Era de noche y había 21º. Iba a su apartamento por primera vez, ella me invitó con las siguientes palabras: “querés venirte hoy? esta temperatura es ideal para estar desnudos y ver qué pasa”.
Le dije que iría, que estaba dispuesto a someterme a cualquier grosería que se le ocurriera hacer conmigo, me respondió que “eso incluye que te entren cosas por el culo”. Seguí avanzando, porque no negocio con terroristas. “Trae los forros dorados que te regalé” me pidió, fue la única concesión que estuve dispuesto a darle (mentira: fue la única cosa que me pidió, si me pedía mil concedía mil).
En eso pensaba cuando me abrió la puerta y me dejó pasar mientras señalaba directamente la mesa ratona, donde ya tenía un par de rayas peinadas para cada uno. “Ventajas de alguien que se refresca en verano sin ventilador” pensé. Uno se caga de calor tomando merca en esta época del año, porque para la droga alcanza pero para el aire acondicionado no. Tomó sus rayas, que descansaban pulcramente sobre un tablero de ajedrez vidriado, dijo "un seguro contra el sueño", más para ella que para mí, porque es diurna de lunes a viernes por culpa del trabajo, y nocturna conmigo siempre que puede.
Casi de inmediato renovamos la amistad entre mi lengua y sus pezones, ella dice que la lameteo como a la paleta de la batidora cuando hace chocolate. Pero lo que más me gusta es su insistencia en ser vengativa: contraataca con el imperio de su saliva sobre la punta de mi glande, armado y desarmado, “soy adicta” dice a modo de disculpa. Miro la mesa donde aún nos esperan otros polvos mágicos, y justo antes de perder la consciencia pienso lo seguro que estoy de que no se refiere a otra droga dura que no sea la que tiene en su boca en ese instante explosivo.
El ventilador más ecológico del mundo.
Da sombra y frio. Son telas que se mueven con el viento en un sitio donde el sol aprieta con ganas.
Está en Costa Navarino Resort. Grecia.