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#POR FIN TERMINÉ DE EDITAR EL PRÓLOGO
sviancontrast · 6 months
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Gente, ¡tengo algo que anunciar!
HE TERMINADO DE EDITAR EL PRÓLOGO
A ver, supongo que más adelante querré editarlo de nuevo o me hará falta o lo que sea, ¿pero por ahora? FINIQUITAO
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Peoples, I have a big announcement!
I FINISHED EDITING THE PROLOGUE
I mean, I guess that later on I'll wish to edkt it again or I'll just have to or whatever, but for now? IT'S FINISHED
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Palabras en el primer borrador/word count in the first draft: 4453-4454
Palabras en la versión editada/word count on the edited version: 6298-6299
Depende de si uso un contador de palabras o el de Documentos. It depends on if I'm using a word counter or Docs.
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mayorsymmetries · 4 years
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La mejor historia jamás escrita
Soy escritora por naturaleza y desde siempre pero, como la mayoría de escritores (al menos al principio), no tengo el lujo de ser solo eso.
Siempre he amado la ciencia y las matemáticas así que pensé que podría conseguir una de esas carreras que dan dinero y suenan bien y que no “desaprovecharían mi capacidad”. Bueno, a ver, tenía que elegir otra cosa que no fuera escribir y esta segunda opción sonaba bien. Tan bien que no era la clase de cosa que nadie en su sano juicio tendría como una segunda opción. Es más normal que la gente elija cosas pequeñas, que no requieran mucho tiempo para mantenerse hasta que llegue el momento de la gran salida. Pero yo no. La verdad es que en España tampoco es tan raro, lo más probable es que, por bueno que seas, nunca vayas a poder vivir solo de ello.
Yo entonces ni lo sabía, pero es que había algo más que sí me rondaba por la cabeza. Nunca he sabido cómo de buena soy, realmente. Tengo años a mis espaldas, supongo que tengo experiencia, sí, pero eso no garantiza nada, puede que lleve toda mi vida escribiendo sandeces. En el colegio me alabaron, pero en todos los colegios siempre hay un puñado de chicos que sus profesores aseguran “han sido bendecidos con el don de la palabra” o alguna cosa por el estilo. Yo no tengo una prosa muy poética ni adornada así que a menudo oía a la gente maravillarse con como algunos adornaban escritos en clase que, realmente, carecían de valor profundo.
Sí, siempre tenía ser fama de ser la que escribía a pesar de mi estilo sencillo y, más que eso, llegué a tener a gente atenta con mis historias. Pero, de nuevo, era más como una escritora de fanfic entreteniendo a mis amigas lectoras con ese slowburn, friends to enemies to lovers que nunca parecía acabarse. Siempre he sido una escritora de contenido, siempre he pensado “Hacer que algo suene bonito es lo fácil, eso es una tontería. Lo que merece más tiempo es la sustancia, lo que pasa, las relaciones entre los protagonistas, que te destrocen el corazón y que sea real”. Siempre he escrito rápido y absoluta y completamente de brújula, aunque no sé si los expertos disentirían, pero yo moriré en esa colina. Lo cual implica que la mayoría de lo que escribo está descuidado. Lo que es editar... Viene a no ser mi fuerte. Nunca he sabido hacerlo, no me gusta. Escribir para mí siempre ha sido intuitivo, diversión donde todo lo que pasa me gusta y es que tampoco he tenido nunca que hacerlo bien ¿no?
