Tumgik
#bueno ella está afligida por su mejor amiga
amavtea · 4 years
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   * @outvftears​ envió: “what do you mean?”
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     “nada” se encoge de hombros, es consciente del sinsentido que está compartiendo con masculino, incapaz de acomodar sus ideas en orden dentro de su cabeza “es que--- no puedo creer que king esté haciendo pasar por todo esto a su familia” monty, particularmente, quiere clarar. 
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casualfartfun · 4 years
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No permita que la desconfianza arruine su matrimonio
Víctima de ansiedad en el bus
Una tarde de julio, el sol, como un gran horno, asaba de calor todo cuanto abarcaba. Yiyi estaba esperando un autobús. Aunque guarecida bajo su sombrilla, sentía cómo el fulgurante resplandor se colaba por la tela, haciéndola sudar. La incómoda sensación la ponía aún más irritable.
Yiyi se sentía ofuscada, pues recién se había enterado de que el esposo de una amiga llevaba una doble vida. Ella pensaba: “mi amiga es joven, bonita, alegre, y ambos parecían amarse tanto… ¿cómo pudo su esposo serle infiel, siendo ella tan buena esposa?”.
Y tras conocer de las tribulaciones sufridas por su amiga al saberse engañada, dejándola sin palabras, Yiyi experimentó tanto irritación como ansiedad, al punto de sentirse asustada: “¿mi matrimonio también se destruirá? ¿Cómo puedo mantenerlo renovado y vivaz? Y si el desamor se instalara en mi matrimonio, ¿debería aceptarlo y ya?”, se dijo.
En ese momento arribó el bus. Yiyi cerró su sombrilla, lo guardó y se sentó cerca de una ventanilla. Cuando el bus arrancó, la voz de una joven mujer que hablaba por celular llegó a sus oídos, diciendo “últimamente mi marido dice que se la pasa ocupado. No viene a casa luego del trabajo, ni me permite pasar por su oficina a verlo. Así que un día me dejé caer por allá, y lo encontré con su amante. Ambos reconocieron su relación. ¿Qué debo hacer?”.
Tras escucharla, Yiyi quedó lívida. Al observarla, notó que la mujer transitaba por sus treintas. Se preguntó si hablaba con algún familiar o alguna amistad, y si la mujer habría recibido algún consejo sobre cómo proceder ante su caso. Luego escuchó Yiyi a la mujer sollozar, mientras concluía la llamada. “¿Quién puede soportar el duro golpe de una infidelidad marital?”, se jijo Yiyi, mientras posaba impotente su cabeza en contra de la ventanilla, cerrando sus ojos y dejando escapar un largo suspiro.
Infidelidades ajenas le hicieron tener amargos pensamientos sobre su matrimonio
Yiyi era perfeccionista tanto en el amor como en el matrimonio. Consideraba inaceptable que dos personas casadas fueran infieles una a la otra. Ni siquiera podía tolerar la infidelidad espiritual. Ella y su esposo eran ambos cristianos, y bien sabían del justo carácter de Dios que no tolera la ofensa, Pero en el diario vivir, la tentación de Satanás, de la que Yiyi había sido testigo, la llenaba de preocupación.
Para colmo, Yiyi es ostensiblemente inferior en apariencia a su esposo, lo cual no la ayuda mucho. Él es alto y gentil; y aunque no es muy conversador, es atento y paciente. Yiyi en cambio es bajita y poco agraciada. Cuando caminan juntos, Yiyi siente que no es lo suficientemente atractiva para su esposo, es pequeña y hogareña, en comparación. Cuando se hicieron las fotos de su boda, el fotógrafo no tuvo una palabra de elogio para ella, y en cambio manifestó el donaire de su esposo. Desde entonces, Yiyi desarrolló un sentido de carencia.
Tras el casamiento, la vida transcurrió sin contratiempos. Hasta hace poco, que hubo algunos cambios en el trabajo de su esposo. Entonces, Yiyi pensó: “ahora él pasa más tiempo con colegas femeninas de su edad, que prestan especial cuidado a su apariencia… ¿se creará algún afecto entre él y sus compañeras tras tanto compartir en la compañía? Tomando en cuenta, además, que el comportamiento social de hoy en día se ha relajado tanto que las relaciones extramaritales se han tornado una práctica común, y hasta reconocida. “¿Mi esposo se dejará arrastrar por esa tendencia?”. A veces, mientras más Yiyi pensaba al respecto, más creía ella que su matrimonio estaba al borde del colapso.
