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formerleopard · 8 days
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Terapia psicoanalítica en un entorno biófilo
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–¿Qué sientes? — pregunta la terapeuta a su paciente, sin ser muy específica que digamos, pero el hombre de edad madura (20 años mayor que su psicoanalista) comprende a la perfección el sentido de la interrogante.
—Dolor—, responde él. No resulta fácil describir la clase de dolor a la que el paciente se refiere, se trata de dolor muscular en hombros, antebrazos y (extrañamente) músculos dorsales. —En las piernas siento un cansancio severo, pero no de una intensidad que pueda ser calificada como dolor.
 —¿De qué manera resulta grato ese dolor?
A Balto no le sorprende la interpretación correctísima de Lieba a su respuesta, pese a que omitió mencionar esa parte, que el dolor y el cansancio severo conllevan una satisfacción, sin que ello deba ser confundido con un rasgo masoquista.
El paciente sonríe, la terapeuta agrega:
—Lo sé porque percibo en la expresión de tu rostro y en tu lenguaje corporal una satisfacción en relación con ese sufrimiento más o menos benigno. Identifico en tu actitud que el efecto de tu actividad física (deportiva) te resulta agradable en relación con la imagen que proyectas.
Balto sonríe, él y ella exclaman al unísono:
—¡El oficio de ser hombre!
La importancia en la diferenciación de género será una de las piedras angulares en esta terapia psicoanalítica cuya duración no se ha determinado, que ha iniciado en una cabaña de troncos situada en un bosque lejano a la urbe donde la contaminación auditiva abruma a quienes la habitan, donde el caos —que crece sin medida— se convierte en un caldo de cultivo para la locura.
—Continúa—, exclama Lieba, la joven psicoanalista.
—Mi padre era muy violento. Una de sus características de esa violencia era una intensa homofobia, pese a ser un manipulador, dado a la maledicencia y a la intriga (comportamientos tradicionalmente asociados con el género femenino). Se valía de las lágrimas para asumir el papel de víctima después de lastimar a alguien muy cercano a él, con intención de maximizar el sufrimiento de ese objeto de su violencia logrando que se le percibiera como el agresor mientras él era percibido como el agredido.
—Ese remedio de Edipo— continúa Balto— atacaba a su hijo mayor (el único varón de cuatro hijos, con una hermana de su edad y otras dos hermanas, cuatro y ocho años menores que ellos) intentando hacer que pareciera débil, pusilánime, falto de carácter, cobarde.
Ese mal individuo, profundamente narcisista (psicópata) veía en su hijo varón a su propio padre, que también fue el único hijo varón con cuatro hermanas, que hacía gala de un carácter sádico que manifestaba contra sus seis hijos (todos varones) golpeándolos desnudos cuando ellos se bañaban, provocándoles un sufrimiento tremendo, y según los relatos de ese remedo de Edipo, lastimó tanto a su cónyuge que ella murió prematuramente.
Balto cree firmemente que su padre habría querido tener prácticas sexuales con su madre, esa abuela paterna a la que jamás conoció porque murió muchos años antes de que él naciera, cuando su padre contaba con 12 o 13 años de edad.
¿No habría sido monstruoso que su padre realizara coito con la autora de sus días?, se pregunta el paciente, sin articular la interrogante.
Su terapeuta asiente con la mirada y con un leve movimiento de cabeza, sin pronunciar palabra. Lieba y Balto se miran en silencio, intercambiando un profundo amor envueltos en un respeto absoluto.
El entorno ayuda. El consultorio dentro de una cabaña sin energía eléctrica (la iluminación proviene de una pequeña lámpara de gas, ubicada sobre un escritorio que la psicoanalista no ocupa, ella se ha sentado en otro sillón individual), sin conexión a la red que comunica a miles de millones de habitantes del globo y abruma y esclaviza a tantos de ellos. Inmersos en un silencio que solamente es quebrantado por aleteos y graznidos de aves, viento que acaricia las ramas de los árboles y otra vegetación, y el desplazamiento de fauna como ardillas y roedores de diversos tamaños, incluso castores, Lieba y Balto —la psicoanalista y su paciente— se encuentran inmersos en un clima que rebosa de vida.
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Amor a la verdad, determinar el origen de la grave neurosis que aqueja al paciente, todo aquello que dañó la psiquis de este hombre que ha sobrevivido a una violencia que habría matado o por lo menos arruinado a muchos.
Él y ella —el paciente y su terapeuta— se aman, lo saben, lo expresan sin palabras una y otra vez.
La próxima sesión podría llevarse a cabo en movimiento, caminando por senderos no definidos, trazando caminos al pisar un suelo fértil de donde nace la vida, en contraste con los entornos de civilización que casi destruyeron a un ser humano que no pidió venir al mundo, que no hizo ningún daño a sus padres ni a ninguna otra persona, que fue criado con furia homicida y métodos violentos no demasiado obvios (los golpes físicos no eran frecuentes) mas no por ello menos lesivos.
Balto, un hombre cuyo aspecto no traiciona su edad avanzada, se siente atraído por la sugerencia de su psicoanalista; terapia en movimiento, porque la locomoción, la actividad física ayudó en gran medida a enfrentar su problemática, se convirtió en una potente manifestación de su libido, su energía vital. Mas ese paciente ignora qué papel ha jugado ese componente del ser humano en su terapeuta; es decir, si ella ha vivido ejercitándose y de ser así, cuál ha sido su actividad. Su figura resulta agradable a la vista, anatomía grácil, femenina, bien formada, que sugiere la adopción de buenos hábitos desde etapas tempranas de su vida, perfectamente compatible con su belleza como ser humano.
La interrogante no articulada se responderá por sí misma conforme transcurra el tiempo no determinado en que se realizará esa búsqueda de la verdad que conducirá a la sanación, a la regeneración emocional —mas no mental— gravemente dañada.
Lieba y Balto se sienten fuertemente identificados —lo cual hace posible que la terapia funcione— en gran medida porque siendo dos ejemplares de la especie humana, hembra y el macho, respectivamente, se da esa polaridad en que los opuestos se atraen y los iguales se repelen.
La terapeuta y su paciente se aman. Se supone que no deben expresar ese sentimiento, mas lo han hecho, manifestándolo de manera clara e inequívoca, si bien, sin palabras.
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formerleopard · 9 days
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Suceso afortunado, agradable
Desperté alrededor de las cuatro horas, bajé a la cocina a preparar mi “almuerzo nutritivo” (un alimento que consumo todos los días, una mezcla de frijol y arroz, dos huevos y cebolla y ajo crudos en abundancia). La intención al combinar frijol y arroz es que un cereal y una leguminosa dan como resultado una proteína, muy necesaria ahora que he incrementado mis esfuerzos físicos, la intensidad del entrenamiento en bicicleta y la frecuencia del entrenamiento de fuerza (alteras, y ejercicios como planchas, si bien no una medida significativa).
Una vez hube ingerido ese alimento, evité beber café (igual que el día anterior) dejándolo para más tarde, me dispuse a lavar los trastes (una ayuda para mi madre octogenaria) y salí de casa con mi mascota, habiendo amanecido, ya con luz diurna. Me dirigí con ella a un parque lejano al que acudo muy de vez en cuando. Mi perrita recorrió el lugar desplazándose cuesta arriba por fuertes pendientes como una cabra, algo característico de esta linda mascota que al moverse así pareciera desafiar la gravedad.
Escuchaba música usando audífonos y mi reproductor mp3, el parque se encontraba casi vacío. Una mujer joven y bonita trotaba vistiendo prendas deportivas, pantalones cortos (shorts), zapatos para carrera pedestre (tenis) y una camiseta sin mangas. Me miró sin hostilidad y en cambio con una expresión que parecía curiosidad. Mi mascota, Clara, no se hallaba en las proximidades, su presencia no resultaba evidente.
La joven deportista recorrió una distancia de unos doscientos metros y dio media vuelta. Se aproximó a mí, al ver que se acercaba retiré los audífonos de mis oídos y me dispuse a escuchar lo que ella me diría. Me pidió amablemente que le tomara un video usando su Smartphone. Lo preparó y me lo dio, ya activado en la función “record”. Ella se alejó trotando, después de unos 30 segundos dio media vuelta y regresó. Yo le devolví su Smartphone y le comenté que había practicado la carrera pedestre entre ocho y diez años, hace ya un largo tiempo (entre 1980 y 1990), misma que me vi obligado a abandonar por lesiones en los tendones de Aquiles, causadas por correr sobre superficies duras. Agregué que por ello me inicié en el ciclismo de ruta y le pregunté si podía mostrarle algo. Ella respondió afirmativamente y yo le mostré en mi Smartphone ese video de 16 segundos que grabé el martes pasado, ejercitándome en mi bicicleta de cuadro de aluminio de peso considerable —sobre rodillos— usando llantas “imponchables” que presentan una resistencia muy alta al rodamiento (fricción). Ella me comentó que un hermano practica ese deporte y parte de su entrenamiento es realizado sobre rodillos.
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La interacción fue agradable, una buena manera de iniciar el día. Yo interpreto no interpreto este tipo de vivencias como coincidencias, sino señales favorables, lo cual me trae a la mente esa teoría del gran psicoanalista suizo —gentil, no judío— Carl Gustav Jung a la que dio el nombre “sincronicidad”.
De regreso en casa dejé a mi mascota y me dispuse a volver a salir para dirigirme a un comercio cercano a comprar alimentos que mi madre me había encargado en fecha reciente. Después, ya en casa, tomé una siesta de unos 90 minutos, al despertar me dirigí a la sala a mirar videos en YouTube bebiendo café, acompañándolo con pan y fruta (plátanos) y preparé el cereal que consumo cotidianamente (avena hervida en agua) para ingerirlo más tarde.
Tenía intenciones de ejercitarme en mi bicicleta pero decidí descansar. El cansancio físico es muy severo, lo cual incluso conlleva dolor muscular, pero no me preocupa y en cambio parece satisfactorio al fijar mi atención en que con 60 años de edad, mi aspecto es el de un hombre delgado, razonablemente fuerte, físicamente apto.
No carezco de masculinidad, como tantos varones amorfos, asexuados, afeminados, independientemente de la edad en que se encuentren. “Hombres” en la edad madura, o en la tercera edad, presentan una anatomía deforme, repleta de tejido adiposo, lo cual no solamente atenta contra la estética (considero que la apariencia física es muy importante, algo que no debe subestimarse) pero todavía más importante es la afectación a órganos internos y a la segregación de todo tipo de hormonas en el sistema endocrino; lo cual incluye por supuesto a las hormonas sexuales que hasta donde yo sé, son segregadas (en parte, por lo menos) por la glándula suprarrenal.
