POEMAS DE MONTSERRAT ÁLVAREZ PARA NO PERDER.
Los relojes se han roto
En estos días de paro armado y carestía,
días de microbuses atropellados y de comensales
engullidos,
cuando hay tanta cerveza por beber,
en estos días, digo, en estos días,
la sangre y la cerveza derramadas
se suben a la frente con más sed.
En estos días en los que la muerte
es un adorno más para la vida,
las horas del futuro se han venido al presente;
los relojes se han roto, o se los han robado.
Ars poética
La poesía debe ser como el amor,
asunto raro de bichos raros de largos dedos
sensitivos
La poesía debe ser como el amor,
refinada y violenta
y que haga daño y muerda
sin llegar a romperse
ni a romper
Pero a veces la poesía debe llegar más lejos
que el amor
y más lejos que todo
Y romper cosas
En Lima
En Lima no existen los perros anónimos
Todos sabemos sus nombres, sus caras y sus sonrisas
Los locos son nuestros camaradas en las calles de Lima
Caminan a nuestro lado, y hombro con hombro, y diente
con diente
En Lima hay un callado policía en cada esquina
y nadie sabe lo que alberga en su negro corazón secreto
En Lima muchos sabemos que las cosas también se
mueren,
que se extingue humildemente su pobre vida servil de cosas
En Lima todos sabemos que otros van a morirse mucho
antes que nosotros,
y que con sus ojos en los nuestros dirán:
“Hasta nunca”
En Lima los gallos cantan demasiado temprano, y bajo las
veredas hay ocultas
sábanas heladas como la noche de los hermosos cuerpos
solitarios
y las nubes son cúpulas de mármol en el horizonte
de los días de invierno
En Lima todos sabemos del sonido preciso del rechinar
de dientes, y hemos nacido cobardes hasta la
médula de los huesos
En Lima los microbuses llegan siempre cuando ya es
tarde y traen historia de fracasos en cada letra de
su recorrido
y nosotros nos sentamos para olvidar los paraderos y
meditamos en silencio y sin mirarnos a la cara,
porque en Lima
cada uno es poeta, y baila con su sombra como
única pareja, y prepara en secreto su voz de
medianoche.
Anacreóntica
El dulce licor que duerme en las cavas,
antes de convertirse en palabras sagradas
o en juegos de amor perversos,
de intolerable voluptuosidad,
antes de convertirse en electricidad en la garganta
del rey o el pordiosero,
sueña con grandes deleites y misterios,
con banquetes y desenfrenadas poesías,
con mares, con crepúsculos, con dientes y con lenguas
En el secreto abismo subterráneo acaricia su sexo
de fluida e insondable perfección
como un silente océano de fuego
El dulce licor que duerme en las cavas
alberga las palabras de un diablo cruel y alegre,
y por eso, en el hombre que lo beba,
hará nacer un ansia de intrépidos placeres
Del antiguo demonio que lo puebla
florecerá la risa depravada en el vientre
del más pobre y cobarde bebedor,
llenando hasta los bordes su trémula consciencia
como canto nocturno que se alce en las entrañas
de la tierra, o maldita y prohibida ceremonia
llena de blasfemias bellas y terribles
Y a nadie negará el dulce licor albergue
en su sombrío palacio: iguales ante él serán
buenos y malos, míseros y ricos, necios y sabios
–pues, como la Muerte, a nadie desdeña–
El dulce licor que duerme en las cavas
y sueña con carcajadas, con máscaras y con guerras,
conocerá glorias y desdichas, llantos, triunfos y risas
A muchos míseros regalará el don de quemar sus vidas
tan insensiblemente, de tan veloz manera,
que un día en su corazón confundirán
su última copa con aquella primera
que tomaran tanto tiempo ha
Nacerá el dulce licor imbuido de negra potencia
Erguido emergerá de su honda caverna,
desplegando sus alas hacia la implorante avidez de la tierra
Al mundo entregará en cándidos chorros
el prodigio recóndito del alma
que le insuflara ángel o demonio
para hacer
oro del estiércol y estiércol del oro
Le buscará aquel que nada teme, y también el cobarde
recurrirá a su magia revestida
por jaula de cristal, y al último,
al leproso,
al idiota, al ruin, al loco, al peor
