Tumgik
okuparenal · 2 years
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6.- Pruebas
               La siguiente noche me gustaría contar que fue tranquila, pero esto es un hospital, rara es la vez que se puede tener una noche tranquila. Aunque venía medio preparado, tenía un antifaz y unos tapones para los oídos, no fueron suficientes para evitar despertarme a mitad de la noche. En mi caso, los tapones eran de goma y no se adaptaban bien a mi oreja y prácticamente escuchaba todo lo que ocurría a mi alrededor.
               Por lo que pude enterarme desde mi habitación tendido en la cama, el incidente que ocurrió esta noche fue que un señor de otra habitación se había caído delante de la puerta de su habitación. Un hecho que podría haber pasado sin más, pero el problema era la distribución de la habitación. En el área en la que estoy, tenemos 3 habitaciones dobles con una puerta simple al pasillo y 2 habitaciones individuales especiales para casos infectados o más aislados, por lo que tienen doble puerta, una que da al pasillo común, un pequeño descansillo y otra más que ya da a la habitación. Todo el mundo sabe que los virus atraviesan una puerta, pero no dos.
               Teniendo esta disposición, el pobre señor había quedado tendido en el descansillo, que tenía la longitud justa de su cuerpo, con la puerta de la habitación cerrada y la puerta que daba al pasillo se abría hacia el descansillo donde estaba tendido. Por lo tanto, era prácticamente imposible abrir la puerta sin levantar al señor y el señor no podía levantarse por si mismo si no entraban. Aquí se creó el bucle infinito que revolucionó toda la planta. Para más inri, el señor se había orinado y defecado encima.
               Con todo este percal, la enfermera de planta empezó a llamar todo el mundo que pudiese ayudarla, debía haber como 5 personas en el pasillo intentando entrar para levantar al hombre, que sólo repetía:                - ¡No puedo moverme!
               Al final parece que todo se solucionó, pero yo conseguí dormirme antes de saber la resolución. A la mañana siguiente fue la comidilla del cambio de turno. Por lo visto, el señor este sufría de demencia y era un paciente complicado para ser tratado en esta planta.
               Ya por la mañana me pude levantar a asearme, pero el dolor de levantarme me dejaba estar parado en el sitio durante unos segundos. Cada paciente siente cosas diferentes, en mi caso, lo que sentía era un escozor interno justo debajo de la cicatriz. Pero al cabo de unos segundos y tras estar de pie se me acababa pasando. El momento de la ducha era un tanto complicado, tenía una vía cogida en cada mano que habían cubierto con plástico para que no se mojase durante la ducha. Además, tenía que ir con la sonda y maniobrar para no pisarla mientras me lavaba. Todo un espectáculo. Aunque con el tiempo le acabas cogiendo el ritmo al asunto.
               Tras la ducha me fueron a llevar a hacer un renograma. Esta prueba consiste en introducir un medicamento radiactivo para poder seguir el recorrido que hace por el cuerpo y cómo lo eliminan tus riñones, pues la máquina es sensible a esta radioactividad y hace una película del recorrido del isótopo. No tiene mayor dificultad que un pinchazo en el brazo con el medicamento y estar tumbado 20 minutos sin moverte mientras dura la prueba.
               Como ya sabía que cuando me hacen estas pruebas me iban a dejar tiempo aparcado en los pasillos, avisé a mi madre que pudo escaparse del trabajo para venir a visitarme al pasillo. Ataviada con una bata de su hospital llegó al pasillo donde me tenían esperando tras la prueba. Pude estar fácilmente una hora ahí esperando fuera, porque mi compañero de habitación también bajó a hacerse la misma prueba, la terminó y yo seguía allí. Así que tuve la suerte de poder estar hablando con mi madre todo ese tiempo. De allí, me mandaron a hacer otra ecografía, por lo visto, habían pasado los médicos mientras yo estaba con la prueba y habían visto que los resultados de mis analíticas no estaban evolucionando como deberían y querían comprobar con otra ecografía como la que me hicieron el día anterior.
               Al volver de la ecografía ya me contaron con más detalle los médicos. Por lo visto la función renal había empezado a empeorar, la creatinina estaba empezando a dejar de bajar. Recordemos que la creatinina será el valor de referencia a partir de ahora para controlar la función renal. Los médicos sospechaban que podría haber algún tipo de necrosis tubular. Esto se produce porque el riñón pasa tiempo sin que le llegue sangre y las células se van necrosando; muriendo; pero esto no significa que se esté perdiendo, en cuanto vuelve a recibir sangre y se hidratan de nuevo las células vuelven a regenerarse. Así que sería cuestión de esperar, además tras la ecografía y el renograma podía apreciarse que había un poco de ese tipo de necrosis.
