Tumgik
Text
Sin penas y sin rencores
Tumblr media
Había dos cosas en las que mi abuelo Juan José no se equivocaba nunca: en los números y en el amor.
A los 14 años conoció a mi abuela Emilia y no dudó un segundo en que era la mujer de su vida.
A la típica pregunta infantil “¿Cómo conociste a la abuela?”, él devolvía una explicación inesperada, porque no contaba una historia, hacía más bien una cuenta matemática.
“Éramos vecinos y tenía novio”, arrancaba el relato, desde la primera frase enganchando con el giro del amor prohibido.
“Le pregunté a mi papá quién había sido su primera novia, cuántas habían venido después, qué edades tenían. Después le pregunté a mi mamá y a mis primos grandes”, empezaba concentrado con la explicación.
Y seguía: “después de un tiempo llegué a una conclusión, que tu abuela con ese primer novio iba a durar como mucho dos años. Y ahí venía la parte difícil porque yo planeaba convertirme en su segundo novio, pero también en el definitivo y eso era ir contra la estadística”.
Mi abuelo Juan a los 14 años era un romántico y un psicópata en medidas iguales. Pero las cuentas le habían dado bien.
La anécdota lo pinta un poco a mi abuelo. Obsesionado por los números, y en consecuencia por el juego. Tenía cuadernos llenos de combinaciones y todos los días, pasara lo que pasara, incluso la mañana que murió mi abuela, compraba un billete en la quiniela.
En otro orden, cuando la economía familiar no iba bien, él desenchufaba el teléfono a disco negro del living y se encerraba en el baño. Después se ponía la boina con el, se iba un par de horas y volvía con la plata.
Pocos días antes de que muriera, me acuerdo, lo fui a ver a la clínica. Hablamos un rato largo y en un momento, me dice:
-Escuchame bien gorrión, te tengo que pedir un favor importante. Uno para siempre.
-¿Para siempre?
-Para siempre.
-Tenés que jugarle todas las mañanas al 10-08-67-11-04 y al 89.
-¿Hasta cuándo?
-Hasta que te mueras.
A la semana a mi abuelo se lo terminó de devorar el cáncer. Y yo al día siguiente empecé a ir a la quiniela. Unos se acuerdan de sus muertos yendo una vez al año al cementerio, bueno, yo voy todas las mañanas a la quiniela.
Empecé a entender algunas manías de mi abuelo Juan, a tener mis propios cuadernos en la mesita de luz y a anotar los números que salían. Buscaba constantes, hacía registros, columnas, los repasaba todas las noches antes de irme a dormir.
Durante seis años no dejé un solo día de jugarle al 10-08-67-11-04 y al 89 hasta que una mañana, el 13 de enero de 2006, me acuerdo porque fue el mismo día que en el Banco Río de Acasusso dieron el “Robo del siglo”, corté la racha. Le fallé a mi abuelo.
Venía apurado porque había tenido que llevar a mamá al hospital y todavía no había jugado. Doblaba con el Fiat la esquina de San Martín y Cucha Cucha buscando un lugar donde estacionar, cuando vi un tapado verde con flecos que se tiraba a cruzar la calle. Escuché el grito y el golpe del cuerpo que terminó arriba del capó. Cuando bajé, un tumulto  de gente me rodeaba el coche.
Ese día no llegué a la quiniela. Ese día salieron en la matutina el 10-08-67-11-04 y el 89, los números de mi abuelo. Ese día me perdí dos millones de pesos. Una vida.
Desde ese día seguí jugando, pero con bronca. Me daba fastidio cantarle los números a la chica, los mismos que habían salido y yo no había jugado. Sentía además que antes de morirse mi abuelo me había querido dar un regalo, que él sabía, y que yo lo había tirado a la basura.
Para peor el “Robo del siglo” siguió siendo noticia y cada vez que se hablaba del tema yo me acordaba del día en que me había perdido dos millones de pesos.
Con los números en la mano no había podido cumplir una promesa simple. Ellos en cambio se habían alzado con toda la guita, no habían lastimado a nadie y hasta tenido el gesto poético de dejar escrito: “En barrio de ricachones sin penas y sin rencores es sólo plata y no amores”.
