[Fanfic! Newcob]
Omegaverse.
Omega Jacob Kowalski/Alfa Newt Scamander.
Relación establecida.
Fluff.
Romance.
He estado tan feliz por esto que ahora tengo el cerebro seco y no sé como expresarme, solo... No puedo creer que haya terminado esto luego de tanto tiempo; de tantas quejas y tantos pensamientos sobre dejarlo ৻( •̀ ᗜ •́ ৻)
Estoy feliz por mí y por ti, cariño, por haberme acompañado a través de esto y ser la fuerza que siempre necesité ⸜(。˃ ᵕ ˂ )⸝. Y, aunque esta más que claro todo lo que falta (como la edición, los títulos y resúmenes), aún no es suficiente para desanimarme; he terminado una de las partes más difíciles y eso nadie me lo puede quitar ( ˘͈ ᵕ ˘͈♡)
Entonces, sobre la historia, debo hacer un descargo de responsabilidad (?). Mira, princesa, no digo que no se trate sobre Cachorros, que es la palabra del día, sin embargo, no quise presentar a mis crías Newcob en esta historia porque ellas merecen una mejor introducción. Esta historia fue escrita con todo mi cariño y paciencia (‘. • ᵕ •. `), sin embargo, al estar regida por un guion que yo no hice, me limitó bastante, y mis fanchild son demasiado preciosos como para intentar introducirlos como si no significaran nada para mí.
Lo sé, esta bien si te parece una ridiculez ◝(ᵔᵕᵔ)◜, pero soy yo quien lo esta escribiendo y no me sentiría bien solo haciéndoles aparecer sin una introducción adecuada (•̀⤙•́ )... saldrán al azar una vez les de su debida presentación, no antes ◕⩊◕
Así pues, aunque esto no se trate de crías, definitivamente girará entorno a ellas, por lo que, según creo: ESTO TRATA SOBRE CACHORROS, solo, quizá, no desde la perspectiva más común ଘ(੭◉ω◉)つ
De todas formas, mi amada @drunkenelevator, espero esto esa lo suficientemente bueno para cerrar con esta pequeña historia. Lamento haberte hecho esperar tanto y juro, por mi vida, que definitivamente continuaré con los otros proyectos (つ╥﹏╥)つ
* * *
Mirando al despejado cielo azul e intentando de nuevo calmar sus ansias, Jacob respiró profunda y suavemente. Newt le acarició los rizos oscuros con una pasividad que en diferentes circunstancias conseguían tranquilizarlo en minutos, esta vez, el silencio impuesto por el Omega en el lazo que unía sus almas y el libro al que su esposo no le quitaba la atención; le dio a Jacob la oportunidad de volver a morderse los labios, ansioso e inseguro.
Una brisa fresca lo hizo reaccionar y pensar en que debía estar aprovechando el tiempo libre que la adorada Bunty les dio, encargándose ella del cuidado de las criaturas para que, en especial Jacob, pudieran aclararse la cabeza. La razón de su estrés apenas tenía motivo, lo entendía, aun así, no podía evitarlo
Estudió la densa floresta que los rodeaba, sin dudar en que Newt eligió para ellos el mejor claro del bosque. El aroma de la yerba creciente y la danza pacífica de las copas de los árboles, en definitiva, deberían calmarlo. No lo hicieron. El miedo permanecía. La lógica poco ayudaba. Habiéndoselo repetido incontables ocasiones, cada vez tenía menos efecto.
¡Porque lo sabía, claro que lo sabía! Como Omega Sangre Impura su capacidad reproductiva estaba por encima de la de un Sangre Pura; no cumplía aún los treinta años, la década que se consideraba de mayor fecundidad, y podría, quizá o no, positiva o negativamente, influir el hecho de que su Alfa fuera un mago. Newt le hubo explicado lo que conocía acerca de las diferencias fisiológicas entre Alfas magos y muggles, concluyendo en que no habría ninguna razón por la que no fueran compatibles con Omegas mágicos y no mágicos, —en el caso de Alfas muggles. Las dudas en ese sentido, si acaso, radicaban en la cantidad de sexo que habría entre ambos antes de que ocurriera un embarazo.
