Tumgik
#a fucking pinza de bolsas
co5oo · 3 months
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i cant make this shit up anymore.
good night discovery
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l-e-i-n-t-h · 5 years
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Fic (o Fuck): The Swingers - Cap. 02
Para @morita-zul, va la parte 2, recién salida del horno. Puede tener dedazos, pues no la revisé. Ahí me dices qué opinas y por favor cuéntale a Suta también, que no me vendría mal una ayudita. Tengo algo en mente, pero es superficial.
Cap. 01
Palabras: 2048
Capítulo 2
―¡Mierda! ―exclamó Shaina frente al espejo.
―¿Te cortaste, querida? ―preguntó la voz de su marido a sus espaldas.
―No, pero estuvo cerca ―respondió ella, revisándose la ceja―. Debí haberme sacado las cejas con pinza, no con esta… cosa ―agregó, dejando la minúscula rasuradora en el lavabo de al lado no muy amablemente.
Porque claro, el baño en suite tenía un lavabo doble, con un espejo grande que pudiera abarcar a ambos amantes del maquillaje, marido y mujer. Afrodita terminó de delinearse un ojo para mirarla.
―Sabes que un poco de furia te hace irresistible, pero has estado un poco fuera de equilibrio desde temprano ―le dijo, volviendo a su labor.
―¿Me estás diciendo desequilibrada?
―¿Y qué si lo hiciera?
Si lo hiciera, ella le daría un golpe en el hombro. Y eso fue lo que hizo.
―Oh, oh, el delineador casi llega a la córnea ―masculló él, tomando el lápiz quita-maquillaje antes de mirarla a ella.
Y por alguna razón, aquello que no era raro, ahora le molestaba. Con un suspiro algo enojado, volvió a ponerle atención a la hermosa italiana en su propio espejo. Daba lo mismo la misteriosa razón por la que el mismo hombre de los últimos años se le estaba subiendo a las narices, de todas formas ella estaba quedando más guapa que él. Notó las pupilas celestes sobre ella y las ignoró activamente mientras hacía el acabado de sus ojos ahumados.
Sin embargo, Afrodita tenía razón, estaba un poco fuera de su centro. ¿Sería el entrenamiento? Tenía un moratón en la espalda que el impidió usar el vestido verde esmeralda que habría querido. Tuvo que optar por uno negro más rescatado, pero que aun así le quedaba bien. Vamos que le quedaba para alfombra roja. Sí, eso la tenía molesta.
La hipérbole de su esposo era divertida. Lo era al principio al menos. ¿Ya no lo era? Ugh, al menos si le hubiera avisado con más tiempo. Los turnos les habían impedido verse mucho en los últimos días, pero nada justificaba que él hubiera organizado una cena de parejas completamente a sus espaldas y solo le hubiese avisado ese día por la mañana. Y resultaba que lo tenía todo bajo control: se había puesto de acuerdo con Aioros para mandar a las niñas fuera con la señora María, la mujer que le ayudaba a Seika en casa; había ordenado un servicio de cena elegante a domicilio, con todo y una persona para que sirviera; y hasta se había dado maña para cocinar un postre él mismo. “Habría hecho lo mismo con la cena, querida, pero no tenía tiempo suficiente, tenía que elegir”. Y no podría haber elegido avisarle a ella con más tiempo. Con lo mucho que le apetecía echarse una siesta eterna esa tarde, y no tener que arreglarse y arreglar la casa.
―¿Me repites qué fue lo que te dijo Aioros? ―dijo, mientras repasaba el pintalabios rojo de sus labios con base neutra para quitarles brillo.
―Que él y Seika tenían algo importante que querían comentarnos y que si podíamos reunirnos un día ―replicó Afrodita con exagerada paciencia―. Y bien, ¿cómo estoy?
¿Qué cómo estaba? Perfecto como siempre. No importaba que su rutina como caballero dorado fuera muchas veces más dura que la suya y que llevara el mismo peso en el hogar que ella, Afrodita nunca tenía bolsas bajo sus ojos, y sus bucles nunca tenían un mal día. Claro, mucha responsabilidad la tenía Legendary Gloss, la marca que hacía que el cabello de Joey Tempest permaneciera en su sitio durante todo el concierto y de la cual Siegfried de Dubhé Alfa había sido figura publicitaria.
―Oh, ya sé que te avisé muy encima ―dijo él extendiendo los brazos para hacer que ella se mostrara.