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El conflicto familiar empezó por la desconfianza
Cuando Yiyi charló con su hermana hace poco, sus palabras la hicieron sentir aún más miserable. Su hermana dijo: “las relaciones extramaritales son comunes en el mundo de hoy. Si una pareja piensa en permanecer, mejor es que se haga de la vista gorda al respecto. Así que no te lo tomes tan en serio. Es mejor así”. Y seguido, su hermana le dio ejemplos de cómo amigos suyos cometían adulterio.
Convencida con este testimonio, Yiyi cayó en la tentación de Satanás y su trampa inconscientemente. Así, empezó a estar en guardia contra su esposo, tratando de dilucidar si le era fiel o no según sus palabras. Si éste hablaba con cierta ligereza, ella sentía que deliberadamente la estaba menospreciando; pero si mostraba alguna consideración, entonces pensaba ella que trataba de guardar un secreto, tratando de ocultar su culpabilidad. Por si fuera poco, Yiyi comenzó a revisar los mensajes de textos en el celular de su esposo; una vez que hallaba una “pista”, comenzaba a interrogarlo exhaustivamente, como si de un detective se tratara, y atenta al más mínimo detalle de quien hiciera observación alguna sobre su esposo.
Poco después, su esposo prestó ayuda a una de sus compañeras laborales, reparando su computadora. Sin embargo, cometió el descuido de no informarle a Yiyi en su momento, convirtiéndose el suceso en una Manzana de la Discordia, por la que tuvieron un serio enfrentamiento verbal.
“Simplemente estás haciendo acusaciones infundadas. Conviertes nimiedades en hechos exagerados que terminan quebrándote la cabeza sin razón”, le dijo su esposo, indignado. Yiyi le contestó, sin vuelta de hoja: “y tú no te atreves a decir la verdad, porque sabes que algo te traes entre manos. Bien sabes que como mujer siento celos y desconfianza, porque te quiero y me importas. ¿Y tú? Pues ocultándome un secreto como ese…. ¿Cómo puedo así sentirme segura de ti?
Al final, su esposo tiró la puerta y se fue, mientras Yiyi se quedó en el cuarto hecha una furia y llorando. En consecuencia, su relación sufrió un embate, y una suerte de guerra fría comenzó en su interior.
Confiándose en Dios superaron su crisis matrimonial
La felicidad pareció morirse en su hogar. El afiche de unos tiernos ositos que sonreían enamorados, colgado en una pared, parecía un mal chiste. Al ver a su esposo abatido en el sofá, el corazón de Yiyi dio un vuelco. Entonces se dijo: “¿Estoy siendo poco razonable? Si me pusiera en sus zapatos, quizás reprobaría mi proceder. ¿Me reconcilio con él, entonces? Pero, hoy, esta situación no es sólo por mi culpa��� mas esta guerra fría en la que ha terminado tampoco es lo que quiero”. Así, luchó y luchó en su corazón, no hallando el coraje para dar su brazo a torcer.
Entonces, Yiyi se postró ante Dios y volcó ante Él su corazón. Sintió que El Señor había estado observando sus actos, y no podía soportar verla afligida por hechos que representan la mala disposición de Satanás. Así que se arrepintió de no haber acudido ante Dios, ni confiar en Él, y ni buscar la verdad para resolver aquel problema.
Luego, Yiyi habló a una hermana de fe sobre su tormento. La hermana pacientemente le hizo ver que se estaba inclinando a la mala disposición de Satanás al desconfiar de su esposo, cuando en realidad necesitaba reflexionar sobre su proceder y poner la verdad en práctica acorde a la palabra de Dios para cambiar ella misma lo más pronto posible. A través de este consejo, Dios iluminó a Yiyi, llevándola a pensar en sus palabras: “Aprecio mucho a quienes no albergan sospechas respecto a los demás y me gustan mucho los que aceptan de inmediato la verdad; Yo me preocupo mucho por estos dos tipos de personas, porque a Mis ojos ellos son los honestos”.
