Tumgik
#juegos con baúles cofre del tesoro
ideactica · 5 years
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hirelingscenario · 4 years
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VII
Ejem… Vale, es evidente que estar encerrada en casa no me hace más constante como escritora. ¡PERO! Mirad qué capítulo tan largo. Espero que compense un pelín lo terrible que soy para actualizar…
Este capítulo me gusta aunque se aleja demasiado de la idea original de cómo se relacionan Candy y Rayan en el juego. Pero como ya he dicho alguna vez, su relación me parecía muy irreal, con Rayan enamorándose básicamente porque sí. Espero que os guste pese a las “licencias” que me tomo.
Ya sabéis que todo lo que os guste, os encante u odiéis podéis decírmelo más que libremente, personas bonitas <3
*
Mi nueva política respecto a Rosa y Alex había sido un éxito. Los quería mucho y me reía mucho con ellos, pero era verdad que sus consejos resonaban cada vez menos con la persona en la que me estaba convirtiendo. Aun así me divertía con ellos, y cuando Rosa nos dijo que Leigh quería celebrar su cumpleaños de forma discreta y familiar, sabía que Alexy y yo teníamos que presentar un regalo a la altura del cariño que sentíamos por él.
Y fue Alexy el que tuvo una idea increíble. Como teníamos varias semanas por delante, nos dedicamos a encontrar las mejores tiendas de telas que hubiera tanto en nuestra ciudad como a los alrededores. Mis padres incluso me dejaban llevarme el coche los fines de semana para ir a otras ciudades a comprar telas. Nuestra selección era increíble: habíamos encontrado telas brocadas, muselinas, sedas teñidas, encajes…
Sabíamos que Lysandro no iba a poder venir, con lo que queríamos que nuestro regalo fuera lo suficientemente espectacular para distraer a Leigh. Alexy había conseguido encontrar un enorme baúl de madera donde íbamos a guardar todas las telas como un cofre de tesoro pirata, y el baúl llevaba recorriendo el país en el maletero de mis pacientes y maravillosos padres desde entonces.
Toda esta búsqueda me ayudaba a evadirme de mis preocupaciones. La principal debería ser lo poco que iba avanzando con mi tesis, pero en realidad mi principal preocupación era la falta de interacción con Nathaniel.
Decidida a no parecer totalmente desesperada, sólo le había mandado dos mensajes en dos semanas. El primero para preguntarle si quería quedar a tomar un café al que me respondió con dolorosas evasivas y el segundo para saber qué tal estaba que leyó pero directamente decidió no responder.
No era una conversación que quisiera tener con nadie. Rosa, Alexy, Castiel e incluso Priya parecían más dispuestos a gritarme que me alejara de él cuanto antes, y con Chani empezaba a tener la sensación de monopolizar todas nuestras conversaciones con el tema de Nathaniel.
Chani me caía muy bien. Era dulce pero firme, y además era muy consciente de su propia excentricidad, con lo que tenía una maravillosa capacidad para restarse importancia y reírse de sí misma. Yo no quería arruinar nuestra amistad siendo la típica persona que solo sabe hablar de su vida amorosa. Además, en este caso ni siquiera podía considerarse vida amorosa.
Con lo que la única persona disponible para rumiar sobre qué demonios pasaba con Nathaniel era yo misma. Y a eso me dedicaba en cuerpo y alma en mi habitación cuando llamaron a la puerta. Yeleen y yo intercambiamos una mirada de sorpresa, pues claramente ninguna esperaba una visita a esas horas de un domingo. Me puse de pie y me acerqué a la puerta, solo para descubrir a Castiel con gesto impaciente al otro lado.
–Hol…
–¿¡Castiel!?
Yeleen se incorporó de golpe de su cama, pasándose la mano por los alborotados rizos mientras miraba al malhumorado chico en nuestra puerta.
Castiel la saludó con un gesto de la cabeza.
–Hola… ¿Puedo pasar?– lanzó una mirada impaciente por encima de su hombro– Me están echando fotos y me estoy poniendo histérico.
Me moví hacia un lado para que pudiera pasar, sin terminar de entender la situación. Cerré la puerta tras él.
–¿Qué haces…?
–¿Os conocéis?– de pronto teníamos a Yeleen a nuestro lado, mirando a Castiel con una sonrisa que jamás le había visto.
Castiel le sonrió de forma educada.
–Somos amigos desde hace muchos años.– ante lo que claramente debía ser una mirada de incredulidad por mi parte, Castiel se giró hacia mí y me explicó: –. He conocido a Yeleen en algunos conciertos por aquí.
