Tumgik
#relato corto
esuemmanuel · 2 months
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Entre amantes de tinta
Le gustaba llamar su atención, amaba buscarle los ojos, hacerle sentir cosquillas en el corazón y en esos lugares que sólo unas manos tibias podían alcanzar, por eso escribía, para hacerle voltear… para atraerle, seducirle y llevarle a otro mundo, a uno en donde sólo existiese ella, él… y esas fantasías que vertían en el papel cuando sus ojos se miraban. Esa noche le estaba extrañando tanto que…
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nekirorgen · 4 months
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Tenía las manos bañadas en sangre. Temblaba, estaba muerta de miedo. Mi corazón agitado parecía detenerse. Y ahí, tirada en el suelo estaba ella, esa mujer, esa mujer que yo tanto odiaba, esa mujer que tanto yo envidiaba. El cuarto estaba oscuro, la luz de la luna era la que iluminaba el rostro inerte de esa persona. Todo era blanco, paredes, colchas, ventanas, techo... Hasta el perro pequeño que temblaba debajo de la cama era blanco con una que otra peca marrón. La había matado, la había desaparecido finalmente de mi camino. ¡Ah cuántas veces había soñado con ese momento! Pero, ¿es que acaso eso había sido un sueño? No. No lo fue. Y yo me preguntaba cómo es que había llegado hasta ese sitio, no lo sabía, de pronto ya estaba ahí con la sangre de esa pobre mujer cubriendo la piel que llevaba desnuda. Juro que yo no soy asesina. Juro que no soy una mala persona. Juro que había evitado a toda costa llegar hasta ese punto. Pero ya había cometido el homicidio. Y dentro, muy en el fondo mío, una carcajada de libertad se escuchaba. Me había liberado de esa sombra, había suprimido lo indeseable. Con ella muerta ese pasado se había borrado, ya no tendría por qué volver a escuchar su ridículo nombre, ni tendría que ver su molesta cara, esa cara llena de arrugas que en algún momento —sino es que en todos— llenó de filtros para parecer joven y hermosa. ¡Ja! Mujer tan horrenda. Ah, pero ahí estaba, ya muerta. Ya sólo era un deshecho sin latido. Brotaba del corazón la escasa sangre que le quedaba. Y yo, poco a poco fui despertando del trance mas no de la realidad, porque aquella escena era tan real como ese perro que me observaba, o como el viento que recorría mi cuerpo, o como esa única testigo: la luna. "Me descubrirán, debo irme", pensé. Pero no podía moverme. No podía mover mis pies, estaba pesada, muy pesada, tan densa como la alegría que embriagaba a todo mi ser.
Dos almas.
Pensaba en dos almas.
Un alma caótica, turbia, confusa...
Un alma pacífica, en armonía, en equilibrio...
Todos teníamos dos almas adentro. Reflexionaba en tanto limpiaba la sangre en las ropas que llevaba puestas.
Esta alma, ésta que se había atrevido a clavar ese puñal en la carne, en los músculos, en los órganos de esa mujer, sin miedo a nada, siguiendo sólo su instinto de placer, esa alma era el caos que habitaba en mí. ¿Y la otra? ¿Dónde había quedado la otra? No estaba aquí... No estaba aquí.
Y una pregunta aparecía como una luz intermitente frente a mí: ¿Cuál es tu fantasía jamás dicha?
Esa, esa era y la acababa de cumplir. Y es que, ¿no les ha pasado que a veces quisieran borrar el pasado de ustedes, o el pasado de otros que son importantes para ustedes? ¿No les ha pasado que quisieran matar ese pasado que lleva un nombre? ¿Desaparecerlo y... poder así tener un camino limpio en el presente, sin ningún rostro o apellido que haga mella en sus vidas? Sí, esa era mi fantasía y se había vuelto tan fuerte que separó mi paraíso de mi infierno y me llevó ahí, justamente ahí, a la posibilidad de tomar un borrador y desperdigar el pasado, soplarle y desvanecerlo en un latido muerto. "Qué distinta será mi vida sin ella interponiéndose en mi camino. Qué diferente será todo, porque esto, esto que está aquí, estos muebles, este cuarto, estas ventanas, ese televisor y todo lo que afuera de este cuarto se encuentra, será mío, tan mío como él... Tan mío como..."
"No... Esperen... Ese perro no es mío... Lo lamento, tú tampoco puedes estar aquí..."
Caminé hacia él... Tomé el cuchillo que yacía tirado cerca de mi pie derecho... Con mucho esfuerzo pude moverme. "Le haré un favor a él si desaparezco a esta bola de pelos...", pensaba. Entonces alguien abrió la puerta...
Alguien entró al cuarto...
Y tuve que despertar...
Tuve que abrir los ojos.
"¡Mamá!", escuché ese grito. El temblor volvió a mí. Me habían descubierto. ¿O no? No... No había sido así porque yo estaba de pie frente a ese sujeto que desgarraba su garganta y no podía verme. Nadie podía verme, sólo la luna y ese perro que tanto odiaba ya.
El alma tiene dos brazos y ese día el brazo que se alzó fue aquél que le dió luz verde a mi perversidad. Pero ahí seguía, de pie... Mirando a aquél que lloraba, y esa noche ya no sería tan sólo a la mujer y al perro a quienes mi fantasía quitaría la vida, sino también a ese pobre infeliz que trataba de revivir lo imposible.
