Tumgik
#primera vez que voy a votar sin papá
deadtothebones · 6 months
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victorian-platence · 8 months
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Estaba en el subte ayer y vi una nena chiquita. Iba de la mano del papá, tenía una puffer rosa metalizada, pantalones de pijama y un tutú y se estaba riendo. Esa nena, que no me vio y no me notó y no va a tener otra aparición en mí vida que ese pequeño reflejo que me hizo cliquear que yo soy grande ya. Que soy grande y me toca defender a ese tipo de nenas chiquitas a mí. No soy aaaa la gran mayor, no conozco lo que es vivir en dictadura, y yo era una beba recién nacida en el 2001, pero yo ya sé lo que es tener miedo.
Yo sé lo que es tener miedo de ir de la mano con una piba, me enteré de ese miedo como a los catorce años, y si bien, generalmente buldozeo a base de impusividad más allá de ese miedo, alguna vez tuve miedo de que mi abuela se agarre un infarto cuando una amiga mía me robó un beso en su pieza y me di cuenta de que me gustaba que me robe besos ella. Y la verdad que fuera de un par de burlas, y los malos tratos generales de una familia abusiva y normativa, pasé varios años sin volver a sentir ese miedo particular, en parte porque estuve en una relación muy larga con un hombre y en parte porque me rodeé de un círculo de amigos queer en el que medio me olvidé que existía la homofobia más que como una ridiculez mental que pasa lejos, muy lejos de mí.
Desde el domingo tengo miedo de vuelta. Escucho a mis hermanos preguntarme por qué me preocupo tanto, qué es tan malo que gane Milei. Escucho a mí abuela decir que no lo votó nomás porque ya se habían agotado sus boletas cuando llegó. Mí abuela, mí abuela que es dulce, que me dice mamita y que me ama con locura, mí abuela que me compró ropa para mí primera marcha del orgullo fuera del clóset porque quería demostrarme que me quería igual, aunque le costara tener una nieta bisexual, tan proclive a traer a casa a un pibe como a una piba. Mí abuela quería votar a Milei. Escucho a mí mamá decirme zurda de mierda, vos seguro votaste a Massa. Yo, que vengo votando al FIT desde que puedo votar, en general, me río nomás. Pero mientras escuchaba el conteo de votos se me hundía el estómago, pensaba dioses míos, ¡qué miedo! Mí familia festejaba que por fin iban a sacar a estos 'zurdos de mierda' se reían de mí angustia, como si fuera un chiste, sin dimensionar que la dolarización es imposible sin matarnos de hambre a nosotros también, sin dimensionar que mamá, vos sos trabajadora del estado, sos profesora de escuela pública, sin dimensionar que dónde se aplican los vouchers efectivamente se privatiza la educación, sin dimensionar lo que un hombre que utiliza datos con la honestidad intelectual de un zapato mojado puede hacerle a nuestro país (por tirar un ejemplo, el famoso asunto de estar a favor de la venta de órganos: 350.000 personas mueren al año y no usamos sus órganos, habría que venderlos!!! Olvidándose que de toda esa gente que se muere son rescatables una fracción nada más, y la propuesta en sí es una especie de movida edgy, de shock, para mostrar lo sólido que es en su convicción y para testear la nula capacidad de pensamiento crítico de sus seguidores).
El miedo no se termina en mí casa. El día siguiente en el tren, cuando voy a la facultad, escucho a la gente está diciendo se van a ir. En el tren Roca. A las nueve de la mañana. Gente laburante, probablemente otros estudiantes como yo, que van a una pública. Y discuten en voz alta que al fin alguien va a hacer algo. En mí cabeza estoy pensando, yo conozco a otro pueblo unido por el odio que tomó las palabras de un hombre que se proclamaba el nuevo Mesías de su gente. En mí cabeza pensaba, es peligrosa está falacia mesiánica. En mí cabeza pensaba, estoy en peligro, toda esta gente está más que dispuesta a tomarme, en toda mí expresión (bisexual, autista, medio discapacitada, medio ciega, estudiante de universidad pública, no binaria) y tabularme como un gasto descartable. En mí cabeza pensaba esta gente no sabe dónde se está metiendo. Llegué a la facultad helada y asustada y el patio de Puan estaba vacío. No había un alma y cuando empezaron a llegar las personas, casi una hora más tarde, había murmullo, ponele, un murmullo bastante triste. Si no fuera por el ruido le diría un murmullo mudo.
Pienso en esa nena hoy de nuevo, yendo a la facu y todas las nenas de su edad que hoy se ríen y van de la manos de sus papás y no conocen lo que es el miedo como ya lo estoy conociendo yo. Pienso, Dios, déjame cuidarlas. Medio me sacó un poco del pozo de la infinita desesperanza en el que estoy metida desde el domingo a la noche.
Ayer unos profesores hicieron un espacio para hablar un toque de lo que está pasando y del fenómeno Milei. Recomendaron un par de libros interesantes, yo estoy leyendo el primero "¿La rebeldía se volvió de derecha?" De Pablo Stefanoni, no es difícil de encontrar el PDF pero si alguien lo quiere leer escríbanme y se los paso, está muy bueno para entender por qué están triunfando estos movimientos de ultraderecha.
Tuvimos el momento de pánico de dimensionar que si gana un energúmeno así, este podría ser uno de los últimos años de educación pública que nos quedan, tuvimos el momento de tener un profesor que toma la palabra y dice que cuando fue a votar se cruzó con un Falcon Verde estacionado con una escarapela. Sí, es una banda. Un poco no le quiero creer, por puro optimismo, supongo.
Pero algo que me terminó de estabilizar bastante fue una profesora que tomó la palabra y dijo: chicos acuérdense que si bien nosotros fuimos perseguidos historicamente la mayor parte de los desaparecidos fueron obreros, la histeria respecto a la pérdida de nuestros privilegios para estudiar o para enseñar o vivir nuestra vida como la conocemos es comprensible pero no conduce a nada, desde una perspectiva puramente estratégica, no nos sirve movilizarnos desde ahí.
Porque sí, obvio, me asusta perder la capacidad de estudiar, de dedicarme a lo que amo, de investigar alguna vez los fenómenos literarios que me interesan pero no es el punto, no? No es el fin del mundo. No soy la única que la va a pasar canuta. No somos nosotros los intelectualoides de izquierda los más afectados, somos una demográfica más y hay que pensar un toque más sobre cómo hacerle dimensionar a las otras personas que van a sufrir con nosotros e incluso más que nosotros si dejamos que un tipo como Milei ascienda a la presidencia.
