Tumgik
#es un circulo satisfactorio y obviamente es lo correcto
acabo de terminar Matrimillas/The Marriage App y yo se que no es la moraleja del cuento pero necesito un spinoff o un fanfic YA en que Fede y Belu son delicuentes o ladrones o asesinos o algo asi porque su energia caotica y agresiva es por las nubes y me encanta.
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gustavxsolberg-blog · 7 years
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- 5 años atrás.
Mr. Petter Stordalen, empresario millonario de Noruega, organizó una gala de beneficencia con el fin de recaudar fondos para la protección del bosque en Bergen y además aprovechar para concientizar al mundo sobre los perjuicios de la tala de árboles. Esa era la novedad de la época, las causas naturales con el fin de cuidar el medioambiente y toda esa historia moderna de la sustentabilidad. Al parecer los niños desnutridos en África habían perdido el llamativo para los multimillonarios que utilizan la vulnerabilidad como mascara para organizar cocteles y eventos de sociedad.
El hecho es que se planificó una celebración en grandes magnitudes y estaban invitados todos los personajes más distinguidos de la sociedad noruega. Obviamente la familia Bhurns estaba entre la lista de convocados, pero no todos los integrantes habían confirmado su asistencia al evento. ¿Por qué? Porque para ellos hay asuntos más importantes que perder el tiempo en una noche de gala ostentosa. Al menos los reyes no serían participes de eventos como esos, pero en cambio algunos de sus hijos fueron los primeros en confirmar. ¿Un ejemplo? Gustav. 
Se tomó la invitación como una oportunidad de obtener diversión a costa de las pretensiones de todos los estirados de su Nación. Para él las galas de esa envergadura son la oportunidad ideal para realizar “travesuras de adultos”. De esas que dan que hablar y generan cotilleo hasta Internacional. Después de todo les termina haciendo un favor a los organizadores, porque sus eventos se vuelven los mejores del año.
Lo satisfactorio de una oportunidad como esa es reencontrase con amigos que no ves hace mucho tiempo, en especial si eres un desatento como el heredero a la corona que sólo se topa con sus colegas en fiestas o actos de presencia reales, nunca por su propia voluntad de reencontrarse. Ese era uno de sus defectos, que para cualquier grupo normal de amigos sería motivo de alejamiento, pero para grupos de amigos como los de Gustav no significa nada porque cada quién vive en su mundo. “Dime con quién te juntas y te diré quién eres”, dice el dicho.
Llegado el día… todos se vistieron de gala y se presentaron a la gran reunión.
Gustav atravesó las amplias puertas y de gran altura enfundado en su traje fino de marca Gucci. Llevando con altura una apariencia de modelo de catálogo. Sus zapatos también fueron de primera marca, tan brillantes como el sol, sonando con cada paso sobre el mármol de la entrada. Su cabellera peinada hacia un costado, sus ojos verdes como el césped y su sonrisa sobradora llamaron la atención, el mundo se volteó a mirarlo. Pero él danzó con habilidad caminando alrededor de los pequeños grupos de personas, como si la existencia de los presentes no fuera ni tan sólo un poco relevante. Buscó desesperadamente a los rostros más conocidos del lugar, porque sólo esos merecían el gusto de disfrutar de su compañía.
 — Las chicas son bonitas, pero como que el ambiente esta aburrido. No me gusta. — dijo Gustav, había encontrado al grupo ideal para mezclarse. Caballeros con mentalidad similar a la suya.
No buscaba imponerse al grupo, quiso integrarse, por lo que se posicionó junto a los demás, ampliando el circulo que formaban los hombres apilados. Y enseguida se generó un clima de complicidad masculina, en el marco de cierto grado de confianza entre todos. Hombres del mundo de la caza, habilidosos en el arte de la conquista y la seducción, que veían ese evento como la oportunidad de atrapar a las mejores presas de Oslo.
Mientras ellos hablaban, repasando la lista de féminas de la noche, el anfitrión de la fiesta apareció por la puerta principal acompañado de su flamante esposa Gunhild, una dama de unos treinta y tantos años. Magnifica de silueta, de cabellos dorados y sonrisa de anuncio de pasta dental. Lo suficientemente conservada como para gustarle a un hombre de cualquier edad. Quizás por eso Gustav la fichó y no la dejó de mirar en todo el recorrido que la pareja hizo hasta llegar al centro de la pista, rodeados por elogios y aplausos. 