de todos, a aquel de quien no se cuidan
ni los cielos ni la tierra, y sólo a él,
al que nada posea, ni siquiera
la mirada de otro mortal, ni pueda
ya caer,
obsequiará el más raro y secreto de los cielos
–ese horrible misterio que unge al triste mendigo
con la invisible gloria del abismo
Compañeras
La amenaza del amanecer
nos persigue, a mí y a esta mujer
Pende como una espada de Damocles
sobre nuestros pescuezos
Huimos de un bar a otro, de una sombra a otra
Esta mujer –no sé si ya lo dije–
está ebria,
completamente ebria,
y yo también
Tiene la borrachera de la locura metida en sus venas negras,
y me la ha contagiado,
aunque no siempre lo lamento
–luz subterránea–
Ríe, llora, folla
Abre su vagina a cuanta verga
pasa ante sus narices
Yo sé de su tristeza
De ella dicen: la Noche,
la Noche eterna
Cuidado
Afuera el canto del gallo enciende la madrugada
como un río de sangre de neón encabritado
Afuera la oscura atmósfera se sobresalta se agita
hendida por el silbido simultáneo de las fábricas
rasgado agudamente su tejido / por los primeros ómnibus del día
convulso su silencio trasnochado / por los potentes gritos de las aves
Afuera los perrosparias enderezan su osamenta mirando los muladares
siendo pateados sus huesos por matronas putrefactas que a toda costa defienden
su kioskito, sus mesitas, su espeso hedor perezoso
de pescado corrupto refrito en grasa rancia,
alegre desayuno de estómagos paupérrimos
También yo he despertado para siempre,
después de un sueño revelador, señores míos,
con los ojos tan abiertos que ya nunca podré cerrarlos
con los cabellos tan erizados como el lomo de un gato enfurecido
con los senos erguidísimos como cúpulas-estandartes
con la hipertensión necesaria para enfrentar 70 inviernos juntos
Aspiro la verdad que ha horadado mi frente la bebo a grandes tragos
Huid de mí los que vivís en el engaño
de las paredes protectoras cubiertas con bellos cuadros
de las palabras rimbombantes sin consecuencias peligrosas
Cuidado
ahora me revuelvo contra todos vosotros
contra el oprobio y la vergüenza de ser como vosotros
con los dientes famélicos del perro muerdo la gruesa pierna que lo ultraja
Cuidado
ahora me levanto, apartando las sábanas;
con mi cuerpo blanquísimo y desnudo
rompiendo la penumbra de mi cuarto cerrado con tres llaves,
Voy a abrir las ventanas y las puertas
Voy a abrir las ventanas y las puertas
El profesor Bernheim
Había un profesor llamado Bernheim
Le gustaba mostrar a sus alumnos
─entre ellos se sentaba el joven Freud─
un raro experimento:
hipnotizaba a un hombre
para que hiciera algo sin sentido
media hora después
La clase continuaba
y al llegar el momento
el hombre obedecía
la orden del profesor
pero justificándose
mediante alguna excusa racional
Podía tratarse de una excusa tonta
Lo importante es que fuese racional
Para ti la razón es sólo eso
Nunca irás más allá
Funcionas racionalmente y te crees cuerdo
Imaginas que ves cosas reales
porque las ves con los ojos abiertos
y a cada paso tuerces el destino
cumpliendo las palabras sin sentido
de tu profesor Bernheim
Era un experimento fascinante
pero dejaba a todos una extraña inquietud
y el mismo profesor sentía un breve espanto
que los aplausos pronto
lograban disipar
Para ti la razón es sólo esto
Soñar que estás despierto
Vivir fotocopiando gestos huecos
como un hipnotizado
y abrir los ojos el tiempo de un suspiro
tu suspiro final
Escucha
Escucha, pues es conveniente,
lógico y de sentido común
que en nada consideres mis poemas
ni mis transidas horas
Un poeta es la sombra de una sombra
Nada es excepto un sueño
A veces se arrastra por los edificios de oficinas
como corrector de textos, lustrabotas o portero
Las musas le visitan a horas inadecuadas,
haciéndole perder más de un empleo
Tropieza en las aceras, derrama las salsas, se mancha
de vino y de café, mastica
con la boca abierta, es monstruosamente necio
e indeciblemente perverso
Fuma y bebe en exceso
¡Es exageradamente torpe, amigo mío!