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Vacaciones en el Apocalípsis
Es la primera vez que prendo la computadora desde que estoy acá, en lo que parecen meses, pero es que necesito escribir para que la voz de mi cabeza comience a callar. En realidad llegué hace dos días pero el tiempo es de chicle, parece una eternidad. Me duermo antes de las 12 y me despierto al amanecer, busco perderme en libros para hacer algo productivo que me distraiga pero es imposible. 
Vine de vacaciones con mis papás en un intento de disfrutarlos por fuera del estrés. Hace tiempo que mi convivencia con ellos está caducada a nivel emocional, pero las circunstancias económicas me vienen obligando a persistir en una situación inviable. Hace años no me peleaba con ellos, pero desde hace meses no para de pasar. Me pareció una buena idea sumarme a sus vacaciones en el Sur de Brasil por una semana: ellos felices de tener mi compañía, yo lista para aprovechar de la playa, darle una vuelta a mi relación parental y relajar. 
Cuando tenía 14 años, salí por primera vez del país para venir con ellos exactamente a este lugar. El pueblo se llama Bombinhas y cada vez que lo escribo tengo que googlear, aunque no sea muy difícil. Tengo recuerdos muy borrosos de aquella experiencia, tenía el corazón roto y muchos dramas adolescentes que me esperaban al regresar. Por entonces apelaba al mismo mecanismo que ahora para calmar mi mente: me la pasé leyendo Harry Potter 7 en inglés y escuchando música en el celular. Me acuerdo que probé la caipirinhia y cuando volvíamos en el auto evidencie mi estado de ebriedad: “Este pueblo está más muerto que Dobby”. Bombinhas sigue siendo un pueblo fantasma. En el contexto mundial actual es lo mejor que nos puede pasar.  Menos gente, menos posibilidad de enfermar.
 A pesar de mis buenas intenciones, dudé varios días de venir hasta acá. El Coronavirus es como una presencia constante que asusta, una ruleta rusa en la que todos participamos en contra de nuestra voluntad. Tengo pensamientos en los que deseo que tuviera alguna encarnación más sobrenatural, como una mancha que te sale en la frente, una señal del más allá, pero no: sus síntomas iniciales parecen tan inofensivos como una gripe invernal. Atravesé tres aeropuertos y un viaje infernal para llegar y encontrarme con mis papás con el afán de convencerlos de regresar, pero ahora siento que fue una inconsciencia y que con toda esa odisea solo logré exponernos más. Tendría que haber confiado en mis instintos. Quizás el hecho de no venir hubiese sido más efectivo para hacerlos recapacitar. A pesar de no considerarme una persona hipocondríaca, me duele un poco la garganta, tengo mocos y me quiero volver a Capital (vivo en el Conurbano, este fue mi deseo inconsciente). Mis papás tienen más de 65 años y son población de riesgo ante el virus, pero no están entendiendo el nivel de gravedad. Pensé que explicándoles personalmente iban a reflexionar un poco, pero no hay caso. Mamá comprende mucho más, papá no quiere escuchar. Papá nunca quiere escuchar, es la persona más descuidada que conozco. Cuando tuvo un infarto se quiso escapar del hospital y al día siguiente ya volvió a fumar. “Yerba mala nunca muere” dice siempre, y yo solo me río y me amargo un poco también. No tengo miedo por mí, tengo miedo por ellos. Brasil fue declarado país de riesgo y, cuando volvamos a casa, vamos a tener que hacer 14 días de cuarentena. De una convivencia insoportable que se reducía a apenas unas horas por día en la rutina real, ahora tenemos que pasar 3 semanas juntos sin respiro. No quiero que nos pase nada, pero un poquito también me quiero matar. El plan de reparar la relación me salió fatal. Recién vamos tres días y aún estando acá, con playa y mar, me quiero escapar. Estoy de mal humor y no aguanto más. Altas vacaciones. 
Ser hija única es una pesadilla: me prometo a mi misma que, si algún día soy madre, no condenaré a mis hijos a la misma fatalidad. Mis papás no son estúpidos, pero era tal su necesidad de vacacionar después de lo duro que trabajan que papá se gastó toda la plata en estos míseros días y se niega a regresar. No puedo juzgarlos, pero sé que no son del todo conscientes de lo que están arriesgando al jugársela. Yo también necesitaba desconectar pero me salió todo mal: sí, estoy durmiendo y mi cuerpo se empieza a reparar, pero mi cabeza va a explotar de ansiedad. En Nueva York me pasó al revés: mi mente estaba en cualquiera y mi cuerpo se exigió hasta el final. Qué cheta me siento cuando hablo de Nueva York como momento esplendoroso de mi salud mental. En fin. 
Otra cosa difícil de vacacionar con mi papá es que todo el tiempo te está señalando cómo tenés que disfrutar. “Dejá el celular”, “Comé otro”, “Probá esto”, “Metete al mar”, “Sentate ahí”, “Mirá para acá”, “Cortala con leer” -no, ni leer puedo en paz-. Tiene una necesidad insoportable de dar órdenes y controlar a los demás, en especial a mí o a mamá. Papá es un hijo sanísimo del patriarcado, y después me pregunto en terapia por qué me desconcierta cuando un varón me pregunta cómo quiero disfrutar. Siempre hice lo que se me cantó el orto, pero nunca sin discutir, sin pelear. Es agotador, estoy exhausta. 
En mi mente imparable que imagina paisajes apocalípticos mientras intenta convencer a sus progenitores con súplicas de regresar, pienso en lo monótona que es la vida acá. Dos días de ir a la playa -con nubes y frío, porque ni el clima me pensaba ayudar- y comer como únicas opciones y ya siento que voy a explotar. La ropa que venden y los locales son todos iguales, con variaciones imperceptibles. Pienso en lo difícil que debe ser desarrollar una personalidad radicalmente distinta cuando creciste en un lugar como Bombinhas. Vestirte a tu modo, escuchar música que te represente, probar una comida que no provenga de un menú fotocopiado de restaurante en restaurante. Trato de enumerar las cosas que me gustan de Brasil: que haya una bebida llamada caldo de cana -me río diciendo que acá odian a los ratis de verdad-, el açaí, la vegetación de los Morros, los discos de Los Hermanos, la Fanta de uva y la de guarana. No hay mucho más. Quizás estoy exagerando y lo miro con los ojos de la otredad, pero yo ya me aburrí así que pienso en cómo sería mi vida si hubiese nacido acá y me deprime muchísimo. No vi ni una librería. Extraño mi casa, extraño mi trabajo, extraño el mundo antes de esta enfermedad. La cuarentena me servirá para avanzar con mi tesis y descansar, pero todavía no la arranqué y ya no la aguanto más. De por sí, un mundo sin música en vivo es mi Apocalípsis personal. 