Hoy en día, muchísimos hombres de edad avanzada se dejan crecer pelo en el rostro (bigote y barba) para proyectar una imagen masculina que no tienen por haber dañado su organismo al adoptar hábitos dañinos, destructivos, que los llevarán a una tumba prematura y mientras acaban así, los priva de su masculinidad, haciendo de ellos entes de aspecto tremendamente desagradable.
Por ello, me resulta satisfactorio proyectar la imagen que corresponde a la de un individuo del género masculino y el cansancio frecuente que de manera casi cotidiana involucra dolor muscular y óseo, es para mí parte del “oficio de ser hombre”.
Narcisismo benigno, sano, como he mencionado antes.
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formerleopard · 10 days
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Momento de recuperación, real, verdadera, algo así como volver a nacer
El periodo difícil parece haber llegado a su fin. ¿Cuál periodo difícil? No resulta fácil responder a esa interrogante. Podría sentir que se trata de un ciclo de tiempo de una duración difícil de determinar en semanas o meses. Pudo haber comenzado con este año, a partir de enero de 2024 cuando decidí usar esa bicicleta de cuadro de aluminio muy pesado, con llantas “imponchables” (que por esa característica presentan una resistencia muy alta al rodamiento, fricción) y por ello el esfuerzo físico se incrementó de manera considerable. Pero es posible que ese periodo difícil al que me refiero haya comenzado en agosto de 2021 (es decir, hace prácticamente 33 meses) cuando fui despojado de mi empleo y se consumó una gran injusticia.
¿Por qué esa afirmación, por qué decir que el periodo difícil ha terminado?
Hasta hace unos días, lunes y martes pasados (13 y 14 de mayo), pensaba mucho en mi padre —más de lo acostumbrado, en ese psicópata fallecido hace más de 16 años, en diciembre de 2007— que haciendo equipo con mi madre (ellos formaron una simbiosis sadomasoquista) hicieron lo más que pudieron por destruir mi vida, siguiendo una tradición familiar, matar a los hijos —de hecho, mi hermana menor no sobrevivió—.
A raíz de que identifiqué al mal individuo (compañero de trabajo que me acosó laboralmente durante cuatro años) como un psicópata y no como alguien que padece un trastorno narcisista de la personalidad, obtuve una perspectiva total sobre lo que fue mi padre —el psicópata, el narciso que más daño me hizo en mi vida— y los alcances de eso, el dolor psíquico que he padecido durante tanto tiempo se elevó a su máxima expresión.
El domingo pasado (12 de mayo) hice un recorrido en esa bicicleta de cuadro de aluminio muy pesado, con esas llantas que presentan alta resistencia al rodamiento, en un circuito cercano a mi vivienda que involucra pendientes muy fuertes. La combinación de todo eso hace que el esfuerzo físico se eleve en gran medida y eso hizo posible que percibiera con la precisión adecuada la fortaleza de mi anatomía, la potencia muscular de mis piernas en combinación con mi capacidad cardiorrespiratoria, lo cual es al mismo tiempo una potente manifestación de mi libido, mi energía vital. Eso debió ser una satisfacción, mas al llegar a casa, sentí una frustración tremenda acompañada de una furia fría, lo cual me abrumó.
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Los dos primeros días de esta semana sentí una furia y un resentimiento de tal intensidad que resultaron dolorosos, pero al mismo tiempo (y extrañamente), se presentó la conciencia de la fortaleza con la que enfrenté la adversidad que la vida me deparó, una violencia presente desde mi más temprana infancia de manera prácticamente cotidiana durante muchísimos años.
Se dieron ejemplos de insight sobre la destructividad de mi padre (sobre todo en relación con ese fenómeno al que Carl G. Jung llamó “sincronicidad”), siempre vinculado con la postura destructiva de mi madre, y la participación de muchas otras personas a lo largo de las diferentes etapas de mi vida.
Ayer miércoles el malestar fue menor. Hoy jueves desperté de madrugada, como a las cuatro horas, bajé a la cocina. Preparé mi “almuerzo nutritivo”, un platillo que consumo cotidianamente que se compone de la combinación de un cereal y una leguminosa (arroz y frijol), dos huevos y cebolla y ajo crudos en abundancia. Acompaño este alimento con “quesadillas”, tortillas (pan de maíz de forma circular, plana con queso). Esto porque mi gasto calórico es muy alto y al mismo tiempo necesito más proteína porque he incrementado el entrenamiento de fuerza.
Después de consumir ese alimento nutritivo y exquisito, lavé trastes, evité tomar café (dejé eso para más tarde), salí con mi mascota a caminar, nos dirigimos a un parque donde pasamos unos 90 minutos. Esa linda perrita, Clara, ha estado conmigo durante los últimos siete años de mi vida, un poco más; llegó un sábado 1 de abril de 2017, con cuatro meses de edad.
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Como ha sucedido durante años (no podría decir cuántos) he seguido pensando mucho en las vivencias terribles con mi padre, la participación de mi madre, dos monstruos haciendo equipo —la simbiosis sadomasoquista— pero la conciencia ya no resulta tan dolorosa, los recuerdos ya no provocan tanto sufrimiento.
Pese a que a todas luces estoy logrando superar traumas, he pensado otra vez en esa empresa farmacéutica donde trabajé durante seis años y tres meses. Cuando el acoso de que fui objeto alcanzó su clímax (el agresor incurrió incluso en conductas delictivas flagrantes), se manejó el asunto como si nadie me hubiera hecho nada, como si mi percepción de haber sido violentado hubiera sido una manifestación de la locura que me aquejaba, como si yo fuera un problema enorme en la empresa y como si tenerme ahí laborando fuera un acto de filantropía de una “empresa incluyente” y “socialmente responsable”; etiquetas que por su falsedad resultan obscenas, más que la pornografía dura.
Vileza sin límites
Pero, ahora que parezco haber dejado de sentir ese dolor psíquico tan intenso que me ha abrumado durante décadas, ¿qué obtengo de eso?
Puedo escribir, plasmar textualmente las vivencias difíciles para convertirlas en algún tipo de composición literaria. Puedo llevar a cabo la transición escribidor – escritor.
Tengo una misión, este es un momento afortunado en mi existencia, sucede algo que no creí que fuera posible, me siento feliz por seguir en este mundo.
Agradezco su atención a quien me haga el favor de leer mi prosa
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formerleopard · 11 days
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Malestar y sufrimiento psíquico severos
Salí por la mañana con mi mascota, mi perrita Clara a caminar. El poco tráfico vehicular me dio a entender que hoy es un día de celebración en mi país, el “día del maestro”, algo que mencionan muchas personas (típico comportamiento de imitación, de “cordero” en palabras de Erich Fromm), lo cual me molesta en buena medida porque el sistema educativo en esta nación es uno de los peores de todo el mundo. De hecho tuve una novia que era maestra (murió trágicamente, se quitó la vida dos años después de que terminó nuestra relación, que duró siete años) y de esa experiencia y mi paso por los planteles educativos durante las diferentes etapas de mi educación, pude percatarme de que muchos maestros no saben escribir correctamente (son analfabetas funcionales, además su vocabulario es muy reducido, de unos cuantos cientos de palabras) y no pueden con la aritmética más elemental, con operaciones con fracciones (quebrados), no comprenden el punto decimal y por supuesto no pueden calcular porcentajes.
Un mexicano ejemplar, Carlos Monsiváis (que en paz descanse) llamaba a la educación en nuestro país, “la catástrofe silenciosa”.
  Regresaba a casa y pasé por un negocio, una sucursal de una cadena de farmacias a comprar tiempo aire para mi teléfono celular. En la caja había una pareja de clientes que llevaban porquería y media, muchos artículos (entre ellos refresco negro, Coca Cola, el veneno ubicuo). La cajera introducía cada artículo en una bolsa de polietileno mientras lo escaneaba para que el aparato sumara y determinara el total a cobrar. Los clientes eran una pareja de mal aspecto, el varón regordete y en consecuencia carente de masculinidad, y la tipa mostraba la actitud típica de las mujeres de mentalidad clasista, la expresión de su rostro era de desagrado ante la presencia de personas de clases sociales “inferiores”. Esa tipa hacía uso de una máquina que expende café en un vaso desechable. Algo se le dificultó y la cajera acudió en su ayuda —lo cual prolongaría aún más el tiempo de espera para quienes esperábamos ser atendidos en caja— y la cliente derramó el vaso de café en el suelo, accidentalmente. La cajera fue por una cubeta y un trapeador para arreglar el desaguisado que había causado la vieja pendeja, yo me enojé mucho y reclamé, pidiendo a la empleada que me atendiera. Ella mostró indignación ante mi vocabulario violento, pero me atendió y después de pagar el tiempo aire (una cantidad módica) procedí a retirarme.
La furia que sentí pudo haber provocado que agrediera verbalmente al varón de esa pareja de clientes, algo que afortunadamente no hice, pues pudo haber derivado en violencia física y el riesgo de meterme en problemas.
Regresé a casa, volví a beber café, acompañándolo con un plátano y pan y el último trozo del minipastel adquirido el viernes pasado (día de las madres, otra de esas fechas que detesto), mirando videos en YouTube. Seguí sintiendo malestar y furia por tanta frustración en mi vida cotidiana, aun sabiendo que están sucediendo cosas muy buenas, ejemplos de justicia en una nación que adolecía de una corrupción que parecía no tener límites.
Durante los últimos días —a partir de que descubrí la simbiosis sadomasoquista que formaron mis padres, dos personas terriblemente destructivas que casi me arruinaron y de hecho mataron a mi hermana menor, hace 18 años— el malestar ha crecido sin medida. Veo a mi madre (que tiene el aspecto de una linda abuelita de 82 años de edad) como residuo de un monstruo. Mi padre murió hace más de 16 años (en diciembre de 2007) y me he propuesto recordar que sus cenizas fueron vertidas por un retrete (excusado) un 1 de septiembre de 2010, dos años y ocho meses después de que murió. El hijo de la gran puta se fue por donde se va la porquería, los orines y las heces, porque él era eso, pura porquería, pura mierda.
Otra fuente de malestar y sufrimiento es la dolorosa conciencia de que vivo como un hombre insignificante, pese a que cuento con características poco comunes (en cierta medida excepcionales). No tengo una relación de pareja y ese vacío es origen de mucho dolor y sufrimiento psíquico.
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Me enamoré de una joven psicoanalista (20 años menor que yo), pero nunca me hice ilusiones de desarrollar una relación de pareja con ella por eso (la diferencia de edad, considerable, tal vez excesiva) pero pensé que podíamos ser amigos, se lo propuse, ella rechazó mi ofrecimiento, pero se mostró dispuesta a seguir en contacto frecuente conmigo, buscándola yo en la asociación civil donde trabaja.
