Tumgik
#el tema es que por ejemplo no sé sí acá en Argentina hay muchos dueños de camiones (como en EEUU) o son conductores en su mayoría
elbiotipo · 1 year
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Me estoy agarrando fuerte de la estética "space trucker" camionero intergaláctico para mi Cosa espacial (provisionalmente llamada Campestela). Todo muy al estilo de ese episodio de Cowboy Bebop con los camioneros.
Y en realidad estoy investigando sobre las subculturas de los camioneros alrededor del mundo y me dan muchísimas ideas, están por supuesto los camioneros en India y Pakistán con sus camiones todos decorados, los camioneros yanquis con esos camiones gigantes y toda esa subcultura medio vaquera, los dekotora en Japón con esos camiones todos con luces, y una cosa muy interesante que noté es que las calcomanías al estilo "Dios Es Fiel" o "Gracias A Mis Padres" parecen ser universales, las he visto en camiones argentinos, brasileros, pero también en África, en India, y demás.
Por supuesto, mi camionero espacial, siendo argentino, va a ser peronista con un casco verde que diga "MOYANO CONDUCCIÓN"
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diegoricol · 5 years
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Diego Ricol Freyre recomienda:Diego Ricol Freyre recomienda: Overkill: “Hay que entender que el metal es un negocio”
Bobby Blitz habla de “The Wings of War” y recuerda cuando asaltó un estudio de grabación. También cuenta cómo inmortalizó a la banda en el Hall of Fame, y adelanta el show del Teatro de Flores. Entrevista con Rock.com.ar.
Las discusiones sobre el “Big Four” del thrash no dejan de aparecer en los foros, y la pregunta suele ser la misma: de ampliarse la lista, ¿a quién debería incorporarse? ¿A Exodus, a Testament o a Overkill? Hay una particularidad que este último grupo guarda con Metallica, el gran headliner: que ambos están incluidos en el Rock and Roll Hall of Fame. O casi.
Para que una banda pueda sumarse, deben darse varias cosas. En primer lugar, que su primer disco haya sido editado hace veinticinco años. En segundo, que tanto el jurado como el público voten por ellos. Pero Overkill se salteó las consignas.
“Teníamos un día libre en Cleveland, así que fuimos al Salón -explica el cantante Bobby “Blitz” Ellsworth del otro lado de la línea-. Yo llevaba un cuchillo a todos lados, una especie de multiherramienta, porque nunca sabías qué podía romperse en el escenario. Me dejaron pasar con el puñal, entonces hice lo que mejor me pareció: con el cuchillo, inmortalicé el logo de Overkill en el baño. ¡Así que ya estamos ahí!”. Misión cumplida.
El vocalista se ríe como si fuera la última vez, y lo hará repetidas veces a lo largo del reportaje. Esa es una de las características de Bobby: su aspecto será rudo, pero sus carcajadas demuestran que es uno de los más amables y simpáticos del metal.
youtube
La cordialidad es aún mayor cuando habla de “The Wings of War” (2019), el disco que editarán el 22 de febrero. Será el álbum de estudio número 19 de Overkill, y el primero con el baterista Jason Bittner (Shadows Fall). “Pueden esperar diversidad. Elegimos ‘Last Man Standing’ como corte de difusión porque está dentro de nuestros estándares, con una naturaleza agresiva pero mezclada con melodías. No diría que es la más pesada del álbum, pero sí una de las más rápidas. Obvio que hay velocidad, pero también mid-tempos y hasta un poco de punk, en ‘Welcome to the Garden State’”.
Esta última, de hecho, sirvió para que Bobby se reencontrara con su infancia. “Hablo sobre mis amigos, las salidas con ellos y hasta uso términos de Nueva Jersey. Al menos para mí, es una de las canciones más destacadas, por la conexión emocional”.
“Welcome to the Garden State” es también el nombre de un documental en el que Overkill analiza, en varias partes, su extensa carrera. “Estábamos hablando con Nuclear Blast y querían llevarnos a Los Ángeles, para grabarlo allá. Pero con D.D. -Verni, bajista- les dijimos: ‘Miren, pueden ahorrarse la mitad del dinero si vienen para acá, y de paso les mostramos dónde vivimos’. Nos sentimos más cómodos, y mostró la personalidad de la banda de una forma más real. Nosotros pertenecemos a Nueva Jersey, no a otro lado”.
