Los pasos del muchacho se dirigen por pasillos marmoleados, la suela y el tacón de sus zapatos resuena con confianza mientras debajo del brazo cargaba un par de libros grandes y de pastas gruesas, se veían desgastados por el uso, pero aún estaban perfectamente funcionales, algunas marcas de tierra y pasto le daban el valor que realmente tenían y la utilidad que podrían tener. Un par de puertas se abren para que entre y una sonrisa se forma de inmediato en sus labios cuando encuentra a la persona que buscaba. - —Su excelencia, buenos días — -saluda, enérgico y amistoso, haciendo una pequeña reverencia antes de trotar hasta la mesa donde Junseo leía durante las mañanas. Sin esperar mucho, tomó asiento al costado de este, pero no invadió su espacio personal por si no lo deseaba, con cuidado colocó los dos libros sobre la mesa, sonriendo más amplio. - —¿Cómo está hoy, majestad? ¿Tuvo dulces sueños?
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