               Así iban a pasar unos cuantos días sin ninguna novedad, nada más que la función renal estaba empeorando a niveles anteriores a haber recibido el trasplante. Me hicieron pruebas para comprobar mi reacción a los anticuerpos de células T y parecía que podía ser el causante del rechazo que estaba teniendo. Lo que he ido comprobando durante estos días, es que cada paciente es un mundo y cada uno actuamos diferente al nuevo órgano. Hay gente que enseguida empieza a funcionar y no tiene complicaciones, otras pueden sufrir un rechazo por anticuerpos adquiridos por un embarazo o una trasfusión de sangre, tener un sistema inmune demasiado fuerte, necrosis del riñón y más complicaciones que todavía no he visto. Mi compañero de habitación, por ejemplo, evolucionaba perfectamente, la creatinina le fue bajando hasta valores cerca de 1mg/dl orinaba bastante cantidad desde el principio, aunque antes de entrar no orinaba nada y el único dolor que tenía era la sonda, que le pinchaba como alfileres.
               En ese momento, sentí muchísima rabia, porque mi compañero decidió tomárselo como una competición y me recalcaba que me iba ganando. Tuve que ignorarle para no crear malestar con él, al fin y al cabo, iba a pasar bastante tiempo con él. Pero si hubiese pensado un poco, sabría que desde el momento en el que había entrado a trasplante por primera vez a la edad de casi 70 años, ya había ganado. Tenía toda su vida hecha, había podido vivirla durante muchos años, trabajando, creando una familia y disfrutando de la libertad que le dio estar sano hasta una avanzada edad. Ahora el nuevo riñón le durará los suficientes años para vivir tranquilamente los pocos años de vida que le quedan. Tampoco entraré mucho más en el tema y tampoco le deseo ningún mal, todo lo contrario, que sea feliz el tiempo que le queda y pueda compartirlo con los suyos.
               Mi siguiente paso vendría con el nuevo tratamiento para evitar el rechazo que estaban viendo los médicos.
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okuparenal · 2 years
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5.- Recuperación
               Allí estaba yo, tumbado en la cama de mi habitación junto a mi compañero de habitación que había sido operado en el turno anterior al mío. Un señor mayor, cercano a los 70 años con ligera demencia senil de la edad. Ya era tarde cuando subí a la habitación, pero el trajín de enfermeras de un lado para otro no cesaba. Habían hecho 3 trasplantes ese día y los primeros cuidados tras la operación eran los más importantes. Venían, se presentaban y al instante olvidaba el nombre. Recordemos que soy muy malo para memorizar nombres y caras.
               Llegaban, miraban la herida, decían que estaba estupenda, se iban. Venían, enchufaban medicamentos a las vías que tenía puestas en cada mano, se iban. Volvían, preguntaban por los dolores, en ese momento sólo sentía de dolor como si me hubiesen abierto una raja de 20 centímetros en la tripa, metido un nuevo órgano y cerrado de nuevo, así que mi respuesta siempre era la misma: dolor como si me acabasen de operar. Se iban.
               Pasaron varias veces los doctores que me habían operado en quirófano para evaluar su trabajo, también los urólogos de guardia de ese día. Todo parecía correcto. Del riñón nuevo habían visto que estaba orinando, a parte que mis antiguos riñones también seguían en funcionamiento. Por lo que decidieron empezar con el suero de repuesto durante la noche. Esto consiste en enchufar un par de sueros a unas máquinas que van suministrando cantidades específicas de suero en un determinado tiempo. La idea es que cada hora se mira lo que ha recogido un triángulo que mide la orina que sale de la sonda que tenemos colocada y la siguiente hora te administran esa cantidad de suero con la máquina. Así, durante toda la noche, cada hora, la máquina empezaba a pitar, entraba la enfermera, cambiaba la dosis y volver a empezar.
               Fue un poco duro descansar esa noche, al final, sólo te dejan descansar en intervalos de una hora, pero el dolor de la operación tampoco es que ayudase a conciliar el sueño rápidamente. Aunque recuerdo que pasó relativamente rápida la noche. También ocurre que a las 6:30 de la mañana empieza el movimiento de la mañana en el hospital, justo antes del cambio de turno, sacan las analíticas, recuentan la orina y demás operaciones matutinas. Lo de despertar a las 6:30 de la mañana para que me pinchasen sería mi nuevo despertar cada día, porque todos los días sin excepción había analítica. Estas analíticas son muy necesarias al principio, pues son las que van a ir marcando el funcionamiento del nuevo riñón.
               Digamos que hay unos valores que determinan la depuración del riñón. Para resumir, hay una proteína llamada Creatinina, que debería encontrarse en la sangre con unos valores entre 0.7 – 1.3 mg/dL para los hombres y 0.6 – 1.1 mg/dL en mujeres. Si superases estos rangos significa que el riñón no está filtrando esta proteína. Imaginaos que los riñones son como unos coladores donde cae la sangre del organismo y retiene todos los desechos para dejar pasar la sangre limpia. Luego esos desechos se expulsan por la orina. Pues bien, la Creatinina es una proteína de gran tamaño (a nivel molecular, claro) y si está pasando a través de los agujeros de ese colador, es que el colador tiene problemas. Así es, que cuanta más cantidad de esa proteína se encuentre en los análisis de sangre, peor será la función renal.
