Tumgik
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Capítulo 7
Amanecía un nuevo día de instituto. Yo seguía con ese lío en la cabeza entre M y su amiga S. Mi relación con M era buena, no estaba nada mal. Recuerdo que, por aquel entonces, yo iba a clases de piano los martes por la tarde. Sin embargo, las ganas que tenía de estar con ella hicieron que, en más de dos y de tres ocasiones, dejase de lado esas clases y, en lugar de ir a la escuela de música, iba caminando desde mi casa hasta La Florida (ella era, y es aún, de ahí). Llegué a ir durante dos semanas, de lunes a sábado, todos los días.
A pesar de lo que me atraía M, no nos habíamos atrevido a hacer nada entre nosotros, ni siquiera un simple beso. No sé. Era extraño. La situación aún no se había dado y tampoco era cuestión de forzarlo. De hecho, en ese momento de mi vida, yo no besaba a ninguna chica a no ser que surgiera la mejor ocasión. Eso de besar por besar no iba conmigo (hoy en día ya es otra historia). Es más... todavía recuerdo, entre miles de cosas más, el primer beso entre la chica que me había engañado (llamémosla V) y yo. Creo que ya lo había mencionado, pero no está de más recordarlo: V era mayor que yo, cuatro años, y yo la veía a mil años luz de mí. Creía que nunca se fijaría en mí. Era una debilidad, y lo llegó a ser incluso después de haberle perdido la pista durante mucho tiempo. 
Recuerdo ese beso porque era día 15 de julio, un día en el que había una procesión en La Orotava a la que yo iba desde niño por mi abuela. Ese año fue la primera vez que no fui. Aproveché que mi madre me había levantado el castigo que me había puesto por llegar tardísimo a casa, no solo los fines de semana, sino también entre días de clase, precisamente por estar con V, para verla el día de esa procesión. Nuevamente Julio se escapa de sus costumbres por una chica... 
Recuerdo que caminábamos por el parque del Dragón, cerca de donde vivía ella (no sé si seguirá viviendo ahí). Hablábamos de lo que nos gustaba, de lo que queríamos en nuestra vida. Recuerdo que yo quería ganarme la vida, o por lo menos ganar dinero, cantando, que era lo que me gustaba de verdad. Y, de repente, no se me ocurrió otra cosa que activar mi modo sentimental/ ñoño/ cursi/ pasteloso y decirle que también había otra cosa que me gustaría. Ella insistió, preguntándome qué era eso a pesar de que sabía a lo que me refería. Le dije que era ella lo que me gustaría tener en el futuro aparte de la música como profesión. Ella se quedó mirándome fijamente con esos ojos azules y verdes a la vez que tanto me encantaban y me sonrió. Yo no me puse rojo. Creo que mi cara se volvió de un color que aún no había existido. Recuerdo que en ese momento me cogió la mano por primera vez. ¿Saben la sensación que sentimos cuando algo inesperado y a la vez deseado nos ocurre? ¿Esos cosquilleos por todo el cuerpo? Pues se queda corto. 
V me dijo si la acompañaba hasta la puerta de su casa y mi cabeza me decía “lánzate, venga”, pero no hice nada. Caminamos el poco camino que quedaba hasta su casa y me dio un abrazo de esos en los que parece que suena una música de fondo y me dio las gracias por mi sinceridad. Yo no supe qué decir, pero sabía lo que necesitaba hacer, solo que, antes de que pudiera hacer nada, ella abrió la puerta de su casa y se quedó mirándome mientras yo subía la calle de espaldas, mirándola también. De repente, no sé lo que pasó, no sé si se alinearon los planetas o qué, pero me quedé quieto dos aceras más arriba de su puerta cuando esta se abrió y se asomó ella nuevamente. Entonces mis piernas se empezaron a mover solas, yo no las controlaba, flotaba más bien y me fui acercando hacia su puerta mientras ella subía la calle hacia mí. Nos acercamos lo suficiente como para que ni un alfiler quedase en medio de nosotros. Pasamos a ser dos personas, en el medio de la carretera, pegados, mirándonos fijamente a los ojos. Le cogí la mano, la puse en mi pecho y le dije: “¿Lo sientes? Late ahora mismo muy rápido por tu culpa”. Y ya no pude más. Pasé de la diferencia de edad, de la gente que pasase por allí, de los coches que fueran a interponerse, del día 15, de la procesión y del universo en general. Besé a V como si nunca antes hubiera besado a nadie, con ganas de verdad y deseoso hasta el infinito y más allá. Al mismo tiempo que los segundos que duraba el beso iban pasando, los fuegos artificiales sonaron, ya no en mi mente, sino en la realidad. La casualidad quiso que, justo cuando la procesión entraba a la iglesia y tirasen los fuegos de colores, nosotros dos estuviéramos fundidos. Parecía hecho adrede, pero fue el hecho casual más especial que me había sucedido nunca. Un beso de película que recordaré siempre con buenas sensaciones, a pesar de que ella me iba a hacer daño más adelante, tal y como he contado en capítulos anteriores. 
