camipoesia
camipoesía.
La poesía cuida de mi ausencia.
Cuando no estoy
es aquí donde quedo viva.
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Carpe Diem
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Labios espesos
corazón insípido
manos atadas para no echar vuelo.
El aire tenso
detiene mi llanto
ya no pienso en mi porvenir.
Desangro amores
rasguño antaños desiertos
caigo de un estallido
en quimeras pertenecientes al infierno.
Mi cuerpo será mi cómplice
hasta la perpetuidad.
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Escribiste en un papel y te fuiste para no volver.
Escribiste: Me voy, no me esperes.
Escribiste "no me esperes" con la misma mano con la que acariciaste mi cuerpo desnudo todas las noches desde hace tres años.
Escribiste y vos nunca escribís.
Decidiste abandonarme con una carta, a sabiendas que mi vida se basaba en escribirte en papel lo reluciente que se veía mi vida desde tu llegada.
Escribiste, a mansalva, vos no solías unir dos palabras que me pedías ayuda "dale, veni, vos sos el que sabes escribir, yo no sirvo para la escritura"
Me dolieron tus palabras crudas escritas a mano. Me despertó el sentimiento más hostil que se había ocultado durante varios meses.
Cuando vos estabas, cariño, los días eran amarillos, cálidos y sobrevivientes.
Escribiste: me voy, no me esperes.
Como si te fuera a hacer caso.
Tus palabras no caminan en la vereda de la credibilidad,
y yo soy un soñador nato que, según vos,
siempre busca color en días grises como éste.
Hoy es un día, no diría gris, sino negro.
Como el color de la tinta que contiene la lapicera
con la que escribiste que te ibas.
No sé a dónde
no sé con quién
no sé porqué
pero te fuiste.
Realmente no me interesa el motivo
de tu emigración,
solo que el dolor de esta mentira, la de tantos años
me sucumbe las entrañas.
Siempre supiste con exactitud el sabor de la escritura,
solo que conmigo nunca, nunca la probaste.
Y eso mi amor, duele más que un abandono tajante
sin previo aviso.
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A veces me escabullo en el abismo latente que habita
en mis huesos/ en mis entrañas/ en mi cérvix.
Caigo detonada encima de antaños ciervos disfrazados
de miedos destructivos
me preguntan cómo estoy/ siempre vuelvo a estar peor
siempre vuelvo a estar/ siempre vuelvo, mi amor.
Ya casi no busco estropear este abrigo tieso
que cubre mis intestinos llenos de huecos
el dolor cala hasta el fondo
nada puedo salvar/ salvo mi poesía.
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Escribí a mansalva razones por la cual debería dejar de escribirte, y sin embargo estoy acá, sumergida en el hábito casi irremediable de someter tu recuerdo en mi cuaderno.
Te diría que mi subconsciente hace caso omiso cada vez que le pido con desesperación que no arrime tu nombre a mi mente cuando empiezo a escribir un poema, y después, ya casi dos hojas más tarde, me doy cuenta que terminé hablando de vos. Siempre termino hablando de vos.
Y me parece hasta descarado, digo, hablar de vos sin siquiera conocerte.
Ya van varios meses que no sé a quién le dedico versos inútiles.
Sí. Reconozco tu piel, tu sabor, tu tenacidad, lo que te calienta y lo que te hace erizar,
pero, ya no sé quien es el que lee estas palabras fatales, ni si se desarma o se hace viento.
¿Quién sos hoy en realidad?
¿Seguís insultando cuando tu equipo no sabe jugar con doble cinco?
¿Le gritas a tu voz interna cuando no te deja avanzar?
¿Seguís mandando mensajes de madrugada, que, con la primera aparición del sol terminas por arrepentirte?
¿Lloras alguna vez?
Me encantaría obtener datos básicos de tus hábitos matutinos para escribir, con un poco de falacia a la vista, cuanto extraño ver tu pelo rizado recién despertando.
Aunque siendo honesta, vivo un poco más tranquila desde que no sé nada de vos.
Supe casi por casualidad que tenés un cachorro nuevo y qué vivís en otro barrio. También supe que cambiaste de amistades y que ya no vas más al club (por suerte).
No querría vivir la agonía de reconocer tu cuerpo entrando por la puerta principal, mientras pierdo por completo el control de mi cuerpo, mientras entro en una especie de trance, mientras batallo con la ansiedad desesperante que es: no poder mirarte.
