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La política nacional y su geografía.
La política nacional y su geografía.
En la última década del siglo XIX, refiere Claudio Lómnitz en su texto El regreso del camarada Ricardo Flores Magón, eran claras las diferencias generacionales entre los intelectuales en el poder, el grupo de los llamados científicos, y la creciente masa de profesionistas desempleados, entre los que se encontraba la familia Flores Magón y los futuros políticos del Partido Liberal Mexicano, como Santiago de la Cruz, veracruzano, o Alfonso Cravioto, de Hidalgo. Los jóvenes estudiantes de la Escuela Nacional de Jurisprudencia constituyeron uno de los sectores que conformaron la Revolución mexicana.
Una de las características del gobierno de Porfirio Diaz era su nepotismo; gobernaba para sus amigos y mantenía controlados a los intelectuales destacados, por lo regular con escaños legislativos y cargos públicos de poca monta. Así pues, referido el conocido panorama del gobierno porfirista, el objetivo del presente texto consiste en que, a partir de la cuestión del sujeto político en el México del siglo XX, se suscite una toma de conciencia del conflicto generacional que se avecina, no en una perspectiva únicamente política, sino más bien en términos de la  cada vez más clara relación entre periodismo y filosofía, lo que ocasiona la transformación del ejercicio periodístico o de lo que se suele llamar "opinión pública".
Septiembre se considera el mes patrio en México porque en su seno estallaron los dos grandes movimientos revolucionarios. Lo rodea cierta mística, producto de los recientes eventos que han marcado y marcan a los habitantes del Valle. Estamos hablando de movimientos, no sólo telúricos, que se caracterizan por su poder de convocatoria popular y por el hecho de que los líderes son respaldados y seguidos masivamente. Uno de los efectos de nuestros procesos revolucionarios fue la formación de leyes que son interpretadas y codificadas por el aparato de Estado, el cual se ha condicionado, cuando menos en potencia, a múltiples finalidades, pues, independientemente del sistema presidencialista en el que vivimos, hoy es patente el constante simulacro en el desempeño de las instituciones y sus sujetos políticos, pues la leyes que fundan instituciones son interpretados de acuerdo a criterios particulares, como hace 111 años.
Es mundialmente conocida la abundancia y buen corazón del pueblo de México. Es complicado imaginar las transiciones entre los órdenes de magnitud en los que se juegan las múltiples dimensiones del fenómeno político, pues nuestro imaginario se nutre de la contracultura de la delincuencia organizada, del constante flujo de información suministrada por nuestras herramientas digitales, y sobre todo, por las distintas tendencias que nos son suministradas al hogar. Los discursos académicos y administrativos comenzaron a usar planteamientos que venían de legislaciones relativas a la "libertad económica", la "democracia emergente" y la "competitividad", cristalizadas en el tratado de libre comercio de América del Norte que, supuestamente, traería desarrollo, progreso, libertad, pero terminó por  poner en riesgo la soberanía nacional. Nada nuevo, pues las resonancias con el proceso revolucionario de 1910 son obvias y por todos conocidas.
De manera que la revolución pacífica que hoy se vive está teniendo efectos institucionales claros y distintos, como la discusión pública en torno a la simulación o ineficiencia de los aparatos administrativos, jurídicos- judiciales y electorales, o la delincuencia organizada al interior de las instituciones de educación pública, que entorpece el desarrollo tecnológico e incorpora a un porcentaje risible de investigadores que son obligados a seguir programas de desempeño calificable y evaluación más bien moral que académica. Sobra decir que la producción científica mexicana  tiene poco reconocimiento o impacto social y nula resonancia pública.
Estamos hablando entonces del inicio de un proceso de incorporación masiva de trabajadores en todos los ámbitos,  pues el reordenamiento moral e institucional pocas veces tiene tanta urgencia de innovación y de organización política colectiva; sobre todo ahora que reconocemos como nuestro mayor problema al  sectarismo, el cual sigue lógicas discursivas de exclusión  y procedimientos extrajudiciales de carácter punitivo, ignorando el principio de independencia e imparcialidad judicial. Piénsese, a modo de ejemplo, en la actual polémica en la Facultad de Filosofía y Letras en torno a la continuidad de las materias aisladas, así como el presunto acoso laboral y amedrentamiento  a la comunidad académica que ve afectados sus derechos laborales con las decisiones que toma el aparato administrativo de la institución, sin un proceso de discusión pública, simplemente apelando a "las democráticas instituciones universitarias", que, así como otrora ocurría con la participación electoral en el país, sufren de descrédito y nula participación.