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—Nékir.
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Otoño, para siempre.
Ya se deshojaba el año, las hojas del calendario ya eran apenas tres que se aferraban a la pared. El frío invernal era la promesa de una caricia en el viento que cada vez helaba más. El equinoccio dio rienda suelta a la noche que a diario ganaba más minutos sobre el día, y yo sólo podía suspirar. Me gustaba esta época del año, cuando ya podía usar suéter, botas y bufanda. Amaba el olor del petricor que se asomaba debajo de la alfombra de hojas multicolores que tapizaba el suelo. Los olores a canela, manzanas y caramelo, a clavos de olor, vainilla y nueces hechizaban a mi nariz y paladar. Es por eso que había venido a esta pequeña cafetería a la orilla del bosque. Era un destino popular para turistas que venían a los senderos de la montaña a correr, caminar o andar en bicicleta, pero ya de noche se convertía en un lugar de reunión para los lugareños. Fue así que llegué a sentarme en la cómoda butaca de la esquina que, si fuera cuestión de uso, prácticamente tendría mi nombre impreso en ella. Había sido un día cansado. Mi jefe había estado sumamente tenso y exigente hoy por lo que yo necesitaba relajarme. Este era mi lugar favorito pues la dueña ya me conocía y me dejaba quedarme por horas, aunque lo único que comprara fuera un pequeño chai. Ella sabía que ni mi trabajo como contadora de día ni mi oficio de aspirante a escritora por las noches dejaban mucho dinero en mis bolsillos. En realidad sólo había publicado un cuento una vez en la revista de mi pequeño pueblo, el cual yacía anidado en una vasta cordillera de montañas, y apenas por un pago simbólico. Ya se miraban las estrellas refulgir en el cielo por entre las ramas de los pinos. Una bruma densa empezaba a cubrir la montaña, pero yo no me percataba de ello pues estaba concentrada releyendo lo último que había escrito en mi libreta: el siguiente capítulo de mi novela. Sólo llevaba dos, pero en mi mente ya era una novela.
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Estaba con el lápiz en la mano a punto de editar y añadir cuando algo llamó mi atención. Sentí una electricidad recorrerme y erizarme la piel. Fue tanto el sobresalto que volteé a ver hacia arriba... Allí estaba él con sus ojos fijos en mí.
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Tuve la gracia de bajar la mirada, pero estoy segura el furioso rubor de mis mejillas delataban lo alterada que me sentía bajo el escrutinio de esos ojos tan azules que parecían zafiros. Vestía un atuendo completamente negro que contrastaba con su cabellera de un gris plateado, el cual me recordaba al madreperla. Era raro ver el contraste con su rostro pues éste no tenía ni una sola arruga.
Estaba ocupada pensando que podría ser alguna moda entre los jóvenes y de la cual no estaba enterada. Y digo jóvenes porque a pesar de que yo no había llegado ni a mis treinta años ya me sentía antigua, como si el peso de muchos años ya estuviera sobre mi espalda. La verdad no tenía amigos de mi edad; no los entendía y mucho menos tenía algo en común con mis contemporáneos. Creo que por eso escribía. Era una forma de expresarme y conectarme, de verter ese peso que sentía en el alma. No sé cómo explicarlo, pero desde temprana edad las hojas me llamaban.
Cuando levanté los ojos ya estaba frente a mí y a la par de mi butaca. Sus ojos brillaban como dos zafiros estrella bajo la luz de la luna. Su mirada me cautivaba, me absorbía, me dejaba sin aire; así de intensa, y de profunda,
"Disculpe, ¿lo conozco?"
Él emitió una sonrisa llena de melancolía y ternura a la vez. No podía despegar de su rostro mis ojos. Mi corazón latía tan fuerte y rápido y no sabia porqué.
"¿Sabes? Quería verte. Al menos por un instante, necesitaba saber que estabas bien. Han pasado más de cien años para mí pero el tiempo nunca ha podido hacer mella en ti. Te reconocería en cada vida, en cada espacio, Siempre tus hojas. Sabía que no abandonarías esto tan tuyo, por eso te busqué en ellas. Sabía que te encontraría si tan sólo tenía fe."
Estaba tan sorprendida por sus palabras que no me percaté de lo que dejó en la mesa frente a mi. Con eso se dio media vuelta y salió por la puerta. Al ver que se iba automáticamente tomé el objeto y me paré para ir detrás de él. Era un anillo que quemaba mi mano como si fuese de luz estelar.
Cuando salí por la puerta, él ya se había desvanecido entre la densa neblina...