El viernes 12 de enero del año en curso (hace ya cuatro meses), hablé con ella por última vez. Fue para mí un día feliz, pero en los días que siguieron, continuaron las agresiones de otras personas que trabajan en esa asociación de falsa filantropía y decidí entonces dejar de usar ese recurso.
Esa joven psicoanalista guardó silencio, nunca se comunicó conmigo de ninguna manera, me ignoró (que es lo peor que puede hacérsele a alguien) y su desprecio me ha lastimado en gran medida.
He pensado que es muy probable que en esa asociación civil (algo en realidad inmundo, una farsa, falsa filantropía, como había mencionado antes) hayan recibido información sobre mí, procedente de una institución pública de salud mental de la entidad donde vivo.
Hace 16 años, durante el año 2008 (unos meses después de que murió mi padre, el hijo de la gran puta), una psicóloga a la que encontré en un recurso de atención telefónica de “intervención en crisis”, se sintió atraída por mí y durante un breve tiempo (entre marzo y mayo de ese año) vivimos un romance telefónico. Me preguntó si estaría dispuesto a tener un hijo con ella. La mujer inmoral y desvergonzada estaba casada, su matrimonio no iba bien, etc. Un poco más adelante, en junio de ese año, esa mujer inmoral decidió dar por terminada su relación conmigo (relación terapéutica incorrecta, romance telefónico) tal vez arrepentida porque habiendo estado incapacitada durante algunas semanas su esposo se había mostrado atento y afectuoso con ella. A mí me fue difícil manejar eso, la busqué en su vivienda, vía telefónica (habiendo encontrado su número telefónico en un directorio, algo que ya no existe). Ella reconoció mi voz al responder la llamada cuando yo le marqué, colgó y dio mi número de teléfono celular a su violento esposo para que me hablara para amenazarme (lo cual es un delito); lo que derivó de eso dio lugar a que seis meses más tarde ella atentara contra su vida.
Desde hace años, personal de esa institución pública de salud mental (que en realidad nunca ha cumplido su función y en cambio se han dado ahí incidentes de violación de reglamentos, normatividad e incluso la comisión de delitos), ha violado la Ley de Protección de Datos Personales, han enviado información sobre mí a diferentes lugares donde se me conoce, describiéndome como un enfermo peligroso que se enamora de sus terapeutas, las busca, las acosa, pone su seguridad en serio peligro, etc.
Parece tener sentido suponer que en esa asociación civil de falsa filantropía recibieron esa información sobre mí y con esa joven psicoanalista me tendieron una trampa para reunir evidencia que pudiera ser usada en mi contra como comisión de delitos, acoso, quién sabe qué más.
¿Es Celia, la joven psicoanalista (suponiendo que ese sea su nombre) capaz de participar en una vileza de ese tamaño?
Quisiera pensar que no, pero como sea, ella se ha ido de mi vida, mostró desprecio por mí al ignorarme (algo que yo no merezco) y parece estar vinculada con personas que pertenecen al reducido porcentaje de la población que acapara el capital (poseen fortunas estratosféricas, en millones de dólares estadounidenses) e incluso con la mal llamada “comunidad judía en”, que en realidad es una comunidad sionista vinculada con Israel por razones de interés económico.
Volviendo a la manera de manejar mi sufrimiento psíquico cuyo origen es la dolorosa conciencia de vivir como hombre insignificante, en soledad, sin una relación de pareja, etc., ayuda aprender de Erich Fromm (uno de muchos buenos judíos, a quienes admiro por su enorme legado a muchas culturas en el mundo, tal vez a la humanidad entera) en un libro que acabo de leer: Ética y Psicoanálisis.
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Al referirse al hombre (“hombre” como sinónimo de ser humano) dice que
… permanece insatisfecho, ansioso e inquieto. Existe solamente una solución a su problema: enfrentarse con la verdad, admitir su soledad fundamental en medio de un universo diferente a su destino, reconocer que no existe ningún poder que lo trascienda que sea capaz de resolverle su problema. El hombre debe aceptar la responsabilidad para consigo mismo y también el hecho de que solamente usando sus propios poderes puede dar significado a su vida.
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formerleopard · 20 days
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Proyecto obra literaria, cuarta parte
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El origen de esa furia homicida de un padre psicópata, profundamente incestuoso
¿De dónde provenía esa furia tuya, padre, moderno Edipo?
Pasarían muchos años (tal vez medio siglo) antes de que el único hijo varón de ese mal individuo descubriera que su padre no confundía lo que presenciaba. Sabía que su hijo no era el peor criminal de toda la historia, lo hacía responsable de toda la crueldad humana sabiendo bien que eso no tenía sentido, simple y sencillamente porque podía hacer tal cosa y no estaba dispuesto a realizar ningún esfuerzo para evitar cometer tal injusticia.
No solamente no le importaba que lo que él hacía a su hijo varón resultaría dañino en extremo, lo hacía con toda la intención de lastimar a ese hijo y provocarle el mayor sufrimiento posible porque eso le proporcionaba un enorme disfrute y eso era lo único que podía importar; eso daba sentido a su existencia. A eso vino al mundo.
Ese hijo varón de este moderno Edipo no era el único objeto de su violencia, pero sí el más importante, el origen de la mayor satisfacción que le proporcionaba hacer sufrir a alguien; el mayor placer de un moderno Marqués de Sade.
Ese mal individuo adolecía de un carácter incestuoso y fue propietario durante unos 28 años de una extensión de tierra donde cultivó árboles frutales y más tarde plantas de ornato. Cuando se encontraba en la edad madura (su reloj bilógico se hallaba muy adelantado como consecuencia de su alcoholismo y su anatomía mostraba una deformidad que hacía de él un ente horrendo, muy acorde con su degeneración mental y moral), se sentaba en la terraza de una edificación a la que él llamaba “chalet” a emborracharse y contemplaba un área de unos 250 o tal vez 300 metros cuadrados. Exclamaba entonces que sus jardines eran más grandes que los del rey o emperador más opulento del planeta.
¿Nació imbécil este individuo depravado, o sus deseos incestuosos reprimidos deformaron su encéfalo, en lo cual un alto consumo de alcohol etílico jugó un importante papel?
Esta combinación de moderno Edipo y Marqués de Sade contemporáneo medita mientras se emborracha (sumido en un estado depresivo muy severo) que su único hijo varón ha sido incapaz de comprender que él lo ama. El muchacho tiene ahora veintitantos años de edad, pero su amante padre se sitúa en la época en que ese vástago era un niño y lo visualiza como un niño pequeño y estúpido que no alcanza a comprender que su padre lo ha castigado para beneficiarlo, que la severidad de sus palabras y la furia de su discurso tienen su origen en el amor.
Pasarán los años y los esfuerzos del padre resultarán infructuosos, inútiles, pues el que fue un niño ingrato pasará por la adolescencia incrementando su resentimiento y llegará a la juventud alejándose progresivamente de su padre, mas incapaz de lograr separarse de él pues no consigue ser independiente en lo económico.
Ese hijo terrible se ganará el desprecio de muchos hombres que presenciarán la desintegración mental y emocional de ese moderno Edipo, el sufrimiento lo ha llevado a abusar de las bebidas alcohólicas y a destruir su salud mental y orgánica. Con el paso del tiempo, su hígado se deshace y Edipo Mártir fallece habiendo ultimado a la menor de tres hijas, pero sin haber conseguido hacer lo mismo con el monstruo en que se convirtió su hijo varón.
Enorme tragedia
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formerleopard · 20 days
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Proyecto para una obra literaria, tercera parte
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Terapia psicoanalítica, recuerdos de vivencias difíciles
Infancia. Cursaba la educación básica y me trasladaba con mi padre en su automóvil. Se acerca un niño de una edad aproximada a la mía a solicitar una ayuda monetaria, un niño en situación de mendicidad. Mi padre contaba tal vez con 36 años de edad. Me mira con furia (algo crecientemente frecuente), su mirada expresa clara e inequívocamente que me considera responsable de la injusticia social en esa ciudad a la que acabamos de llegar, habiendo cambiado de residencia donde yo me dispongo a iniciar un año escolar a la mitad de esa primera etapa de mi educación, la enseñanza básica. Yo no le quité nada a ese niño, jamás despojé a nadie de nada.
Uno o dos años más tarde, siendo todavía un niño, me encuentro en mi vivienda y me acerco a la cocina. La trabajadora doméstica lava una pieza de loza de una manera inadecuada, frotándola con un trozo de tela que distribuye toda clase de contaminantes por su superficie. Le ordeno que deje de hacer eso y vuelva a lavar esa pieza de loza, tal vez una taza, sin darme cuenta de que mi padre se encuentra detrás de mí presa de una furia de magnitud homicida. Me ordena que suba con él a mi habitación, donde después de cerrar la puerta, me echa una arenga sobre la injusticia que ha dominado la historia de la humanidad, en que habitantes de los continentes que gozaban del mayor desarrollo (lo que incluía armamento y organización militar superior) sometieron a incontables tribus a esclavitud e incluso las masacraron sin piedad.
Siendo un niño de diez u once años, no alcanzo a comprender que mi padre expresa argumentos que no tienen sentido, pues yo no puedo ser responsable de algo que ocurrió hace siglos, en épocas muy anteriores a la época en que me ha tocado vivir y en consecuencia no pude haber tomado parte en esas malas acciones y no puedo ser responsable de ningún acto indebido perpetrado por ningún otro ser humano. Permanezco en mi dormitorio (que no comparto con ninguna de mis tres hermanas, siendo el único hijo varón) en soledad, sin saber qué siento, confundido e incapaz de comprender que esa violencia perpetrada contra mí por mi padre carece de toda justificación. Incluso me resulta imposible percatarme de que mi padre me ha violentado, pues desde hace años, en los servicios religiosos y otros entornos se me ha repetido en incontables ocasiones que los padres aman a sus hijos, que quieren lo mejor para ellos y cuando les aplican regaños, reprimendas y castigos, no hacen otra cosa que manifestar su amor hacia sus vástagos, pues no hacer tal cosa equivaldría a hacerles mucho daño, a permitir que “crezcan como árboles torcidos” con todo lo que ello conllevaría.
Unos días más tarde, ya en fin de semana, mi madre me lleva con ella y mis hermanas a un club deportivo donde mi padre participa en un torneo de golf. Siendo un hombre joven y fuerte, su desempeño resulta aceptable y se ha anotado un “hoyo en uno”; ha embocado la pelota en el orificio donde una bandera indica su ubicación, habiendo propinado a la pequeña esfera un solo golpe desde las boyas de salida en ese “hoyo” específico.
