«Cuando los hombres ya no creen en Dios, no es que no crean en nada, es que lo creen todo», una clara alusión, entiendo, al hombre que se llena de fetiches, creencias hueras y supersticiones fáciles. (…) Sin embargo, yo no quiero que crean todo a ciegas. El sentido crítico demuestra inteligencia.
Como una mano que en el instante de la muerte y del naufragio
se levanta al modo de los rayos del sol poniente, así surgen
por todas partes tus miradas.
Quizá ya no haya tiempo, ya no haya tiempo para verme,
Pero la hoja que cae y la rueda que gira te dirán que nada
perdura en la tierra,
Salvo el amor,
Y de esto quiero convencerme.
Botes de salvamento de colores rojizos,
Tempestades en fuga,
Un vals anticuado que se llevan el tiempo y el viento por los
largos caminos del cielo.
Eres ese sube y baja de emociones, sentimientos, toda una conflagración de súbito amor, de cariño placentero, de tierno deseo...
Eres mi rueda de la fortuna, me das alegría cuando en mi mente apareces y cuando provocas que mi corazón lata fuerte por ti. Eres alegría espontánea, felicidad sin límites, lo mejor que hay en mi vida!
(...) Y vi un copo de lana que nevaba
en la biografía de la abuela.
El ángel de la rueca tenía sueño
y en sus alas de pana, la tristeza
había doblado en dos la antigua rueda.
Cómo te recordé dulce Lucía muerta,
con tu cesto de pan fuera de tiempo,
llorando de vacío en la vereda...
Desde entonces estás blanca de enero,
perdida en la salud azul del cielo
y para ya no despertarte... sueño.
Canción a la cadena del blanco amor | César Dávila Andrade