En Bombinhas está lleno de argentinos que están en cualquiera, que están re en una como mis papás. Como los turistas estúpidos en Ezeiza, todos amontonados sin cumplir las reglas de prevención.En el supermercado o en la playa, sin un metro de distancia, como si no estuviéramos en un país con un presidente inepto que minimizó una enfermedad que está afectando a toda la población mundial. Todo esto solo me hizo reafirmar la buena decisión que tomé el año pasado al votar -qué bendición que esto no nos agarró con un gobierno neoliberal-. La gente acá sigue como si nada, a nadie se le ocurre razonar. Pero ojo, eso sí: no importa a cuántas farmacias vayas, alcohol en gel no vas a encontrar. 
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neorico · 4 years
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Evitar lo peor
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Por Betty Soledisipa de Escobar @b3scobar
Hace pocos días vi un video, en las redes sociales, del periodista Luis Vivanco en el que expresa que anda bastante preocupado porque ya varias fuentes le han asegurado que el panorama electoral para el 2021 está peor que si Papá Noel se hubiera quedado sin regalos, sin trineo y sin renos para la próxima Navidad, o sea… jodido. Es que resulta, dice el periodista del medio digital La Posta, que según las últimas encuestas creíbles, Rafael Correa de lanzarse a candidato pasaría a una segunda vuelta en primer lugar. Luis Vivanco añade: “Yo sé que hay complicaciones legales para que lo sea (candidato), pero… ‘ta madre, luego de todo lo que ha pasado, todo lo que han robado, ganaría las elecciones en la primera vuelta don Rafael Correa Delgado. Para que vean cómo somos los ecuatorianos de tarados, Dios mío”.
No sé qué fuentes son las que tenga Luis, pero en todo caso debo darles crédito porque el periodismo investigativo que él hace es más que comprobado. Conozco su trabajo hace mucho tiempo y no arriesgaría su profesión ni su reputación así nomás. Asimismo, hace mucho se habla de que si Rafa llegara a lanzarse de candidato, tendría apoyo en las urnas y aunque me había negado a considerar esa posibilidad, luego de ver el video de Luis Vivanco, me recorrió un frío-helado por la espalda.
Ahora bien, luego de los comentarios de Luis, en Twitter mucha gente empezó a hablar sobre el tema. Sobre todo por la partecita de “para que vean cómo somos los ecuatorianos de tarados”, la mayoría estuvo de acuerdo con él, pero otros se indignaron. Personalmente, no me sentí aludida, porque jamás votaría por un pelafustán como Correa. Segundo, por qué me voy a indignar si Luis dijo una gran verdad.
Llegar tan solo a considerar votar por el acusado de ladrón es sufrir de anestesia mental, sobre todo los que vivimos esa época. Porque no es que nos lo contaron, lo vivimos una gran parte de los ecuatorianos. Vimos cómo sábado a sábado se dictaba sentencia y se ordenaban juicios para quienes fiscalizaban al dictador o no opinaban como él. Vimos el abuso de poder, la desaparición calculada de la democracia y la libertad de expresión. Y aunque muchos digan que ellos no sufrieron nada de eso, al final todos llegaron a ser víctimas de la corrupción del tirano. Y si alguien conscientemente quiere volver a lo mismo, estamos mal.
Pero ¿y los que no vivieron la dictadura de Rafael? Con ellos es que hay que trabajar e invertir tiempo para evitar el desastre. Quienes sí vivimos la dictadura tenemos la obligación de compartirles nuestra experiencia y hacerles saber lo que ocurrió durante los años de ese gobierno sin derechos, sin justicia independiente, de despilfarro económico y persecución. Hacerles ver que votar por Correa es votar contra ellos mismos. Es la única forma de evitar lo peor.
Otra opción de evitar “lo peor” sería que la justicia de una buena vez llegue. No entiendo por qué tanta lentitud con los juicios en contra de Rafael Correa. Lo ideal y justo sería que Correa se enterara de quién fue electo presidente en las próximas elecciones, sentado cómodamente en una de las cárceles del Ecuador.
* Este artículo fue publicado, el 23 de Enero del 2020, en el diario El Universo
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rdudda · 5 years
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Retazos de diarios
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Me he despertado a las 5 y media de la mañana. He hecho café, tostadas con mantequilla, he mirado Twitter, he tuiteado la columna de El País. La mañana se me ha hecho eterna. A las 11 pensaba que era por la tarde. He ido al gimnasio. Casi solo he corrido. Voy casi todos los días. Siempre pienso que los que están a mi alrededor también han empezado el gimnasio porque su pareja les ha dejado. ¿En qué otro contexto le puede gustar esto a alguien?
He comido las sobras de comida tailandesa del domingo. He intentado dormir la siesta. La situación era favorable: había dormido 4 horas por la noche y había hecho bastante deporte. Pero no he conseguido dormir. Me he levantado y he ido al Lidl a comprar plantas. Quedan bien en la habitación. Luego he trabajado y leído y he editado algunos vídeos del viaje a California. Me hace más ilusión la película del viaje que los diarios, que son poco interesantes pero sin contexto tienen gracia:
A veces no me apetece escribir. Lo siento como un trabajo. Tampoco encuentro muchos momentos para hacerlo. Ahora es uno ideal. En un camping justo debajo de Humbug Mountain, a unos 200m del Pacífico, con el sol en la nuca y el ruido de la autopista 101, que recorre toda la costa oeste.
[…] Mientras escribo esto aparecen dos codornices con un montón de polluelos. No pueden subir un muro y lo intentan durante un rato.
Mike me acaba de montar el escritorio de la furgoneta para que pueda escribir más a menudo, incluso cuando vamos conduciendo.