Mi padre se siente orgulloso de su hazaña y al verme entrar en la Casa Club, sonríe y su alegría me da a entender que me ha otorgado un magnánimo perdón ante el crimen que cometí (de lesa humanidad), haber sometido a esclavitud a un número indeterminado de seres humanos.
No hay nadie presente que se dé a la tarea de evaluar el aprendizaje que he obtenido de esa experiencia. Quien hiciera tal cosa, me exigiría que concluyera que he confirmado la veracidad de esa teoría del amor de los padres. El hombre que me dio la vida se ha mostrado en extremo bondadoso conmigo, dejando atrás la vergüenza que conlleva haber traído al mundo a un hijo capaz de esclavizar a un número indeterminado de seres humanos, cometiendo ese crimen incalificable en una época en la que esa condición inhumana (la esclavitud) se ha reducido a tal grado que se maneja como si hubiera dejado de existir.
Debí aprender de esa vivencia que mi padre me amaba, no fui capaz de hacer tal cosa y mi padre usará esa incapacidad mía —incomprensible— contra mí durante los años que le quedan de vida, más de treinta, con muchos otros elementos que harán de él el hombre más incomprendido de la historia, pues amó a su hijo varón con todo su ser y no obtuvo de él nada que no fuera rechazo, resentimiento y con el paso del tiempo, odio.
Mi padre pasó a la historia como un mártir
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formerleopard · 20 days
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Proyecto obra literaria, segunda parte
Para esa primera obra literaria:
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Diálogos con Lieba. Años antes se dio una comunicación telefónica entre ella y el hombre que más tarde se convertiría en su paciente. Él preguntó en la primera llamada “¿cuentas con una formación en psicoanálisis?” Eso es de particular importancia.
En aquel entonces, el usuario de ese servicio de asesoría emocional había puesto fin a una relación de amistad con otra psicóloga que años antes lo había atendido en otro servicio de atención telefónica, este denominado “intervención en crisis”. Cristina había atendido al usuario durante una época muy difícil de su vida que se complicó aún más porque una colega y compañera de trabajo suya se había involucrado con él emocionalmente (falta gravísima, causal de despido e incluso de retiro de la cédula profesional) para después incrementar la violencia al incurrir incluso en conductas delictivas. Eso puso en peligro la integridad y la vida de ese usuario, ahora paciente de Lieba. “Cristina es bondadosa” dictaminó Lieba al concluir que esa colega suya había faltado a la verdad porque sintió piedad por la psicóloga transgresora de la normatividad y de la ley, que al enfrentar las consecuencias de sus gravísimas faltas había llegado a atentar contra su vida.
Asunto referente a un tema de sexualidad, normalmente difícil de tocar en terapia porque la psicóloga puede sentirse inquieta, temiendo que el paciente intente tratar el tema de una manera incorrecta, llevar las cosas por otro lado. La metodología de Lieba sorprendió a su paciente, pues escuchó con atención lo que él le planteó, mas se mantuvo firme en su negativa a leer los escritos que él publicaba en la red en forma de blogs, argumentando que eso “viciaría la terapia”.
El paciente había identificado una formación en psicoanálisis en su terapeuta porque unos ocho años antes, había sido atendido en una institución pública por una médico psiquiatra también joven, que también contaba con una especialidad en psicoanálisis y al formular interrogantes respecto a alguna vivencia en particular hacía énfasis sobre la pregunta en cuestión diciendo “no le pregunto qué pensó, sino qué sintió”.
Historia de vida. Dificultades severas desde la temprana infancia, porque ese paciente llegó al mundo muy defectuoso… problemas de motricidad y coordinación, tropezaba con sus pies, visión muy reducida en uno de sus ojos… incapacidad para aprender todo aquello que tenía que ver con números, aunque dotado con un talento para todo aquello que tenía que ver con lectura y escritura.
Padre incestuoso, moderno Edipo. ¿Quiso fornicar con la autora de sus días? Él y su cónyuge, la madre de ese pequeño, lo hicieron responsable de todo lo que estaba mal en sus vidas; con el paso del tiempo, lo hicieron responsable de todo lo que estaba mal en el mundo.
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formerleopard · 20 days
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Proyecto obra literaria, primera parte
Escrito en mi diario (journal) el sábado 4 de mayo del año en curso
Obra literaria
Terapia psicoanalítica en los bosques, en un lugar donde abunda la vida, donde la flora y la fauna no son consideradas indeseables, un lugar donde no hay espacio para la necrofilia, el amor a la muerte.
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 Lieba, psicoanalista —20 años menor que su paciente—, muestra una postura flexible respecto a la relación terapéutica. Comparte con su paciente información sobre su persona, si bien omite mucho de su historia. Se da una comunicación profunda, identificación; transferencia – contratransferencia.
El paciente plantea interrogantes a su terapeuta, agregando información importante sobre él.
¿De dónde venimos tú y yo, Lieba? ¿Cuál es tu origen? ¿Cuál es el mío?
No me refiero a quiénes son nuestros padres, si bien, ese primer paso —hablar de mis padres como parte de mi historia de vida— resulta imposible de evitar y eso resulta para mí de lo más problemático porque fueron personas terriblemente destructivas y formaron una simbiosis sadomasoquista. Mi padre amalgamaba tres componentes de algo que uno de los grandes padres del psicoanálisis denominó “síndrome de decadencia”: narcisismo, amor a la muerte (necrofilia) y carácter incestuoso.
Mi madre heredó de sus padres una tradición familiar: matar por lo menos a uno de sus hijos.
Lieba plantea a su paciente posibles alternativas para las sesiones de terapia. Una es llevarlas a cabo en movimiento, caminando por el bosque sin rumbo fijo. Otra es llevar a cabo la sesión en el interior de una habitación (consultorio) en una cabaña de troncos donde no se dispone de energía eléctrica y donde la iluminación proviene de una lámpara de gas; cuando hace frío, se quema madera en una chimenea. La sesión de terapia es de una duración indeterminada, finaliza cuando un silencio indica que el paciente y su terapeuta han alcanzado un entendimiento, una comprensión que ambos perciben y ambos empiezan a asimilar una lección que conlleva para ambos una profunda satisfacción.
Lieba estrecha la mano de su paciente intercambiando con él una mirada cargada de gratitud y afecto. En cada sesión han conseguido determinar la verdad de una vivencia de la historia del paciente, qué es verídico y qué no lo es respecto del tema analizado, lo cual en ocasiones da lugar a un intenso sufrimiento psíquico, pero ambos —la analista y su paciente— tienen presente en todo momento que el sufrimiento pasará y habrá dejado un beneficio real, tangible, pues habrá sanado una herida profunda.
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formerleopard · 20 days
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Efectos de mi actividad deportiva, enorme importancia en mi historia de vida
Como he escrito antes (en diferentes blogs), inicié mi actividad física siendo un niño, por iniciativa propia, saltando la cuerda (actividad en solitario) cuya motivación fue un disfrute al hacer eso y mejorar mis capacidades físicas, pues me mostraba excesivamente torpe de movimientos; presentaba problemas de motricidad y coordinación que mis padres no solamente no atendieron, y en cambio representó para ellos una motivación (pretexto) adicional para violentarme.
Durante la adolescencia, miré en televisión unos juegos olímpicos (Moscú, 1980), yo contaba con 16 años y de ahí surgió la inspiración para convertirme en un deportista. Originalmente, la intención era llegar al alto rendimiento, pero al paso de unos años me di cuenta de que eso era una imposibilidad absoluta.
No obstante, mi interés en el deporte se dio junto con un interés en la buena nutrición y en todo lo que tiene que ver con buenos hábitos de higiene. Pese a los problemas con que nací (frecuentes en partos múltiples, llegué al mundo acompañado de una hermana gemela que nació cinco minutos después de mí), presenté características físicas deseables en un mundo racista, la fisonomía de un individuo de raza caucásica (blanca) y una apariencia muy apreciada en muchos entornos, si bien también dio lugar a violencia proveniente de muchas personas de origen mestizo e indígena.
Pasaron los años, inicié mi educación básica y pese a ser muy evidente que era un niño con inteligencia poco común, mi desempeño escolar era deplorable y presentaba problemas de conducta bastante severos; todo ello dio lugar a que se me considerara un “niño problema”.
Esto jamás cambió y terminé los seis años de educación básica sin aprender muchas cosas, continué así durante las siguientes etapas de mi educación y la violencia (perpetrada principalmente por mis padres, siendo el único hijo varón, con tres hermanas) complicó mi vida de manera creciente conforme pasaron los años.
Mis características deseables despertaron la furia de muchas personas, la primera de ellas fue mi hermana gemela, que sentía que yo la despojaba de la atención que merecía —pese a ser una buena estudiante, tanto en aplicación como en conducta. Su piel no era blanca, como la mía, y en cambio era oscura (aunque no mucho sino lo que se conoce como “morena”), no era una niña físicamente agraciada y pasaba desapercibida en muchos entornos, mientras yo llamaba mucho la atención y al mismo tiempo acaparaba la violencia perpetrada principalmente por mis padres.
Como señalé antes, era un pésimo estudiante y eso proporcionaba un consuelo a muchos de mis compañeros de estudios que sentían que carecían de las buenas características (físicas) que yo presentaba. Cuando llegué a la adolescencia, mi rostro se llenó de acné y durante algunos años, eso propició violencia en mi contra, pero la verdad eso no me afectó mucho.
Durante los años de la enseñanza media superior (conocida en mi país con el nombre de “preparatoria” o “bachillerato”) en una institución para varones, se me conoció como un buen deportista porque participaba en carreras pedestres que se llevaban a cabo en la vía pública (calle) y frecuentemente destacaba; si bien, esas competencias no eran importantes. También participaba en carreras en pista (mi objetivo era convertirme en un buen corredor de medio fondo, 800 y 1500 m) pero jamás destaqué y en cambio mis resultados fueron muy deficientes. Mis capacidades eran muy modestas y los efectos del entrenamiento son bastante limitados en un ser humano.
Pero lo rescatable fue la enorme aportación a mi salud física (y en buena medida a mi salud mental, bastante precaria por la violencia que dominó mi vida desde la temprana infancia), resultado de haber adoptado ese estilo de vida, deporte y buenos hábitos de salud e higiene.
Ello maximizó ciertas características consideradas deseables en la cultura donde nací (y en la mayor parte del mundo), pues además de que mi apariencia era la de un individuo de raza blanca (caucásica), mi anatomía era la de un hombre delgado (así me veía vistiendo pantalón y camisa de manga corta), pero cuando vestía mis prendas deportivas (pantalones cortos y camiseta con o sin mangas) mi apariencia era la de un deportista de alto rendimiento, pese a que no era eso.
