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Querido diario de la pandemia
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Por Denise Tempone* (Madrid, España)
22 de marzo
🌧 Esta foto la hicimos ayer. El primer día de la primavera fue un sábado, helado, con lluvia y noticias de mierda llegando desde todos los ángulos del planeta. Después de sacarla, me puse triste y no la subí. Hoy estoy mejor 🙄 Nos quedan 21 días de cuarentena por delante.
24 de abril
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Hicimos fiesta en el balcón. Yo pinché Vilma Palma y Nancy Rubias y lloré bailando “Espectacular”, de Fangoria 💗 Uo uooooo. Ahora, quisiera ir a una fiesta de verdad.
 21 de mayo
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Al final tan mal con las mascarillas no me voy a llevar.
22 de junio
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Hambre de jardines.
21 de julio
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Hoy nos juntamos con los vecinos a diseñar el line up de balcones del confinamiento 2.0. Toco madera pero el barrio me da la vida 💃🏼. Calle del Tesoro está lista para todo.
21 de agosto
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Sueño que giro en una esquina de Madrid y salgo por otra en Buenos Aires.
Fotos: Denise Tempone
* Nací en Argentina. Soy periodista y escritora. Estudié Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. También soy cantante, compositora, DJ y bailarina de pole dance. Tengo tres discos editados:  “Pretenciosa” (2008),  “Gran Conquista” (2011) y “Picnic de Sirenas” (2018). Colaboro en  Oh La La , revista en la que mayormente escribo sobre sexo, y en Rolling Stone. Además, trabajo para La Agenda Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente me encuentro viviendo en modo nómade. Desde abril de 2018, estoy en movimiento permanente. Mi base es Madrid pero tal vez cambie en el futuro. Lo que más me seduce de Madrid es su cultura nocturna. Acá hago shows como cantante y dj sets. Desde este lugar además, reporto aventuras para todos los medios en los que escribo, especialmente, para Ohlalá! online.
Mi blog (aquí podés escuchar mis canciones). Mi IG.
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Carta a mi hija del futuro
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Por Majo García Moreno* (Ciudad de Buenos Aires, Argentina)
Hace 131 días que estamos en casa, cuidándonos, intentando salir lo menos posible. Vos, Emi, tenés cuatro años y ocho meses, Joaco 10 meses y medio. Estás contenta porque estamos todo el día juntos, mirás dibujitos, escuchás mucha música (te dormís todas las noches con las canciones de Annie Lennox). Pero el cambio de rutina pesa. Empezaste un jardín nuevo y a las dos semanas se paralizó todo. El Coronavirus, Covid 19, nos modificó el día a día de una manera rotunda. No pudimos salir más. No hubo más jardín, para papá no hubo más trabajo (está de licencia para cuidarlos) ni facultad presencial. Todo es por Zoom u otras plataformas de encuentros virtuales que ahora supimos que existían.
Yo no cambié tanto mí día a día porque ya venía trabajando bastante en casa, pero estaba Ana para cuidarlos. Ahora, somos nosotros cuatro todo el tiempo. Hermoso e intenso. Vos estás muy bien y disfrutando de la casa pero de vez en cuando te hacés pis en la cama, algo que no pasaba y, seguramente, tiene que ver con estos cambios de hábito. El cuerpo se manifiesta.
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La ciudad es distinta, cerró todo de un día a otro. Solo quedaron abiertos los negocios “esenciales” de alimentos y algunos otros pocos rubros. Pasaron varias etapas de cuarentena. Primero pensamos que cuarentena era una palabra que iba a quedar enorme para los pocos días que llevaríamos de aislamiento. Ahora, quedó corta.
El virus nos obliga a extremar medidas de higiene y a salir a la calle con barbijo. Algo que veíamos en Japón hace unos años y ahora es moneda corriente acá. Después de tantos días, se fue flexibilizando la cosa y hoy ya podemos hacer unas pocas salidas por el barrio para despejarnos un ratito. Pero las plazas están cerradas y no pueden subirse a los juegos. Las ganas que tengo de que Joaco se suba a una hamaca son tremendas.
De todas formas somos privilegiados. Estamos juntos, con salud, trabajando y nos amamos. Mucha gente perdió su trabajo, dejó de percibir su salario y los subsidios no alcanzan. Nuestra casa es linda y tratamos de ponerla aún más linda. Pintamos una mesa pizarrón, frasquitos, especieros, etcétera. Cocino mucho más y vos me ayudás. Papá, que iba a estar casi un año viéndolos muy poco por el trabajo y la facultad, los disfruta todo el día. Y yo que estaba triste por dejar a Joaquín unas horas para ir a trabajar, lo veo todo el tiempo, y lo apachucho y lo lleno de besos.
Cambió todo lo que conocíamos cómo lo conocíamos. Teníamos un viaje planeado para mayo a España que cancelamos y esperamos hacerlo pronto, pero las fronteras están cerradas. Tampoco se pueden hacer viajes internos y, por ahora, reuniones sociales. No vemos a las abuelas (viste alguna vez a cada una pero muy poquito) ni a las tías ni a nuestros amigos. Eso es lo que más se extraña y lo que estamos esperando. Vernos, abrazarnos. ¡¡Quiero que alcen a Joaquin!! Quiero qué el enano sepa que existen otros humanos... Vos lo que querés es hacer una “pijamada poderosa”, irte varios días a dormir a la casa de tus tías o abuelas. Ojalá se pueda pronto. ¡¡Pero volvé!!
Con el tiempo nos fuimos adaptando a esta realidad. Y se viene lo que llaman la “nueva normalidad”. Ya te contaré cuando suceda, todo va cambiando de acuerdo a la curva de contagios. Ese es otro tema: las palabras nuevas que aprendimos. Curva de contagios, distanciamiento social, hisopado positivo o negativo, etc.
Ahí te estoy escuchando hablar como si fueras Joaquín, a quien llamamos “Pimpo” y me río. Hacés una voz estirada y agudita. Cantás canciones, le pones voz a sus deseos (Upá mamá, upa Emi, “tesoritos” como le decís a las golosinas) y es muy gracioso. Verlos crecer todo el tiempo es lo más lindo de esta etapa difícil que nos tocó pasar como sociedad. Porque no es sólo acá, es una pandemia. Todo el mundo debió ponerse en pausa y reinventarse, aprender a convivir con este virus que no se termina.
Paciencia, amor y solidaridad con quién más lo necesita. Por qué si bien muchos creen que esta pandemia nos mejorará como sociedad y nos hará revalorizar las cosas y bla, bla yo creo que el bueno será más bueno y el malo, peor. Entonces a reforzar siempre nuestros valores para mirar hacia el costado y tender manos. Vamos a salir pronto, pero en sociedad, juntos. Así los estamos educando con Lean para que siempre, ante todo, sean buena gente.
Te amo, hija.
Mamá
Fotos: Majo García Moreno
Epígrafes:
1: Emilia armando monstruos con su regalo del día del niño.
2: Joaquín gateó por primera vez en el pasto en una salida recreativa a la plaza.