Sin embargo, el número de sus encuentros era la última de las preocupaciones del Omega. Aún existía el miedo de la poco generosa fertilidad Omega, su edad y su Alfa. Habría aceptado abandonar su sueño de tener cachorros si no existiera la posibilidad de procrearlos con Newt, puesto que los datos de los hijos de Alfas magos y Omegas muggles no era de fácil acceso y ningún mago o bruja lograron darle alguna referencia de que podrían conseguirlo —lejos de anécdotas cuya veracidad sería imposible de comprobar—; Jacob esperaba, preocupado, el que la lógica ganara y que pronto quedaría embarazado, si no lo estaba ya.
De reojo, observó a Newt. Si bien Jacob cerró su lado del vínculo para que él no se preocupara por su enloquecedora angustia y no recibía sino calma del lado de Newt, por cuanto el hombre aparentara tranquilidad, Jacob lo conocía mejor. No solo por el grato y bienvenido incremento de su actitud posesiva que, desde el celo de Newt, creció al punto en que el mago no permitía que absolutamente nadie aparte de él tocara a Jacob. Mimándolo tanto que ya pocas veces salían de casa sin que rogara por la marca especial de Newt; también se trataba de las escasas tareas hogareñas y para con las criaturas que le permitía hacer. También el aumento de obsequios y un trato amoroso que pronto volvería a Jacob un Omega malcriado:
Newt se sentía tan preocupado como Jacob.
Ambos deseaban cachorros, ese uno de los primeros acuerdos que se hicieron antes de compartir un celo. Imaginarse siendo el núcleo de una gran familia con muchos niños que compartieran el mismo amor que Newt por las criaturas y que, a su vez, tuvieran la valentía, la ternura y la calidez de Jacob; se convirtió en un escenario que llevaban un año persiguiendo y que, pese a todas las buenas razones que indicaban la tardanza, el no conseguirlo tras ese lapso los hacía vulnerables y nerviosos.
Los números a favor de lograr esa gran familia, radicaban principalmente en las probabilidades de Jacob para tener gemelos o mellizos. A razón de que su abuelo tenía un mellizo y la madre de Newt una gemela, la ilusión de Jacob se elevaba hasta la luna. El solo pensar en un par de cachorros idénticos con los ojos y las pecas de Newt, dibujaba en los labios de Jacob la sonrisa más anhelante y feliz.
Girando sobre el abrigo de su Newt que lo separaba de la hojarasca, sintió una de las grandes manos acariciándole con pereza desde el hombro a la cintura y, una vez cambió de página, aquel recorrido se detuvo en su estómago, creando un punto desde donde un calorcito suave y delicado comenzó a cubrirlo. Newt siempre hacia eso, incluso antes de saber lo mucho que pudo incomodar a Jacob, cuya vida rodeada de reclamos por no ser un Omega delgado como los demás, terminó al poco tiempo de ser tomado por su hermoso hombre mágico.
Protegido, cuidado y consentido, Jacob colocó su mano sobre la de su esposo.
Reconocía que ninguna de sus preocupaciones aumentaría su fertilidad, sin embargo, tener cachorros con el hombre de su vida derretía su corazón y convertía a su cerebro en pudín. Niño o niña, Omega o Alfa, ambos o solo uno, los detalles carecían de interés; Jacob anhelaba tenerles entre sus brazos para adorarlos, amarlos y mostrarles al mejor padre que pudieran desear.
—¿Newt, bebé? —Atendiéndolo de inmediato, Newt hizo a un lado su entretenida lectura para darle toda su atención. Sus ojos verdes revisaron a Jacob buscando la menor señal de lo que pudiera molestarlo—, ¿podrías… podrías olerme y buscar algún rastro? —Su Newt le sonrió con tranquilidad, asintiendo de inmediato.
Aun si el mago lo revisaba cada día y a pesar de conocer el resultado, Jacob todavía quería escucharlo, el que Newt lo consintiera sin dudar un segundo solo para hacerlo sentir mejor, surtía siempre el mismo efecto, apaciguando sus nervios durante un par de horas.
