Tumgik
cruzlunar · 2 months
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2006
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cruzlunar · 2 months
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Lady marmalade
qué bonita es la vida, la verdad es que sí.
lo que más echo de menos en este mundo son las olas de benidorm y tener que quitarme el jerséy porque mi piel empezaba a transpirar bajo la camisa blanca que tanto utilicé allá por diciembre (y esa falda negra que atesoro como si fuera un afijo familiar — y probablemente lo acabará siendo, porque yo nunca tiro mi ropa), este verano me promete paseos a lo largo de las callejuelas entre los rascacielos, el intempo y también el hotel bali. el tocadiscos en casa, a trescientos cuarenta y un kilómetros, la radio en el bolsillo de la chaqueta marrón y la parte de abajo del bikini a lunares, porque se le coge el gustillo rápido a la españolada del topless.
me encuentro exhausta, rozando el desmayo con el pésimo consuelo de las sábanas más finas que tenía y el camisón de gasa que me hizo la abuela hace un par de veranos. me duele la cabeza, pero es el peso de crecer, de ser mujer; porque ya no me puedo hacer una gota de agua entre clases, leyendo en el patio o cogiendo la vía que me lleva al tío de los discos —a ver si encontraba a jackson baratillo, quizás springteen, si el tiempo me concede un capricho—. la vida se me ha hecho sólida entre la blanda carne de mis manos, palpando el acantilado de mi adolescencia, de mis años de adolecer y donde adolecí: pero no me puedo quejar. he crecido para ser un poco más mía. más viva, menos entumecida.
hoy me duermo menos joven que ayer y más que mañana, citando un poquito a plath y queriendo más que de costumbre a lola flores, un poquito de deseo también entre los labios, tengo aquí a mi difunto cantándome otra vez a las orejas. oulez-vous coucher avec moi, ce soir? oulez-vous coucher avec moi? très bien!
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cruzlunar · 2 months
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Una muchacha igual que todas
tengo (casi, aunque no me lo crea) diecinueve años ya... i must admit that i don't feel and, definitely, don't act my age. diecinueve años en los que he vivido por y para lo que me hace feliz, con sus desventajas y sus enormes pros, que parecen ser más que suficientes para mí. puedo descontarle un poco a ese número tan serio, si tenemos en cuenta el año que tardé en bailar por primera vez, en mi andadera frente al televisor. con apenas año y medio de edad me movía por la casa con mi aparatosa máquina a ruedas, y presa de la sobredosis de dopamina que siempre me ha proporcionado la música, tomaba la escobilla del inodoro y lo ponía todo perdido de agua. aún no estoy segura de si para mí la escobilla era un micrófono o una batuta.
siempre me han gustado los colores, las luces, todo aquello que por lo general nos hace recordar activamente que estamos vivos, y que no importa si nuestra vida se cae a pedazos, porque quizás (¡y solo quizás!) cuando llega la noche, siempre podemos danzar, fluir, colorear away la mala energía que todos nos vemos obligados a absorber. para mí, cualquier existencia dedicada a cualquier otra cosa que no sea la completa devoción a alcanzar la felicidad absoluta, es vacía, y es miserable.
tengo un corazón de oro; yo amo con absoluta intensidad y pasión, amo con la necesidad del hambriento y con la melancolía del buen artista. sin embargo, muy recientemente me he dado cuenta de que no siempre he amado cuando tenía que hacerlo, y que jamás seré presa del encaprichamiento no correspondido, porque hay algo dentro de mí que me susurra las maravillas ocultas en una buena soledad, en aquella que se busca y se abraza.
la irene de dieciséis años, tan romántica, tan encantada, fácilmente impresionable, ahora mismo me miraría incrédula, pero, ¡es que no hay verdad más grande! estoy enamorada de mis mejores amigos, del cine, de la música, de los libros que apilo sobre el escritorio de mi habitación. también estoy enamorada de mi habitación, y del tocadiscos, de la colección de lp's que atesoro en la cestita blanca, incluso de los shows que veo en la comodidad de mi alcoba todas las noches del verano. todo lo platónico me atrae sobremanera, lo lejano, lo conocido sin necesidad de sobreconocer; pero nunca he estado enamorada de mis parejas. ahora, miro atrás y el solo pensamiento de pertenecer a alguien bajo el título de «novia», me manda sudores fríos a la espalda. yo no soy novia, yo soy irene. lola, tal vez. o también maría. llámame irene, llámame lola, llámame maría, pero no me llames novia. soy demasiado pequeña en mi mundo y demasiado grande en el que todos estamos obligados a vivir, como para siquiera poder escurrirme dentro de ese título; angosto, y terrorífico.
mis experiencias sociales solo se pueden definir como patéticas, a mí no me gusta la gente, y yo parezco a ella gustarle demasiado. se me juzga porque no sé qué hacer conmigo misma frente a los demás; somos yo y mis manos derechas contra la frialdad de esta sociedad absurda y decrépita. solo aquellos que se han amoldado a mí tienen su sitio (más que merecido) bajo el calor de mi ala, pero no me aclaro. a la larga he aprendido que, me guste o no, yo no paso desapercibida, que hay cientos de ojos a mi espalda en busca del dorado, de mi éxodos, y me lo traducen en cuchicheos, en pésimos modales, y una mediocre vergüenza. cuanto más me persiguen más quiero huir, no sé, es mi reacción natural, me siento acosada muy fácilmente y siempre me lo ponen demasiado fácil, pero, ¡ay, cómo me alimentan el ego!
si volvemos a aquello por lo que vivo, cuando cumplía la tierna edad de seis añitos descubrí que mi imaginación es bastante más grande que la media (lo de tener un mundo dentro de mí, nunca ha sido un simple modismo al hablar) y ese superpoder siempre ha ido de la mano con una extraordinaria facilidad para escribir y definir qué es todo eso que soy capaz de sentir. mi mente está en continúo y arduo funcionamiento, buscándole significado a lo que creo que no lo tiene hasta que me sorprendo con nuevos términos que me clasifican como una posible filósofa. demasiado ensimismada en lo que pasa en mí misma como para darme cuenta de qué es lo que pasa a mi alrededor.
como dijo anaïs nin: me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. a establecer relaciones ordinarias. necesito el éxtasis. soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. no me adaptaré al mundo; me adapto a mí misma. ― chapó, anaïs, cómo lo has clavado.
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