Nunca más salió la combinación. Alguna vez coincidieron dos números y en una que otra cuatro. Me alcanzaba para recuperar la plata que había jugado, sacaba alguna cosita, pero nunca más todos los números del abuelo. Igual los sigo jugando, porque es algo nuestro.
En febrero de este 2020 raro salió la película el “Robo del siglo” con Guillermo Francella y Diego Peretti. No la vi, pero otra vez volví a acordarme del 13 de enero de 2006. “13, no podía ser otro número”, me quejé en voz alta sentado a la mesa una noche, cuando vi aparecer la publicidad en la televisión.
Buscaba el cambiacanales a los manotazos entre el mantel y el repasador, en el momento en que Isabel me abrazó de atrás con el aparato en la mano y me dijo enroscada al cuello: “dejá de quejarte que vos ese día te sacaste ‘La Grande´”.
Entonces agarré el control y lo apoyé en la mesa. En la pantalla seguían pasando las imágenes de Francella y de Peretti, y las dejé pasar. Pensé en la historia de esos ladrones delatados por una mujer. “Es solo plata y no son amores”, escribieron.
Y me acordé entonces de ese 13 de enero hace ya 14 años. Del día en que Isabel se largó a cruzar con ese tapado verde con flecos la avenida San Martín y terminó arriba del capó del Fiat.
Había dos cosas en las que mi abuelo no se equivocaba nunca: en los números y en el amor.
3 notes · View notes
Text
Cuidado
Tumblr media
  -Hasta acá llego yo y ahí, justo ahí, empezás vos. Los límites son claros. Yo y vos, vos y yo. Yo no voy a entrar ahí y vos no vas a entrar acá, salvo que yo te deje. Pero si te dejo no toques nada, porque todo está bien así cómo está acá y a mi me gusta así- dijo. Se lo vio siempre muy solo.
1 note · View note
Text
Gustavo: el hombre de los gatos
Tumblr media
Ocho años atrás Gustavo, como lo conocían todos los que alguna vez se animaron a sacarle charla, a vencer el miedo de hablarle a ese hombre largo, de barba canosa y abundante, ojos azules, que dormía rodeado de gatos entre las piedras de la costanera de Mar del Plata, decidió dejar la ciudad. Le gustaba decir que ese camino de acantilados, entre el mar y el boulevard marítimo Peralta Ramos, era su "guarida", donde elegía vivir. Ahí, a la altura del Cabo Corrientes, lo encontraron muerto ayer.
Gustavo se despertaba con el primer sol arrugándole los ojos, el cuerpo bronceado, los pómulos surcados, las huellas de la intemperie en la piel. Saludaba a las caras conocidas, que eran muchas, después se sentaba a mirar a la gente pasar por la rambla, como el que queda absorto de cara al mar, pero al revés. Vivía en una cueva frente al océano, un hueco entre las rocas, bajando la pendiente, un rincón que no llega a verse desde la avenida. Su guarida.
En ese refugio siempre tuvo pocas pertenencias. Apenas dos colchones viejos, una radio portátil, un tupper grande con arroz para sus más de 20 gatos y varios baldes: uno con agua, otro con ropa, otro con libros. Los vecinos le llevaban abrigo y comida. No era un indigente, una persona que sin alternativa se había visto obligada a improvisar un techo entre las piedras. Él, contaba, elegía ese lugar todos los días. La última semana, sin embargo, no fueron pocos los que notaron su ausencia.
Anoche el diario La Capital de Mar del Plata publicó que el cuerpo de Gustavo fue encontrado entre las piedras en la zona del Cabo Corrientes y que se necesitó de los bomberos para rescatarlo. La noticia llegó a mi celular en un link que todavía estaba caliente, tipeado rápido, publicado antes del cierre, quizás con una cena de domingo en la cabeza. El caso quedó a cargo del fiscal Alejandro Pellegrinelli y este lunes se le realizaría una autopsia para intentar determinar las causas de la muerte, decía el artículo. En principio, publicaba el medio marplatense, no habrían intervenido terceras personas.
