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"Hoy"
Es un día con mucho sol y yo recién salgo de la pileta. Estoy con medio cuerpo mojado y medio cuerpo seco, fastidiosa, y me duele mucho la cabeza porque hace mucho calor y estoy insolada. Me siento en el piso que tiene cuadrados grises y blancos, espero a las 5.30pm y cuando salgo con el bolso que tiene la ropa mojada y la toalla, te veo en la puerta, esperándome. Me enojo y me pongo a llorar porque se que hay que caminar mucho para llegar a casa, y tengo mucha fiebre. Entonces, a la mitad del camino, nos sentamos en un banquito que está al lado de la estación y me acuesto en tus piernas y cierro los ojos, porque necesito sentirme mejor para seguir caminando.
Un día de otoño volviendo del colegio empezamos a hacer un trayecto especial para ver cosas que siempre me habían llamado la atención, me gusta imaginarme historias. Hay una casa en una esquina, de color gris y con una arquitectura parecida a una iglesia, y siempre te digo que seguramente ahí vive una familia de fantasmas, porque parece abandonada. Unas cuadras más adelante hay una casa con rejas, tiene un patio que da a la vereda y hay dos perros que son iguales, pero uno es gris y el otro negro. Son de una raza rara y siempre nos ladran cuando pasamos por ahí. Desde ese día, durante muchos años siempre nos ocupamos de pasar por la casa abandonada y de saludar a los perros. Es una tradición.
Tengo 12 años y soy bastante quilombera y siempre, sin querer, encuentro formas de confrontar. Me llevo bastante mal con mi mamá y siempre miento porque no quiero que me reten, me da mucho miedo. Un día pierdo un buzo del colegio, es muy caro y no es la primera vez que me pasa, y se que se viene una pelea grande con mamá. Me escondo en mi cuarto con el teléfono en la mano, a las 7 de la tarde, y te llamo. Me pongo a llorar y te digo que soy una boluda, y que otra vez me mandé una cagada. Me calmas y me decís que me quede tranquila, que vas a hablar con mamá y que me va a perdonar. Dos horas despues, son las 9 de la noche y me tocas la puerta a escondidas. Estás afuera con una bolsa que tiene adentro un buzo nuevo, y caminaste hasta casa a traermelo para que me lo ponga a la mañana y no tenga frío. Estaba caro, y no tenías mucha plata. Me sentí muy culpable y nunca más perdí ninguna parte del uniforme.
Durante la mayoría de mis años de primaria y secundaria estás esperándome en casa todos los mediodías con la comida hecha. No me gusta mucho como cocinas pero siempre te digo cosas lindas, porque se que te levantas temprano para venir y cocinar. Además, a mi mamá le encanta ponerme a dieta, y vos siempre me regalas un brownie para el postre, a escondidas, con un cartelito que dice "para Juli". Tengo guardados todos esos cartelitos.
Nunca demostraste mucho con palabras y sin embargo me das más amor que cualquier persona que estuvo en mi vida. Sabes que yo escribo mucho y que me gustan las cartas, y cuando cumplo 15 me escribis la primera. Es la primera vez que me decis mediante palabras todo lo que sentís. Hoy esa carta es el tesoro más grande que tengo.
Cada vez que viajamos en remis al colegio te agarro de la mano, porque siempre me llamaron la atención las arrugas que tenés y la textura de la piel, y cada vez que le presto atención y las miro un rato largo se que nunca me lo voy a olvidar. Siempre las tenés re frías.
Soy bastante chica, no hay internet ni mucho para entretenerse, entonces ponemos los pocos cds que tenemos, a vos te encanta uno de Marcela Morelo porque tiene una canción que se llama "hoy", y es la única canción en el mundo que te sabés de memoria.
