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soycaroyeye · 1 year
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Roja, Rosa, Mora…
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Solo recuerdo tres bicicletas importantes en mi vida, cada una marcó etapas específicas y, curiosamente, cada una tiene el nombre de un color.
Roja: fue un regalo de Día de Reyes a mis 8 años, seguramente hubo una bici antes con la que usé rueditas, pero fue con mi bici Roja que aprendí a mantener el equilibrio, le di miles de vueltas al estacionamiento de la unidad y choqué con las jaulas llenas de autos que abundan en la colonia. Muy pronto el estacionamiento nos quedó chico y tuvimos que explorar los alrededores de la unidad, un poquito lejos del radar materno que se habría infartado de saber que nos salíamos a la avenida a pedalear. Ese fue el primer secreto de mi vida.
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Con esa misma bici roja, hice mi primer trayecto “largo” que consistió en llegar a villacoapa (desde la UAM Xochimilco) y a partir de ahí supe que podía visitar a mis amigas en vacaciones cuando el dinero paterno era inexistente. Con esa bici también viví mi primer choque con un auto, justo cuando iba rumbo al metro para llegar a la universidad.
Tiempo después de ese choque, me dijeron que se había roto la tijera y que era peligroso manejar así; por ese entonces, la novia de un amigo de mi hermana vendía una bici retro rosa pastel con canastilla, llegué a un acuerdo con mi papá para que me comprara esa bici a cuenta del dinero que me daba para la escuela. Rosa llegó a mi vida y me abrió la posibilidad de llegar hasta CU sin un solo peso. Durante ese tiempo, aprendí a compartir camino, a trazar rutas en conjunto y a enamorarme en cada pedaleada del vato que rodaba a mi lado; primero, sólo en las Islas; después, hacia Coyoacán, cineteca y alrededores y al final, más lejos, hacia el centro, Reforma o Chapultepec. Salí de la universidad y esa rodada… terminó.
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Entré al mundo laboral y ya no me quería bajar de la bici ni para llegar al trabajo, comencé a transitar hacia av. Tláhuac y de ahí a plaza Loreto, mis ganas me impulsaban a llegar, pero, la bici ya no ayudaba, terminaba con dolor de espalda, se le zafaba la cadena y mil fallos más.
Con el primer pago que tuve de una corrección de estilo me compré a Mora, una bicicleta negra con los rines morados, la fui armando junto con el mecánico de la colonia, le llevé un cuadro que me regaló mi hermana y una foto de referencia, todos los días el señor Paco Bicis me llevaba un componente nuevo o me mostraba opciones para que Mora fuera la bici de mis sueños, fue mi regalo de 24 años.
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Ahora tengo 31 y caigo en cuenta que seguimos juntas, fue la que me ayudó a no volverme loca cuando trabajé de Godín hasta Reforma, y fue mi mejor aliada cuando tenía que llegar a las 7 am (¡ni a la facultad llegaba a esas horas!) a dar clases. Con Mora he conocido mi ciudad, y aunque a veces lamento que no tenga velocidades y las subidas me cuesten el doble,(más con dos rodillas chingadas) sé que no la cambiaría por nada. Me gustaría tener otra bicicleta, tal vez Turquesa, pero ahora sólo somos Mora y yo.
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soycaroyeye · 1 year
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Futuro
Volvió a prender su computadora y, más por juego que por otra cosa, escribió en el buscador: ¿Cómo soportar otro mes de cuarentena sin poder salir más que al súper y no morir en el intento? Ni siquiera se molestó en leer los resultados, se volvió a dormir. 
La vibración de su celular la despertó, no sabía si era su imaginación, pero parecía como si el teléfono hiciera un estruendo mayor al habitual, obviamente no logró contestar. Sin embargo, descubrió que el mismo número le había dejado mensajes por whatsapp: “Nosotros tenemos la solución para ti, da clic aquí y podrás viajar sin salir de tu casa”, esa frase le sonaba a secta religiosa, club de lectura o alguna actividad ñoña, estaba a punto de bloquear el número cuando apareció un nuevo mensaje: “Aprende a viajar en el tiempo”. 
Comenzó el curso, la primera semana logró viajar sólo unas horas antes, lo que implicaba un problema grande ya que los instructores no se cansaban de repetir que en los viajes en el tiempo no debes verte a ti mismo, ya que eso alteraría el orden mental de cualquier persona, y todos sabemos que así es que han comenzado todas las guerras. 
Después de 3 semanas ya había alcanzado travesías a diferentes épocas, logró regresar a su país, comer los tacos que tanto extrañaba, incluso visitar a su abuela. A pesar de que sus exploraciones eran cada vez más interesantes, ella sólo pensaba en la última sesión de su curso online, en ella aprendería a hacer viajes hacia el futuro. 
El ansiado día llegó, no podía estar más ansiosa, terminó toda la parte teórica, pasó los cuestionarios sin un sólo error. Cuando llegó a la práctica notó que a pesar de sus esfuerzos seguía en el mismo tiempo, no lograba entender qué pasaba, estaba siguiendo el procedimiento al pie de la letra. En cuanto quiso comunicarse con los mediadores se dio cuenta que hasta abajo de todos los videos se encontraba una advertencia, nunca antes la había visto pero parecía que ahí había estado siempre: “Si usted no puede hacer el viaje al futuro haga clic aquí”, lo hizo y de inmediato la pantalla se tornó negra, de un momento a otro se abrió una ventana en la que se leía “Sabemos que has hecho exitosamente viajes al pasado y que has cumplido excelentemente con las actividades teóricas del módulo 4 Viajes al futuro, si bien el procedimiento que hiciste fue el correcto, lamentamos informarte que no puedes viajar al futuro si la humanidad no existe en él”.
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