El año pasado, en una entrevista que se publicó en Infobae Gustavo había contado que no festejaba los cumpleaños, ni la Navidad, que solamente estaba ahí, que no entendía cómo el resto podían estar "adentro", en la ciudad, encerrados. A su alrededor los gatos se manejaban con naturalidad. Le pasaban cerca, se le cruzaban entre las piernas, sabía llamarlos, hacer que vinieran o desaparecieran entre las piedras. "Para mí los que tienen que estar encerrados son los autos que matan gente, no los gatos", decía "el hombre de los gatos", como lo conocían muchos en la ciudad, clavando fijo los ojos azules, subrayabando con la mirada las palabras.
"Elegí este lugar porque podía haber animales en estado salvaje, los gatos se pasean por acá y la gente los puede ver de cerca. Y no hacen falta rejas porque cuando ellos sienten ruido o algo enseguida se pueden meter para abajo, entre las piedras, están protegidos, en un hábitat", contaba entonces y compartía el sueño de hacer un "Paseo de animales", una propuesta que le había llevado a la Prefectura y al municipio de General Pueyrredón. Nunca le respondieron al “hombre de los gatos”. Alguien se habrá reído en algún despacho. Era una buena idea.
A partir de la entrevista un hombre en Banfield creyó reconocer en las fotos de la publicación los rasgos de Gustavo. "Estoy un 99,9% seguro de que es mi primo que desapareció hace 15 años", me dijo en enero pasado David Rivas que llegó siguiendo la huella de la entrevista de 2018. "Desapareció de un día para el otro y nunca más nadie supo más nada, la mamá lo buscó por todos lados, comisarías, hospitales, lo tomamos como que estaba muerto, esa es la realidad", explicó, al tiempo que indagaba por referencias para poder encontrarlo en Mar del Plata. Se las dí.
En febrero él y un amigo se acercaron hasta el Cabo Corrientes sin saber si iba a reconocerlo, cómo iba a reaccionar, ni siquiera seguro de si se trataba de la misma persona que estaba buscando. "Bajé, lo vi durmiendo entre las rocas en una reposera, no lo quería despertar pero mi amigo me insistió. 'Gustavo' lo llamé. Se levantó rápido, miró para arriba, nos vio a los dos, primero al que estaba conmigo, después a mí y me dice 'qué hacés, loco', me reconoció al toque", repasó David.
Y siguió: "'¿Sabés quien soy?' le pregunté y me dijo '¿Cómo no te voy a conocer?', se reía, empezó a trepar por las rocas, me abrazó, me dio un beso y al otro muchacho le pasó la mano. Charlamos un rato ahí abajo y después nos invitó para seguir charlando arriba, sobre la paresita de la vereda y ahí hablamos hasta que se hizo de noche". Dos días pasaron juntos, David le presentó a su mujer, a su hijo de 3 años y le prometió que iba a volver. Guarda de recuerdo una foto robada, fuera de foco, que les sacaron mientras charlaban.
"Estamos hablando y mi hijo me pregunta 'por qué llorás papá', no sé que decirle la verdad, tengo un nudo en la garganta", me confió ayer a la medianoche David, a poco de enterarse por un mensaje de su hermana que acababan de encontrar muerto a Gustavo. 
"Cuando lo vi me dijo que estaba bien, que así era como quería vivir, fuera de la sociedad", recordó. "Le dije que mi mamá, que era la madrina de él, había muerto en 2015 y se le llenaron los ojos de lágrimas. No me animé a decirle que su mamá había muerto el año pasado", confió.
Gustavo Edgardo Trigos tenía 54 y, aunque no festejaba sus cumpleaños, había cumplido hace exactamente una semana. Creció en una casa de altos de Mar del Plata en la esquina de Formosa y Catamarca, que poco después de la muerte de su papá, la familia perdió, hay quienes dicen que por culpa de él. Después desapareció. Desde 2011 vivía entre las rocas, junto a sus gatos, sin pedirle nada a nadie, con pocas cosas y sus propias reglas. Murió igual que como eligió pasar sus últimos años, del lado del mar.
13 de mayo de 2019
[Nota: “Encontraron muerto al hombre que dormía junto a más de 20 gatos en la costanera de Mar del Plata ”]
0 notes
Text
Caceros
Tumblr media
La vida carcelaria se rastrea en los jeroglíficos tumberos que sobrevivieron al paso del tiempo. "Yo no corro ni engaño, solo fumo porro y meto caño", la vida criminal. "Calla ladrón que en tu silencio está tu libertad", los códigos tras las rejas. "Diego sacanos", junto a una cruz, el pedido desesperado al más humano de los dioses.