Asentí lentamente, intentando calcular cuántos puntos me iba a restar con mi cocodrilo el hecho de que Castiel y yo fuéramos cercanos. Él se movió sin sentirse cohibido hacia mi lado de la habitación y se sentó en mi cama. Era una escena extrañamente parecida a la época del instituto, cuando mi padre toleraba e incluso alentaba la presencial de Castiel porque era muy consciente de que todo tiempo con él era tiempo que no pasaba con mi novio.
–Vengo a pedirte un favor enorme, y siempre puedes mandarme a la mierda.
Reviviendo el espíritu adolescente, me senté en el suelo frente a él, con las piernas cruzadas a lo indio. Sentía la mirada de Yeleen clavada en mi espalda, pero intenté ignorarla.
–Suelo hacerlo, pero dime.
–Tenemos un concierto la próxima semana, pero nuestro fotógrafo de siempre nos ha dicho a última hora que no puede. Y como son fotos que queremos incluir entre nuestro material, no nos fiamos demasiado de la gente a la que podemos contratar con tan poco margen de tiempo– me lanzó una mirada casi suplicante–. No podemos pagarte mucho, y sé que te estoy avisando con muy poco tiempo, pero me comprometo a pagarte todas las copas del mundo cuando acabemos.
Solté una risita burlona.
–Pues te va a salir cara la noche…– descrucé las piernas y me arrastré hacia el cajón donde guardaba los objetivos de mi cámara, comprobando cuáles tenía ahí y cuáles en casa de mis padres–. Pero claro, no te preocupes. Solo dime a qué hora empezáis con la prueba de luces y sonido y yo estaré ahí.
Castiel apretó los puños en señal de victoria. Se incorporó y sacó su móvil del bolsillo.
–Eres la mejor, le voy a decir a nuestra manager que te llame para darte toda la información– se encaminó con paso decidido hacia la puerta. Pero antes de irse, se giró hacia Yeleen, que evidentemente había estado atenta a nuestra conversación. Castiel le sonrió–. Deberías ver sus fotografías. Es una de las mejores artistas que conozco.
Fue en ese momento cuando me acordé que había sido con Castiel con quien me había desahogado en primer lugar sobre Yeleen y sus fotografías improvisadas. Él me lanzó una última sonrisa, que a mí me pareció traviesa, antes de abandonar nuestra habitación. Y aunque yo sentía un enorme placer, también estaba temiendo cómo iba a reaccionar Yeleen ante tanta información. No solo era amiga cercana de Castiel, al parecer también era su fotógrafa de emergencia.
Pero Yeleen se limitó a mirarme de reojo y con el gesto mohíno de un niño pequeño, masculló:
–Es cierto que eres una excelente fotógrafa.
Me di cuenta de que, me valiera o no, esa era la única disculpa que mi cocodrilo me iba a dar. Así que decidí quedarme con lo bueno de la vida y sonreírle, aceptando sus disculpas.
*
Es humillante reconocerlo, pero los días pasaban y yo seguía mirando el móvil cada poco tiempo esperando encontrar un mensaje de Nathaniel. Incluso hice la enorme ridiculez de cambiar mi foto de perfil, esperando que hiciera algún comentario o empezáramos una conversación.
Vale, cambié la foto de perfil dos veces.
Pero cada mañana era una nueva desilusión, mi último “qué tal” ignorando, criando malvas junto a mi orgullo enterrado. Al parecer mi ansiedad al mirar el móvil de reojo debía ser palpable, porque al acabar una clase en la que Melody se había sentado a mi lado sin una Chani para compensar, me comentó señalando mi teléfono:
–¿Estabas esperando algún mensaje importante?
Me molestó que fuera tan entrometida, pero me obligué a recordarme que era una buena chica. Aun así, decidí tirar de un poco de humor negro y meterme con ella.
–He tenido un funeral hace poco en mi entorno­.
Inmediatamente Melody puso cara de espanto y comenzó a articular una disculpa, pero yo le resté importancia con un gesto de la mano. No me sentí lo suficientemente culpable para decirle que el funeral era por mi dignidad, pero tampoco quería que se martirizara.
–No te preocupes, nadie cercano…– respiré hondo y empecé a recoger mis cosas. En un intento de aliviar la tensión, pregunté:­– ¿Qué tal llevas el trabajo final?
Sabía que ese era un tema en el que le iba a encantar explayarse, por eso le dirigí una sonrisa alentadora.