Mike y yo decidimos limpiar el vómito rosa de alguna manera. Podemos usar la manguera de la ducha, que sale del techo. Yo sigo en mi depresión de droga pero Mike ya tiene los ojos rojos. Le digo que mejor subo yo al techo, que solo estoy triste. Creo que controlo pero todo es confuso. Arriba tengo que enganchar una manguera, girar varias manivelas y tirar el chorro de agua apuntando bien. Lo que conseguimos es crear un charco de vómito rosa aguado, con tropezones por todos lados. 
La furgoneta huele a mar y bacon.
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He leído diarios pasados sin publicar. Me apetece publicarlos. Este es de abril de 2019. No le voy a poner cursivas porque queda muy feo. Queda mejor algo así:
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Nada más llegar, antes siquiera de abrazarnos, le he dado su regalo. Es una botella de licor danés, se llama aquavit. Él suele tomar bastante aquavit pero de una marca más o menos asequible; le he comprado la botella cara, de la marca Linie. Le ha hecho mucha ilusión y nos hemos abrazado. Ha sido extraño que el regalo precediera al saludo. Me he quedado un rato pensando en eso.
He venido desde Sevilla, donde estaba presentando mi libro, hasta aquí solo porque me tocaba estar en la mesa electoral para las elecciones municipales, autonómicas y europeas. Al final no me ha tocado. Hemos ido temprano y me han despachado tan rápido que a papá no le ha dado tiempo ni a terminarse su café en la cafetería de al lado. Luego hemos vuelto y se ha echado a dormir. Duerme mucho, las pastillas del corazón le dejan agotado. Se suele despertar más o menos temprano, desayuna y después de desayunar vuelve a acostarse. A veces se queda dormido hasta casi la hora de la comida, y apenas come, se hace una “tapa” y ya está (pan con paté, con queso, con mantequilla).
Antes de comer hemos vuelto al colegio electoral, ha intentado votar también a las autonómicas a ver si cuela pero le han recordado lo obvio, que los extranjeros no pueden. En casa hemos comido muslos de pato en lata muy grasientos pero deliciosos. Ha metido en el horno los dos muslos, dos mitades de pera, dos mitades de naranja, uvas y col morada. Suele hacer estos experimentos. Dudo mucho que la fruta haya aportado algo de sabor. Luego ha dicho que la grasa del pato la podemos usar para untarla en pan. Tras la siesta, ha dejado la bandeja al sol a la puerta de la finca, en el suelo, desconozco por qué (¿para que se lo coman los gatos que rondan los contenedores de basura? ¿para que se seque la grasa? No entiendo).
De postre siempre tomamos un chupito de aquavit. Mi padre cuenta la historia de que el aquavit lo maceran en barricas que deben estar en una bodega de un barco, porque el vaivén del oleaje le ayuda. No lo he podido comprobar.
Por la noche me ha contado que, cuando trabajó en una agencia de marketing que le hacía la propaganda al Partido Comunista (no era su único cliente) tuvo que viajar a Cuba para que le pagaran, y no les llegaron a pagar; tuvo que echar a uno de sus socios por borracho y descubrió que su director financiero colocaba los ingresos de clientes extranjeros a plazo fijo durante un mes en una cuenta posiblemente de un paraíso fiscal, mi padre se enteró y no le echó, sino que utilizó eso para comprar su lealtad, “a partir de entonces cada vez que le preguntaba qué le parecía algo siempre me decía que le parecía todo muy bien”. Esta frase la he hecho así un poco copiando a Édouard Levé, que es la única manera que sé de escribir diarios.
Siempre pienso que si no fuera su hijo disfrutaría más de sus historias, y preguntaría y repreguntaría, y sin embargo lo escucho como un adolescente que está esperando que termine el coñazo que le están contando para poder irse a jugar a la play. Creo que me pasa esto porque me da miedo indagar en la vida de mi padre, pero sobre todo porque tengo una relación extraña con él: siempre siento que me estoy viendo a mí mismo dentro de cincuenta años y me entra pavor. Muchas de las cosas que le critico son cosas que yo podría igualmente hacer. 
Hace poco me contó que se subió al coche y estaba un disco mío de metal sonando. Incapaz de sacarlo, lo tuvo que escuchar durante todo el trayecto. Le pregunté que si lo consiguió sacar y si lo guardó, me dijo que sí. Luego lo encontré colgado de un clavo en la pared, lleno de polvo. Otro disco, el 10.000 days de Tool apareció en una maceta completamente empapado e inservible, había estado ahí durante los días más gordos de tormenta. Me cabreo mucho con él, pero son despistes suyos que bien podrían ser míos. Cuando le veo cocinar y comer mal, comer entrehoras, ocultarse tras la ironía, me veo a mí mismo y a quien realmente critico es a mí mismo. Me acuerdo de lo que decía Koestler de Orwell: “era implacable consigo mismo, y la extensión de esa implacabilidad [a los demás] era una especie de cumplido” Seguro que soy el primer hombre en la historia que ve así a su padre.
Me insiste en que debo alquilar mi casa de Lavapiés a los británicos que van a llenar Madrid para la final de la Champions League. Dice que puedo poner la noche a 1.000 euros.
Los problemas siempre son logísticos o de comunicación, o una combinación de ambos.
Cuando estoy en la playa me muevo entre una casa y otra, ceno en una, duermo en otra, trabajo en ambas, nunca sé dónde instalarme, pongo una tumbona en una y luego la vuelvo a mover a la otra, vuelvo loco a Rufo que siempre quiere estar pegado a mí. Todo esto me provoca ansiedad, no tengo y nunca he tenido un trono, un lugar que permanece intocable pase lo que pase y donde me pongo a trabajar en paz. Me voy siempre moviendo de un sitio a otro y nunca estoy cómodo. Soy un poco como los perros cuando dan vueltas y vueltas para tumbarse.
Mi problema ahora es de logística. ¿Cómo vuelvo a Madrid desde aquí? Es siempre una odisea. Las alternativas son: que mi padre me lleve a Mazarrón, donde cojo un bus hasta Murcia y luego un blablacar o tren hasta Madrid; que Paco venga a buscarme desde Mazarrón y me lleve al bus a Murcia y luego de ahí a Madrid; que encuentre un blablacar que se acerque más o menos por Mazarrón, Totana, Águilas y me acerque mi padre o Paco. Ahora una alternativa es Cuenca: mi padre y Conchita van a pasar el finde ahí y quizá puedo irme con ellos y cojo un AVE a Madrid.