Nada tiene para darte, excepto
ciertos paganos esplendores de edades más luminosas, tal vez,
de cuando la luz de los astros
atravesaba los vitrales del Medievo
o de cuando en los bosques de Grecia
aún resonaba la lira de Orfeo
y, por supuesto,
más de un problema, y nada de dinero
Fórmula de la felicidad
«Vivere, Galio frater, omnes beate volunt».
Séneca.
Será preciso no poseer mirada
Será preciso callar cuanto se pueda
Ciertas palabras desembocan siempre
en lo que la palabra no domina
Os mantendréis derechos en la ruta
Evitaréis mirar a los costados
La disciplina os será necesaria
sólo hasta ser moldeados por el hábito
Haréis uso de voces astringentes
Comprenderéis que nada es importante
Os deberéis mover a vuestras anchas
como en estado de apacible alerta
Seréis inteligentes como nadie
a fin de no ceder ilusamente
a los engañabobos y promesas
de cuanto ofrezca mucha intensidad
La mucha intensidad en el placer,
igual que en el dolor, es enemiga
de la felicidad inteligente
Falsas son las ofertas de su terrible dicha
Si la Vida os dirige una mirada
demasiado directa y penetrante,
desviaréis los ojos cortésmente
diciendo «Señorita, estoy casado»
Y si en la calle os interpelara
alguien a quien quisierais llamar prójimo,
desconfiad enseguida: es vuestro corazón,
no ese hombre ni el mundo, quien flaquea
Después todo os será fácil e inevitable
Cuanto os resultase arduo en un comienzo
os hará sonreír condescendientes
ante el tonto que fuisteis, y que ya no seréis
Será preciso creer lo que convenga
y desterrar lo contraproducente
Método y seriedad en esta práctica
harán del ser feliz algo automático
Si las ideas poco convenientes
intentan seduciros con sus mañas,
considerad que lo único sensato
es usar las ideas, no servirlas
Los engranajes de la maquinaria
de la felicidad mecanizada,
cuando correctamente programados,
borran del operario lo falible
Será preciso no albergar espíritu
Será preciso no alimentar un alma
Dormiréis mucho más de ocho horas diarias
De hecho, será preciso, a todos los efectos,
que no volváis a despertar jamás
Poema nostálgico para N. B.
Llegabas con el rostro agrio y desagradable
de quien juzga y condena al rebaño –¡nosotros!–
de ignorantes henchidos de indigesto saber
(quizá era exasperante, en realidad:
tanta ciencia, y tan poca)
«Extraño personaje», según me dije a veces
por aquel tiempo, en medio
de las categorías y los diálogos,
para entretener mis fatídicos ocios
La atmósfera era gris en el rumiar de los minutos
y dabas manotazos de ahogado en el tedio:
«¿Qué opinan de esto? ¿Qué piensan de aquello?»
Digo mal: en verdad, no te aburrías
¡Tanto desdén y, sin embargo, tanta fe!
Esto era de lo más curioso
Y así pasaste, como pasa el tiempo
–el pequeño, prodigioso enigma
de otra vida humana–, por mi vida
Contemplé este fugaz tránsito tuyo
con indiferencia en su momento
y sin embargo
Y, sin embargo, ahora he recordado
He recordado, por feliz asociación de ideas,
lo que posiblemente no recordarás nunca:
tantas insólitas posibilidades
¿Y si hubiera hecho esto?
¿Y si hubiera dicho aquello?
¿Y si te hubiera confiado…?
¿Y si…? ¿Y si…?
–ved cuán singular es la existencia humana,
cuán rica en potencia y cuán pobre en acto–
Llegabas en un tosco blue-jean, siempre fumando
Un rostro desdeñoso, agrio, severo
Era imposible en él una sonrisa
En una tarde gris me preguntaste
–el pasillo bullía de alumnos liberados–
cuál era mi opinión sobre Aristóteles
Debes recordar esto
«Prefiero a su maestro», respondí
Y entonces sucedió algo extraño y perfecto
Dijiste: «Yo también», y sonreías
Y, ¿cómo te diré esto que te digo?