El origen de este texto se encuentra en los municipios de Nezahualcóyotl y de Ecatepec de Morelos, minicipios mexiquenses. Podríamos decir que estamos al nororiente de la ciudad de México. Pachuca Hidalgo está al norte, Tamaulipas está más al norte; Chiapas, Guerrero Veracruz, Tabasco  y Oaxaca están al sur. Hay quienes incluyen a Yucatan e incluso a Campeche en la región norte por su latitud, junto a Nuevo León y Sonora. De tal manera imaginaríamos el territorio nacional si, como venimos diciendo, asumimos que la Ciudad de México es el centro del país.
Pero actualmente ocurre que el presidente de la República Mexicana tiene como prioridad de gobierno federal la zona del sur del país, algo que hace bastante no ocurría; FeCal, el espurio michoacano (es muy repudiado en su tierra natal, lo que posiblemente explica que intente construir bases en las delegaciones Coyoacán y Benito Juárez); perdió cualquier margen de maniobra incluso antes de ejercer su gobierno, y tuvo que buscar abrigo en el gobierno americano. Hoy es claro que domina el aparato de censura de Twitter y Facebook México. López Mateos, Echeverría, López Portillo, Salinas, Zedillo, Fox, son políticos del D.F.; EPN del Estado de México; De la Madrid fue de Colima; Díaz Ordaz fue poblano. Casi todos se formaron en los grupúsculos del centro y norte del país y en la Universidad Nacional, fenómeno que se redujo con el encumbramiento en la administración pública del ITAM, la escuela de los legionarios de Cristo y cuna de la entrega de la soberanía nacional a extranjeros y privados.
Miguel Alemán, el cachorro de la revolución, terminó con la tendencia a que nos gobernaran militares. Los hoy militares, antes revolucionarios, reordenaron la totalidad de las instituciones nacionales. El aparato de estado en México que dominó la opinión pública fue el liberal, que dio paso luego al  científico o positivista, que se afianzó hasta que comenzó la Revolucion, y hoy, desarrollando la tendencia  tecnocrática es posible, entre otras cosas, un conglomerado de herramientas digitales que hoy nos permiten interactuar con el resto de naciones del planeta.
La soberanía del pueblo de México en la actual revolución pacífica, es defendida, en un frente, por el aparato de inteligencia de las fuerzas armadas, quienes además de ello realizan obras de infraestructura, pues, dadas las condiciones de peligro de la soberanía nacional, se está ejecutando la orden de que la responsabilidad de tales obras recaiga en las fuerzas armadas, apelando a su consolidación y relativa autonomía, pues, como hemos señalado, el proceso de transformación de las instituciones del Estado no se realizará sin un relevo generacional masivo que en la milicia comenzó con la creación de la Guardia Nacional.
En efecto, el derecho a vivir que conviene a todos, es informado por estudiantes, profesionales y ciudadanos que cuenten con la voluntad de informarse, de discutir, de señalar, denunciar, criticar, diagnosticar, prever y, en la medida de lo posible, reordenar los flujos afectivos y las tecnologías de la forma institucional, por medio de prácticas pedagógicas.
A estas alturas, ni nos cansa ni nos sorprende encontrarnos y dialogar con personas que consideran justa la pena de muerte, la brutalidad policiaca o la tortura, pues en torno a la supuesta justicia encontrada en el castigo, sabemos que, al menos en México, contamos con una larguísima tradición de justicia punitiva en la práctica y deliberativa en la forma, lo que engendró un verdadero monstruo. Sin la capacidad o potencia de las instituciones para integrar las distintas tendencias en la vida institucional, recaeríamos en la barbarie del pasado que hoy nos deja como herencia una marca afectiva del sufrimiento de las generaciones anteriores, de aquellos que entregaron su vida por el ideal de libertad e igualdad, y por la transformación de la realidad social en la que habitaban.
Adolfo Ruiz Cortines, veracruzano, fue el último presidente sureño; sureño también fue su antecesor, Miguel Alemán Valdés, el rumbero veracruzano que terminó su mandato en el 52. Entonces, alrededor de los últimos setenta años, de Manuel Ávila a Enrique Peña, la capital política del país, independientemente de la tendencia dominante en la federación, fue la zona centro norte, con las dos singularidades antes dichas y con un evidente y palpable abandono al sur.