E.V.E
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alasdepaloma · 5 months
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Cuando estaba en el quirófano, por octava ocasión, consciente de los síntomas que estaban por llegar como efecto de la anestesia, no pude evitar enfocarme en la mirada del joven anestesiólogo. “¿Pasará pronto?”, pregunté. “Así será mi amiga… Así será.” Se siente la vida más que la muerte en un lugar así. Se sienten los órganos, el cuerpo, una mezcla de emociones… Se percibe el miedo y después la fe, cuando el médico que ama su profesión y es empático, te sostiene fuerte la mano y te dice: “No te dejaré, aquí estaré para ti”. Y así fue. Mi cuerpo se sumergió en el mismo temblor de siempre y como ya es costumbre, fue imposible controlar cada reflejo. Mi quijada golpeaba, ya no podía hablar y como pude volví la mirada al médico: “Tengo mucho frío”. “Trata de estar tranquila… Aquí estoy contigo. ¿Quieres que te ponga una canción? Eres la reina aquí”, dijo y sonrió. “The Universal de Blur”, le dije… Y comenzó a sonar. Pude ver que los doctores que estaban frente a mis pies, uno sostuvo una pierna y el otro la otra. Ya no supe de mí. Sólo pude percibir siempre la presencia de alguien, tal vez era el mismo doctor que sostenía mi mano… o, ese Ser a quien siempre oro por mi salud y por la de los míos através del mismo médico. Creo que ese Ser, en cada una de mis intervenciones, se ha hecho uno con el doctor que me ha mantenido cerca de él. El frío era tanto… No era una temperatura normal. Escuché que me dijo: “Debemos trabajar a esta temperatura pues así se mueren las bacterias”, y yo, dormida o despierta, no lo sé… Observaba el techo blanco —como la bruma de un mar escondido, tímido— besarme los párpados. En ese momento se deja de pensar. Es hasta alentadora y sanadora la anestesia. Quisieras dormirte y no regresar… Te vuelves semilla que germina protegida en el vientre de tu madre. El tiempo se detiene hasta que vuelves a escuchar: “Bienvenida”.
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—PalomaZerimar.
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leukiel · 7 months
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Entre sus manos yo no era más que un pequeño encendedor que dependía del calor de las mismas para poder cumplir mi función. ¿Sabes? Ella amaba el fuego y entre este elemento, ella falleció. Hay seres que portan dentro de sí una sustancia maestra, pero también es la misma que les lleva a la perdición. Podría decir que yo fui el responsable de su muerte, pero no lo fui del todo... ella accionó el botón. Le gustaba sentir el ardor de su piel cada vez que yo, con mi flama, le besaba la dermis. Era exquisita. Una muñeca de porcelana. En la inquietud de su pequeña boca, pude yo arder como jamás lo había hecho. De ser una chispa, me convertí en llamarada. El azul de sus ojos se tornó en lava de cientos de volcanes... y yo, yo la podía escuchar gemir entre todas esas explosiones. Ella estaba hecha de hielo, por eso le gustaba la pirotecnia, derretirse de vez en cuando y sentirse viva por un momento. No obstante, se enamoró ciegamente del ímpetu de mi azul que nada tenía de gélido. En muchos de sus sueños se observó radiante, convertida en incendio... entonces, después de intentarlo muchas veces, esa noche decidió casarse con el fuego. 'Derríteme, pero no me dejes gota, déjame ceniza para después desperdigarme con el viento. Yo quiero morir pues en esta forma... ya no me tolero, no obstante quiero vivir como el polvo, libre entre las ramas de los árboles, entre las hojas, entre los cerros y los cielos. Tal vez ceniza pueda yo alcanzar los altos mandos que yacen en los firmamentos, besarle las mejillas al sol y entre sus brazos convertirme en un destello. Irradiar al mundo mi calor... Y así tener la posibilidad de sonreír en las bermejas mejillas de un niño inocente, que sólo agradece por su libertad y está lejos, muy lejos, de los ojos de la muerte'.
Hoy ella es el rubor de ese niño pero también la gota que de pronto bellamente, rueda por sus mejillas.
—Leukiel.
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tiempoydestino · 6 months
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Su casa estaba cerca de mi secundaria, así que me sabía bien el camino. Su mamá me apreciaba, preparaba unos aperitivos en la cocina que estaba tan cerca de la sala. Ella tocaba la guitarra. Los sandwiches los preparaba con crema de cacahuate y mermelada, y sus ojos eran de miel y armonizaban sus melodías que cantaba. También habían papitas. El pan era integral, moreno como su piel. Su piel era suave como la leche en el tarro alto que nos bebimos. Me enseñó el disco que grabó con su amigo. No es cierto. Era su novio. Pero la dejó porque estaba desquiciada. Porque lo asustaba. ¿Bipolar? Pude haberle ayudado con todo su álbum. Ella cantando. Yo escribiendo de sus ojos que eran siempre miel que no le importaba el tiempo, que no caducaba. Las bugambilias brotaban en su patio y no les importaban que fuera casi invierno, nunca fue tarde para ellas.
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deeverset · 1 year
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No le temo al infierno
Temas: Primer beso / Conociéndose de forma diferente
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•Créditos de la ilustración en la imagen•
Hannibal siguió las instrucciones de Susan. Prescindió de sus elegantes trajes y optó por un pantalón de vestir y un suéter rojizo. Según ella, eso haría que Will confiara y se sintiera cómodo con él.
No era sencillo intimidarlo, sin embargo, tratar al descendiente de su novia despertaba sus nervios.
Cientos de veces, la mujer lo invitó a observar fotografías del muchacho, no obstante, se negaba. No dejaría su profesión de lado, si lo miraba… ¿Lo psicoanalizaría?
Un verde campo rodeaba la construcción de madera, repleta de ventanales y dos chimeneas. Contrario a su hogar, lleno de ciudad y vanagloria.
