómo si estuviese en un lugar dónde verdaderamente pertenezco, un escondite sagrado.
Por el día los árboles me susurran secretos y usualmente de noche salgo a gritar junto a ellos; hemos sido fieles amigos desde hace tiempo, una de mis cosas favoritas en el mundo es abrazarles, compartirles de mi amor.
Tirarse en el pasto es sentir cómo me voy arraigando en cada uno de esos rincones de tierra, el sol nutre mi piel al descubierto y las flores en mi pecho.
Suelo regar esas flores con mi propia agua, mis ojos y ellas son los eternos amigos; debo decir que por un tiempo mis lágrimas eran tan fuertes que las ahogaron, después no parecían querer salir más, pero un día un pequeño gran felino se echo sobre mi pecho comenzando a ronronear, transmitiendo paz y calmando aquellas lágrimas huracán, y a su alrededor comenzaron a brotar las flores más bonitas qué he visto.
El campo ese lugar que en otoño se vuelve tan dorado que a lo lejos te hace pensar que es arena y más allá habrá un mar, y lo hay, pequeños ríos pasan a su alrededor, el sonido del agua golpeando con fuerza y calma a la vez contra las rocas es mi adoración.
Las vías del tren que están en el puente sobre el pequeño mar de aquel pueblo, en las que si das un paso en falso te toca nadar y así puede que llegues al camino de buganvilias blancas y la recurrente área de trabajo de algunas abejas obreras, unas que se posan en ti si no te mueves derrochándote de su dulzura, volviéndote un ser lleno de ternura.
Leyendas de hadas, seres místicos, árboles parlanchines y ese tipo de cosas eran las que me encantaba escuchar de niño, supe que quizás no serían reales de la manera en la que me lo contaron, sin embargo, eso no quitaba el hecho de que pudiese llegar a encontrar algo parecido, esa magia en alguna parte, la he encontrado en mí y mi manera de amar la naturaleza, la sanación que encuentro en estas cosas tan pequeñas y lo mucho que me transmiten, lo mucho que puedo sentir es mi mayor regalo.
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