Dios es fiel. Obra acorde a los hechos y jamás esparce mal sobre nadie. Por ello, sólo nos pide que no nos permitamos ser suspicaces de los nuestros, dejándonos llevar por nuestra imaginación y, en vez, nos tornemos personas honestas. Pensando en pasado, La hizo ver que se basó en una situación imaginaria para juzgar a su esposo. Fue injusto para él. De hecho, éste le explicó él porqué había ayudado a su compañera con la computadora, y se aclararon las cosas. Sin embargo, su naturaleza suspicaz hizo que no le creyera, y que siguiera viendo problemas donde no los había, llevando la relación a un punto de quiebre. En ese momento, Yiyi entendió que todo su dolor lo causaba la mala disposición de Satanás, manifestada en desconfianza hacia su esposo, sembrando discordia en su estable relación. Cuando reflexionó sobre ello, Yiyi se sintió tranquila y en paz consigo misma, liberada del influjo de Satanás. Y así, casi sin darse cuenta, su matrimonio comenzó a mejorar.
Luego, Yiyi leyó estas palabras de Dios: “Si las personas no tienen comunicación verbal ni espiritual, no hay posibilidad de intimidad entre ellas, y no pueden proveerse ni ayudarse el uno al otro. … No finjas, no te camufles, sino ponte al descubierto, desnuda tu corazón para que los demás vean. Si puedes abrir tu corazón para que otros vean, y exponer todo lo que piensas y planeas hacer en tu corazón —sea positivo o negativo—, ¿no estarás siendo honesto?”
Yiyi se dio cuenta de que ni ella ni su esposo sabían cómo abrir su corazón uno al otro. Él era introvertido y no muy bueno en eso de expresarse. Su pensar era mayormente introspectivo, y lo guardaba para sí. Por su parte, Yiyi era arrogante y caprichosa, y cerraba las puertas de su corazón cuando se sentía infeliz. Luego de casados, y aunque rara vez lo se peleaban, siempre reprimían sus emociones y no tenían mucha comunicación real que aflorara la intimidad y el entendimiento entre ellos. A través de la palabra de Dios, Yiyi aprendió que: Dios pide que seamos personas honestas. Cuando ofrecemos nuestro corazón pleno a otros por medio de la comunicación verbal o espiritual, entramos en comunión unos con otros. Así, Yiyi creyó que al tiempo en que obrara, según la palabra de Dios, su matrimonio podría salvarse.
Al abrir sus corazones, salvaron su unión de la pesadilla del divorcio
Una noche tranquila, la alcoba matrimonial destilaba ternura a media luz. Yiyi y su esposo se entregaron el corazón uno al otro y compartieron su reciente aprendizaje. Yiyi se disculpó ante él, confesándole haberle guardado desconfianza por esos días. Ella lo malinterpretó, y ni siquiera le permitió brindar explicaciones. Pensó ella que lo hacía por el bien de su amor, Sin embargo, al finalmente volverse a Dios en búsqueda de la verdad, entendió que su proceder respondía a un carácter corrupto, y a una expresión de fariseísmo. Por lo que, Yiyi, sinceramente pidió a su esposo que la perdonara. Y él también se abrió a ella, admitiendo que se había enfadado porque no podía aceptar su desconfianza y malinterpretación para él. Pero cuando pensó en la petición de Dios de que seamos tolerantes, pacientes y comprensivos con los demás, al esposo se le pasó la molestia.
Al saber esto, Yiyi se sintió avergonzada de que ambos hubiesen pasado esos momentos miserables y de haber caído en el juego de Satanás gracias a su carácter corrupto. Su esposo le dijo entonces que él, cuando evidenciaba tales conductas deshonestas en la oficina, se mantenía alejado de la tentación al orar a Dios para que lo protegiera. Oyendo esta confesión, Yiyi sonrió para sí y agradeció al Señor por largo rato. Era la verdad del Altísimo que los regaba y proveía. Siendo que Dios los guió paso a paso y los vio crecer. Y ahora los ayudaba a cómo vivir y comportarse, para lo cual no debían caer en el juego de Satanás.
La palabra de Dios dice: “Siempre que Satanás corrompe al hombre o se implica en un daño desenfrenado, Dios no está por ahí ocioso ni tampoco se echa a un lado, ni hace la vista gorda con aquellos que Él ha elegido. A Dios le queda muy claro todo lo que Satanás hace, y lo entiende perfectamente. Independientemente de lo que sea, de la corriente que provoque su acción, Dios sabe todo lo que él está intentando hacer y no abandona a Sus elegidos. En cambio, sin llamar la atención, en secreto, silenciosamente, Dios hace todo lo necesario”.
