ELENA DEL RIVERO & CRISTINA RIVERA GARZA
Vapulear
La manera en que se forma la ola, como de la nada, y cómo se rompe.
Tenue aguamarina.
¿Por qué alguien se introduce repentinamente en un mar de tersas
aguas frías una tarde de mucho sol? No tengo respuesta para eso.
La idea del experimento como juego, argumenta Mathias Viegener,
evita tanto la necesidad de percibir a lo experimental como opuesto
al realismo narrativo, así como de forzarlo a que dé resultados
políticos o incluso que produzca objetos particularmente inteligibles
para que participen en alguna forma de «contrato» con el lector.
Desde otra perspectiva sólo se trataba de tres personas a medio vestir
o medio desvestir que, muy adentro del océano, gritaban y reían. Los
brazos hacia el cielo; las bocas llenas de sal.
.
Pero la luz.
La primera tentación es, ciertamente, narrativa.
Entrar en la boca del Pacífico, horizontal. Los miembros tan
extendidos como una cierta forma testaruda de. Introducirse como
quien avizora y cree en el destino y en la santa mano del azar. Nadar
ahí como quien recuerda de súbito que solía.
En las dos perspectivas debe existir el pelícano que, a toda velocidad,
cae en línea recta sobre la marea. Visión monumental.
La aguamarina es la variedad de color azul verdoso pálido del berilo
Pronto se sabrá que el pelícano y la marea y la velocidad forman una
trinidad santísima.
¿Y cómo no pensar en la infancia, en los veranos interminables de
la infancia, cuando los cuerpos en ebullición, tan delgados y sólidos
como astas, se deslizaban sin temor bajo las aguas en busca de algo
desconocido o algo nuevo, cuando menos, todo aquello que todavía
no se sabía que hacía falta?
Qué alguien diga: ¡Pero la espuma: ligera, burbujeante, blanquísima!
En el experimento todo es potencial, por eso no se miden los
resultados sino el proceso.
Alguien pudo haber pensado también que se trataba de tres personas
desquiciadas mientras que otro pudo haberlas descrito como
absolutamente metafísicas.
Pocas veces bajo las olas, así, resquebrajándose. A punto de existir
y a punto de no existir como la fe.
.
Mi vida con la ola es el título de un cuento surrealista de Octavio Paz.
El tono azulado de la aguamarina se debe a la presencia de Fe2+;
mientras que el verdoso se debe a las inclusiones de Fe3+
Es bueno estar en la tierra, alguien habría dicho eso mientras los pies
se hundían en la arena y el sargazo se abrazaba a los tobillos como
a una última oportunidad.
Pero el nimbo de cosa sagrada o de umbral.
Es difícil concebir que el agua, al inicio tan helada, pueda tornarse
con tanta facilidad o rapidez en una cálida mano que protege contra
el pasado y contra el futuro y contra todo lo que está.
Siempre me he preguntado cómo pasan los días, en realidad, los que
viven dentro de la cavidad torácica de una ballena.
.
El sargazo es un género de macroalgas plactónicas de la clase
Phaeophyceae (algas pardas) en el orden Fucales. Las algas, que
pueden crecer en largo varios metros, son pardas o verde negruzcas
y diferenciadas en rizoides, estipes y lámina. Algunas especies tienen
vesículas llenas de gas para mantenerse a flote y promover la fotosíntesis .
Muchas tienen texturas duras, que entrelazadas entre sí y con robustos
pero flexibles cuerpos, le ayudan a sobrevivir a corrientes fuertes.
The Waves es el título de una de las novelas de Virginia Woolf.
Leí The Waves por primera vez bajo la fronda un árbol al que
calificaría sin problema alguno de feliz.
The Waves ha sido desde entonces uno de mis libros de cabecera.
.
No cabe duda, lo propio de las olas es vapulear.
These are beautiful shores, dijo Lisa Robertson refiriéndose, sin duda,
a otras playas o a otras orillas en uno de los poemas que compone su
libro The Men.
Pero las gotas iridiscentes sobre la piel. Elegantes joyas pequeñísimas.
El Pacífico es un océano y es un hombre que se extiende
orgánicamente a lo largo del litoral.
.
Los yacimientos de aguamarina son muy numerosos. Se pueden
encontrar aguamarinas en Italia, Sri Lanka, India y Estados Unidos.