Esas características despertaron malestar y furia en un buen número de individuos, en diversa medida. Como decía antes, mi hermana gemela había vivido sintiendo mucha furia contra mí porque consideraba que yo le había robado la atención que ella merecía, sin percatarse de que también acaparé la violencia perpetrada por nuestros padres (que jamás se da de manera equitativa en familias disfuncionales, que no son la excepción, sino la regla).
Otros individuos que sintieron malestar al tenerme cerca, compañeros de escuela en la enseñanza media superior y en la universidad, mostraron hostilidad de diferentes maneras y ese elemento —la furia que despertaba mi aspecto, pese a ser el de un hombre común, a mi parecer—se combinó con que se hacía evidente que mi nivel intelectual era poco común, a pesar de a mi pobre desempeño académico.
Para aclarar esta última idea, debo decir que al conversar con otras personas, mi discurso evidenciaba que había pasado mi vida leyendo, una forma de estudio que no es considerada tal cosa (estudio) porque no se hace de manera ordenada, como en los planteles escolares, sino extracurricular. Mostré desde mi infancia una proclividad a convertirme en un autodidacta. Al conversar con otras personas, hacía comentarios y expresaba puntos de vista que llamaban mucho la atención porque hacían evidente ciertos conocimientos de literatura e historia y vivir en un entorno en que el interés en la cultura y el conocimiento no es fomentado y en cambio es considerado indeseable por muchas personas (nací en una de las naciones más analfabetas e ignorantes de todo el planeta), hacía que mi nivel intelectual pareciera de mayor nivel del que era realmente.
Como decía antes, vistiendo pantalón y camisa de manga corta (o camiseta, playera) me veía como un muchacho o un hombre joven delgado, sin sobrepeso. Pero vistiendo prendas deportivas (pantalones cortos, “shorts” cuando practicaba la carrera a pie), la musculatura de mis piernas llamaba la atención, en parte por su volumen, pero más por su definición. Pasaron los años y se dio la transición de la carrera a pie al ciclismo (de ruta) de manera natural. Tuve que abandonar la carrera pedestre por una afectación a mis tendones de Aquiles (por correr sobre superficies duras) y así continué con ese estilo de vida favorable, que de hecho había comenzado como un mecanismo de defensa positivo (psicología) —compensación— y con el paso del tiempo se convirtió en un mecanismo de evasión; en algún momento, sin tener conciencia de ello, comencé a provocarme agotamiento físico para anestesiar el sufrimiento psíquico. Pero ese es otro asunto.
Cuando usaba mis shorts de ciclismo para la práctica de ese deporte, parecía un ciclista profesional europeo, lo cual no era, por supuesto, pero esa característica (anatómica) despertó furia en individuos que padecían patologías narcisistas (algo abrumadoramente frecuente en mi historia de vida, comenzando por mi padre, que era un psicópata) y la combinación de eso con un nivel intelectual poco común, despertó en algunos individuos una furia homicida que dio lugar a violencia que provocó que mi vida se complicara cada vez más.
Ahora que he terminado la sexta década de mi existencia e inicio la séptima, siento que puedo superar la violencia perpetrada por individuos que intentaron destruirme, y continuar con esa actividad deportiva —con lo que ello conlleva— cierra ciclos de mi existencia caracterizados por violencia e injusticia que casi me destruyeron, y pone fin a las infamias cometidas por los canallas que me atacaron con furia homicida en diferentes momentos de mi historia de vida.
Esta idea pudiera sonar incomprensible, tal vez producto de la mente de un desquiciado, pero sin poder explicar por qué, sé que no es así.
Mis antagonistas caen a un vacío, se estrellan en el fondo de un abismo y sus anatomías yacen en charcos de sangre revuelta con sus deyecciones; algo que yo no lamento en lo más absoluto.
Mi padre murió un 14 de diciembre de 2007, con 70 años y cuatro meses de edad. Un 1 de septiembre de 2010, sus cenizas fueron vertidas en un retrete. Era una promesa, y su hijo mayor es un hombre de palabra.
Todo esto es justicia
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formerleopard · 20 days
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Incremento en mis esfuerzos físicos (actividad deportiva)
Ayer domingo salí en mi bicicleta pesada (pese a que el cuadro es de aluminio) con llantas “imponchables” que presentan una alta resistencia al rodamiento (fricción). Había calentado sobre rodillos, pero con todo y eso, la distancia recorrida fue más bien corta. El recorrido sobre asfalto fue realizado en un circuito muy cercano a mi vivienda que incluye fuertes pendientes y en consecuencia el esfuerzo muscular es considerable.
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A partir de que comenzó este año 2024 (en que cumplí 60 de edad, el último sábado de abril) me he fortalecido aún más, principalmente usando ese cuadro de aluminio de bajo precio que compré en noviembre de 2000 (con ayuda de mi madre) porque el que había usado durante siete años (también de aluminio) se había roto, consecuencia del uso, “fatiga del metal”. El último sábado de octubre de 2016 (con 52 años y medio de edad y 18 meses de antigüedad en mi empleo en una empresa farmacéutica) compré otra bicicleta (usada), también cuadro de aluminio pero mucho más ligera, y dejé de usar esa bicicleta que había comprado casi 16 años antes y he vuelto a usar durante los meses transcurridos de este año 2024.
Siento que volver a usar esa bicicleta muy pesada (característica indeseable en ese deporte, el ciclismo de ruta) me lleva a cerrar un ciclo de mi existencia que dejé inconcluso, que comenzó en algún momento entre el inicio de 1998 (que se convertiría en otro año terrible en mi historia de vida) y los primeros años del s. XXI (no podría ser específico al definir las fechas) en que caí a un precipicio que casi destruyó mi vida. La caída se dio porque un mal individuo que padecía una patología narcisista grave —un megalómano— me asestó una puñalada por la espalda en un entorno laboral (siendo mi jefe directo) y el primer lunes de febrero de 1998 yo presenté mi renuncia a ese primer empleo de toda mi vida, y meses más tarde mis padres completaron la faena; pero he escrito bastante sobre ese tema y no voy a repetirlo en esta entrada.
En lo que se define como “tercera edad” (que acabo de iniciar al terminar la sexta década de mi vida e iniciar la séptima), mi peso corporal parecería demasiado bajo (fluctúa entre 65 y 68 kg con 1.78 m de estatura) pero me siento bien y mi índice de masa corporal anda en 20 y fracción, lo cual resulta correcto. El porcentaje de tejido adiposo en mi anatomía no debe andar arriba de 10 por ciento y mis características físicas son mejores que las de muchos hombres jóvenes; ni hablar de hombres en la edad madura, menos aún de hombres en la tercera edad.
¿Suena narcisista todo esto? Imagino que sí, pero como he comentado antes, se trata de un narcisismo benigno, algo no dañino y en cambio saludable. Pero, ¿por qué le doy tanta importancia a ese asunto?
Tiene que ver en buena parte con mi apariencia (la cual me satisface, si bien procuro no darle una importancia excesiva pues es mi intención evitar enamorarme de mí mismo, lo cual llevaría consigo una homosexualidad latente). El funcionamiento de mi organismo (entiéndase, mi salud física) es excepcionalmente buena, y si bien, mi salud mental no lo es, mejora de manera tangible, aunque sigo padeciendo recaídas frecuentes.
Hace años (tres por lo menos) dejé de tomar medicamentos psiquiátricos y decidí jamás volver a buscar atención psiquiátrica, pues no es eso lo que necesito y los médicos psiquiatras que me atendieron, me hicieron mucho daño y en el empleo que desempeñé durante seis años y tres meses, se me estigmatizó como “loco, demente o enfermo mental” y se atribuyó a eso mi percepción de haber sido objeto de violencia en el lugar de trabajo, acoso laboral.
Todo eso dio lugar a un estrés postraumático terrible a partir de que fui despedido (en agosto de 2021, hace ya dos años y ocho meses) y en las últimas semanas, la conciencia de que mi padre fue un psicópata y mi madre vivió como una enferma psicótica (tal vez esquizofrénica) y que la amalgama de destructividad que mis padres formaron casi me arruinó (pudo haberme matado) y le costó la vida a mi hermana menor (ella murió hace 18 años, el último día de abril de 2006, tres días después de que yo cumplí 42 años de edad), me ha sumido en un estado psíquico difícil de manejar, una combinación de furia y deseo de venganza, mas no de desesperanza.
Sea como sea, siento que estoy superando ese estrés postraumático y volver a leer los libros de que dispongo de Erich Fromm (mi motivación es mi interés en el psicoanálisis) me ha ayudado a comprender muchas cosas. Ello ha dado lugar a una recuperación que parece definitiva, si bien, el proceso ha sido en ocasiones muy doloroso porque ha implicado descubrir la verdad y aceptar la realidad como es. Sin embargo, yo siempre he mostrado esa tendencia en mi historia de vida, a interesarme en la verdad y rechazar la fantasía, los mitos, la ilusión. Tal vez por ello he asumido posturas asociales durante la mayor parte de mi vida y he optado por una soledad que resultó dolorosa, pero hizo posible que me conociera a mí mismo y ese elemento fue de importancia decisiva para sobrevivir y superar la violencia que dominó mi vida; a la que muchos no habrían sobrevivido.
Volviendo al tema de mi actividad física (deportiva), he incrementado la intensidad del entrenamiento, a la vez que he aumentado el entrenamiento de fuerza (con alteras, aunque no en gran medida), lo cual ha acelerado mi metabolismo y por ello ha sido necesario incrementar en gran medida mi ingesta calórica y el tiempo de descanso, entiéndase sueño.
En la siguiente entrada expondré el porqué de la importancia que doy a todo esto.
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formerleopard · 25 days
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Cavilaciones brillantes
He alcanzado otra cifra múltiplo de 10 (años) en mi historia de vida. Me refiero a mi edad, he terminado seis decenas y en estos días (a partir del sábado pasado, 27 de abril en que cumplí 60 años) inicio la séptima década, tal vez la última.