La vida en el Valle absorbe gran parte de la energía pública y son las noticias de la urbe las que más se sintonizan en los canales públicos de información. Un polo de la urbe se encuentra en Nuevo León, el otro púlsar emite desde el Valle de México, donde otrora  se sacrificaban corazones para que el sol saliera para todos.
Hoy la capital política del país está en el sur: un nuevo punto de densidad resuena y resonará con más potencia en los próximos años. Los proyectos de la refinería, del tren, de la integración laboral con América del Norte, nos muestran que al reordenamiento regional  necesario en el aparato de Estado no sólo es local, sino que debemos pensar también en la coordinación regional multidimensional para atender a profundidad los problemas y vicios que impiden que se desarrollen mejores condiciones de vida, entretenimiento, y formación profesional.
Las reverberaciones del fanatismo cuasi-puritano en los partidos políticos y en la opinión pública; las prácticas pedagógicas que se nutren del elitismo y la discriminación, así como los vicios de los aparatos académico-administrativos, nos permiten vislumbrar cómo la simulación se apodera del territorio de la discusión pública e incluso de las consignas de las ya de por sí rancias, fetichizadas y maniqueas clasificaciones que parten de la “izquierda” y la “derecha”.
Y es que hoy la crisis de esos términos es obscena. No podemos partir de otra clasificación menos manipulada como la de  soberanistas y globalistas porque ella tiene más sentido en el concierto geopolítico mundial y en relación con políticas a largo plazo. De lo que se trata es de desarrollar planteamientos regionales de actualización, para que de ese modo evitemos que el partido más poderoso  imposibilite la elección soberana y reincorpore el mandato de la misma clase política, pues es evidente que repite vicios, valores y operaciones heredadas que se presentan como “de izquierda”, siendo que hoy los jóvenes profesionales ya no razonan del mismo modo que el maniqueo pragmatismo cosmético,  degradando al sistema político profesional que no puede superar el vicio de la política partidista.
¿Por qué los sujetos políticos consideran que comprar vehículos automotor es necesario o urgente para un programa anticorrupción o de seguridad? Diversas campañas, algunas de seguridad y otras en contra del crimen organizado, han consistido básicamente en gastar presupuesto en vehículos automotores, como cuatrimotos o autos ubranos, como es el caso de los recientes proyectos de reacción ante la presencia de narcotraficantes en el campus central. Nos encontramos entonces ante una simulación de la política, pues el azar y la novedad de la vida digital global es suficiente para reproducir al sector de políticos profesionales que se afianza en un perfil bajo y en una simulación de programática, esperando el siguiente gran movimiento mediático para izar banderitas y pronunciarse públicamente, bajo los protocolos de twitter y feisbuc.
De manera que la palanca de emergencia, llevan activándola desde hace años las Estudiantes Organizadas de la Facultad de Filosofía y Letras, así  como los ciudadanos que apoyan y prestan atención a las acciones institucionales que se han construido en torno al liderazgo de AMLO (un movimiento pluri o incluso a-partidista, que conserva la mayoría simple en la cámara de diputados y un dominio de la cámara de senadores, además de tener en marcha el proceso de regulación y transformación del aparato público de Estado) lo que generó un crecimiento en la tasa de ciudadanos que participan en las elecciones de autoridades a nivel local y federal, lo que mantiene al aparato ejecutivo de la nación. No es apresurado ni exagerado decir que se gesta un intento de deshacerse, al costo que sea, de la persona, de la figura, y de los actos ejecutivos de quien hoy nos preside.
Sin embargo, nosotros, aspirantes, profesores, estudiantes, y ciudadanos, que hemos sido formados viendo, padeciendo y reproduciendo muchos de los vicios que tanto sufrimiento y despojo  significaron para tantas personas, hoy tenemos la capacidad y la posibilidad de reformular y reconstituir las instituciones que necesitamos.
Lo esencial para realizar tales proyectos de transformación no viene de las formas institucionales, sino de las personas que las nutren y las reproducen, de manera que nosotros, como educadores, como filósofos, como periodistas, como mecanólogos, tenemos en la escritura la posibilidad de una época en la que nos encontremos más protegidos ante la barbarie que ocasiona la incomprensión del objeto técnico, pues en efecto, el acto de escritura de cierto modo nos programa, así como son programados los acontecimientos que se nos presentan. En conclusión, no podremos hablar de la universalidad del sujeto político hasta que se incorporen al aparato productivo y de consumo la mayoría de los ciudadanos, para lo cual se necesita un reordenamiento del poder judicial y una expansión de las fuerzas de trabajo, además del ya mencionado relevo o cooperación intergeneracional.