–Pues no tan bien como me gustaría, no llevo escrita ni la mitad y…
Dejé de escuchar en ese mismo instante. ¿Ni la mitad? Pero si quedaban como diez meses para entregarlo, ¿cómo iba a ir esa infeliz por la mitad? Casi me daba un ictus ahí mismo, pensando que yo no había terminado ni de plantear la idea cuando me forcé a relajarme y recordar que estaba hablando con Melody. Ella era así. No quería joderme la vida.
Melody no había dejado de parlotear ni un segundo, y cuando volví a prestarle mi atención, asentí como si hubiese hecho caso todo el rato.
–… y siendo la asistente del señor Zaidi tengo un horario bastante más apretado– ah, sí. En caso de que, Dios no quisiera que me olvidara que Melody era la asistente del señor Zaidi, ella aprovechó para recordármelo–. Por suerte este fin de semana él estará ocupado, es el cumpleaños de su esposa y me ha dicho que no hace…
–¿Disculpa, esposa?
Creí que a Melody le molestaría que la interrumpiera, pero esbozó una sonrisita de satisfacción. No creía que a mí se me notara tanto la desilusión como la sorpresa, así que solo pude imaginar que Melody estaba satisfecha por poder hacer hincapié en lo cercana que era al profesor Zaidi.
–Sí, no la he conocido personalmente– dijo con tono casi de disculpa–, pero en alguna ocasión he tenido que ir a casa del profesor Zaidi… Por cuestiones del trabajo, evidentemente.
–Evidentemente– asentí.
–Y he visto algunas fotos de ella. No le he preguntado porque no quería resultar indiscreta, pero en cuanto me dijo que este fin de semana era el cumpleaños de su esposa, até cabos…
Dejé que Melody siguiera hablando. Era una absoluta estupidez que me sintiera decepcionada, pero en mi cabeza había creído firmemente que al menos un flirteo tonto había existido entre el profesor Zaidi y yo. Pero teniendo en cuenta cómo había evolucionado mi relación con Nathaniel desde que volví a la ciudad, no podía negar que hubiera más posibilidades de que todo estuviera en mi cabeza.
A lo largo del día me entró un nuevo miedo. ¿Me estaba convirtiendo en una de esas chicas obsesionadas con tener pareja, o vivir algún drama romántico? Llevaba varios años sin tener ninguna relación seria, y no me había sentido particularmente sola ni desesperada. Pero llevaba menos de cuatro meses de vuelta y ya había inventado dos posibles romances en mi cabeza. Era evidente que necesitaba relajarme. Y ver menos episodios de Outlander.
*
Bufando y resoplando, mi padre terminó de subir el arcón de madera al maletero del coche. Esa noche era la cena de cumpleaños de Leigh, así que había ido a casa de mis padres a coger el coche y el arcón, antes de pasar a recoger a Alexy e irnos a la cena. Después Alexy volvería al campus en el coche de Rosalya y Leigh. Mi padre, una vez me vio engalanada con un vestido largo y tacones, insistió en mover el arcón él solo en lugar de dejarme ayudar. Para cuando cerró el maletero, era evidente que se arrepentía de su decisión.
–¿Exactamente cómo vas a bajar eso?– me preguntó, pasándose una mano por la frente sudada.
–Alexy admitirá que necesita ayuda y entre los dos lo llevaremos­.
–¿Vendrás luego a dormir?– inquirió mi madre desde la puerta de casa.
–A no ser que queráis regalarme el coche y me lo pueda llevar a la universidad…– sugerí.
–Claro que sí, y nosotros nos quedamos con el Rolls Royce– mi padre esbozó una mueca, que yo le devolví.
–Papá, no seas hipócrita, que es un Mercedes.
Un par de pullas después, mis padres me despidieron, recordándome amablemente que cualquier desperfecto en el coche lo pagaría yo.
Recogí a Alexy, impecable con un traje color burdeos, en la puerta de su casa. Teníamos un plan bien establecido con Rosa: llegaríamos al restaurante los últimos, esconderíamos el arcón con el consentimiento de los encargados detrás de la barra y esperaríamos a la tarta para sacarlo. Entonces aquel monstruo de media tonelada pasaría a ser el problema de Rosa, Leigh y su coche.
Alexy y yo íbamos cantando de camino al restaurante cuando llegó un mensaje de Rosa al grupo.
–Dice que Leigh ha invitado a alguien más, y que espera que nos hayamos arreglado– leyó Alexy.
–Pensé que esto iba a ser algo más bien íntimo, ¿a quién habrá invitado?