3 de mayo de 2019, Buenos Aires
[Fragmento nota: “La cárcel de Caseros hoy: entre El Marginal y las historias que sobreviven en las paredes”]
0 notes
Text
Confidencia de cumpleaños
Tumblr media
De Lucía me gusta coleccionar un gesto involuntario. Lo primero que hace antes de cada foto que quiero sacarle sin avisar. La mano en el aire como si congelara el instante o se volviera invisible. 
Cuando era chico escribí un cuento en el que el protagonista obsesionado con perder momentos, con agotarse a cada segundo, creía encontrar en la fotografía una forma de guardar el tiempo. 
En el cuento el personaje no tardaba muchos párrafos en darse cuenta de la estafa. Descubría que las más de las veces las sonrisas, los abrazos, las caricias, la palma de la novia en el muslo del novio, aparecían solamente cuando la cámara amenazaba la escena.
Lucía no se saca fotos conmigo si estamos enojados. Aunque haya sonrisas, dice, sabe que son mentira. Lo felices que quisimos haber sido. La prueba de que no lo fuimos. Al final sí guardaban el tiempo, pensé la primera vez que lo dijo.
28 de abril de 2019, Buenos Aires
0 notes
Text
Perder
Tumblr media
Empecé a leer “¿Hay vida en la tierra?” de Juan Villoro en un avión a Londres en 2015. Entonces el señalador era una foto de mis papás con un puerto fuera de foco. Hice una foto de eso unos días después en París y se las mandé: ellos en primer plano y la torre al fondo. El libro y la foto me los robaron en un tren que salió de Escocia a las pocas semanas. Volví a comprarlo en una librería en La Plata. Pasó por varios colectivos en Buenos Aires, por dos temporadas de cobertura en Mar del Plata, por visitas a la triple frontera, por Montevideo y dos veces por Colombia. A lo largo del libro se empezaron y terminaron otros. Pero este era ideal para las esperas cortas. En cada capítulo se empieza y cierra una historia. Lo dejo después de la ultima línea en una isla en México. Está maltratado, en la última página veo que es de la selección “Ficciones reales” que dirigió Cristian Alarcón y que seguramente fue lo que me hizo comprarlo en su momento. Encuentro a Candelaria Schamun entre las autoras de “otros títulos” en la solapa. Va a dejar de estar en la mochila, la valija y la mesa de luz. No voy a saber bien que hacer en las salas de espera. Se me viene a la cabeza el primer libro que me gustó de chico y que caprichosamente me negué a terminar. Ayudó que sea una biografía y no una novela atrapante. En este de Villoro que recomiendo abiertamente, encuentro una justificación hermosa a la lectura inconclusa y a otras muchas cosas sin terminar, como si perder también pudiera elegirse, en un párrafo que recuerda el día en que Zinedine Zidane, uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol, le cabeceó el pecho al italiano Marco Materazzi en la final de la copa del mundo de Alemania 2006, su último partido como profesional. Esa tarde en Berlín Zidane dejó en tiempo suplementario a su equipo sin su mejor jugador -él- y sin la copa. Dice Villoro: “La liebre estaba a su alcance detenida por la diosa Fortuna, y no quiso atraparla. Salió del campo rumbo a la jubilación en la que ya no hay liebres pero en la que podrá soñar con la que dejó escapar”. 23 de febrero de 2019, Isla Mujeres, México
0 notes
Text
Un museo sin originales
Tumblr media
En un museo de Frida Kahlo sin originales de Frida Kahlo, una guía chaparrita dice que lo que cuenta se lo dijo a ella Guadalupe Rivera Marín, una de las hijas de Diego Rivera, que tiene 94 años y vive en el DF, que compartió casa con Frida, que fue política y es una de las responsables de que las mujeres pueden votar en México. En algún lugar del museo sin originales hay una foto blanco y negro de las dos en un bar. Guadalupe siendo una nena, Frida siendo una mujer en un bar cuando ser mujer en casi cualquier parte que no fuera su casa estaba mal visto. De entrada la guía pone las cosas en claro: en este museo de Frida Kahlo no hay originales de Frida Kahlo. Después habla de lo difícil que es ver uno. Enumera algunos museos del mundo que tienen la suerte o la culpa. Pregunta si alguno de los