*Soy periodista y Licenciada en Artes. Trabajé como editora de Espectáculos en Diario Perfil y en diario Tiempo Argentino. En la actualidad soy productora musical de “La peña de Morfi” (Telefé). Amo viajar y me propuse hacerlo con mis hijos desde que nacieron. Antes de la pandemia creé un Instagram (@ninezabordo) para compartir mi experiencia viajando con ellos y animara quienes quieran salir a la ruta. 
Mi IG personal es @majitop27.
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La compu levanta temperatura
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Por Ignacio Uriarte* (San Sebastián/País Vasco)
Este año me había propuesto hacer dos cursos para ver cómo conseguía trabajo acá. Hacía un par de semanas que se hablaba del dichoso “corona”, recuerdo que la gente estaba cansada de que todo pasara por este tema. Alguno que otro decía que era culpa de los chinos, que venía de los animales o que los italianos no sabían cómo parar el tema. 
Las primeras imágenes que me llamaron la atención venían del norte de Italia, había mucha incredulidad-
–¡¿Cómo puede ser que no haya cura?!
Cuando alguien se dignó a tomar una decisión, ya teníamos el “corona” a topes.
De primeras no me sentí preocupado, fue un día jueves que nos dijeron que ya no fuéramos más a la escuela, a la semana siguiente pasamos al método virtual. Horas y horas frente al ordenador desde las 8:30 hasta las 7 de la tarde. 
En mi caso, tenía una escritorio pequeño, o ponía el ordenador, o el cuadernillo para tomar apuntes, y también tenía una silla normal que me da dolor de espalda y cuello. Una profesora de Euskera al principio nos mandaba tareas y tareas, se pasó un poco. 
A todos no nos afectó igual el hecho de estar encerrados, una compañera aprendió más por su cuenta, en general los compañeros se ponían tensos, la tecnología no funcionaba igual todos los días y había delay. 
Cuando comenzamos éramos ocho y al final quedamos cuatro. Luego de Semana Santa la dinámica cambió y fue mas relajado, aunque nos poníamos nerviosos cuando no se oía. La imagen se congelaba, los programas se desconfiguraban y había que taparse los oídos. Salían chirridos insoportables. Una de las profesoras es muy dinámica y últimamente su ordenador fallaba bastante acabando la paciencia. 
Todo un desafío respetar el turno de la charla y no pisarse, en la última hora teníamos que contar un cuento y era necesario tener una buena conexión que no siempre funcionaba bien. 
Hubo que tragar saliva para no lanzar una puteada aunque algunas se oyeron. La impaciencia estaba a tope. Aceptar que la tecnología iba a funcionar cuando quisiera. 
–Hola, hola. ¿Me oyen? Salgo y vuelvo entrar.
–¿Silvia? Estas ahí?
–¡Siiií!
–Gracias Silvia, no se oyó bien la última parte.
No había problema, me quedaba en casa. Tomaba clases de zumba por la compu, me hice un lugar entre la cama y el armario o saltaba en el lugar. Otro día subía y bajaba las escaleras, pero se hizo insoportable tanto tiempo encerrado no se podía estar. Un día que llovía me puse a caminar una media hora alrededor de casa iba y venía por el mismo lugar. Hice 200 pasos de ida y vuelta, calcule las calorías que gastaría y cuento tiempo necesitaba. Según mis cálculos media hora, doscientos pasos de ida y de vuelta, siempre hacia más: doscientos cinco o doscientos seis.
Día 10. Al vivir en una cuesta la circulación de gente es menor y eso permitía cierto anonimato para poder moverme un poco mas. No crean que violé la ley, ¿eh?
Al principio, el silencio era una gozada, pero al tiempo se hizo pesado.
Día 15. Hoy tengo clase de contabilidad y oigo un monólogo de fórmulas que trato de seguir, pero me agobio. El profesor explica y dice que nos da 15 minutos para resolverlo, solo 15 minutos.
Me duele la espalda me estiro, me acuesto, pongo un rato el curso de yoga por Instagram. 
–Ahora nos ponemos en la mat.
–Respiramos hondo y flexionamos para Oriente.
–Contamos hasta 15.
1,2,3,4,5,6,7,8,9,10,11,12,13,14,15...
Ya me cansé de ejercicios y ecuaciones. Te asesinan esos problemas, quedas con las neuronas para atrás. Los dejo, la computadora necesita enfriarse.
El curso terminaba a las 7 y tomaba café esperando que se hagan las 8 para aplaudir, mientras veía los coches ordenados todos los días sin moverse y en silencio.
Imagen: Ignacio Uriarte
* Estudié Periodismo en la Universidad de La Plata, fotografía y escritura. Hace dos años que salí de Argentina.
https://zuccoo.blogspot.com/
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Casas de papel
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Por Gustavo Ríos* (Ciudad de Buenos Aires, Argentina)
Nuestra casa tiene paredes de papel. La de mis vecinos de al lado y la de los de enfrente también. Entre ellas hay renglones no mucho más anchos que un poco, quizá un poco más, no sé; nunca los medí muy bien.
Son las hojas de un cuento que no muchos quieren leer; pero claro, por ahí no es muy fácil de entender.
No lo sé y la verdad, nunca lo supe muy bien.
Las hicimos andando mil calles, seres invisibles tirando del carro, dejando la piel.
En la nuestra vivimos yo, mis hijos, un perro, dos gatos, un marido y cada tanto algún pariente que no tiene dónde caer.
Tiene su ventaja que sean de papel. Que si la lluvia abunda pueden ser un barco y si el viento es fuerte se hacen barrilete. Aunque si eso pasa, tenemos que hacerlas otra vez.
Muchos escriben cosas en nuestras paredes. Lo hacen, no se muy bien por qué. Pero desde adentro aprendimos a leerlas al revés. El sol nos ayuda cuando brilla bien. Si hieren, sonríe; si matan, revive; la sarna no pica y a nadie lastima; no peca el pecado, ni pica la pena que viene con uno de alguna otra orilla.
Desde siempre hay pestes entre estos renglones; nos hacen miedosos y a la vez valientes. Quien no tuvo miedo alguna vez, miente.
Y ahora otra peste, que vino de afuera, dónde las paredes son ladrillo y mezcla. Acá adentro pega como balacera y nadie es invisible si toca a tu puerta.
Pero si esta peste hace lo que apesta, ojalá que entonces ese día venga un viento bien fuerte, que el alma se agarre al primer papel que encuentre y vuele tan alto hasta esa promesa que dicen los domingos, sobre un reino divino para hijos pobres, que ojalá sea digno.
Total acá abajo, vendrán otros seres a tirar del carro y alzar con papeles, paredes, renglones, el cuento de siempre. Y a lo mejor muchos sigan sin querer leer, porque claro, quizás sea muy difícil poder entender. Pero entonces, pobres, tendrán que contarlo una y otra y otra vez.
No sé por qué, eso nunca lo pensé muy bien.