Escucho metal extremo incluso cuando me duele la cabeza.
He viajado por el mundo, no me puedo quejar. Y sin embargo sigo viendo los viajes como algo excepcional, su logística me abruma. No puedo leer ni escribir ni hacer nada si sé que tengo que coger un bus o un tren o un avión, y solo consigo trabajar algo en los viajes largos: si mi viaje es de una hora o dos no consigo concentrarme, me obsesiona la idea de que ya casi llego. Me creo cosmopolita pero viajo como un provinciano que nunca ha salido de su barrio. Envidio la naturalidad con la que J. se mueve por el mundo. Me lo imagino siempre completamente indiferente con su alrededor. Puede leer sobre antifranquismo en Astaná o escribir de Rawls en Algeciras. El mundo es su terreno de juego, va a pensar y a sentirse igual aquí que en Nueva York. Nunca hace fotos ni comparte nada de sus viajes. Si tuviera Instagram, podría tener miles de seguidores solo por la curiosidad que provoca alguien que ha vivido en la India, Kazajstán, Londres, Bruselas, y que ahora se va a un doctorado a Nueva York. Yo en cambio soy un poco el que hace una foto de Instagram cuando coge el tren Madrid-Murcia. Viajaré por todo el mundo y me seguiré sintiendo así.
Es algo que le pasa a mi padre. Durante décadas viajaba por trabajo por toda Europa, a veces por todo el mundo. Y sin embargo las dos horas previas a coger un avión siempre está estresado, y si viajas con él te presiona, te pide que te des más prisa, está irascible e insoportable.
Una cosa que me agobia mucho: estar sentado dónde no debo en un tren
Me he duchado ya dos veces en la terraza con la manguera. Es divertido. La ducha me da pereza. La ducha es obligación, pero bañarme con la manguera es como una aventura.
Cuando bajo la basura y al rato viene el camión a recogerla lo escucho llegar con anticipación e ilusión: “ahí está recogiendo mi basura”, como si despidiera a un amigo.
En Lavapiés, de noche, con las ventanas abiertas de par en par, suena murmullo de gente y una flauta como de la peli Kung Fu.
Tengo dos tipos de ansiedad: la que me quita completamente el hambre y la que me da muchísimo hambre. La primera me ocurre cuando estoy triste; la segunda cuando estoy contento. Ahora estoy en la segunda.
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En Tetuán, de noche, con la ventana abierta solo se oyen coches. Tengo puesto el ventilador aunque no hace calor y estamos ya en octubre. Me he borrado Instagram y Tinder porque me vuelven loco y me deprimen. Espero poder dormir algo.
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pterodactila · 7 years
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Espero a mi papá para ir a votar y hoy me puse zapatillas sin medias por primera vez en mucho tiempo por primera vez desde que elijo mis zapatillas por primera vez desde que descubrí o decidí o me dijeron que las medias son lo máximo
hoy es mi último domingo en casa mis paredes están peladas no más cuadros no más posters tengo el recuerdo todavía de la guarda de princesas y paredes fuccias de la tempera y los posters de los jonas brothers de los nombres en marcador de mis platónicos del secundario
mi puerta con el adhesivo del lollapalooza que me robe de un molinete la fuerza que hice las miradas de la gente les cabio mi puerta es lo máximo aunque me voy
mi terraza donde lloramos cuando hubo eclipse donde cogimos sabiendo que estaba todo mal donde festeje mi cumple de diecisiete y tomé alcohol del más barato donde mis amigos chaparon y me escondía a fumar
mi pieza donde todo donde fui mil personas distintas donde me rompieron el cora donde me hicieron feliz mi pieza que me vio crecer teñirme el pelo me vio con mis amigas mis amigos mis chicos mis sobrinos mi pieza que es una parte mía
el otro día una grafologa me dijo sos nada superficial pero sos materialista si soy exactamente así y en mi pieza acumulo todo junto basura compro cosas que no necesito y la lleno
este es el último domingo en mi pieza viene la familia a un asado tengo que ir a votar pero no voy a ir sin mi papá y el chico que me gusta me invitó a dormir pero trabaja en el partido de massa así que no sé.
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juliet-flowershop · 5 years
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¡Una nueva notificación! (¡Junto con mis felicitaciones navideñas y de fin de año!)
A estas alturas quizá hasta se hayan cansado, ¿no? Sólo me comunico por aquí a través de notificaciones en forma de resúmenes 😂. De hecho, originalmente no pensaba incluir mis felicitaciones porque era muy temprano cuando empecé a escribir este post, pero ya ven, el tiempo corre y no pude terminarlo antes de irme de viaje y quedar prácticamente incomunicada, por tanto aquí estamos.
¿Qué he estado haciendo? Es irónico que a veces siento que nada y sin embargo hay varias cosas por contar. Estoy en el proceso de entrar en la universidad, complicada con una posible beca. En mi día a día corriente trato de ayudar en la casa, ordenar el desorden monumental que tenemos allá desde que todo se nos acumulara, estoy vendiendo mis juguetes (no nos ha ido muy bien ja ja), pasando algún tiempo voluntario con la familia y el resto del tiempo me divido entre escribir, ver videos (sobre todo de utaites, adivinen quién terminó un poquitito obsesionada XD), dibujar y leer alguna que otra cosa. A ese estado natural de las cosas sumémosle que hace un par de semanas salí de viaje con mis padres y mi perrito a visitar a la familia de mi mamá por una operación que tuvo mi tía (y que afortunadamente le fue bien con ella); sólo ayudé un poco en lo que pude, pasé tiempo con mi familia, disfruté (con ciertas circunstancias amargas de por medio) de la Navidad con ellos y escribí de a ratos en mi tiempo libre.
Podría empezar con lo de la universidad, pero en realidad es muy aburrido y un tanto complicado; estoy esperando la admisión y tengo que buscar información específica sobre cómo optar por la beca, y trato de tomármelo con calma para no estresarme de más. (En realidad tampoco hay tanto por contar, sólo sería hablar del proceso y creo que todos nos aburriríamos por igual).
