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vinjolras · 1 month
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Hace tanto calor, que ni el sol lo aguanta.
Hace tanto calor, que hasta el sol tiene bochorno.
Hace tanto calor, que el sol se está derritiendo.
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vinjolras · 11 months
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Memories
Última Esperanza, Magallanes & La Antartica Chilena.
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vinjolras · 4 years
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vinjolras · 4 years
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vinjolras · 4 years
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vinjolras · 4 years
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vinjolras · 7 years
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vinjolras · 7 years
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Y vuelvo.
Hoy apelo a usted, como el depresivo invoca al suicidio. Sabiéndome en un abismo previsto desde que era parte del horizonte, mostrándome como el cobarde que vuelve al lugar que lo hizo feliz, porque no fue capaz de encontrar felicidad en lugares posteriores, y como quien quiere encontrar en su recuerdo algo que no hace parte más que de sueños; de anhelos que sólo fueron alimentados por el aire que consumía en el camino hacia el estrellón con el piso de su mirada, aire que como iba consumiendo me consumía, y esa mirada que me consumaba y me asfixiaba y me atraía hasta el declive de mis pies ante los suyos; iba apretándome con su parpado como cualquier lagrima, que no se retiene fácilmente ni que quiere ser retenida, sino que es expulsada y recorre fácilmente sin pena ni gloria su suave y tersa mejilla para así dejar de ser parte, y compartir ahora lugar con el olvido, como del árbol que se desprende una hoja seca que es desplazada por el vertiginoso viento.
Sabiéndome en la amargura del presente, y endulzándola infructuosamente con la memoria de su respirar cercano, mintiéndome y creyéndome las mentiras; las cosas no han cambiado, ella está y yo estoy para ella. Queriendo decir: «Venga, venga... por si la muerte viene viva de ganas por posarse en nuestro ser. Míreme en medio de la oscuridad sin mirarme fijamente... hágalo para que el momento se haga recuerdo, y se vaya viva de memoria. Así seremos en nuestras mentes, imborrables, pues mi silueta se difumina cuando pasa y su sombra me abraza.»
Lo reconozco, es patético, al parecer me gusta ser patético. Es preferible volver a escribir después de tanto tiempo que intentar dejar de hacerlo; pensando que con ello la dejaría a usted a un costado del camino. Son preferibles estas arrugadas hojas con tachones, a que las palabras ahoguen e invadan mi vida; al igual que su presencia, y que yo me quede inmóvil y callado, con la boca abierta, pasmado.
Esto es mejor que ahogarse en esta vida y su cotidiana marcha en medio del encontrarle sentido a todo, y que asimismo todo pierda motivo. Es patético que para volver a escribir, tenga que volver a recurrir a usted; es necesario reconocerlo, y que me encuentre en similar condición con quien sufre síndrome de abstinencia; es preciso aceptarlo.
Miércoles 31 de Mayo del 2017.
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vinjolras · 8 years
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vinjolras · 8 years
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“Yo he vivido dando tumbos, rodando por el mundo y haciéndome el destino... Y en los charcos del camino la experiencia me ha ayudado por baquiano, y por que yo comprendo que en la vida se cuidan los zapatos andando de rodillas. Por eso me están sobrando los consejos, que en las cosas del amor aunque tenga que aprender nadie sabe más que yo.
Yo anduve siempre en amores ¡qué me van a hablar de amor!..”
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vinjolras · 8 years
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Nubes:
Sobre el naufragio sin ti.
He naufragado en nubes. He naufragado sin ti; he naufragado al mirarte. He naufragado, mas no en ti.
He estado naufragando, naufrago de un viaje que no se ha hecho porque tu ya zarpaste.
Sigo naufragando sin ti. Menos agónico e imposible que el naufragio en ti es el perderme entre nubes.
El pasar de tus pasos su sonido seco, indiferente. Tus sonrisas causan dolor, sonrisas de tú sombra fría e insensible.
Sombra insensible de mí, mi existir para ti es como la firmeza de las nubes de la que solo te enteras si hacia ella subes.
Eras el barco para averiguarlo Ahora solo naufrago en botellas, camino por la ciudad nocturna, perfumada de vagabundos matutinos
Terminaré por unirme a ellos. Las horas pasan. Es cuestión de tiempo.
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vinjolras · 8 years
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Por no poder hablarte le hablé de ti al mar. Y el mar me contestó el eco de tu nombre. Tu nombre que era el nombre que mi dolor tenía.
Raúl Gómez Jattin
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vinjolras · 8 years
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"Una carta de amor:
Todo lo que de vos quisiera 
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo
como un perro que pasa, una colina, esas cosas de nada, cotidianas, espiga y cabellera y dos terrones, el olor de tu cuerpo, lo que decís de cualquier cosa, conmigo o contra mía,
todo eso es tan poco yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mí, que me ames con violenta prescindencia del mañana, que el grito de tu entrega se estrelle en la cara de un jefe de oficina,
y que el placer que juntos inventamos sea otro signo de la libertad."
Julio Cortazar​ - Salvo el crepúsculo.
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vinjolras · 8 years
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“Ausencia de amor:
Cómo será pregunto.                                                                                            Cómo será tocarte a mi costado.                                                                  Ando de loco por el aire                                                                                  que ando que no ando.
Cómo será acostarme en tu país de pechos tan lejano. Ando de pobre cristo a tu recuerdo clavado, reclavado.
Será ya como sea. Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado. Me comerás entonces dulcemente pedazo por pedazo.
Seré lo que debiera. Tu pie. Tu mano."
Juan Gelman - El juego en que andamos.
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vinjolras · 8 years
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...A un grande... 