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Catálogo de datos sobre la relación México U.S.A.
La población mundial es de 7.8 billones de personas.
En 2019 la población en México se estimaba en 127.6 millones.
Por lo menos 12 millones de inmigrantes mexicanos están en U.S.A., principalmente en California, Texas, Arizona e Illinois.
En 2019 la población de U.S.A. se estimó en 328.2 millones
En 2010, se estimó que el 66% de todos los hispanos y latinos son blancos.
Los 6 mayores ancestros de todos los estadounidenses que participaron en el censo de 2010: 1.Raíces alemanas 2.Raíces africanas 3. Raíces irlandesas 4. Raíces inglesas 5. Raíces mexicanas 6. Raíces italianas
En 2019 se estimó que la población de Rusia rondaba los 144.4 millones de habitantes.
En 2019 la población de Japón se estima en 126.3 millones
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¿Política y geografía?
Es curiosa la manera en la que nos ubicamos en el mundo. Para comenzar el texto pensaba en que me encuentro en Ecatepec, al norte de la ciudad de México, pues Pachuca también está al norte; Guerrero y Oaxaca están al sur. Si, como dije, asumimos que la Ciudad de México es el centro del país. 
Sin embargo, ocurre que el presidente de la república mexicana es del sur del país, algo que hace bastante no ocurría; FeCal es de Michoacán (muy repudiado, por cierto, por eso intenta construir bases en el sur del Distrito Federal (sí, Distrito Federal)); López Mateos, Echeverría, López Portillo, Salinas, Zedillo, Fox, son del D.F. y EPN del Estado de México; De la Madrid es de Colima; Díaz Ordaz fue Poblano.
Adolfo Ruiz Cortines, veracruzano, fue el último presidente sureño; sureño también fue su antecesor, Miguel Alemán Valdés, el  rumbero veracruzano que terminó su mandato en el 52. Entonces, alrededor de los últimos setenta años la capital política del país, independientemente del orden formal de la federación, fue la zona centro norte, con las dos excepciones antes dichas.
 La vida en la Ciudad absorbe gran parte de la energía pública y son las noticias de la urbe las que más se sintonizan en los canales públicos de información. Un polo de la urbe se encuentra en Nuevo León, el otro púlsar emite desde donde otrora (o aún) se sacrifica(ro)n corazones para que el sol salga para todos.
Hoy la capital política del país está en el sur: un nuevo punto de densidad resonará en los próximos años. Los proyectos de la refinería, del tren, nos demuestran que al reordenamiento necesario en el gran aparato de Estado no sólo es local sino que debemos pensar también en la coordinación regional para atender a profundidad los problemas y vicios que impiden que se desarrollen mejores condiciones de vida, entretenimiento, y formación profesional.
 La discusión pública sobre el fanatismo de los seguidores partidistas y las prácticas magisteriales de los profesores en sus secciones del sur nos permite vislumbrar cómo la simulación se apodera del territorio de la discusión pública e incluso de las consignas de las ya muy rancias, fetichizadas y maniqueas clasificaciones que parten de la "izquierda" y la "derecha" (¿Ora' de dónde?)
Y es que hoy la crisis de esos términos es obscena, y para muestra, un botón: hay una simpática afirmación en la presentación web del perfil del presidente municipal de Ecatepec: se convirtió en el aspirante más votado, al obtener 420 mil 623 sufragios. Es simpático porque al tratarse de su semblanza biográfica se da constancia de su pertenencia a movimientos relacionados con el poder político de grupos que nada le piden a las antiguas prácticas del PRI.
El caso específico de Fernando Vilchis va más allá: su relación con otros líderes caciques relacionados con el transporte público y el "préstamo de servicios" como venta de agua extraída de la red pública en pipas o la renta de espacios municipales como centros cívicos no es lo más alarmante de sus relaciones políticas, sino su franca amistad con delincuentes de la talla de secuestradores y asesinos, que han llegado al extremo de interferir en acciones judiciales en otros municipios.
La aspiración de un personaje tan tristemente común en la política mexiquense coincidió con el movimiento revolucionario y no violento más popular de los últimos años: podríamos llamarlo obradorismo, porque en gran medida se basa en la confianza en el criterio de Andrés Manuel López Obrador, el actual presidente de México, otrora la principal oposición al proyecto neoliberal en México. 