La novedad del álbum es que, por primera vez en varios años, el cantante compuso sin su viejo método de post-its. Cuenta la leyenda que Ellsworth llegó a tener decenas de papeles autoadhesivos pegados en su cuarto, para recordar algunas ideas de letras. “Esta vez no fue así, pero igual tomé notas. La grabadora de mi celular fue el reemplazo perfecto, porque pude registrar constantemente lo que se me vino a la cabeza y guardarlo. Luego le escribía algo como referencia. Si por ejemplo tarareaba ‘dara-dara-dara’, anotaba: ‘No la hagas sonar como tal canción’. ¡Me pasé a la modernidad!”.
REPRESENTANDO A TU PROPIA BANDA
Desde hace varias décadas, Bobby y sus compañeros se encargan de los negocios de Overkill. Pero para su disco anterior, “The Grinding Wheel” (2017), contaron con la ayuda de un externo. “Ahora nos estamos manejando de vuelta nosotros, porque pensamos que podíamos hacerlo mejor. ¿La razón? Que no habíamos tenido errores… hasta que llegó ese tipo”, se vuelve a reír el vocalista.
¿Así que lo despidieron? “Digamos que nos dimos un apretón de manos y cada uno se fue por su lado. Es muy lindo tener el control de tu destino, y si sos corajudo, hay más oportunidades. Siempre me gustó esa parte del negocio del metal, y hay que considerarlo como tal: si no tuviéramos un balance económico positivo, no podríamos girar por Buenos Aires, y realmente queremos ir allá. Nos manejamos sin miedos. Hay algo muy especial en estar metido en el día a día de Overkill desde el management, la composición y la performance”.
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Pero evidentemente, no todo fue color de rosas en la carrera del grupo: aunque se reencontraron con la estabilidad -especialmente desde la seguidilla de “Ironbound” (2010) hasta ahora-, hubo grandes peleas con las discográficas. Para el histórico “Horrorscope” (1991), producido por Terry Date, Megaforce le pidió una nueva “audición” a Overkill. Sí: aunque ya era el quinto disco de la banda y esas canciones se iban a convertir en clásicos, los cinco tuvieron que subirse a un escenario en Brooklyn y demostrar que tenían lo que se necesitaba.
“Me calenté como la mierda -recapacita el vocalista-, pero la idea de los temas es justamente estar enojado. De jóvenes éramos mucho más sensibles, y nos daba bronca que alguien de afuera decidiera sobre nosotros. Eso nos irritó incluso más e hizo que el disco fuera mejor, porque se notaba la agresividad. Al final terminó siendo una ventaja para Overkill, y no para el sello. Es algo que todavía siento en la piel: la rabia que aparece en ‘The Wings of War’ también nace de lo que pasó ahí”.
¿UNA RIVALIDAD NECESARIA?
Según Bobby, ese sentido del desafío permitió que el grupo llegara a los casi cuarenta años de vida: por más que compartan escenarios con bandas amigas como Exodus y Testament, Overkill siempre se lo toma como un duelo. “Cuando lo veo a Gary Holt, le digo: ‘Espero que te salga todo bien, pero que a mí me vaya incluso mejor. ¡Quiero hacerte mierda! Creo que es necesario. Y aunque Chuck Billy estuvo de gira con nosotros en su primera etapa, no me rebajo frente a nadie. Teniendo esa competencia ganás vos, y también la audiencia. Es genial que un grupo como el nuestro aún tome esos desafíos. ¡Fue un largo viaje, man!”.
El problema es que esa rivalidad, a veces, se puede extrapolar a la propia banda. Porque como todos sabemos, un grupo es esencialmente un matrimonio entre cinco personas. Pero desde su adorada Nueva Jersey, el músico se encarga de tirar abajo el mito.
“Somos muy suertudos por venir todos de la misma zona, y por compartir los mismos principios. Cuando vas a distintos lugares te das cuenta de las diferencias en la forma de trabajar y en los diálogos. Incluso pasa con los pueblos de la Argentina: no todos son lo mismo. Nuestros abuelos vinieron de otros países y nos transmitieron su ética. Así que si hay diferentes opiniones, quedan en el ámbito privado. Overkill es un ente con una única voz, y no se hablan pestes del otro. Por eso estamos tan fuertes”.