Y ahí estaba esa sonrisa que parecía brillar y que él no debía enterarse que aún la hacía derretirse. Dio un paso hacia él, dejando caer el pincel al interior del lavabo.
―Pero quería que hiciéramos algo como pareja, algo romántico ―continuó él, acercándose más. Olía tan bien.
―Algo normal.
―No está demás de vez en cuando.
―¿Y llamas a toda esta producción normal para una cena de parejas?
―Antes muerto que sencillo, querida ―dijo él rodeándole la cintura. Estaban más pegados por la cadera de lo que convenía considerando que las visitas estaban por llegar.
Y es que, si bien una voz le decía “no me dijo que me veía hermosa”, y eso por alguna razón dolía como una aguja clavada en las entrañas… otra voz decía “si hago lo que quiero hacer, no tardaría en verse peor que yo”, mientras imaginaba lo que sería arrancarle la camisa a rasguños y montarlo allí mismo en el piso del baño, aprovechando que las gemelas no estaban.
La sonrisa de él cambió, quizá percibiendo los nada santos pensamientos que había en su mente. La besó. El beso sí fue más o menos santo, no lo que ella esperaba. ¿Es que no le parecía atractiva?
―¿Le pusiste protección a tu labial? ―preguntó, soltándola, al tiempo en que sonaba el timbre―. No se ve elegante que se le pase a las copas ―agregó, inclinándose hacia el espejo para quitarse una pequeña mancha roja que había quedado sobre su propio labial rosado claro.
―¿Habrán copas para vino, cierto? ―preguntó ella, tragándoselo todo.
―Por supuesto. La cena consiste en filete acompañado de un timbal de verduras y quinoa, un cereal sudamericano.
“Vino. Ya veremos si lo que más te preocupa son las copas o su contenido”, se dijo a sí misma antes de salir.
Abajo, el muchacho del servicio ya había recibido a las visitas. “Aioros conoce bien a Afrodita”, pensó cuando vio que se habían arreglado acorde a las extravagancias de su marido. El arquero se veía bien en su traje negro, todo un clásico que lo hacía ver varonil, cual James Bond. Seika llevaba un vestido azul con tajo, sin espalda y que destacaba muy bien su delantera sin ser grosero. Y se había pintado los labios del mismo color que ella, solo que los suyos brillaban, como los de una chica en su fiesta de quince años. “Y eso por alguna razón me molesta, estoy terrible hoy”, pensó recordando lo dulce que era la pobre Seika y el hecho de que nunca habían tenido un sí o un no. Hasta ahora…
―Definitivamente el hombre más hermoso que existe.
¿Seika, la inocente Seika había dicho eso, mientras Afrodita bajaba la escalera? Shaina se asomó brevemente a mirar y vio a la pequeña mujer agarrada de la manga de su marido como se habría agarrado de la de una compañera de clases cuando iba pasando el guaperas del colegio.
“Vamos, que yo no soy celosa ni insegura”, pensó cuando fue su turno de bajar la escalera. Pero lo hizo con la ceja enarcada de Scarlett O’Hara, no pudo evitarlo.
―Qué hermosa te ves ―dijo Aioros, galantemente, cuando llegó abajo. Afrodita no dijo nada. ¡Afrodita no dijo nada!
Luego ambos caballeros procedieron a hablar del vino que Aioros había llevado, y de las cepas que Afrodita había escogido para la cena.
―Por un momento pensé que era decoración ―dijo Seika, señalando un objeto en la mesita del recibidor.
―Le envié una foto de mi máscara a la señora María para que amenazara a las chicas ―respondió ella, en tono algo seco.
Seika sonrió nerviosa. “Como si supiera que anda en malos pasos la desgraciada. Y encima el labial se le ve mejor a ella”.
La cena comenzó con una entrada de camarones, acompañada de vino blanco. La conversación fluyó animadamente, y cómo no, ambas parejas tenían mucho en común. Los hombres eran caballeros dorados, ambas parejas tenían dos hijos. Y vamos, que Shaina disfrutaba particularmente la compañía de su amigo, aunque no se vieran muy seguido. Siempre que lo hacían era como si hablaran todos los días.
Ahora, las miradas que Seika le daba a Afrodita por debajo de sus pestañas no pasaban inadvertidas para Shaina. Lo miraba como si lo estuviera midiendo y ella olía algo extraño en el aire, más allá del aroma frutoso del Chardonnay francés. El chico del servicio, un mozalbete de unos veinte años servía muy poco.