Por lo menos, una de las cosas que quería en mi vida sí se ha cumplido: no estar con ella, sino dedicarme a la música como profesión. No hay mal que por bien no venga...
https://www.youtube.com/watch?v=oJnSBNJeEKU
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Capítulo 6
En uno de esos recreos que pasaba con M y sus amigas, empecé a notar que una de ellas no hacía otra cosa más que mirarme. Eso lo noto enseguida. Esa tarde, decidí hablar a esa chica por Tuenti (al nombrarlo me suena como algo tan viejo...) para conocerla, solo como amiga de M, no para algo más.
Sin embargo, no sé qué me pasaba en ese momento de mi vida, lo prometo: mis sentimientos otra vez confundidos.
De todos modos, S (esta amiga de M) sabía que yo estaba, no saliendo, pero si algo parecido con su mejor amiga. Aún así, ella siguió hablando conmigo, total, la que no tenía nada que perder era ella (quizá a su amiga, pero se ve que le daba igual).
En este punto de la historia, decidí hablar con la chica que me había engañado porque no podía seguir poniendo excusas para no verla o forzar sonrisas y besos cuando ya no sentía lo mismo, y más aún después de lo que había visto con mis propios ojos con ella y aquel chico cuya identidad aún desconozco.
Al decirle que había visto todo, su reacción era la que esperaba: “¿Quién te crees que eres para seguirme? Odio que me controlen y que no confíen en mí”. Asombrosamente, mi respuesta fue la siguiente: “¿Con qué cara me vienes a echar en cara que no confío en ti, si eres tú la que me engañaste con otro chico estando conmigo?” Al decirle esto, repentinamente a mi cabeza vino lo que estaba haciendo yo con M y S, y empecé a sentirme la peor persona del mundo. No obstante, quien había engañado primero había sido aquella.
De todas formas, con el tiempo he aprendido que no hay que buscar culpables ni causas ni nada. Solamente hay que aprender de los errores que cometemos para no volver a fallar en lo mismo.
En esa época, seguí fallando. Mucho. Muchísimo.
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Capítulo 5
M (no voy a decir su nombre), era una chica estupenda. Era la primera de esas tres amigas de las que hablaba ayer. No sé cómo surgió, pero, un día, cercanos a la Navidad, recuerdo, empezó diciéndome un “hola” por Tuenti, una red social parecida a Facebook. Yo no la conocía de nada, pero me llamó la atención y empecé a hablar con ella. Desde el principio, ella no me dijo que tuviera intenciones conmigo, más que hablar y ser amigos, pero, con los días y semanas, esa situación iba cambiando hasta el punto de confundir lo que sentía.
Hasta entonces, yo seguía con la chica que me había engañado, y continuaba actuando con ella como si nada hubiera pasado. En lugar de solucionar las cosas, decidí inconscientemente hacer lo fácil: huir de los problemas. Y estaba metiéndome dentro de una burbuja que, poco a poco, se iría haciendo más y más grande.
M era una chica increíble, más pequeña que yo, inocente pero madura para su edad, divertida, estudiosa pero para nada un muermo. Había un problema: me estaba empezando a gustar. Estaba en mi mismo instituto pero nunca la había visto en persona: yo iba tan a lo mío que no me daba cuenta de quién era. Eso de ir a lo mío, gracias a Dios, no ha cambiado en mí aún.
Después de las vacaciones de Navidad, durante las que solamente vi a mi novia oficial, la que me había engañado, tres o cuatro días, volvieron a empezar las clases de nuevo. El primer día, yendo a mi clase, encontré a una chica fuera del aula. Era M con una amiga. Me estaba esperando simplemente para darme los buenos días. Ahora lo pienso y digo: qué cosas, ¿no? Era la primera vez que la veía y ya me nació darle un abrazo.
