Tumgik
ginaina-bottle · 4 years
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Loca firme
Creo que siempre me ha gustado escribir. No hablo de los trabajos académicos del colegio ni los filosóficos que me dejaron en mis dos primeros semestres de arquitectura, y que generalmente mandaba a hacer. Siempre me ha gustado escribir sobre mí, sobre mi vida, lo que está en mi cabeza, lo que siento y lo que me pasa. Todo el tiempo pensé que era alguna afinidad con mi fanatismo hacia Frida con aquello de que me pinto a mí misma porque soy a quien mejor conozco, pero en estos 56 días que he tenido que lidiar conmigo y con los recuerdos que el espacio en el que ahora estoy evocan, es muy poco lo que incluso yo sé de mí. Me he dado cuenta de que usualmente me escribo a través de referencias, como las cosas que me rodean, las fotos que encuentro y hasta las películas que me veo. Hablando de eso, en estos días me vi El club de los cinco y quise saber qué escribiría si alguien me pregunta quién creo que soy.
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Soy una persona muy observadora, me encanta analizar y detallar tanto lo que me rodea que hasta hace 56 días podía pasar horas caminando acompañada únicamente de un par de audífonos y las interesantes historias que me contaban las calles. Salía corriendo en las mañanas después de hacerme un intento de desayuno mal hecho con mis cortas habilidades culinarias para alcanzar el primer Transmilenio que, igual, me haría llegar tarde a clase de siete, pero donde me entretenía mirando a todas las personas que ahí iban y que en ocasiones incluso dibujaba. Me gustaba contemplar las polvorientas y negras fachadas de la Caracas a través de la ventana como si nunca más las fuera a ver, leía cada letrero con ayuda de mis gafas de una fórmula más alta de lo que quisiera y buscaba en el más mínimo detalle alguna historia que se robara el reflector de mi día, siempre acompañado de un sentimiento de nostalgia que hasta ahora entiendo, como si la vida me hubiera estado dando pistas de lo que hoy siento. Vivía afuera, disfrutaba sentarme a almorzar en el pasto bajo el incomprensible sol bogotano que me hacía quitar cada cinco minutos todas las prendas que por el frío llevaba encima, buscaba cualquier excusa para ir al centro y escuchar todas las historias que su arquitectura me pudiera contar y cada vez que me perdía dentro de mis cuatro paredes salía a comprar un café en cualquier esquina donde pudiera encontrar alguna fuente de inspiración.
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Soy una persona muy observadora, me encanta analizar y detallar tanto lo que me rodea que desde hace 56 días camino sin rumbo las paredes que ya conté bien, acompañada de la actitud más positiva que puedo tener dentro del pesimismo con el que me protejo de las malas noticias. Me levanto muy temprano todas las mañanas, me hago el desayuno que tengo en el menú que con anticipación organicé, con las excelentes habilidades culinarias que en estos días he desarrollado, para comerlo acompañado de un jugo de naranja recién exprimido y de fondo el audio de la clase que me toque. Me gusta sentarme en el balcón y contemplar el paisaje donde los pájaros siguen cantando más de lo normal, las calles donde todos los días el vecino saca a su perro peludo de manchas negras a eso de las cuatro de la tarde y el jardín que la señora de la casa del frente debe estar feliz de algún día haber salido a regar con un paraguas y una manguera bajo la lluvia. Disfruto el atardecer que solo se puede ver desde el cuarto de mi hermano y cómo se funde el cielo con los arboles y el río donde busco la inspiración que ahora mismo no encuentro entre las 50 paredes que, como dije, ya conté. Mientras los veo me he dado cuenta de que el cielo no es azul, que los árboles no son verdes, que el sol no es amarillo con siete palitos como me enseñaron en preescolar y que yo no soy lo que siempre he creído, ni lo que me han dicho, ni la misma del colegio. Ya no soy la que se encargaba de todos los eventos del curso, no soy la personera, ni la que estaba metida en todo, ni la más aplicada y mucho menos la que pensaban futura arquitecta de alguna obra medio decente de Montería, pero tampoco soy una loca, descarrilada, indecisa, sin futuro o algo similar solo por estudiar Artes Visuales.