–No lo sé, pero menos mal que vamos como a los Oscars…
Menos gracia nos hizo ir vestidos de Oscar cuando tuvimos que maniobrar con el arcón. Por algún milagro inexplicable, encontré un hueco para aparcar casi en la misma puerta del restaurante. Tuve que correr a la puerta, avisar al encargado de que éramos los dementes que veníamos con un cofre pirata y volver a correr, con mis tacones y mi vestido largo, hacia el coche. El espectáculo que dimos fue ridículo, tanto que unos camareros se apiadaron de nosotros y vinieron a echarnos una mano. Mientras yo cerraba el maletero, dos camareros y Alexy intentaron correr hacia la entrada para tardar lo menos posible mientras otro sujetaba la puerta. Por fin, dejamos el maldito armatoste escondido.
–Uf, vale… ¿Cómo estoy? – terminamos de empujar el arcón, me incorporé y miré a Alexy.
Él me reacomodó algunos rizos y me restiró los hombros del vestido.
–Divina. ¿Y yo?
Por mi parte, le ahuequé el pañuelo que llevaba y examiné con atención su aspecto.
–Espectacular.
Sonreímos, asentimos y Alexy me ofreció su brazo. Caminamos cogidos del brazo por el restaurante, estilosos e imponentes, como si no hubiésemos estado resoplando y correteando unos minutos antes. Rosalya nos vio llegar desde la otra punta del restaurante y nos saludó con un gesto de la mano. Nos dirigimos a la mesa, y a medida que nos acercamos me di cuenta de que de las dos figuras en traje que se levantaban para recibirnos, una era la de Leigh y la otra era la del profesor Zaidi.
–¿Qué cojones..?– preguntó Alexy entre dientes, sin perder ni un segundo la sonrisa.
–¿Estás viendo lo mismo que yo?– susurré, sonriendo también.
–¿Nos ha tocado la lotería o algo?
Estábamos tan cerca ya de la mesa que no me atreví a responder. Tampoco quería, pues ver ahí al profesor Zaidi sólo me recordaba las historias que me había montado yo en mi cabeza, no solo con Nathaniel, sino con él también. Pero como no podía permitir que mis fantasías infantiles arruinaran el cumpleaños de mi amigo, emplasté en mi cara la más brillante de las sonrisas.
–Buenas noches– saludé una vez llegamos a la mesa. Le di un breve abrazo a Leigh–. Feliz cumpleaños.
Leigh me devolvió el abrazo antes de dirigir el mismo gesto a Alexy.
–Muchas gracias por venir– nos dijo. Se giró y señaló al profesor Zaidi, de pie a su lado–. Creo que ya conocéis a mi amigo, Rayan.
El profesor Zaidi me dirigió una sonrisa cálida.
–Buenas noches… Hall.
Le lancé una mirada de sorpresa, pero entonces me di cuenta de lo incómoda que iba a resultarnos la noche si yo me dirigía a él como “señor Zaidi” mientras todos los demás nos tuteábamos. Le devolví la sonrisa y asentí suavemente.
–Rayan.
Fue extraño, pero encajó desde el primer momento. Rayan, como al parecer iba a llamarlo el resto de la noche, y Alexy se presentaron y todos nos sentamos a la mesa. Rosa había encargado el menú de antemano, con lo que sólo teníamos que relajarnos, brindar y charlar mientras los platos y la bebida iban llegando a nuestra mesa. Me resultó sorprendente lo cómodos que nos sentíamos todos en presencia de Rayan, a quien ni siquiera percibía como un profesor en esos momentos. Leigh también parecía un poco más cómodo teniendo alguien cercano a su edad con nosotros.
–¿Cómo es que no has invitado a Morgan, Alexy?­– preguntó Leigh.
–Ya tenía otros planes para hoy, pero quería que te felicitara de su parte.
–¿Morgan?– preguntó Rayan.
Alexy se giró hacia él y le lanzó una sonrisa llena de aplomo. Siempre me había dado envidia la seguridad y la naturalidad con la que llevaba ser gay, porque estaba segura que yo en su lugar viviría preocupada por si alguien iba a ser desagradable conmigo o mi pareja.
–Mi novio– aclaró él.
Durante un breve instante, Rayan parpadeó sorprendido. Fue imperceptible, pero en lo que duró ese parpadeo, todos esperamos atentos el siguiente comentario que hiciera.
–Vaya, creía que vosotros dos estabais juntos­– comentó, señalándonos a Alexy y a mí y riéndose–. Lo siento, es que habéis hecho una entrada tan espectacular…
Todos estallamos en risas y el ambiente se relajó inmediatamente.
–La verdad sea dicha, esa entrada está ensayada–admitió Alexy, sonriente.