Considerando la palabra de Dios e integrándola a su reciente experiencia, Yiyi sintió el amor divino en su totalidad. Ella y su esposo vivían en esta sociedad corrompida, pero gracias a la protección de Dios, ambos podían confiar uno del otro, y no optar por el divorcio cuando su matrimonio estuvo a punto del naufragio sino, en vez, reflexionar cada cual en base a la palabra de Dios y hallar la forma de salvar su unión. Fue por la gracia del Señor y de su protección que salvaron su relación. Y, a manera de final feliz, Yiyi y su esposo elevaron una oración de agradecimiento al creador tras abrir su corazón uno al otro.
(Traducido del original en inglés al español por Francisco Machalskys)
Fuente: Caminando con Jesucristo
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youngmbandbroke · 5 years
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𝐁𝐮𝐭 𝐬𝐮𝐜𝐤𝐬 𝐲𝐨𝐮 𝐚𝐢𝐧'𝐭 𝐠𝐢𝐯𝐞 𝐚 𝐟𝐮𝐜𝐤 𝐚𝐧𝐝 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐢𝐝𝐞𝐫𝐞𝐝 𝐚 𝐬𝐩𝐞𝐫𝐦 𝐝𝐨𝐧𝐨𝐫 𝐧𝐨𝐰
       ┊𝖧𝖾𝗒 𝖣𝖺𝖽, 𝗂𝗍'𝗌 𝗆𝖾, 𝗎𝗆... 𝖮𝗁, 𝖨'𝗆 𝖳𝗒𝗅𝖾𝗋, 𝖨 𝗍𝗁𝗂𝗇𝗄 𝖨'𝖽 𝖻𝖾 𝗒𝗈𝗎𝗋 𝗌𝗈𝗇. 𝖲𝗈𝗋𝗋𝗒, 𝖨 𝖼𝖺𝗅𝗅𝖾𝖽 𝗒𝗈𝗎 𝗍𝗁𝖾 𝗐𝗋𝗈𝗇𝗀 𝗇𝖺𝗆𝖾, 𝗌𝖾𝖾, 𝗆𝗒 𝖻𝗋𝖺𝗂𝗇'𝗌 𝗌𝗉𝗅𝗂𝗍𝗍𝗂𝗇𝗀 "𝖣𝖺𝖽" 𝗂𝗌𝗇'𝗍 𝗒𝗈𝗎𝗋 𝗇𝖺𝗆𝖾, 𝗌𝖾𝖾 "𝖥𝖺𝗀𝗀𝗈𝗍'𝗌" 𝖺 𝗅𝗂𝗍𝗍𝗅𝖾 𝗆𝗈𝗋𝖾 𝖿𝗂𝗍𝗍𝗂𝗇𝗀, 𝖬𝗈𝗆 𝗐𝖺𝗌 𝗈𝗇𝗅𝗒 𝗍𝗐𝖾𝗇𝗍𝗒 𝗐𝗁𝖾𝗇 𝗒𝗈𝗎 𝖺𝗂𝗇'𝗍 𝗁𝖺𝗏𝖾 𝖺𝗇𝗒 𝖿𝗎𝖼𝗄𝗌 𝗍𝗈 𝗌𝗉𝖺𝗋𝖾
Downtown, L.A. 
Sábado 9:23 AM 
Era día de abrir la tienda de Rakim, hace ya unas semanas le tocaba esa labor a Leonie ya que la esposa de Rakim estaba nuevamente embarazada, y con algunas dificultades considerando que cargaba gemelos de siete meses tenía que mantenerse en cama por ordenes del doctor. Rakim estaba al lado de su mujer todo el tiempo, por lo que la tienda estaba a cargo de Leonie la mayoría de la semana y, como el día de hoy, también de Noah; que era el segundo o tercer trabajo que mantenía. —Noah, es una tienda, no restaurant como para que vengas aquí a tomar desayuno. —Dijo la voz de Latiffa, mujer de Rakim por el walkie-talkie que mantenía la unión entre ellos, que vivían en el piso de arriba, con la tienda. —Lo siento, pero me estaban llamando. —Dijo Noah después de tragar un bocado de una Donna aún tibia de la mañana. —Eh, hombre, no dejes todo sucio, joder. —Se quejó Leonie soltando una carcajada después que el muchacho le haya salpicado de migajas dulces que comía. La campana de la puerta resonaba de vez en cuando por compras matutinas de la gente del barrio. Leonie se sentó tras la caja registradora mientras Noah hacía el inventario de vegetales a sus espaldas. Entro un hombre, que en tal momento Leonie no prestó atención. Puso una barra de Snicker frente a ella y la chica marcó unos números en la caja registradora. —0.71, señor. —¿Eres Leonie Vaudémont? —Dijo el hombre, titubeante, acento fuerte y marcado; no supo definir de dónde en aquel minuto. La chica alzó la mirada para encontrarse con un hombre en sus cercanos cuarenta y tantos con unos ojos cargados de azul. La rubia asintió y señaló la placa de metal en su pecho con el nombre “Leonie” grabado. —¿Quién pregunta? —Dijo la chica despreocupada. —Yo…mmh. Soy tu padre. —Admitió sin apartar la vista de la chica. Se escucharon cosas caer a sus espaldas, el shock no era solamente de Paris. Noah había dejado caer la caja con cosas al suelo; igual de paralizado con la vista puesta en el hombre. Paris pudo sentir su boca secarse, dejó caer la mandíbula del asombro. Pero no tardó en fruncir el ceño, ¿quién era él, que llegaba de la nada con tal estupidez? —No, no lo eres. —Dijo la chica incrédula, dejando escapar una carcajada sin gracia alguna. —He venido desde Eslovaquia, estoy aquí con mi mujer hace unos meses. He intentado buscar a Alexandra pero