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Terry Date, que luego se haría famoso por sus discos con Pantera, también había producido “The Years of Decay” (1989). Ahí aparecía una de las canciones más distintivas del grupo: “Elimination”. Pero nadie imaginaba que, detrás de tanta agresividad, ¡se escondía el Gato Silvestre! La historia es así: justo el día que grabó las pistas de voz, Bobby había estado imitando al dibujo animado con su hijo. Por eso, sin darse cuenta, registró sus partes con un montón de zetas y un tono extraño.
“Terry nos hacía sentir tan cómodos que ni me di cuenta de que estaba cantando así hasta unas horas más tarde -simula la pronunciación-. No creo tener las cintas, porque no guardábamos todas las voces. Debería fijarme en el piso de arriba, porque quizás todavía existan”. ¿Se animará a imitar al Gallo Claudio?
UN LADRÓN MUY PESADO
Alrededor de la grabación de “Bloodletting” (2000) también pasaron varias cosas. Poco antes, Bobby Blitz había sido diagnosticado con un grave cáncer de nariz, y tuvo que operarse urgentemente. Pero la máquina de Overkill no se detuvo. Ni siquiera lo logró el propio estudio, que les confiscó las grabaciones. Ellsworth tuvo que poner manos a la obra… ¡y robar sus propias cintas!
“Me estoy riendo tan fuerte que no sé si puedo responder a eso -aclara extasiado-. Como no nos habían entregado los tracks a tiempo, entré el lugar, los confisqué y los llevé a otro lado para que los mezclaran. ¿Querés saber cómo fue? Imaginame con una máscara, metiéndome con guantes a través del vidrio y en puntas de pie, para no hacer ruidos”.
La pregunta es obvia: ¿esa noche usó el mismo cuchillo que en el Hall of Fame? “¡No, sin armas! Somos gente pacífica -estalla en carcajadas-. Si los dueños del estudio se hubieran enterado, habría habido un lío bárbaro. Estábamos muy emocionados con Sanctuary, la compañía de Iron Maiden y Ron Smallwood. Entonces mi motivación era: ‘Si me convierto en ladrón, que al menos sea para que ellos me reconozcan’. Así que fue un trabajo necesario”.
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Para “The Wings of War” no hubo que entrar a hurtadillas a ningún estudio ni pelearse con ingenieros de sonido. O al menos, no públicamente. “Hoy, una de nuestras armas secretas es (el guitarrista) Dave Linsk. Compongo mucho con él, porque le gusta replicar lo que yo hago, y viceversa. Así que cambió la dinámica en el grupo. Y teniendo a un baterista como Jason Bittner, no se puede pedir más: si le pedimos que toque una determinada parte, la hace mejor de lo que imaginamos. Aunque D.D. y yo seamos los eslabones con los que empiezan y terminan las canciones, él funciona bien con Linsk. Al ser dos polos opuestos, se complementan perfectamente”.
En el Overkill modelo ‘19, la composición parece fluir de forma mucho más natural que en discos como “I Hear Black” (1993), al que el propio Blitz cree que le faltó un golpe de horno. “Necesitábamos unos meses extra para entender mejor a los demás autores de las canciones -dice en referencia a la escritura-. Hoy, nuestra química es muy diferente que a la de ese álbum, a la de ‘Horrorscope’ o incluso a la de ‘Ironbound’”. Con el material a punto de salir, sólo restan un par de semanas para conocer los resultados.
EL REGRESO A SUDAMÉRICA
Como ya confesó, el cantante adora tocar en nuestro país. Por eso, no le molesta visitarnos justo antes del estreno del disco. “Hay que tomar las oportunidades cuando llegan, y a nosotros se nos dio en este momento. No es que vamos cada dos años, como en otros lugares. Pero obvio que vamos a tocar temas de ‘The Wings of War’, porque es necesario mostrar dónde estamos hoy, y no solamente de dónde venimos. Es lo que más nos emociona e interesa, porque implica un riesgo. Todavía no presentamos el material frente a nadie, y por eso sigue siendo nutritivo sacar tantos discos”.