A riesgo de sonar pedante, me agrada mi aspecto físico. Durante los últimos dos años y medio (tal vez un poco más) he incrementado mis esfuerzos físicos —la práctica de mi deporte, el ciclismo de ruta amalgamada con entrenamiento de fuerza, musculación— y mi peso corporal (parecería muy bajo, sin embargo no lo es por la funcionalidad que presento), 65 kg con 1.78 m de estatura, se compone en muy pequeña medida de tejido adiposo y en buena medida de masa muscular. Esto es poco común en hombres de cualquier edad y es solamente una parte de mis buenas características. El funcionamiento de mi organismo parecería excepcionalmente bueno, mi nivel intelectual / cultural es poco común (si bien cobro conciencia de que hay grandes lagunas, por ejemplo en lo referente a historia universal y filosofía). Temprano en mi historia, durante la niñez me hice el propósito de esforzarme para convertir mis debilidades en fortalezas, etc. He mencionado todo esto en otras entradas en este y otros blogs y no lo mencionaré más.
Pese a la conciencia de que he logrado mucho, en ocasiones siento que llevo sobre mis hombros un peso considerable, por ejemplo, cuando veo bellas mujeres (en la vía pública) que no se involucrarían conmigo en una relación de pareja (ni siquiera en una relación de amistad) porque no cuento con recursos económicos cuantiosos, pero después miro lo que hay detrás del “éxito” que ellas considerarían deseable en un hombre —mucho dinero con lo que ello conlleva— e internalizo que mi “fracaso” parecería muy afortunado porque no me dejé seducir por las necesidades ficticias de las que habla mi gran maestro, Erich Fromm, y en cambio aprendí a identificar las necesidades reales. De la mano con eso, el interés de una mujer en un hombre por su estatus no es otra cosa que prostitución no disimulada.
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Algo importante a este respecto —la prostitución— es que yo respeto a las trabajadoras sexuales. Por adjudicación directa (válgase la expresión), esas mujeres son señaladas como lo más representativo de la indecencia y la inmoralidad, cuando muchas de ellas son lindas damas que para ganarse el pan hacen uso de algo que les pertenece, es suyo: su cuerpo.
En contraste, muchísimas personas consideradas “ordinarias”, se ven a sí mismas como decentes y en realidad son mucho más indecentes e inmorales que la peor trotacalles.
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Como ejemplo puedo mencionar a muchas “mujerzuelas de camioneta” (la alusión a ese vehículo se refiere a que usan camioneta Town & Country sin que ello se justifique, no la necesitan para ir a ninguna parte ni para transportar a sus hijos) y contrajeron nupcias habiendo acordado con su cónyuge que él les daría los recursos para comprar ese vehículo y muchas otras cosas que ellas consideran deseables; todo ello a cambio de sexo y tener descendencia, hijos.
Por añadidura (y no menos importante), muchas mujeres muestran una actitud ante el dinero en que dicen a su cónyuge: quiero dinero. No me importa de dónde venga ese dinero ni cómo lo consigas; no me importa si te dedicas a defraudar a otras personas, si robas al erario, si incurres en tráfico de influencias, si lavas dinero; yo quiero dinero y eso es lo que te pido.
No quiero decir que las mujeres sean más indecentes ni más deshonestas que los hombres. El hombre no es mejor que la mujer y la mujer no es mejor que el hombre. Simplemente, las manifestaciones de indecencia, deshonestidad, destructividad, son diferentes, por lo menos en cierta medida.
Los hombres que llegan a ese tipo de convenios con sus futuras cónyuges no son víctimas de esas mujeres; son víctimas de sí mismos.
He expresado verbalmente de manera brillante (perdón por la pedantería) este tipo de cavilaciones que se dan en mi psiquis, al conversar con mi madre octogenaria. Ella es casi mi único interlocutor por mi condición de individuo solitario, taciturno, neurótico y en cierta medida misántropo; mas mi recuperación (en curso) cambia todo esto —paulatinamente, si bien se acelera en momentos significativos— y pronto seré capaz de trabajar en mis proyectos y así iniciar la parte más productiva de mi existencia.
Pese a mis dificultades, me siento bien y hay momentos de felicidad. Este (el presente) es uno de ellos.
Inicio la transición escribidor a escritor
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formerleopard · 1 month
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Un fenómeno en mi existencia al que C. G. Jung llamó Sincronicidad. Segunda parte
Pero mi intención es referirme a algo que sucedía con el padre psicópata que tuve, que estuvo presente en mi vida durante 43 años y siete meses, que con participación de mi madre, intentó orillarme al suicidio o al menos arruinarme totalmente —mediante el abuso de sustancias, adicción a alcohol o drogas no legales, algo que siempre fui capaz de evitar—.
Mi padre narcisista maligno tuvo una propiedad en una entidad vecina y pasaba allá mucho tiempo, pero venía a la casa familiar con cierta frecuencia, donde pasaba periodos de tiempo indeterminados, lo cual era para mí, algo terrible. Siendo un hombre joven (de veintitantos años de edad) sabía bien que ese hijo de puta era el peor enemigo que tuve jamás, pues había comenzado a hacerme daño apenas dejé de ser un bebé, en mi temprana infancia.
Como decía antes, yo no debía comer en su presencia porque no trabajaba y él aplicaba la máxima “el que no trabaja, no come”. Mi ingesta calórica debía ser alta, pues dedicaba mucho tiempo y energía a la práctica de mi deporte, el ciclismo de ruta, y mi gasto calórico era alto, a lo que se sumaban caminatas cotidianas con mi mascota en turno, que durante muchos años fue un perro alsaciano de gran tamaño.
Cuando el psicópata maligno se encontraba en la entidad donde vivía su familia, si era de día y yo me dirigía a la cocina a preparar algún alimento, el hijo de la gran puta llegaba en su camioneta pick up (su vehículo de trabajo) en el momento en que yo me disponía a ingerir ese alimento que acababa de preparar. Si era de noche, fueran las 23 horas, tal vez la una, tres, cuatro o cinco de la mañana, yo me dirigía a la cocina porque necesitaba alimentarme, el hijo de la gran puta (que dormía con mi madre en su dormitorio) se despertaba y bajaba a la cocina.
Esto sucedía el cien por ciento de las veces y detonaba en mí un malestar tremendo, difícil de manejar, que maximizaba mi sufrimiento.
Recuerdo muy bien que en una ocasión —yo contaba con unos 25 años de edad— en que durante el transcurso de la mañana preparé café para acompañarlo con una pieza de pan, ya servido en un lugar en la mesa de la cocina. Me dirigí a mi habitación en el segundo piso y llegó el psicópata maligno. Bajé a la cocina a ingerir y beber la pieza de pan y el café que había preparado, y encontré al hijo de la gran puta ingiriendo el alimento y la bebida que yo había preparado para mí. Su rostro reflejaba su satisfacción en provocarme un malestar muy severo, la sonrisa de un individuo indecente, inmoral, sádico, carente de pudor y desvergonzado que a esas alturas había declarado en incontables ocasiones (en el transcurso de muchos años) que amaba a su familia, en especial a su único hijo varón.
Eso último, el amor que prodigaba a su hijo, era la prueba inobjetable de su grandeza de espíritu, pues su padre había sido un sádico que se había deleitado en provocar un sufrimiento atroz a sus seis hijos varones, entre los cuales, mi padre ocupaba el cuarto lugar en el orden de los nacimientos y había heredado su nombre de pila y había hecho lo propio conmigo, se me había bautizado y registrado con su nombre y el de su padre, mi abuelo paterno.
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Ese fenómeno, la aparición de mi padre cada vez que yo me disponía a alimentarme —que yo percibía como demoniaco, pese a no creer en divinidades ni seres mitológicos o fantásticos de ningún tipo— parecía inexplicable, pues como dije antes, sucedía el cien por ciento de las veces. Yo me dirigía a la cocina a preparar e ingerir alimento, y cuando me disponía a hacer eso —alimentarme— el hijo de la gran puta llegaba a la casa si era de día, o despertaba y bajaba a la cocina si era de noche.
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Este fenómeno (que la ciencia no puede explicar y por ello yo lo percibía como “demoniaco”) es descrito por uno de los hombres más ilustres del s. XX, Carl Gustav Jung —uno de los padres del psicoanálisis— como “sincronicidad”, algo fascinante como fenómeno, pero causa de gran sufrimiento en mi difícil historia de vida.
Resultaba prácticamente imposible que esto (esa manifestación de sincronicidad) no sucediera y conforme se complicó mi existencia en los años que siguieron (durante mi tardía juventud y temprana edad madura), ese sádico me torturó, sometiéndome a una pobreza que incluyó vivir con hambre (algo que yo no merecía, pues me había esforzado durante largos periodos de tiempo para estudiar, prepararme y convertirme en un hombre productivo, útil a la sociedad). El sufrimiento físico al que eso (el hambre) daba lugar, era tremendo; el sufrimiento psíquico era atroz y provocaba ideación suicida; con el paso del tiempo, la pérdida de la esperanza casi me mató en vida.
Esa combinación “padre psicópata – madre psicótica (tal vez esquizofrénica)” estuvo cerca de destruirme y lo narrado en los párrafos anteriores es solamente algo representativo de eso. Menciono a mi madre en relación con ese asunto porque ella no soportaba la ausencia del psicópata que tenía como cónyuge y traerlo al entorno familiar potencializó la destructividad de ambos. El caso de mis padres era típico de la simbiosis sadismo – masoquismo. No parece necesario decir quién era el sádico y quién era la masoquista. Las acciones de mis padres pusieron en serio peligro mi vida, y aniquilaron a mi hermana menor, que fuimos los receptores de su destructividad.
Esa hermana menor murió un 30 de abril de 2006, hace casi 18 años, con 33 años y medio de edad, dejando tres hijos huérfanos.
Esto es algo representativo de mi historia de vida; no más y no menos que eso.
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formerleopard · 1 month
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Un fenómeno en mi existencia al que C. G. Jung llamó Sincronicidad. Primera parte
Ayer martes, no entrené en mi bicicleta de carreras por segundo día consecutivo, pues regularmente, el lunes descanso. Salí por la tarde a comprar mandado y retirar dinero en una sucursal del banco en el que tengo cuenta y cené un poco antes de la hora acostumbrada.
Mi intesta calórica sigue siendo muy alta, no podría decir cuántas calorías consumo, pero mi peso corporal anda bien debajo de 70 kg, tal vez en 65, pero me siento bien y el porcentaje de tejido adiposo no debe rebasar el 10 por ciento, mientras que el de masa muscular debe ser formidable si se compara con la del hombre típico en mi rango de edad, en el país donde nací y en que he vivido toda mi vida. La jodidez del habitante promedio parece abrumadora, prácticamente en todos aspectos y por ello —pese a todos mis problemas, la patología grave con que he vivido, cuyo origen fue ser hijo de un padre psicópata y una madre que vivió como enferma psicótica, tal vez esquizofrénica— proyecto la imagen de un hombre excepcional, por lo menos en ciertos aspectos.