Newt lo ayudó a sentarse, luego se hincó entre sus piernas. El collar que Jacob usaba para proteger y resaltar sus marcas de unión, hecho de delgadas tiras de cuero castaño con broches y cierre de oro, cuyo intrincado diseño entretejía pequeños rubíes y cuatro óvalos perfectos de resistente cristal para mostrar y proteger sus marcas; se encontraba ya libre de la camisa o el saco, ambos abiertos por el propio Jacob. Encontrándose el camino despejado, Newt se entregó a su tarea como el hombre que respira después de casi ahogarse.
Jacob, soltando una ligera risa, se vio obligado a asirse de la cintura de su esposo para no caer de espaldas. No planeaba quejarse, amaba saber cuán desesperado se sentía Newt por tenerlo bajo su nariz. El hermoso hombre mágico apenas guardaba la compostura, aun si pretendía esconder su necesidad cerrando su lado del vínculo, Jacob conocía cada detalle de ese atractivo rostro, y en su vida tendría suficiente de ver lo mucho que podía enloquecer a Newt.
Besos ligeros en su cuello derritieron al Omega, suaves lamidas lo hicieron temblar. Suspirando al oído de su esposo, Jacob se relajó, disfrutando de la atención y el esmero de su Alfa. Inhaló el aroma que irradiaba, se cubrió con su calor; la paz regresaba conforme reconocía a Newt como el lugar más seguro del mundo. El hombre que lo protegería a él y a sus futuros cachorros. Pronto, sin embargo, aunque Newt se negó a separarlos, dio por terminada su búsqueda.
—Bonito… —murmuró al oído de Jacob, su voz rendida anunció todo lo que ambos ya sabían.
—Esta bien, cariño, esta bien. —Newt se alejó lo suficiente para encararlo, su rostro preocupado fue sostenido por las cálidas manos de Jacob.
—¿Lo esta, realmente?
—Tanto como puede estarlo, bebé. Aún tenemos mucho tiempo para seguir intentándolo, ¿verdad? —Newt asintió contra sus palmas, dedicándole una débil sonrisa. Gesto que muy poco fue del agrado de Jacob; él se encargó de arreglarlo enseguida—. Además, ¿puedes decirme que ya te cansaste de intentarlo? —Newt lo derribó, con un gesto travieso y una sonrisa de diversión que hundió en su pecho.
—¡Absolutamente no!
Jacob le acarició el cabello, pasándole algunos mechones detrás de la oreja le provocó una ligera risa, apaciguando cualquier aprensión. Newt lo estrechó con fuerza, inhalando su aroma a través de su camisa, la tranquilidad le suavizaba las firmes líneas de los hombros y la espalda. Besándole en la cabeza, mantuvo los mimos hasta que en su hombre mágico no hubo sino los mínimos rastros de ansiedad, que ninguno eliminaría por completo.
—Deberíamos volver, cariño, me siento mejor ahora y la pobre Bunty necesitará ayuda. —Newt asintió a sus palabras, y sin liberarlo, buscó su reloj de bolsillo—. ¿Cuánto hemos estado aquí?
—Casi tres horas.
—Bien, definitivamente tenemos que irnos.
Ninguno se mostró reticente, ambos reconociendo que se habían tomado demasiadas libertades con la amabilidad de la pobre mujer que, si bien les dijo que se tomaran el resto del día, Newt y Jacob acordaron sin palabras ocupar solo un par de horas, a sabiendas del trabajo por hacer; en especial la atención extra para con sus recientes invitados.
—¿Estás listo? —preguntó Newt, ayudando a su esposo a levantarse.
—Por supuesto.
Newt los Apareció en el callejón más cercano a Sherringford Square. Jacob, que no lo calificaría jamás en su vida de un viaje placentero, de un modo inesperado le provocó esta vez tal nivel de nauseas, que tan pronto aterrizó sobre uno de sus pies, halló la pared para sostenerse y devolver su almuerzo con un par de arcadas. La sorpresa, el malestar y el sabor lo hicieron temblar. Un sudor frío le recorrió la frente mientras Newt se encargaba de usar un hechizo para limpiarlo y acariciarle tiernamente la espalda. Por dios, pensó Jacob, eso ni siquiera sucedió en el primer viaje.
—Estoy… Estoy bien —murmuró, intentando detener a su esposo, que ya le revisaba el pulso y las pupilas, pálido al igual que Jacob—. Fue solo —carraspeó, conteniendo una nueva arcada—, solo un mareo en un mal momento. —Él, de hecho, no mentía, su cabeza se aclaraba y los estremecimientos menguaban con rapidez.