               Después de sacarnos sangre hay un breve periodo que te dejan tranquilo mientras cambian de turno, pero el ajetreo es todavía considerable, las enfermeras en el cambio de turno se explican todo lo ocurrido durante la noche para que tengan constancia de cómo continuar y no sea como empezar de nuevo cada turno. Muy bien organizado a mi parecer.
               Sobre las 9:00 de la mañana llegan con los primeros medicamentos, los inmunosupresores, que a partir de este punto serán las pastillas más importantes a tomar, estos medicamentos ayudan a que mi sistema inmune no ataque al nuevo riñón y lo rechace.  Se toman siempre media hora antes del desayuno y de la cena. Aunque luego a lo largo del día, te reparten todo tipo de medicamentos dependiendo de tus deficiencias encontradas en las analíticas. En mi caso, bicarbonato sódico, calcio, ácido fólico, antibióticos (no siempre, pero necesarios después de la intervención para no contraer infecciones), omeprazol, alopurinol y seguro que me dejo alguno. Entre los pinchazos del brazo y la cantidad de pastillas diarias parecía un guiri de Ibiza en una rave.
               La primera mañana con el dolor que tenía me asearon en la propia cama, fue una sensación entre agradable el no tener que hacer nada para lavarte, pero a la vez humillante no poder depender de ti mismo para algo tan básico.
               Desayuné en la cama una manzanilla para ver si la toleraba bien y llevando desde el viernes a la noche sin comer nada; estábamos ya a domingo, tenía un hambre voraz, así que como la toleré bien, pude desayunar bien. Hasta me comí el pan blanco sin tostar, sin sal y chicloso que te ponen para que untes la mermelada. Lo cuál me recordó mucho a la última vez que tuve que estar en ayunas tanto tiempo, alimentado sólo por suero, que cuando me permitieron comer lo primero que hice fue pedirle a mi padre que fuese al Mc Donald a por la hamburguesa más grande que hubiese y la devoré; pero esta es otra historia.
               Después del desayuno era el turno de la visita de los médicos del trasplante. Como a mitad de mañana suelen venir. Vienen con los resultados de la analítica, dan ciertas pautas a las enfermeras y vienen a explicarte la situación. Para el primer día la Creatinina estaba en 4.5 cuando al entrar estaba con 5.3, lo cuál era una buena señal, el riñón parecía empezar a responder y por ahora era ir controlando la evolución.
               Durante el día además hicieron una ecografía para poder ver si el riñón estaba colocado en su sitio, si no había sangrado, si latía la sangre por el riñón y demás comprobaciones rutinarias que parecían estar todo en orden. Para bajar a la ecografía vas en la cama tumbado mientras vuelves a recorrer los pasillos del hospital a la vista de todo el mundo. Además, las pruebas se hacen en los mismos sitios que los ciudadanos que no están ingresados, por lo que antes de entrar te aparcan en el pasillo donde está todo el mundo esperando. Y aquí reside la gran hipocresía de este sistema de aislamiento, porque durante las varias semanas que pueda durar la recuperación del trasplante no puedes ver a nadie debido a la inmunosupresión, cualquier virus, ya no solo la COVID te puede afectar muy negativamente. Pero, por el contrario, puedes estar esperando más de media hora en mitad de un pasillo del hospital mientras esperas a realizar la prueba, compartiendo espacio con cualquier tipo de persona, que como todo el mundo sabe, la gente que viene al hospital no suele estar especialmente sana. En fin, supongo que será simplemente aumentar la coordinación entre celador y pruebas.
               El resto del día pasó sin mucho más cambio, con reposición de suero y descanso en la cama. Comentando con los conocidos las noticias e intentando pasar el tiempo soportando el dolor de la operación. Así fue el primer día de muchos.
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okuparenal · 2 years
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4.- La operación
Llegó el momento, bajaba en un ascensor ridículamente pequeño para transportar una cama y cualquier otra cosa. El celador que me acompañaba apenas pudo pasar la puerta para bajar conmigo en el ascensor.  Se quejaba de que no había parado en todo el día, no le seguí la conversación, no estaba para tener una conversación insulsa de 2 minutos sobre algo banal mientras tenía en mi cabeza otras cosas de las que preocuparme.
               Llegamos a uno de los sótanos, cruzamos pasillos de los cuales sólo pude vislumbrar el techo hasta que me aparcaron delante de la puerta del quirófano. Allí había diferentes médicos andando de un lado para otro, se acercaban, leían el informe, hablaban entre ellos y se iban. Discutían sobre si lo haría el próximo turno de médicos o el actual. Había pasado el medio día y tendrían que comer.
               Me pasaron a una sala antes del quirófano donde empezaron a rodearme los facultativos que iban a estar en la operación. Fueron presentándose uno por uno explicando la función que desempeñaban. Si ya de normal soy malísimo para quedarme con los nombres y las caras de la gente, en ese momento era como si te presentasen a todas las familias existentes en Juego de Tronos del tirón, mientras estás intentando quedarte con la información del anestesista que se ha presentado el primero, el cirujano que se ha presentado el último ya ha terminado. Prácticamente es como si hubiese oído llover. Aunque entre todo ese gentío, debía haber como 7 u 8 personas; aunque seguro que luego eran sólo 4, pero a mí me parecieron más; había una mujer que dijo ser amiga de mi madre y que estaría conmigo en todo momento además de ir informando a mi familia de lo que fuese ocurriendo.