También en bastantes países africanos, como Zambia, Nigeria,
Madagascar, Kenya, Tanzania y Malawi. Las minas más importantes
son las de Brasil: Minas Gerais, Bahía y Espirito Santo. Sin embargo,
los ejemplares más cotizados provienen de los Montes Urales,
en Rusia.
En efecto, Pacífico es también el nombre de una cerveza producida
en el norte de México.
Pero este tenue sabor a sal.
Es sólo un momento saturado de lo que los modernos llamaban totalidad
queriendo decir luz de octubre.
El aguamarina refuerza el campo magnético y trae buena suerte.
Aporta felicidad y bienestar. Se dice que provoca la sonrisa y la
alegría de las personas que la llevan. Fortalece el sistema nervioso
central, el hígado y los riñones. Cura las impurezas de la piel y es
indicado para los dolores de la nuca, mandíbulas y dientes, así como
las afecciones de la garganta. Abre los chakras del entrecejo, del
plexo solar y del bazo.
.
Desciende de algún lado, entonces, la palabra inefable.
El vaivén recurrente inacabable inconmovible de las olas me
recuerda el concepto de repetición en Gertrude Stein.
Justo como la primera, la última tentación también es narrativa.
En contra de Aristóteles, para quien ser feliz era una forma de
autorrealización humana, una postura conocida como eudemonismo,
Epicuro creía en el hedonismo, a saber, la convicción de que la
felicidad es una forma de experimentar el placer intelectual y físico.
Pero el eco del grito que escapa de la garganta.
Tengo la impresión de que el presente del indicativo es sólo una
variante de la ola original.
En el juego se asume, no se comprueba.
Y tú estabas en medio de todo eso, tocando.
_ Cristina Rivera Garza.
_ Elena del Rivero, Mended Flying Letter, 2010-2011
3 notes
·
View notes
Observaciones: Una montaña en Tocancipá
Me encuentro sentado en la ladera de la montaña, muy cerca del filo, justo sobre nuestro punto de despegue. Desde aquí todo parece pequeño: el pueblo es una mancha de ladrillos y detalles blancos, los cultivos son parches que cortan esa sábana oscura de bosques que sólo se mantiene intacta cerca de la cima de las montañas, ésas que parecen colinas pequeñas y suavizadas que terminan a lo lejos en punta; e incluso el embalse parece un charco que deja entrever por partes las crestas verdosas de la tierra que se tragó.
Es el embalse de Tominé, brillante, pintado de tonos azules y verdes que reflejan apenas los detalles de la nueva Guatavita y el espectáculo de las montañas que la protegen. Puedo ver un punto blanco que flota en el agua, es un velero solitario. Aprovecha el viento favorable de la tarde, que se puede ver en las aguas como pequeños dientes que se aproximan lentamente hacia este lado de la costa.
Aquí arriba ese viento sopla con fuerza y los parapentes se pavonean haciendo figuras para navegar por sus corrientes frías. Parecen cometas humanas de todos los colores. Hay cinco en total. Danzan en el cielo junto con un cóndor solitario que cruza el embalse de un extremo a otro. A veces, cuando se acercan para intentar un aterrizaje, puedo escuchar el silbido del viento que las eleva y ese golpe de las telas que se inflan de un soplo.
Tengo las manos entumecidas y los pulmones todavía un poco gastados por la caminata. Ahora mismo estoy sentado a más de tres mil metros sobre el nivel del mar y las plantas, que parecen un cruce entre helecho y frailejón, dan fe de ello. Es una sensación extraña. El sol me golpea con fuerza y puedo sentir su toque cálido, pero el frío no desaparece y nada calienta mis manos o mi nariz (que no sé si está roja por el frío o por las quemaduras del sol, pero pienso que es una combinación de los dos).
Mientras espero mi turno para volar, me concentro un momento en la laguna. Puedo imaginar lo que esconden sus aguas. Es el misterio de la vieja Guatavita, sumergida con todos sus secretos e historia, en aguas que bien podrían ser las lágrimas del Zipa. Casi puedo ver una caravana de muiscas preparados para ascender hasta la vieja laguna para hacer sus pagamentos. Quisiera llegar con mi cometa hasta allá, entre las montañas que se ven tan chicas, y sumergirme como un cacique dorado.
Una de las cometas se aproxima. Me pongo de pie para darle espacio y me sorprendo porque mi sombra se extiende casi diez metros sobre esa ladera empinada que parece una pared. El parapente naranja y verde se acerca más y su piloto se posa hábilmente sobre el suelo imposible. Es Kato. Llegó mi turno.
12/09/2023
3 notes
·
View notes