Así que ya sabes: si encontrás tallado el nombre de Overkill en algún baño público de Buenos Aires, seguramente lo hizo el propio Bobby Blitz. Y después de cuarenta años de carrera, no hay nada más meritorio que conservar ese espíritu adolescente.
Overkill tocará el jueves 31 de enero en El Teatro de Flores (Av. Rivadavia 7806, Buenos Aires), con Hamvides y Manifiesto como invitados. Las anticipadas se consiguen a través de TuEntrada.com.
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diegoricol · 5 years
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Diego Ricol Freyre recomienda: Diego Ricol Freyre recomienda: Overkill: “Hay que entender que el metal es un negocio”
Bobby Blitz habla de “The Wings of War” y recuerda cuando asaltó un estudio de grabación. También cuenta cómo inmortalizó a la banda en el Hall of Fame, y adelanta el show del Teatro de Flores. Entrevista con Rock.com.ar.
Las discusiones sobre el “Big Four” del thrash no dejan de aparecer en los foros, y la pregunta suele ser la misma: de ampliarse la lista, ¿a quién debería incorporarse? ¿A Exodus, a Testament o a Overkill? Hay una particularidad que este último grupo guarda con Metallica, el gran headliner: que ambos están incluidos en el Rock and Roll Hall of Fame. O casi.
Para que una banda pueda sumarse, deben darse varias cosas. En primer lugar, que su primer disco haya sido editado hace veinticinco años. En segundo, que tanto el jurado como el público voten por ellos. Pero Overkill se salteó las consignas.
“Teníamos un día libre en Cleveland, así que fuimos al Salón -explica el cantante Bobby “Blitz” Ellsworth del otro lado de la línea-. Yo llevaba un cuchillo a todos lados, una especie de multiherramienta, porque nunca sabías qué podía romperse en el escenario. Me dejaron pasar con el puñal, entonces hice lo que mejor me pareció: con el cuchillo, inmortalicé el logo de Overkill en el baño. ¡Así que ya estamos ahí!”. Misión cumplida.
El vocalista se ríe como si fuera la última vez, y lo hará repetidas veces a lo largo del reportaje. Esa es una de las características de Bobby: su aspecto será rudo, pero sus carcajadas demuestran que es uno de los más amables y simpáticos del metal.
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La cordialidad es aún mayor cuando habla de “The Wings of War” (2019), el disco que editarán el 22 de febrero. Será el álbum de estudio número 19 de Overkill, y el primero con el baterista Jason Bittner (Shadows Fall). “Pueden esperar diversidad. Elegimos ‘Last Man Standing’ como corte de difusión porque está dentro de nuestros estándares, con una naturaleza agresiva pero mezclada con melodías. No diría que es la más pesada del álbum, pero sí una de las más rápidas. Obvio que hay velocidad, pero también mid-tempos y hasta un poco de punk, en ‘Welcome to the Garden State’”.
Esta última, de hecho, sirvió para que Bobby se reencontrara con su infancia. “Hablo sobre mis amigos, las salidas con ellos y hasta uso términos de Nueva Jersey. Al menos para mí, es una de las canciones más destacadas, por la conexión emocional”.
“Welcome to the Garden State” es también el nombre de un documental en el que Overkill analiza, en varias partes, su extensa carrera. “Estábamos hablando con Nuclear Blast y querían llevarnos a Los Ángeles, para grabarlo allá. Pero con D.D. -Verni, bajista- les dijimos: ‘Miren, pueden ahorrarse la mitad del dinero si vienen para acá, y de paso les mostramos dónde vivimos’. Nos sentimos más cómodos, y mostró la personalidad de la banda de una forma más real. Nosotros pertenecemos a Nueva Jersey, no a otro lado”.
La novedad del álbum es que, por primera vez en varios años, el cantante compuso sin su viejo método de post-its. Cuenta la leyenda que Ellsworth llegó a tener decenas de papeles autoadhesivos pegados en su cuarto, para recordar algunas ideas de letras. “Esta vez no fue así, pero igual tomé notas. La grabadora de mi celular fue el reemplazo perfecto, porque pude registrar constantemente lo que se me vino a la cabeza y guardarlo. Luego le escribía algo como referencia. Si por ejemplo tarareaba ‘dara-dara-dara’, anotaba: ‘No la hagas sonar como tal canción’. ¡Me pasé a la modernidad!”.