Bueno, no lo sé. Siempre he tenido aspiraciones, eso está más que claro, siempre he querido hacerlo bien. Sin embargo, la primera saga larga que terminé huía de todas las convenciones de cualquier novela que se lleva al mercado. Empezando con un formato innovador con una duración de cada entrega dependiente del número de hojas que me sobraran en las libretas tamaño cuartilla que había usado el año pasado en clases. Eso tenía como resultado una historia que empezaba con una primera entrega de apenas unas pocas docenas de páginas que se fue extendiendo hasta convertirse en una serie de tres sagas conectadas una tetralogía, una heptalogía y un epílogo glorificado en el que rompía todas las reglas de la narrativa. Para mi yo juvenil, era algo experimental y genial, todo el status quo que se había construido a lo largo de la saga colapsaba y los personajes entraban en estados mentales de completo caos y también la prosa y forma de narrar. Había escenas en las que se revelaban todas las maquinaciones ocultas tras las cortinas, pero en las que decidía codificar los diálogos, sin ninguna descripción ni más indicación de quién hablaba que un símbolo y la caracterización en las expresiones de cada uno. Momentos en los que optaba por utilizar habilidades sobrenaturales de los personajes en la narrativa de forma meta para directamente dirigirse a la audiencia y responder preguntas que seguro habían surgido.
Era más o menos lo contrario a algo fácilmente publicable, pensaba yo, considerando lo que solía leer entonces, relativamente normal y comercial. “Pero, si lo hicieran”, siempre pensaba. Y aún creo que probablemente haya algo genial entre las páginas de esa historia, no me he rendido. Por temporadas pienso que los tres actos del prólogo (que bien podrían ser una novelette por sí solos) son absolutamente sublimes. Por otras odio saberme de memoria casi todas y cada una de las cosas que ocurren gracias a las reescrituras. Como todo nació en una libreta con mi variante y algo críptica caligrafía, pues obviamente era natural que quisiera pasarlo a Word y, ya de paso, pulir un poco. Ahí empezó un ciclo casi infernal. Porque si me llevó tiempo acabar en las libretas, en el word me llevó más. En todo ese tiempo mi escritura había evolucionado tanto, había aprendido tanto sobre escribir que sabía lo que era editar, la estructura narrativa, el desarrollo de personajes... Alguna de esas cosas vi que las hacía sin darme cuenta, gracias a leer, gracias a seguir ese instinto de escribir lo que yo querría como lectora. Y comenzó el proyecto de reescritura/edición de algo enorme que parecía interminable e imposible, tan antiguo y, sin embargo, tan prometedor.
Ahí había algo bueno, lo sabía desde el principio y lo sé aún. Pero eran cosas que no había forma que supiera desarrollar completamente. Quiero decir, relaciones complicadas a lo largo de siglos, viajes dentro de la psique de asesinos, traumas, represión... Y todo enmarcado en una tragedia que sé que hoy echaría atrás a muchos lectores. Especialmente al ser una lectura con intención de representar la salud mental y personajes con diversas orientaciones sexuales (aunque bastante blanco y con personajes casi exclusivamente masculinos), al haber en ese mercado tanta demanda por historias románticas, simples, felices y de triunfo. Lo cual es comprensible para cualquiera, pero cuando tienes una horrible tragedia retorcida unapollogetically gay pues también quieres que tenga un hueco en el corazón de los demás.
No es lo único que he escrito, he escrito tantas cosas que ya he llegado a olvidar haber acabado libros. Sin embargo, sí que hay patrones como la excesiva longitud, la mezcla de ambientaciones de fantasía y ciencia ficción con tramas bastante basadas en personajes y tan lentas que puede dar la impresión de que pasa el primer libro “y no pasa nada” y a menudo la exploración de temas oscuros, incómodos y de moralidad gris. Son novelas diversas, algunas más accesibles que otras, pero al fin y al cabo escribo las historias que tengo en mí y creo que tal vez podrían tener un público, incluso si es muy específico. No puedo escribir otra cosa. Bueno, parte de mí siente que, en realidad, podría escribir cualquier cosa. Escribir es la cosa fácil, es lo que siempre he sabido hacer y cualquier idea que suponga un reto, una excusa para estirar los músculos literarios y escribir la tomo alegremente.
