La relación es 50/50, tú mueve’ el culo fenomenal y yo te devoro cómo animal.
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Te amo sin límite. Sin cordura ni dignidad. Estás muy dentro de mí y ya no puedo dejarlo escapar.
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No me cierre la puerta dejando signos de interrogatorio.
Si contáramos las veces en que lo intentamos en los últimos tres años, ¿cómo me llamarían?
Si contáramos los adiós que nos dijimos, ¿cómo creer en el último?
Si contáramos los Te amo sin sentimiento, ¿cómo me llamarían?
Si contáramos los Te amo dichos con el más sincero corazón, ¿cómo me llamarían?
Desde un inicio no se puede negar que nuestro escenario ha sido difícil, los caminos se nos han dividido más de lo imaginado. Pero siempre hubo un hilo necio del destino que nos reencontraba, pero no para a(r)marnos, sino para destrozarnos, más.
No fue así, hasta el año más caótico para el mundo, donde para muchos y muchas el rompecabezas se rompía, pero para mí de alguna manera empezaba a cobrar sentido, las piezas fueron encajando, se nos veía más joviales de inmediato, más compatibles y estaba convencida frente al vacío que no caería de nuevo en él.
Hasta que llegó un Domingo por la tarde, y todos nos fuimos, las nubes me bajaron del cielo, sin previo aviso caí, en la realidad. No fue hasta un Domingo, donde la lluvia de pleno Octubre, acarició mi rostro, diciendo: No es tuyo. Las gotas de agua en plena tarde, asimilan un poco las de mi carita empapada. Y nunca, me he sentido tan afin con un clima.
Y de nuevo,
vuelvo a ser como los demás
con el rompecabezas roto
y con un año caótico.
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