Creo que a lo largo de los años, por lo menos en la ciudad donde crecí, nos moldearon con el pensamiento de que tenemos que categorizar todo en blanco o negro. Nos volvimos superficiales y decidimos omitir las características que no encajaban dentro de la categoría en la que alguien más nos puso y por eso mismo pasé mucho tiempo creyéndome extremos, sin darme cuenta de que puedo ser como un dálmata o como una cebra, o podría hasta no encajar dentro del dualismo que nos enseñaron, y diría más bien que soy de un tono amarillo, incluso en los días como hoy que me siento más azul.
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He llegado a la conclusión de que, efectivamente, como he venido repitiendo, soy una persona muy observadora, me encanta analizar y detallar tanto que he durado horas tratando de encajar todas las historias y bobadas que se me han ocurrido que creo que podrían definir quién soy, pero solo me he frustrado y bloqueado al no encontrar un orden.
Siempre he pensado que los espacios son una muestra de lo que somos, por ejemplo, creo que el egoísmo entre los edificios de Bogotá, que se dan la espalda entre ellos y las calles, debe tener algo que ver con que los vecinos no me devuelvan los buenos días cuando voy bajando el ascensor a las siete de la mañana y que el río, los árboles y terrazas de las casas amplias en Montería me saludan constantemente en la forma de un par de señoras en mecedoras echando chisme a las seis de la tarde, mientras le gritan al de la tienda de al lado que por favor les mande dos cabezas de ajo fiadas que quieren hacer patacones pero no tienen efectivo ahorita. Si entran a mi cuarto en este momento me entenderían y prácticamente les estaría dando la bienvenida a lo que sea que esté pasando en mi cabeza. He pospuesto por 56 días la idea de organizar mi tocador, pero como soy una persona muy observadora y me encanta analizar y detallar todo, le he encontrado después de un tiempo un orden a mi desorden y en este momento para poder seguir escribiendo y encontrar el orden que aún no consigo, solo pueden pasar dos cosas; hago lo mismo con mi cabeza u organizo el tocador.
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Soy una persona muy observadora, me encanta analizar y detallar tanto lo que me rodea que cuando estaba pequeña y viajaba con mis papás en carretera no me podía quedar callada porque iba leyendo todo lo que tuviera las letras que ya no alcanzo a ver sin gafas por culpa de la miopía que con el tiempo solo ha empeorado. Cuando crecí y me di cuenta de que ya sabía leer, dejé de fijarme en los letreros de las calles, dejé de interesarme en las letras y de querer gritar cada vez que las entendía porque se volvieron normales, cotidianas y comunes. Es como si mi interés se perdiera con el tiempo de la misma forma que perdí la vista perfecta, como si se me olvidara de la nada que existen las gafas y que si me las pongo podría ver todo mejor, aquí ya no estoy hablando de los letreros ni de la vista, pero no voy a especificar.
Desde que empecé a estudiar artes he ido desbloqueando muchos recuerdos de mi infancia gracias a las reflexiones que me he hecho en algunas clases, he descubierto que la mayoría de las cosas que ahora hago las hacía cuando era niña y por algún motivo las olvidé. Me desentendí y me desvinculé en algún momento de mí misma, de la original, y hasta ahora me estoy encontrando de nuevo. Volví a abrir los álbumes de fotos que estaban en el fondo del armario de mi mamá, exponiéndome a una alergia de esas pesadas que me daban antes por el polvo que los cubría, volví a mirar a través de la ventana tratando de encontrar alguna forma chistosa en las nubes y volví a detallar lo que me rodea; el papel tapiz de mi cuarto deja ver el color rosado escandaloso que tenía antes la pared y lo odio, mi hermano quiere hacerme creer que no me quiere pero siempre que llega lo escucho preguntar por mí y mi mamá ya no debería salir más a hacer mercado porque siempre se pone a llorar, me lo niega pero la delatan las bolsas hinchadas y las tres pestañas que se le juntan, de ahí creo que saqué lo llorona y sensible. Volví a mirar con mis ojos y no con los de alguien más, volví a ser la misma persona observadora, analizadora y detallista, tal vez un poco intensa, pero eso no es novedad.