Newt no le creyó sino luego de terminar su examen, pues tampoco es como si antes no hubiera sucedido algo similar. La preocupación, sin embargo, se mantuvo a través de su conexión.
—¿Puedes caminar, bonito? —Pero igual Newt sostuvo sus manos, Jacob se soltó y se asió a su brazo izquierdo, sonriéndole ligeramente.
—Puedo, y ahora vamos a casa, ¿sí? Quiero lavarme los dientes.
Si Newt se resistía a separarse de su lado antes, en ese momento Jacob entendió que en adelante sería el doble de imposible. No obstante, en un grado similar él tampoco deseaba que Newt lo abandonara por mucho tiempo, y aquel repentino acto aumentó la necesidad de tenerlo a la menor proximidad posible.
Al llegar a casa, Newt le ayudó a subir las escaleras y, esperando a que se lavara los dientes, ninguno dio señal de que alejarse sucedería pronto. Para ambos, ese era un comportamiento perfectamente lógico y absolutamente práctico. Con las manos de Newt a su alrededor ambos descendieron las escaleras y alcanzaron el sótano, donde una prodigiosa Bunty cambiaba las vendas en la pata de un crup, cuyas colas no dejaba de moverse bajo sus atenciones cuidadosas. El crup ladró feliz al verlos.
—¿Sucedió algo? ¿No es muy temprano para que regresen? —cuestionó Bunty, mirándolos y terminando de atar la venda.
—Todo esta bien, Bunty, gracias, me siento mejor ahora. —Jacob, siendo aún seguido muy de cerca por Newt, se acercó al alegre crup, quien le lamió el rostro y saltó sobre sus patas traseras para intentar trepar sobre él—. Hola, compañero, ¿cómo te estás? —¿Por qué la mayoría de los magos creían que los crups odiaban a los muggles? No lo entendía.
—¿Labhra y Muir salieron para comer? —dijo Newt, quitándose el saco y doblando las mangas de su camisa, Jacob lo imitó tan pronto el crup se alejó para perseguir a una pluma rosa de fwooper.
—Me temo que no, Muir sigue durmiendo, aunque la infección de su ala ha mejorado bastante, y Labhra… bueno, no puedo verla, pero su comida sigue ahí, solo he estado vigilando que nadie se la quite —respondió Bunty, guardando los utensilios del botiquín.
—Iré primero con Muir, es un hipogrifo demasiado joven y no esta domesticado, si no come a su hora algo malo podría pasar. —Tanto Jacob como Bunty asintieron a lo dicho, pues si bien no hubo antes un incidente parecido, confiaban en los conocimientos de Newt. Ya preparado, Jacob se adelantó a decir:
—Bien, entonces me encargaré de Labhra, iré a…
—¡No! —gritaron Newt y Bunty repentinamente, con tal preocupación y certeza en sus voces que Jacob se detuvo en su lugar, paralizado.
Jacob pudo haber esperado el reclamo de Newt, su esposo preocupado y siempre atento a que no volviera a ponerse en peligro, aún si él y Labhra, la dulce thestral, habían encontrado en poco tiempo una grata convivencia. Lo que le sorprendió tanto como a Newt, fue el grito de Bunty, la buena e inteligente Bunty; la Beta empática y graciosa con la que Jacob se encariñó rápidamente; tenía en el rostro gestos idénticos de preocupación y necedad que Newt.
—Yo… Yo solo… No quiero que te lastimen, Jacob —ella intentó aclarar, sonrojada y sin dar ningún indicio de que haría retroceder sus palabras, manteniendo sus gestos, ahora tercos y avergonzados. Newt, por supuesto, ni siquiera fingiría explicar su razonamiento.
—Oh —susurró Jacob. De repente nada extrañado. Oh, de hecho.
Oh.
Bueno.
Mierda.
Fue como si una chispa encendiera la luz de la razón en la mente de Jacob y días y semanas de comportamiento extremadamente mimado, cercano, protector, posesivo y el último incidente antes de llegar a casa culminaran en la resolución más grande que alguna vez haría un simple Omega muggle repostero. Tembló. Su respiración se hizo pesada. Su piel se erizó, palideciendo en un segundo. Le fallaron las piernas. Newt lo atrapó entre sus brazos y Bunty invocó una silla. La preocupación de su esposo y su amiga le dieron la fuerza para hablar.