Lo que pasó con M se basó en buscar los lugares escondidos del instituto para hablar y estar a solas, para cosas que no eran hablar también. Incluso, ya por la tarde, no iba a mis clases de música e iba caminando hasta su casa en La Florida con tal de verla un rato. Durante los recreos, estaba cada vez más con M y sus amigas y menos con los míos, así que seguía alejándome de mi gente por otra chica. Error.
Sin embargo, esos buenos días en el instituto, esos recreos, a veces, a escondidas y esas despedidas con M al llegar la hora de volver a casa, en ese momento, no las habría cambiado por nada.
¿Lo peor de todo? Yo seguía con mi novia, me estaba liando con M y aún quedaban cosas por llegar.
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Capítulo 4
Después de lo que había pasado, me costó pensar en otra cosa. No sé, se suponía que era la primera vez que sentía lo que sentía entonces por esa chica, y me sentí mal como nunca antes.
Pasaron varios días y, a pesar de que ella seguía dándome los buenos días y las buenas noches, yo no le respondía. Tampoco era capaz de decirle lo que había visto. ¿Qué pensaría de mí sabiendo que la había seguido? ¿Qué explicaciones me daría? ¿Qué excusa me pondría? No. No fui capaz de abrir la boca ni para contarle nada ni para responder a esos buenos días ni a esas buenas noches. La evité a toda costa y ella ni se molestó en preguntarme qué me pasaba. Más bien parecía que no le importaba que no le hablase.
Recuerdo que era sábado por la tarde, cuando decidí salir de casa por primera vez en toda esa semana (aparte de la obligación de ir a clase y de volver a casa, lo normal). Ese sábado la encontré caminando sola por la calle, muy cerca de nuestro lugar. Cerca de ese lugar donde la había visto sentada encima de otro chico, al mismo chico al que estaba besando y que no era yo. Me pidió explicaciones y yo reaccioné de una manera que no entendí y que aún, hoy en día, no entiendo: le dije hola y le pedí perdón por haber pasado de ella. Para colmo, se mostró enfadada e indignada, sin saber que yo sabía la verdad de lo que estaba sucediendo. La abracé, me aguanté las lagrimas e intenté actuar como si nada. Pobre de mí. No sabía lo que se me venía encima.
Pasó el tiempo, pasaron los exámenes, y yo, por primera vez en mi vida, no tenía todas las asignaturas aprobadas. Algo estaba pasando en mi vida que no me estaba haciendo bien: ella. Y yo, ciego, por amor u obsesión, no fui capaz de poner solución.
En esa época, había chicas que me hablaban y me sugerían cosas que, estado yo oficialmente con esa chica, no era correcto. Pero, no sé si justificable o no, accedí a esas proposiciones. Primero una chica que conocí tanto que incluso creí enamorarme de ella. Luego otra, la mejor amiga de esta primera, que confundió más todavía mis sentimientos. Luego otra que también era amiga de las otras dos. Terminé estando con tres chicas que eran amigas entre sí, engañando a la que ya me había engañado con un chico desconocido, sin haber terminado la relación. Es otra de las cosas que todavía me cuestiono: ¿cómo era capaz de hacer eso? ¿Con qué derecho jugaba con tres chicas solamente por el despecho de que me hubieran hecho daño a mí?
Esta situación me pasó factura, no solo hoy, que lo recuerdo y me remuerde la conciencia, sino también en ese momento, justamente cuando las tres amigas se dieron cuenta de que estaban “saliendo” con el mismo chico.
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Capítulo 3
Pues sí... tuve que tomar la decisión de seguirla, de vigilarla, como si fuera su sombra, detrás de ella. Efectivamente, una vez que me dijo que no podía salir, decidí ir a uno de esos sitios que eran de ella y mío, esos lugares que se caracterizan por tener algo especial, por ser el sitio de un primer beso, de una primera confesión de sentimientos o simplemente un lugar en donde estábamos solos y a gusto sin tener que estar atentos a nadie que pudiera molestarnos. Recuerdo aún ese día porque nunca antes me habían temblado las piernas de esa manera. Fui despacio, sin hacer ruido, y escuché risas y voces que me eran totalmente familiares. Ahí estaba ella, la que no podía quedar esa noche. Ahí estaba sí, pero no estaba sola. Estaba sentada encima de un chico al que yo no conocía de nada, mayor que yo como ella, parecido a mí, con ropa parecida a la que yo me ponía. Parecía que era ella la que buscaba el mismo tipo de chico, solo que en esa ocasión él no tenía mi nombre, mi voz, mi forma de ser ni los mismos sentimientos que yo tenia hacía ella. Era imposible que otra persona en el mundo sintiera lo que yo por ella en esa época. Imposible.