Es el apoyo popular a las acciones institucionales que se han construido en torno al liderazgo de AMLO (un movimiento pluri o incluso a-partidista, que le fue permitido conservar la mayoría absoluta en la cámara de diputados y un dominio de la cámara de senadores, así como el inicio del proceso de regulación y transformación del aparato público de Estado) lo que generó un crecimiento en la tasa de ciudadanos que participan en las elecciones de autoridades a nivel local y federal, y no la opaca figura de personajes como Fernando Vilchis, que sabe debe mantener un perfil bajo y mantenerse aliado a cierto grupo dentro del partido MORENA. 
Y es que ese grupo consiste en políticos con las mismas características que Vilchis: pragmatistas que se sirven del discurso ("leguleyos" también les llaman) para justificar cualquier postura política que en realidad es un proyecto de mercado para mantenerse "populares" y vivir tomando las decisiones más lucrativas.
Nosotros los que hemos sido formados viendo, padeciendo y reproduciendo muchos de los vicios que tanto sufrimiento generan para tantas personas, tenemos la capacidad de reformular y reconstituir las instituciones que necesitamos. 
Lo esencial para realizar tales proyectos de transformación no viene de esas instituciones, sino de las personas que las nutren y las reproducen, de manera que nosotros, como educadores, como filósofos, como periodistas, como mecanólogos, tenemos en la escritura la posibilidad de una época en la que nos encontremos más protegidos ante la barbarie que ocasiona la incomprensión del objeto técnico.
La alegre afirmación del presidente municipal de Ecatepec coincide con las alegres amenazas de las autoridades administrativas de la Universidad Nacional a la planta académica. El equipo de uno no entiende que va nadando de muertito en el flujo del obradorismo, y el equipo de los otros no entiende que si los potenciales de reordenamiento de la Universidad no se activan aún es por la prudencia de los pilares del conocimiento académico, que esperan el momento propicio.
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«Méjico», Cesare Zavattini.
Méjico es aproximadamente seis veces mayor que Italia. «Estamos demasiado lejos de Dios y demasiado cerca de los Estados Unidos», dicen.
En 1955, las mujeres votaron por primera vez, yo llegué en este verano tan importante, las mujeres hacían cola y atónitas por la novedad tenían la mano con la papeleta para ponerla en la urna de un modo que recordaba su gesto de tocar con la punta de los dedos la pila de agua bendita.
Aquel domingo di una larga vuelta con un taxi. Hay muchos taxis, pero estacionados en los puestos, siempre se acercan para pillar al cliente al vuelo, como cazadores. La gasolina sólo cuesta 35 liras litro. Son coches nuevos, colchas, objetos de arcilla cocida y pintada por gentes del pueblo, para llevárnoslo más allá de la frontera a nuestras cómodas casas, y me parecía que al cruzarnos bajábamos los ojos durante una fracción de segundo (tan rápidamente que ni siquiera nosotros lo advertíamos), sintiéndonos ladrones, acaso gentiles, pero ladrones, por nuestra complicidad con aquel vasto comercio en el que eran muy pocas las monedas que iban a los bolsillos de los artesanos. El mejicano está preparado como nadie a inclinarse cuando en la mirada del hombre blanco advierte el remoto relámpago del amo, pero, apenas se da cuenta de que el otro le considera como un igual, se expansiona como un pez que desde un cubo lo echan al lago, y todas las cosas que yo sé las he aprendido, en realidad, de docenas de personas paradas en la calle, con la ayuda de Gamboa, que me ha acompañado en este viaje.
Con los italianos son afectuosos, le piden a uno que hable. Y cuánto les gusta nuestra manera de hablar; repetían algunas palabras mías como si fuesen notas musicales. Por el contrario, no quieren nada a los estadunidenses, los «gringos». He preguntado a los chicos de una escuela cuáles son las figuras patrióticas más queridas, y todos han gritado: Niños héroes de Chapultepec. Héroes falsos y miserables de un episodio de la guerra contra los estadunidenses en 1847.
Respecto a los españoles, sus razonamientos tienen más de psicoanálisis que de historia; en lo más íntimo están contra la vieja España, contra los conquistadores; un indio, que no tiene sangre española en las venas, quizás esté en su derecho, pero tal sentimiento sorprende en el mestizo, que es mitad y mitad: el mestizo estima de sí mismo sólo a la madre, no al padre; para algunos, ésta podría ser la prueba de la natural tendencia del mejicano a proteger siempre al más débil, a la parte india, representada por la madre que fue violentada por el padre, el señor Hernando Cortés, cuando llegó con sus caballos blancos. Ese día era domingo y todo se regía por el color, los mejicanos necesitan el color para llegar al día siguiente. El color de los colores ―el más amado― se llama tlapalli, es nuestro solferino, un tinte sangriento como la batalla de Solferino, lo extraen del insecto que vive en nopal, la planta nacional sobre la que una mañana de 1312 descendió fulmínea del cielo el águila que aferró a la serpiente, como puede verse en el escudo mejicano, y por eso los aztecas, según la leyenda, fundaron sobre las estacas en aquel lugar prodigioso pero incómodo lo que hoy es la capital, a 2,400 metros de altura.