               Tras las presentaciones me incorporaron en la cama de operaciones, cama por llamarlo de alguna manera, básicamente es una estructura que se adapta al tipo de cirugía que vayas a recibir. Consta de una superficie plana acolchada bastante estrecha en la te que tumban, en mi caso sacaron un par de brazos a los laterales para que colocase mis brazos de forma que quedaba crucificado, porque además te atan por los antebrazos para que no se muevan. Mientras te siguen preparando, te quitan la ropa y van colocando sus mantas estériles con una ventana a la zona de operación.
               El anestesista me colocó la mezcla que me dejaría dormido por la vía que tenía instalada en el brazo izquierda, siempre pensé que sería un gas que inhalaría y me quedaría frito, pero el gas que me colocaron con la típica mascarilla de las películas era de oxígeno, además estaba siempre sujeta por el anestesista, no quedaba fija. Mientras estaba con el oxígeno puesto la mujer que decía ser amiga de mi madre estaba agarrándome el brazo derecho reclinada sobre mí mientras me iba preguntando cosas, la máscara no me dejaba hablar bien y el anestesista me la quitaba para poder responder a cada pregunta. Si tuviese que intentar recodar lo que me preguntaba en ese momento me resultaría imposible, seguramente fuesen preguntas genéricas sobre mi trabajo o cualquier cosa normal.
               Tras unas pocas preguntas, en mi cabeza en ese momento sólo pensaba en cómo iba a ser la sensación de cómo iba a quedarme dormido. Al principio no notaba nada diferente y creía que era porque estaba demasiado alterado como para quedarme dormido. Así que decidí relajarme un poco a ver si me quedaba dormido, cerré los ojos y todo se volvió negro.
               El siguiente recuerdo que tengo es ya despertándome en la sala de reanimación, sin ningún sueño, ninguna pesadilla, ningún recuerdo extraño de la operación. Habría pasado 3 o 4 horas en la operación y es como si no hubiese sucedido nada. Así de simple, fundido a negro y se acabó, lo que haya pasado ha pasado y tú nunca lo sabrás. No sabes si ha salido bien, si no han conseguido meter el riñón, si realmente has despertado…
               Al ir abriendo los ojos lo primero que vi fue como un espejismo, con esa neblina característica que tienes al abrir los ojos tras un sueño muy largo, que te cuesta enfocar. Pero lo supe enseguida, Ana estaba entrando a la sala de reanimación a verme. El tiempo fue perfecto, era la primera imagen que vi al despertar, como un rayo de luz que aparece en la oscuridad para iluminarte el camino. Yo imaginaba que no iba a ver a nadie más hasta que saliese del hospital, ya que con el tratamiento inmunosupresor debía ir directamente a la zona limpia de trasplantes para llevar a cabo mi recuperación, así me lo habían contado. Por eso la sorpresa fue doble y Ana pudo acercarse para agarrarme la mano como me prometió antes de entrar en quirófano horas antes. Ya está, con ese gesto lo tenía claro, todo había salido bien y el fin de la operación había tenido el mejor de los finales posibles, poder ver a la única persona que más deseaba ver para que estuviese a mi lado.
               Hablamos durante unos minutos, en ese tiempo intenté ir activando mi consciencia lo máximo posible para poder disfrutar el mayor tiempo posible esa oportunidad que tenía y poder recordarla por siempre. Aún estaba un poco adormilado cuando llegó, pero creo que recobré bastante rápido la consciencia, pues ese recuerdo aún lo guardo y dudo mucho que lo llegue a olvidar. No sé el tiempo que pasó, pero no debieron ser más que unos pocos minutos y Ana dio paso a mi madre que también la dejaron entrar. Desde la distancia hablamos y pudo comprobar que me encontraba bastante bien tras la operación, además los médicos le dijeron que había salido bastante bien.
               Así como entró se fue y fue el momento de subirme a mi habitación, mi último contacto con los seres conocidos había terminado, así me lo contaron, luego veremos que no estuve 100% aislado. Vuelta de nuevo a recorrer los pasillos mirando al techo esta vez sin tanto agobio y ya sólo pensando en las sensaciones que tenía, si me dolía algo o si notaba algo nuevo. Pero bueno, la anestesia todavía hacía su efecto y no era buen momento todavía.
               Me dejaron aparcado en la habitación con el que sería mi compañero de habitación por las próximas 2 semanas. Intenté ver mi herida, pero todavía estaba tapada, lo que sí me encontré es una sonda puesta y una nueva vía en la mano derecha. En la vía de la mano izquierda me colocaron suero para ir reponiendo líquidos y ya estaba acomodado para el resto del día.
               Cogí el teléfono móvil y empecé a escribir a todos los contactos que se habían preocupado por mí cuando se enteraron de la noticia. En ese momento sentía la euforia de poder contar a todo el mundo que todo había salido bien y que me habían contado que hasta el riñón se había puesto a funcionar desde un primer momento. Cuando tienes buenas noticias, sienta muy bien poder contarlas a todo el mundo.