que estamos la tuvimos. Soy el único. Me mira seria y me pregunta donde. Digo que en Buenos Aires. Ella se pone más seria y yo siento más culpa. Al museo sin originales llegan turistas que llevan frases tatuadas de Frida Kahlo que nunca dijo Frida Kahlo y gente mutilada que camina por las galerías mirando las cosas más fijo que el resto. En el museo sin originales hay copias de cartas bipolares a Diego Rivera, declaraciones de amor o de locura o de las dos. Se aprende lo que significa que te caiga el chahuistle y que el billete de 500 pesos, donde figuran las caras de Frida y de Diego, dejó de emitirse hace unos meses así que circulan los últimos. Después da pena gastarlos y uno se los queda mirando. Si se ve por una mirilla hay réplicas miniatura de los vestidos de Frida, que vienen acompañados de la historia del pueblo matriarcal en México del que ella tomó la forma de vestirse y de vivirse, los zapotecas. Un lugar donde -todavía- cuando nace un bebé si es mujer se festeja y si es varón se va a pedir a las deidades que sea homosexual. “Mexico es surrealista”, dice la guía fuera de programa. Sobre el final cuenta que Siqueiros miró por la ventana del horno cuando quemaron el cuerpo de Frida Kahlo, que dijo que lo primero que se prendieron fueron las trenzas y que ella estaba sonriendo. La sensación con la que uno se va de un museo de Frida Kahlo sin originales de Frida Kahlo, es de que algunos museos solamente tienen originales. 18 de febrero de 2019, Playa del Carmen, México
0 notes
Text
Ping pong
Tumblr media
Voy corriendo sin paraguas por Olazábal para Cabildo. De frente, del lado de las casas, del mismo que vengo yo para no mojarme, viene caminando un viejo. Camisa a cuadros adentro del pantalón, gorra con visera, en el brazo izquierdo muchos papeles y arriba de los papeles sobres de azúcar, de edulcorante y posa vasos. Pero eso lo veo después. Ahora me corro y camino por el lado de la lluvia para esquivarlo. Pero me insiste con los ojos y me doy cuenta de que quiere decirme algo. Paro y me saco los auriculares. -¿Qué día es hoy?- y hace como si buscara la respuesta entre los papeles y los sobres y lo posa vasos. - Martes, martes 3. - Así es, hoy es martes 3. - ¿Y qué hora es? - 12:20 El tipo, lento, se cambia los papeles de brazo, tira una trompada cortita al aire para correr la manga de la camisa hacia atrás y mira su reloj. - Exactamente, 12:20. ¿Y sabe dónde está la heladería Grido? - No, la verdad que no sé- le digo todavía del lado de la lluvia y mucho más mojado que cuando empezamos. - Acá a la vuelta está.
2018, Buenos Aires
0 notes
Text
Corresponsal
Tumblr media
Día 21 como corresponsal puedo decir que cuesta adaptarse pero que es más o menos con todo lo que uno sueña cuando se mete en esto del periodismo. Es salir a la calle a buscar las cosas, es volver y escribir, para volver a salir y a escribir, y no entender al final cómo se estuvo en tantos lugares. Es hablar de gente con la que se comparte al menos un instante, que debería ser lo mínimo si uno después piensa hablar de esa gente. Es poder tener de primera mano los detalles, es poder elegirlos, mirarlos, tan distinto a que alguien te los cuente en el mejor de los casos por teléfono, en el peor de los casos por televisión o por cable. Es una ciudad entera esperando a que le saques algo. Es hacer del hotel tu casa, la redacción. Es más o menos tener tiempo para escribir. Es no tener nota para mañana, ponerte la mochila y salir a buscarla.
22 de enero de 2018, Mar del Plata
0 notes
Text
Casa tomada
Tumblr media
Salí a buscar un libro y le dejé al portero mis llaves porque en el edificio hay prueba de gas. Cuando volví lo crucé en el hall. -¿Alguna pérdida? -Menos vos, todos. Entré a la cocina pensando en explosiones. Saqué la taza amarilla, el café y buscaba una cuchara cuando apareció alguien más que se asustó de verme. -Perdón, soy del gas, pensé que no había nadie. -Yo también. Terminó de entrar y atrás uno con una escalera, y otro con herramientas, y como mi cocina no es tan grande yo terminé en el ambiente de al lado. En medio de ellos quedaron la taza y el sueño del café. 
