Te pido cuestiones lo que has hecho ayer por la noche, cualquiera que esté particularmente alejado de él instantáneo placer comprenderá mira razones para escribirle al momento en que miro mi plato vacío.
Aún percibo el sabor de la naranja de sangre que he masticado solo hace unos instantes. Y ese placer momentáneo hará que la desgracia pública haga conveniente depositar solo un poco más de esperanza en el resto de mi día, y lo que queda de mi vida.
Ahora pienso en las dos grandes categorías que cubren a quienes piensen acerca de esto.
Esta abstracción numérica nos conduce al conjunto de entes que responden que la razón. Y aquí crece y se expande hasta lo indecible la próxima categoría.
Pero el día de hoy quiero poner el límite y cerrando todo hasta “la promesa” como capacidad misma y única que nos reduce a la lejanía de la virtud.
Por el momento no hay ser más vacuo y carente de virtud que la persona. Particularmente hablando de quien conduce su lenguaje hacia el futuro. Aún existe algo más visionario respecto al dolor. Si tu promesa reside en las posibilidades, y no llega al acto, entonces se vuelve evidente la tesis de lo que ahora escribo.
En aquella ciudad nada estaba prohibido, era el espíritu de cada habitante quien decidía omitir cada acto destructivo, y en esa elección residía la libertad que hacía posible el gozo de cada uno de ellos.
Pero qué pasaba con exceso? Ninguno podía aceptar su participación voluntaria, pues de ellos se despedía el balance de lo virtuoso. Yo me he excedido, y asumo el grado de aceptación que tengo sobre mi tristeza. He sobrepasado el límite de la esperanza, se ha convertido en fantasía, y ahora estoy herido.
No puedo describir la alegría en lo absoluto; todo como consecuencia del abandono, el hambre y la destrucción.