REPRESENTANDO A TU PROPIA BANDA
Desde hace varias décadas, Bobby y sus compañeros se encargan de los negocios de Overkill. Pero para su disco anterior, “The Grinding Wheel” (2017), contaron con la ayuda de un externo. “Ahora nos estamos manejando de vuelta nosotros, porque pensamos que podíamos hacerlo mejor. ¿La razón? Que no habíamos tenido errores… hasta que llegó ese tipo”, se vuelve a reír el vocalista.
¿Así que lo despidieron? “Digamos que nos dimos un apretón de manos y cada uno se fue por su lado. Es muy lindo tener el control de tu destino, y si sos corajudo, hay más oportunidades. Siempre me gustó esa parte del negocio del metal, y hay que considerarlo como tal: si no tuviéramos un balance económico positivo, no podríamos girar por Buenos Aires, y realmente queremos ir allá. Nos manejamos sin miedos. Hay algo muy especial en estar metido en el día a día de Overkill desde el management, la composición y la performance”.
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Pero evidentemente, no todo fue color de rosas en la carrera del grupo: aunque se reencontraron con la estabilidad -especialmente desde la seguidilla de “Ironbound” (2010) hasta ahora-, hubo grandes peleas con las discográficas. Para el histórico “Horrorscope” (1991), producido por Terry Date, Megaforce le pidió una nueva “audición” a Overkill. Sí: aunque ya era el quinto disco de la banda y esas canciones se iban a convertir en clásicos, los cinco tuvieron que subirse a un escenario en Brooklyn y demostrar que tenían lo que se necesitaba.
“Me calenté como la mierda -recapacita el vocalista-, pero la idea de los temas es justamente estar enojado. De jóvenes éramos mucho más sensibles, y nos daba bronca que alguien de afuera decidiera sobre nosotros. Eso nos irritó incluso más e hizo que el disco fuera mejor, porque se notaba la agresividad. Al final terminó siendo una ventaja para Overkill, y no para el sello. Es algo que todavía siento en la piel: la rabia que aparece en ‘The Wings of War’ también nace de lo que pasó ahí”.
¿UNA RIVALIDAD NECESARIA?
Según Bobby, ese sentido del desafío permitió que el grupo llegara a los casi cuarenta años de vida: por más que compartan escenarios con bandas amigas como Exodus y Testament, Overkill siempre se lo toma como un duelo. “Cuando lo veo a Gary Holt, le digo: ‘Espero que te salga todo bien, pero que a mí me vaya incluso mejor. ¡Quiero hacerte mierda! Creo que es necesario. Y aunque Chuck Billy estuvo de gira con nosotros en su primera etapa, no me rebajo frente a nadie. Teniendo esa competencia ganás vos, y también la audiencia. Es genial que un grupo como el nuestro aún tome esos desafíos. ¡Fue un largo viaje, man!”.
El problema es que esa rivalidad, a veces, se puede extrapolar a la propia banda. Porque como todos sabemos, un grupo es esencialmente un matrimonio entre cinco personas. Pero desde su adorada Nueva Jersey, el músico se encarga de tirar abajo el mito.
“Somos muy suertudos por venir todos de la misma zona, y por compartir los mismos principios. Cuando vas a distintos lugares te das cuenta de las diferencias en la forma de trabajar y en los diálogos. Incluso pasa con los pueblos de la Argentina: no todos son lo mismo. Nuestros abuelos vinieron de otros países y nos transmitieron su ética. Así que si hay diferentes opiniones, quedan en el ámbito privado. Overkill es un ente con una única voz, y no se hablan pestes del otro. Por eso estamos tan fuertes”.
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Terry Date, que luego se haría famoso por sus discos con Pantera, también había producido “The Years of Decay” (1989). Ahí aparecía una de las canciones más distintivas del grupo: “Elimination”. Pero nadie imaginaba que, detrás de tanta agresividad, ¡se escondía el Gato Silvestre! La historia es así: justo el día que grabó las pistas de voz, Bobby había estado imitando al dibujo animado con su hijo. Por eso, sin darse cuenta, registró sus partes con un montón de zetas y un tono extraño.