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Soy intensa cuando hablo, cuando veo, cuando escucho, cuando siento. Soy intensa cuando hablo de las cosas que me gustan y cuando tengo que dar mi punto de vista porque me encanta debatir ideas y argumentar lo que pienso. Soy tan intensa cuando hablo que a veces ni siquiera me entienden porque lo hago muy rápido, es como si las palabras se atoraran en mi cabeza y no supieran cómo salir, como los cajones de mi tocador que no tienen un centímetro de espacio disponible por la cantidad de maricadas que he acumulado a través de los años, tanto así que incluso las confundo y le cambio el orden a las oraciones. Soy intensa cuando hablo, pero si no lo hago lo soy aún más. Al tratar temas que me duelen o me conmueven, aunque conozca las palabras, estas simplemente no fluyen, no porque sean muchas sino porque son tan intensas como yo y solo saben traducirse en forma de lágrimas a través de mis ojos. Soy intensa cuando le digo a mi mamá que la amo, cuando regañaba a mi roomie por no lavar los platos, cuando estoy encerrada recién bañada gritando a ver quién en la casa me escucha para que me lleve una toalla al baño porque se me olvidó meterla y cuando estoy disfrutando tanto una compañía que aunque me esté quedando dormida sigo hablando aunque de mi boca solo salgan incoherencias.
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Soy intensa cuando veo porque no me quedo con la primera impresión, me gusta ir más allá de lo que mis ojos me muestran; odio ser superficial. Además que ya deberían saber que tengo una relación amor-odio con los ojos porque me parece que la vista es el sentido más sobrevalorado, pero bueno, eso es otra discusión que estoy dispuesta a tener con el que quiera después de leer esto. Soy tan intensa cuando veo que cuando voy a un museo me quedo embobada mirando hasta la puerta de la entrada. En verdad, aquí estoy hablando desde mi ser arquitectónico, pero es que hay museos que hacen parte de la exposición, y si no me creen es porque no han entrado al Guggenheim de Nueva York, obra de Frank Lloyd Wright, y bueno, no nos tenemos que ir tan lejos, los invito al MAMBO y conversamos de esas ventanas tan bien puestas de Rogelio Salmona; me quedo embobada viéndolas cada vez que voy aunque ya me las sé de memoria.
Soy intensa cuando miro a la gente, no puedo evitar ver a alguien a los ojos y clavarme ahí hasta que se vuelva incómodo porque ni siquiera hemos hablado. Soy intensa mirando a la gente porque no se me olvida una cara y no quito la mirada hasta saber de dónde lo conozco o a qui��n se me parece. Por culpa de esto me gané varias escenas de celos, ahora creo que al parecer muy poco sabían de mí. Soy intensa mirando porque creo que, aunque odie lo sobrevalorada que está la vista, el contacto visual es poderoso y en ocasiones, si me saben leer, puedo decir mil veces más por cómo los miro que por lo que les digo porque a veces las palabras no me fluyen, creo que ya se los dije. Soy intensa cuando veo mi película favorita y me doy cuenta de que la paleta de colores de la mayoría de escenas tiene colores complementarios, cuando me veo una serie y adelanto escenas en capítulos porque no aguanto el suspenso y cuando puedo tener en este momento una imagen de todas las cosas que están en mi tocador aunque estén organizadas como escombros de un edificio.
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Soy intensa cuando escucho las canciones que me gustan, las puedo repetir diez veces en un día sin aburrirme y sin darme cuenta de que la estoy repitiendo. Me ha pasado que dejo on repeat una canción en Spotify, me doy un baño largo cantándola sin parar a todo pulmón y no soy consciente hasta que salgo de la ducha, agarro el celular y veo que sigue sonando la misma. Soy intensa escuchando porque me aguanto los sonidos molestos cuando me da pereza apagarlos o cuando por su naturaleza no puedo hacerlo; la alarma para ir a clase de siete, el ruido que hace la carcasa del abanico del comedor porque se zafó del hueco y Manolo cuando empieza a ladrar sin parar porque alguien toca el timbre. Sé que soy intensa escuchando cuando no me molesta que mis amigas me manden notas de voz de cinco minutos. Soy intensa escuchando consejos aunque casi nunca los sigo. Soy intensa escuchando, por eso amo ir a conciertos y poner el parlante a todo volumen en mi cuarto. Me molesta el silencio de la noche en Bogotá porque soy intensa, me hace falta el motor del aire sonando, el abanico girando y la sinfonía de grillos que se ponen en la ventana esperando que la abra con la luz prendida para invadirme. Soy intensa con los sonidos, por eso escucho en mi cabeza mi voz cuando leo y recuerdo las voces de la gente que conozco después de mucho tiempo, por lo menos eso me pasa con la de mi papá y aún lo escucho interpretando alguna canción de Pedro Infante en la puerta de mi cuarto cuando llegaban mis amigas a visitar. Me acabo de dar cuenta de que soy tan intensa escuchando que tengo un capitulo de Friends en remix con un video de Tiktok que quedó sonando porque no bloqueé el celular mientras pienso en voz alta lo que estoy escribiendo. Sé que soy intensa pero, como en todo, hay excepciones, puedo ser tan intensa como dije antes y de la nada mandar a callar a todo el que vaya conmigo en un carro porque no me dejan ver.