               Buenas noticias que no tendría la oportunidad de volver a repetir en días posteriores.
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okuparenal · 2 years
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3.- Eterna espera
               La noche fue corta, me había puesto una alarma a las 7 para estar pendiente de cuando viniesen a prepararme, ya que la noche anterior me dijeron que me operarían a primera hora. Al final cuando vas a recibir un trasplante de donante cadáver, cuanto menos tiempo pase, mejor. El riñón se intenta conservar en el mejor estado posible durante el mayor tiempo, pero evidentemente durante el transcurso de este tiempo de espera, la sangre no está fluyendo hacia este riñón, lo que conlleva que sus células se vayan deteriorando poco a poco.
               Aunque al final la alarma no fue necesario, la actividad de un hospital a partir de las 6:30 de la mañana empieza ya a ser frenética y los nervios inherentes a la operación no ayudaron a quedarme dormido mucho más tiempo de esta hora. Avisé a Ana, pues la pobre tampoco había podido dormir bien esa noche y quería estar conmigo antes de que entrase a quirófano.
               En esos momentos mi madre venía de camino al hospital. Al haber sido puente, había aprovechado el día anterior para viajar a la playa y tras recibir la noticia el día anterior, sin deshacer las maletas, cogieron el coche de nuevo a la mañana siguiente. Según los médicos, creía que tras operarme a primera hora ella llegaría ya para mi salida de quirófano. Pero como si supiese lo que iba a pasar los médicos me dijeron que la operación se retrasaba hasta que no llegase una reserva de sangre especial para mí. Por lo visto, había unos anticuerpos que justo hacían que la sangre que tenían en ese momento en el hospital no fuese necesaria para llevar a cabo la operación, necesitaban mayor cantidad. Todo esto se hace por precaución, aunque no vaya a haber ningún problema y tengan sangre de emergencia, por protocolo necesitaban tener más sangre.
               En este punto sólo me preguntaba: ¿Por qué voy a necesitar tanta sangre? Los médicos hablaban de tener 4 litros en reserva, ¡4 litros! Evidentemente esto no ayudó a relajarme lo más mínimo, por ahora sólo me habían contado que la operación que me iban a realizar consistía en abrirme en un lateral de la tripa, acomodar el nuevo riñón en un hueco que tenemos ahí y unir venas, arterias y conectar con la vejiga. Muchos piensan que en un trasplante te reemplazan un riñón por otro. No suele ser el caso, a no ser que tu órgano sea perjudicial, que tenga algún tipo de cáncer o parecido, no te remueven ningún órgano. Siempre que quitas cosas, estás alterando e hiriendo el cuerpo más de lo normal, pudiendo provocar infecciones o derrames innecesarios. Cabe decir, que mis riñones, aunque mal, seguían teniendo cierta función y seguía orinando una cantidad considerable. Hay pacientes que llegan al trasplante si poder orinar nada ya.
               La mañana pasaba y yo seguía esperando y esperando, mientras a cada rato pasaba alguien que me decía:
-          Estamos a la espera de la sangre, en cuanto llegue, te bajamos a quirófano.
No sé cuántas veces pudieron pasar a decirme la misma frase, pero allí estaba yo solo en la habitación esperando a que llegase alguna novedad. Hasta que en algún momento de la mañana llegó Ana y pudo pasar a verme. En ese momento ya estaba como en automático, ese momento en el que estás viendo una película acomodado en tu sofá, calentito, en el que ya la trama de la película desaparece, tú estás viendo imágenes con un ruido de fondo, pero no sabes lo que está ocurriendo, además los ojos cada vez te pesan más y ya piensas: me estoy quedando dormido. Y ya lo dejas estar y te dejas llevar por ese sueño, sabiendo que te perderás la trama de la película, aunque la película sea un hito del cine, la pieza maestra del director más prestigioso del siglo. Tú en ese momento ya estás en tu sueño y no puedes hacer nada para remediarlo. Pues así estaba yo, metido en esa fase que normalmente dura segundos en una película, pero a mí me duró horas. Mi único pensamiento era esperar lo que tuviese que pasar, yo ya no tenía que hacer nada, sólo estar allí y esperar que llegase ese sueño, que en mi caso sería administrado por el anestesista.
Durante la mañana también llegó mi hermana a darme ánimos para la operación, entre ella y Ana, serían los últimos contactos cercanos que tendría antes de la operación. Aunque estuviese en ese estado de ensoñación, agradecí mucho la compañía, ya que de vez en cuando conectaba con el mundo real para olvidarme de que vendría a continuación.
Finalmente, a mitad de la mañana, supongo que sería medio día, me pasaron a la zona limpia de la planta para trasplantes. Ese fue el último momento de contacto con mis seres queridos, a partir de ahora me iban a administrar una dosis intravenosa de inmunosupresores para debilitar mis defensas antes del trasplante. Por eso era importante que a partir de este momento ya no tuviese contacto con nadie. Básicamente te mueven a una zona del hospital que está separada por una puerta doble corredera donde las medidas de higiene se supone que son mayores. [A día de hoy, me parecen un poco absurdas, porque al final el personal médico se mueve entre las diferentes zonas sin ningún tipo de restricción, trayendo cualquier cosa que pudiese estar al otro lado de puerta. A este lado de la puerta está gente normal, vienen las visitas, están los otros pacientes de otras salas, hasta he llegado a ver guardias civiles con arrestados. No por estar arrestado, el estado te va a privar de hacerte la diálisis que te corresponde].