no he dado con ella… —Si lo haces, pues avísame —Admitió con gracia esta vez. Alexandra había desaparecido hace unos días, lo usual en casa de los Nichols. —Quería saber de ti, supe que naciste en América y sé que Alexandra se aseguró de no dejar rastro de su huida de vuelta en casa- Leonie le mantuvo la mirada, se le formaba un nudo en la garganta, sin saber exactamente cómo describir lo que sentía. El hombre hablaba y hablaba contando la historia de él y su madre pero hace ya un rato Paris había dejado de escuchar, pasaba la mirada por los rasgos fuertes del hombre, el acento cargado se notaba en su inglés previamente preparado. Una mano tocó su hombro y de pronto salió del trance, volvió la vista para mirar a Noah. No se dijeron nada pero el chico le observaba con preocupación. Click, de vuelta a la realidad. —No eres mi padre, es más, hombre; no te conozco. ¿Me has estado siguiendo? Joder, que eso es un delito aquí en América, soy menor de edad y tú un hombre viejo que me sigue. —Dijo atropelladamente, de pronto sintió el calor subirle a las mejillas, se sentía extrañamente nerviosa. Le salió una carcajada con una gracia que no correspondía al momento. —Eh, hombre, estamos trabajando. Le pediría que se retirara. —Sentenció Noah suavizando la voz. —Pero he venido aquí para hablar con mi hija. —¿17 años después? Joder, ¿quieres un puto premio por encontrarme? No eres mi padre, no me llames hija que para mi conocimiento no eres más que un donador de esperma. —Dijo la chica, volviendo la mirada al hombre. Había algo allí que le hacía sentir ansiedad recorrerle el cuerpo, extrañamente lo podía creer cierto, pero no lo admitiría en voz alta. —Por favor, tiene que irse. —Reiteró Noah, esta vez con la voz más grave y pesada. El hombre hizo de sus labios una línea, frunció el ceño y salió de la tienda. Entonces Leonie comenzó a temblar de pies a cabeza, pudo sentir su respiración acelerarse, de pronto le inundaron las gana de llorar. Hace tiempo no le pasaba, parecía ser la gota que derramó el vaso. Kane le hablaba pero los oídos de Paris se taparon escuchando sólo un pitido agudo. Se sujetó del mesón para ponerse de pie, pero el suelo pareció mejor idea. Se sentó de espaldas al mesón; Noah se arrodilló frente a ella con sus ojos cargados de preocupación. —Llamaré a Ian. —Dijo el chico atropelladamente. Paris le apretó la mano para detenerlo, él se quedó allí hasta que Leonie recuperó la respiración con normalidad. —No, aún no. —Paris, puedes marcharte a casa. —Dijo la voz de Latiffa, mucho más suave de lo normal. El Walkie talkie estaba encendido y probablemente había escuchado todo. —Loni ¿estás mejor? Puedo acompañarte a casa. De pronto todo hizo nuevamente click, había tenido un ataque de pánico, presa del shock ante el reciente testimonio. La chica se puso de pie y salió de la tienda, corrió buscando al hombre de hace unos minutos. —Eh, ni siquiera has dicho tu nombre. —Gritó al hombre que subía las escaleras hacía el metro. —Boris. —Bien, Boris ¿traes dinero contigo? —Dijo la chica, con voz dura y determinada. El hombre pareció desconcertado por una milésima de segundos hasta que comenzó a buscar en sus pantalones por dinero. —Porque me debes 17 años de pensión alimenticia, cabrón. Noah no tardó en llegar a su rescate, tiró del brazo de Leonie para volverla hacia él. —No es el mejor lugar para esta conversación, te llevaré a casa. —Dijo el chico aún con la mirada afligida puesta en su amiga. Paris estaba aún aturdida por lo que accedió, Kane fulminó con la mirada al hombre y se volteó para llevar a Paris de vuelta a casa. […] No