Ya me ves, he reducido
la poesía
a otra excusa para hablar de ti.
A las horas a las que me da por escribir
cualquier habitación puede pasar por un castillo de naipes
y tu recuerdo, se lleva de un soplo el techo, y las paredes
y, por un momento, lo juro,
creí ver estrellas en mitad del cemento.
Eres como el jazz al blanco y negro,
y tengo el sombrero lleno de polvo de estrellas
desde que sé que hay toda una escala de tonos en tu voz
a los que sólo he oído pronunciar mi nombre.
Es este verte y no saber a quién agradecerle tanto.
A quién agradecer esta vendimia de nubes.
Dicen, por ahí, que no estamos vivos hasta que moriríamos por otra persona.
Yo, sin ser gato
ni nada que se le acerque,
moriría siete veces
por una sola vida contigo.
Recuérdame, chica del vestido blanco, porqué pestañeé contigo.
Hoy he vuelto a pensar en ti, y me ha costado respirar,
como si ahora me atragantase por la magia recibida, o por la ausencia de ella.
Sólo sigo siendo ese idiota que prefiere presumir de haberte perdido que coger un peta,
sentarte en un banco cualquiera, y explicarte porqué
me pesan tanto estas manos, porqué
tengo miedo, porque tengo miedo,
no es la primera vez que me oyes decirlo y es la verdad,
estoy acojonado de hacerte preguntas, y no aparecer, ya, en tus respuestas.
Sigo dándole vueltas a todo, chica del vestido blanco,
cuando me decías que siempre estarías para mí,
te juro que me imaginé otra cosa.
No perdiste las alas ni en mitad de la huida, nunca
dejaste de ser exacta, ni siquiera al enamorarte de nuevo,
ni siquiera al aceptar mi propuesta de distanciarnos,
absurda, por cierto, ahora que la veo,
no sé en qué momento pudo parecerme buena idea no saber de ti.
A pesar de nunca estar a tiempo, a la hora de la verdad,
nunca me pierdo el inmortal estado ‘en línea’ en todas las redes
en las que no terminamos de borrarnos, por pánico,
orgullo, o, quiero pensar, por si algún día recordamos qué
nos dejamos sin decir, de qué nos arrepentimos, o qué no volveríamos a hacer
y, por fin, nos damos cuenta de lo estúpidos que fuimos
colgando el hábito, y la espada,
en la pared de una habitación que, ya,
nunca iba a ser la nuestra.
Nosotros, que tuvimos tantas.
Me siento como otro muchacho de más echando de menos cuando no debe,
otro pequeño llorando solo en una esquina con las rodillas destrozadas
tras su primer viaje en bici sin las ruedas de atrás,
como aprender a saltar al vacío sin paracaídas,
o como acabar en mitad de un naufragio sin saber, apenas, nadar.
Jamás pensé que fueses a doler tanto.
Dime, si la esperanza es lo último que se pierde ¿Qué
cojones
perdimos, nosotros,
primero, chica del vestido blanco?
Dime ¿Qué opciones tuvimos si, desde el principio,
fuimos dos ceros soñando con sumar?
¿A qué turbio titubeo debo agarrarme ahora que no me bebo tus cantos de sirena?
¿Qué clavo ardiendo no va a apagarse cuando no estés?
Dime, cómo voy a lucir este traje de luto bajo trinchera
si eras tú la única guerra que merecía la pena.
Dime, chica del vestido blanco, cómo hago ahora
para quedarme con la poesía, si te llevaste, encima,
todos los poemas.
Lo hemos hecho tan mal que cientos de efectos mariposa
deben estar maquinando colocarnos en un bar para decirnos,
con la boca llena de rabia,
todo lo que nos ha quedado pendiente.
Para decirte, chica del vestido blanco:
¿Por cuántas cervezas me canjeas un parasiempre esta noche?
¿Cuántos equilibrios tengo que hacer, sobre estos dedos, para que me creas?
Dímelo, no los tengo para otra cosa.