He conseguido avances innegables en lo referente a la sintomatología de mi grave neurosis, específicamente en lo que tiene que ver con obsesión, pero siguen apareciendo muchos recuerdos de agresión de mi padre psicópata, y eso se complica porque mi madre (de 82 años de edad, que no debería vivir conmigo) presenta un patrón de comportamiento que se daba con mi padre, que me dispongo a exponer a continuación.
Una vez hube llegado a la edad adulta (terminó la adolescencia), abandoné la universidad sin haber avanzado mucho en mi licenciatura en ingeniería. Me convertí en un autodidacta (algo que en realidad había comenzado años antes) para aprender matemáticas y física, con otras materias de ingeniería. Hice creer a mis padres que había terminado mis estudios, vivía sin trabajar y tanto sin ningún ingreso. Temía que si trabajaba no tendría tiempo ni energía para seguir estudiando como autodidacta, y –no menos importante— con mi actividad deportiva; y tenía razón. Estas actividades eran lo más importante en mi existencia, tal vez lo mejor que he hecho en toda mi vida; ambas (aprender como autodidacta y la actividad deportiva) fueron manifestaciones de lo que en psicología se conoce como mecanismo de defensa —positivo— compensación.
A diferencia de muchos “hombres” (a mi parecer despreciables ratones emasculados) evité asumir una actitud cobarde ante la vida, convertí mis debilidades en fortalezas, aunque pese a un éxito innegable a ese respecto, no fui capaz de concluir mis estudios universitarios, lo cual, en combinación con mi grave patología (un trastorno de personalidad, límite) dio lugar a un deterioro en mi calidad de vida al que se sumó la violencia creciente de mis padres y el resto de mi familia y eso casi me destruyó.
Con veintitantos años de edad, en la vivienda familiar (en un entorno terriblemente destructivo), evitaba alimentarme en presencia de mi padre. Si él entraba a la cocina, me miraba fijamente, no me decía nada, pero su actitud expresaba claramente —sin la menor ambigüedad— que me consideraba despreciable y no debía ingerir alimento porque no trabajaba.
Lo más doloroso de ese estilo de vida era la soledad que me aquejaba. No tenía un círculo social, practicaba el ciclismo de ruta y solamente convivía con otros ciclistas durante el entrenamiento y cuando coincidíamos en un negocio de bicicletas de uno de ellos. No tenía pareja, ni siquiera una amiga y ese vacío existencial provocaba una tristeza muy dolorosa. Años más tarde regresé a la universidad y al volver a fallar (con 31 años de edad), mi incapacidad para llevar una vida productiva (característica de quien padece esa patología tan grave, TLP), que parecía imposibilitar que resolviera ese problema que causaba tanto sufrimiento, mi soledad y aislamiento, pudo ser el detonante para que pusiera fin a mi vida.
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formerleopard · 1 month
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Momentos difíciles, ser ignorado por otras personas
Escribiré sobre mi padre. Ese hijo de puta murió hace 16 años y cuatro meses, pero sigue presente en mi mente, cotidianamente, haciendo mi vida miserable. El asunto se complica todavía más porque mi madre regresó a la vivienda que he habitado durante más de 42 años (llegué siendo un adolescente de 17 años, en octubre de 1981) hace más de once años, y ella es un recordatorio de lo que hizo ese psicópata con que se casó y procreó cuatro hijos, de los cuales yo fui el único varón.
También tocaré el tema de Celia Bucay, o como se llame. Tengo buenas razones para pensar que su nombre es Cecilia y su apellido no es el de ese psiquiatra y “escritor” originario de la Patagonia. Un individuo que proyecta ese aspecto decadente deforme (hinchado, abotagado) con pelo en el hocico (barba) de color blanco.
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El sobrepeso, la obesidad, no son efectos de la edad. Se puede avanzar, llegar a la madurez, más tarde a la tercera edad, sin deformidad anatómica, delgado y físicamente apto, fuerte. No es el avance en la edad lo que da lugar a un deterioro grave en el organismo del ser humano. Tal vez debería decir que el deterioro grave se debe en mínima medida al avance en la edad (la llegada a la madurez y a la tercera edad), su mayor parte se debe a malos hábitos, y el deterioro cognitivo se debe a vivir de la peor manera posible.
Esa joven, a la que encontré en un recurso de consejería emocional vía telefónica a principios del año 2019, Línea Háblalo, me cautivó por sus características positivas poco comunes. Ese recurso desapareció poco más tarde (tal vez en marzo de ese año, 2019) y tres años más tarde, a principios de 2022, me encontré con que Celia se hallaba en una asociación civil donde una colega suya (psicóloga) me había brindado un seguimiento de ocho llamadas entre diciembre de 2021 y enero de 2022.
Meses más tarde (no podría especificar las fechas) pude volver a hablar con Celia (o como se llame), y con el paso del tiempo las cosas se complicaron más de la cuenta en esa asociación civil de falsa filantropía.
En los últimos días, me ha sucedido algo que me ha afectado siempre. Personas en mi entorno con las que interactúo en diferente medida, me han ignorado. Envío un mensaje usando el Messenger WhatsApp, pasan muchas horas, después un día, otro, y no contestan. Ignorar a alguien es lo peor que se le puede hacer.
Celia me había dado una dirección de correo electrónico de esa asociación civil de falsa filantropía (Fundación Origen), y se negó a proporcionarme una dirección email personal. Yo le había propuesto que iniciáramos una relación personal, amistad, a lo cual ella se negó, cosa que yo me veo obligado a aceptar porque lo que yo he propuesto es voluntario. Pero escribí a Celia en varias ocasiones, comentando temas —muy importantes— que ella y yo habíamos hablado vía telefónica, pasaron días y siguió pasando el tiempo, y jamás respondió.
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Entiendo que Celia pueda estar ocupada, pero no creo que no disponga de unos minutos para hacer acuse de recibo. Mientras tanto, intenté comunicarme a esa asociación civil para hablar con alguna colega de Celia, una psicóloga, porque necesitaba la consejería emocional, y compañeras de ella (como una hembra que se comporta como puta de burdel de mala muerte, de nombre Renata; y otra que a todas luces padece un deterioro cognitivo muy severo, de nombre Carolina) me agredieron de diferentes maneras. Siguieron dándose otros ejemplos de agresión, como los que perpetran varoncitos carentes de masculinidad, mariquitas, afeminaditos, que niegan la atención diciendo que “en este turno no hay psicólogas” o “están ocupadas todas las psicólogas, habrá que esperar al turno siguiente”.
Intenté dar la queja a la supervisora en turno y la mujer (psicóloga, Alicia Tavares) que me atendió, intentó confundirme, verme la cara de idiota, algo que yo no le permito a nadie. Tengo muchos defectos, pero tonto no soy.
Aquí parece oportuno mencionar que otro idiota (por su voz parece ser un individuo en la edad madura), al que mencioné de ese tipo de comportamientos de mujeres que se comportan como “mujerzuelas de burdel de mala muerte”, respondió que él no sabe qué significa eso porque nunca ha estado en un lugar como ese, un burdel de mala muerte.
Este baboso sabe bien que ese tipo de expresiones no se dicen en un sentido literal, sino en un sentido figurado, un tanto metafórico.
Así Fundación Origen realiza sus farsas, y se vincula o incluye entre sus simulaciones otras payasadas de moda como Brave Together y más ridiculeces de ese tipo.
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Celia Bucay (o como se llame) se encuentra inmersa en esos entornos de descomposición, y así no será capaz de evitar hacerse daño.
Resulta muy triste para mí alejarme de ella sin siquiera poder decir adiós, pero pese a haber encontrado en ella a una persona con características excepcionales, se trata también de una mujer desconsiderada que no toma en cuenta mis sentimientos y con su actitud muestra hacia mí un desprecio que yo no merezco.
A todas luces, esa asociación civil de farsa —falsa filantropía— está vinculada con la comunidad sionista en este país (que a su vez está vinculada con lo más podrido de la clase política e incluso con delincuencia organizada) y con el genocida estado de Israel. Esa nación neonazi, Israel, está siendo abandonada por el imperio más genocida de toda la historia, el Imperio Yankee y por las potencias de la Unión Europea. Está por desplomarse y cuando eso suceda (muy pronto), caerá con él esa comunidad sionista en este país; un ejemplo muy representativo de aquello que se desploma por su propio peso.
Adiós, bella psicoanalista. Te lo dije antes, te llevaré en mi corazón mientras viva.
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formerleopard · 1 month
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11 de abril de 2024, jueves. 2a parte
Contraste
Actividad física (deportiva) frecuente, de ser posible, cotidiana.
Alimentos sanos y nutritivos, naturales, minimizar o suprimir lo elaborado.
Actividad intelectual frecuente, de preferencia cotidiana.
Interés en la cultura y el conocimiento.
Conocerse a sí mismo. Tal vez lo más importante en la vida de un ser humano. Asumir la individualidad (lo cual conlleva soledad y aislamiento, algo que es necesario superar de una manera positiva, no lo que se conoce (erróneamente) como “adaptación”, que la mayor parte de las veces es autodeformación, automutilación.
El individuo debe decidir qué hacer con su vida, no buscar la aprobación social o satisfacer los deseos de sus padres o tutores, la programación de que fue objeto desde su más temprana infancia, cuando comenzó a tener “uso de razón”.
Vivencias de las diferentes etapas de mi existencia.
Fantasía. Una terapia psicoanalítica, presencial. ¿En el diván? Creo que no. Entonces, ¿dónde?
La terapeuta (siempre mujer, género femenino) y su paciente caminarán por bosques, estepas, por las faldas de una montaña.
Lieba será ese personaje que ayudará al protagonista a vislumbrar su realidad, el origen de sus problemas, sus fortalezas y sus debilidades y el camino correcto que lo conducirá a vivir en plenitud.
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formerleopard · 1 month
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11 de abril de 2024, jueves. 1a parte
10:10 h. Desperté durante la madrugada, salí muy temprano con la Clara (mi perrita, linda mascota que ha estado conmigo durante siete años, llegó un sábado 1 de abril de 2017 con cuatro meses de edad), caminamos ese largo trayecto que incluye el cadáver de lo que fue el plantel donde estudié la preparatoria (de donde egresé hace cerca de 41 años, en mayo de 1983). De vuelta en casa, regresé a la cama y volví a dormir.