Así que mi vida diaria ha ido a su propio ritmo. Trato de convivir de a ratos y así aprovecho para descansar del teléfono y la computadora. A veces termino estresada, pero todavía no he encontrado mi ritmo ideal para ello y mientras tengo que ajustarme al de mi familia. Me he relajado con esas otras cosas que hago a diario y sobre todo oyendo música, que al fin y al cabo eso lo puedo hacer mientras ayudo con cualquier tarea de la casa. También arreglé mis viejos juguetes, los clasifiqué e hice todo lo que pude por venderlos sin mucho éxito. Lo peor de esto es que estoy desesperada por arreglar mi cuarto y regresar a él, siento que eso me tiene súper estancada... para rematar, con el viaje no pude y dudo que pueda antes de que termine el año. Pero bueno, visitamos a la familia de mi mamá y eso me alegró mucho porque hacía un rato que no los veíamos.
Si se preguntan por el viaje, podemos resumirlo en que me gustó compartir con ellos (claro está, les quiero mucho y no los veo con frecuencia), pero también me sentí algo... asfixiada con el hecho de estar siempre rodeada por tanta gente, además que es un pueblo pequeño y siempre hay alguien que viene, visitaron mucho a mi tía, mis papás querían llevarme a hacer visitas... el único lugar donde podía descansar un rato era el baño, y a veces tampoco estaba sola (varias mujeres en la familia, se puede aprovechar más el baño...). Cuando esto pasa y quiero tomarme un descanso viene esa sensación fastidiosa de que todos me juzgan por no querer estar con ellos, y así va la cadena de la asfixia, intensificada porque la casa de mi tía es algo pequeña. Pero del resto todo fue bien (si descontamos los innumerables problemas familiares), y de alguna forma conseguí escribir un poco para relajarme, además de oír música en los viajes. Sobre todo me alivió haber podido acompañar un poco a mi tía en su recuperación, apoyarla y darle mucho cariño porque esa situación nos tenía mal a todos; el hecho de que todo saliera bien fue lo mejor.
Finalmente hablaré de lo que más importa mientras estoy aquí, ¡lo que hago para matar el tiempo! (Porque a nadie le interesa lo que hago, ¿me equivoco?). Lo principal es que pierdo mucho tiempo en YouTube viendo videos de utaites, como ya dije. La última vez dije que sólo me había gustado Eve, y aunque él sigue siendo mi primer amor platónico oficial (no puedo creer que lo dije 😂😂😂), ¡al final resulta que le he agarrado el hilo al asunto! Aún estoy en una misión de escuchar todo lo que pueda de cada uno de ellos, pero por ahora oigo un par de canciones y me suscribo sin más. Casi todos los que he encontrado hasta el momento me han gustado, aunque unos más que otros... Por ahora, irónicamente, he cedido ante Sou, Mafumafu, un poquito (sólo un poquito) Soraru y el único por el que caí al instante, Ito Kashitaro. Entonces, ¿dónde quedó mi escepticismo del principio? No lo sé, pero aquí no está. Después de parecerme los más raros del mundo, me he enamorado del Eve×Sou (me refiero a sus voces, ¿bien?) y voy por el mismo camino con After the Rain. También he descubierto nuevos productores Vocaloid y varios de ellos me han encantado; por ahora sólo he oído todo (al menos todo lo que hay de ellos en YouTube) de *Luna y Guiano.
Aunque no son mis favoritas, ¡fue lo único que encontré!: arriba Roki, original de MikitoP, interpretada por Eve y Sou: y abajo Manic, la canción más reproducida en YouTube de *Luna.
+ una canción que me gusta de Guiano (bueno, todas lo hacen pero no tengo mucha variedad por estos lados, por ende...): Shanna.
Cambiando de tema, he hecho algunas otras cosas mientras tanto. He estado publicando varias cosas en mi blog, Why a clock?, por lo que hay varias noticias que comentar. Una, ¡ya tengo veintidós entradas publicadas >.<! Dos, ¡ya terminé mi primera serie de opiniones (reseñas entre comillas) sobre libros, dedicada a Maze Runner! Y tres, ¡creo que finalmente me pondré más seria al respecto! En resumidas cuentas, descubrí que quiero dedicarle tiempo y amor al blog, por lo que a partir de ahora intentaré publicar cuatro entradas por mes. Llevo dos para diciembre y la verdad no sé si alcance a publicar cuatro... pero ya decidí que mejorarlo y conseguir seguidores serían propósitos del año nuevo. Eso significa que tendré que ponerme manos a las obras y ser bastante creativa (además de dejarme llevar por algo que nunca quise aceptar, las herramientas para encontrar gente que me siga y todo ese rollo), pero con las cosas que pienso seguro que me inventaré algo si es necesario.
Hay mucho que actualizar sobre lo que he escrito... De manera similar a la última vez, me he dedicado a desahogarme con montones de letras y cosas para el blog, pero milagrosamente conseguí publicar el capítulo 12 de The Infinity Clock antes de irnos de viaje, uno de los más importantes de la historia y que me trajo la gran sorpresa de saber que alguien que conozco y con quien realmente no he hablado desde hace un buen tiempo sigue leyéndola y fue el primero en votar. Sobre mis letras, gracias a un período de... problemas varios y ansiedad, conseguí que todas fueran medios para desahogarme y varias me han dejado satisfecha; en la cima nombraré a La noche contradictoria y Escena final en cuanto a las que no son personales, y a Este tipo de amor, Deseo... y Cierto. entre las que sí lo son y que contienen varios de mis pensamientos/ideas/deseos más profundos en ellas. De nuevo, ¡quiero darme prisa en actualizar Looking for the Starry Night precisamente por esto! Tengo montones de letras acumuladas, viejas, nuevas y algunas en el medio, y quiero sacarlas a la luz pronto (otro propósito a la lista, esa no muy corta lista...). También me entretuve escribiendo continuaciones de historias varias, entre ellas: el cap 15 de The Infinity Clock (porque no quiero atrasarme de más con ella); el final del primer episodio y el inicio del segundo de cierta historia humorística en la que intento vaciar todo lo random que se me viene a la cabeza, un proyecto llamado Las aventuras de Sol y Esperanza; el primer capítulo de otro proyecto en el que me uso mi idea de cambiar lo que es considerado "raro" y "normal", y que es un intento de crítica humorística hacia estos conceptos y cómo afectan la libertad, el proyecto Weird!; y el cap 4 de otro proyecto de humor/aventura/fantasía que no tiene propósito específico, además de animarme cuando no me siento bien y ayudarme a romper con ciertos aspectos negativos en base a las ideas del comienzo de cero, libertad, y mandar a la basura estereotipos y exigencias sociales, un proyecto cuyo nombre por ahora es Perdido. Podría hacer un reporte detallado (más detallado que esto), pero creo que ya hablé suficiente... ¡Ah, esperen, para terminar! Escribí (o imaginé, no he terminado de escribir) una especie de cuento bastante vergonzoso usando a los utaites como personajes.