Durante el plato de fondo, se descorchó el Cabernet Sauvignon que había llevado Aioros, por cortesía a las visitas. Era italiano, no debió ser barato, y estaba bueno. Como todo vino de dicha cepa, quemaba el gaznate, pero solo la primera copa. La segunda menos y la tercera ya pasó como agua, mientras las miraditas de Seika a su marido ya no eran de medición. “Vamos que esta japonésida lo está desnudando con la mirada, justo frente a su propio esposo”.
El muchacho del servicio recogió el plato de fondo y se retiró pues hasta allí llegaba su horario. Eran las 9:30. Seika y Aioros adoraron la quinoa, por ser tan exótica, pero ella la había odiado. No podía saber si algún grano se le quedaba entre los dientes, porque seguro que aquella porquería tenía un efecto adormecedor. Apenas sentía la mandíbula, como cuando se va al dentista… o como cuando se está borracho. Pero solo llevaba tres o cuatro copas, no era posible que estuviera borracha. Seika estaba borracha. Aioros ya debería estar debajo de la mesa.
―Traeré el postre ―dijo Afrodita y le clavó una mirada que ella no supo interpretar―. ¿Me acompañas, querida?
―No, no quiero estropear esta sorpresa ya que lo es también para mí ―respondió ella, en perfecto griego. “Por qué me miran todos así, qué borrachos están”―. Espero que sea un postre helado, porque hace mucho calor.
Hacía mucho calor. A diferencia del vestido de Seika, el suyo a ella sí le cubría la espalda y sentía que estaba casi sudando. Lo cual era una pena. Era todo tan triste, incluyendo los murmullos que Seika y Aioros intercambiaban entre sí, tan imperceptibles como si fueran ventrílocuos. Sí, le daba pena su amigo, que no sospechaba nada de su esposita.
―Esperaré a que sirva el postre y se lo pediré ―dijo la pequeña voz de la muchacha.
“Que no es una muchacha, tiene más o menos mi edad”.
Afrodita debió usar la velocidad de la luz, porque ella no supo cuando fue que se sirvió el postre, ni qué hacía ella en la cocina. “Ah, sí, el late harvest, que un postre con tantos tipos de chocolate distinto debía acompañarse de un cosecha tardía”.
―Shaina, no ―escuchó decir a Afrodita entre dientes.
―Oh, sí, Shaina sí ―se escuchó decir a sí misma mientras servía las copas.
―Bueno un late harvest es… romántico ―dijo Aioros con una sonrisa estúpida que por alguna razón a ella le hizo cosquillas, como si le diera mucha risa.
―Y dicen que el chocolate es el sustituto del sexo.
“¿Quién dijo eso? ¿Seika?”. Shaina no lograba enterarse. El postre tenía demasiada azúcar y eso acentuaba su… ¿cómo la había llamado Afro? “¿Desequilibración?”
―Bueno, quizá esto les parezca una propuesta indecente ―decía Seika―. Y creo que debí hacerla antes, dadas las circunstancias.
“¿Qué circunstancias? ¿Pero por qué este par no para de mover la mesa?” De acuerdo, no engañaba a nadie, estaba un poco pasadita, pero ellos también lo estaban, en especial Seika, que no daba pie con bola y hablaba, y hablaba. Afrodita le estaba poniendo mucha atención. Mucha, mucha, como si necesitara hacerlo para no ponerle atención… a ella.
―Porque tú nunca me pones atención.
No, ella no dijo eso. Solo lo pensó. Pero era verdad.
―Lo que estoy pidiendo deben decidirlo como pareja. Implica confianza… pero.
“La japonésida se trae algo entre manos aparte de su celular”. Seika jugaba con su celular entre los dedos, y luego lo dejó en la mesa para echarse un trago de vino al coleto. “Y ahora se hace la vergonzosa, la muy…”.
Y entonces el celular vibró. Debió haber sido en medio de un silencio, porque todos lo miraron. Hacía vibrar las copas y los cubiertos con un sonido molesto. Y la pantalla ponía “Incoming call: THE SWINGERS”.
Aioros aspiró como si hubiera visto un fantasma. Seika se puso más roja que su labial. Y todo se vio desde una perspectiva distinta, porque el ángulo de la cámara cambia cuando gateas por la mesa diciendo:
―¡Que te agarro de los pelos y te igualo las puntas, japonésida de mierda!
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