Imagen: Cusky Fusky
*Soy mendocino, nací en febrero de 1968 y estoy radicado en Buenos Aires desde hace muchísimo. Primero en Ituzaingó y ahora en La Boca. Licenciado en Comunicación de la UBA, ejercí el periodismo -algún día quizá vuelva- y ahora hago comunicación institucional en Televisión Pública, además de mis aficiones por hacer música y escribir.
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Cúpulas de reconstrucción
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Texto y obras: Andrés Paredes* (Ciudad de Buenos Aires, Argentina)
Al inicio del aislamiento pensé que era un tiempo que podía ser similar a lo que pasa en la naturaleza, aprovecharlo como un tiempo de transformación. Los grandes cambios también llevan tiempos de incubación y sobre todo procesos.
Pensé que podía llegar a ser como un tiempo de crisálida, donde después de un largo camino de orugas finalmente llegábamos a ese momento de estar solos aislados encerrados en nuestra propia pupa para poder emerger diferentes. También, me gustaba relacionarlo con las chicharras que habitan nuestro suelo desde el norte al nordeste, las cigarras o coyuyos que pasan años bajo la tierra como ninfas alimentándose de raíces hasta que llega un día en que se trepan a los árboles y dejan la muda para transformarse, le salen alas y vuelan cantan con el objetivo de perpetuar su especie.
Me pienso un poco así. Después de varias situaciones particulares y algunas perdidas me encontré solo en mi casa de Buenos Aires, extrañando la frondosa vegetación de Misiones, pero muy dispuesto a encarar cambios profundos y hacerlos hábitos para poder seguir de ese modo cuando todo esto pase.
Empecé a disfrutar de la lectura y retomar la meditación y me propuse drásticos cambios en la alimentación que, aunque parezca mentira los estoy disfrutando mucho, también el ejercicio diario. Sin lugar a duda lo que más extraño es el contacto con la naturaleza poder aventurarse sin rumbo por la selva misionera y la calidez de mi pueblo, Apóstoles adonde viven mis padres. Se extraña el calor del hogar.
En este tiempo, la comunicación ha sido fundamental y en el ida y vuelta con amigos fueron saliendo nuevas interpretaciones que enriquecen la obra, tenía un proyecto de unas esculturas inmersivas enormes de huevos de diferentes especies que,  al mostrarlo a una amiga responde: ¨Me hace acordar a mí, en la cuarentena¨, y sin querer trabajar con la situación de la pandemia y el encierro esa charla me inspiró muchísimo al punto de cambiar todo el rumbo de la pieza y usar elementos que se volvieron comunes para todos, los de limpieza, para crear una pieza que también sirva para ¨limpiarnos¨.
Así empecé a unir muchos trapos rejilla, pase de cortar y calar a coser, los teñí y arme unas cúpulas de reconstrucción, también use fibras de los felpudos y en su interior engarces de cuarzo, amatista y fluoritas que se usan para la limpieza de las radiaciones. Me interesa mucho el ida y vuelta y cómo las obras van mutando.
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*Andrés Paredes (Apóstoles, Misiones, 1979) es artista visual y diseñador gráfico, egre- sado de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM). Participó de diversas clínicas de análisis de obra con artistas y críticos de arte. Sus obras integran colecciones particulares en Argentina y en diversos países en el extranjero. Vive y trabaja entre Misiones y Buenos Aires (Argentina), con un taller en Apóstoles y otro en La Boca, en el Distrito de las Artes.
www.andresparedes.com.ar
IG: AndresParedesarte
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Escribir a mano
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Por Susana Parejas* (Ciudad de Buenos Aires, Argentina)
Este diario de cuarentena en realidad lo estoy escribiendo a mano. Otras de las cosas que empecé a hacer en este encierro interminable. Lo cierto es que un día me dio miedo (otro más) de que el cuadernito con tapas amarillas se pierda, se rompa, no exista más -como seguramente yo no existiré más- y quise transcribirlo y publicarlo en mi web.  
Realizar esto me trajo el recuerdo de cuando no podía escribir textos propios en la computadora. Tenía que hacerlo a mano y luego transcribirlo, como estoy haciendo ahora. Recién cuando empecé a estudiar periodismo, comencé a internalizar el hecho de pensar y escribir al mismo tiempo en la PC. Fue en las clases de Laboratorio de redacción periodística. De todas formas cuando he ido a conferencias de prensa, o en algunos casos, el grabador nunca superó al cuadernito y la birome.
Pero, hoy haciendo este diario, me doy cuenta cuánto me cuesta escribir a mano, hasta me veo la letra diferente. Es cierto que cada día usamos cada vez menos la manuscrita, y hasta los trazos al hacerlo cambian, es como que perdimos la mano, es como que al rato como si fuéramos un motor que necesita calentarse empezamos a manejar bien nuestra coordinación motriz. Y eso que esta lapicera con la que estoy escribiendo es maravillosa. No es cara, ni de marca, ni nada por el estilo. Se desplaza con una suavidad increíble. Pienso en cómo esta birome llegó a mí.
Yo iba siempre a tomar un café, a veces a comer al mediodía, a Memé Mimí, un coqueto restaurante que funciona en el hotel Arenales, por la calla homónima y Austria. Muchas veces llevé mi notebook y trabajé allí, hice reuniones, también dibujé. De tanto ir, me hice amiga de Belén, la camarera. Un día me trajo para firmar el ticket de la tarjeta esta birome.  Fue firmar y darme cuenta de lo lindo que escribía esa lapicera. Era casi perfecta. Y se lo dije. “Llevátela, te la regalo”, me contestó Belén. Y yo me la llevé.
Mi marido la usó alguna vez, y me dijo: “Qué buena birome”. Y yo le contesté: “Sí”, y le conté cómo había llegado a mí. De esto hace mucho. Un día llegué al barcito, hacía unos días que no iba, y no vi a Belén. Pregunté por ella, y me dijeron que no trabajaba más. Me dio tristeza no despedirme de ella, no sabían decirme dónde estaba, “un bar por Tribunales”, fue la respuesta. Pero, cúal. Dónde. Ahora, pienso que habrá cerrado, y ella hacía poco que se había ido a trabajar allí, le pagarían el sueldo. Cuando escribo con esta birome, quiero que nunca se acabe la tinta, pero sé que se irá también como Belén y ya no estará conmigo.
Imagen: Susana Parejas
* Es periodista, productora y artista visual. Trabajó como editora en prestigiosos diarios y revistas. Actualmente, escribe en medios nacionales e internacionales. Es directora de la serie Creadores. IG @suparejas
susanaparejas.com
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Emprendedores, por qué se celebra el día a pesar de la pandemia
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Por María Fernanda Santágata* (Ciudad de Buenos Aires, Argentina)
Hace algunos meses, cuando la noticia de un extraño virus era un evento que sucedía en otros continentes, muy pocos pensaron que hoy estaríamos en esta situación. Por fin, la pandemia llegó a estas tierras y, como efecto colateral, la cuarentena sumada a una terrible crisis económica. Justo en ese momento, hubo muchas reacciones por parte de los emprendedores. Aquella idea de que nadie sabe cómo va a actuar ante una situación límite es tan real como lo increíble de la actual coyuntura. Así fue que comenzaron a circular todo tipo de frases y pensamientos por parte de los trabajadores independientes “es una crisis más”, “de esta no salimos” o “hay que resistir”.
