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La Buena Semilla
Hola, quisiera compartir con usted el texto del 30 abril 2024 del calendario “La Buena Semilla”.
Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. (1 Pedro 4:10-11)
Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe. (Hebreos 12:2)
Cada uno toca su partitura
 Esa tarde, parte de nuestro conjunto musical ensayaba una nueva partitura. Seguimos al director de orquesta lo mejor que pudimos, intentando contar los tiempos para tocar en el momento adecuado. Cada uno debía seguir al director, «ceñirse» a la partitura y trabajar hasta el momento en que todos tocáramos juntos.
 Esto me recordó lo siguiente: de alguna manera, cada cristiano recibió de Dios un llamado, un servicio. Ceñirse a la «partitura» es ser fiel a la Palabra de Dios. Cada uno es invitado a ocupar, sin distraerse, su lugar en torno al director de la orquesta, el Señor Jesús. Sea que su voz celebre con entusiasmo la gloria del Dios de gracia, que susurre suavemente la fe que atraviesa la prueba con paciencia, que calle para compadecerse del prójimo que sufre, o que cante el himno de la esperanza, el cristiano debe seguir al Director que le indica el tiempo, el ritmo.
 Tal vez se sienta un «músico solitario», el único cristiano de su entorno. No se desanime, siga al Director y toque su «voz» lo mejor que pueda, manteniéndose cerca del mensaje divino: ame, perdone, bendiga, sirva a Dios y al prójimo, sin cansarse. ¡Otros se unirán a usted pronto! Y un día estaremos todos juntos en el «concierto» eterno, para la gloria de Dios.
Lectura: Isaías 43 – Marcos 5:1-20 – Salmo 50:7-15 – Proverbios 14:23-24
Otros textos del calendario en https://labuenasemilla.net
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Devocionales cristianos
«No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas» (Mateo 6:31-32) Hace unos días llegando del trabajo vi en la entrada del edificio a mis pequeños vecinos; dos hermanos de la pareja que vive en el apto contiguo. Abordé a ambos con un saludo y un caramelo y observé con atención la reacción de ambos niños. El mayor tomó el caramelo y lo devoró en ese mismo instante, por el contrario el pequeño ante mi pregunta de porque no lo había destapado, me contestó que ya había comido un dulce y que preferiría guardarlo para luego. El corto encuentro con los niños, me hizo reflexionar sobre la manera en que Dios se ocupa de nosotros: si los recursos son escasos, El Señor suplirá lo necesario para satisfacer nuestros requerimientos. Por su parte en época de abundancia nos guiará a ahorrar para los tiempos difíciles. Ambos niños representaron una cara de esa moneda, si lo observamos desde ese punto de vista, el mayor recibió en tiempo de escasez su recurso y el menor, en abundancia, decidió guardar el presente para otro momento. Las escrituras dan cuenta de estas verdades y nos revelan además, que Dios no sólo provee en tiempos de necesidad, sino que también instruye a aquellos que poseen en abundancia a compartir con los que requieran ser cobijados y ayudados. Deuteronomio 24:19 dicta: «Cuando siegues tu mies en tu campo será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda…para que te bendiga Jehová tu Dios en toda obra de tus manos». La palabra del Señor es sabia y así nos instruye: trabajemos mientras podamos, ahorremos lo que esté en nuestras manos, en abundancia, compartamos con otros y confiemos siempre, que ante cualquier circunstancia, Dios estará allí para suplir nuestras necesidades.
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25 DE ABRIL: LA GLORIA ES DE DIOS
Escucha:
En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios
(1 Corintios 10:31)
Piensa:
La Palabra de Dios nos enseña que debemos glorificar al Señor en todo lo que hacemos, nuestras vidas deben reflejar la grandeza y la bondad de nuestro Creador en todos los ámbitos.
En la vida, muchas veces nos enfrentamos a desafíos, logros y momentos de gran alegría. En medio de todo esto, es importante recordar que la gloria no es nuestra, sino de Dios. Él es el autor de todas las cosas y merece todo el honor y la alabanza.
Cuando logramos el éxito en nuestros planes, no debemos enorgullecernos como si fuera únicamente mérito nuestro. Es Dios quien nos fortalece, nos guía y nos da oportunidades. Es él quien nos sostiene en los momentos difíciles y nos bendice abundantemente.
Cuando reconocemos que la gloria es de Dios, nuestra humildad aumenta y nuestra gratitud florece. Siempre debemos buscar vivir según la voluntad del Señor y ser instrumentos de su gloria en este mundo.
Recordemos en todo momento que la gloria pertenece a Dios y que él merece toda nuestra alabanza y adoración. En todas las circunstancias, él es digno de recibir el honor, porque él es el Señor todopoderoso, nuestro Salvador y sustentador de la vida.