–Y yo no soy su público objetivo–me reí.
La cena continuó de forma fluida. La comida era generosa, y la bebida también. Rayan, Leigh y yo íbamos a conducir para volver a casa, pero eso no impidió que bebiéramos varios cócteles vírgenes que estaban buenísimos. Estábamos llegando casi a l momento mágico de la tarta, cuando empezó a sonar el móvil de Rosalya. Al mirar el gesto del identificador de llamadas, su gesto se ensombreció.
–Es el casero…– dijo. Se puso de pie para coger la llamada– Disculpadme.
Todos asentimos y nos volvimos hacia Leigh.
–¿Alguna vez os ha llamado a esta hora?– preguntó Alexy.
Leigh negó con la cabeza, y me invadió la incómoda sensación de que nuestra alegre noche iba a llegar a un abrupto final. Rosalya volvió unos minutos más tarde, lívida.
–Resulta que ha estallado una tubería del piso de encima– informó–, y el casero teme que se nos esté inundando el baño. No tiene llaves para entrar.
–¿¡Qué!?– Leigh se incorporó de golpe– Lo siento muchísimo, chicos, pero tenemos que irnos…
–Claro…– comenzó a asentir Rayan.
Alexy y yo compartimos una mirada de horror. Era evidente que los dos estábamos pensando en lo mismo.
–Esperad, esperad– Alexy se puso de pie y extendió una mano hacia Rosalya–. Dame las llaves de tu coche. Deja que guarde el regalo de Leigh.
–¿Mi regalo?
–Joder, es verdad…– bufó Rosa, que solo soltaba tacos cuando la situación la superaba.
Me di cuenta de lo caótico que estaba resultando todo, así que me puse de pie yo también y le apoyé una mano en los hombros a mi amiga.
–Eh, tranquila– susurré. Le sonreí de forma tranquilizadora–. Si el casero ya ha llamado es que se toma este problema en serio. El seguro se hará cargo de todo. Danos cinco minutos y os podéis ir. ¡Menos incluso!
Rosalya sonrió, asintió y nos dio las llaves. Alexy se movió a la velocidad del rayo, consiguiendo que los santos camareros volvieran a ayudarle a llevar el arcón al coche de Leigh.
–Ábrelo mañana– le pedí–. Así te animará después de lo de la tubería.
Rosa me cogió el brazo y me llevó aparte antes de susurrar.
–Hall, ¿te importa hacerte cargo de la cuenta? Deberían ser cuatro menús cerrados, y mañana te hago una transferencia.
–Claro, no te preocupes.
De forma apresurada, todos nos despedimos. Alexy también se iba con ellos, así que terminamos quedándonos Rayan y yo solos en la mesa con cara de pasmo.
–Joder, vaya cumpleaños…– solté sin pensar.
Rayan se rio y se giró hacia mí.
–¿Qué era el regalo?
Incluso yo misma noté cómo se me iluminaba el rostro mientras le contaba la idea del arcón de telas y todos los recorridos que habíamos hecho para conseguirlas. Mientras charlábamos, los camareros recogieron los platos de la mesa. Finalmente, uno de ellos se acercó a nosotros y nos preguntó:
–¿Vais a tomar el postre?
Nos miramos un instante, dudando. Rayan sonrió.
–Yo tengo tiempo. ¿Hall?
Le devolví la sonrisa y me giré al camarero para asentir.
–¿Podemos tomarlo en la barra?– señalé con un gesto de la mano la enorme mesa donde solo quedábamos dos personas–. Me siento rarísima en una mesa así de vacía.
Rayan se puso de pie y nos encaminamos hacia la barra. Ahora que estábamos solos, fui muy consciente de lo impresionante que me resultaba vestido de traje, y di las gracias por las dos horas que había dedicado a arreglarme.
Cuando nos sentamos en la barra, la conversación siguió fluyendo con la misma naturalidad que cuando estábamos todos juntos a la mesa. Creí que del tema de las telas pasaríamos a hablar invariablemente de arte, pero la historia de cómo tomé la salida equivocada al ir a buscar una tela y acabé en una granja de burros terminó dando pie a que nos contáramos las historias más absurdas de nuestras anécdotas por carretera y de búsquedas de regalos originales. Nos estábamos riendo a carcajadas cuando de pronto recordé algo.
–¿Cómo es que no tienes una anécdota para este fin de semana?
–¿Para este fin de semana?– repitió.
–Oh, Melody me comentó que este fin de semana ella iba a trabajar menos contigo porque es el cumpleaños de tu esposa– sonreí–. ¿Qué le has comprado?