Me asignaron mi habitación doble, pero mi compañero no estaba, en esos momentos se encontraba ya en quirófano porque también iba a recibir un riñón. Me pidieron que me lavara con unas esponjas enjabonadas y usase unas toallitas especiales desinfectadas para secarme. Así ya quedaría listo para entrar de manera higiénica en el quirófano. A partir de este momento lo mejor era que no tocase nada y estuviese quieto en el sitio.
Tras la ducha llegó mi madre, pero en ese momento ya no era posible que me viese nadie, estaba totalmente libre de gérmenes, claro. Aun así, se las ingenió para que le dejasen ponerse un traje EPI y entrar enfundada hasta los ojos y así poder verme antes de irme. Mi madre siempre fue muy pulcra con esto de los gérmenes y las bacterias, por eso no quiso acercarse a menos de 2 metros de mí. Se la veía emocionada, agradecida por haberme podido ver y con miedo por la operación, como era normal. Dentro de mi mundo, me alegré, sobre todo por ella, porque ella necesitaba casi más que yo verme, así sabiendo que mi madre quedaba más tranquila, también quedaba yo.
Cuando se fue mi madre prácticamente llegaron para decirme que ya iba a bajar a quirófano. Me tumbaron en la cama y ya era todo inminente, envié el mensaje que pasé escribiendo a Ana toda la noche con el único pensamiento de que ojalá no fuese lo último que le iba a escribir, aunque estaba escrito como si lo fuese.
Salí de la habitación, tumbado en la cama. Salir de esta manera por el hospital me resultó bastante humillante. Aunque tú te puedas mover, seas consciente, estás encerrado en esa cama, pudiendo mirar únicamente al techo, mientras te muestran por todos los pasillos del hospital hasta llegar a tu destino. Te cruzas con diferente gente, que inevitablemente te mira con esas caras de: ¿qué le pasará? ¿A dónde irá? ¿está sano? ¿Se está muriendo? Por suerte, en uno de los pasillos estaban mis padres y Ana que pudieron despedirse de mí antes de que entrase al ascensor. Sin contacto, con mascarillas, mediante gestos y frases sueltas nos despedimos. Tampoco había mucho más que decir en estos momentos, todo estaba ya dicho.
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okuparenal · 2 years
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2.- Una noche diferente
               Nos encontrábamos de camino al hospital, no recuerdo nada del viaje, supongo que tenía demasiadas cosas en la cabeza. Cada metro que avanzaba hacia el hospital se hacía más real la intervención del riñón, hasta ahora parecía simplemente un sueño, esos momentos que vives como mero espectador de tu vida viendo cómo suceden las cosas a tu alrededor.
               Tuvimos la suerte de aparcar justo al lado del hospital. En estos momentos creo recordar que fui escribiendo a la gente más cercana. Tras aparcar justo me llamó un amigo que seguramente sería el que más ha seguido la evolución de mi enfermedad, le expliqué la situación y ya me encontraba entrando al edificio. Supongo que le pilló tan de sorpresa como a mí. Ya sólo me quedaban 6 plantas, la última del hospital, hasta llegar a la zona de nefrología. Era un camino que conocía bastante bien, hasta que cambiaron el procedimiento de hacer analíticas, tenía que venir cada pocos meses a esta planta a que me pincharan para ir controlando el deterioro de mi riñón.
               Llegué a control y allí me esperaban para prepararme. Lo primero cómo no, fue una PCR, mientras tanto, Ana tuvo que bajar a admisiones para darme de alta en el sistema, conseguir las pegatinas, mi número de paciente, etc… Me pasaron a una sala de diálisis, que en ese momento estaba vacía, porque allí dializan sólo durante el día. Era extraño, yo estaba sobre una cama y a Ana le trajeron una silla para que pudiera estar sentada mientras venían con cargamentos de tubos para análisis. No recuerdo exactamente la cantidad, pero creo que fueron unos 15 tubos de sangre los que me sacaron. Había tantos que la pobre enfermera se olvidó un par entre todo el revuelo de tubos, pero los acabó sacando, no pensemos que me quedé sin analizar cosas. Al final estos tubos servían para analizar con qué valores entraba: qué función renal tenía, niveles de sangre, de potasio, azúcar, etc… Además de para las pruebas cruzadas, estas pruebas sirven para comprobar la compatibilidad entre el nuevo órgano y mi organismo, a parte de las pruebas cruzadas con posible sangre que pudiese necesitar durante o tras la operación.