Nos separamos al llegar a la escalera
–la timidez, el hábito, el orgullo–
He recordado esa tarde gris de otoño
–(me molesta el banal encanto de esta frase)–
no tanto con nostalgia de esa tarde para sí (ríe
de mi jerga hegeliana, si quieres)
cuanto de lo que ella era en sí
antes de separarnos por distintos caminos al alcanzar la escalera
–tú al salón de profesores y yo a la hemeroteca–
Nos separamos –como lo hacen todos
permanentemente, en medio de las breves
horas de la vida–
al llegar a la escalera
Y antes del azar o de la volición de aquellos pasos,
esa tarde era en sí, y ya no es
–pues las circunstancias, al cambiar, destruyen
no tan sólo el ser en acto, sino también la potencia–,
otras tardes parecidas, o distintas
Era una tarde gris que ahora recuerdo
no tanto con nostalgia de lo que ella fue
cuanto de esas otras tardes que tú ignoras
porque sólo pudieron haber sido
Hago de ella un símbolo
de la extravagante condición humana,
que en cada realización de lo posible
genera lo imposible, aniquilando infinitos,
por siempre incógnitos mundos,
enterrando en el pasado inconquistables futuros
Tomates
¡Tomates! ¡Tomates! Hijos de la sangre
Grandes nabos, blancas
fibras de la luna
Espléndidos apios, locos de remate
Amo vuestra dulce vocación canora
de llenar de bocas más de mil y una
en la oscuridad de las altas horas
De verdes anhelos está llena mi alma
–de jugo de berros, de sangre de palta–
De los entremeses, los engañabobos,
la cola del pato, la boca del lobo,
el huevo del dodo y el del avestruz,
la vaca sagrada que hunde su testuz
en la fuente ansiada –la transustanciada
sangre de Jesús–
Abrid vuestras bocas hambrientas, hermanos,
al maná que blanco tiembla en vuestras manos
al maná de ciegos y de comedores,
al maná de cojos y devoradores
Abrid vuestras bocas hacia este futuro,
extended a él vuestros brazos duros,
que a nuestros estómagos enormes y magros
llegarán celestes, oleosos milagros
Tregua
En una tregua de la Eterna Lucha,
Satanás conversaba con un ángel
Servían de pretexto mil y una nimiedades
habituales entre seres que sostienen
una relación cordial, mas no demasiado estrecha
Ambas potencias se hallaban distraídas
en aquel momento de reposo,
por lo cual su mirada, de ordinario más atenta,
no advirtió la presencia de quien, por accidente,
pudo presenciar tan singular encuentro
(y que había sido hasta ahí llevado
merced a los grandes poderes del sueño)
–Era el tamaño del testigo humano,
dicho sea de paso y en descargo
del descuido de ambos interlocutores,
en relación al de éstos
igual que el de una pulga es al de un perro–
Decayó el diálogo en cierto momento
El Maligno se sumió en algún complejo enigma
Guardó el ángel discreto silencio
«No sé qué me sucede últimamente»,
confesó al fin Satán
Su acento reclamaba mayor intimidad
«De un tiempo a esta parte –prosiguió–,
la comisión del pecado me produce
cierta incomodidad inexplicable»
El ángel no parecía sorprendido
«Es natural –replicó–:
estás volviéndote viejo
Tu conciencia te pide el descanso
al que tiene derecho,
pues, débil ya, se ha vuelto
vulnerable a los remordimientos»
Interrogóle entonces Lucifer:
«¿Me vuelve menos malo la vejez?
¿Debe ser entonces, según tu concepto,
bueno envejecer?»
Y sonreía su terrible rostro
«No lo es», suspiró el ángel, «no lo es
Envejecer no es bueno para nadie
Ni para ustedes
Ni para nosotros»
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do you even know you’re falling?
marco temporal: sábado dos de julio, durante la misión #012
lugar: west garfield park
tw: lenguaje obsceno, mención de drogas, violencia física, abuso implícito.
no tiene tiempo para sorprenderse. o quizás — no puede sorprenderse, porque se ha pasado toda la noche huyendo del peso de atención indeseada, enfocándose en el juego y la supuesta protección que el logo de aplicación implica, aún cuando presentimiento en la boca del estómago advierte contra optimismo.
jo y su gente jamás han seguido una regla que no fuera dictada por sus propios intereses.
cada pequeño sonido le sobresalta, así se trate de cucaracha haciendo su camino por vecindario o la risa lejana de un par de pandilleros que le rastrean con la mirada, a pesar del espacio que les separa. jamás se ha considerado ansioso, mucho menos supersticioso, pero la energía de esa noche le asegura que desastre se avecina. hace trece meses no pisa las calles asquerosas de west garfield park, así que, por supuesto, todo sus negocios sin terminar vuelven para morderle el trasero.