Tenía dos opciones en ese instante: ir hacia ellos y pedir explicaciones o irme y hacer como si hubiera sido una pesadilla, un mal sueño. Realmente era eso, solo que era realidad. Opté por la segunda opción. Me fui sin aguantar las ganas de llorar. Total... no había nadie a esas horas por la calle. Me había escapado nuevamente de casa, tal y como hacía para poder verla más que fuera por 15 minutos. Pero me escapé para llevarme una de las primeras desilusiones que una persona podría llevarse en eso que el mundo llama amor.
Llegue a mi casa y mis padres estaban despiertos. Mi padre, como de costumbre, pasando de lo que yo hiciera, pero mi madre con cara de pocos amigos, esperando la respuesta a una pregunta que ni siquiera se había formulado (“¿Dónde estabas? ¿Con quién? ¿Con qué permiso?”). Pero nunca me llegó a hacer esa ninguna de esas preguntas. No. Al ver mi cara desfigurada por las lágrimas que había derramado durante el camino a casa, mi madre no tuvo palabra alguna. Más bien, se acercó a mí, me cogió las dos manos, me las apretó y luego me dio un abrazo. Sus palabras entonces fueron: “tranquilo, cuenta conmigo”.
Recuerdo este día a pesar de los años que han pasado, y lo tengo en mente como uno de los perores días de mi vida. No sabía qué hacer. Ya era muy tarde para pararse a pensar. Lo único que podía hacer era ir a mi cama y que la almohada me secase las lágrimas, mientras yo intentaba digerir lo que había visto.
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Capítulo 2
Era la primera vez en mi vida que salía con una chica cinco años mayor que yo, y puedo decir que no estuvo nada mal. De todos modos, me di cuenta y aprendí que la edad no tiene nada que ver con la madurez, aunque yo, maduro, lo que dice maduro, tampoco es que lo fuera (pero es que tenia 15 años).
Sin duda alguna, viví buenos momentos con esta chica, cosas nuevas, experiencias inmejorables y vivencias irrepetibles. Pero no todo fue color rosa. Llegado un momento, terminé separándome de mis amigos, de mi familia, de mis gustos. A pesar de que las personas que me querían me decían que esta chica jugaba conmigo, yo, ciego, no lo creía, o más bien prefería no creerlo, y es que me había montado una película de hadas en mi cabeza, que no era normal.
No obstante, cuando intentaba interesarme por la familia de ella, por conocer su casa, amigos, etc., hubo un no continuo por su parte que hizo que yo mismo sacase conclusiones. Entonces, decidí hablar con ella para preguntarle directamente si me estaba engañando o algo por el estilo. Ella, poniéndose bien puesta para variar, lo negó todo y, no contenta con esto, hizo que me sintiera culpable por haberme creido cosas que decía la gente antes de preguntarle directamente a ella (maltrato psicológico activado). ¿Cuál fue mi respuesta? Un perdón... pero yo, en el fondo, sabía que ella mentía. Era la típica chica a la que le gustaba que le hablasen los chicos, pero no para una amistad normal que puede haber entre un chico y una chica, sino para otras cosas más subidas de tono. Ella me lo contaba y yo, para evitar peleas, me reía y me tragaba lo mal que me sentía. Ella consentía que le dijeran esas cosas, no accedía a las peticiones que le hacían, pero tampoco frenaba eso.
En fin, era una situación de ya casi un año, en el que yo estaba bastante saturado (y yo solo tenía 15 años, repito), así que decidí hacer algo por mi cuenta, algo que, aunque no me arrepiento (porque de nada vale arrepentirse de cosas del pasado), no me siento orgulloso. ¿Qué necesidad hay de llegar a tal punto? Decidí, pues, vigilarla, seguirla y ver si, realmente, se cumplían mis sospechas y de verdad lo que me decían mis allegados era verdad.