Un pobre campesino recorría las calles con un pavo para vender, lo llevaba en la espalda, de pronto el pavo abrió la cola y su dueño avanzaba como un guerrero con la aureola de las plumas; muchachos en una bicicleta adornada con flores de papel y cintas como los caballos sicilianos: realmente, detrás del sillín esos velocípedos tienen también cola y de auténtica crin para que parezcan caballos; los vendedores de cotidianas loterías que persiguen a los automóviles agitando en el aire, como banderas, las anchas hojas rojas o azules de los billetes, niños recién nacidos adentro de las ollas, en las cestas, en todas partes, en los mercados, niños por todas partes, con sus bocas constantemente en busca del pezón que se escapa porque la madre se mueve para ordenar cada vez más armoniosamente la poca fruta ante ella, o peinarse, ese peinarse y volverse a peinar que es como si cada vez la vendedora quisiera renovar su esperanza de que pronto aparecerá el comprador que la compre a ella; una procesión con una chiquilla que hace de Virgen sobre un camión, cuatro niños a sus pies, los ángeles, resplandecientes y con las manos unidas en acto de oración; como la procesión dura horas, las madres, a escondidas, dan fruta a los ángeles, y así vemos a la vez furtivas dentelladas y pías uniones de manos; un corro alrededor de un merolico que por pocos céntimos de paquetes de oraciones nombrando continuamente al Papa, y cada vez que nombra al Papa todos se levantan el sombrero; los jugadores de billar en las largas salas y sus rostros oscuros esfumándose en la sombra como si en aquella atmósfera verde sólo tuvieran vida los cabellos (en Taumtepec, de donde veníamos, las mujeres caminaban levantando el polvo con sus pies desnudos, llevaban los cabellos sueltos sobre los hombros y se mecían dentro de sus largas faldas de raso en azul y rosa, que se hinchaban; en Papantla, el país de la vainilla, que tantas fatigas cuesta a quien la recoge, las totonacas llevan vestidos de nylon ―antes eran de seda finísima― parecidos a las túnicas bordadas de los sacerdotes, y este candor vaporoso y virginal de las telas enciende con collares que tienen la fosforescencia de los carteles publicitarios, cuando los asalta la luz de los faros).
En Chihuahua, dos «taraumaras» pequeños, menudos, un matrimonio indio de unos veinte años, ella con tantos vestidos como un cardenal, sonoros, pedían limosna después de tardar cuatro o cinco días en venir a pie desde las montañas; son indios andariegos y los más resistentes y veloces, cazan el ciervo persiguiéndole con el sistema de relevos; es una tribu que se extingue poco a poco y que de vez en cuando conmueve a la opinión pública; pero la opinión pública es cauta frente a la cuestión india, y liquida las cuestiones raciales afirmando que cuando el mestizo es pobre es un indio, cuando el indio es rico es un blanco.
Sentados en la acera, a su lado, les importunamos con preguntas, y ellos respondieron de mala gana y sin querer dar explicaciones sobre el lugar de dónde venían. Mi amigo consiguió que le confiaran que es mejor no ir a sus aldeas natales, nadie es acogido de buen grado. Hablaban sin mirarnos a la cara. Después los seguí, caminaban uno al lado del otro, sus manos se tocaban de cuando en cuando hasta que él hizo un gancho con el dedo y conservó apretada la mano de ella.
Aquel domingo no podía ser más claro, y esto, en un país claro como Méjico, significa la luz, la que Dios encontró buena y separó de las tinieblas llamándola día. En el inmenso parque de Chapultepec desfilaba la burguesía de la capital, un interminable carrusel de automóviles que se pisaban sobre los talones, cargados exclusivamente de muchachos, bellos y blancos para los burgueses, vacíos para mí, sin nada de indios. Cinco o seis en cada automóvil, como en un escaparate; en dirección contraria venían los hombres apiñados también en automóviles, al no poder detenerse se sonreían y cambiaban breves palabras de coche a coche, para encontrarse luego una segunda, una tercera vez y terminar la conversación.