Reconociendo la gloria de Dios
Reconoce que tus logros son resultado de la gracia de Dios, comparte la gloria con él en gratitud.
Consulta a Dios en oración antes de tomar decisiones importantes, confiando en su sabiduría para alcanzar el éxito.
Utiliza tus logros para servir a los demás y difundir el amor y la verdad de Dios, haciendo evidente la gloria de Dios en tu vida.
Ora:
Señor Dios, te agradezco por tus bendiciones y los logros en mi vida. Toda la gloria es tuya. ¡Amén!
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MATTHEW 6:19-21
Invertir en el tesoro celestial
Estoy feliz de que hayas dedicado este tiempo para buscar la presencia de Dios. En estos días hemos explorado la identidad que tenemos en Dios. Aunque la Biblia tiene un mensaje claro para hablarnos de quiénes somos y cuál es nuestro valor, sabemos que también estamos expuestos todos los días a los mensajes y mentiras del mundo que nos dicen todo lo contrario. Esta semana nos hemos propuesto exponer algunas de las mentiras que quizás hayamos creído sobre nuestra identidad.
Ayer abordamos la mentira: "Soy lo que tengo". Reflexionamos sobre el poder que el dinero y las posesiones materiales ejercen sobre nuestro corazón y autoestima, y también recordamos que tu valor no se encuentra en tus posesiones, sino en la posición que tienes como hijo de Dios.
Gálatas 4:7 nos recuerda que: "...ya no eres esclavo, sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero".
Eres hijo de Dios y por tanto eres precioso y amado ante sus ojos. Esto significa que tienes un legado celestial: ¡eres heredero del trono del cielo!
La seguridad en nuestra herencia celestial y la identidad que tenemos como hijos de Dios son suficientes para no ceder a la tentación de basar nuestra confianza, valor e identidad en lo que poseemos. ¡Dios es suficiente para vivir de acuerdo a esta verdad en el día a día! En él, es perfectamente posible disfrutar de las cosas que tenemos sin permitir que estas nos definan o nos destruyan.
Jesús nos recuerda: “No acumulen para sí tesoros en la tierra… Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo”.
En otras palabras, si te sientes cautivo o atrapado por tus posesiones materiales, debes cambiar tu enfoque. ¿Por qué mirar hacia abajo cuando puedes levantar tus ojos al cielo? Jesús es claro y habla directamente a nuestro corazón: este cambio de enfoque tiene que empezar en nuestro interior: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”.
La profundidad que encierra esta verdad está relacionada con nuestra naturaleza humana y con el propósito y valor que asignamos a las cosas de acuerdo a la perspectiva desde la que las observamos. Si nuestro tesoro está arraigado en las posesiones terrenales, todo nuestro ser se enfocará en las preocupaciones efímeras de este mundo. Pero si nuestro tesoro se encuentra en el cielo, en lo alto, en lo que es verdaderamente valioso, nuestro corazón estará firmemente cimentado en las verdades eternas del reino de Dios.
Por otro lado, Colosenses 3:1 también recalca: “...busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra”.
Sé intencional con el cambio de perspectiva. Reorienta tu corazón hacia el tesoro celestial que Dios ha preparado para ti.
Tu identidad no está definida por lo que tienes en la tierra, sino por lo que está en lo alto, es decir, lo eterno, lo celestial.
Alinea tu corazón con el de Dios y entonces verás cómo la atracción por las posesiones empieza a perder su impacto en tu vida.
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Los Pensamientos Del Corazón De Dios
Pero los planes del Señor quedan firmes para siempre; los designios de su mente son eternos. (Salmos 33:11)
Sé que quieres escuchar a Dios todos los días y creo sinceramente que es posible si formas un hábito de escuchar. Su consejo ha estado disponible para todas las generaciones, pero pocos se toman el tiempo para escuchar. Esperar a Dios no significa que nos quedemos sentados durante horas tratando de escuchar de Él, significa que no podemos hacer nada bien sin Él. No andamos con la fuerza de nuestra carne, haciendo lo que queremos hacer, sino que le pedimos Su liderazgo.
Confío en que cuando le pido a Dios que me guíe, Él lo hace. A medida que pasa el día, no escucho la voz audible de Dios que me dice qué hacer, pero tengo una sensación en mi corazón con respecto a qué dirección debo tomar. Por ejemplo, me desperté esta mañana con un plan para mi día. Me iba a quedar en casa todo el día a pesar de que nuestro hijo nos había invitado a almorzar él y su familia. Mientras oraba, comencé a sentir que mi tiempo con él sería valioso y que tenía que hacerlo. Dios cambió mi corazón y sabía que mi día sería mejor si seguía Su dirección en lugar de mi propio plan. Confía en que Dios te guiará hoy y no seas terco con tu plan. Dios puede tener una sorpresa para ti o una aventura que no te quieres perder.