No sabía que más podría haber hecho para solucionar toda esta situación de sentirme mal conmigo mismo y con mis amigos y familia. No era feliz, me iba bastante mal en el instituto. De no haber suspendido nunca antes en toda mi vida, estaba con tres asignaturas suspendidas. Mis padres no me hablaban. Estaba perdiendo a todos mis amigos. Tenía que poner solución a esa situación. Entonces... un día la seguí...
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Esa persona de la que te enamoras de adolescente, la guapa o el guapo de la clase, que se fijaría en todo el mundo menos en ti. Solo es fachada. La belleza se caduca, lo que somos tú y yo permanece hasta el final.
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Capítulo 1
Durante toda nuestra vida estamos empeñados en emparejarnos lo antes posible, no sé si por miedo a quedarnos solos, por necesidad de sentirnos queridos o deseados, por lo que sea. Tengo que confesar que ese nunca ha sido mi caso. Desde muy pequeño iba a lo mío y me interesaban cosas que, muchas veces, no eran propias de un niño de esa edad. Quizá por esa razón nunca tuve amistades fijas. Sin embargo, cuando fui creciendo hasta llegar al instituto, todo cambió, no solo mi físico, obviamente, sino también mi manera de pensar, actuar y relacionarme. Hasta aquí no he dicho nada de otro mundo.
He de confesar, también, que nunca me interesaron las chicas, o quizá si... para qué mentir. Todos nos enamoramos de esa chica en la que se fijan todos, esa persona imposible que solo prestaría atención al guapo de la clase. Claro que me pasó eso. Pero no fue hasta los 12 años, cuando empecé a sentir otras cosas más fuertes. Como decía, mi llegada al instituto fue un cambio descomunal a todo lo que me había pasado anteriormente. Chicas, chicas, chicas por todos lados. ¿Lo mejor de todo? Que ya no solo me fijaba yo en ellas, sino ellas también en mí. Fue una época bastante... ¿Divertida? ¿Entretenida? ¿Cómo llamarlo para que no se piensen cosas equivocadas de mí...? En fin, que no perdía el tiempo e ibamos a lo que íbamos, qué le vamos a hacer.
Hasta este punto estamos hablando de pequeños rollos que no iban más allá de lo que todos sabemos.
Y he aquí un nuevo cambio, esta vez, uno que marcó un antes y un después en el Julio que ahora soy. Todo ocurrió estando yo en Cuarto de la ESO, tenía 16 años y, ya en ese curso, había tenido mis cosas con tres chicas del insti. Creo que es importante el hecho de que esas cosas ocurrieron con las tres al mismo tiempo... no tenía remedio. Pero no es eso. A mitad del curso conocí a una chica, otra de esas chicas que conoces, ves y sigues como si no existiera ninguna otra, de esas que, como señalaba unas líneas más arriba, solo se fijan en el guapo de turno. Solo que, en esta ocasión, guapo o no, ella se fijó en mí y me cambió la vida.
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Capítulo 0
Desde hace mucho tiempo, más de lo que se imaginan: semanas e incluso meses (años sería imposible), me han pedido que cuente la historia. Hasta ahora no lo he hecho, no por miedo a volver a caer o a volver a sufrir, no. Simplemente estaba haciendo lo que tenía que hacer: vivir. Aún así, a pesar de tener que vivir (el tiempo no se para porque yo esté mal o bien; todo sigue su curso), voy a cumplir con la palabra que le di a más de un grupo de personas. Ya iba siendo hora. 
Aviso desde ya lo siguiente: todo lo que narraré en las entradas/ capítulos/ o como quieran llamarlos, será real; los sentimientos que manifieste y exprese también lo serán (no me avergüenzo ni me avergonzaría nunca de ser yo mismo, de mostrarme tal y como soy).
Así pues, de ustedes, lectores, depende seguir hasta el final de la historia, tomarse en serio lo que sucederá a lo largo de las líneas y, sobre todo, aprender de una serie de acontecimientos que marcaron la vida y enseñaron muchísimo a una persona: a mí.
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Quote
Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso; no hallar fuera del bien centro y reposo, mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso; huir el rostro al claro desengaño, beber veneno por licor süave, olvidar el provecho, amar el daño; creer que un cielo en un infierno cabe, dar la vida y el alma a un desengaño; esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Lope de Vega, Poemas del Alma, Soneto XII
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