Todos estos recuerdos te los conté una y otra vez cuando ya no te acordabas de nada y siempre me gustó creer que entendías lo que te contaba, porque siempre sonreias y te emocionabas, aunque no me podías responder. Siempre sonreías igual, dijera lo que dijera. Siempre estabas emocionada, haga lo que haga. Para vos siempre eran suficientes mis logros, mis historias eran las mejores, todos mis chistes te daban risa y todo era un motivo para darme un beso o un abrazo.
Escribo esto porque no quiero que quede en mi cabeza, quiero que esté afuera de mi, lo quiero compartir y lo quiero guardar. No quiero olvidarme de esto, no quiero olvidarme de tus gestos, de tus manos, de tus polleras largas, no quiero olvidarme de cuando dormíamos la siesta y veíamos en la pared el reflejo del tren cuando pasaba, ni de los cuentos nuevos que me contabas para no contar siempre los mismos.
Me siento culpable. Vos sabés como soy, como respondo al dolor. Soy muy sensible, y cuando algo me duele mucho lo sufro de manera muy intensa pero después busco la forma de seguir. Y si te seguía llorando sentia que nunca iba a poder parar, porque también sabía que era una angustia que nunca se me iba a ir. Y era seguir o ceder a todo ese dolor, y decidí seguir, porque no quería que tanta angustia me destruya.
Me siento injusta, también. Porque siento que no te pienso lo suficiente, ni te lloré lo suficiente. No sé, ¿cuánto se tiene que llorar a la persona que mas te quiso en la vida? porque siento que todas las lágrimas del mundo no serían suficientes, no estarían a la altura.
Lo que pasa es que estoy bien. Estoy bien, en serio. Hasta que aparece un olor, una frase, alguien parecido, cualquier cosa que me hace acordar a vos. Y cuando me acuerdo de vos se me viene todo esto a la cabeza. Por eso te escribo hoy, 28 de diciembre, un año y un mes después de que ya no estés conmigo. Y te lloro, te lloro mucho. Porque te extraño y no me quiero olvidar de tu olor ni de tu cara. Porque se que me quedan un montón de momentos importantes en los que no vas a poder estar presente, como siempre quisiste.
Te olvidaste de todo. De todo. De tu profesión, de tus conocimientos, de tus historias, de todo. Pero nunca te olvidaste de mí. Nunca. Porque me miraste con los mismos ojos llenos de amor en todo momento, nunca me miraste distinto, nunca fui una desconocida. Y me llenaba todo el corazón cuando se te iluminaba la cara cada vez que te iba a visitar a la tarde.
No sé si algún día te voy a poder dejar de llorar cuando me acuerde de vos, porque fuiste tan parte de mi, que formaste la mayoría de las virtudes que tengo hoy. Soy, gracias a vos. Y capaz desde que no estás me falta esa parte.
Una vez ya no sabía de qué hablar. Estaba fastidiosa, ya estaba resignada porque nunca había podido saber con exactitud si me entendías o no, porque no me podías responder. Pero también sabía que no te merecías que te vaya a visitar y no hable. Entonces se me ocurrió no decir nada y poner la única canción que te sabías entera, la que escuchábamos cuando era chica. La puse, y la cantaste toda, no te faltó ninguna parte. Y lloré mucho, de emocion, porque supe con certeza que teníamos un recuerdo en común.
Por eso, hoy te canto mi parte favorita (porque me hace acordar a lo que significas para mi).
"Tengo tu amor y tu suerte, y un caminito empinado, tengo el mar del otro lado, tu eres mi norte y mi sur."