Durante las últimas semanas escuché muchas historias. Algunas se trataban de personas que perdieron su principal fuente de ingresos a causa del confinamiento y mostraban una resiliencia admirable. También supe de quienes están en el fondo del océano en un intento desesperado de emerger. Por otra parte, miles de empleados y empleadas fueron despedidos y se convirtieron en improvisados emprendedores del momento. En este contexto desesperado es imposible e inviable un análisis para evaluar donde estamos. No estamos en ningún lugar más que en resistir y tiene todo el sentido que así sea. De todos modos, hay una realidad contundente e innegable: En esta, como en todas, no podemos detenernos. 
La primera publicación de #HaceloPosible en tiempos de aislamiento fue una columna superproducida con muchísimo material sobre cursos, talleres, clases y demás. El resultado fue la columna con más entradas de la historia de la página. Y no solo eso, también recibí muchísimos mensajes privados, aportes, colaboraciones, ideas y demás. Después de esa caricia, como muchos y muchas, llegó la angustia ¿Qué podía decir a otros y otras freelancers cuando yo misma estaba en una situación de tanta amargura? Me sentía hipócrita y falsa. Peor aún fue el sentimiento de no tener nada para contar. Para una comunicadora esa es la peor pesadilla. Con los días, algunas cosas se empezaron a ordenar, otras quedaron stand by hasta nuevo aviso y se abrieron oportunidades inesperadas. Casi como una sobreviviente me abracé a lo bueno, como una bocanada de aire fresco en el caos. Hoy no tengo tips ni casos de éxito para enumerar. Por esa razón, por primera vez desde que inicié Hacelo… escribo en primera persona. Cada uno y cada una sabrá como hizo para pasar la cuarentena y, dentro de mucho tiempo, se lo contará a los más jóvenes. Desde luego, algunos tienen la enorme fortuna de verse beneficiados por la actualidad dado que sus emprendimientos son funcionales a la pandemia. En esos casos, todo el apoyo y celebración. En el mío, soy una afortunada porque puedo continuar. Trabajo en dos de mis tres actividades principales y preparo nuevos proyectos que seguro podré lanzar pasada la instancia de coronavirus. Igual sufrí mucho la incertidumbre y tengo mis propias nubes negras. Entonces, cuando la tormenta se acerca, lo primero que surge en mi cabeza es una pregunta ¿A quién le debo sacar fuerzas de donde siento que no tengo?
Las respuestas…
        A mis amigos y amigas artistas que, de un día para el otro, se quedaron sin ninguna posibilidad real de generar ingresos. Sin embargo, nos regalan arte en plena cuarentena con transmisiones en vivo.
         A mis vecinos gastronómicos, solidarios, honestos y amorosos que tuvieron que convertirse en sus propios gestores para conseguir el permiso para funcionar como delivery. Hoy servirán un locro de 1º de mayo exquisito.
         A mis profes de gimnasia, y a todos los trabajadores y trabajadoras de ese rubro. Si no fuera por el enorme esfuerzo que hacen vía plataformas digitales para ayudarnos a entrenar estaríamos mucho peor. Por lo menos en mi caso, ya hubiese enfermado.
         A los y las colegas que la cuarentena les cayó como un balde de agua fría e intentan reinventarse todos los días. Para todos ellos, acá estoy con lo que pueda colaborar.
         Paseadores de perros, trabajadores del rubro estética, técnicos y técnicas, profesionales independientes de servicios no considerados esenciales, textiles y sobran los etcéteras. Las historias más admirables llegan de ellos todos los días.
         TODO EL GREMIO DEL TURISMO. Solo expresarles mi amor y solidaridad.
         A los que sin remedio se van a fundir y sienten que esto es peor que mil años 2001. A los que le buscan la vuelta horas enteras y siente que de acá no salen más. A los que, Aún en esta, pagan a sus empleados el salario y lloran en silencio.
Es a todos ellos, a todos ustedes, a quienes se los debo porque yo hoy puedo y poder, en estas circunstancias, es un privilegio. Este es mi homenaje pequeño y humilde homenaje en el día del trabajador para los que no saben cuando volverán a tener trabajo después de haberlo creado para sí y para otros. Este, es el verdadero y real para celebrar el día del trabajador en tiempos de pandemia.
Imagen: Fernanda Santágata
*Redactora, periodista, fotógrafa, columnista radial, community manager y productora de contenidos. Profesional de la comunicación enfocada en el mundo digital. Autora de blogs especializados en emprendimientos y música. Formada en medios tradicionales como la radio y la televisión, migrada a los nuevos formatos web. Apasionada por los detalles de la palabra y de la imagen.
FB: fergie.santagata
IG: fergie.santagata
TW: @fergiest 
https://www.olsonharris.com.ar/
FB: https://www.facebook.com/AgenciaOlsonHarris
IG: @olson.harris
TW: https://twitter.com/OlsonHarris_
Publicada en Agencia Olson Harris  1/5/2020
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Nuestra tempestad
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Ximena Beilin (Buenos Aires, Argentina)
Semana número yanollevolacuenta desde que empezó el aislamiento social en Buenos Aires.
Recibí un texto viral de autor anónimo, diciendo que escuchó decir a un referente social que “estamos en el mismo barco” y que no cree que sea así. Que estamos en la misma tempestad, pero no en el mismo barco. Argumenta que “mi barco puede naufragar y el tuyo no”. Y viceversa. Que mientras para algunos, la cuarentena está muy bien (reflexión, reconexión, teletrabajo, tomando un té en chancletas), para otros es una crisis desesperante.
Para lograr su punto pone ejemplos puntuales: “¿Cómo voy a pagar las cuentas? ¿Hasta cuándo duran los fideos? El pan para el fin de semana, o ¿Qué marca de chocolate elijo para el café de la sobremesa?”. Algunos hacen home office mientras otros están revolviendo basura para sobrevivir. Unos necesitan hacer cola en el banco y salir a trabajar y  otros protestan si quien no debería, rompe el aislamiento.
Para cerrar, cuenta que unos tienen fe y esperan milagros para el 2020, mientras otros son muy pesimistas. Por todo esto, insiste que no estamos en el mismo barco; nuestras percepciones y realidades son muy diferentes.
Hasta acá, un reflejo de un escenario que duele hace muchas décadas en nuestro país. Y que en medio de una pandemia con aislamiento se complica más. Pero después sigue, diciendo que “cada cual, saldrá, a su manera, de esa tempestad. Algunos más relajados y otros con cicatrices en el alma”.
Pienso que plantea una grieta por lo menos destructiva, dónde en realidad hay una oportunidad -como siempre hubo- de activar la empatía y la solidaridad.