La palabra de Dios para ti hoy: Si Dios cambia tu corazón, debes estar dispuesto a cambiar tus planes.
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MATTHEW 6:24-24
Nadie puede servir a dos señores
Las últimas semanas exploramos la verdadera identidad que tenemos en Dios y hoy expondremos una de las mentiras que hemos creído sobre nosotros mismos: "Soy lo que tengo".
Esta mentira surge de la idea de que, acumular más cosas nos brinda mayor seguridad. Es decir, nuestras posesiones se convierten en símbolos de estatus, mostrando a otros la imagen que queremos proyectar. El dinero, la ropa o los autos no son un problema en sí mismos, pero cuando pasan de ser algo que apreciamos o disfrutamos a ser algo que nos define, simplemente caemos en la trampa de las posesiones.
En lugar de que nuestras posesiones nos sirvan y nos bendigan, resulta que se han convertido en nuestro amo. Son la fuerza que nos impulsa y controla nuestras acciones y decisiones.
Podemos pasarnos la vida intentando compulsivamente acumular más, más y más cosas con la esperanza de que nos hagan sentir apreciados, seguros o valiosos. Sin embargo, mientras más persigamos las posesiones materiales, la idea de tener una vida plena y satisfactoria es cada vez más lejana.
Proverbios 23, versículos del 4 al 5 nos da un buen consejo:
“No te afanes acumulando riquezas; no te obsesiones con ellas. ¿Acaso has podido verlas? ¡No existen! Es como si les salieran alas, pues se van volando como las águilas”.
La mentira en la que solemos caer es que nuestra vida perfecta está a solo una compra más… Si tan solo pudiera conseguir ese auto o esa mejora en mi casa... o ese nuevo celular... El problema es que este ciclo nunca termina como esperamos.
Jesús conoce el control que el dinero y las posesiones pueden ejercer sobre nuestro corazón, y nos advierte que: “Nadie puede servir a dos señores… No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas”.
A veces es necesario preguntarse: ¿Soy yo el dueño de mis posesiones o son ellas las que me poseen?
Parafraseando las palabras de Jesús: ¿El dinero me sirve o es algo a lo que yo sirvo? ¿Permito que dicte mis acciones, decisiones y hábitos?
Reflexiona por un momento, ¿tienes la sensación de que el dinero te domina más de lo que te gustaría?
En oración, conversa con Dios sobre esto y pídele que reoriente tu corazón de nuevo hacia él.
Es posible que el mundo quiera definirte por lo que tienes, pero la Biblia dice algo muy distinto de ti. La verdad es que tu valor no se encuentra en tus posesiones, sino en tu posición como hijo de Dios.
¡Esta es tu verdadera identidad, la que nunca falla: ¡Eres hijo de Dios!
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La Buena Semilla
Hola, quisiera compartir con usted el texto del 23 abril 2024 del calendario “La Buena Semilla”.
Dios… ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. (Hechos 17:30-31)
¡No me deja en paz!
 Mi profesor de filosofía nunca perdía una oportunidad para atacar la Biblia. Un día, al final de la clase, le pregunté:
 –¿No cree que le da demasiada importancia a la Biblia? ¿Por qué no la deja en paz?
 –Tiene razón, pero quizás es ella la que no me deja en paz, fue la respuesta.
 La Biblia nos habla de un rey, Joacim, que pidió que le leyeran las palabras que Dios había dicho a su profeta Jeremías (Jeremías 36). Eran advertencias solemnes de Dios, las cuales le incomodaron mucho. Si el rey quería escapar de los juicios anunciados, tendría que cambiar su forma de vida y arrepentirse, pero no tenía ningún deseo de hacerlo. Entonces, sin esperar que la lectura terminara, el rey arrojó el libro al fuego.
 ¡Así no se encuentra la paz! Jeremías volvió a escribir el libro, según las palabras de Dios, en otro pergamino. En cuanto a los juicios anunciados por el profeta, efectivamente se cumplieron.
 Sí, la Biblia es la Palabra de Dios, de un Dios que nos ama. Por medio de ella nos advierte y nos invita a cambiar nuestra actitud hacia él y nuestro modo de vida. Tal vez estas advertencias no nos dejen en paz, y se opongan a nuestras malas tendencias. Pero la Biblia dice la verdad. La voz que nos persuade de ello es una voz interior, la de nuestra conciencia.
 ¡No cierre sus oídos a los llamados de Dios, quien quiere salvarlo! ¡Reconcíliese con él, no acalle esa voz!