cuando le acorralan es en uno de los tantos callejones baldíos del barrio, justo mientras busca a mars y el auto, a blythe, a cualquier otro miembro de histo o incluso un rostro amigable, quien fuera, con tal de calmar la ansiedad que serpentea por espina dorsal y no le deja quieto.
a pesar del terror que le congela en su sitio, no deja de encontrar el humor en el hecho de que, por todos sus esfuerzos, está terriblemente solo cuando le encuentran, a merced del reducido grupo de hombres que le halan del cuello de camiseta como a un perro, arrojado contra el suelo del callejón sin más advertencia que la de carcajada.
—bueno, bueno… pensé que no volvería a verte por aquí.
escucha primero su voz, porque en realidad es lo primero que se materializa desde tinieblas, y es suficiente para que la sensación de arcadas se aloje en su garganta, tentando con hacerle regurgitar una cena que no ha ingerido. jo sale de entre las sombras que forman sus hombres cual escena de una mala película, en lo que arlo se pone de pie, la mano apoyada contra el ladrillo pordiosero a sus espaldas víctima de un temblor que ora porque el otro hombre pase desapercibido.
—solo estoy de paseo —responde, incapaz de detener la sonrisa de suficiencia que se dibuja en sus labios. no se puede permitir un segundo de debilidad, o siquiera demostrarle lo mucho que le afecta su presencia allí. que ha estado huyendo de la promesa de su sombra toda la noche y, ahora que le tiene cerca, reza por la aparición milagrosa de cualquiera que pudiera salvarlo de aquel encuentro.
la luz amarillenta de la única lámpara cercana baña el cuerpo del hombre cuando profiere los pasos que le sacan de su escondite, la expresión en su rostro tan familiar que le obliga a apartar la vista. traga en seco, aspira una vez, y cuando vuelve a mirarlo le tiene justo en frente, robándole de la tenue seguridad que distancia otorgaba.
—¿paseo…? ¿de verdad? —a medida que habla se inclina hacia su rostro, tan cerca que puede sentir su aliento contra la piel. no le queda más remedio que buscar refugio al retroceder un paso, por mucho que la acción sea fútil; no tiene hacía donde huir—. ¿no será que me extrañabas? no puede ser coincidencia que sea la primera vez que te vea aquí en meses.
debe soportar el asco que resurge en su piel, enmascararlo y empujarlo a lo más profundo de estomago cuando alza la vista parar encararle, con una ceja enarcada.
—la ciudad es libre.
aquello provoca una risotada en el hombre. es gutural, utilizando todo el poder de su garganta, y absolutamente escalofriante.
—¿de eso se trata, entonces? ¿libertad? escuché que intentas cortar lazos con roman.
—¿y qué te hace pensar que te buscaría a ti si----
terminar la frase es imposible, pues recibe derechazo al estómago tan pronto como la imponente figura sospecha el rumbo irrespetuoso de su respuesta. le conoce desde que no era más que un mocoso intentando vender la peor variedad de marihuana en las esquinas más inoportunas de la ciudad. por supuesto que podría adivinar hacia dónde iba. lo que tampoco deja de ser familiar es la fuerza que esconde, golpe capaz de robarle el aliento, así como el récord de casi cuatro semanas sin recibir escarmiento físico.
—no me obligues a ser cruel, [______]. sabes que te prefiero dócil.
la voz del hombre es un susurro contra la piel expuesta de su cuello, pues aprovecha la forma en que su cuerpo se encorva contra el dolor para hablarle de cerca, con la intimidad que parece creer que comparten. intenta respirar a través del dolor que florece en su abdomen, y la bilis en garganta amenaza con desparramarse tan pronto como le escucha. dermis se eriza, su mente impactada por variopinta cantidad de imágenes borrosas que no puede detener, delatando así el efecto que, aún sobrio y en público, aquel tipo tiene sobre subconsciente.