*** "Antes de alejarme tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada" (Casa Tomada, Julio Cortázar).
16 de mayo de 2017, Buenos Aires
0 notes
Text
Oscar
Tumblr media
Oscar I Oscar es un taxista porteño al que un día se le ocurrió empezar a dejar mensajes en el puente de Córdoba y Juan B. Justo. Frenaba el tacho de madrugada, bajaba y ponía ahí las frases. No decían nada o eran tremendamente específicas, depende quien las viera. No eran una publicidad, no eran consignas de campaña, algunas ni siquiera estaban completas, eran frases nomás que alguien nos ponía en la cara camino de la oficina. ¿Qué es eso? ¿Quién lo puso ahí? No entiendo. Hay gente al pedo. Tiene razón. Que boludés. Uy una frase nueva. Me está hablando a mí. ¿Habrá sido ella? Preguntas, dudas, enojo, expectativa, todo eso generaba un tachero loco de Buenos Aires en días que son todos más o menos iguales. 
Tumblr media
Oscar II  
Desde abajo del puente de la avenida Juan B. Justo, parado sobre Córdoba, un policía de la Ciudad tiene los brazos cruzados y la mirada clavada en un hombre que a unos 6 metros de altura, con medio cuerpo dando al vacío, pincelea dedicadamente con engrudo uno de los lados de la estructura. El equilibrista está pegando un cartel de fondo negro y letras blancas y el agente concentrado en descubrir si se trata de una campaña publicitaria, de algún militante político o de un loco. Dependiendo de cuál de esos sea él va a intervenir o a dejarlo trabajar tranquilo. Decide esperar a que termine para saber qué hacer. "Los obstáculos no son nada excepto nuestros propios pensamientos", dice la frase y el oficial, ahora con más preguntas que antes, pide refuerzos. 18 de abril de 2017
0 notes
Text
Nadie entiende
Tumblr media
Murió Charles Edward “Chuck” Anderson Berry. Lo primero que supe de Berry fue el riff de Johnny B. Goode y no digo de saberlo tocar, digo de conocer ese riff sin nombre, sin apellido, sin nada, antes que cualquier otra cosa. En esas tres notas y ese arrastre está todo el rock and roll del mundo. Después supe que las claves para componerlo se las había dado su primo Marvin, que se las robó a Michael J. Fox en una fiesta y me enamoré de la historia que cuenta la letra, de ese negro salido de los campos de algodón que "no sabe escribir o leer muy bien, pero que puede tocar la guitarra como si fuera una campana", que tiene una mamá que sueña con carteles luminosos un día que digan "Johnny B. Goode tonight". También me acordé de un John Travolta de pelo largo que antes de convertirse en gif bailaba otro tema suyo con Uma Thurman, You never can tell. Lo bailan descalzos, sin tocarse, y cada vez que en una fiesta hago eso creyéndome gracioso, nadie entiende. Tampoco lo bailo muy bien porque para la hora en que lo pasan ya es la hora en que pasó todo, la fiesta, el carnaval, prendieron las luces, las tías saquearon los centros de mesa, los mozos levantan cosas, en la cocina comen las sobras y yo debo estar borracho. Gracias Chuck por el principio de todo, por esos finales en los que nadie entiende. 18 de marzo de 2017
0 notes
Text
Un techo en Londres
Tumblr media
Hace poco más de un año le saqué una foto a un techo. No vi las joyas de la corona en la Torre de Londres, no fui a la Catedral de Saint Paul´s ni al Madame Tussauds, pero le saqué una foto a un techo. Llegué con frío al número 3 de Saville Row y encontré que el edificio que buscaba desde hacía rato esa mañana era una tienda de la marca de ropa “Abercrombie kids” a la que nadie le daba más importancia de la que se le da a una tienda de ropa de la marca “Abercrombie Kids”. Me la quedé mirando. Crucé para verlo entero. Estuve más tiempo parado ahí que frente a la Mona Lisa. Me quedé estaqueado frente a un edificio que podría ser cualquier otro de los que hay en Londres, pero que no es cualquier otro de los que hay en Londres. Que hoy 30 de enero hace ya 48 años que ese no es cualquier otro edificio de los que hay en Londres. 30 de enero de 2017   