Lectura: Isaías 34 – 2 Pedro 3 – Salmo 47 – Proverbios 14:9-10
Otros textos del calendario en https://labuenasemilla.net
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Devocionales cristianos
Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aún en Israel he hallado tanta fe. (Mateo 8:10) Un soldado graduado fue a Capernaum, la ciudad donde vivía Jesús, para hacerle una petición. Un hombre que le servía, estaba sufriendo y el centurión sabía que Jesús podía curarlo. Jesús recibe a este hombre de la ley y dice que curará a su servidor. Pero el hombre dice: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. (Mt 8.8,9). Aquí se destacan dos cosas: la humildad y la fe. Este hombre tenía bajo su mando un centenar de soldados. Sin embargo, no tenía orgullo ni arrogancia. Se consideraba indigno de recibir a Jesús en su casa. Para él, una palabra de Jesús era suficiente y la enfermedad de su criado sería erradicada. El centurión estaba totalmente convencido de que todo lo que Jesús quería, podía hacerlo. Sabía que su orden era definitiva e irrevocable. Estaba seguro de que lo imposible de los hombres era posible para Jesús. Jesús no sólo ordenó una palabra de curación para su criado, sino que también alabó su fe, dejando claro que ni siquiera la gente del pacto tenía una fe tan simple y al mismo tiempo tan robusta. Bendita sea la fe que se apropia de la bendición y recibe la alabanza de aquel que nos bendice.
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EPHESIANS 1:3-7
5 mentiras que solemos creer sobre nuestra identidad
¡Felicitaciones por empezar este devocional! Estoy muy contento de que estés aquí. Recuerda que sin importar las circunstancias por las que estés atravesando, dedicar un tiempo para buscar la presencia de Dios nunca es un tiempo perdido, al contrario, es algo muy beneficioso para tu bienestar.
A lo largo de estas semanas, hemos explorado una de las preguntas más importantes de la vida: ¿Quién soy?
Esta interrogante nos ha acompañado en el transcurso de nuestra existencia como música de fondo. Nos sigue a todas partes y a menudo nos encontramos frustrados al tratar de resolverla por nuestra cuenta.
En las últimas dos semanas, hemos analizado algunas respuestas que la Biblia nos da a esta pregunta. Sin embargo, todos sabemos lo difícil que puede ser aplicar esas verdades en nuestra vida diaria.
A veces parece que la Biblia nos susurra quiénes somos, ¡pero el mundo nos grita todo lo contrario!
Por ello, esta semana seremos muy prácticos y expondremos algunas de las mentiras sobre nuestra identidad con las que somos engañados. Estas ideas, en sí mismas, pueden no parecer problemáticas, pero en realidad representan un impacto negativo en nuestra autoestima y en cómo nos vemos a nosotros mismos.
A la luz de la palabra de Dios, expondremos cinco mentiras, y adoptaremos algunas verdades que nos ayudarán a desarrollar una autoestima saludable y a enfocarnos en la verdadera identidad que Dios nos ha dado.
¡Este será un viaje increíble!
Las cinco principales mentiras que afectan a nuestra identidad son:
Soy lo que tengo.
Soy lo que hago.
Soy lo que los demás dicen o piensan de mí.
Soy lo que siento.
Soy mi peor momento.
De esta lista, ¿hay alguna que te llame la atención en particular?
Estas cinco mentiras son trampas que intentan definir nuestra identidad basándose principalmente en nuestras posesiones, eficacia, popularidad, percepción o remordimiento. Pero todo esto pierde importancia cuando recordamos que somos hijos elegidos de Dios, hechos a su imagen y semejanza, con un destino increíble por delante.
Las mentiras son apenas un contenedor demasiado pequeño para abarcar la totalidad de lo que Dios nos ha llamado a ser.
Escucha de nuevo estas palabras del pasaje de hoy:
“Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo…”
Como puedes ver, eres mucho más de lo que tienes, de lo que haces y de lo que los demás piensan de ti. No olvides, que no te definen tus sentimientos ni tus peores momentos: eres escogido, santo, sin mancha, en pocas palabras, eres un hijo amado de Dios.
Si nuestra valía está determinada por las fuerzas externas que el mundo valora, siempre experimentaremos fluctuaciones en nuestra autoestima conforme cambien las mareas de popularidad o promoción.
Sin embargo, Jesús nos ofrece un camino mucho mejor.
La identidad que nos propone la Biblia no se basa en lo terrenal, sino en lo celestial, tampoco en lo temporal, sino en lo eterno. No cambia ni se altera, independientemente de nuestras circunstancias.
Si construimos nuestra identidad en la verdad de la Biblia, estaremos seguros y confiados, sabiendo que nuestra autoestima viene de arriba, y no de las arenas movedizas del mundo.
Empecemos juntos esta nueva semana con una afirmación sobre la base del pasaje de hoy: “Soy escogido, santo, sin mancha y amado. Soy hijo de Dios".
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