Sin embargo, dada mi elección de segunda opción, en mi ambiente no tengo muchas oportunidades para ello, más bien lo contrario. De hecho, las cosas que hago son más o menos lo contrario a esa ambición literaria. Y también me gustan en concepto. A menudo me siento desmotivada por ellas porque el cómo se hacen las cosas en mi escuela es un campo de minas para cualquiera con tendencias a una salud mental un poco mala, pero al menos tengo claro que no dejaré mi apoyo, mi escritura. Idealmente sería el perfecto equilibrio, hacerlo todo... Pero lo cierto es que no. Estoy haciendo como hobby algo que me tomo muy en serio, que bien podría ser un trabajo y que, al querer hacerlo bien, no se convierte necesariamente en un alivio pero en el que, al no recibir ese feedback positivo del que mi otra vida académica me priva, también me siento altamente insegura. Yo confío en mis habilidades, eso me gusta creer y sé que todas mis aspiraciones son bastante difíciles de alcanzar pero que con tesón y constancia no es imposible. Que no sea imposible no quiere decir que lo consigas, si al final decides que no merece la pena el sacrifico, si no es lo que quieres. Pero lo que ocurre es que la mayoría del tiempo estoy demasiado agotada y aterrada para reunir la fuerza que requiere esa constancia y, como es previsible, no llego a lo que quiero y eso solo me hunde más. Al final en lugar del ideal equilibrio entre mis pasiones, soy el muñeco del que dos hermanos tiran, peleándose por él, que al final no acaba en ningún lado.
Pero, de nuevo, cuando tienes problemas con la salud mental, el mayor peligro es todo lo que tu cabeza te va a mentir. Tu única fuente de referencia en muchas ocasiones. Te va a decir “No puedes más. No vales para esto”. Vas a ver a alguien que haya dedicado todo su tiempo a la escritura y pensar “Guau, mira todo eso a lo que yo no he tenido acceso desde el camino autodidacta” y vas a ver a tus compañeros de clase y pensar “Debo ser de las más idiota de la clase”. Porque es difícil mantenerse leyendo todo lo que sabes que teóricamente podrías. Porque leer para ti ya es una tarea, es absorber, es aprender y hay tantas cosas que quedan por leer y a veces no puedes, no quieres, tu cuerpo agotado toma el control porque no sabes escucharle y tratarle bien y te conviertes en una marioneta. Y entonces no lees. No sigues aprendiendo, no sigues avanzando porque en la vida adulta pasan tantas cosas de las que nunca nadie te advirtió y es solitaria y todo cambia y a veces da miedo, muchísimo miedo. Todo lo que haces tiene que ser productivo y sabes que eso no está bien, pero has olvidado lo que era jugar por jugar, has olvidado lo que era descansar para soltarlo todo en lugar de desesperadamente pulsar el botón de la endorfina al no saber que otra cosa hacer para no colapsar
¿Siquiera me gusta escribir? Porque es obvio que sí, pero lo que yo escribo no es como escribir-escribir, no es como para Nobel de Literatura ¿Siquiera lo que hago vale una pizca la pena? Es demasiado largo, nadie nunca lo leerá. No suena como este texto
Y leer es difícil, porque disfrutar de la misma manera se hace difícil, ahora juzgas con un conocimiento de causa mayor. Ahora sabes que la mayoría de gente no tiene gusto a la hora de leer las cosas, al menos no desde un punto de vista técnico. Y eso significa que tampoco esos que te dijeron que lo que escribías podía valer la pena. Pero, sobre todo, a veces te cuesta recordar qué era apreciar algo. Tal vez no eliges los libros adecuados ¿Pero, cómo vas a hacerlo? Tienes que leer este, porque lleva meses en tu estantería y no recuerdas todo lo que la tú pasada quería leerlo. No puedes no leerlo. No puedes dejarlo a medias.