El cambio en el semblante de Rayan pasó por varias fases en a penas unos segundos. Primero, su gesto se oscureció, pero al cabo de unos instantes adoptó una expresión que sólo se podía categorizar como melancólica. Desvió la mirada hacia la nada y su voz bajó varios tonos cuando habló.
–Mi mujer… Murió hace siete años en un atentado en un centro comercial…
Mi reacción fue física antes que racional. Noté un extraño cosquilleo en la yema de los dedos, antes incluso de sentir que perdía el color de los labios. Cuando hablé, sentí que era otra persona la que estaba moviendo los labios y otra voz la que sonaba.
–¿El del Lunar Park 2?
Rayan alzó la mirada, sorprendido. Casi asustado. Yo no sentía la cara, con lo que no sabía qué expresión estaba poniendo. Ante su reacción, sólo pude bajar la mirada hacia mis manos en la barra.
–Fue justo antes de mudarnos aquí, la primera vez– susurré–. Creo que mis padres ni siquiera habían decidido aún si debíamos mudarnos o no…
Lentamente, como si temiera asustarme, Rayan cogió una de mis manos entre las suyas. Durante un largo instante, solo pude pensar en lo cálidas que me resultaban contra el incómodo cosquilleo de las mías. Alcé la mirada y esbocé un gesto trémulo que pretendía ser una sonrisa. Y sin saber muy bien por qué, le conté algo que ninguno de mis amigos sabía.
–Creo que ni siquiera estuvimos al alcance del tirador. Mi padre estaba dentro de una tienda porque le iban a cambiar la batería a su móvil y yo estaba fuera en un banco esperando– tragué saliva. Recordaba de forma vívida detalles absurdos, como los calcetines desparejados que llevaba ese día o el sabor del batido que estaba tomando cuando escuché la primera ráfaga–. Al principio pensé que se le habría caído mercancía a alguien en una tienda. Pero de pronto todo el mundo empezó a gritar, y la gente se lanzó en avalancha hacia las salidas… Cuando escuché la segunda ráfaga, me di cuenta de qué estaba pasando. Y vi a mi padre intentando esquivar gente y llegar hasta mí, pero lo único que yo pensaba era “No seas estúpido, dentro de la tienda estás a salvo”. Entre la gente corriendo y el ruido de los disparos… No quería morir, pero pensar que a mi padre le pasara algo…
Pasé la mano que tenía libre por mi mejilla para secar la primera lágrima.
–Mi padre me gritó que me escondiera, y no sé cómo alguien consiguió meterme en otra tienda. Cerraron las puertas y apagaron las luces. Había una mujer con su niño pequeño. Recuerdo que el niño me vio llorar y me abrazó, y su madre nos abrazó a los dos hasta que la policía nos sacó de ahí– entonces me acordé de algo que, pese a todo, nos hacía reír a mis padres y a mí–. Mi madre había ido corriendo al ver las noticias del tiroteo, y cuando me vio salir, le pegó un puñetazo al policía que no le dejaba pasar. Creo que ni el policía se lo veía venir, porque se cayó al suelo y no consiguió detener a mi madre. Luego encontramos a mi padre y fuimos los cuatro llorando a pedirle perdón al policía y mi madre le pidió que por favor le pusiera una multa por pegarle.
Me reí suavemente, todavía lagrimeando un poco. Noté que Rayan también se reía, pero no me sentía capaz de alzar la mirada hacia él. Mis padres y yo habíamos pasado algunos años yendo a terapia, y éramos muy conscientes del sentimiento de culpabilidad que arrastrábamos. Había sido una situación aleatoria, pero había una parte de mí que no podía evitar sentirse culpable por todas aquellas personas que habían perdido a sus seres queridos mientras que mi familia y yo solo habíamos vivido el susto.
Y de pronto estaba delante de él, de una de las verdaderas víctimas, una persona que había perdido a alguien donde yo había sobrevivido.
–Lo siento muchísimo…– susurré.
Lo que quería decir era que lamentaba su pérdida. Pero también sentía estar ahí delante, contándole mi versión, cuando su esposa no podía hacer lo mismo. Esa culpabilidad irracional contra la que no se podía luchar me embargó y tuve que hacer mi mejor esfuerzo para contener un sollozo.
–Hall…
Incapaz de mirarle a los ojos, Rayan llevó su otra mano hacia mi barbilla y me obligó suavemente a levantar la mirada. Sus ojos también estaban empañados, lo que me hizo sentir un vacío en el estómago.
–Lo siento– volví a repetir, ya sin poder parar de llorar.