               Durante el transcurso de la noche fueron pasando diferentes personas, enfermeras que iban pidiéndome cosas, muestras de orina, control de peso, exudado y seguro que alguna cosa más que ya no recuerdo. También aparecía de vez en cuando el doctor que me llamó por el trasplante para ir explicándome los pasos que iba a ir dando. La casualidad fue que este doctor fue QR cuando me hicieron la biopsia del riñón y se debía acordar de mí, porque yo no tenía ni idea. Además, estuvo de QR con la hermana de mi amigo que mencionaba antes. Este tipo de coincidencias y complicidades subconscientemente son las que nos tranquilizan, esa pequeña conexión que hay, hace que te una un poco más al paciente. Ya no eres el señor número 5923 que viene a hacerse un trasplante, eres el señor 5923 amigo de la hermana que estuvo tantos años de QR contigo y que además biopsiaste hace años.
               A partir de este momento empecé a recibir las repuestas de la gente a la que había escrito, para mi asombro fueron amigos que estaban realmente emocionados por la noticia que les había dado. Este momento fue muy especial para mí, ese apoyo tan sincero y emocional me impactó. En ese instante casi me derrumbo, llevaba toda la noche intentando parecer sereno y fuerte, no por mí, si no por los que me rodeaban.
               La noche parecía que iba a ser eterna, no sabía si tenía sueño o si debía descansar. Entre todo el revuelo sólo recuerdo tener la mano de Ana agarrada en todo momento, un ancla que me mantenía unido al mundo real, una confianza de que pasase lo que pasase, ella iba a estar ahí y no necesitaba que me lo dijese explícitamente. Además, esta batalla no era sólo contra mí, por desgracia también le afectaba a ella. Era ella la que iba a estar sola, que por más que hiciera, sólo podía esperar a ver cómo avanzaban las cosas. Esa impotencia de querer hacer todo y no poder hacer nada, yo la sentía y tampoco sabía cómo poder ayudar en ese momento.
               Serían ya las 4 de la madrugada por lo menos, la noción del tiempo desapareció, pero nos dijo una enfermera que lo mejor es que Ana se fuese a casa a dormir, porque aquí no iba a poder, básicamente estaba yo en una cama provisional que se iba a usar para dializar a la mañana siguiente. Así acordamos que era la mejor opción, ya podría venir a la mañana siguiente y verme antes de pasar a quirófano. Por ahora sabíamos que la operación se haría lo más pronto posible, en cuanto llegase la sangre necesaria de reserva para la operación. En ese momento de despedida, que queda todo a la suerte, que no sabes cuánto alargarlo. Podrías estar horas diciéndote cosas, recordando momentos, expresando sentimientos o simplemente dilatando el momento para que no acabe nunca. Simplemente nos abrazamos, nos besamos y nos dijimos todo con la mirada, o al menos, eso me hubiese gustado pensar.
               Al poco de irse Ana, me bajaron a hacer una radiografía y ya volví a la cama definitiva en la que iba a pasar lo poco que me quedaba de noche. En ese instante me puse a escribir todo lo que me gustaría decirle a Ana tranquilamente, casi pensando en que posiblemente podría ser lo último que le pudiese decir. Este fue mi momento de derrumbe y aún así no conseguí soltar ninguna lágrima. Había pasado tanto tiempo aguantando que el momento había pasado. Allí solo en una habitación con máquinas de diálisis, vaticinando el posible futuro que algún día me tocará. Tras escribir en un borrador todo lo que en mi mente y desearle las buenas noches a Ana que ya había vuelto a casa, el cansancio pudo conmigo y finalmente me recosté de lado y caí dormido.
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okuparenal · 2 years
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1.- Una noticia inesperada
               Era un viernes tranquilo, ese día había quedado para jugar al pádel después de trabajar. Hacía mucho tiempo que no quedaba a jugar al pádel y me hacía especial ilusión, pero sabía que el partido no iba a ser gran cosa, estaba en muy baja forma, se me había olvidado todo y además ya empezaba a hacer calorcito y se notaba a la hora de jugar.
               Tras el partido decidimos tomar unas cañas, yo como venía acostumbrando desde hacía unos meses las pedí 0,0 sin alcohol. Esto era debido a que la función de mis riñones no estaba en su mejor momento y tenía subidas de tensión, por lo tanto, decidí dejar el alcohol de lado; aunque no era algo de lo que abusara. Mis amigos me preguntaron efectivamente por las 0,0 y les conté mi situación, además la última noticia que tenía de los médicos es que en 2 semanas tendría que ir a hablar con el urólogo porque llevaba 2 meses haciéndome pruebas para ver si era compatible para recibir un nuevo riñón. Hasta aquí yo vivía tranquilo, sabía que el trasplante era cuestión de tiempo y me lo habían recomendado antes que ir a diálisis.
               A la hora de cenar decidimos retirarnos para volver con nuestras parejas. Yo hablé con Ana que estaba en La Gavia de compras con una amiga y estaba terminando. De camino estuvimos viendo si íbamos al cine, que hacía mucho que no íbamos, pero por tiempos no encajamos ninguna película. Nuestra siguiente opción fue buscar un sitio donde cenar, aunque no tenía mucho apetito de los restaurantes que allí había, al final, con esto de la tensión siempre intento buscar la opción más saludable y comer fuera nunca lo es. Tras un par de vueltas a los restaurantes decidimos cenar un poke, pero lo llevaríamos a casa para cenar tranquilos mientras veríamos algo que nos gustase en la tele; de los planes que más disfruto con Ana.