Lo que siguió después de ese momento es de esperarse. Muchos aduladores intentado caer bien, mujeres ofreciendo más que una charla y hombre adinerados hablando sobre la paz mundial y el interés que tienen en aumentar sus millones. Puras tradiciones de eventos de beneficencia. Únicamente se salvaron aquellos que estaban festejando, sea con bebidas o con bailes desinhibidos. 
El príncipe se mantuvo volátil, charlando aquí y allá hasta que detecto una oportunidad que lo tomó por sorpresa. Porque junto a él pasó la mujer del empresario, sonriente y ajustada con ese traje de diseñador. Y como es de esperarse, Gustav atacó, la invitó a compartir una pieza de baile en donde ella se convirtió en la presa, aunque era inconsciente sobre ello.
— Hola, me llamo Gustav. Es un placer… conocerla. — murmuró en voz seductora.
Más que obvio que ella sabía junto a quién estaba bailando, pero el presentarse siempre había sido un elemento del plan de seducción. 
— Príncipe, ya sé quién es usted y debo decir que el gusto es mío. —
La dama parecía ser una autentica flor delicada, no sólo por la tenue tonalidad de su voz y sus frágiles movimientos, sino por toda su esencia y por la energía que emana con sólo mirar. Bailar con ella se parecía a bailar con un hada.
— Que bien te ves… te adelanto, no me importa quién sea él. — lanzó de golpe si a penas titubear. Del todo esperable una actitud directa de su parte.
— ¿Disculpa? — hasta su voz de asombro se sentía delicada.
— Dígame usted si ha hecho algo travieso alguna vez. — volvió a atacar.
La gente les observaba, el príncipe estuvo compartiendo un momento de baile con la mujer del anfitrión y él ni siquiera solía bailar en individual. Aunque seguramente en ningún momento se les hubiese ocurrido imaginar la calidad de las palabras que él estaba murmurando a la mujer. Nadie imaginó un acto de desfachatez tan grade de su parte. 
Encima de todo, la expresión de ella era de desconcierto, no lograba procesar lo que le había dicho el joven de 23 años de edad, por debajo de la suya. Inclusive, no logró responder a la pregunta, quedó en silencio.
— Una aventura es más divertida si huele a peligro. — murmuró el hombre al acercarse al oído de la dama. Palabras traviesas disfrazadas en más susurros. 
— Príncipe, ¿qué clase de ocurrencias son estas? — fue la respuesta.
Ella llegó a pensar que se trataba de alguna broma del joven, alguna prenda que debió cumplir a pedido de sus amigos o simplemente un juego macabro de su parte. Sentía, en su interior, que aquel momento era algo así como un sueño, imposible de ser autentico. 
“¿Una mujer común cortejada por el heredero?”
Pero para él las cosas eran distintas, no se lo tomaba exactamente como un juego, sino que lo veía como una prueba a su hombría. Es que para sus veintitantos años él ya se creía todo viril y capaz de tener a cualquier mujer con tan solo señalarla, un ego de estratosfera. 
— ¿Y si te invito una copa y me acerco a tú boca? —  cortejó en medio de un giro sobre el suelo. El baile no estaba siendo prioridad en ese momento, pero había que disimular. 
— Si te robo un besito, a ver, ¿te enojas conmigo? —  continuó. 
— Si te falto al respeto y luego culpo al alcohol, ¿me darías el derecho a medir tu sensatez? ¿A poner en juego tu cuerpo? — redobló la apuesta, abusando de su perfume esquicio, su voz aterciopelada y sus encantadores ojos que doblegan a cualquiera. 
El contacto físico había sido correcto hasta ese momento. Todos estaban bailando en la misma cercanía que ellos, porque la pieza de música generó esa corta distancia de cuerpos. Pero Gustav siempre tuvo un problema con las manos, porque cobran vida por sí solas y les gusta manosear todo lo que tienen a su paso. Y allí ocurrió, que él llevó su mano derecha a la espalda baja de la mujer, para acercarla aún más a su cuerpo, generando cierto roce entre las pelvis de ambos. Vulgarmente, presentándole el tamaño de su miembro mediante el contacto fugaz. 
— Si te parece imprudente esta propuesta indecente. — tituló formalmente.
La rubia se enrojeció. Su piel color porcelana se tornó en color tomate debido a los comentarios y la demostración de interés por parte de su compañero de baile. Pero no formuló palabra alguna, ni en rechazo, ni en aprobación, únicamente se quedó mirando la profundad de esos ojos verdes por la razón sencilla de que en su mirada lo decía todo. Una aceptación silenciosa que al terminar la canción los guió a un cuarto apartado del resto, en donde se dio la magia.
Una aventura es más divertida si huele a peligro.  
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