“Terry nos hacía sentir tan cómodos que ni me di cuenta de que estaba cantando así hasta unas horas más tarde -simula la pronunciación-. No creo tener las cintas, porque no guardábamos todas las voces. Debería fijarme en el piso de arriba, porque quizás todavía existan”. ¿Se animará a imitar al Gallo Claudio?
UN LADRÓN MUY PESADO
Alrededor de la grabación de “Bloodletting” (2000) también pasaron varias cosas. Poco antes, Bobby Blitz había sido diagnosticado con un grave cáncer de nariz, y tuvo que operarse urgentemente. Pero la máquina de Overkill no se detuvo. Ni siquiera lo logró el propio estudio, que les confiscó las grabaciones. Ellsworth tuvo que poner manos a la obra… ¡y robar sus propias cintas!
“Me estoy riendo tan fuerte que no sé si puedo responder a eso -aclara extasiado-. Como no nos habían entregado los tracks a tiempo, entré el lugar, los confisqué y los llevé a otro lado para que los mezclaran. ¿Querés saber cómo fue? Imaginame con una máscara, metiéndome con guantes a través del vidrio y en puntas de pie, para no hacer ruidos”.
La pregunta es obvia: ¿esa noche usó el mismo cuchillo que en el Hall of Fame? “¡No, sin armas! Somos gente pacífica -estalla en carcajadas-. Si los dueños del estudio se hubieran enterado, habría habido un lío bárbaro. Estábamos muy emocionados con Sanctuary, la compañía de Iron Maiden y Ron Smallwood. Entonces mi motivación era: ‘Si me convierto en ladrón, que al menos sea para que ellos me reconozcan’. Así que fue un trabajo necesario”.
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Para “The Wings of War” no hubo que entrar a hurtadillas a ningún estudio ni pelearse con ingenieros de sonido. O al menos, no públicamente. “Hoy, una de nuestras armas secretas es (el guitarrista) Dave Linsk. Compongo mucho con él, porque le gusta replicar lo que yo hago, y viceversa. Así que cambió la dinámica en el grupo. Y teniendo a un baterista como Jason Bittner, no se puede pedir más: si le pedimos que toque una determinada parte, la hace mejor de lo que imaginamos. Aunque D.D. y yo seamos los eslabones con los que empiezan y terminan las canciones, él funciona bien con Linsk. Al ser dos polos opuestos, se complementan perfectamente”.
En el Overkill modelo ‘19, la composición parece fluir de forma mucho más natural que en discos como “I Hear Black” (1993), al que el propio Blitz cree que le faltó un golpe de horno. “Necesitábamos unos meses extra para entender mejor a los demás autores de las canciones -dice en referencia a la escritura-. Hoy, nuestra química es muy diferente que a la de ese álbum, a la de ‘Horrorscope’ o incluso a la de ‘Ironbound’”. Con el material a punto de salir, sólo restan un par de semanas para conocer los resultados.
EL REGRESO A SUDAMÉRICA
Como ya confesó, el cantante adora tocar en nuestro país. Por eso, no le molesta visitarnos justo antes del estreno del disco. “Hay que tomar las oportunidades cuando llegan, y a nosotros se nos dio en este momento. No es que vamos cada dos años, como en otros lugares. Pero obvio que vamos a tocar temas de ‘The Wings of War’, porque es necesario mostrar dónde estamos hoy, y no solamente de dónde venimos. Es lo que más nos emociona e interesa, porque implica un riesgo. Todavía no presentamos el material frente a nadie, y por eso sigue siendo nutritivo sacar tantos discos”.
Así que ya sabes: si encontrás tallado el nombre de Overkill en algún baño público de Buenos Aires, seguramente lo hizo el propio Bobby Blitz. Y después de cuarenta años de carrera, no hay nada más meritorio que conservar ese espíritu adolescente.
Overkill tocará el jueves 31 de enero en El Teatro de Flores (Av. Rivadavia 7806, Buenos Aires), con Hamvides y Manifiesto como invitados. Las anticipadas se consiguen a través de TuEntrada.com.