Caretear superación ante tus vestigios no es mi virtud.
Me dura poco tomarme unas cuantas cervezas, escuchar El Indio, mirar resúmenes de partidos, y no pensar en que tranquila y dichosamente podrías estar sentado en frente mío arrimando tu boca con sabor a deseo.
Que poco me dura la sensación ficticia de saber vivir sin vos.
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Que ya no sé como explicarte
como se escabulle mi pecho
al presenciar el mero acto
de tu desnudez.
Si supieras
que el mar cabe
entre mis piernas
si supieras
que nadas
a la perfección.
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Beso cada uno de tus tatuajes mientras
que de fondo suena Gulp,
caigo en la tentación
muerdo un pedazo de nube
rajo tus labios de un beso efímero.
Lloro mares por infiernos ajenos
mientras padezco una melodía
triste que emerge de una garganta seca,
tu voz no siempre me ayuda.
Trazo mi destino en tu piel
navego la copa de vino que descansa
en el lado derecho de tu cama,
nunca pudiste con la tormenta
que avecina recuerdos dormidos.
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Mi cabeza
un mar oscuro
mi cama un pueblo deshabitado
miro por la ventana y no venís
mis manos se derriten
mi tórax revienta
mi cuerpo un completo desconocido
miro por la ventana y no venís
¿qué tan grande es
la distancia que nos abraza?
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De qué me sirve
lucrar con el dolor
si cada amanecer nuevo
te vas sin dejar rastros
de la noche anterior
de qué manera
miro a los ojos a ese dios
que le prometí
todo mi amor
si hace horas me arrodillé
ante vos rindiéndote
culto con mi boca
de dónde saco más dolor
para explicarte
cuanta vida me costó
soltar el lazo que unía
tu solidez con mi fragilidad
toda herida de mi cuerpo
sana si tu boca de sal
no la besa.
Al final
vos
este daño
no podes remediar.
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Supe gambetear
tu recuerdo
como cual pibe
de barrio
intenta imitar a Román
en la cancha de la esquina
pero
confieso,
fui un fracaso.
En el ocaso
de una habitación vacía
rechacé indicios
de memorias gloriosas
que llevaban tu aroma
mientras que en mi pecho
rugía el grito
ferviente
de mi alma
deseando ser acariciada
una vez más por tu esencia.
Tomaste el control
invadiste mis sueños
sin siquiera pedir permiso
volviste a buscarme
volviste a abrazarme
volví a escucharte
decir
mi nombre.
Ahora duermo casi un poco más
comprendí que un cuerpo
repleto de memorias
necesita huir
para recrear eso que no fue
y de una u otra forma
volver a ser feliz.
Por eso
todas las noches viajo a un mundo
que no se parece nada al nuestro,
porque es el único
lugar seguro donde
puedo
llamarte amor
sin que nadie se diera cuenta.
En el ocaso de una mente vacía
apareciste
y me hiciste extrañarte
una vez más.
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Varias noches estuve sometida en el rincón oscuro de la habitación pensando sin detenimiento en vos.
Y, pensar en vos no siempre es bueno. Significa que aunque el tiempo siga tomando la decisión macabra de transcurrir y que además eso implique la modificación de diversas situaciones en la vida, yo, ingenua, ponga el palo en la rueda del mundo para inmovilizar y perpetuar aunque sea un espejismo de mi pensar que te contenga.
¿Te parece? ¿No crees que el reloj ya dio demasiadas vueltas como para que yo siga dándole paso al intento de creer en algún retorno hacia vos? ¿No me crees tonta?
Mientras más fuerte me abraces en mi cabeza más difícil es culminar con esta idiota tortura llamada: anhelar algo que nunca se tuvo.
Como si tanta dulzura tuya arreglara un retazo de mis aberturas, como si este desplome volviera a su total firmeza cada vez que tu ternura palpa mis dolencias, como si tenerte fuera el remedio a este pesar cínico que llevo en el pecho.
Si tan solo fuera así, mi amor, yo ya hubiese corrido sin temor hacia tu calle para reencontrarnos en este presente demandante y decirte, sin preámbulos: "Acá estoy, ya llegué"
Pero, nadie más que vos sabe que los encuentros de aquellos amores sin nombres, jamás vuelven a su moldura, por más enormes que sean.
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