Propone no menospreciar el dolor ajeno si vos no lo sentís. No juzgar la buena vida de uno, no condenar las dificultades del otro. No cuestionar a quien le falta, ni al que le alcanza, ni al que le sobra. Muy de acuerdo. Pero cierra diciendo: “Estamos en barcos distintos. Cada cual que navegue su ruta”. Y aunque entiendo que el meta mensaje es que no le rompamos los quinotos al prójimo y cada uno se ocupe de lo suyo, siento que divide cuando es -y siempre fue- momento de unir.
Más que nunca, estemos muy atentos a qué necesita el otro. Cada uno en su metro cuadrado. Que no solo incluye los desafíos de la familia, los amigos y los compañeros de trabajo. También están los mayores, los que están solos, los que tienen una discapacidad y necesitan apoyo, los que están sin trabajo, los que están enfermos, los que dependen de la actividad que no están pudiendo salir a hacer, los que todos los días les recuerdan que son “grupo de riesgo”, los hipocondríacos, los que sufren violencia. Estar, llamar, preguntar, interesarse, hacer. Los conozcas, o no. Siempre hay una forma. Directa o a través de quienes trabajan para protegerlos. Lo más urgente e importante: quien pueda hacer el esfuerzo, buscar campañas dónde ayudar cocinando o con alimentos, insumos, pañales o donar plata para llegar con soluciones concretas a los más vulnerables. Comprarle a las pymes, pequeños comerciantes y emprendedores. Darle  trabajo a quienes dependen de la changa de día y a los profesionales independientes. Hacerle las compras a un  vecino que no puede salir. Quien sabe que un jefe, un colega, un empleado, un vecino o un niño está complicado por-lo-que-sea, ver cómo ayudarlo. Quien puede ir dejando comida y agua para los perros de la calle en alguna esquina, hacerlo. Quien pueda ofrecerse como voluntario en programas del estado, municipio, organizaciones o grupos para hacerle la vida mejor a alguien, hacerlo.
Y así, en vez que “cada uno navegue su ruta”, naveguemos más cerca, más juntos, más alertas, más activos. Me da igual si “estamos en el mismo barco” o no. Seguro que en algunas cosas sí y en otras no. ¿Cuándo fue distinto?
En esta pandemia (y siempre) tenemos la oportunidad de que la tempestad sea más una tormenta o una lluvia. Que no tratemos de salvarnos solos. Y que cuando salga el arco iris (porque el sol va a salir a pesar de los baldazos) el daño se haya amortiguado aunque sea un poco. Somos muchos en este querido y baqueteado país y casi la mitad necesita más que el auxilio que el estado está pudiendo dar. Si cada uno, desde su lugar, hace algo, podemos seguir navegando. Con cicatrices, pero juntos. Y sobre todo, vivos. 
Imagen: Germán Graña Ferro, Uruguay
* Periodista, redactora bilingüe freelance (español-inglés). Escritura de no ficción. Autora blog personal Reset. Recalculando ideas
IG: reset_porximenabeilin  
Cofundadora http://prehi.net.ar/ (antes #fundacióndelfinabaratelli)
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50% de descuento en encierro
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Por Lola Oubiña* (Ciudad de Buenos Aires, Argentina)
Venía bien. Muy bien. Pero esta semana me pasó algo que no me había pasado jamás en la vida. Creí que esto no me iba a pasar nunca, no a mí. Pero dada por finalizada la semana del infame “Hot Sale” debo confesar que caí en las trampas del marketing comercial. Y como nunca antes visto.
Mi teoría es que esto fue pura y exclusivamente obra de estar encerrada hace cinco meses. Porque -en mi defensa- yo siempre fui de las que dicen “una semana antes estos te suben el precio para que después creas que estás comprándolo a mitad de precio”. Pero hace un par de días me vi comprando no solo cosas innecesarias, sino cosas que sé que que no voy a llegar a usar este año.
Fue como darse un atracón. Uno que dura tres días y fue algo peligroso. Tampoco es que me compre dos casas y tres autos. Pero me encontré pegada al celular durante casi una semana buscando ofertas y despertándome a las seis y media de la mañana para ver el repuesto de stock de una marca de ropa.
En mi cabeza giraba la idea de “a mi no me engañan porque desde abril que estoy viendo productos por internet y me sé todos los precios de absolutamente todo”. Pero la verdad es que llegué al punto de que no me importaba si me estafaban, si estaba siendo engañada o como quieran llamarlo. ¿Habrá sido la idea de poder hacer algo distinto? ¿Salir del mundo pandémico en el que estamos viviendo para sentir que estoy haciendo algo que hago en la vida real? 
Escribiendo esto me puse a pensar… ¿Cuántas cosas nos hemos visto obligados a hacer por una bocanada de normalidad? ¿En serio se me pasó por la cabeza un “esto es problema de la Lola del futuro”? ¿A qué cosas llegamos sin darnos cuenta por culpa de esta híper-mega-extendida cuarentena?
Suena el timbre. Tengo que bajar a buscar el primero de unos cuantos paquetes que llegó. Hora de que la Lola del futuro caiga en lo que hizo.
Imagen: Justynafaliszek
* Mi nombre es Lola, tengo 23 años y soy nacida y criada y la Ciudad de Buenos Aires. Soy periodista y community manager. Hincha de River Plate  y amante de viajar a -literalmente- cualquier lado.
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Hastío del aislamiento
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Por Sonia Vázquez* (Mercedes, Buenos Aires, Argentina)
Estamos viviendo tiempos extraños. No hay registros de una situación igual en la historia. Nuestra memoria no registra nada parecido. Encerrados, aislados, con miedo.
La sensación de haber apretado la tecla de pausa y tener la vida en espera.
A muchas semanas del comienzo del aislamiento, que se sienten como siglos, empezamos a experimentar fuertemente la nostalgia por nuestra vida, tal como la conocíamos. Extrañamos las salidas, el encuentro con amigos, el trabajo, el gimnasio, y aparecen síntomas que nos comienzan a preocupar: el descontrol de horarios, el hartazgo del mundo online, el desorden alimentario, los trastornos del sueño…
A estas alturas, establecimos la rutina de la “no rutina”.
Cada uno de nosotros enfrenta la crisis con las características propias de su personalidad y de acuerdo a las circunstancias en las que estaba cuando comenzó el aislamiento. Así, quienes tenían problemas de pareja, los agudizaron al convivir 24/7, los que estaban en un círculo de violencia, padecen el recrudecimiento de la misma, quienes tenían algún tipo de adiccion, la incrementaron.
Si tomamos la clásica definición de salud mental, vemos que se refiere al bienestar bio, psico, social de la persona en su ecosistema.
Hasta aquí, hemos establecido pautas que resguardan primordialmente la salud física. Es importante que empecemos a pensar en la salud psíquica, que se está viendo severamente afectada en estos tiempos.
Descartemos las situaciones de patología previa, que como dijimos, obviamente se agudizarán. Pensemos que en este tiempo, tendremos que considerar “normales”, síntomas que serían considerados como patológicos fuera de este contexto.