La hermosa figura de la Sra. Graham resaltó envuelta en un vestido almagre que delineaba su cintura, piernas y destacaba su prominente busto. Un sueño.
Lecter cargaba una botella de vino y una cesta que contenía una bolsa de gel helado, que mantenía a temperatura adecuada, varios quesos, “carnes frías” y frutas. Una escena mediterránea.
—¡Cariño! Me alegra que vinieras —saludó, dándole un beso en la mejilla—. Pasa. William espera en su dormitorio.
La antítesis de la mansión del doctor. No hallaba tono distinto al marrón de la corteza obtenida de los árboles y alguna explosión vibrante que acompañaba a diseños tribales presentes en telas.
Pequeñas cornamentas funcionaban como candelabro; uno de los pocos detalles que le agradaron al invitado. Excesivamente hogareño para su gusto.
Colocó los aperitivos sobre el comedor mientras la esbelta dama gritaba al pie de las escaleras a su primogénito.
Se ocuparon en ordenar la vajilla y servir la comida. Precisaban ser productivos al aguardar.
—Perdón por la tardanza. Ya estoy aquí.
El mayor no supo si maldecirse por privar a sus ojos de esa fascinante imagen o, si existía un Dios, agradecer la extraordinaria bendición enviada.
Le doblaba la edad al chico, que andaba en sus veintes, rizado al igual que su progenitora, tez blanca con un brillo y rubor interesante, pestañas largas que acrecentaban su aspecto tierno y un cuerpo bastante trabajado que se marcaba gracias a sus formales prendas. Al parecer jugaron a lo mismo.
—Hannibal, Will. William, Hannibal.
—Un placer —dijeron simultáneamente.
El ojigarzo estiró su mano, mas el psiquiatra estaba demasiado embelesado que la ignoró durante segundos y cuando al fin se dio cuenta de la situación, la estrechó tan fuerte y por un largo tiempo que resultó vergonzoso.
La cena transcurrió de manera “normal”, fuera del sugestivo modo en el que los masculinos ingerían sus alimentos. Imposible que solo uno de ellos inventara la palpable tensión sexual que percibían.
Eran conscientes de sus actitudes erróneas, pero todo quedaría en eso… una simple fantasía.
—¿Aló? —Una llamada irrumpió a mitad del postre—. Disculpen, asuntos de trabajo. Contestaré en el jardín —indicó la señora, tapando el micrófono y retirándose.
—Doctor, ¿se encuentra bien? —cuestionó el joven, apenas los tacones de su mamá se volvieron inaudibles—. Lo he notado algo… ansioso.
El castaño se acostumbró con los años a escuchar dicho título previo a su apellido, aunque, en la voz del menor, lograba estremecerlo.
—Tu… presencia. No es fácil enfrentarse a un individuo tan importante que tiene licencia para juzgar.
—Yo no sentencio, querido cirujano —El rizado entendió, a raíz del nerviosismo en las palabras de Lecter, que poseía el permiso de proseguir—. Si hay un ente superior, se encargará de ello, si no, nuestros iguales lo harán —Retiró uno de sus zapatos de sus pies y con él, escaló a partir del tobillo del castaño hasta su entrepierna—. He de mencionar que no le tengo miedo al infierno, como ya puede notar.
El mayor recordó al muchacho con el que tuvo sexo por primera vez. Esperaron a ser "adultos", ambientaron románticamente una habitación y compartieron su inexperiencia. Memorable, debido a la confianza y comunicación de la que gozaban. Después de él, no hubo otro hombre, por cobardía, quizá.
—Saldré un rato. Problemáticas empresariales. Me necesitan ahí —La fémina regresó a la estancia con su bolso, deteniendo la reacción del psiquiatra—. Prometo no tardar. ¿Estarán bien solos?
Ambos se miraron, cómplices. La oportunidad perfecta.
—Nos cuidaremos mutuamente —aclaró el chico, recibiendo un beso de su madre en la frente—. Esto es conveniente para… relacionarnos mejor.
Desafío y sensualidad reinaban las pupilas del ojigarzo.
El vínculo con su mamá era bueno, sin embargo, la sexualidad jamás imperaba en sus pláticas. Desconocía que probó a todos sus amigos, aunque nunca cruzaron hasta la penetración.
El castaño no era otro experimento, realmente quedó encantado desde que lo vio a través del móvil de su progenitora y tenerlo en carne y hueso sólo aumentó su interés.
Graham se levantó de su silla y le extendió la mano con el objetivo de que lo siguiera hasta el sillón. Dudó. Su corazón latía a mil por hora, un ligero temblor se adueñó de sus músculos y la cabeza le explotaría ante tantos pensamientos contradictorios.
—Esto es una mala idea —externó el cirujano al encontrarse junto al joven que lo rodeó del cuello con su brazo, recorriendo su pecho con los dedos de su extremidad libre.
—Deja de fingir que no llamé tu atención. Los ojos no mienten en lo absoluto —Bajó la mirada hasta la sutil erección formada en Lecter—. Eso tampoco.
—No voy a follarte —jadeó al apreciar el aliento del menor a milímetros de su boca.
—Me encanta que lo hayas considerado, pero ¡oh doctor!, deseo más que eso. Esa intimidad se construye.
—Va a odiarnos —Su oposición flaqueaba a cada segundo. Lo acarició con ternura, como jamás lo hizo con nadie más.