—Llama a un médico. —Su elección de palabras no facilitó la reacción a la escena.
—¡¿Gulshan o Kohaku?! —pregunto Bunty a Newt, tan agitada que parecía a punto de desmayarse.
—¡Ambos! —exclamó Newt y Bunty se Apareció enseguida, a su partida quedó Newt, que parecía a punto de morir.
Jacob sintió su agarre feroz en los hombros y observó en los ojos verdes una preocupación nunca antes vista. De no estar su mente a mitad de un colapso, habría aprovechado la oportunidad para halagar al atractivo hombre. En tanto, no obstante, las alarmas constantes resonando en sus oídos y el descubrimiento que podría darle un giro a la vida tal como la conocía, limitaba con una simpleza aterradora cualquier otro pensamiento.
—¿Jacob, Jacob? ¿Cariño, qué sucede? Por favor, dime qué pasa. —Sin el control suficiente sobre su propia boca, Jacob tomó lentamente una de las grandes manos y, envolviéndola entre las suyas, le acarició el dorso y los huesudos dedos.
—Yo… creo que…
El sonido crocante de una Aparición lo detuvo. Bunty había traído al medimago Gulshan y la sanadora Kohaku; ambos en pijama y con varitas en mano, ceños fruncidos y aromas amenazantes. Ambos, por fortuna, tuvieron el tiempo para reconocer a Bunty, no luchar demasiado para ser transportados y aceptar el trabajo en cuanto estudiaron a la angustiada pareja. El cabello castaño y liso de la sanadora fue torcido en un apresurado moño, mientras el medimago se recogía las mangas.
—Señor Scamander, por favor, vaya al pasillo, nos encargaremos desde aquí —pidió la sanadora.
—Bunty, querida, ven; procura que ninguna de estas criaturas nos muerda —dijo el medimago, con voz gruesa y amable.
Puesto que Newt se resistió a abandonar a Jacob, Bunty intentó convencerlo mientras lo llevaba hasta la puerta; al regresar se ocupó de mantener a salvo a las curiosas criaturas y de tranquilizar a aquellas que se vieron sorprendidas por la repentina aparición de personas a quienes muy pocos de ellos conocían.
Por su parte, Jacob, que apenas tuvo antes la posibilidad de ver la destreza y la habilidad de un medimago, fue rodeado, no menos de tres minutos después, de media docena de líneas ilegibles a las que de ninguna forma hallaba sentido y acostado en una camilla que se formó suavemente a partir de su propio asiento. Los dedos fríos de la sanadora apenas y lo tocaban, luego murmuraba hechizos, haciendo aparecer más de esos extraños dibujos.
—Muy bien, señor Scamander, necesitaré una lista de cada uno de sus síntomas —solicitó el medimago, ya con pluma y papel en mano.
—Aunque, por lo que se ve… —susurró la sanadora Kohaku, frunciendo el ceño al leer lo que le indicaban las vaporosas líneas y sus vívidos colores.
Jacob, aturdido, enumeró cada acontecimiento que creía relevante. Para su pesar, diciéndolo en voz alta una parte de él señaló cuánto pudo haber exagerado, cuánto pudo haber confundido un par de síntomas solo porque una parte de ellos respaldaba la existencia de uno de sus mayores deseos. Los Omegas, Puros o Impuros, no mostraban la variedad de síntomas que los Betas, por lo que incluso sus malestares aislados pudieran no ser realmente un conjunto o señal alguna. Para cuando terminó, un rubor de vergüenza le cubría las mejillas. Se llevó las manos al estómago e hizo el rostro a un lado, mordiéndose un labio pensó en las palabras correctas para disculparse por el alboroto.
Seguramente los médicos serían lo bastante maduros como para no señalar su dramático sentir o el tiempo que les hizo perder, pese a ello, nada impediría que Jacob no se sumergiera en esa emoción negativa durante un tiempo. Peor aún, durante casi tres meses la angustia de no alcanzar esa meta lo volvió susceptible a la negatividad y a la tristeza, ahora que incluso hizo llamar a los médicos para obtener la confirmación de los resultados negativos, Jacob se ahogaría.