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vinjolras · 8 years
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...Temiendo que el corpulento y voluntarioso marido la violara dormida, Úrsula se ponía antes de acostarse un pantalón rudimentario que su madre le fabricó con lona de velero y reforzado con un sistema de correas entrecruzadas, que se cerraba por delante con una gruesa hebilla de hierro. Así estuvieron varios meses. Durante el día, él pastoreaba sus gallos de pelea y ella bordaba en bastidor con su madre. Durante la noche, forcejeaban varias horas con una ansiosa violencia que ya parecía un sustituto del acto de amor, hasta que la intuición popular olfateó que algo irregular estaba ocurriendo, y soltó el rumor de que Úrsula seguía virgen un año después de casada, porque su marido era impotente. José Arcadio Buendía fue el último que conoció el rumor. -Ya ves, Úrsula, lo que anda diciendo la gente -le dijo a su mujer con mucha calma.                                                                                                                                   -Déjalos que hablen -dijo ella-. Nosotros sabemos que no es cierto.                                                                                                                                   De modo que la situación siguió igual por otros seis meses, hasta el domingo trágico en que José Arcadio Buendía le ganó una pelea de gallos a Prudencio Aguilar. Furioso, exaltado por la sangre de su animal, el perdedor se apartó de José Arcadio Buendía para que toda la gallera pudiera oír lo que iba a decirle.                                                                                                                                   -Te felicito -gritó-. A ver si por fin ese gallo le hace el favor a tu mujer.                                                                                                                                   José Arcadio Buendía, sereno, recogió su gallo. "Vuelvo en seguida", dijo a todos. Y luego, a Prudencio Aguilar:                                                                                                                                   -Y tú, anda a tu casa y ármate, porque te voy a matar.                                                                                                                                   Diez minutos después volvió con la lanza cebada de su abuelo. En la puerta de la gallera, donde se había concentrado medio pueblo, Prudencio Aguilar lo esperaba. No tuvo tiempo de defenderse. La lanza de José Arcadio Buendía, arrojada con la fuerza de un toro y con la misma dirección certera con que el primer Aureliano Buendía exterminó a los tigres de la región, le atravesó la garganta. Esa noche, mientras se velaba el cadáver en la gallera, José Arcadio Buendía entró en el dormitorio cuando su mujer se estaba poniendo el pantalón de castidad. Blandiendo la lanza frente a ella, le ordenó: "Quítate eso." Úrsula no puso en duda la decisión de su marido. "Tú serás responsable de lo que pase", murmuró. José Arcadio Buendía clavó la lanza en el piso de tierra.                                                                                                                                   -Si has de parir iguanas, criaremos iguanas -dijo-. Pero no habrá más muertos en este pueblo por culpa tuya.                                                                                                                                   Era una buena noche de junio, fresca y con luna, y estuvieron despiertos y retozando en la cama hasta el amanecer, indiferentes al viento que pasaba por el dormitorio, cargado con el llanto de los parientes de Prudencio Aguilar.                                                                                                                                   El asunto fue clasificado como un duelo de honor, pero a ambos les quedó un malestar en la conciencia. Una noche en que no podía dormir, Úrsula salió a tomar agua en el patio y vio a Prudencio Aguilar junto a la tinaja. Estaba lívido, con una expresión muy triste, tratando de cegar con un tapón de esparto el hueco de su garganta. No le produjo miedo, sino lástima. Volvió al cuarto a contarle a su esposo lo que había visto, pero él no le hizo caso. "Los muertos no salen", dijo. "Lo que pasa es que no podemos con el peso de la conciencia." Dos noches después, Úrsula volvió a ver a Prudencio Aguilar en el baño, lavándose con el tapón de esparto la sangre cristalizada del cuello. Otra noche lo vio paseándose bajo la lluvia. José Arcadio Buendía, fastidiado por las alucinaciones de su mujer, salió al patio armado con la lanza. Allí estaba el muerto con su expresión triste.                                                                                                                                   -Vete al carajo -le gritó José Arcadio Buendía-. Cuantas veces regreses volveré a matarte.                                                                                                                                   Prudencio Aguilar no se fue, ni José Arcadio Buendía se atrevió a arrojar la lanza. Desde entonces no pudo dormir bien. Lo atormentaba la inmensa desolación con que el muerto lo había mirado desde la lluvia, la honda nostalgia con que afloraba a los vivos, la ansiedad con que registraba la casa buscando el agua para mojar su tapón de esparto. "Debe estar sufriendo mucho", le decía a Úrsula. "Se ve que está muy solo." Ella estaba tan conmovida que la próxima vez que vio al muerto destapando las ollas de la hornilla comprendió lo que buscaba, y desde entonces le puso tazones de agua por toda la casa. Una noche en que lo encontró lavándose las heridas en su propio cuarto, José Arcadio Buendía no pudo resistir más.                                                                                                                                   -Está bien, Prudencio -le dijo-. Nos iremos de este pueblo, lo más lejos que podamos, y no regresaremos jamás. Ahora vete tranquilo.                                                                                                                                   Fue así como emprendieron la travesía de la sierra. Varios amigos de José Arcadio Buendía, jóvenes como él, embullados con la aventura, desmantelaron sus casas y cargaron con sus mujeres y sus hijos hacia la tierra que nadie les había prometido. Antes de partir, José Arcadio Buendía enterró la lanza en el patio y degolló uno tras otro sus magníficos gallos de pelea, confiando en que en esa forma le daba un poco de paz a Prudencio Aguilar...
Cien años de soledad - Gabriel García Márquez. Fragmento Capítulo 2.
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vinjolras · 8 years
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“...Sandra Mora, qué tiene la Sandra Mora que a toda hora llora que llora. Yo sufro por esa gitana y esa gitana por otro llora...”
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