0 notes
Text
Una más
El malabarista está apoyado contra el semáforo de Boyacá y Juan B. Justo. La luz se pone en rojo, los autos frenan, pero esta vez no se mueve. Tiene el maquillaje corrido, los brazos colgándole con un racimo de clavas en cada mano y la mirada fija en el asfalto. Como si hasta último momento hubiera estado debatiéndose entre un show más o cerrar el día, y ahora que cambió la luz y no hizo nada, la decisión estuviera tomada. Pero se da cuenta de que desde uno de los autos que acaban de frenar, el que tiene más cerca, hay un nene que parado en el asiento del acompañante, asoma los ojos por encima de media ventanilla polarizada y lo mira fijo. Se quedan así dos segundos, mirándose. “Para vos eh”, le dice con la primera clava ya girándole frente a la nariz, y le regala una vuelta más. 2017, Paternal, Buenos Aires
0 notes
Text
Corré
Tumblr media
Casi siempre que no quiero pensar en algo, salgo a correr. Me pongo zapatillas, pantalones cortos, una remera vieja, auriculares y corro hasta que el cansancio es lo único que se me pasa por la cabeza. Hoy corrí 42:25 minutos así de corrido, sin pausa, sin mirar el reloj, sin querer parar. Terminé sin aire, sin ideas, sin piernas, sin nada. Es como molerse a palos. Agotar todo el oxígeno, que no entre aire al cerebro, ahogarse un poco, para justamente eso: no pensar. Volví con la cabeza puesta en una ducha, un jugo de manzana, una serie y desmayarme en la cama. Pero a mitad de la segunda cuadra la pierna izquierda quiso quedarse, la rodilla se aflojó, me tambaleé, y tuve que sacar fuerzas de donde no quedaban para que la trastabillada no se convirtiera en caída. Mientras me reincorporaba “¡Borracho!”, me gritó entre enojado y del susto un viejo que pasaba con la esposa, y que por las bolsas y la hora imagino volvía de hacer las compras. Así de difícil es cuidar la imagen en mi barrio. 20 de agosto de 2017, Flores, Buenos Aires
0 notes
Text
Mozo
Tumblr media
Los miércoles el mozo es siempre el mismo, podría arriesgar que es de Colombia, y si no, que es de cerca. Creamos una relación a partir de la rutina. Él sabe que vengo los miércoles, que me siento en la mesa de la ventana, que pido siempre uno de los dos menús del día. Yo que él se olvida las cosas. La primera vez me trajo mal el plato, se lo mencioné por miedo a que fuera de otra persona, la cuarta o la quinta vez no le dije nada y comí la opción que había descartado antes. Y por eso hoy cuando elegí la bondiola con puré de batatas y me trajo sonriente un cuadrado de choclo que no sabría definir mejor, solamente le dije gracias y pensé que a la gente se la quiere así, como es, todo el paquete. Al rato apareció de nuevo, esta vez con la carne y el puré, y supe que al inapelable menú de la casa, le había agregado una entrada. Ahora pienso que algunas veces la gente solamente necesita tiempo. 12 de octubre de 2016
0 notes
Text
Ton
La cara enorme de Jorge Bordón le respira a centímetros. Ton tiembla en la cama, pero no se levanta. El monaguillo le dice algo al oído que él no entiende. Siente en cambio las yemas de los dedos susurrar por la sábana, acercándose. Se despierta en un ahogo y empieza a reconocer las formas en la oscuridad, la ventana de la habitación del tercer piso de su casa de San Luis, su kit de maquillaje, su celular, su ropa. No hay más nadie, pero respira agitada y necesita correr otra vez al baño. “Me corto. Entro al baño y me corto. Más de 20 veces en 5 minutos”, cuenta. La pesadilla es recurrente, alguna vez también fue real.
18 de diciembre de 2016, Buenos Aires [Fragmento nota: “ El horror en primera persona: el relato de un alumno abusado por los curas en Mendoza“ ]
0 notes