—Todo esta bien, señor Scamander —susurró el medimago Gulshan y, casi palmeándole las manos para dale un poco de confort, se detuvo; no así la sonrisa apacible en su rostro oscuro.
—Señorita Broadacre, por favor, haga llamar al señor… —Newt abrió la puerta en ese instante—. Oh, pues bien. —Jacob obtuvo de su esposo un rápido beso.
—Sí, perfectamente normal —dijo el medimago, con humor en su voz. Jacob quiso preguntarle cómo se veía tan alegre sintiéndose él tan miserable y sin fuerza. Newt envolvió sus manos con palmas cálidas y rasposas, dándole cierto consuelo.
—¿Qué es ‘perfectamente normal’? —profirió Newt.
—Usted y su Omega, señor Scamander —comenzó la sanadora—, cada uno de los síntomas que relata su esposo, en concordancia a nuestros resultados, son los de una pareja Alfa y Omega regulares.
—Nada fuera de la norma, es bastante común en realidad, considerando el aroma de su esposo; el embarazo siempre es especialmente difícil de detectar si su Omega posee un aroma tan dulce. —Bunty fue la primera en reaccionar, cubriéndose la boca y dando pequeños saltitos que hacían bailar a sus trenzas.
Las mentes de Jacob y Newt tardan un poco más en resolver el complicado acertijo pronunciado por el medimago. Las palabras tomando sentido despacio. Muy despacio. Lento y sin prisas, como si intentaran saborear el momento; aprender y recordar cada emoción; sentirse el uno al otro enviándose y recibiendo una marea de ideas imposibles, de sueños improbables que, finalmente, haciendo estallar la burbuja de los sueños, brillaba ahora con la realidad. Su realidad.
—¿Es cierto? —preguntó Newt con voz titubeante, mirando a la sanadora Kohaku. Ella asintió—. ¿De verdad? ¿Esta seguro? —El medimago, manteniendo su sonrisa tranquila, también asintió.
Las lágrimas fluyeron de los ojos de Jacob tan pronto como Newt se abrazó a su cintura, llorando en su cuello y susurrándole una alegre letanía de agradecimientos y palabras de amor. Jacob, correspondiéndole con la misma intensidad, se aferró a su espalda, usando cada gramo de su escasa fuerza para mantenerlo ahí, consigo, por el resto de su vida.
—Serán los cachorros más hermosos y amados de todo Londres —afirmó Bunty, también con lágrimas ya cubriéndole las mejillas.
Jacob sonrió al oírla, no podría estar más de acuerdo.
* * *
Ah, no obstante, lo que sí hice fue introducir dos OCs ( ≧ᗜ≦). Ellos aparecerán cada vez que lo necesite porque soy demasiado perezosa como para hacer nuevos OC, así que ya habrá tiempo de conocerlos.
También espero que esta cosa tenga sentido y no se sienta demasiado apresurada (o mal escrita o un asco en general), aunque es el capítulo con más palabras de esta pequeña historia. Y sí, ya noté que no tiene smut, pero no pensé que hubiera hecho falta aún si estaba en mis notas el hacer uno pequeñito...
En fin, he dicho antes todo lo que tenía qué decir y creo que ha sido suficiente ( ⓛ ω ⓛ ).
Muchas gracias por leer.
∧,,,∧
( ̳• · • ̳)
/ づ♡ I love you...
7 notes
·
View notes
Reflexiones de una treintañera
Aquí estoy, con 30 años a mis espaldas y una sensación de desdicha que parece no abandonarme. ¿La causa? Los hombres, por supuesto. Hace apenas dos meses que corté con mi ex y desde entonces mi autoestima está por los suelos, mi ego parece haber sido pisoteado por un elefante y la humillación me sigue a todas partes como una sombra, gracias a mis experiencias desagradables con el sexo opuesto. Pensé ingenuamente que a esta altura de mi vida estaría más resuelta, pero parece que los idiotas siguen apareciendo para recordarme en qué aspectos aún debo trabajar. Es curioso cómo, a pesar de condenar el maltrato, el mal humor y la indiferencia masculina, sigo permitiéndoles entrar en mi vida y hasta los disculpo por sus acciones.