Es un tiempo sin tiempos, donde la única certeza es la incertidumbre, donde perdimos lo más valioso que tenemos como seres humanos, nuestra libertad.
En esta línea de pensamiento, la angustia que todos estamos experimentando, es esperable. La angustia tiene mala prensa. A cualquiera de nosotros nos asusta su aparición. Sin embargo, si entendemos la angustia cómo lo que es, una señal de alarma que nos remite a pensar que algo está pasando y tenemos que descubrirlo para enfrentarlo y solucionarlo, la angustia es un factor necesario que nos permite actuar a tiempo y modificar lo que nos esté sucediendo. Es como la fiebre en nuestro cuerpo. Cuando aparece nos remite a buscar la infección y nos permite tratarla.
Por eso, en este tiempo que parece prolongarse, pensemos que la aparición de sensaciones como hastío, angustia, ansiedad, irritabilidad, escasísima tolerancia a la frustración, baja del deseo y la energía, van a ser una constante.
Está permitido sentirse mal y es necesario aceptarlo. No vamos a poder evitarlo. Por tanto, hacerlos conscientes y entenderlos como esperables nos va a ayudar a sobrellevarlos. Esto nos convoca a un cambio de posición, es un llamado a la acción, a elegir: con esto que me está pasando, ¿qué hago?
Lo importante es que esto sea una situación con la que aprenda a convivir mientras esto dure. Está permitido angustiarse y es saludable. Solo tendremos que chequear que sea un rato del día, algunos días, momentos pasajeros que empiezan y terminan.
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Si esto se transforma en una constante a lo largo del día y se extiende en el tiempo, es necesario consultar con los especialistas.
Obviamente, todas las recomendaciones que hemos recibido son importantes: tratar de comer saludable, fijar nuestros horarios, darle un sentido al día con nuestras actividades, hacer alguna actividad física… pero es importante tener claro, para no asustarnos, que sentirnos mal, en este contexto, es esperable.
Lo peor que nos podría pasar es acostumbrarnos al aislamiento, porque estaríamos perdiendo lo más valioso que tenemos, nuestra libertad y nuestras emociones.
En este tiempo, está bien sentirse mal.
A no desanimarse y conectar con nuestros sentimientos, para aceptarlos y transformarlos en algo positivo. En términos actuales para ser rescilientes.
Claramente una pandemia es una situación de catástrofe pero si logramos detenernos un momento, conectar con nosotros mismos y avanzar, puede transformarse en una buena oportunidad de aprendizaje y crecimiento. ¡No la desaprovechemos!
Imagenes: Canva
* Licenciada.
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Qué es lo que pienso cuando hablamos de pandemia
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Por Sonia Ulloa * (Santiago de Chile, Chile)
En esta etapa de confinamiento he ido descubriendo mi casa: he desempolvado algunos artefactos que alguna vez dije que pondría y nunca tuve el tiempo para decidirme a hacerlo, detecté nuevos escondrijos y de paso, me he apropiado de  esos pequeños rincones que antes ni sospechaba que existían.
Mi querido jardín me ha surtido de aromas a lavanda, a madreselvas y tierra húmeda. Incluso me regaló unos tomates que dieron frutos hasta junio: rojos, lozanos, aromáticos y jugosos. Los fui sacando de a uno o dos, como queriendo extender la generosidad de la tierra. Los lavaba, después en la tabla me preocupaba de cortarlos en trozos chiquititos, luego aceite, sal y orégano. El paraíso terrenal en mi chacra.
También le he arrebatado un viejo sillón de tela a mi gata, de esos en los que uno se sienta y se hunde. Ahora hicimos una tregua y lo compartimos. Ahí, arrellanada en ese asiento, muchas  veces me acompaña un sol embustero, al cual agradezco, sin embargo, sus rayitos delicados. Cuando siento el sol en mi cara  me quedo con los ojos cerrados hacia el cielo, sintiendo cómo va entrando el calor en el resto del cuerpo. Creo que es la décima maravilla del mundo.
Me he reencontrado con la lectura:  La familia de Pascual Duarte,  El invierno en Lisboa y ahora mismo con Castillos de Cartón. Me esmero con las palabras , las saboreo y luego saludo a los personajes tratando de encontrar, muchas veces, mi y su razón de existir.
Lo mágico ha sido encontrar a mi familia en esos recovecos. Los he mimado y me han regaloneado. Algunas veces el trabajo o los estudios están bravos y nos enojamos, pero luego vuelve la reconciliación. Ha sido dulce compartir las pequeñas rutinas que creíamos olvidadas: almorzar juntos, preparar la cena, poner la mesa, planear un menú.
Hemos tenido miedo y luego lo hemos sabido torcer y ha salido el coraje. Sabemos que estamos juntos y nos amamos. No podemos asegurar si vamos a salir indemnes de esto, sin embargo, sí  nos ha hecho sentir que juntos, como equipo, somos más poderosos que cualquier pandemia. 
Imagen: Sonia Ulloa
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“Las expectativas de mi vida están en manos de un donante”
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Por Sandra Capocchi* (Remedios de Escalada, Buenos Aires, Argentina)
Estudiante del Profesorado de Lengua y Literatura, y de la Licenciatura en Artes Visuales, María Ayelen García de 32 años  tuvo un cambio en su vida cuando le diagnosticaron este año cáncer de ovario,y un tromboembolismo pulmonar le afectó hasta el corazón.
En el Hospital Argerich un día antes que se registrará el primer enfermo por Covid-19 le hicieron una transfusión de sangre, ya lleva tres; dos de glóbulos rojos y una de plaquetas, la cual requirió de siete donantes. 
Aunque la situación en los bancos de sangre se equilibró, no fue así en el inicio de la cuarentena en la Ciudad de Buenos Aires ni en el resto del país, preocupando la disminución de donantes habituales o por reposición familiar.
Para pacientes como Ayelen no puede haber faltante de sangre “porque de eso depende mi vida, como la de muchos otros pacientes. Si a mí no me transfundían, me moría”, reconoce,  y por eso remarca que “las expectativas de mi vida, están en manos de un donante”.
Oriundos de Remedios de Escalada, la familia García, tiene una historia marcada por esta enfermedad. Ayelén cuenta que por ella fallecieron su papá y su tía, y que también su mamá Susan afrontó un cáncer de mama.  Sabedoras ambas de la importancia de la entrega de los médicos y del funcionamiento del sistema de salud, son conscientes que una donación de sangre hace la diferencia.
Sin embargo, cuando comenzó la cuarentena hubo en la provincia de Buenos Aires una disminución del 50% en las donaciones. Lo mismo ocurrió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y a nivel nacional se sintió un descenso importante al principio y de manera muy variable, con una baja promedio del 45%.
Para graficar lo ocurrido la directora del Instituto de Hemoterapia bonaerense, Nora Etchenique detalló que “en una semana en el mes de marzo de 2019 hubo 1.670 donantes, y en esa misma semana de este año 750 donantes”.