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Antes de levantarme en la madrugada, pensé en ese asunto de que jamás recuerdo lo que sueño. Esto tiene relevancia porque el psicoanálisis (algo que me ha interesado durante los últimos tiempos, en épocas muy recientes) da gran importancia a los sueños y a su interpretación. Pensé también en Lieba, esa bella psicoanalista (20 años menor que yo), resurgió el amor que siento por ella, sentimiento que trajo consigo tristeza porque se ha ido de mi vida. He revisado mi comunicación con ella (vía telefónica) —desde aquel lejano inicio de 2019, entre los meses enero y marzo, dos veces por semana, las noches de jueves y domingo— hace ya cinco años y su continuación (esporádica) durante el año 2022, continuando en el año 2023 (de forma muy esporádica también) y finalizando en enero de 2024, aquel viernes 12 de ese mes, hace casi tres meses. He llegado a la conclusión de que no idealicé a esta bella joven, no se trata de otro caso de infatuación. Identifiqué a esta bella dama como una fuera de serie y hoy llego a la conclusión de que esa percepción es absolutamente correcta.
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Lieba sabe que la amo
Pensé también en que debo empezar a escribir. Tenía dudas sobre la forma literaria (válgase la expresión). Al principio había pensado en un libro en gran medida autobiográfico, pero ahora he abandonado esa idea y se me ocurre que podría escribir relatos de ficción con relación entre sí, basados en vivencias de las diferentes etapas de mi existencia, que expresen en un momento dado (cuando confluya la narrativa y se haga evidente la conexión entre los diferentes relatos) un profundo significado con respecto al amor a la vida (biofilia) y la ética, el humanismo; identificación del amor a la muerte (necrofilia) para poder suprimirlo junto con la destructividad y ser capaz de evitar vivir sin congruencia entre los principios del individuo y sus actos, evitar ser ajeno a sí mismo (un desconocido) y evitar confundir el tener con el ser. La ambición es insania.
¿Qué hay en mi mente?
Llevo trenes de pensamiento todavía obsesivos, si bien menos repetitivos; recuerdos de actos que me describen como un hombre rudo (violento, si bien no lo soy tanto), incluso peligroso. También llevo en mi mente muchas vivencias en las que manifesté mi sentido del humor (muy sui géneris) tanto en la convivencia con otras personas (escasa, soy un solitario) como en la red social que más uso (casi la única), antes Twitter, ahora X.
Mi interés en la anatomía (la mía) y en el desnudo femenino; algo a ese respecto que se ha considerado anómalo, patológico, y en realidad no lo es, según el psicoanálisis, que considera que casi todo en el ser humano tiene que ver con sexo. Esta es una aportación valiosísima de esa psicóloga que he mencionado en este y otros escritos, Lieba.
Mi gratitud por ello, hermosa joven. Esa es una de las razones por las que te llevaré en mi corazón mientras viva.
Esa parte de mi sexualidad (que no voy a mencionar en este momento) es correcta, no se trata de nada anómalo y mucho menos dañino.
También dominan mi mente ideas sobre masculinidad en el varón, deformidad anatómica (sobrepeso, obesidad), la afectación a la salud (nada funciona bien, ningún órgano interno), se afecta seriamente la segregación de todo tipo de hormonas (el sistema endocrino) lo cual incluye, por supuesto, a las hormonas sexuales, si bien (hasta donde yo sé) estas se segregan en las gónadas y en la glándula suprarrenal (que no sé si es parte del sistema endocrino). Un varón que padece sobrepeso u obesidad, ve disminuida su producción de hormonas masculinas (andróginos, testosterona) y su deformidad anatómica se acompaña de un aspecto amorfo, asexuado o más frecuentemente, afeminado.
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Hombres horrendos, deformes que incurren en comportamientos tradicionalmente asociados al género femenino, sobre todo la intriga y la maledicencia. Esto no es nuevo, se ha dado durante décadas, tal vez durante siglos o incluso milenios, pero en la actualidad el fenómeno ha crecido sin medida y hoy, esos comportamientos dañinos de intriga y maledicencia son por lo menos tan frecuentes entre “hombres” como entre mujeres; tal vez son ya más frecuentes entre varones que entre el género femenino. Eso es, a mi parecer, parte de lo más representativo de una decadencia horrible que se está manifestando por todas partes y pocas personas parecen ser capaces de percibir.
Otros componentes muy importantes de la necrofilia —que es algo muy complejo— la cultura de la muerte: Alimentos y bebidas no nutritivos, dañinos para la salud. Tóxicos ubicuos, azúcar (sacarosa), edulcorantes artificiales, bebidas azucaradas, refresco, refresco negro, alimentos ultraprocesados, comida rápida.
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formerleopard · 2 months
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Democracia de Mercado en un Orden Neoliberal, Profit Over People, Noam Chomsky
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At the outer limits of critical independence, columnist Anthony Lewis of the New York Times was overcome with admiration for Washington’s “experiment in peace and democracy.” Which showed that “we live in a romantic age.” The experimental methods were no secret. Thus Time magazine, joining in the celebration as “democracy burst forth” in Nicaragua, outlined them frankly: to wreck the economy and prosecute a long and deadly proxy war until the exhausted natives overthrow the unwanted government themselves,” with a cost to us that is “minimal”, leaving the victim “with wrecked bridges, sabotaged power stations, and ruined farms,” and providing Washington’s candidate with “a winning issue,” ending the “impoverishment of the people of Nicaragua,” not to speak of the continuing terror, better left unmentioned. To be sure, the cost to them was hardly “minimal,”; Carothers notes that the toll “in per capita terms was significantly higher than the number of U.S. persons killed in the U.S. Civil War and all the wars of the twentieth century combined.”The outcome was a “Victory for U.S. Fair Play,” a headline in the New York Times exulted, leaving Americans “United in Joy,” in the style of Albania and North Korea.
The methods of this “romantic age”, and the reaction to them in enlightened circles, tell us more about the democratic principles that have emerged victorious. They also shed some light on why is it such a “difficult effort” to “create a more prosperous and self-governing society” in Nicaragua. It is true that the effort is now underway, and is meeting with some success for a privileged minority, while most of the population faces social and economic disaster, all in the familiar pattern of Western dependencies. Note that it is this example that led the New Republic editors to laud themselves as “the inspiration for the triumph of democracy in our time,” joining the enthusiastic chorus.
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We learn more about the victorious principles by recalling that these same representative figures of liberal intellectual life had urged that Washington’s wars must be waged mercilessly, with military support for “Latin-style fascists… regardless of how many are murdered, because “there are higher American priorities than Salvadoran human rights.” Elaborating, New Republic editor Michael Kinsley, who represented the left in mainstream commentary and television debate, cautioned against unthinking criticism of Washington’s official policy of attacking undefended civilian targets. Such international terrorist operations cause “vast civilian suffering,” he acknowledged, but they may be “perfectly legitimate” if “cost-benefit analysis” shows that “the amount of blood and misery that will be poured in” yields “democracy,” as the world rulers define it. Enlightened opinion insists that terror is not a value in itself, but must meet the pragmatic criterion. Kinsley later observed that the desired ends had been achieved: “Impoverishing the people of Nicaragua was precisely the point of the contra war and the parallel policy of economic embargo and veto of international development loans,” which “wreck[ed] the economy” and “creat[ed] the economic disaster [that] was probably the victorious opposition’s best election issue.” He then joined in welcoming the triumph of democracy” in the “free election” of 1990.
En los extremos de la crítica independiente, el columnista Anthony Lewis del New York Times se sintió abrumado con admiración por el “experimento de paz y democracia” de Washington, que mostró que “vivimos en una era romántica”. Los métodos experimentales no eran ningún secreto. Así el semanario Time, uniéndose a la celebración cuando “la democracia avanzó” en Nicaragua, lo subrayó con franqueza: “devastar la economía y continuar una guerra vicaria hasta que los nativos exhaustos derriben por sí mismos al gobierno no deseado”, con un costo que para nosotros es “mínimo”, dejando a la víctima con “puentes arruinados, estaciones de energía eléctrica destruidos por sabotaje y granjas arruinadas”, proporcionando al candidato favorecido por Washington con un “perfil exitoso” que pone fin al “empobrecimiento del pueblo nicaragüense”, evitando mencionar el terror todavía presente, lo cual se prefiere omitir. Algo indudable es que, para esas personas, el precio a pagar difícilmente resulta “mínimo”. Carothers hace notar que el costo “en términos per cápita fue significativamente más alto que el número de estadounidenses muertos en la guerra civil y en todas las guerras del siglo XX combinadas”. El resultado fue “una victoria para el Juego Limpio Estadounidense” exaltó un encabezado en el New York Times, dejando a los estadounidenses “unidos en júbilo”, al estilo de Albania y Corea del Norte.
Los métodos de esta “era romántica”, y la reacción a ellos en círculos iluminados, nos dice más de los principios democráticos que han emergido victoriosos. También arrojan luz sobre la razón por la que resulta un “esfuerzo difícil de realizar” “crear una sociedad más próspera capaz de gobernarse a sí misma” en Nicaragua. Es cierto que el esfuerzo está en curso, y ha sido exitoso en cierta medida para una minoría privilegiada, mientras que la mayor parte de la población enfrenta un desastre social y económico, todo lo cual es parte del patrón acostumbrado en las dependencias de Occidente. Nótese que este es un ejemplo que llevó a los editores de New Republic a calificarse a sí mismos como “la inspiración para el triunfo de nuestra democracia en nuestra época”, uniéndose así al coro entusiasta.
Podemos aprender todavía más sobre los principios victoriosos recordando que esas mismas figuras representativas de la vida intelectual liberal habían exigido a Washington que las guerras fueran libradas de forma despiadada, con apoyo militar a “fascistas estilo latino… independientemente de cuántas personas fueran asesinadas”, porque “existen prioridades estadounidenses más elevadas que los derechos humanos salvadoreños”. Profundizando, el editor de New Republic, Michael Kinsley, que representaba a la izquierda en el comentario en los medios de comunicación y en el debate televisivo, alertó en contra de la crítica no meditada a la política oficial de Washington de atacar objetivos indefensos. Tales operaciones terroristas internacionales causan “enormes sufrimientos en las poblaciones civiles”, reconoció, pero pueden ser “perfectamente legítimas” si el “análisis en costo – beneficio” muestra que “la cantidad de sangre y miseria que será derramada da como resultado “democracia”, como la definen quienes gobiernan el mundo. La opinión iluminada insiste en que el terror no es un valor en sí mismo, pero debe satisfacer el criterio pragmático. Más tarde, Kinsley señaló que los fines deseados habían sido logrados: “empobrecer al pueblo de Nicaragua era precisamente el objetivo de la guerra contra y la política paralela del embargo económico y el veto a los préstamos internacionales para desarrollo”, lo cual “arruinó la economía” y “creó el desastre económico que fue tal vez el mejor tema de elección de la oposición victoriosa”. Kinsley se sumó entonces a dar la bienvenida al “triunfo de la democracia” en la “elección libre” de 1990.
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