Entonces fue Rayan quien no pudo contener las lágrimas. Cuando vi cómo se le humedecían las mejillas, lo único que supe hacer fue inclinarme hacia él para abrazarlo con fuerza. Rayan me devolvió el abrazo, y noté sus dedos aferrarse a la tela de mi vestido. Permanecimos así, en silencio, apoyados el uno contra el otro hasta que conseguimos serenarnos. Nos alejamos un poco para poder mirarnos, sin llegar a soltarnos. Sus manos se deslizaron por mis hombros y terminaron apoyadas en mis antebrazos.  
–Me alegra mucho que ese día no te pasara nada, Hall.
Con algo de reticencia, Rayan se separó de mí. Guardamos silencio. Por cómo me miraba, me daba la impresión de que temía que volviera a venirme abajo, pero habíamos llegado a un punto en el que me preocupaba más sonarme la nariz sin resultar demasiado estridente.
–Vaya, lamento este momento…– le dije mientras apretaba mi nariz con una servilleta de papel.
Aun con los ojos enrojecidos y acuosos, Rayan esbozó una sonrisa compungida.
–No es la noche animada que teníamos en mente para hoy, ¿verdad?
Me reí suavemente.
–Creo que deberíamos dejarlo aquí por hoy. Nada va a igualar este pico de drama y todo nos va a parecer insulso.
Pedimos la cuenta, que repartimos a medias y decidimos que jamás compartiríamos con Leigh, Rosa y Alexy. Yo tenía el coche de mis padres aparcado casi a la entrada del restaurante, con lo que Rayan me acompañó hasta él más por casualidad que por ejercer de caballero.
–Siento que hayas llorado esta noche– dijo Rayan cuando nos estábamos despidiendo–. ¿Me dejarías intentar compensarte en otra ocasión?
Tardé un momento en darme cuenta de lo que me estaba proponiendo. Y si bien una parte de mi cerebro me gritaba “Hall, es tu profesor”, la ignoré en favor de la parte que buscaba una respuesta ingeniosa.
–No hay nada que compensar…– dejé que la frase flotara en el aire como una suave negativa, antes de sonreír maliciosamente– Pero da la impresión de que subestimas mi capacidad para lagrimear en un restaurante.
Cuando se dio cuenta de que no estaba rechazándolo, Rayan alzó una ceja en una sonrisa socarrona.
–Tendré que comprobarlo.
Abrí la puerta del coche y le lancé una última sonrisa antes de entrar. Nadie habría dicho que habíamos estado llorando a moco tendido diez minutos antes.
–Llevaré clínex, entonces.
Nos despedimos con un gesto. Arranqué el coche y puse música para el camino a casa de mis padres. Me di cuenta de que, frente a las confusas interacciones con Nathaniel, en esa ocasión y con esa persona tenía muy claro que era una cita y que había interés más allá de la amistad.
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Regalos originales para tu novio que le alegrarán el corazón
Cuando me pongo a pensar en regalos originales para mi novio se me acelera el corazón. Hay tantas opciones como personas, y es que el mejor regalo es aquel que nos dice, estoy pensado especialmente para ti.
Los regalos son asuntos mágicos, no solo porque se usan para celebrar a los seres que son importantes para nosotros, sino porque cada uno lleva impregnado algo de nuestra personalidad. Es por eso que en el caso de elegir regalos originales para mi novio, siempre me concentro en estos detalles:
Qué sea algo que se acople con su personalidad.
Qué sea algo que lleve impregnado mi sello personal.
Qué sea algo que evoque el amor y deje una huella en las emociones.
Y qué tal vez sea algo que nadie más le haya dado.
Espero que mis ideas de regalos te ayuden a encontrar el regalo perfecto para tu amor.
Regalos originales para tu novio que lo harán delirar de amor
Una de las ventajas de estos regalos es que lo más probable es que no te costarán mucho dinero y dibujarán una sonrisa enorme en el rostro de quien amas. Puedes combinar varios de ellos, o al menos ya tendrás a la mano muchas opciones si de sorprender se trata.
1. Playlist especial
Todos amamos la música, por eso regalar canciones es regalar recuerdos imborrables. La idea es que prepares un playlist especial para tu novio con las canciones que quieres dedicarle o que representan su amor.
Puedes incluir una carta (Escrita a mano es más romántica) en la que incluyas porque elegiste cada canción. Este es uno de esos regalos que nunca fallan.
2. Carrera de observación
Este regalo requiere más logística, pero seguro es una actividad que tu amor disfrutará. La idea es que dejes pistas por varios lugares de la ciudad, y que en cada lugar encuentre un detalle significativo, hasta llegar a la meta en la que estarás tú con un regalo principal.