Autor: Cesare Zavattini
  En 1956, el ideólogo del Neorrealismo Italiano, el movimiento más importante de la historia del cine, el italiano Cesare Zavattini ―guionista entre muchas grandes películas de «Ladrón de Bicicletas» (Vittorio de Sica, 1948)― escribió en su «Diario de cine y de vida» la crónica sobre el país que llamaría como “el de la luz más neorrealista”: Méjico, en un texto que justamente se llama así: «Méjico».
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AUTOPSICOGRAFÍA El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que llega a fingir que es dolor el dolor que de veras siente. Y quienes leen lo que escribe en el dolor leído sienten no los dos dolores que él tuvo, sino apenas el que ellos no tienen. Y así por los raíles gira, entreteniendo la razón, el pequeño tren de juguete que se llama corazón.
Fernando Pessoa 
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TODAS LAS CARTAS DE AMOR… Todas las cartas de amor son ridículas. No serían cartas de amor si no fueran ridículas. También yo escribí en mis tiempos cartas de amor, como las demás, ridículas. Las cartas de amor, si hay amor, tienen que ser ridículas. Pero, al final, solo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor son ridículas. Quién volviera al tiempo en que escribía sin prestar atención cartas de amor ridículas. Lo cierto es que hoy mis recuerdos de aquellas cartas de amor son ridículos. (Todas las palabras esdrújulas, como los sentimientos esdrújulos, son naturalmente ridículas.)
Alvaro de Campos. 
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ESCRITO EN UN LIBRO ABANDONADO EN VIAJE Vengo de Beja, voy al centro de Lisboa. No traigo nada y no encontraré nada. Tengo el cansancio anticipado de cuanto no encontraré y la nostalgia que siento no es del pasado ni del futuro. Dejo escrita en este libro la imagen de mi designio muerto: Fui como hierba, y no me arrancaron.
Alvaro de Campos
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¡Ah, los primeros minutos en los cafés de nuevas ciudades! ¡La llegada matinal a muelles o a estaciones llenos de un silencio reposado y claro! Los primeros paseantes en las calles de las ciudades a las que llegamos… Y el sonido especial que el correr de las horas tiene siempre en viaje… Los omnibuses o los tranvías o los automóviles… El nuevo aspecto de las calles de nuevas tierras… ¡La paz que parecen tener para nuestro dolor, el bullicio alegre para nuestra tristeza, la falta de monotonía para nuestro corazón cansado!… Las plazas nítidamente cuadradas y grandes, las calles con las casas que se acercan al fin, las calles transversales que revelan súbitos intereses y, a través de todo esto, como cosa que inunda y nunca desborda, el movimiento, el movimiento, rápida cosa colorida y humana que pasa y permanece… Los puertos con navíos detenidos, con navíos excesivamente detenidos, con pequeños barcos al lado, esperando…
Alvaro de Campos
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Es tan suave la fuga de este día, Lidia, que no parece que vivamos. No hay duda de que los dioses nos son gratos en esta hora; en paga noble de esta fe que tenemos en la exiliada verdad de sus cuerpos nos dan el alto premio de dejarnos ser convidados lúcidos de su calma, herederos un momento de su estilo de vivir toda la vida dentro de un único momento. De un único momento, Lidia, en que alejados de las terrenas angustias recibimos olímpicas delicias dentro de nuestras almas. Y por un único momento nos sentimos dioses inmortales por la calma que vestimos y la altiva indiferencia hacia las cosas pasajeras. Como quien guarda la corona de la victoria estos mustios laureles de un único día guardaremos para tener, en el futuro arrugado, perenne a nuestra vista la cierta prueba de que un momento los dioses nos amaron y nos dieron una hora no nuestra, sino del Olimpo.
Ricardo Reis
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Si recuerdo quién fui, a otro veo, y el pasado es un presente en el recuerdo. Quien fui es alguien a quien amo, aunque sea tan solo en ese sueño. La nostalgia que la mente aflige no es mía ni del pasado conocido, sino de quien habito tras de los ojos ciegos. Nada, salvo el instante, me conoce. Mi mismo recuerdo no es nada, y siento que quien soy y quien fui son sueños diferentes.
Ricardo Reis. 