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Brazos solidarios
Durante abril esta situación se equilibró “al incentivar junto con organizaciones intermedias como iglesias y clubes de fútbol la donación extrahospitalaria, o sea colectas externas, para que la gente no circule y este más cerca  del lugar donde realizarla”,  aclaró Etchenique.
El Aislamiento Social Obligatorio y el miedo a un posible contagio del coronavirus fueron las causas principales que produjo este descenso, pero la organización, la solidaridad y el compromiso revertieron una situación que podría haber llegado a peligrar la vida de muchos enfermos de diferentes patologías en el país.
Así fue que “no llegamos a niveles críticos” porque con “alrededor de 50 colectas obtuvimos en toda la provincia 5.000 donantes responsables socialmente,” aclaró la Directora del Instituto, luego de haberse tomado las precauciones necesarias para el preservar la salud de los donantes de sangre y del personal que los asistes.
En CABA instalando fuera de los hospitales postas fijas de donación, ubicadas en distintos barrios y desactivando la atención en varios de los hospitales, para facilitar la concurrencia.
A nivel nacional el director de Sangre y Medicina Transfusional del Ministerio de Salud, Daniel Fontana explicó que se realizaron algunas medidas previas como “flexibilizar el aislamiento a partir de una resolución del Ministerio para que los donantes con turno puedan movilizarse y realizar un protocolo orientado por la OPS” y la experiencia local.
“Para que a principio de abril se revierta la situación due muy importante la movilización de la Red de hemoterapia y bancos de sangres de las provincias y la ayuda de los gobernadores e intendentes, sumado a la reprogramación  de cirugías, la disminución de accidentes de tránsito, o sea una menor demanda de sangre y sus componentes”, comentó Fontana.
En vez de tener una cultura de donación de reposición familiar como en Argentina, en los países que sufrieron la Segunda Guerra Mundial la realizan en forma regular porque es un valor social intrínseco. Haberse  movilizado como sociedad para ayudar a los estaban en el campo de batalla, hizo que está práctica se haya transmitido de generaciones en generación hasta la actualidad.
Es por ello que para el funcionario nacional, “es un desafío consolidar el cambio cultural con el fin de lograr el 100% de las donaciones voluntarias y habituales Estamos enfrentados a un cambio de paradigma lo que trae aparejado una profunda transformación de las reglas del juego creando una nueva identidad social”.
Al respecto, Ayelén anhela que “llegue el día que no haya que pedir más dadores de sangre”, “es durísimo estar enfermo en este nuevo mundo. Es por eso que me interesa transmitir que mi vida y la de muchos que nos encontramos en este contexto de cuarentena, depende de la conciencia y solidaridad del otro”.
En la misma sintonía, Etchenique aclara que “siempre hay un mundo de personas enfermas, que están o se enfermaron o se van a enfermar”. Entonces es importante la conciencia social porque “si la necesitamos en algún momento, que la sangre nos esté esperando y no nosotros a ella”.
Algunos datos:
Es comprensible que durante la cuarentena aparezcan dudas sobre la donación de sangre en esta situación especialmente compleja. Donar sigue siendo seguro al seguir todas las indicaciones de seguridad del personal sanitario.
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Imagen: Gentileza Ayelen, Allende y Canva  
* Licenciada en Periodismo / Posgrado Marketing.  Directora periodística de El Ágora y El Ágora, productora de contenidos.
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Especies en extinción
Textos e imágenes: Andrea Guedella* (Buenos Aires, Argentina) 
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* *Trabajo y creo con fotografía. Abordo de forma desestructurada, posiblemente influenciada en parte por mi profesión como publicitaria y mi vocación por la escritura. En la fotografía exploro, transformo y expreso mi propia emocionalidad. Dirijo el Espacio Disparos.   disparosguedella.com
@disparosguedella
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Terrazas olvidadas
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Imagen de Silvia Ureta* (Buenos Aires, Argentina)
La belleza del atardecer me ilumina y me ayuda a reflexionar. 
*Soy periodista y profesora de Comunicación. Vivo en Lanús, provincia de Buenos Aires. 
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Una remera que diga “sobreviví al Covid 19”
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Por Lucas Ten Hoeve* (Avellaneda, Buenos Aires, Argentina)
Hace exactamente una semana recibí una llamada en un hotel del centro, en esa llamada una doctora me confirmaba la sospecha: “Los resultados de la prueba dieron positivos, tenés Covid-19”. 
A partir de ese momento cerraron todos los microsíntomas que venía(mos) sintiendo. También aparecieron una a una las confirmaciones en el grupo de trabajo. Soy uno más entre varios compañeros de oficina que dieron positivo.
Luego de unos días en la habitación 403 del quinto piso de ese hotel, me trasladaron con mi novia (también positivo) hasta nuestra casa en Avellaneda. En un monoambiente de 3 x 6 convivimos con el nuevo huésped, que sin pedir permiso se coló con su coronita a nuestra rutina.
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Los días, como seguramente los de la mayoría de personas que se encuentran aisladas y en cuarentena, transcurren lentos, monótonos, insulsos. La novedad está en tomarse cada tanto la temperatura y recibir el llamado de la doctora que nos pregunta si hubo alguna novedad respecto de los síntomas. Las respuestas, por suerte, devuelven un acotado listado de malestares. Aunque eso merece su apartado. 
Entre mensajes de WhatsApp de familiares y amigos, tratamos de buscar nuevas palabras para responder la ya clásica misma pregunta: “¿Cómo se sienten?, ¿Están bien?” Las respuestas, casi siempre en forma de audio, buscan tranquilizar esa ansiedad por tener una respuesta, un dato certero sobre qué se siente tener Covid. Entre bromas pensamos con Ari en grabar un único audio y distribuirlo como copia para dar respuesta a esos mensajes. 
En una de esas charlas, una amiga me escribe como respuesta a una foto que le enviamos “Ahora tienen que tener una remera que diga ´sobreviví al covid´”.
En eso estamos, pienso, y me propongo escribir estas líneas para volcar en texto mi experiencia personal sobre algo que seguramente va a quedar en la historia como el año más indescifrable del Siglo XXI.
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                                                              ***
Avellaneda está fría y lluviosa. 
Los medios reflejan tres o cuatro noticias y las exprimen como pueden. Una ola de frío polar sacude el sur del país, en Buenos Aires se siente con lluvia incluida. la expropiación de Vicentín, escuchas ilegales, periodistas disfrazados de espías (o viceversa), comienza la cuarentena estricta en el AMBA y el Ministro de Seguridad provincial, Sergio Berni, divide las aguas por su llamativo accionar en Puente La Noria. 
En ese contexto y luego de unos días presentando síntomas que cada vez se hacían más evidentes, nos decidimos con mi pareja ir hacia la clínica Sagrado Corazón para hacernos el correspondiente hisopado.
Cumplimos los protocolos necesarios: avisamos al 148, la línea provincial para indicar síntomas, hicimos el test en la aplicación Cuidar y al cargar lo que sentíamos además de la temperatura corporal nos marcó como casos sospechosos de tener la enfermedad.