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diegoricol · 6 years
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Diego Ricol Freyre recomienda:Diego Ricol Freyre recomienda: Electric Child: “Creamos un nuevo formato, el insta-álbum”
El cantante y guitarrista John Goodblood explica cómo compusieron “Tesla Rhapsody”, un disco con canciones de un minuto. Además, adelanta el show del viernes en The Roxy Live.
“A fines de 2017 tuvimos un impasse. Cuando nos juntamos, nos planteamos qué hacer: si editar algo en un formato usual o subir la apuesta. Ahí surgió la idea de armar temas de un minuto, y ofrecer las versiones extendidas solamente en los conciertos”, explica John Goodblood, cantante de los argentinos Electric Child.
-Entonces se viene una gira importante, ¿no?
-Sí, claro. Obvio que hay gente que va a pedir temas de los primeros dos álbumes -“21 Blue” de 2017; y un EP homónimo de 2016- y también los vamos a tocar. Pero queríamos algo nuevo, y al crear “Tesla Rhapsody” nos dimos cuenta de que podíamos armar cosas conceptuales, como un western a lo Mad Max, o uno todo acústico, con instrumentos locos. Esas bases están, porque en la banda tenemos tareas asignadas. Yo desde la composición, Luke -baterista- con la producción y Sánchez -tecladista- desde lo audiovisual. Está bueno que cada uno meta mano en lo que es bueno. Eso se logra después de años de laburar juntos.
-Una de tus ideas era ir en contra de discos conceptuales como “The Wall” (1979), de Pink Floyd. Lo loco es que “Tesla Rhapsody” también tiene un concepto, porque hay un leitmotiv.
-Sí, obvio. Me encantan esas megaobras con temas de nueve minutos, y quizás algún día hagamos algo así, pero esto fue muy natural. Se dio a lo Tesla, adecuándonos al ritmo de vida de la gente de hoy. Es la audacia y el riesgo de producir rápido, haciéndolo sobre la marcha y siguiendo el instinto y el pulso de las cosas. Creamos un nuevo formato, el “insta-álbum”.
-¿Te influenciaste en algún otro grupo para llegar a eso?
-Tuve esa idea en la sala. Hay bandas que tienen versiones estándar de sus temas y que los acortan para Instagram, pero en nuestro caso duran un minuto desde su concepción. Es componer con esa restricción en mente, y experimentando muchas cosas y expandiendo la paleta instrumental. En Electric Child traemos un estilo tradicional y le agregamos cosas eléctricas o modernas. Yo por ejemplo aporté una melodía ragtime, que es parte del jazz de los años ‘20, y además una pieza de tango. A ambas se les aplicó ese tratamiento, y al ser de un minuto, podemos explorar un montón.
-¿Cuántos temas van a ser?
-Podrían ser infinitos, porque no tienen nombre. Se llaman “Tesla Rhapsody #1”, “Tesla Rhapsody #2” y así. Estamos liberándolos de a poco en Instagram.
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-¿La idea es luego subir todo eso a Spotify?
-Sí, después se va a ensamblar en un lanzamiento formal y lo vamos a distribuir en las plataformas. The Dead Weather, la banda de Jack White, sacó temas durante un año y medio; cuando terminaron, lo editaron a la vieja usanza. Esa idea capaz viene de ahí.
-A la hora de componer, ¿qué diferencias hay con los otros dos discos? Porque ya tienen temas de menos de dos minutos, como “Cocaine taxi”, pero nunca habían llegado a estos extremos.
-Es muy difícil. Si tenés un riff, como muchas de las cosas influenciadas del blues, debe durar lo justo y necesario. En vez de hacerlo de cuatro compases, lo dejamos en dos. Si íbamos a meter un intervalo entre la voz y otra cosa, lo eliminamos. Es una onda medio Frankenstein de armar y zapar una canción como si fuera de dos o tres minutos, pero reducirla con la misma imaginación. No queríamos hacerlo a través de la edición, sino que fueran directamente tomas así. No sólo fue difícil en en el estudio, sino que también va a ser complicado en vivo, porque tenemos que cambiar tanto en la voz y en la guitarra, y no pifiar. Ahí está el juego de lo que quería al retomar nuestra actividad: hacer algo que nos resultara re limado y difícil.
UN ARTISTA, MUCHAS FACETAS
-Yendo a un plano personal, creciste en Nueva York y viniste acá a los 16. ¿Qué te influenció del blues y del delta? Sé que incluso te fabricaste una guitarra de dos cuerdas.