—es una lástima, jo —comienza, puño cerrado apoyado contra el pecho del más alto. cuando empuja, es apenas suficiente para recuperar centímetros entre ambos, pero sirve al menos para permitirle respirar, fingir una seguridad que en realidad no siente—. que tengas todas las piezas y no logres formar un solo puto pensamiento por tu cuenta. si te contaron que ya no trabajo para roman, debiste imaginar que es porque ya no lo necesito. no lo necesito a él, ni a ti, ni a ninguno de los jodidos lacayos que les comen la mierda.
está clavando su propia tumba, y lo sabe, pero ya no hay forma de detener la adrenalina que le tiene hablando, sonriendo con el filo agresivo de un animal acuartelado en la mirada. necesita que lo caguen a golpes, porque así le dejarían tranquilo y podría terminar la noche de vuelta con el equipo, en el apartamento o en un mcdonald’s de mala muerte.
lo que sea, menos allí, sintiéndose de nuevo como el chiquillo que no supo encontrar más alternativa que recurrir a los delincuentes de la ciudad para sobrevivir.
jo permanece en silencio, pero el músculo de su quijada se remueve, lo que le anima a seguir hablando.
—no tienen poder sobre mí. se acabó, jo. ¿no tienes nada mejor que hacer con tu noche o es que no logras conseguir a nadie que te chupe la polla sin dinero o drogas de por medio?
latidos van en ritmo descontrolado, golpeando contra sienes como si todo su cuerpo fuera un órgano gigante, expuesto ante la amenaza que es la figura del hombre frente a sus narices. la cara de jo es seria, sin trazos del humor con que había iniciado encuentro, y la presencia del par de hombres que le acompañan solo hacen del momento aún más incómodo.
espera por retaliación. se prepara, incluso. sus músculos están tensos, listo para dar algo de batalla antes de sucumbir a la paliza, pero lo único que sucede es el agarre contra rostro que ejerce jo, firme, pero por el momento indoloro.
allí sabe que algo no va bien.
—¿no me necesitas? —repite, y ni siquiera luce enojado. parece más bien intrigado, otorgándole a su rostro una mirada inquisitiva, como si realmente sintiera curiosidad al respecto—. consigues un par de trabajos de porquería, desaparecer por un año y piensas que puedes huir de todo esto. ¿es eso? ¿crees que eres libre, porque tienes un poco de dinero?
no, quiere decir. soy libre porque estoy harto, quiere decir. soy libre porque ahora puedo tomar a eli y desaparecer sin que ninguno me encuentre, quiere decir. pero el agarre contra su rostro ahora sí aprieta, fuerte, y es incapaz de expresar nada más que mueca de dolor. si sus latidos corrían antes por la adrenalina, es miedo lo que ahora les motiva.
—no me hagas reír. jamás vas a ser libre, [______]. eres tan esclavo de esto como tu amiguito a la cocaína. ¿o piensas que él es el único adicto? piensas que eres mejor que él, que todos nosotros, porque tú lo haces por necesidad y el resto por gusto —la mano de jo le libera, pero es apenas un segundo; de inmediato va a sostenerle del cuello, ahorcando, a medida que le empuja contra el ladrillo de la pared a sus espaldas—. tú eres el peor. una rata que se arrastra por cualquier migaja bajo la excusa de no encontrar otra salida. pudiste haber acudido a cualquier otra solución, [______], pero preferiste convertirte en la perra de cualquiera que te pagara un par de billetes, porque era lo fácil. porque es para lo único que tienes talento —sus manos ya se han alzado para arañar contra la ajena, allí donde oxigeno se dificulta. jo es una estatua inamovible; se le acerca aún más, lo suficiente para sisear justo sobre su rostro, dejar su mensaje en claro—. no me hables de libertad. el único que necesita del otro aquí eres tú. si yo te follo, es porque quiero. si tú te dejas, es porque lo necesitas.
con la mano que aún mantiene libre, jo chasquea los dedos, y por encima de su hombro arlo puede ver a sus acompañantes moverse, rebuscar entre mochilas y producir jeringa llena de líquido cristalino. ya estaba aterrado, pero ahora es cuando siente el pánico apoderarse de cada músculo.
se remueve contra el hombre, buscando la forma de patearle o golpearle antes de que lograra asfixiarlo, pero su análisis de la situación es demasiado tardío. la diversión ha regresado al rostro de jo, esa que él reconoce perfectamente bien, y aunque intenta mascullar su nombre a través de cuerdas vocales comprimidas, no logra más que ganarse un arrullo y un dedo acariciando contra mejilla. cuando deja de acariciarlo es para tomar entre dedos la jeringa que secuaces han preparado.
—tranquilo. no te estreses. te voy a recordar qué tanto disfrutas la jaula para la que has nacido.
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