Quédate, y hagamos de estas horas, un racimo de sueños,
déjame verte sonreírme con los ojos una vez más,
ignora a tus amigos, sabes de sobra que, el mar, no cabe en ninguna caracola,
abramos de par en par las ventanas, no te concibo sin un poco de espectáculo,
y tápame la luna con tu silueta, no dejes que me pierda ni un solo detalle.
Deja que me asegure de que aún puedo hacer feliz a la única persona que, siempre, lo ha merecido.
No lo entiendes, chica del vestido blanco,
yo sólo venía a decirte que en este metro cuadrado de sudor aún cabemos los dos,
que bajo este sombrero no siempre llueve
y que, si dejé un rastro de arena,
unas huellas grabadas en la tierra,
no pretendía hacerte más daño
era por si, algún día, reconsiderabas
volver sobre tus pasos.
Pablo Benavente Bonfante vía José Miguel Silva Domínguez
Te quiero. Necesito pronunciarlo especialmente hoy y no sé muy bien por qué. Los médicos dicen que voy a olvidarte y a mí no se me ocurre un modo natural y cierto capaz de borrar tu iris de mi retina, tu calor de cada célula de mi cuerpo, tus besos de mi nariz fría, tus alas de mi torpe vuelo, tu andén de mis vías, tu risa de mis ratos huecos, tu carcajada llenando todo mi universo, tu pelo negro de mis intrusos dedos, tus caricias infinitas del escalofrío de mi cuello, tu pelo negro de mis intrusos dedos, tus caricias infinitas del escalofrío de mi cuello, tu pelo negro de mis intrusos dedos, tus caricias infinitas del escalofrío de mi cuello.
Te odio. No sé si te marchas o me pierdo, no sé por qué. Los médicos dicen que voy a dejar de recordar y yo sólo quiero que tú seas preso de todo este gran olvido que me golpea. Quiero dejar de recordar cómo mejora un mal día con tus buenas noches, la ansiedad de un beso que se presta y jamás es devuelto, los bailes en la cocina, las duchas compartidas, las cosquillas que entorpecen sístole y diástole, tu huella dactilar en mi costilla justo antes tocarla,
tu nombre,
el mío,
tu nombre,
el mío,
tu nombre,
el mío,
tu nombre.
Te quiero. No sé muy bien quién eres pero los médicos dicen que voy a olvidar mi nombre y yo aún recuerdo el tuyo. No sé si te gusta el té o el café, si tus dedos encajan en mis costillas como las teclas de un piano o si, por un casual, querrías bailar conmigo en la cocina o en cualquier lado. No sé si me devolverías los besos y tengo unas ganas insanas de acariciarte el pelo.
Pero hay algo que sí sé, sé que acabo de mirarte y tu iris ya estaba clavado a fuego en mi retina. Y sé que no sé qué día es hoy, pero he recordado tu nombre y has suspirado como si pronunciando sus letras acabáramos de salvar el mundo.
“Podría contarte sobre las noches que no he dormido por sonreír como tonta y contarle a la almohada lo bien que te queda esa sonrisa de lado que te cargas. Podría decirte de la revolución de poesía que causas en mí cuando me miras y haces que cualquier palabra rime para escribir sobre ella. Podría decirte que me gustas, pero mejor te digo que te quiero porque eso ya es bastante después de haberme dicho que jamás volvería a querer de nuevo. Así que sí, te quiero, y me estoy cubriendo el rostro, y estoy mordiéndome los labios para dejar de sonreír y estoy enloqueciendo y te quiero, a pesar de mí, a pesar de todo.”
“here is the deepest secret nobody knows (here is the root of the root and the bud of the bud and the sky of the sky of a tree called life;which grows higher than soul can hope or mind can hide) and this is the wonder that’s keeping the stars apart i carry your heart(i carry it in my heart)”
— E. E. CUMMINGS
14 notes ·
View notes
Statistics
We looked inside some of the posts by
jossru
and here's what we found interesting.