—Soy mayor de edad. Nuestro consentimiento está dado. Además, el día en que ella se entere, es lejano —Ocupó el regazo ajeno, deshaciéndose de la distancia—. Me perdonará, soy su único hijo. Si me ve feliz, también se apiadará de ti.
¿Qué pensaba? Era el gran Hannibal, cualquier cosa que hiciera triunfaría. Sus planes nunca fallaban y esa no sería la excepción.
Asintió lentamente. El rizado se acercó a sus labios, lo miró como si fuera el ser humano más hermoso sobre la Tierra y lo besó.
Calidez, pasión y cariño incipiente. Todo lo que Susan no le proporcionaba, no obstante, era lo correcto; mujer y varón de la misma edad.
Qué tontería.
Si pecar se traducía a probar, sin cesar, la experta lengua húmeda del muchacho que encendía sus sentimientos y cuerpo con solo pronunciar su nombre… Estaba condenado.
Disponible en Facebook:
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follame-apolo · 14 days
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La primera vez que te observé, estabas acostado bajo la sombra de un olivo, leyendo relajadamente las páginas desgastadas de un viejo libro, apoyado sobre un manto verdaceo de flores silvestres y hierbajos, que comenzaron a crecer recientemente a causa de la entrada tan temprana de la primavera.
Los rayos del sol se colaban entre los huecos que dejaban libres las ramas del árbol, haciendo que algunos mechones de tu cabello se iluminasen por unos segundos, y luego saltase la luz a otros diferentes, por la suave brisa del viento que acariciaba tu cabello y movía las hojas del árbol, creando la ilusión de que las estrellas del firmamento se encontraban ahora mismo enredadas en hileras de mechones dorados sobre tu cabeza, brillando, aunque nos encontremos aún en pleno día.
¿Nunca te dijeron que eres realmente parecido a Obrerón, el joven rey de las hadas, proveniente del sueño de una noche de verano?
Pues existen demasiadas similitudes entre vosotros dos. La sonrisilla siempre burlona y picara decorando tus labios, el brillo del sol siempre tan presente en tus ojos, las flores y coronas de laurel que aveces adornan tu cabellera, el tintineo de los cascabeles sonando por donde quieras que camines. Por no hablar tampoco, del séquito de mariposas que te acompañan y siguen a cualquier lugar, que aparecen de cualquier parte, aunque resulte del todo imposible su existencia para ellas en el sitio en donde te encuentres, siempre estan revoloteando alrededor tuya.
Y no cualquiera es bendecido con su presencia todo el rato. A parte, que parece ser también, que sabes leer su lenguaje oculto, el secreto que rebelan con sus coloridos tonos.
Si alguien te quisiera hallar alguna vez, tan sólo lo lograría si se perdiese en las profundidades de la madre naturaleza, y entonces te podrá encontrar, acostado en los arboles del bosque, paseando por la orilla de la playa descalzo, recogiendo diversas hierbas y flores para tus hechizos en los prados y campos, bailando bajo la luz de las hogueras que solamente son encendidas en las noches de luna llena, nadando desnudo en pleno mar abierto, regando con cuidado y cariño las rosas que condecoran tu jardín secreto, escondido en las profundidades de las cuevas al igual que lo hacen las bestias y los animales salvajes.
Vives enamorado perdidamente del arte, sin importar su aspecto o forma, creándolo con tus propias manos o observando el ajeno con plena admiración.
Y también vives enamorado perdidamente del propio amor y de lo que es capaz de hacer crecer en tu interior, de ese sentimiento dulce que se asemeja a la miel y empalaga tus labios, de los diversos muchachos que pasan a tu alrededor, ya sean que agarren tu propia mano con fuerza, o la de otro joven diferente. Simplemente amas el sentimiento de amor, quizás porque te recuerda a las viejas charlas de antaño con tu viejo amigo Eros. Y porque también amas observar su hermoso trabajo.
Aunque eso no quita nunca que tus amantes se libren de que seas un joven bravucón y bromista, terminando muchas veces jugando con ellos, y con sus sentimientos sin querer. Tampoco se libran de que seas un muchacho bastante vacilón, sin tomar nunca lo que te dicen en serio, y observando meramente en silencio como intentan acercarse a ti, y las estratagemas que traen entre manos. Quizás nunca entiendan que simplemente te gusta jugar, y que posees una forma bastante peculiar de hacerlo, pero que raramente estás interesado en jugar.
Eres sensible como los escritores melancólicos, caprichosos como los amantes que recién comienza, efímero al igual que los recuerdos y salvaje como lo son los miedos que nos aterran en la noche. No dejas de ser nunca una mera fantasía, algo divino caído de los cielos.
Digno de ser escapado del sueño de una noche de verano…
- ¿Aún te queda alguna pequeña duda, mi pequeño Obrerón?
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sophie-crowley · 18 days
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"Mikaela es feliz cuando sueña. Cada vez que se sumerge dentro de las etéreas ensoñaciones, singulares por su honrada autenticidad, ella finalmente consigue saborear el júbilo. Accede a un escenario en donde puede aliviar su espíritu añorante, ya que, ha de reproducir los recuerdos que relatan sobre su juventud despojada."