Los detalles significativos pueden ser flores, poemas, osos de peluche, dulces ¡Deja volar tu imaginación! Los lugares pueden ser aquellos que guarden pedacitos de su historia, eso hará el juego más romántico. El regalo final para tu novio puede ser una cena romántica.
¡No te limites! esta es la idea base, pero en el camino puedes ir impregnando tu toque personal.
3. Cofre del tesoro
La idea del cofre del tesoro es romántica y funcional a la vez, puedes conseguir un baúl de madera o decorar una caja. Dentro del cofre pondrás varios regalos, puedes incluir un frasco de frases positivas para todo tipo de ocasión.
Esto es súper sencillo, solo debes escribir frases de motivación y de amor para tu chico,  y unas indicaciones en las que le aclares que puede tomar una cada vez que necesite un mensaje de tu parte. También puedes incluir dentro de la caja sus chocolates favoritos, un libro, un disco o un par de boletos al fútbol, al cine o a un espectáculo artístico.
Las cosas que van dentro del cofre del tesoro ya depende de ti y de tu imaginación.
4. Novela de amor
A todo, sin importar lo poco cursis que seamos nos encantaría ser el protagonista de una buena historia de amor. Es por esto que en este punto la idea es que saques tus dotes de escritor y escribas un libro en el que cuentes la historia de su amor.
La idea es hacerlo en un estilo muy narrativo, incluyendo el momento en que se conocieron y contando todos los momentos felices y tristes que los llevaron hasta donde están hoy.
El libro puede terminar contando esos sueños que tienes con tu pareja en el futuro y poniendo por ejemplo algo como “El final de esta historia es que no tendrá fin”
5. Campamento sorpresa
Un viaje siempre será un regalo genial para tu novio, porque da la oportunidad de conocer nuevos lugares y crear recuerdos, que en últimas terminan siendo los mejores regalos. Salir a acampar juntos puede ser un viaje genial, pasar una noche en medio de la naturaleza los hará enfrentar a aventuras inigualables que seguro quedarán grabadas en sus corazones.
6. Regalos hechos a mano
Los regalos hechos a mano nunca fallan porque el hecho de hacer algo por tu pareja siempre es muy valorado.
Puedes hacer cartas de amor en forma de rompecabezas, ramos de flores de origami, afiches personalizados, camisas pintadas a mano, portalápices, un cuaderno lleno de versos de amor, un álbum de momentos especiales. ¡En fin! las ideas de regalos hechos a mano abundan en internet y con seguridad siempre aciertan.
7. Tablero móvil
Aunque suene raro, un tablero o cartelera de corcho puede ser algo genial porque le ayudará a recordar las cosas importantes. La idea es que lo pongas en su habitación y lo decores como mejor te parezca.
Puedes ponerle luces de navidad o figuras de origami o ambas. Adentro puedes poner notitas de amor, fotografías de ambos, fragmentos de ambos y recordatorios de fechas especiales.
Le puse el nombre de tablero móvil, porque te da la opción de estar actualizándolo todo el tiempo con cosas nuevas. Además no puedes olvidar dejarle papelitos y marcadores para que pueda escribir y poner sus tareas pendientes.
8. Noche romántica
Este regalo es un clásico, y precisamente por eso nunca falla. Prepara una noche romántica con tu novio en la que incluyas sus actividades favoritas. Puedes empezar por una cena romántica, un paseo tomados de la mano por la ciudad, una salida y bailar, o alguna otra actividad que disfruten ambos.
Termina con una velada erótica en la que incluyas diversos juegos de pareja ¡Esto sin duda es un regalo para ambos!
9. Regalos personalizados
Dar un regalo personalizado es algo único. En esta categoría entran las camisetas, mugs, afiches y otras cositas que estén diseñadas especialmente para él. Puedes recurrir a sus bandas musicales favoritas, frases, mensajes o ilustraciones que los representen a ambos.
10. Pintura
Mi última recomendación de regalo original, es mandar a hacer una pintura, caricatura o retrato de tu novio o de ambos. Este detalle se sale de lo normal y seguro llegará directo a su corazón. En las redes sociales hay muchos artistas e ilustradores que hacen este tipo de trabajos de un modo genial y con costos razonables para su gran talento.
Espero que estas ideas que me funcionaron como regalos originales para mi novio, puedan ayudarte en el camino de sorprender a tu pareja con algo diferente que se salga de los detalles normales y que con seguridad puede crear un recuerdo imborrable en la pareja.
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