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Soy intensa cuando siento, siento mucho y no sé sentir a medias. Soy intensa cuando siento calor y me quito corriendo todo lo que tengo puesto o cuando me muero del frío y le arranco la cobija al que tenga al lado. Soy intensa cuando siento el agua caer por mi cuerpo y por eso siempre termino mis baños de agua tibia con un par de minutos de agua helada. Soy intensa cuando siento al preferir trabajar sentada en el piso para poder estirar todo mi cuerpo y moverme libremente, tengo una excelente relación con él aunque termine siempre con la espalda entumecida. Soy intensa cuando siento y por eso soporto el dolor de las agujas, de hecho hasta me parece interesante ver cuando va saliendo la sangre en el tubito. Soy intensa cuando siento y a veces ignoro los dolores de cabeza o la gripa para no tener que tomar medicamentos, no me ha pasado en estos días, así que, tranquilos, que por Covid no es. Soy intensa cuando siento y al ver una superficie suave o con textura rara no puedo evitar acercarme y tocarlo. Soy intensa cuando disfruto cómo se siente el roce de la suela de los zapatos cuando las limpio en los tapetes de entrada. Soy intensa cuando siento, cuando toco, cuando abrazo, cuando beso, cuando agarro una mano. Soy intensa porque puedo pasar horas consintiendo a alguien o a la almohada de mi cuarto hasta quedarme dormida. Soy intensa cuando siento y siento mucho cuando me enamoro porque creo que ese sentimiento no se agota como el espacio de los cajones de mi tocador y por eso no tengo que medir cuanto entrego. Soy intensa demostrando lo que siento, de cerca o de lejos. Nunca me sobra un mensaje, una llamada, una carta, un detalle. Trato de hacerle saber siempre a los que me rodean lo que siento y por eso a veces soy una intensa. Soy intensa demostrando lo que siento porque alguna vez perdí a la persona que más amaba en el mundo y no quiero sentir nunca insuficientes los besos, los abrazos ni las palabras. Soy intensa cuando siento. Soy intensa.
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Soy intensa cuando tengo que exteriorizar mis sentimientos, todo se me nota en la cara y no me había dado cuenta hasta que me lo dijeron. Cuando estoy triste no puedo contener las lágrimas aunque odio que me vean llorar. Cuando tengo rabia me dan ganas de tirar mi celular contra la pared pero no se asusten que esto lo controlo porque soy consciente, no llego a ese nivel. Cuando estoy estresada me empiezo a molestar las uñas y si tengo esmalte me lo arranco. Cuando estoy concentrada, me muerdo los labios y me rasco la nariz. Cuando estoy feliz, corro y salto con los brazos alzados, se me abren los ojos de par en par y mi cara se vuelve pequeñísima para la sonrisa tan grande que me sale. Soy tan intensa que mi cuerpo me delata y mis gestos de niña chiquita siguen más presentes que nunca.
Soy intensa con todo lo que hago porque no quiero arrepentirme nunca de no haberlo hecho, no quiero estar lamentándome encerrada en mi casa por una pandemia por no haber hablado de más bobadas, abrazado más fuerte, escuchado atentamente o por no haberte mirado a los ojos por cinco minutos más. Soy intensa porque siento que el tiempo se ha vuelto mi peor enemigo, porque una semana es mucho para hacer este texto pero a veces mi cabeza me traiciona, porque dos días no son suficientes para conocer a alguien y porque ya no me quedan más paredes en mi casa para contar.