Eso me recuerda que, en cuanto a lo que he leído... no pude tocar mis libros físicos porque no he terminado las opiniones, todavía me falta la de los Viajes de Gulliver y por tanto no me puse manos a la obra con ello. ¡Lo que sí termine (finalmente) fue la revista de La Aventura de la Historia! Estuvo muy interesante y recomiendan libros que se ven muy bien. Al final me animé a empezar la siguiente historia de mi biblioteca de Wattpad (que como saben está a tope con historias sin leer), llamada Leyendas de Olympia - Esperanza, aunque apenas voy en el cap 5 y por ahora sólo digo que va interesante. Además de eso comentaré que estuve leyendo fanfics y esas historias de rayita... sólo porque quería leer cosas de utaites. Lo sé, es algo vergonzoso, pero tenía curiosidad y encontré una en la que hay información general, fotos, curiosidades y demás sobre utaites, algunos compositores e incluso artistas (¡habla de Avogado6!), se llama Utaite Time 2! y es bastante buena para saber algunas cosas (y ver fotos varias de ellos, aunque para eso basta con poner los nombres en Google y aparentemente Pinterest está llena de ellos gracias a que las publican en Twitter). En fin, he leído de todo con esos fanfics, incluso hay una historia súper loca (y divertida) que, a falta de una explicación que le quede bien, solo diré que se llama Cuando los utaites son tus onii-chan's. Hay de todo, en definitiva (excepto una tonta historia, capítulo, lo que sea, de Eve×Reader 😒).
En fin, ya hablé mucho de mí, hice publicidad y creo que lo hice bastante largo. Sólo me queda desearles, además de una feliz navidad, un muy lindo fin de año y que el que viene sea aún mejor para todos 😊. No pude saber mucho de nadie este año, probablemente nadie lo leerá en el 2018, pero estoy decidida a que el 2019 sea mejor y podamos llevarnos muy bien, para todos los que gusten entrar a mi pequeño rincón. ¡Muchas gracias por todo y nos vemos de nuevo el año que viene!
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javiariasd · 6 years
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Carmen: El paso inexorable de los años
Le digo que quiero escribir sobre ella.
-Qué emoción,  esta es la primera vez que me van a entrevistar. Voy apagar la tele mejor.
Me dice entre risas.
En una cama alta, antigua, de madera tallada, descansa. Traída desde España por sus suegros, fue su regalo de bodas.
La ropa de la cama está perfectamente estirada. Mi abuela ocupa el lado izquierdo de ella. mientras que el lado derecho no presenta ninguna arruga ni alteración. Hace 4 años que nadie duerme ahí. Está en pijama. Con las tapas descubiertas, la pieza está muy calurosa. Su cama, cubierta de papel tapiz color terracota, termina con un gran ventanal desde el que se puede apreciar una increíble panorámica de la ciudad de Santiago y que la ilumina durante el día.
Los efectos de los rayos del sol de la tarde aún se hacen presente.
-Ves, no necesito calefacción.
Me dice riendo y levantando sus manos. Esas manos de venas marcadas, y huesos sobresalientes. Cubiertas por pequeñas manchas oscuras que reflejan el inexorable paso del tiempo. Sus dedos flacos, alargados y arrugados se extienden en ellas.
 Son las ocho de la tarde y está en pijama, acostada. Son raros los días en que a esa altura del día permanezca en pie. Quizá cuando recibe alguna visita. Raro. Son pocas y porque con el tiempo la han llevado a seguir una rutina.
Todos los días se levanta a las cuatro de la madrugada ara orinar, vuelve a la cama y duerme un par de horas más. Hasta las siete, cuando ya no puede conciliar más el sueño. Prende su radio. Una Philips portátil a pila que tiene hace más de una década y que la acompaña cada uno de sus despertares. La pone bajito, y la acurruca en su oído derecho, que es con el que oye mejor. Así escucha las primeras noticias del día. Cuando el reloj marca las nueve, se levanta a prepararse desayuno. El mismo todas las mañanas: media marraqueta partida a la mitad, tostada con mantequilla, que envuelve en un paño con una servilleta para que no pierda el calor y un tazón con leche caliente. Coloca todo en una bandeja, y se vuelve a acostar en su pieza. Va buscar el diario a la puerta, donde todos los días le llega El Mercurio. Ya en su pieza y con el diario en mano, come tranquilamente, mientras sostiene las extensas páginas del periódico. Espera la llamada de Soledad, su hija menor. La llama todos los días exactamente a la misma hora desde Melipilla. Luego, se levanta, lo que implica vestirse. Aunque no salga en todo el día, debe estar vestida, ya que no puede andar por la casa en pijama. Son esas manías y costumbres que ya no puede cambiar.
 Carmen ha vivido 77 años, 8 meses y 13 días. Vino al mundo un 8 de diciembre de 1940, cuando el radical Pedro Aguirre Cerda estaba bajo la presidencia de Chile.
Nació en La Calera, quinta región del país. Sus padres se habían mudado poco antes de su nacimiento, por razones de trabajo. Sin embargo, no se acostumbraron a estar lejos de su familia en Melipilla y volvieron al año siguiente. Fue en esa pequeña comuna, ubicada al suroeste de Santiago, donde creció y vivió gran parte de su vida.
La única mujer en una familia de 4 hermanos.  La hermana mayor. Se lleva por siete años  con el más grande y catorce con su hermano pequeño.
Le pregunto por su niñez.
-Era muy regalona.
Recuerda y una mágica sonrisa se dibuja automáticamente en su rostro. En sus ojos, nostalgia. Le brillan tanto que es como si reflejaran todos esos recuerdos e imágenes que se le vienen a la mente. Esos, que a pesar de haber pasado décadas, nunca se han ido. Los rememora con detalle.
Piensa en su padre.
-Éramos muy cómplices.
Me confiesa emocionada con su mirada hacia el techo.