               Al poco de salir con el coche recibo una llamada de un número que no tenía guardado, pero que reconozco que viene de un hospital; era un número muy largo con muchos ceros entre medias. Decido cogerlo y sale por los altavoces del coche, Ana está a mi lado escuchándolo todo.
               Me llaman del Gregorio Marañón, el doctor a cargo de trasplantes. Tienen un riñón disponible para mí. La noticia me pilla completamente por sorpresa, no esperaba recibir un riñón tan pronto. Como mencioné antes, pensaba que hasta que no tuviese la cita con el urólogo no entraría en lista de espera y entonces pasarían algunos meses. Por lo visto ya estaba disponible para recibir un trasplante y ese día habían recibido un riñón que se ajustaba muy bien a mi caso; era de una persona sana, compatible y de edad parecida a la mía.
               Tal vez deba detenerme aquí a explicar de dónde vienen estos órganos. El viernes que me llamaron coincidió que era comienzo del puente de mayo, fecha en la que hay más movilizaciones y como sabemos en este país, mayor riesgo de accidente. A mí nunca me dijeron quién era el donante y es algo con lo que seguramente no quieras vivir. Al final es un sentimiento muy ambiguo, ya que por un lado una vida se acaba, pero esa vida deja consigo un montón de posibilidades: riñones, pulmones, corazón, páncreas, etc… Y si todo eso recibe un nuevo propietario, son nuevas vidas que van a comenzar, porque las personas que lo reciben les cambiará su forma de vida drásticamente. Por eso, no quiero si no alabar de todo corazón a toda esa gente que decide ser donante, que es un gesto que no vas a recibir ninguna recompensa en vida, nunca sabrás si has hecho algo por alguien o no llegado el momento, pero desde aquí puedo asegurar que sí que lo hace. Con esto no quiero concienciar a nadie para que se haga donante, si no agradecer con toda mi alma a los que ya lo son y sobre todo a esa persona que nunca podrá saber que su tragedia cambió mi vida.
               Retomando la historia de nuevo, estaba al teléfono con el doctor mientras me explicaba la buena oportunidad que me había aparecido, que por eso me llamaban a estas horas y sin haber pasado todavía por la consulta del urólogo. Todo me parecía muy precipitado en el momento, yo esperaba recibir más información en futuras visitas a los médicos, pero bueno, el doctor que me llamó dijo que me explicaría mejor en el hospital si decidía aceptar el riñón. Tenía la opción de rechazarlo, dejándome claro que no había problema, que era una opción razonable también, pero que la oportunidad que se me ofrecía era muy buena. Decidió dejarme media hora para pensarlo tranquilamente y me llamaría después.
               Sabía que la decisión sería sólo mía, pero en ese momento sólo quería que alguien decidiese por mí, es en esos momentos que te bloqueas con esa contradicción de no poder pensar en nada y pensarlo todo a la vez. Así que decidí llamar a mi madre para contárselo, al menos así tendría tiempo para pensarlo mientras hablaba con ella, podría tener al subconsciente pensando en qué era lo mejor para mí, mientras el consciente hablaba con ella. También le pregunté a Ana su opinión, pero ya sabía que me apoyaría en cualquier decisión que tomase, al final sólo tenía que ver su cara para saber lo que estaba pensando.
               Llegamos a casa, me tiré en mi cama a ordenar todos mis pensamientos. Es curioso que en estos casos siempre hacemos una lista de pros y contras, en mi caso no tenía ni idea de los pros, nadie me los había explicado. En cambio, en contras me salían perderme planes a corto plazo que ya tenía acordados, a parte del mayor contra de todos, el miedo. Miedo a lo desconocido, al cambio, al fracaso. ¿Qué iba a cambiar esto en mi vida? ¿Saldría bien la operación? Lo más importante que pensé en ese momento era que no quería perder la vida que tenía hasta ese momento, a excepción de la salud, todo era perfecto para mí. Al final, lo que quedó en mi cabeza fue la palabra oportunidad, tarde o temprano tendría que volver a pasar por esta decisión y lo mismo la próxima vez fuese demasiado tarde y ya hubiese entrado en diálisis o la oportunidad no era tan buena y recibiría un riñón más deteriorado. Por lo tanto, mi decisión fue ir a por ello.
               Levanté de la cama y fui a hablar con Ana para comunicárselo y disponernos a cenar el poke que estaba esperando sobre la mesa. Quería quitarle peso al asunto y volver a la rutina para hacerme pensar que era un procedimiento rutinario. Apenas comí.
               Volvió a llamar el doctor y le comuniqué mi decisión y le pregunté los siguientes pasos que debía dar. Así preparé una mochila con elementos de aseo, el portátil y cargadores, sabia que estaría un tiempo aislado. Cogimos todo y condujimos hasta el hospital. Debían ser en torno a las 23:30 de la noche.
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