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Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río. Contemplemos con sosiego su curso y aprendamos que la vida pasa, y no tenemos las manos enlazadas. (Enlacemos las manos.) Después, pensemos, niños adultos, que la vida pasa y no permanece, nada deja y nunca regresa, va hacia un mar muy lejano, junto al Hado, más lejos que los dioses. Desenlacemos las manos; no vale la pena cansarse. Gocemos o no, pasamos como el río. Mejor será saber pasar en silencio y sin gran desasosiego. Sin amores ni odios ni pasiones que levanten la voz ni envidias que hacen moverse de más los ojos ni cuidados; pues aunque los tuviera el río correría siempre, y siempre iría a dar al mar. Amémonos tranquilamente, pensando que podríamos, si quisiéramos, intercambiar besos y abrazos y caricias, pero que es mejor estar sentados uno junto al otro oyendo y mirando el discurrir del río. Cojamos flores, cógelas tú y déjalas  en tu regazo, y que su perfume suavice el momento, este momento en el que sosegadamente no creemos en nada, paganos inocentes de la decadencia. Al menos, si soy sombra antes, me recordarás después sin que mi recuerdo te queme o te hiera o te mueva porque nunca enlazamos nuestras manos, ni nos besamos ni fuimos más que niños. Y si antes que yo entregaras el óbolo al barquero sombrío, por nada sufriré al acordarme de ti. Suave me serás a la memoria recordándote así: junto al río, pagana triste y con flores en el regazo.
Ricardo Reis 
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Para ser grande, sé entero: nada tuyo exageres ni excluyas. Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres en lo mínimo que hagas. Así en cada lago la luna toda brilla, pues alta vive.
Ricardo Reis
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Mejor destino que el de conocerse no disfruta quien de mente disfruta. Mejor saber ser nada que ignorar: nada dentro de nada. Si no hay en mí poder que venza a las tres parcas y a las moles del futuro, me den los dioses el poder de saberlo; y que goce, eterna y dada, la belleza increable por mi sistro en mis pasivos ojos, lagos que la muerte seca.
Ricardo Reis. 
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Antes el vuelo del ave, que pasa sin dejar rastro, que el paso del animal, que deja huella en el suelo. El ave pasa y olvida, y así debe ser. El animal, donde ya no está y por eso de nada sirve, muestra que estuvo, lo que no sirve de nada. El recuerdo es una traición a la Naturaleza, porque la Naturaleza de ayer ya no es Naturaleza. Lo que fue ya no es nada, y recordar es no ver. ¡Pasa, ave, pasa, y enséñame a pasar!
Alberto Caeiro. El guardador de rebaños. (Un disfraz equivocado).
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Desde mi aldea veo cuanto desde la tierra se puede ver del universo. Por eso mi aldea es tan grande como cualquier otro lugar: yo soy del tamaño de lo que veo y no del tamaño de mi altura. En las ciudades la vida es más pequeña que aquí en mi casa en lo alto de este otero. En la ciudad los edificios encierran la vista con llave, esconden el horizonte, empujan nuestra mirada lejos del cielo, nos empequeñecen porque nos quitan lo que nuestros ojos nos pueden dar, nos empobrecen porque nuestra única riqueza es la de ver.
Alberto Caeiro. El guardador de rebaños. (Un disfraz equivocado).
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Pensar en Dios es desobedecer a Dios, porque Dios quiso que no lo conociéramos: por eso no se mostró. Seamos simples y serenos como los arroyos y los árboles y Dios nos amará haciendo de nosotros Nosotros igual que los árboles son árboles y los arroyos son arroyos, y nos dará verdor en su primavera y un río en el que desembocar cuando acabemos. Y no nos dará nada más, porque darnos más sería quitarnos.
Alberto Caeiro. El guardador de rebaños. (Un disfraz equivocado).
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Mi mirada es nítida como un girasol. Tengo la costumbre de andar por los caminos mirando a derecha e izquierda y de vez en cuando volviéndome hacia atrás. Y lo que veo a cada momento es aquello que nunca antes había visto; y soy muy consciente de ello. Sé sentir siempre el asombro de un niño que, al nacer, se diera cuenta de haber nacido realmente. Me siento nacido en cada momento a la eterna novedad del mundo. Creo en el mundo como en una margarita, porque lo veo. Pero no pienso en él: pensar es no comprender. El mundo no se hizo para que pensemos en él (pensar es estar enfermo de los ojos), sino para mirarlo y estar de acuerdo. Yo no tengo filosofía: tengo sentidos. Si hablo de la Naturaleza no es porque sepa lo que es, sino porque la amo, y la amo por eso, porque quien ama nunca sabe lo que ama ni sabe por qué ama, ni qué es amar. Amar es la eterna inocencia, y la única inocencia es no pensar.
Alberto Caeiro. El guardador de rebaños. (Un disfraz equivocado).
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