Es frustrante. Completa y absolutamente, no hay un respiro ni escapatoria. Es infeccioso. La única cosa que siempre te salvaba es infecciosa, es tóxica. Pero no puedes ponerla en cuarentena, porque si prescindieras de eso sí que no podrías seguir. Es un dilema del erizo completo y absoluto. Es enfrentarse a una única y absoluta mentira.
“No eres digno de ello”
No sé si será una experiencia compartida por muchos, pero que sea escritora no implica que se me dé bien hacer a nadie, absolutamente nadie, interesarse por mis libros. No sin sentir que molesto, los restriego por la cara. No hay nada que me gustaría más que fangirlear con alguien sobre ello. Pero tal vez con el tiempo aprendes a ser cauteloso porque la ilusión que te hace es tan grande que, cuando se chafa, duele. Nunca nadie lo hace con mala intención. Pero cautivar la atención de la gente es un arte cauteloso que todo escritor debe manejar. La gran mayoría de gente no se interesará por algo de lo que no sabe nada, algo que ha escrito alguien a quien no conoce, si no consigue darle algo que le atrape. Hay lectores más receptivos que otros y, por supuesto, la suerte influye. Pero es un juego continuo de la cuerda floja. Puede que el final sea maravilloso, pero si nadie nunca llega a leerlo, nadie lo sabrá. Sin embargo, el cómo hacer que lleguen a leerlo es un absoluto misterio. Si quieres intentar aprenderlo adelante, seguro que hay formas, pero algunos soñamos con que otro se encargue de eso. Una editorial, el estilo tradicional. Pero al mismo tiempo, sabes que no eres nadie aún, que reciben millones de historias y que tal vez juzguen mal la tuya, porque lo hacen todo el rato. Harry Potter, el maldito Harry Potter, que no hay nada más apetecible para cualquier paladar, fue rechazado una y otra vez. Quieres que algo destaque, que tus palabras enamoren pero, en gran medida, eso no depende de ti. Y entonces te entra el pánico porque no sabes qué hacer. No puedes hacerlo, parece imposible.
“No eres digno de ello”
Pero la verdad es que no va a pasar porque seas digno. Solo va a pasar si lo echas ahí fuera. Si no estás poniendo lo que escribes a la vista de todos, nadie lo va a leer nunca. “Y aunque lo ponga” piensas a veces. “Es que me estoy guardando esto, no quiero desperdiciarlo echándolo al Internet sin ningún cuidado”. Lo echas y te arriesgas a que sea la mejor historia jamás leída. Y ya está. Nadie es más digno que otro, ese concepto solo lo inventó alguien que buscaba manipular al resto. A la hora de la verdad, no todos vamos a tener las mismas facilidades, los mismos recursos ni las mismas oportunidades, pero eso poco tiene que ver con que no las merezcamos y mucho con que vivimos en sociedad y dependemos del resto.
Érase una vez, siglos atrás, un hombre convenció a su vecino de que si no eran iguales se debía a que su linaje descendía del de dioses y que, si no deseaba enfurecerlos, no le quedaba otra sino rendirle pleitesía. Y yo no soy quién para discutir dioses, menuda y mortal; pero si alguien es hijo de ellos, el uno no puede serlo más que el otro. Si hay una mano que nos lleva a unos por caminos más despejados y a otros por más angostos, más allá de la humana, su carácter es natural, aleatorio e inmensurable. Que no entiende favoritismos y, si los juega, no se trata sino de afortunados accidentes no muy distintos de los dibujos que llevamos siglos pintando al unir las estrellas.
El concepto de talento es casi por completo un constructo social que no sirve para nada. Lo que marca la diferencia es el esfuerzo, el trabajo. Los golpes que no temes darte, la perseverancia. Es un juego de azar, es apostar en el casino. Nada más y nada menos que eso. Es tu decisión si quieres seguir jugando en un tablero al que tú no le has marcado las reglas, pero es la única opción si quieres el premio. Se trata de escribir un millón de veces la mejor historia jamás leída hasta que deje de serlo.
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