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Quiero todo y no quiero nada. ¿Quiero todo? ¿No quiero nada?. Me imagino todo lo que quiero ver, todo lo que quiero ser, hacer, sentir. Proyecto fantasías que están muy lejos de la realidad y proyecto cotidianidad, dinámica, productividad, amor, compañía, utilidad. Mi cabeza es una máquina de proyectarme en forma de fotos e ilusiones los escenarios que me gustaría vivir. Cuando me despierto me ahogo en contradicción. Es eso. Contradicción porque quiero todo eso, porque me lo pide la cabeza, porque me lo pide el cuerpo, pero entre todo eso tan expuesto y explícito en mis pensamientos tengo una pared muy gruesa que no me permite volver mis pensamientos a acciones, me tapa los oídos y no me puedo escuchar con claridad. Entonces me contradigo: si tengo tantas ideas, si tengo tanta motivación, si tengo tantas ganas de que todo se haga realidad, y al mismo tiempo sé que realmente (en serio) cada una de las cosas que sueño dependen única y directamente de mi, que serían realizables por mí misma y sólo así podría lograrlas, si sabiendo todo eso hay algo que me separa de hacerlo, entonces, ¿realmente lo quiero? Quiero aprender, quiero escuchar e interesarme, pero no me puedo levantar de la cama, porque antes de levantarme empiezo a pensar en qué sentido tiene hacerlo, y cuantas cosas malas me traería. Quiero leer, quiero disfrutar de una historia, imaginarla, que mi mente se contextualice en paisajes ajenos por unas horas y que me inspire, realmente quiero. Pero no puedo abrir ese libro que tengo ganas de leer: ¿y si estoy leyendo y me canso? ¿y si en realidad no me gusta tanto? Quiero trabajar, quiero ponerme un pantalón lindo con una camisa que me haga parecer seria, volver a usar los anteojos y hablar con orgullo de mi misma, sentir mi inteligencia y transmitir confianza y empatía, sentirme linda. Pero no, porque soy un asco, me siento sucia, no me siento merecedora de jeans y camisas lindas, eso es para gente que sabe derrochar su seguridad, eso capaz me lo merecía antes. Ahora no. Entonces, al final, ¿quiero todo eso? ¿o en realidad no quiero nada? Vivir con tanta ambivalencia no me permite avanzar. Lo único que quiero es que esa pared que me separa de todas las cosas realizables no exista, y estar un poco más cerca de las cosas que amo. Por favor, quiero dejar de sentirme cansada. Quiero dejar de irme a dormir y sentir que el corazón me late a una velocidad que no debería y dejar de imaginar situaciones que me causarían ansiedad y que no podría tolerar. ¿Por qué cuando me voy a dormir me pienso en una situación incomoda? ¿Por qué cuando me voy a dormir pienso que seguramente hay algo mejor para hacer que lo que tenía planeado para mañana? ¿Por qué ya no me hace feliz imaginarme tomando un café mientras escucho a los profesores hablar? ¿Por qué cada sensación que tengo en el cuerpo me da la sensación de que me podría morir? Siento que mi cuerpo es un cúmulo de hormonas. Hormonas que van cambiando, que me recorren todo el tiempo, que suben y que bajan, que me controlan la mente y las acciones, que son esa pared que no me permite sentirme contenta. Otra contradicción, porque yo misma me las estoy induciendo. "Te odio" pienso cada vez que tomo una a las diez de la noche. Pero no te odio solo ahora, te odio cada vez que me generas tanta ansiedad que no me permite terminar de hacer nada, porque antes de intentarlo siento que me muero de miedo. Te odio, porque ahora cada idea viene ligada con una proporción de inseguridad que no la deja persistir. Te odio, porque quiero levantarme de la cama e ir a cursar, y tomar café, tomar apuntes y sentir como aprendí, aunque me duela la cabeza. Te odio, las odio, y me odio. Me odio por hacerme esto, y porque cada vez voy pudiendo menos. Me reconforta un poco saber que un poco de confianza en mí misma me queda, porque estoy escribiendo todo esto con la esperanza de lograr un equilibrio, y que cuando lo lea unos meses después, yo sea una persona más completa. Leer esto y autocompadecerme en el futuro de la persona mediocre que estoy siendo ahora. Leerlo y pensar "qué bueno que estoy mejor" "qué bueno que ahora duermo en paz, y no tengo pensamientos que no me dejan dormir, ni miedos inexplicables". Ojalá lea esto y ya se haya terminado.
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