-Fue medio sin saber, porque desde los once meses a los cuatro años viví en Virginia. Ese era el verdadero sur, pero yo no era muy consciente. Los adultos lo entendemos, pero de pendejo sos inocente y no pensás en eso. Mis padres no eran antropólogos del blues ni nada. El primer jardín al que fui era de la iglesia católica, y se cantaba gospel. Recuerdo eso, y también que en los Estados Unidos los cementerios estaban al costado de la ruta. Iba manejando y veía las tumbas al lado, en el pastito. Y desde lo personal, me acuerdo del atentado del 11 de septiembre: tenía nueve años, estaba en la escuela y nos evacuaron. El país estaba bajo ataque, pero yo tenía cero idea. Había alertas de ántrax, y mi familia vivía en el típico barrio suburbano con las cercas y el buzón. Esa mañana, mi vieja salió con un barbijo y guantes de goma. En ese momento no me significó nada, pero es imposible que no me haya influenciado artísticamente. Trato de no sobreanalizarlo, pero debe haber dejos y fantasmas que se me metieron. Muchas veces no me siento en control de lo que compongo: a veces toco un tema mío y es como si estuviera haciendo un cover.
-¿Al español ya lo hablabas de antes?
-Claro, la cultura criolla se preservó desde cero. Mi viejo es diplomático, así que su laburo consiste en representar a la Argentina en distintas embajadas del mundo. En mi familia se cenaba en los horarios típicos y se consumía la música de acá. Es más: desde los diez a los quince, cuando llegaba el verano en Nueva York, me venía acá y era invierno. ¡Así que tuve cinco años en mi vida sin ningún verano!
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-¿De dónde salió el apodo “Goodblood”?
-Puede significar lo que vos quieras. Me empezaron a decir así por un blues que hice muy de chico, que se llamó “Blood on the wall”. Pero quedó y me sirvió. Es necesario tener un nombre de escenario. Bob Dylan no se llama así, ni tampoco Prince…
-¡Pero imagino que no vas a ponerte un símbolo como nombre!
-(Se ríe). Te voy a contar algo gracioso, que grafica cómo la gente necesita etiquetar todo. Hace poco, el bajista de Electric Child -Santino Kazalauskas- subió una foto nuestra de su Facebook, diciendo dónde íbamos a tocar. Alguien le respondió: “Escuché la banda y está muy buena. Les voy a decir algo, pero por favor no se ofendan. ¡El que canta suena igual al que está en Cabildo y Juramento!”. Era imposible para él identificar que yo era el mismo pibe. En otra ocasión fui a ensayar con Harm & Ease en Colegiales, y estaba vestido normalmente. Cuando nos acercamos a pagar, el dueño me dijo que me parecía a un tipo llamado John Goodblood (risas). Necesitan tenerme sólo en una dimensión, pero yo me quiero tomar libertades artísticas. Tengo mi versión callejera, la de Electric Child y la de Harm & Ease. Me causa gracia que algunos piensen que hay clones míos dando vuelta.
-O muchos imitadores…
-¡Claro! (carcajadas).
EN VIVO EN THE ROXY
“El viernes vamos a tocar las versiones extendidas, sólo para quienes vayan -explica el cantante y guitarrista-. En los shows de Electric Child experimento un juguito mágico, una dopamina, similar a la que sienten los que manejan los autos de Nascar. Ellos tienen los sentidos re agudizados, y es parecido a lo que me pasa. Trato de generar un éxtasis musical medio relacionado con la euforia”.
-¿Cómo van a hacer para que la gente no grabe esas versiones y las suba a YouTube?
-Ah… (se queda pensando). Ahora que me lo estás diciendo, capaz que tenga que hablarlo con el road manager para que se ponga a rescatar celulares. Es interesante, me hiciste trastabillar, porque si empiezan a compartir los temas nos arruinan el marketing. No lo había tenido en cuenta, ¡pero algo se nos va a ocurrir! (más risas).
Electric Child presentará “Tesla Rhapsody” el viernes 24 de agosto a las 23hs en The Roxy Live (Niceto Vega 5542, Buenos Aires). La entrada es gratuita.
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