Cansancio constante, dolor de espalda, de cabeza, de todo. Fotofobia (esa extraña intolerancia a la luz del día o las pantallas) y una leve taquicardia después de hacer tareas simples de la casa. Por momentos pretendo creer que con acostarme y descansar un poco se puede pasar, de hecho, esto funciona en parte, pero al rato, en la medida que la confianza crece, vuelve proporcionalmente ese desgano general. Este listado enumera como nos sentíamos en ese momento que decidimos ir a la clínica. La reciente falta de gusto y olfato nos hace sospechar mucho más.
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Si, son síntomas leves en comparación a otros casos donde la falta de aire, la tos seca y la fiebre muestran escenarios más preocupantes. Y acá se encuentra el problema con esta enfermedad. De ser una gripe fuerte a necesitar una internación y entubamiento hay varios factores en juego. 
¿Qué pasa si subestimamos esas señales y contagiamos a alguien que se ve afectado de gravedad por esta enfermedad? ¿Y si contagiamos a nuestra familia? 
En la clínica el procedimiento es rápido y se nota un cumplimiento estricto del protocolo. Antes de ingresar nos toman la temperatura, nos “desinfectan” y nos dan alcohol para las manos. Nos separan para que ingresemos uno por vez. A partir de este momento es un tratamiento individual. Me explican qué debo hacer una vez adentro y luego, allí un enfermero con cofia barbijo y camisolín toma nota de mis datos. 
Me entregan unos papeles para llenar en los que se aclara que a través del Decreto Presidencial 367/2020 se declara al Covid-19 como una enfermedad de carácter profesional, por ende, me veo en la obligación de informar a mis empleadores y realizar la denuncia a la ART. Cualquier invalidez o perjuicio asociado a esta enfermedad debe estar cubierto por la aseguradora. 
Entre nervios e impaciencia lo completo. Es difícil la burocracia en momentos de malestar y previo a que te metan un hisopo por la nariz y la garganta, pero también es cierto que no todas las personas afectadas por esta enfermedad cuentan con obra social, trabajo en blanco y ART. Siento un incómodo privilegio por eso.
El proceso del hisopado es todo lo que uno imagina y peor. Invasivo pero veloz. El de la nariz me hace lagrimear y el de la garganta da unas arcadas que se detienen justo en el momento previo a vomitar. Por suerte. Pido perdón a la enfermera por el casi vómito y ella se ríe. Evidentemente no soy el único que tuvo esa reacción. 
Luego de esto y mientras nos derivan a una sala de espera, nos informan a todos los que estamos allí, unas doce personas, que seremos trasladados a un hotel para aguardar los resultados del hisopado que estarán disponibles recién a la mañana siguiente. 
Luego de una media hora en donde no hay mucho para hacer más que mirarse las caras entre quienes estábamos allí, llega la ambulancia que me trasladará hasta el nombrado hotel. 
Me subo a la parte de la camilla y solo pienso llegar y en descansar hasta que tenga los resultados. 
Imágenes: Lucas Ten Hoeve
*Soy Licenciado en Periodismo graduado de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ). Me interesan los proyectos que combinan tecnología y comunicación para lograr mejores y nuevas experiencias. Actualmente me encuentro en el ámbito del ecommerce, desempeñando tareas de marketing digital y social media. Aficionado a la fotografía. De Lomas de Zamora y actualmente viviendo en Avellaneda, Provincia de Bs. As.
Mis redes sociales: 
Instagram, Twitter, Medium
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Infancia en cuarentena
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Por Marina Hermoso* (Ciudad de Buenos Aires, Argentina)
Las ventanas son ahora un escape al encierro, la red de contención que sostiene a los peluches en el juego, y también nos aíslan del virus que está afuera, eso quedó claro desde el principio para la niña y el niño.
La cocina es otro lugar de juegos para los hermanos mellizos,  donde practican un nuevo recetario, de salados y dulces. Un gran centro de experimentos,  como dice Francesco Tonucci, el Frato, el psicopedagogo italiano.
El jardín de infantes se mudó al departamento y aunque sin la presencia de los compañeros, el  vínculo  continúa a través de las reuniones virtuales. Las seños hacen lo imposible por captar la atención pero se hace difícil por la baja conectividad, las particularidades de cada niña y cada niño y la falta de organización familiar. Es que todos hacemos lo mejor que podemos.
El fin de semana hay una salida programada a la terraza, para “airearnos”, entre comillas, con barbijo, alcohol en gel, anteojos y tantas recomendaciones que se vuelve aburrido, palabra poco feliz para estos niños. Que dejen de jugar con eso, que no se hace, que no se toca, para preservarlos sanos, aún aquí, en un lugar del edificio que nadie salvo nosotros usamos.
A la vuelta, un baño obligado y a seguir con el juego, entre estas cuatro paredes, como en un cuento extraordinario, de unos héroes bajitos combatiendo al villano coronavirus con agua y jabón, blindados desde cada ventana.
Aprovecho este tiempo de infancia en cuarentena, sin mayores pretensiones ni dramatismos, fundamentalmente para darles contención, para enseñarles que el mundo es cambio, que cada día es una oportunidad para compartir, aún en este encierro.
Imagen: Marina Hermoso
*Locutora, Comunicadora social. Mamá de mellizos pequeños, vive en Belgrano, CABA. 
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Maternar en cuarentena, ¿lo estaré haciendo bien?
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Por Mayra Román* (Alte. Brown, Buenos Aires, Argentina)
La maternidad de por sí es difícil, y en tiempos de pandemia nos preguntamos muchas veces si lo estaremos haciendo bien. Hoy con más de 100 días de aislamiento social, miro a mis hijos y digo qué buen trabajo que estoy realizando, a pesar de algún que otro grito, de un día rayado, a pesar de todo lo que me cuestiono cuándo mis hijos me dicen: “Sos la mejor mamá del mundo mundial”, mis preguntas se responden solas. 
Dejemos de cuestionarnos, pongámonos más amor y menos presiones. Abracemos y besemos más a nuestros hijos, a nuestra pareja, llenemos de recuerdos hermosos nuestros días de aislamiento para que luego todo sea un bello sueño del cual despertaremos más fortalecidos, agradecidos y felices de poder tenernos. 
Si algún día te levantas sin ganas no hagas nada, permítete no tener ganas, estar cansada, aburrida y colapsada. Nadie dijo que era fácil pero maternar en tiempos de pandemia a mí me demostró que tengo una hermosa manada con un excelente compañero y amigo. No importa lo difícil que sea, lo más importante es tener amor del bueno. Me despido con un abrazo de luz para todos.
Imagen: Mayra Román
*Mi nombre es Mayra tengo 34 años, mamá de dos soles; buscadora incansable de la felicidad, asesora de imagen, personal shopper y una geminiana inquieta a la que le encanta aprender todo el tiempo. Me encanta ayudar a la gente y brindar cariño a quién lo necesite. 
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