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esuemmanuel · 2 months
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Entre despertar o morir
Esa mujer tuvo un sueño; uno hermoso, auténtico y lleno de vivencias preciosas y sofisticados privilegios. Tantas veces lo tuvo que terminó prefiriéndolo a vivir; aun con los ojos cerrados y caminando entre la gente a plena luz del día, no lo dejaba morir. Eventualmente, llegó el día del que siempre intentó huir. El final se acercaba, tenía que elegir; o abría los ojos o los cerraba para…
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Yo sabía que nuestro amor no iba a ser para siempre. Los sueños son efímeros y es parte de lo que los hace sueños. Un día lo dejaría ir y ambos lo sabíamos aunque nunca lo mencionábamos. Él era una locura, una fantasía hermosa, la ilusión más bella pero no un para siempre. Mi corazón necesitaba eso que él no podía darme, estabilidad, seguridad. Siempre la había deseado pues mi vida siempre había sido un caos. ¡Que irónico que el hombre que amaba deseara el caos que a mi me sobraba y yo añoraba la estabilidad que él siempre había tenido! Éramos dos lados de una misma moneda, hechos de lo mismo, de la misma materia, unidos pero siempre separados, uno viendo la luz, y otro a la oscuridad. Él no era de quedarse. ¿Cómo le pides a una golondrina que llegado el invierno no emprenda el vuelo? El era de mil veranos, de amores intensos pero fugaces, solo una vez hechos recuerdos podían perdurar en su corazón. Algún día yo sería uno de esos recuerdos. Esperaba que al menos mi tiempo con él le dejara flores únicas y hermosas en el jardín de sus memorias. Esperaba que mi despedida fuera en el momento justo, después de entregarle lo que había venido a darle. No quería prolongar mi estadía hasta que el verano se hubiera vuelto un frío invierno, en el cual las bellas memorias se hubieran marchitado y el dolor aflorará como copos de nieve que quemaban al tocar la piel. Cuando sus ojos ya no me miraran con la misma magia, y sus brazos ya no me abrazaran con la intensidad de su alma hecha anhelo esa sería la señal de que el verano se volvía invierno y sería momento de partir. Sé que llegado el momento él no me pediría que me quedara, éramos demasiado parecidos, amantes de la libertad y el viento. Me abrazaría, lloraríamos juntos, y me dejaría ir, y por eso él es el hombre al que amo y al que amaré por siempre.
e.v.e.
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alasdepaloma · 5 months
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“¿Tan poco interesante es mi mundo que todos al final terminan marchándose?”, ella le preguntó a sus únicas amigas, las estrellitas danzantes de la noche. “¿Por qué pareciera que soy interesante al principio y al final huyen como si mi universo los fuera a devorar?”. Ella era feliz así, solitaria… En silencio y bajo el chispeante cielo estelar. Nada la hacía sentir más plena que el viento y la natural melodía resonante de esa dama nocturna. Cerraba sus ojitos mientras sus piecitos jugaban con la tierra y se dejaba abrazar por el viento donde evocaba el abrazo del amigo que siempre ha anhelado tener. El columpio se balanceaba, el viento se hacía más fuerte y así mismo el abrazo que evitaba que sus lagrimitas emergieran y que aumentaba el rubor de sus mejillas aún plagadas de inocencia y de fe por ser besadas por el tacto del verdadero amor.
“Díganme estrellas, ¿por qué todos se van? ¿Por qué nadie se queda? Me gusta mi mundo, a mí me gusta mucho, creo que él y yo tenemos mucho que aportar a otro ser humano, creo yo que tengo mucha ternura qué obsequiar, muchos abracitos con mis manitas pequeñas y muchos besitos con la humedad de mis labios. Anhelo tener un amigo. Sí… Amo mi soledad, y es gracias a ella que he aprendido a amarme pero, todo este amor que ahora soy quiero compartirlo con alguien más. No soy de darme a todo mundo… Me gusta caminar a solas, pensar, imaginar, soñar y escribir sobre la tierra. Me gusta platicar con los ángeles y con esos seres en mi cabeza que siempre han estado ahí para aconsejarme a bien. Mi locura ahuyenta. ¿No habrá por ahí otro loquito que quiera conjugarse conmigo? ¿Que se interese por adentrarse a mi esencia y que quiera caminar de mi mano bajo la sombra de los árboles durante horas, conversando sobre lo mágico que resulta ser niños? Ojalá, ojalá estrellitas titilantes, se enciendan aún más y guíen a esa almita hacia mí… A esa a la que yo pueda rodear con mis brazos y no se asuste porque derramo todo mi amor encima de él. Ojalá y ese alguien me abrace tan fuerte, tan fuerte, sumamente fuerte, que se asegure de conocer mi noche, se enamore de ella, se involucre con ella, se vuelva cometa y me lleve a dar un paseo que dure un infinito. Porque, repito, aunque me siento plena así, creo que merezco columpiarme con alguien y ya no jugar solita jamás.”
—Paloma.
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Odio estar como estoy,
Odio ser como soy,
Pero...
¿Qué hago?
Realmente ya no tengo la voluntad de hacer nada
Estoy cansada,
Estoy harta de fingir ser una flor en el invernadero.
No lo soy,
Lo sabes y yo lo sé
Soy una hierba sucia,
Que tapa la hermosura de las demás rosas
Pero...
¿Qué hago?