estaba segura en cómo tan pronto todo se salió de control. Noah se había encargado de soltarle la noticia a Ian, pronto llegó a casa al igual que sus hermanos. Paris no había dicho una palabra. De pronto gritos llenaron el primer piso de la casa, gritos femeninos y masculinos en otro idioma. Que gracias a las enseñanzas de su madre desde niña podía comprender como el Eslovaco. Paris salió de su habitación y bajó con sigilo. Alexandra había vuelto a casa, Ian estaba afirmado en el mesón de la cocina continuamente intercambiando la mirada entre mamá y Boris, que ahora al parecer, tenían su reencuentro. La cara de su madre estaba roja de los gritos en lenguaje extranjero, no la veía perder así los cabales desde hace muchísimo. Los mellizos estaban en el segundo piso mirándolo todo desde la escalera. —Vayan con Richie, ¿sí? —Les dijo con voz suave a sus hermanos, ellos la miraron y asintieron. —Basta, por favor. —Dijo en un desgastado eslovaca que conocía. Los gritos cesaron y las miradas se fueron directamente a ella. Sintió unas horribles ganas de llorar, de esas que no te dejan hablar. Odiaba que los problemas se resumieran a ella. —No quiero más gritos aquí, hombre, ¿quieres irte? Ya no fuiste mi padre por 17 años, no esperes que lo serás ahora. La única ayuda que necesito es económica, y si no la tienes, sinceramente, no me importa porque no quiero saber de ti. ¿Dijiste que viniste aquí con tu mujer? Pues vete de vuelta con ella, Los Ángeles es bastante grande —Soltó una carcajada sin gracia. — Ya tenemos los suficientes problemas en esta casa, no necesito otro. —Admitió finalizando el discurso, salió por la puerta trasera y se sentó en las escaleras que daban al patio. En algún momento se había puesto a llorar, tenía las mejillas húmedas y ahora podía soltar un suspiro pesado. Afirmó la cabeza en sus rodillas y lloró allí en silencio hasta que volvió a escuchar los gritos de vuelta en casa. Levantó la cabeza al momento en que alguien se sentaba a su lado, era Gerald. Destapó dos cervezas y le dio una a la chica, quién la recibió con gusto saciando la sed de su garganta apretada. —Es un puto cabronazo, se perdió a una gran chica. —Tengo entendido que Alexandra huyó de él. —Aclaró Paris. —Hablo de ti, cielo. —Mencionó el hombre volviendo la mirada hacia los ojos océano de la joven. Le miró con ternura, una que siempre le ofreció a Paris, sin ser su hija, y como el puto desastre que era Gerald, aún así era la más genuina imagen paterna que la chica tenía. —No quiero causar más problemas, ¿sabes? —Dijo con la voz quebrada.— Ya tenemos los suficientes. —Susurró para volver a echarse a llorar, Gerald le abrazó acurrucándola y dejando un beso en el cabello grisáceo de la muchacha. —Los problemas vienen con el ser un Nichols-Vaudémont. —Mencionó volviendo a beber un sorbo de la botella.— Siempre estuve dispuesto a darte mi apellido, desde que te vi nacer supe que serías mi hija ¿sabes? Pero Alexandra quiso mantener su apellido en ti, eres sus raíces. Ese hombre de allí dentro puede que te haya dado la vida- —Alexandra me dio la vida, él sólo dio esperma. —Corrigió. —Cierto. El punto es; que no necesitas abrumarte porque tu padre haya aparecido. Eres una Nichols-Vaudémont hecha y derecha, ninguna paternidad a estas alturas cambiará eso. —Y eso es bueno —Dijo la chica con un deje de luz en su voz. Extrañamente las palabras de Gerald siempre parecían encajar, tenía el don de las palabras y por eso le hacía un buen y jodido estafador. Pero ahora, le agradecía que estuviera ahí.
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