 Estudió en el colegio Reverendas Religiosas Carmelitas de la Caridad de Melipilla, que, por ese entonces, llegaba hasta tercer año de humanidades. Un colegio de mujeres y de monjas estrictas que le ayudaron a forjar su personalidad. Para completar su enseñanza secundaria, se fue a estudiar a un internado de religiosas en Santiago, debido a que en la ciudad no había otro establecimiento de ese tipo. La única alternativa era el liceo.
-Para las monjas era mal visto irse a un liceo después de haber estado en un colegio pagado. Era mal visto porque allá llegaban todos.
A pesar de aquello, los planes no resultaron como se suponía. A mediados del semestre cayó enferma y se tuvo que devolver a Melipilla. Le había dado un “complejo primario”. Perdió el año. No le quedó alternativa que terminar sus estudios en el liceo.
A los catorce conoció a Sebastián, el padre de sus hijos y su compañero de vida por más de medio siglo. Me cuenta cómo se conocieron. Detalle a detalle, como si estuviera reviviendo la escena en esos momentos.
-Fue un matrimonio, en su casa, me miraba hasta que me invitó a bailar.
Es de esos recuerdos que atesorará para siempre. A las semanas empezaron a pololear. Él era 9 años mayor, por lo que tenía 23. La edad nunca fue un impedimento para ellos. Ella era muy madura, pues, al ser la hija mayor siempre se había rodeado de adultos. Sus padres lo aceptaron sin problemas, lo consideraban un hombre serio, responsable, ya trabajaba. Sin embargo, su madre le decía que lo trajera para la casa, le daba vergüenza que en la calle la vieran con alguien mayor. En esos años las apariencias eran algo muy importante para la familia. Pololearon un año hasta que a él lo trasladaron al sur. Se comunicaban por cartas, pese a ello, ella decidió terminar. Pasaron dos años sin hablarse, hasta que él decidió volver. Le pregunto la razón y me explica que fue por ella. Luego de semanas ignorándolo, dejó el orgullo y volvieron a estar juntos. Desde entonces, no se separaron más.
En 1958 se graduó de su sexto año de humanidades. No rindió la prueba de bachillerato ni continuó sus estudios.
-Nunca me incentivaron. Mi papá me decía “yo me quedo conforme con que usted saque sus humanidades”.
Así lo hizo. y a los años siguien se casó. Estaba enamorada. Fue madre a los veintiuno. Le consulto si siempre había pensado en el matrimonio y en los hijos. Me responde que sí, siempre soñó con casarse.
-Antes la finalidad del matrimonio era tener hijos. Lo normal era tener hijos.
Se acomoda su cojín. Debe tener la cabeza derecha, hace años que sufre de mareos y vértigos, tan molestos, que muchas veces prefiere tener el cuello rígido, para evitar malestares.
 Ya casada, debió mudarse de ciudad por las exigencias del trabajo de su marido. De Melipilla se fueron a Los Ángeles en la Región del Bíobío. Los niños eran peque��os, no fue un cambio fácil.
-Antes uno no pensaba en una. Era lo que era no más, nunca fui de cuestionar nada. Eso sí me daba pena por mis papás.
Ya no tenía la ayuda ni el apoyo constante de sus padres, quienes los iban a visitar seguido. A pesar de todo, fue muy feliz los años que pasó por allá.
 La primera vez que votó fue por Frei Montalva. En ese periodo, la mayoría de edad se cumplía a los 21 y el voto era obligatorio.
-Por Allende no voté.
Sus palabras son firmes y surgen espontáneamente. La expresión de su cara cambia. Se pone seria. Recuerda que seguían en el sur y debieron viajar a Santiago para votar.
En los setenta volvieron a Melipilla, cuando Allende ya estaba en el Gobierno.
-Lo pasábamos regio, comíamos como animales. Nunca nos faltó porque teníamos muchos amigos, nos organizábamos  y nos repartíamos entre tres familias.
Reconoce que al principio fueron buenos años. Hasta que empezaron a haber huelgas y paros. Por lo que me confiesa que sí estuvo de acuerdo con el golpe.
 -Al principio todos estábamos contentos porque había orden, comida. Se normalizó todo.Creyendo que en un año o dos habrían elecciones. No se sabía nada de los desaparecidos ni las detenciones, eso era pa’ callado.
 Mi abuela fue de esas personas privilegiadas, los males de la Dictadura nunca le llegaron. Tampoco los vió, o quizás sí y fue muy tarde.
-Uno no se atrevía a hablar tanto porque no sabía si esa persona te iba a acusar o algo así. Y se sabía que ya no habían juicios ni na´ po, ya.
Los inicios de los ochenta, al contrario que para parte importante de los chilenos, para ella fueron años tranquilos. Se habían mudado a Santiago, los hijos estaban más grandes.
-Con el toque de queda, se les limitaban los horarios. Así que ninguno podía llegar tarde a la casa.
Se ríe. En sus palabras se desprende el deseo de justificar aquella estabilidad. Siempre ha sido una mujer que prefiere estar tranquila. No le gusta el alboroto ni el caos. Los primeros años del Régimen, se la dieron.
Pero ya al final de la Dictadura, ni ella ni nadie podía negar las violaciones a los derechos humanos. Votó por el No las dos veces. Celebró el regreso a la Democracia y el triunfo de Aylwin.
 Le suena el celular. Lo revisa, tenía un mensaje. Me comenta que era el evangelio que le manda un amigo todos los días.
Me pregunta si me falta poco. Ya van a empezar las noticias. Llevamos más de una hora de conversación. Ella sigue recostada y acomodando sus piernas constantemente. Le digo que no se preocupe, que ya estamos terminando.
 Le hablo sobre el movimiento feminista. Carmen, valora la lucha por la igualdad de género. Hasta cierto punto. Me confiesa que le cuesta entender ciertas cosas. No comprende por qué algunas mujeres se manifiestan a torso desnudo. Frunce el ceño.
-Tiene que ser desde el respeto, hay que aceptar que existen diferencias. No se pueden exhibir así.
También me habla sobre las parejas homoparentales. Es un tema que le cuesta mucho concebir. Su expresión se torna triste. Le da pena. Sabe que es por su edad y porque en sus años eso no era normal.
Para ella son generaciones distintas y la suya ya no va entender esos temas.
-Nos criaron así, qué le vamos a hacer!
Me dice resignada.
 Enciende el televisor, el noticiario de las nueve ya había empezado.
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