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Creo que sí soy un poquito loca por estudiar Artes Visuales y por fijarme en tantas bobadas que hago y que pienso. Soy una loca detallista y obsesionada con lo que me rodea. Soy una intensa pensando y escribiendo. Soy las cosas que me gustan, los recuerdos de mi infancia, lo que de alguna forma copié de mis papás. Soy un poquito de todo lo que quieran decir que soy porque esas cosas que dije que hago cuando expreso mis emociones no las noté yo. Soy una persona que cambia todo el tiempo, no me parezco en nada físicamente a lo que era hace dos años y mucho menos desde adentro. Tengo días buenos y días malos. Soy una niña inmadura cuando peleo con mi hermano pero una tía seria y regañona cuando peleo con mi roomie. Soy una loca fiestera cuando estoy con mis amigos y una persona seria y responsable cuando tengo que trabajar. Soy sol pero también soy luna y hasta estrellas fugaces. Soy arcoíris pero también soy lluvia. Soy todo y soy nada.
Creo que nunca me voy a conocer del todo y por eso tampoco ustedes a mí. Me puse a leer mi libreta donde escribo hace no más de ocho meses y me di cuenta de que no hablo de mí por que sepa quién soy, sino para algún día poder hacerlo. Creo que leerme es la forma más honesta de conocerme porque dejo constancia de lo que soy en un momento específico de mi vida, y esto que aquí he escrito es una parte pequeña de mí que soy hoy, aunque solo lo sabré en seis meses cuando lo vuelva a leer.
Después de tratar de responder a la pregunta que Mr. Vernon le hace al club de los cinco sigo preguntándome lo mismo, ¿quién creo que soy? Por ahí escuché que más vale loca firme que cuerda floja, entonces sí, creo que soy Gina, firme por estudiar Arquitectura y loca por estudiar Artes. Loca a fin de cuentas y lo que ustedes siempre han creído.
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ginaina-bottle · 4 years
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CHAIR GAME
Técnica mixta - 2020
Siempre he pensado que los espacios son una muestra de cómo somos o que por lo menos pueden darle una pista a cualquier observador que se atreva a entrar a nuestra casa con esa intención. El orden de nuestras cosas hablan más de nosotros que nosotros mismos y no había caído en cuenta de eso hasta ahora. Después de casi 86 días encerrada, donde he contado ya las 50 paredes más de tres veces y he llegado al punto de querer hacer lo mismo con los granos de arroz del tarro pálido que existe desde que nací, no pude evitar crear un vínculo con las sillas de mi casa desde el día en que me di cuenta que estas revelan más de lo que quisiera lo que pasa en mi cabeza, mi relación con ellas y con las habitaciones en las que se encuentran.
Las sillas de mi casa son muchas, estas si no las he contado, pero las he analizado tanto que ya siento que me hablan. Algunas se quejan porque nunca las uso, otras porque las uso mucho, algunas dicen que por qué no nos compramos mejor una mesa y las que más me gustan, no precisamente por lo cómodas, me tienen aburrida porque extrañan, casi de la misma forma que yo, a las personas que antes de todo esto venían cada fin de semana y las mantenían calientitas.
Siempre he pensado que los espacios son una muestra de lo que somos, y las sillas de la sala de mi casa que ahora solo cargan la ropa y los zapatos que llegan infectados de la calle no han podido entender que su uso ahora es diferente. Ninguna entiende que todo ha cambiado, que el juego no es el mismo, que ahora solo me tienen a mí y a los objetos que tienen encima, que si antes nadie nunca las usaba, ahora menos, y que probablemente dentro de mucho tiempo no vuelvan a ver a mis amigos así que se tienen que adaptar al cambio. Se los he tratado de decir de mil formas pero siento que aún no lo han entendido y honestamente yo tampoco.
Chair game es un poco de esto y a la vez una invitación a mi casa, sin hablar específicamente de la física, esa la pueden ver en los planos que hago gracias a mi otra carrera.
Música: Having No Head - The 1975
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ginaina-bottle · 4 years
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