Mis reflexiones surgen de dos episodios recientes, ridículos y dolorosos:
En el primero, salí a divertirme y conocí a un chico que parecía cumplir con todos mis criterios de "amigo para la noche". Decidimos, entre brumas de alcohol, ir a su casa. Pero, ¡sorpresa!, en su casa olvida hasta mi nombre e ignoró olímpicamente todos mis límites. ¿Resultado? Me siento como como un trapo de piso al amanecer.
La situación dos no fue mucho mejor. Similar, pero con matices diferentes. Conocí a un chico que parecía ser justo lo que necesitaba: amable, sensible, comprensivo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que la bondad a veces es solo fachada. En nuestro segundo encuentro, ni siquiera trae ni un mísero forro. "Yo tengo", le digo. Se los paso. "No hagamos boludeces", le advierto. Pero en medio del calentón, ¡zas!, adentro va el amigo sin protección. Yo digo "no" y él dice "un ratito". ¿Otra vez? Mi pasividad me llevó a dejarlo pasar. Y, otra vez, terminé sintiéndome despojada de toda dignidad.
Y para rematar, descubro que el tipo tiene fama de casanova entre nuestras amistades. Resulta que este chico, según algunos rumores, no es precisamente un caballero. “¿Con quién me metí?” Me pregunto, mientras comparto esta preocupación con dos amigos en medio de la noche.
En fin, cuando retomamos la charla, después de unos días de ausencia de su parte (porque el susodicho desaparecía más que una brújula en el Triángulo de las Bermudas), decidí sacar el tema del forro. Al principio, admito que lo hice con un toque de hostilidad, porque entre esta situación y otras similares, ya tenía la olla a presión a punto de estallar. Pero la conversación dio un giro interesante: terminamos en un "bueno, fue una lección para ambos, amigo, porque aparentemente yo también necesito aprender sobre autocuidado y límites" (sí, una vez más, la misma pelotuda evitando incomodar). Y de paso, le solté la sopa sobre mi catarsis con los chicos, basada en esos rumores que circulaban. Quería ponerlo al tanto, ¿qué podía salir mal?
Pues resulta que sí, algo salió mal. Se enojó como una pava y comenzó a soltar veneno por la boca, acusándome de hacerme la víctima, de no tener por qué justificarme, de haber actuado mal... ¿En serio? Ahí es cuando esa agresividad pasiva te da una patada en el estómago. Entonces le propuse: "¿Te parece que lo hablemos cara a cara en mi casa?". ¿Su respuesta? Un rotundo no. Plot twist: ahí estaba yo, sintiéndome como un zapato usado, rogando por perdón, mientras él, pobrecito, se sentía ofendido y dolido. ¿No es la vida maravillosa?
En fin, ¿qué saco de todo esto? Bueno, por un lado, la ironía de que, a pesar de todo, seguimos disculpando a los hombres, como si fuera nuestra obligación. Si no les agradamos, ¡nos mandan a la hoguera! Y, lo peor de todo, es que me encuentro culpándome a mí misma. Parece que muestro más compasión hacia los hombres que hacia mí. Por otro, esto me llevó a confirmar que a los 30 aún no tengo mucho resuelto. Veo claramente cómo ambos episodios me llevaron a una dolorosa reflexión: a los 30 años, mi amor propio parece haberse extraviado en alguna de mis carteras, en alguna de esas noches, en alguna disculpa excesiva. Como ese bálsamo labial que nunca encontrás cuando más lo necesitas. Debe estar por ahí, enterradito, pero siento que está empezando a resurgir o a latir de nuevo.
Pero no más. Llegó el momento de cambiar el juego, de reescribir la narrativa. Sospecho que el problema no radica en el amor, sino en el miedo. Me aterra la idea de estar sola, de no ser suficiente, de ser ignorada o lastimada. Sin embargo, es hora de tomar las riendas de mi vida y comenzar a amarme lo suficiente como para no tolerar ningún comportamiento que me dañe. Es momento de transformarme en una mujer que se ama lo suficiente como para no dejarse pisotear por nadie.
Primer paso: reconocer la seriedad del problema. Segundo paso: llamar a Patricia, mi psicóloga de confianza. Ya vengo.
4 notes
·
View notes