No quiero cambiar
Soy lo que soy
Y así seré siempre.
Brillare, estoy segura que lo haré
Así que dejaré de fingir ser esa flor,
Tan delicada, dulce y fragante
Esa que no soy
Y brillare con mi propia luz
Att: Una-escritora-empedernida ❤️
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tiempoydestino · 6 months
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III
Encima de todo ese taller había a los costados unas oficinas a las que se podía subir por unas escaleras en una sola espiral. Subí con Alfonsino quien venía hablándome sobre su carrera extraordinaria como químico y de que había creado una tapicería que solamente ahí vendían. Abrió la puerta verde, con pintura descarapelada, y adentro de esa pequeña oficina estaban lado a lado dos escritorios en el que uno ya estaba ocupado. Pasamos. Y hasta que me dejó absorber todo el aroma a rancio, dio un paso atrás.
—Bueno... pues este va a ser tu lugar de trabajo, adiós —dijo precipitadamente y golpeó la puerta tras de sí.
Me quedé observando ese lugar mal iluminado, examinando, titubeante, si quería dar el primer paso o no. Me senté en el asiento vacío del escritorio que supuse sería mío y prendí la computadora.
—Hola, parece ser que vamos a trabajar juntos —le dije a la mujer que supuse que sería mi compañera, había un bloque de madera roja y maciza con la inscripción "ING. SVETLANA".
Ella seguía escribiendo en su teclado, sus dedos largos, casi elegantes, se movían por sí mismos, y sin voltear, sin darme el privilegio de existir para su mente, mantuvo silencio.
—Perdón, ¿Que dijiste? —le causaba molestia que siguiera ahí esperando una respuesta.
—¿Tambien trabajas en desarrollar la página web?
—¿Esto te parece una página web? —me dijo, volteando hacía mi, y fue un relámpago en el que coincidió nuestra mirada, pero después de eso, no volvió a apartar la mirada de su pantalla enorme con estructuras y modelos tridimensionales— No. Hago el diseño de las carrocerías estúpidas de esta gente que no sabe cómo soldar.
Entonces me di cuenta de lo que no podría esquivar después ni encontrar otra naturaleza en ella: que es una delicada flor que hasta en su aroma lleva espinas.
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victoriac0c4d · 10 months
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El Chuzalongo
En comunidades y poblaciones situadas en las montañas y dentro de profundas vegetaciones se habla de una criatura que pocas veces es vista, y afortunadamente no sale a menos que quiera medir su fuerza con la de otra especie, sin importar si este es humano o animal. Se dice que suele enfrentar hombres en el bosque se acercan demasiado a su hogar, o se deshace rápidamente de la persona que lo ve tomar un baño, pues es una criatura increíblemente pudorosa.
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Cuenta la historia que había un hombre que tenía tres hijas, el hombre era granjero y agricultor, se encargaba de su ganado y de los campos, su familia vivía de ellos. Durante las últimas semanas el hombre había sentido una presencia extraña, algo que parecía rondar la casa, situación extraña pues su familia vivía muy adentro en el bosque, y sería difícil para cualquier persona acceder a su hogar, puesto que la ruta atravesaba espesa vegetación. Un día sacó a pastar al ganado, llevó también a sus tres hijas, pues quería tener un tiempo en familia, y no podía estar tranquilo si las dejaba en casa, el ambiente era muy inquieto últimamente. 
Por la tarde comenzó a llover, él, extrañado puesto que el día hasta hace poco estaba despejado, se adelantó a casa y dijo a sus hijas que llevaran el ganado al establo, él confiaba en ellas y quería asegurarse de qué era seguro volver a casa. 
Al poco tiempo, al darse cuenta de qué sus hijas no regresaban en el tiempo estimado que tomaría bajar del establo a la casa, toma su escopeta y acude a su encuentro.
El chuzalongo, una extraña criatura apariencia de hombre pequeño que apenas llegaría el ombligo de uno promedio, orejas puntiagudas, nariz grotesca y grande, una larga cabellera gris y que emanaba una pesada y aterradora energía había seguido a las niñas, una vez dentro del establo escucharon detrás de ellas las puertas azotarse y observaron con temor aquel criatura de grotesca apariencia, gritaron con todas sus fuerzas pero nadie pudo escucharlas o auxiliarlas, trataron de huir pero la mística criatura había de alguna forma bloqueado todas las salidas, todas las puertas, todas las ventanas, no había forma de salir de ahí. Con terror observaron a la criatura a acercarse abrir su gran boca, aterradas vieron  su último momento para después convertirse en un solo charco de sangre y sus propias partes desmembradas, escena que encontró su padre y que viviria eternamente en su memoria, en la gran culpa de haberlas dejado solas y en la incertidumbre del tormentoso final que tuvieron. 
Se dice que este trágico encuentro fue producto de llevar al ganado a zonas demasiado cercanas al hogar de la criatura, o simplemente por demostrarle al hombre que esta era más fuerte.
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deeverset · 1 year
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Hoja en blanco 📄
Temas: Final alternativo Mizumono / Post caída
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Créditos de la ilustración @aleabstract
Cambios repentinos de presión. Burbujas y olas audibles, luego ya no.
El cuerpo dolía, aunque nada adicional a lo precedente; señal de que acertó en sus cálculos respecto a la erosión.
Al igual que una ola golpeando las rocas, su mente y músculos reaccionaron. Algo desapareció, mejor dicho, alguien.
—¡Will! ¡Will! —Poco faltó para que las cuerdas vocales de Hannibal se desgarraran.
Las gotas que escurrían de su cabello, pestañas y piel, le nublaban la vista. Chapoteaba, como si tal acción ayudará a encontrarlo. La desesperación y el miedo de perderlo de nuevo, bloquearon su raciocinio.
El cansancio ganó.
Un aroma herbal lo despabiló.
La estancia era blanca, justo como algunos describieron el cielo al que llegas después de morir. Incoherente, pues Abigail ocupaba la cocina, preparando una infusión.
—A diario me pregunto si te fabricaron con hierro —bromeó, vaciando suficiente té en una taza—. Un disparo no es cualquier cosa.
—No eres fuerte, ¿cómo me trajiste aquí? —Intentó sentarse en el suave sillón beige donde reposaba, sin embargo, fracasó. En la vida se sintió tan destruido físicamente.
—Chiyoh, también los curó; no tan impecable como lo efectuarías. Aprendió bien —Le entregó la vasija de porcelana y se acomodó en la mesita delante de Lecter—. Testarudo, planeaste todo. Muy seguro de que el agente accedería a fugarse contigo.
—Necesitas refrescarle la memoria con la historia verdadera.
Graham estaba ahí, apoyado en uno de los muros de la casa de seguridad que se convertiría en su refugio mientras podían ir más lejos.
Jack descubrió que el psiquiatra pasaba la noche en una propiedad a orillas de un acantilado. El escenario perfecto para arrestarlo o asesinarlo. Imbécil, como de costumbre, al enviar al resto del equipo a Wolf Trap. Un aviso que el ojigarzo no supo manejar hasta escuchar la voz del castaño al otro extremo de la línea telefónica.
Condujo saltándose varios altos e ignorando límites de velocidad. La oportunidad definitiva para reescribir el futuro.
“¡Vamos, muchacho, hazlo!”
Un engaño magisterial en el que su jefe, e incluso él mismo, cayó. El arma apuntaba en medio de Jack y el doctor, a quien le quedaba oxígeno limitado debido al estrujar en su garganta. Seguro Crawford creyó que en aquel instante deliberó su decisión, no obstante, el veredicto se escogió desde un principio.
“No sabes de qué lado estoy”.
Lo último que su superior presenció fueron las palabras y la imagen de su fiel perfilador traicionándolo. La parte sencilla, puesto que recuperar la confianza de Hannibal fue sumamente complicado.
El argumento de la aceptación de su oscuridad no funcionó del todo. ¡Jesús, acababa de fusilar a su maldito caudillo!
Los roces “inconscientes” del cirujano en su oficina. Esa táctica surtiría efecto.
“La moral me tiene exhausto, al igual que la compasión por los que me usaron con propósito de realizar lo que no se atrevían.
Elegiste una mala manera para orillarme a mi verdadero yo, mas era la única. La diferencia reside en que siempre me consideraste potencial y no herramienta.
Me permitiste verte y conocerte, no supe lidiar con un privilegio tan grande, pero quiero enmendarlo.
Concédeme aprender de ti, acompañarte”.
Por vez primera, el rizado tomó la cara de Lecter entre sus manos y se sinceró completamente.
Un abrazo demostró que el monstruo poseía un corazón cálido que se aceleraba ante él.
Chiyoh siguió las órdenes del mayor: salvar a Graham antes que a él.
Si existía castigo idóneo, era abandonarlo en un mundo donde la única persona que lo entendía no sobreviviera y cargara con la culpa. No llegaría a Hobbs. Jamás vería su regalo.
Un obsequio previo, entreoír la vulnerabilidad del psiquiatra, buscándolo.
Despertó y vio a la jovencita al pie de la cama. Sorpresa, paz e integridad.
Ambos lloraron. La emoción desbordante del agente y el temor a la reacción de este al enterarse de que, antes de abandonar la mansión Lecter y dirigirse a su vida inédita, la adolescente dejó, probablemente, paralítica a Alana. Si la mujer hubiera seguido a Jack, ella no se habría encargado de eso. Tenía que defender su nueva hoja en blanco.
Poco le importó al ojigarzo. Principalmente, pensaba que lo merecían y la misericordia era apenas perceptible. Ese era él.
Concluido el relato, Abigail les dio privacidad.
El rizado desarrolló una insólita obsesión con tocar al castaño, al igual que él lo hizo durante años. Sentirlo era imprescindible a fin de percibirse seguro y comprobar que no alucinaba.
—¿Qué sigue ahora? —preguntó el perfilador, arreglando los enmarañados mechones del doctor.
—Sudamérica es el sitio más seguro. Allí podremos recomenzar, donde nadie nos conozca y escaso interés le pongan a mi “trabajo”.
—Querrás decir: “nuestro”.
Hannibal se sintió complementado tras pasar casi toda la vida vacío, posterior a Mischa.
—Si deseas besarme, puedes —Imposible no percatarse de la mirada del muchacho recorriendo cada centímetro de su rostro, deteniéndose en sus labios. Un déjà vu.
Besó una de las heridas en su frente.
—Paso a paso, estimado psiquiatra. Disponemos de una eternidad para llegar a ello.
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